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miércoles, 8 de julio de 2015

Flash del 81


Ciencia, cine, música, se entrelazan formando una colorida realidad, recordándonos que la ciencia forma parte integral de nuestra cultura.





Corría 1981 cuando Dudley Moore llega a las pantallas con "Arthur”, la película sobre un insufrible millonario que logra ser rescatado de su monótona vida por una, todavía fresca Liza Minelli. Imposible no mencionar al gran actor británico John Gielgud, de sólida formación teatral interpretando Shakespeare y compañero de Lawrence Olivier en sus años de formación actoral. Gielgud ganó un Oscar como mejor actor de reparto, interpretando al mayordomo de Arthur.

La banda de sonido tuvo canciones inolvidables como “Fool me again” (Engáñame otra vez) interpretada por la juvenil y encantadora Nicolette Larson. Sí, la misma que en 1978 había lanzado el hit “Lotta love”, infaltable en las épocas en que todavía se bailaba lento.


1981 fue un año con gran cantidad de estrenos en el cine nacional. Hubo de todo como en botica: películas de Enrique Carreras (“Ritmo, amor y primavera”), Fernando Siro (“Las vacaciones del amor” del grupo de películas que incluía a las infartantes de los ’80. Monica Gonzaga obviamente incluída), y del recientemente fallecido Sergio Renán (“Sentimental”). También fue el año de estreno de “De la misteriosa Buenos Aires”, película dividida en tres segmentos a cargo de distintos directores (Fischerman, Wullicher y Barney Finn), y basada en el cuento de Manuel Mujica Lainez.

Otros estrenos incluyeron “Momentos”, de la pionera MaríaLuisa Bemberg y “Los viernes de la eternidad” de Héctor Olivera. Esta última con un elenco multiestelar encabezado por Thelma Biral, Hector Alterio y Susana Campos.

En ciencia, los avances se centraban en la espectroscopía (Premio Nobel de Fisica compartido), reacciones químicas (Premio Nobel de Química compartido), hemisferios cerebrales y sistema visual (Premio Nobel de Fisiología o Medicina compartido). El Nobel de Literatura era otorgado a Elias Canetti, escritor búlgaro autor de libros (“La comedia de la vanidad”, “La torre de Babel”)  y obras teatrales (“El casamiento”, “Sus dias están contados”). Su escritura estuvo profundamente influenciada por la riqueza de idiomas a la cual estuvo expuesto desde niño.


Fuentes

sábado, 27 de junio de 2015

Cómo funciona el método científico

Hemos hecho de la ciencia la base de nuestro conocimiento. Pero ¿por qué nos fiamos del método científico? Permitidme que os lo explique en las siguientes líneas.

el método científico

Por César Noragueda


Antes de que apareciera una corriente proclive a la ciencia en la Jonia del siglo VI antes de Cristo, que se hundió por obra y gracia de los místicos hasta el Renacimiento del XV d. C., con algunos momentos de esplendor intermedio como en la Alejandría de los seis siglos que siguieron al III a. C., y que no se desarrolló más satisfactoriamente hasta la revolución científica del XVII en adelante, el conocimiento que se tenía por seguro se basaba en la autoridad de instituciones ancestrales y supuestos sabios y unas ideas prácticamente sin verificación. Pero eso cambió gracias al empuje de personas que antepusieron la racionalidad y el mayor rigor intelectual a los prejuicios, la imaginación sin control y la tranquila y perniciosa ignorancia de la vaca.

 

Por qué la ciencia

A la ciencia como conocimiento fiable y su escrupuloso método para conseguirlo no se llegó azarosamente, sino por necesidad, porque requeríamos un sistema que nos pudiese dar seguridad en la obtención del saber, para no dudar de que algo que consideramos cierto o falso realmente lo sea; aunque, en verdad, ponerlo en duda es uno de los procedimientos principales de la ciencia.

"La ciencia es lo que nos hace ver y comprender el mundo más allá de nuestras propias limitaciones"

La razón de esta necesidad no es otra que nuestro propio cerebro, que no viene preparado de serie para eludir todos los errores de lógica, sesgos ideológicos y de popularidad en que somos capaces de caer (más bien, justo lo contrario), y nuestras limitaciones de percepción, puesto que no advertimos ni distinguimos todo lo que tenemos a nuestro alrededor y nos hacen falta instrumentos para ello, es decir, tecnología, que es una de las consecuencias directas de la aplicación del método científico.

El grado de rigor intelectual preciso para poseer una mente absolutamente racional y escéptica que separe por completo el grano de la paja, incluso para las más cultivadas y que mejor ejerciten una disciplina cerebral, es inalcanzable para cualquiera de nosotros. Por eso necesitamos la ciencia, porque nos hace ver y comprender el mundo más allá de nuestras propias limitaciones.

 

La dinámica científica

el método científico


El trabajo científico no es el que realizan sabios individuales, sino el de toda una comunidad dedicada a ello; olvidémonos, pues, del argumento de autoridad, que es una falacia. Los científicos llevan a cabo un experimento o una serie de experimentos con pruebas de doble ciego y construyen una hipótesis, y no basta con que expongan sus conclusiones para que estas sean una verdad y ni mucho menos aceptada por todo el mundo, sino que le piden al resto de la comunidad científica que comprueben si están en lo cierto, que traten de encontrar errores o detalles de los que no se hayan percatado e incluso de demostrar su falsedad: si cuatro ojos ven más que dos, cientos ven más que cuatro.

El trabajo científico no es el que realizan sabios individuales, sino el de toda una comunidad 

Distintos científicos, probablemente menos implicados emocionalmente en el asunto que se investiga y en la propia investigación, repiten los experimentos y analizan y comparan los datos obtenidos. Porque cualquier materia o afirmación que pretenda ser científica debe poder reproducir sus experimentos y, así, dar la posibilidad de ser refutada por alguien ajeno al esfuerzo realizado. De otro modo, resulta imposible demostrar nada: si alguien asegura que ha encontrado un nuevo elemento químico, por ejemplo, debe facilitar que sus colegas comprueben que su composición es del todo distinta a la de los que ya conocemos; si alguien dice que ha hallado una vacuna muy eficaz para cualquier enfermedad infecciosa grave que carecía de ella, tiene la obligación científica de permitir que otros reproduzcan las pruebas clínicas que le han conducido a tan estupenda declaración.

Cuando los medios de comunicación nos cuentan que tales investigadores de tal universidad han descubierto tal cosa, su investigación sólo se encuentra en una de las etapas del trabajo científico: otros compañeros de su profesión serán los encargados de comprobar la veracidad de sus afirmaciones; y si, tras una minuciosa criba y una buena revisión por pares, se mantienen en pie, se publicarán en revistas científicas de referencia y podremos decir que hemos añadido una pieza más al conocimiento que tenemos del mundo. Pieza que, según lo que vamos averiguando, quizá sea reformulada más adelante para conseguir una mayor precisión en el entendimiento de su ámbito.

Sin el método científico, permaneceríamos ciegos a las realidades del cosmos 

Y a pesar de todas nuestras precauciones, a veces se nos cuelan propuestas pseudocientíficas, lo cual demuestra que, si con el método científico y el trabajo conjunto ya tenemos que ir con cautela, permaneceríamos prácticamente ciegos a las realidades del cosmos si no contásemos con él. Así que alegrémonos de poder utilizarlo.

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miércoles, 17 de junio de 2015

Una voz amiga.

En 1994, la exitosa cantante australiana Kylie Minogue lanzó su quinto album. Una de las bandas incluía el tema “Hazme una confidencia”.




Con una sugerente letra y un impactante video, la canción nos lleva a un tiempo en el que la paz interior puede alcanzarse con un simple llamado telefónico.

1-555-confide es la solución para todos tus problemas. Cualquier estado emocional puede solucionarse llamando a este “teléfono de la liberación”. Angustia, soledad, ansiedad: 1-555 confide. Celos, confusión, enojo: 1-555-confide.

Coloridos avisos muestran a una simpática, sugerente y predispuesta operadora en distintos atuendos (para distintos gustos). Variados idiomas, variadas propuestas, todo con un mismo fin: aliviar el alma.

La tecnología que nos acerca alienándonos es puesta en el centro de este video. Cuando es más fácil hablar con un presidente que conseguir a un operador de alguna empresa telefónica o de un banco, el video nos muestra que es posible alcanzar una voz amiga que todo lo entiende.

Llame ahora para comprensión total. Llame ahora para salvación. Llame ahora para perdón total. Llame ahora para consuelo. Llame ya. Pero no para comprar. ¿O sí? Reminiscencias de protestantismo y escándalos por venta de indulgencias.

Una orquestación con violines envolventes y reminiscencias de música oriental crean la atmósfera ideal para la angelical voz de Minogue que se desliza despreocupada entre sugerentes promesas de alivio. El contraste entre el colorido video colorido y la música es llamativo.

El tema es considerado uno de los mejores de la princesa del pop. Grabado como demo en solo una hora (aunque con trabajo posterior), los autores pueden estar más que satisfechos con el resultado. Satisfacción garantizada.


Hazme una confidencia

Me paro en la distancia

Veo desde lejos

¿Debería ofrecer alguna asistencia?

¿Debería importar quién eres?



Todos sufrimos por amor

Y todos tenemos una cruz que cargar

Pero en el nombre de la comprensión ahora

Nuestros problemas deberían ser compartidos



Hazme una confidencia



Puedo guardar un secreto

Y tirar la llave

Pero a veces liberarlo

Es liberar a nuestros niños



Quédate con lo que tienes o busca otra cosa

La decisión es tuya

Acertar o errar

Lo que es mío es tuyo

miércoles, 10 de junio de 2015

Beneficios de tener una buena ortografía

Escribir de forma correcta representa un beneficio sea cual sea el ámbito en el que uno se desarrolle en la vida. 


Escribir correctamente muestra el orden mental, brinda seguridad y sirve como ejemplo para preservar la lengua
Escribir correctamente muestra el orden mental, brinda seguridad y sirve como ejemplo para preservar la lengua (www.pamdidner.com)

Escribir sin faltas de ortografía representa un beneficio sea cual sea el ámbito en el que uno se desempeñe. Una correcta escritura amplía las oportunidades tanto en lo laboral como en lo académico, contribuyendo a la formación de una buena imagen profesional.
Es importante tener en cuenta que los errores ortográficos y de gramática están muy mal vistos, ya que muestran ansiedad y falta de serenidad.

Beneficios de tener una buena escritura
Orden Mental
En la escritura se ve cómo se estructura el texto y este concepto puede aplicarse al resto de ámbitos de la vida. Según el tipo de ortografía y sintaxis, se dejará ver si se tiene las ideas claras , o si se es disperso y confuso. Tener una buena escritura es una forma de demostrar el orden mental y serenidad.

Carácter profesional al texto
Escribir con palabras que reflejen profesionalismo es una manera de darle otro tipo de validez al texto. No basta solo con utilizar palabras que hagan referencia a cierto ámbito, pero fusionando esto con una estructura ordenada se dará la impresión de que quien escribe es alguien serio y confiable.

El trato que se le da a los demás
Escribir sin faltas de ortografía indica que se da importancia al interlocutor. Aunque sea un breve SMS, hay que procurar que el receptor perciba que uno se hace entender con corrección, es decir, que se lo valora.

Brinda seguridad
Cuando no se sabe expresarse correctamente con la escritura, uno siente ansiedad y temor en múltiples situaciones. Saber que se cuenta con las herramientas necesarias para expresarse de forma correcta brindará seguridad.


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miércoles, 8 de abril de 2015

La comunicación como disciplina científica

Sandra Massoni expone los avances logrados en los últimos años en el campo académico y científico hacia el reconocimiento de la comunicación como disciplina científica consolidando su institucionalización.



Por Sandra Massoni *

Durante la última mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI los estudios de comunicación han consolidado un debate en torno de su propio lugar en el ámbito científico y profesional. La discusión no está zanjada. Como aporte a ese debate, desde la Universidad Nacional de Rosario, y también desde la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario, hemos desplegado una metaperspectiva propia que tiene reconocimiento internacional como espacio innovador de exploración de la comunicación desde los nuevos paradigmas de la ciencia.

Más allá de los acuerdos y desacuerdos conseguidos, lo cierto es que hemos compartido durante muchos años con tantos colegas de Argentina y de Iberoamérica un movimiento de despliegue y, evidentemente, de crecimiento del campo comunicacional. Este crecimiento se ha registrado tanto hacia el interior de nuestra facultad y nuestra universidad como en el entorno de las ciencias sociales en general, en un extenso recorrido que registra en los últimos tiempos hitos destacados de institucionalización, como por ejemplo el reconocimiento de la comunicación como disciplina en nuestra Universidad Nacional de Rosario y la inclusión de la comunicación en las comisiones de evaluación de algunos de los organismos de ciencia y tecnología de nuestro país como el Conicet (Comisión Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas).

Esta institucionalización del saber comunicacional tiene importantes derivaciones. Por ejemplo, la incorporación de comunicación social en la grilla de disciplinas incluidas en los formularios específicos de las secretarías de Ciencia y Técnica de las universidades, vinculados a la presentación de proyectos de investigación radicados en esas unidades académicas. Con ello, la consecuente evaluación de pares especializados en la misma disciplina, en lugar de especialistas en otras ciencias sociales, los cuales –en ocasiones– no tienen la expertise teórica o metodológica requerida para proyectos específicos de investigación o de extensión en comunicación. De allí su importancia respecto de evaluaciones más detalladas y más conducentes al avance de la especialidad. Estos nuevos espacios potencian los estudios comunicacionales en el país y la región. Se originan en un contexto de importantes cambios a nivel social, local y global que está provocando desplazamientos y rupturas académicas y profesionales en torno de la comunicación que considero necesario acompañar crítica y valorativamente desde nuestro lugar en la universidad. Personalmente sostengo que estamos viviendo un nuevo momento de la comunicación en nuestras sociedades; una centralidad de lo comunicacional diferente de la registrada en otras etapas del desarrollo de nuestro campo de estudios. Esto se hace visible en:

- las evidentes transformaciones en cuanto a la consideración del lugar de la comunicación y los comunicadores en la sociedad actual;

- la integración de comunicadores sociales en equipos de trabajo para áreas muy diversas más allá de los medios masivos tradicionales;

- los actuales debates e innovaciones sobre regulaciones y políticas de comunicación en Latinoamérica;

- la innovación en investigaciones comunicacionales estratégicas que son demandadas, a nivel mundial, tanto en ámbitos de gobierno como en las empresas y en el tercer sector;

- el surgimiento y sostenimiento en el tiempo, especialmente en Latinoamérica, de numerosas carreras de comunicación de grado y de posgrado especializadas en muy diversos registros de lo comunicacional.

Estos y otros ejemplos que podríamos mencionar nos muestran otras posibilidades en torno de lo comunicacional, quizá no imaginadas siquiera por nosotros mismos cuando comenzamos este recorrido, hace ya 30 años, allá en los últimos días de la dictadura cívicomilitar en Argentina.

La comunicación ocupa hoy un lugar creciente en nuestras sociedades. Considero que esta centralidad de la comunicación requiere dos tareas: especificar el objeto de estudio en todos los espacios académicos de formación y de investigación en comunicación y rediseñar el campo de prácticas del comunicador social.

* Doctora UBA. Directora de la Maestría en Comunicación Estratégica de la UNR.

Fuente:

pagina12.com.ar

sábado, 21 de marzo de 2015

Rasgos de la espiritualidad emergente en el siglo XXI

La experiencia espiritual sin necesidad de religión se extiende en nuestra sociedad

En muchos artículos publicados en Tendencias21 de las Religiones se ha insistido en la emergencia en nuestra sociedad de un anhelo de espiritualidad. Pero el reconocimiento de espiritualidad no implica religión ni es tampoco un subproducto ideológico de la religión o de algunas religiones: Es una dimensión vital más básica que supone un desbloqueo importante del ser humano. Algunas personas que se reconocen como ateas valoran en gran manera la experiencia espiritual. Este deseo está siendo recogido también por algunas tradiciones religiosas. Por José Luis San Miguel de Pablos.


Rasgos de la espiritualidad emergente en el siglo XXI
El único sujeto real –y sujeto por tanto de liberación- es el ser-con-interioridad, el ser espiritual. Toda ética con auténtico sentido tiene esta base. Todo movimiento de sensibilidad orientado al otro (no sólo a “los semejantes” sino también a “los diferentes”), toda compasión, tiene esta base. Toda utopía de justicia y felicidad universal tiene esta base, aunque sea de forma implícita. Y nada digno de ser valorado, ni por tanto apoyado, puede estar desconectado de este reconocimiento de fundamentalidad, que parte de una mirada introspectiva y se completa con esa “interpelación irresistible por el rostro del otro” de la que habla Emmanuel Lévinas.
 
En este artículo recupero algunas ideas que pueden encontrarse más desarrolladas en mi libro “La rebelión de la consciencia ”, publicado recientemente por Editorial Kairós. Presentamos aquí una adaptación del capítulo tercero.

Para muchas mentalidades, la espiritualidad es una experiencia ligada a las religiones. Pero en estos años, se viene produciendo el reconocimiento de que espiritualidad no implica religión, y de que no es tampoco un subproducto ideológico de la religión o de algunas religiones, sino una dimensión vital más supone un desbloqueo importante de la personalidad humana y una apertura de posibilidades.

Es, en efecto, sumamente importante que agnósticos e incluso ateos, como André Comte-Sponville y Edgar Morin, constaten -en su interior mismo, y en diálogo con sus iguales- que existe un tipo de posibilidad de experiencia que no es reductible al afán de saber (curiosidad científica), a la apuesta metafísica (religión y filosofía) y ni siquiera al impulso altruista de solidaridad, pese a estar estrechamente vinculado a todo eso.
 
Dimensión espiritual de la experiencia humana
No es fácil definir ese ámbito. Puede hacerse, no obstante, asintóticamente, como sucede siempre que nos confrontamos con lo directamente vital, pues no en vano dijo Goethe aquello de “gris es la teoría y verde el árbol de la vida”. Tanteos los llevó a cabo, por ejemplo, Stéphane Hessel en su opúsculo Vivez! (uno de los últimos que escribió) cuando habla de “lo que está más allá de la inmanencia del mundo y de la sociedad”, y de “ese dominio, más allá de la vida material, que podemos llamar de muchas maneras, y que nos atrae como si fuese algo a lo que sabemos que tenemos derecho”.

El definitivo asentamiento de una concepción del mundo evolutiva, que consagra la idea de la unidad fluyente de la Naturaleza (el Río de Heráclito), es sin duda un elemento esencial del nuevo paradigma espiritual en ascenso.
 
El giro paradigmático en marcha tiene además un segundo componente, de importancia igual o mayor. Se trata de la evidencia, que se va extendiendo, de la fundamentalidad de la consciencia, de la interioridad o subjetividad de todo ser humano y de todo ser vivo. Toma de conciencia lenta pero firme, que se da correlativamente a la creciente pérdida de credibilidad del paradigma mecanicista. Numerosos indicios avalan esta opinión.

No todo es egoísmo. Son muchísimas las personas para quienes los demás no son esos “maniquíes que uno ve ir y venir al mirar por la ventana” de que habla Sartre en El ser y la nada, sino seres conscientes, seres con interioridad que, como uno mismo, anhelan vivir una vida plena.

Contradiciendo la opinión, cínicamente interesada, de que ”cada uno va exclusivamente a lo suyo”, es un hecho antropológico que, patologías aparte, todo ser humano cuenta  con una pulsión compasiva más grande o más pequeña, fundada en la certeza intuitiva del ser-consciencia del otro. La interioridad del otro -como dice Lévinas- nos vulnera e interpela a través del rostro vivo. 

Otro síntoma nada baladí es la importancia creciente de los animales en la vida de muchas personas. Es este un fenómeno antropológico de fondo que revela por un lado una necesidad psíquica del ser humano, que se siente muy solo incluso a nivel de especie, y por otro el inicio de un cambio de largo alcance en nuestra comprensión de la vida no humana. Rasgos del paradigma espiritual emergente

Pueden resumirse en cinco:

1.  Naturalista, evolutivo, ecológico y sistémico.

2. Racionalidad compleja, “no racionalista”. Ética de responsabilidad para con la vida humana, no humana, presente y futura.

3. Espiritualidad adogmática, universalista y experiencial. Recuperación de la esperanza.

4.  No exclusivista ni excluyente, sino inclusivo y reequilibrante.

5. Comprometido con la realidad vivida. “El espíritu en la materia"
Veamos muy brevemente algunos de estos rasgos del paradigma espiritual emergente: 

 
Naturalista
La Naturaleza es la referencia. Formamos parte de ella, somos naturaleza. Todo es río que fluye, Hasta la genialidad y la aparente desnaturación cultural y tecnológica forman parte de ese río. Nada hay fuera de él. Y la vuelta al primer plano de la idea de Naturaleza en las últimas décadas va acompañada de la exigencia de “desmecanizarla”, haciendola cercana a la vida y a la conciencia, al espíritu.
 
Evolutiva
El descubrimiento de que la la Naturaleza en su totalidad es idéntica al río de Heráclito, y de que la fuente de dicho río es una suerte de Fiat Lux que se conoce como el big bang es seguramente el de mayor logro significativo de todos los que la ciencia moderna ha hecho. La idea liberadora nueva cuenta, por tanto, con el dato axial de la evolución, del devenir, que unifica dinámicamente a la Naturaleza, y a ésta con la Humanidad.

Quizás el obstáculo mayor que se interpone entre algunas religiones y la ola de fondo espiritual actual sea la insistencia de aquellas en que su mensaje fundacional es “el último”. Esa proclamación choca frontalmente con la naturaleza evolutiva de la vida, que incluye el carácter procesual del aprendizaje y la maduración psicoespiritual de la Humanidad. Tal afirmación es, por lo demás, una de las principales causas de la intolerancia religiosa. No hay fundamentalismo ni integrismo que no insista en que su libro revelado da cerrojazo a toda posibilidad de que claves importantes para la “re-integración” ser humano en el universo sigan fluyendo desde la Trascendencia.

Frente a esto, cabe sostener que lo Real, junto con las implicaciones éticas que conlleva, se revela paulatinamente a la Humanidad a lo largo de la Historia. Llevando algo más lejos la idea jasperiana de la fe filosófica, pienso que se debe admitir una revelación filosófica continuada. Revelación natural qie implica los tres planos básicos que son el intuicional (o filosófico estricto), el racional (o científico) y el sensible-afectivo (y ético, por tanto). La apertura humana a aproximarse poco a poco a la Transcendencia llega hasta el presente y que sigue abierta.

Ecológica y sistémica
Al ser la Naturaleza la referencia y guía fundamental nos acercamos a una espiritualidad ecológica y sistémica. Paradigma ecológico que se implanta en un sentido doble.  

En primer lugar, el obvio: el ser humano ha de abrirse a la reconciliación con su planeta, y las consecuencias de semejante cosa tendrán numerosas manifestaciones, desde globales hasta personales y cotidianas. Cada día está más claro: no hay transformación económica posible que acabe con el hambre en el mundo, con las grandes injusticias y desigualdades..., sin un cambio en profundidad, previo o paralelo, de nuestra relación con la Madre Tierra y con la maravilla de la vida, que nos incluye pero que no agotamos.
 
En segundo lugar el término “ecológico” se refiere a que el paradigma en ascenso no es una ideología cerrada, sino que se halla enraizada en tradiciones diversas, y es dialogante, abierta a intercambios y a resultar enriquecida por ellos. La estructura de la Vida, del Cosmos y de la Naturaleza es toda ella sistémica, es decir, que “entidades integran entidades” y “el todo es más que la suma de las partes”.

Se derivan de ahí importantes consecuencias prácticas: una, que el individuo no puede ser anulado en modo alguno por el Estado (ni por la nación, la tribu, la religión de su clan...), pero que tampoco se debe, en nombre de un individualismo radicalizado, negar que la superestructura estatal ya que es una emergencia que cumple funciones de problemática sustitución; otra, que nadie tiene por qué pertenecer a una sola cosa, vale decir que nadie tiene por qué sentirse “sólo” de su pueblo o de su región, “sólo” español, “sólo” europeo..., y ni siquiera “sólo” cristiano. La complejidad en red de la Naturaleza sugiere fuertemente la posibilidad de las pertenencias múltiples, susceptibles, además, de modificarse.

Por lo demás, “ecológico” no puede en modo alguno significar antihumano. El amor a la Vida –esencia del ser-consciencia encarnado- se enfoca en primer lugar sobre la vida humana. Que ningún ecologista radical se engañe: sin amor por el imperfecto ser humano y por los seres humanos de carne y hueso, ninguna biofilia es creíble.
 
Racional, pero “no racionalista”
 Aparece con mayor evidencia cada día que el racionalismo no es lo mismo que la Razón. El primero es un “ismo” dogmatizado que presupone unos modos de ser determinados de la Naturaleza, de la mente y del reflejo de aquella en esta. Mientras que la Razón es necesariamente inacabada, ya que implica reconocer de entrada que nuestro conocimiento de la “naturaleza de la Naturaleza”, así como de la naturaleza de la mente y de nuestros modos de aprehensión cognitiva se amplían continuamente.

No parece exagerado decir que una de las causas que hacen que se mantenga el bloqueo psicosocial y espiritual que caracteriza el tiempo presente es el peso que sigue teniendo el viejo racionalismo. El poder que detenta el poco racional racionalismo es un obstáculo serio para emprender una reforma de la racionalidad -no sólo científica sino también social y económica- que necesariamente ha de pasar por profundizar el concepto mismo de razón. Esta no puede seguir siendo abusivamente simplificadora, y de su vocabulario debería desterrarse la expresión “nada más que”.

Edgar Morin en 2008. Imagen: David.Monniaux. Fuente: Wikipedia.
Edgar Morin en 2008. Imagen: David.Monniaux. Fuente: Wikipedia.

Ética de responsabilidad para con la vida  
La clase de razón capaz de guiar el obrar ético es desde luego una razón que incluye como parte fundamental de ella la compasión. Una razón, en suma, que parte del ser humano integral y toma en consideración la integralidad de la vida.

Un biocentrismo ético consecuente, el mismo que ennoblece -al resituarlo responsable y compasivamente- al hombre sobre la Tierra, nos obliga a considerar nuestro planeta como un todo que no debemos dañar, por nosotros mismos, por nuestros descendientes y por esta maravilla indecible que es la biosfera, el topos del milagro de la vida sintiente, del ser que es para sí.

El fundamento de cualquier ética viva no puede ser más que la compasión por “el otro”, por los demás seres-consciencia, focos vivenciadores –“como yo mismo”- del devenir, el sufrimiento y el goce. La capacidad de reflexión no convierte al humano en el único ser-consciencia sobre la Tierra. Lo que “comprender” sí que conlleva es responsabilidad.
 
Espiritualidad adogmática, universalista y experiencial 
La preocupación filosófica a-dogmática es una componente esencial de la nueva sensibilidad espiritual, puesto que implica un retorno a las preguntas “primeras”. Pero la ausencia de relación con las dogmáticas, tanto religiosas como de otro carácter, no significa que la mayoría de las personas que participan de ella no tengan creencias.

Las tienen -aunque no sean las mismas para todas- pero para casi nadie tales creencias se viven como condición de la acogida benevolente de un Dios que exige que se acepten sus revelaciones. Por otra parte, las creencias pertenecen al plano cognitivo-intelectivo, que no es el fundamental en la auténtica espiritualidad, mucho más vinculada a otro tipo de cognición menos, o nada, verbalizable.

Es este adogmatismo lo que hace que la nueva espiritualidad esté tan abierta a lo que algunos denominan sincretismo, y que por mi parte entiendo como capacidad para percibir homologías e identidades de fondo entre tradiciones espirituales diversas, allí donde el creyente de una religión tradicional ve diferencias insalvables.

El rasgo del universalismo nace justamente de ahí. Lo que orienta a alguien hacia la espiritualidad es un latido personal, no un imperativo tribal o identitario. Ese vislumbre de eternidad a que se referió Baruch Spinoza es siempre una experiencia estrictamente personal.

Espiritualidad que recupera la esperanza
...en pugna con la acusada tendencia posmoderna a la desesperanza, surgida como reacción a la creencia ciega en el progreso, típica de la Modernidad. Esperanza no sólo en lo que respecta al mundo. Se trata, en este aspecto, de una vuelta a Kant, al Kant que no podía salvar racionalmente la fe pero sí la esperanza (y que creía que debía hacerlo).

El materialismo filosófico desahució la esperanza, o pretendió, en el mejor de los casos, resituarla fuera del ser autovivenciado, en un futuro colectivo en el solo cabía creer, como si de otra religión ser tratase. El resultado, lo hemos visto, ha sido un fuerte reforzamiento reactivo del individualismo.
 
No exclusivista ni excluyente, sino inclusiva y reequilibrante
La gran mayoría de las dicotomías que nos dividen son complementariedades, o encierran a la vez conflicto y complementariedad. Son además potencialmente fructíferas.  Este enfoque de lo contradictorio es el mensaje fundamental del símbolo taoísta del yin-yang y de la filosofía de la complejidad del gran pensador contemporáneo Edgar Morin.
 
Comprometida con la realidad vivida
La idea-guía espiritual en ascenso no desprecia la materia. Al contrario, asumiéndola la espiritualiza. De ahí que comprometerse con la vida y con la justicia aquí y ahora sea la actitud más consecuente para todo aquel que comprende y comparte el nuevo paradigma espiritual, que apunta asimismo a abolir el divorcio entre lo individual y lo social.

Trabajar por la eliminación de las graves disfunciones que afectan hoy a la vida colectiva, al ser humano colectivo, es de hecho tan necesario como utilizar todos los medios que uno tiene a su alcance para sanar de una dolencia. Sin compromiso social, desde los que encuentran su modelo en Jesús de Nazareth hasta quienes lo hallan en la renuncia del boddhisatva al nirvana por amor de los que siguen atados al Samsara, de Ellacuría y Boff  hasta Gandhi y Aurobindo…, no puede hablarse de auténtica espiritualidad integrada en el cosmos.

Sin descender a la arena, y a veces hasta sin tocar el barro, la espiritualidad deja siempre  sobre ella planear dudas de autenticidad y no acaba de responder a las aspiraciones del hombre real y de la sociedad.
 
La liberación será  también  espiritual o no será 
Pero, a la inversa, lo superestructural no basta en absoluto. El único sujeto real –y sujeto por tanto de liberación- es el ser-con-interioridad, el ser espiritual. Toda ética con auténtico sentido tiene esta base. Todo movimiento de sensibilidad orientado al otro (no sólo a “los semejantes” sino también a “los diferentes”), toda compasión, tiene esta base. Toda utopía de justicia y felicidad universal tiene esta base, aunque sea de forma implícita. Y nada digno de ser valorado, ni por tanto apoyado, puede estar desconectado de este reconocimiento de fundamentalidad, que parte de una mirada introspectiva y se completa con esa “interpelación irresistible por el rostro del otro” de la que habla Emmanuel Lévinas.
 
El primer paso que hay que dar es, por tanto, reconocernos –con legítimo sentimiento de dignidad− como seres de consciencia, aquello que nos define. No robots biológicos. Las filosofías que defienden esto último, por sesudamente que se expongan y por “progresistas” que pretendan ser no son más que coartadas a medida para la cosificación, la explotación y la tortura de los seres vivos, humanos incluidos, en el contexto del sistema político-ecónomico “mundializado” actual, que se diría que tiende, hoy por hoy, a seguir implantando “el infierno en la Tierra”…, sin horizontes ni perspectivas de avance real.

 José Luis San Miguel de Pablos, Licenciado en Geología y Doctor en Filosofía, es colaborador de Tendencias21 de las Religiones.

 
Fuente

jueves, 12 de marzo de 2015

Bruno Latour: Los modernos, según la antropología

El filósofo plantea en este diálogo las contradicciones entre las pretensiones de desarrollo económico y la posibilidad de cuidar el planeta.
Latour concedió esta entrevista durante su reciente visita a la Argentina, invitado por la Fundación Osde.


Por Agustin Scarpelli
 
Aunque su último libro, Sobre los modos de existencia (Paidós 2013), lleve por subtítulo Una antropología de los modernos , para el filósofo y antropólogo francés Bruno Latour, que se ha ocupado durante años de etnografiar la labor de los propios científicos, el término “modernidad” no posee valor descriptivo alguno. No dice nada porque, arguye: “la modernidad nunca existió”. Pero no sólo esa denominación debe ser puesta en cuestión: para el huidizo filósofo, también la sociología y sus métodos de investigación, así como su objeto –“lo social”–, ya no designan nada, tal como argumentó en Reensamblando lo social (Manantial, 2005).
 
En este trabajo, muy difundido en los ámbitos académicos argentinos, Latour desarrollaba una teoría sobre la manera en que se establecen las asociaciones en la sociedad. Allí decía: “Nacida en un momento poco auspicioso, la sociología trató de imitar las ciencias naturales en el momento más álgido del cientificismo, y encontrar un atajo al debido proceso político para responder los reclamos urgentes de una solución para la cuestión social. Pero al fusionar la ciencia y la política demasiado fácilmente, nunca llegó a explicar de qué tipo de materia no social estaba hecho lo social ni tuvo libertad para elaborar su propia concepción de la ciencia”.
 
Entre sus propuestas, Latour sugería otorgar otro estatuto a los actores: no alcanza con limitarlos al rol de informantes o “tipos sociológicos”: “hay que restituirles la capacidad de crear sus propias teorías de lo que compone lo social”.
 
Vale decir que, lo que hay que describir –y no dar por descontado– cuando se habla de la dimensión social, son las asociaciones que se producen ante cada situación de interacción. Asociaciones en las que también entran a jugar un rol como actores los elementos no humanos –desde microorganismos hasta instituciones y objetos tecnológicos–, que también tienen, para Latour, capacidad de agencia.
 
Esta última idea se desprende de su conocida Teoría del Actor-Red, aquella que le dio notoriedad mundial por plantear, con 30 años de antelación, algo que pasaría a ser parte del sentido común con Internet y las redes sociales: que los humanos actúan en redes de relación con otros humanos e incluso con objetos no humanos, en especial, los artefactos técnicos.
 
Quien esté familiarizado con la historia de la filosofía de la técnica, sospechará –con razón– detrás de estos postulados la presencia del pensador francés Gilbert Simondon, el autor que ha iluminado con su teoría de la individuación (donde las relaciones mismas poseen valor de ser) tanto a filósofos como Gilles Deleuze y Bernard Stiegler como al propio Latour.
 
Por su parte, Latour también se ha inscripto en la tradición crítica de la modernidad: hace tres décadas, en Nunca fuimos modernos (Siglo XXI, 2007), traducido a 30 idiomas, apuntó a refutar la idea de que la modernidad sea un parámetro para explicar el desarrollo. Operación que de alguna manera lo acerca a la teoría poscolonial. De hecho, dejar de ser eurocéntricos está también entre las declaraciones de principios del propio Latour.
 
Su proyecto actual, Investigación sobre los modos de existencia , se propone realizar una antropología de los modernos e incluye un libro homónimo a modo de guía (Paidós, 2013) y un sitio web interactivo –www.modesofexistence.com– que actúa como interfas-e para realizar una especie de investigación colaborativa donde los lectores/investigadores pueden hacer sus aportes.
 
El objetivo es describir un “frente de modernización irreversible”, bosquejar cuáles serían los nuevos modos de existencia, para desentrañar de qué son herederos los autodenominados “modernos”, qué les es propio después de atravesar esa fallida experiencia de la “modernidad”.
 
En esta entrevista habló del problema de la objetividad científica, la posibilidad de un mundo común y la incompatibilidad entre economía y ecología. Advierte que existe una guerra velada en la que lo que se juega es el futuro de la tierra.

–Su libro sobre la investigación de los modos de existencia se presenta como una guía para avanzar en un proyecto de investigación colaborativo sobre las experiencias múltiples en las que se ve inmerso el hombre moderno. ¿Cómo podría resumirnos este proyecto?
–Es una encuesta que empezó hace 25 años, mucho antes que el libro. Y el sitio digital tiene tres años. En este proyecto participan personas de ámbitos muy distintos, como puede ser la economía, la teología, el derecho, etc. Hoy se trata de un proyecto en curso al mismo tiempo experimental, experiencial y vivencial en el sentido de que es muy complicado compartir un pluralismo ontológico que está en el meollo mismo del proyecto. Porque esto va en contra del sentido que le dieran los modernos a su propio accionar. Esta puesta en común de la experiencia es lo que llamo filosofía empírica.
 
– En los últimos años hemos trabajado con la noción de dispositivo como conjunto de discursos, prácticas y conductas que guían una acción. Su teoría del Actor-Red ha sido leída en diálogo con esa noción, en el sentido de que otorga importancia no sólo al sujeto sino también a la red de objetos de la que forma parte. ¿Cuáles son los puntos de contacto de estas teorías?
–Creo que son lo mismo. “Dispositivo” fue la noción que utilizó Foucault como término técnico para ingresar en la cuestión médica, los hospitales, las cárceles, los psiquiátricos, la sexualidad, etc. El actor-red tiene la misma tradición de indagación, es decir, permite encontrar un dispositivo empírico que posibilita hacer un seguimiento de las asociaciones, que suelen ser muy heterogéneas, en ámbitos que Foucault ni siquiera había estudiado, aunque se inscribe en continuidad con el trabajo que él inició. Pero hay una diferencia que consiste más bien en la forma en que Foucault utilizó el resultado de sus estudios dentro de una perspectiva crítica, que es una perspectiva modernizadora. Es decir, trata de contrarrestar el poder en las cárceles de lo que él denominaba el peligro del poder totalitario. Lo cual no es nuestro objetivo.
 
–Usted plantea que la consideración social de la ciencia ha cambiado notablemente en los últimos años. ¿En qué sentido, y cuáles fueron las razones?
–La historia de la objetividad científica es algo que se hizo muy lentamente entre los historiadores. Hay una historia del siglo XVI, otra del XVII, y así hasta el siglo XX. Es decir, la historia de la objetividad cambió mucho. El libro Objectivity de Lorraine Daston y Peter Galison, describe ese proceso. Esa es una pregunta que más bien rige para los historiadores. Desde hace varios siglos se sumó a esta polémica la idea militante de la objetividad, que es un poco parasitaria con respecto a la investigación, porque se encargó a la actividad científica una serie de roles y funciones un tanto excesivas: mantener el estado de la ciencia, asegurar su futuro y tener una relación muy estrecha con respecto a las leyes de la naturaleza, entre otras demandas. Se llegó a una situación en la que hemos recargado tanto las tintas sobre la actividad científica con valores, que finalmente llegamos a esta crisis ecológica, y la confianza en la actividad científica reventó. Es paradójico porque es justamente el momento en que más se necesita la ciencia. Allí donde los resultados son más exactos –las ciencias del clima– es donde la versión militante de la epistemología se desmoronó.

–¿Por qué hace foco en la crisis ecológica para cuestionar las instituciones científicas y otras instituciones de la modernidad, y no en otros fenómenos que ya han entrado en crisis, como pueden haber sido en su momento el sida, el hambre o cualquier otro fenómeno que le plantea a la ciencia problemas que no puede resolver?
–Porque creo que muy recientemente, y sólo con la disputa por el tema del clima, se atacó el corazón de la actividad científica por parte de otros científicos e industriales. Me refiero a lo que en 2009 se denominó “ climagate ”, aquel escandaloso hackeo de documentos que reveló que había existido una manipulación de datos por parte de un grupo de científicos para apoyar la teoría del cambio climático antropocéntrico. Esto marcó una ruptura en la legitimidad de la ciencia porque son justamente los casos mejor presentados los que terminaron siendo más cuestionados. Y no por los científicos, sino por lo que llamo la epistemología militante, como el Wall Street Journal, o los que niegan la existencia del problema del clima de una manera que no valía para los demás temas. En el caso del sida nadie cuestionó la autoridad científica. Las controversias fueron mínimas en ese caso y no implicaron un ataque a la ciencia en su propio territorio. Hay algo en las ciencias de la climatología que hace muy difícil la distinción clásica entre el análisis de los hechos y el análisis de los valores.
 
–Desde una perspectiva latinoamericana, vemos también otros problemas respecto de la legitimación de la actividad científica que no tienen que ver sólo con las ciencias del clima. Este libro parece estar recorrido por una preocupación más bien europea respecto de un peligro que habría que repeler...
–No es así. Sucede que hay algo muy específico en las ciencias de la climatología por cuanto se hace más difícil la distinción clásica entre el análisis de los hechos y el análisis de los valores. Cuando hoy te dicen que hay más de 440 ppm de dióxido de carbono (co2) en la atmósfera, no se lo puede enunciar objetivamente como solía hacerse antes. Si sos climatólogo o bioquímico, la producción misma de los datos acarrea una suerte de híbrido entre posturas que solían ser tradicionalmente fácticas y posturas que son de alerta. Es como si alguien ahora se pusiera a gritar incendio: sería un enunciado que acarrearía inmediatamente una acción. Esto siempre fue así, pero la epistemología oficial quería separar entre hechos y valores. Esto terminó con la disputa ecológica y no tiene que ver sólo con Europa.
 
–Pareciera, sin embargo, que lo que usted llama disputa ecológica es sobre todo para los modernos (es decir, para Europa y los occidentales) un problema de escasez de tierras.
–La pregunta rige tanto para los argentinos que ocupan las tierras usurpadas a los indios como para los ingleses que desarrollaron su industria gracias a la colonización o los franceses que usurparon tierras en Africa. Eso es lo que define a los modernos, el hecho de que se desarrollaron gracias a haber usurpado tierras. Modernos son los que descubrieron una tierra, eliminaron a sus habitantes y construyeron su prosperidad a partir de esa usurpación. Eso rige tanto para los europeos como para los Estados Unidos y América Latina. Y eso también es interesante para aquellos cuyas tierras fueron usurpadas.
 
–Sí, claro, tanto el colonizador como el colonizado forman parte de la modernidad, pero cómo se experimenta esa modernidad es distinto. Los europeos llegan a un consenso sobre cuestiones como la ecología. Pero son consensos internos, no son valores universalizables. Por dar un ejemplo de lo que dice en su libro: La ley europea exige que el combustible contenga para 2020 un 20% de biocombustible, pero nunca se ocupó de establecer de qué plantaciones lo iba a obtener. ¿Quién debería pagar el costo ecológico de la conciencia ecológica europea?
–Lo que sucede es que cuando hablo de modernidad, no estoy hablando de algo que tenga valor descriptivo. La modernidad nunca existió. Es un término de guerra, bélico. Es una orden. El problema no es un consenso de valores. Los valores son el resultado de una encuesta antropológica sobre la cual, los que se consideran modernos, manifiestan cuáles son los valores que conservan. No se trata de juntarse alrededor de la mesa para decidir cuáles son los valores modernos.
 
–Eso quiere decir que no hay un mundo común.
–No hay un “mundo común”. La cuestión de los combustibles provenientes de fuentes vegetales es una guerra. Nadie está de acuerdo. Ni los agricultores, ni los gusanos, ni los brasileños están de acuerdo entre ellos. La idea modernista decía que bastaba con universalizar los valores, luego lo llamaron modernización y ahora neoliberalismo. Pero es el mismo fracaso. No hay algo que se considere “mundo común”. Alrededor de este tema se podría organizar un lenguaje.
 
–¿Vamos por tanto a una guerra?
–Ya empezó: ¿El juez Thomas Griesa no está en guerra con la Argentina?
 
–Le escuché decir que debíamos aprovechar esta época de paz para decidir qué es lo que queremos postular en la mesa de negociaciones...
–Bueno, lo que tal vez dije es que la guerra debe ser explícita, y no velada.

–¿En qué otros campos se daría esa guerra? Usted dice que se ha pasado de “economizar” a “ecologizar”, ¿la economía y la ecología son incompatibles, a pesar de términos como “desarrollo sustentable” y sus parientes?
–Tiene razón, la noción de desarrollo sustentable trata de “economizar la ecología”. Pero en este libro, que es filosófico, entendemos que lo que se llama economía está construido sobre la base de un dispositivo de cálculo donde economizar consiste en una forma de no poder resolver el problema ecológico. Y en esto hay que ser radicales: todo lo que es importante para la ecología, la economía lo toma como algo externo: daños colaterales.
 
Fuente
revistaenie.clarin.com

miércoles, 12 de noviembre de 2014

La ensenanza de las ciencias duras y las ciencias blandas - El problema de las dos culturas

Por Marcelo J. Vernengo

Presentación en la Academia Nacional de Educación
 2 de junio de 2003


Posiblemente haya surgido de la exaltación por el positivismo comtiano de las ciencias experimentales sobre las teóricas y de las leyes físicas y biológicas sobre las construcciones filosóficas (1) atribuyendo a las ciencias naturales cualidades extremas de racionalidad y empirismo que no siempre alcanzan en la práctica (2). Puede, también, atribuirse esta partición de las ciencias al Círculo de Viena y el empirismo lógico que, en cierta manera, realizó una clasificación maniquea de las ciencias (3). Algo tuvo que ver también Popper con su criterio de falseabilidad como recurso de clasificación y legitimación de las ciencias.

Me atrevo a decir, sin embargo que esta connotación peyorativa de las ciencias sociales y humanas no es compartida por la mayoría de los científicos de las ciencias experimentales. En realidad, existe una sensación inversa en el mundo de las ciencias donde se percibe que las ciencias positivas no son consideradas parte de la cultura en el sentido con que se conoce generalmente. También podríamos pensar que esta sensación inversa es válida si consideramos los niveles diferenciados en que se colocan a la ciencia y a la cultura en la organización administrativa del Estado.

La ubicación en el aparato administrativo del Estado quizás no tenga mucha importancia porque, en realidad, lo que hay que medir es la influencia real en el área social y política. La valoración que las ciencias positivas o naturales tienen en el mundo social y, también en el económico y político no es el mismo que se da a las artes, a la literatura y a otras expresiones de las ciencias humanas a pesar de la amplia utilización de la tecnología en todos los ámbitos de la vida diaria.

La clasificación en ciencias duras y en ciencias blandas tiene que ver, ciertamente, con el grado de certidumbre de las metodologías empleadas. Así se podría hablar de metodologías duras y de metodologías blandas en relación al grado de certeza que otorgan las diversas ciencias.

En el ámbito de las ciencias naturales - física, química, biología y otras - se menciona frecuentemente al "método científico" como el bastión de su desarrollo. Como indica Klimovsky en su libro "Las desventuras del Conocimiento Científico" (4) es discutible hablar del método científico como algo definido. Los científicos usan, en realidad, numerosos métodos: definitorios, clasificatorios, estadísticos, observacionales, experimentales, etc., basados en procedimientos generalmente hipotético-deductivos. Se trata, en verdad, de un conjunto de tácticas que están constantemente modificándose por virtud de los continuos avances científicos y los progresos tecnológicos e instrumentales a la par que avanzan las concepciones teóricas que alimentan esos avances.

Si nos referimos exclusivamente a las ciencias naturales, agrega Klimovsky (4), que dejando de lado las ciencias formales como la matemática y a las ciencias sociales, resulta claro que el método hipotético-deductivo y los procedimientos estadísticos son esenciales para la investigación científica.

¿Qué ocurre en el caso de las ciencias sociales o ciencias humanas? ¿Se utiliza el método hipotético-deductivo? Recurriendo nuevamente a Klimovsky (4) se puede afirmar que no existe un "salto metodológico" entre las ciencias duras y las ciencias blandas. En sociología, por ejemplo, se puede aplicar con igual legitimidad que en la física, el método hipotético-deductivo pero posiblemente debe reconocerse que existen algunos problemas en su utilización. Algunos epistemólogos eliminarían del espectro científico a casi toda la psicología, la sociología, la antropología, la economía y a las ciencias políticas.

Los proponentes de una orientación interpretativa o hermenéutica de las ciencias sociales presentan objeciones contra la aplicabilidad del método hipotético deductivo en el ámbito de lo histórico, lo cultural o lo social dado que no podrían obtenerse leyes o regularidades como en física o en química y, en menor grado, en biología. El libre albedrío del hombre complica el valor predictivo de las conclusiones pero eso, también, ocurre en muchas áreas de las ciencias naturales. Se descalifica, de esta manera, el conocimiento que procura comprensión de un problema, aún cuando esta comprensión puede conseguirse utilizando una metodología transparente sin caer en la subjetividad afectiva y arbritraria. Por su parte, el mundo de las ciencias naturales no ha estado, libre de discusiones y controversias, resueltas generalmente positivamente como lo comprueba la historia científica.

"La propia dificultad de comprender muchos de los conocimientos generados por la ciencia, ha hecho que la opinión pública le haya atribuido cierta deshumanización, pareciendo que está más allá de las capacidades e intereses del ciudadano medio; idea que ha contribuido a aislar la ciencia de la cultura humanística, simplemente del mundo de las letras y las artes, a pesar que, en los últimos lustros, los estudios epistemológicos, históricos y de sociología de la ciencia han falseado esta visión positivista" (5).

Hace casi cincuenta años, C. P. Snow, escritor y ensayista británico, funcionario público durante la Segunda Guerra Mundial y físico por formación en una famosa conferencia en Cambridge en 1959 titulada "Las dos Culturas" (6) se refirió a la separación que, a su juicio, existía entre los ámbitos culturales de las ciencias naturales y de las letras, artes y humanidades; hiato o barrera con consecuencias sociales y políticas. Según Snow los políticos y los funcionarios públicos de su país tenían una mala formación técnica, un desconocimiento general sobre aspectos científicos y una actitud negativa frente a las disciplinas científicas separadas por una insuperable barrera construida por lenguajes herméticos. El caso Sokal de hace unos años fue una manifestación actualizada de este desconocimiento que conduce, muchas veces, al uso indebido de metáforas científicas en literatura y en las ciencias sociales (7).

Los continuos avances científicos y tecnológicos que ha experimentado la humanidad desde entonces, nos obliga a ponderar el problema más precisamente desde la ambivalencia de los avances tecnológicos que nos amenazan ética y físicamente frente al hecho que nuestros dirigentes y la población, en general, no están adecuadamente informados y apropiadamente educados. Cada día es más claro que el mundo no puede estar dirigido ni poblado por personas que no conozcan las implicancias de todo orden del desarrollo científico y tecnológico. Es pues un problema educativo y cultural que debemos enfrentar.

Se trata de exponer el tema científico no como una presentación de ciencia ficción sino como ha tratado de hacerlo en los últimos años, Carl Djerassi, científico y escritor de novelas y de teatro, como "ciencia en la ficción" (8), procurando una más adecuada descripción de problemas científicos en el marco de problemas personales y sociales, muchas veces de carácter ético, que se presentan en el ambiente científico, con el fin de estimular una mayor comprensión y escapar a los compartimentos estancos de ciencia y de cultura que subsisten en nuestra sociedad actual. Recientemente, la obra "Copenaghe" ha sido un buen ejemplo al describir los dilemas que enfrentan los científicos en el desarrollo de sus actividades aparentemente alejadas de la vida real.

Sin intentar hacer una extrapolación muy precisa al caso argentino vale la pena que conozcamos que esta separación ocurre en nuestro país. Una buena parte de los problemas del desarrollo nacional se debe al desconocimiento público y de nuestros dirigentes sociales, empresariales y políticos de las ventajas del desarrollo científico. Más aún existe un generalizado "analfabetismo científico" que ha llevado, pese al uso y aprovechamiento que hacemos de las tecnologías más actualizadas, al poco interés nacional en producir innovaciones recurriendo a la mera importación de novedades técnicas y relegándonos a ser un país de segundo orden. Salvo excepciones en el pasado en el orden político que se remontan a Rivadavia y a Sarmiento ha existido una ausencia casi total de estímulos de todo tipo y un real interés de nuestros dirigentes políticos y empresariales en promover, estimular y financiar el campo científico y tecnológico.

No augura bien para el país, este escaso espíritu innovador de nuestros empresarios y el nulo o casi nulo apoyo privado a la investigación científica y aplicada en las universidades y en los institutos de investigación del país así como su escasa contribución al desarrollo de nuestras universidades.

Pero esto no ocurre solamente en nuestro país. En una reciente editorial de la revista "Chemical and Engineering News" de la American Chemical Society se menciona "el creciente hiato entre ciencias y humanidades" como un problema de envergadura que debe resolverse (9).

En una Encuesta de realizada en 1999 por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación se encontró que "la ciencia y el científico representan entidades poco asequibles para la mayoría del público entrevistado" y "que existe una importante diferencia entre las opiniones de la población general y los estudiantes secundarios y universitarios" (10). Los datos obtenidos evidenciaron un bajo nivel de atracción a la actividad científica en los estudiantes encuestados pese a que en su imaginario esa actividad otorga prestigio y superioridad quizás por lo ignoto y porque implica estudios rigurosos, serios, complejos y prolongados. 

Recuerdo, a este respecto, el incidente de los alumnos dejados libres hace unos años en el Buenos Aires que postergaron sus exámenes de química porque se trataba, según manifestaron algunos padres, de algo difícil. 

En la misma Encuesta se encontró que la tecnología es muy estimada por su contribución al confort y por su asociación a lo que se considera la modernidad y al adelanto como ocurre en el caso de la informática. Sin embargo, los estudiantes no demostraron conocer con precisión quienes son los que generan las herramientas tecnológicas y si esto puede hacerse en el país. No creo que estas percepciones hayan cambiado desde 1999.

Un Estudio llevado a cabo unos años antes en España cuyas conclusiones fueron solamente publicadas hace poco pretendía obtener información sobre las percepciones de graduados y estudiantes secundarios y universitarios sobre la influencia de la ciencia en la cultura. Los encuestados no otorgaron a la ciencia y a la tecnología un papel demasiado influyente en la sociedad a pesar de que reconocieron una cierta incorporación de la ciencia y de la tecnología en la cultura social actual. Entre los encuestados que aceptaron la existencia de dos culturas separadas predominó la idea que el mayor conocimiento y estudio de las ciencias no mejoraría el escaso o nulo interés de muchas personas por las ciencias. La mayoría también manifestó no creer en la utilidad de la ciencia a nivel escolar para promover capacidad y destrezas necesarias en la vida cotidiana dado que las clases de ciencias no tenían nada que ver con el mundo real. Esta respuesta pone en clara evidencia la necesidad de examinar los objetivos y las formas de la enseñanza de las ciencias a nivel escolar. (2).

La Royal Society en el Reino Unido ha promovido (11) actividades tendientes a crear una mayor "comprensión pública de las ciencias" y acciones iguales realizan las Academias Nacionales de los Estados Unidos (12). Algo se hace en nuestro país en materia periodística escrita o visual. Hay datos que muestran cierta sensibilización con respecto a ciencia y tecnología. En la encuesta de 1999 (10) en nuestro país se evidenció una propensión a pensar que los estudios e investigaciones deberían ser, en el país, más coincidentes con las necesidades y preocupaciones de la sociedad en su conjunto volcándose hacia la utilización práctica de la ciencia como factor de desarrollo y hacia una consideración mercantilista de las actividades científicas lo que constituye otro tema de discusión en el ambiente científico y la necesidad de asumir posiciones filosóficas y políticas al respecto.

Estamos, en realidad, frente a un problema de Educación. Pese al buen desempeño de nuestros estudiantes en Olimpiadas Internacionales de matemáticas, física, química y biología, en realidad es alarmante el nivel de conocimientos que alcanzan los egresados de las escuelas secundarias, el bajo interés en proseguir estudios en ciencias naturales a juzgar por el bajo porcentaje de los que ingresan a esas áreas en nuestras universidades.

El sistema formal de enseñanza estimula el desconocimiento de lo científico y contribuye al hiato entre ciencias naturales y ciencias sociales y humanas. El estudiante no recibe en la escuela, información sobre que significa saber y dedicarse a las ciencias y la enseñanza no despierta interés en la búsqueda de esa información, de las novedades y en la realización de experiencias.

Por otra parte, la educación formal está diseñada para fomentar una selección demasiado temprana de estudios especializados con el fin de acercar y facilitar las salidas laborales. Por más que esto último sea algo muy laudable y que se está desarrollando en casi todo el mundo como una respuesta al espectro de la desocupación lo que se incrementa, de hecho, es un descenso en el papel de la escuela como catalizador de una formación cultural amplia que facilite posteriormente una mejor ubicación en el mundo. Se olvida, en definitiva, lo que debería ser el objetivo principal de la enseñanza que es la formación de una "persona culta" con un adecuado balance de los conocimientos que incluye a las ciencias naturales.

La UNESCO afirmó en 1999 en la Declaración de Bucarest sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico y posteriormente en el 2001 la necesidad de hacer "apreciar el papel humanístico de la Ciencia" (13) y se ha dicho que "nadie que hoy pretenda considerarse culto puede ignorar la ciencia, su historia, sus hechos y su sentido global como empresa humana, pero los científicos también deben abdicar de su aislamiento y de la pretensión del monopolio del conocimiento" (2).

Las dificultades en trascender lenguajes herméticos y modelos científicos bastante abstrusos y otras características sociales y psicológicas de los científicos dificultan que se superen estas barreras. En la Argentina, ya en la década de los 30, Bernardo Houssay y Eduardo Braun Menéndez, junto con otros científicos, crearon la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y a partir de 1945 comenzaron a publicar la revista Ciencia e Investigación para divulgar avances científicos. En sus momentos alcanzó una circulación muy grande que se vendía en los quioscos pero actualmente languidece por falta de apoyo financiero aunque sigue procurando que los científicos escriban artículos que sean accesibles al público en general.

A nivel familiar e institucional cuando se piensa en ampliar la educación de los hijos se busca complementarla casi exclusivamente con cursos de idiomas, de música, artes visuales, literatura. El término educar no incluye a la ciencia y a la tecnologìa, al menos para orientar hacia su comprensión general y hacia un mayor entendimiento de sus métodos y de lo que aportan al desarrollo de la sociedad.

En el ámbito universitario ocurre algo semejante. Nuestras universidades forman profesionales en áreas específicas de las actividades sociales. Esto es un hecho inevitable y irreversible dada la historia del desarrollo universitario en la Argentina, dadas las aspiraciones de la sociedad y la conformación del aparato productivo y de servicios. Pero creo que deberíamos enfatizar el papel que las Universidades deberían cumplir como formadores de la clase dirigente y, en tal sentido, correspondería darle una mayor gravitación a la "formación integral de las personas" incorporando disciplinas y temas que no sean específicos de sus estudios especializados.

Agulla en La Educación Cuaternaria y la Dirigencia (14) propugnaba una mayor especialización en los estudios de posgrado. Como contrapartida debería buscarse una formación más general en los estudios de grado, hacia un desarrollo más integral de las personas que podría conducir a una mayor flexibilidad y adaptabilidad frente al mercado de trabajo.a la manera de los "liberal studies" de Estados Unidos (15). Se lo difícil que sería hacerlo frente a las demandas de cada sector profesional y del mercado de trabajo pero lo señaló, porque inadvertidamente, se está fomentado como una consecuencia de requisitos oficiales de calidad y de intereses en establecer áreas de reserva profesional, un creciente enciclopedismo técnico que va en contra de la formación integral de las personas.

Lo que es criticable no es la especialización sino la falta de una cosmovisión de la vida, una concepción integradora de la historia, de las posibilidades y de los valores que sustentan la existencia humana. La propia dinámica de los avances científicos y tecnológicos han causado la super-especialización y la sectorización en dominios científicos aislados, herméticamente cerrados por códigos y lenguajes muchas veces inexpugnables por extraños. Si bien, muchos han creído que este fenómeno es negativo para la cultura y el desarrollo humano, no se puede desconocer el hecho innegable de que al avanzar en los respectivos desarrollos es necesaria la concentración de esfuerzos en áreas específicas para evitar dispersiones ineficaces y lograr resultados ciertos y concretos. ¿Cómo resolver esta disyuntiva que plantea el progreso científico y tecnológico sin olvidar que la educación forma parte de un sistema dinámico sujeto a los cambios de todo tipo que permanentemente ocurren en la sociedad pero recordando que el interés de la gente en general y de los estudiantes en particular, en las ciencias está directamente relacionado con la visión que adquieren del trabajo científico y de los científicos?

Todavía predomina la idea positivista de la ciencia según la cual los científicos descubren inductivamente lo que ocurre en la naturaleza y, como consecuencia de ello, se presentan en clase teorías, hipótesis y leyes inmutables a veces muy difíciles de entender sino se forma parte de la casta científica, siempre cerrada en sus laboratorios y en sus experiencias en inexpugnables torres de marfil.

Este punto de vista lleva a considerar a la enseñanza de las ciencias como una mera descripción de hechos y teorías indiscutidas que sólo pueden memorizarse. No es esta la oportunidad de discutir las diferentes formas como puede considerarse el papel del científico o como se lo puede ver, pero lo cierto es que deben buscarse otras formas de enseñanza que estimulen la búsqueda del espíritu de observación y de averiguación y el uso más amplio y más correcto de la experimentación así como una más adecuada inserción del aspecto histórico del desarrollo de las ciencias para que los estudiantes sean capaces de vislumbrar algo de las formas como se producen los conocimientos científicos y los avances tecnológicos para no darlos como un hecho dado.

En cuanto a la educación científica en general del público y de los estudiantes que no tienen intención de seguir ciencias en lo que podríamos denominar "la enseñanza a no expertos o a no interesados", habría que tomar en cuenta que los diferentes dominios de la ciencia constituyen, en realidad y pese a su diversidad metodológica y de lenguajes especializados, construcciones históricamente desarrolladas que no tienen correlato en la realidad de la naturaleza que explora la ciencia.

La física, la química, la biología, la geología y otras ciencias naturales no abarcan, cada una de ellas, la totalidad del objeto de estudio de modo que sería conveniente combinar la enseñanza y su difusión. Esto no significa promover una indiscriminada interdisciplinaridad sino contribuir a vincular conocimientos en ciencias naturales con los de las ciencias sociales y las humanidades y alentar una intervención más amplia del público en la toma de decisiones sobre problemas que tienen implicancias sociales, económicas, éticas y políticas que deban basarse en conocimientos científicos y tecnológicos. Así se evitarían soluciones tecnocráticas o simplemente populistas y la ausencia de consideraciones integrales que hemos visto mucho en los últimos tiempos en la Argentina.

No existen o no deberían existir autonomías o sectores inconexos en el conocimiento y en la cultura ni interpretar el desarrollo humano en lo individual y social basado en la independencia de lo científico, de lo social o de lo cultural. No puede haber una "racionalidad científica" separada y aislada de una "racionalidad social" basada en valores éticos y morales.

Referencias
  1. Gaymonet, L. - "Historia de la Filosofía y de la Ciencia", Crítica, Barcelona, 1998.
  2. Manassero Mas M.A., Vázquez Alonso A. y Acevedo Díaz J.A. , Opiniones sobre la influencia de la ciencia en la Cultura, www.campñus-oei.org/salactsi/acevedo17.htm, 2003.
  3. Nuño, J. - El Eclipse del Marxismo, Venezuela, 2002.
  4. Klimovsky, G. - "Las desventuras del Conocimiento Científico", A.Z. Editora, Buenos Aires, 1995.
  5. Vázquez y otros, Cuatro paradigmas básicos sobre la naturaleza de la ciencia, Argumentos de Razón Técnica, 4, 135-176, 2001.
  6. Show, C.P. "The Two Cultures and the Scientific Revolution", The Rede Lecture, Cambridge University Press, Cambridge, UK, 1959.
  7. Sokal A. y Brikmont J. -"Imposturas Intelectuales", Editorial Paidos, España, 1999.
  8. C.Djerassi, www.djerassi.com - 2003.
  9. Jacob, M. - "In praise of Teachers", Chemical and Engineering News, page 5, Apriel 14, 2003.
  10. "Nos interesa saber que piensan los jóvenes. Un Recorrido Interesante", www.secyt.gov.ar, - 2003.
  11. Copus, The Royal Society, UK, London, 1987-2003.
  12. National Academies, www.nas.edu, USA.
  13. UNESCO - "Declaración sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico", Conferencia Mundial sobre la Ciencia para el Siglo XXI, Budapest, 1999.
  14. Agulla, J.C. - "La educación Argentina y la Dirigencia", Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 2000.
  15. Aronowitz, S. - "The Knowledge Factory", Beacon Press, Boston, 2000.
Fuente
www.ub.edu.ar

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