lunes, 1 de septiembre de 2014

La comunicación de la ciencia

Texto basado en una plática dada en el mes de marzo de 2013 a los alumnos del Diplomado en Divulgación de la Ciencia que ofrece la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM.



Por Luis Estrada. Revista Digital de la UNAM

Introducción
Aunque en los últimos años suele hablarse sólo de divulgación de la ciencia, se entiende que es una actividad inmersa en un proceso de comunicación que precisa estrategias diversificadas de acuerdo con el espacio y el público con el que se dialoga. Recuerdo la época en que laboré en el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia, antigua dependencia de la UNAM, antecedente de la actual Dirección General de Divulgación de la Ciencia. En ese entonces convenimos en distinguir tres actividades: la difusión, la divulgación y la comunicación. No sobra recordar que con la primera nombrábamos a la participación de conocimientos en los grupos dedicados a labores de ciencia, pensando que, al menos para fines prácticos, sus integrantes hablaban un lenguaje común. Las reuniones de las sociedades científicas emplean básicamente este tipo de interacción.


Con la segunda actividad, la divulgación de la ciencia, esperábamos llevar el conocimiento científico al público en general, pues suponíamos que éste podía no estar enterado de los temas a tratar, ya sea porque no había tenido la oportunidad de conocerlos o porque era necesario precisarlos, situarlos en un contexto apropiado o señalar sus consecuencias. En esta actividad siempre se supuso que el desconocimiento de un tema científico no se debía a alguna clase de incapacidad personal, pues mucho del público atendido eran niños y personal académico especializado en alguna disciplina diferente a la de los temas tratados. Las conferencias, las mesas redondas, los programas de cine y televisión, las exposiciones y salas de museos son algunos ejemplos de este tipo de actividad.


En el caso de la comunicación de la ciencia, lo esencial es el intercambio de conocimientos, el diálogo aclaratorio, la discusión de lo tratado, las sugerencias para su mejoría y la conversación profunda que ayude a la comprensión del conocimiento científico. Empleando el lenguaje ordinario diríamos que la comunicación de la ciencia es una acción “activa”, o en otras palabras un “ir y venir” de conocimientos, opiniones, críticas y aclaraciones. No sobra explicar que esta comunicación no requiere que todos sus participantes practiquen la misma disciplina o sean expertos en el tema tratado. Los seminarios, una actividad característica de los medios académicos, son el mejor ejemplo de una labor de comunicación de la ciencia.


Como podemos constatar, las condiciones actuales de nuestra universidad han reducido prácticamente las actividades mencionadas a una: la divulgación de la ciencia, la cual en muchas ocasiones se confunde con el periodismo científico. Siendo éste también una actividad importante en la propagación del conocimiento científico conviene precisar la distinción entre estas dos actividades. El periodismo científico busca mantener informado al público de lo que sucede en el mundo de la ciencia, y entre más pronto lo logre, mejor. Así podemos estar enterados de los nuevos descubrimientos y de sus autores, de la aparición de recientes productos derivados de la actividad de los laboratorios y de su eficacia o sus inconvenientes. Ejemplos de esta labor serían el anuncio del otorgamiento de un premio Nobel, de la aparición de un nuevo fármaco o la reseña de un acontecimiento, como un eclipse solar. Por otro lado, para la divulgación de la ciencia, llamar la atención sobre algún tema relevante de la misma, acometer un asunto es dar a conocer la sustancia y sentido de un resultado científico, entusiasmar por saber más acerca de una cuestión científica, inducir a buscar mayor información para entender mejor lo publicado, en fin, acercar al público al conocimiento científico para que, en alguna medida, se apropie de él. No sobra señalar que ambas actividades, periodismo y divulgación, tienen una frontera común y que son complementarias.

La comunicación de la ciencia.

 

La divulgación de la ciencia como una actividad de comunicación  

Reduciré lo siguiente a la labor de divulgación de la ciencia y comenzaré por repetir lo muy conocido de su realización. Es claro que ésta dependerá de la acertada selección del auditorio. Cómo y a quién dirigirse –a los niños, a los estudiantes de determinado nivel, a los profesores de escuelas elementales o al público general– es algo que hay que definir de antemano y con claridad. Cabe señalar aquí que hay que considerar también en este rubro si se dirige a un auditorio presente, como sería el caso de las conferencias, o a uno distante, ya sea espacial o temporalmente, como sucedería en el caso de un capítulo de un libro o de un programa radiofónico. Otro factor importante en una buena labor de divulgación es la definición clara del propósito de cada actividad, aunque éste no se haga público. Partiendo de que una actividad de divulgación de la ciencia tiene como finalidad dar a conocer este conocimiento, entonces la presentación de ella será muy diferente si se quieren exhibir objetos de laboratorio, mostrar experimentos, atraer jóvenes a estudiar una carrera científica, borrar la imagen de que la ciencia es aburrida o sólo para personas inteligentes, convencer de que, al contrario, se trata de algo útil, difundir los logros de la investigación que se realiza en una institución o simplemente el divertir al público mostrándole efectos inesperados.

No sobra señalar que ambas actividades, periodismo y divulgación, tienen una frontera común y que son complementarias.


El caso más notable de la importancia de este factor se presenta en los museos de ciencias en donde la claridad del objetivo de su labor es definitiva para su buen funcionamiento.


Hay mucho por decir acerca de qué hacer para lograr una buena labor de divulgación de la ciencia. Sin embargo, me referiré solamente a ésta como una actividad de comunicación, aunque no use ese término explícitamente. Así continuaré usando la palabra divulgación pues no quiero apartarme del modo usual de hablar, además de que hay que recordar que una buena divulgación está siempre respaldada por una vigorosa labor de comunicación de la ciencia. Lo primero es que esta divulgación es una tarea propia del quehacer de un medio dedicado al cultivo de la ciencia, como sería, en el caso de la universidad, el subsistema de la investigación científica, ya que para su buen funcionamiento requiere de la participación activa de los investigadores y profesores de ciencias.


Al reflexionar sobre la divulgación de la ciencia se llega inevitablemente al tema de la cultura científica. Es por esto que debo recordar que la cultura y la educación son temas inseparables ya que la primera es un resultado de la segunda y la educación se realiza de buena manera en un ambiente culturalmente propicio. Por ello, para hablar de cultura científica conviene aceptar que por ésta entendemos algo similar a lo que comprendemos al hablar de la cívica, la artística y otras “culturas” del hombre actual. Es evidente que la cultura científica, como otros asuntos educativos, tiene sus raíces en la escuela, aunque también es claro que no es ésta la única ni la mejor fuente del conocimiento científico. Las escuelas no pueden formar solas la cultura científica que necesita el ciudadano actual.


Es por tanto indispensable reforzar y complementar la labor de la educación en materia de ciencias, para lo cual debemos pedir ayuda a nuestros científicos avivándoles su responsabilidad social. Aunque algunos lo tomarían como una degradación, deberíamos convertir a muchos de nuestros investigadores, al menos por una buena temporada, en maestros. Es claro que esta conversión debería hacerse en forma ambiciosa, pues el problema a resolver no es de especialistas sino de formación humana. Necesitamos maestros de ciencias, maestros de maestros de ciencias, e investigadores de la educación en ciencias y de la cultura científica. 

Comunicación para una cultura científica
Con la divulgación de la ciencia se busca acrecentar la cultura científica. Cultura con todas sus letras, es decir, algo vivo, orgánico, usual, con lo que las personas vivan y convivan. Científica también en un sentido profundo, que implique no sólo conocimiento sino una participación de la vida y la actitud, de la pasión y la crítica que las prácticas científicas conllevan. Como bien sabemos, la ciencia no es monolítica ni constituye un sólo método o una sola forma de pensar; es, sobre todo, la búsqueda por diversas avenidas de conocimiento sobre el mundo natural, sobre nosotros y nuestro entorno físico. Ciertamente es un conocimiento útil o hermoso, intrigante, inquietante, efímero, cambiante, o todo eso a la vez. Pero si algo proporciona la ciencia, más bien lo que he llamado la cultura científica, más allá de ese conocimiento, es una actitud, un cúmulo de herramientas críticas de pensamiento, que sirven para muchas situaciones. No es poca cosa aprender a apreciar de veras la posibilidad de dudar con fundamento, de enfrentar la verdadera ignorancia y de observar detalladamente la naturaleza, con la humildad del que suele equivocarse y lo sabe, y así logra valorar y utilizar lo que le ha servido para aprender a cometer cada vez menos errores.


La mayoría de las personas sólo ven los beneficios materiales que la ciencia ha traído consigo, pero pocas veces ven y constatan que en la actividad que la genera hay lecciones que brindan una inmejorable formación; sobre todo en un mundo en el que las personas tienen cada vez más que decidir sobre tantas cosas que les afectan, con realismo, precisión y responsabilidad. La ciencia enseña a pensar crítica y libremente, y ésta es una de las tareas formativas de la educación. Por esto es de primera necesidad en una sociedad plural y democrática poner esta disciplina al alcance de todas las personas, aunque no vayan a ser científicos.


Es urgente tomar conciencia de lo importante e inaplazable que es para un país generar su propia cultura científica, su manera de apropiarse del conocimiento científico. La formación de personal especializado de primer nivel es por tanto una prioridad para hacer una buena labor de divulgación de la ciencia. Hay que proceder de manera análoga a la que usan los artistas y su público para apropiarse del arte universal y convertirlo desde su lugar de origen en un hecho particular y propio, sin quitarle por ello su amplia validez. Reitero: la cultura científica es indispensable en la educación a todos los niveles y en otros ambientes donde se difunden las artes y las humanidades, pues para construir una ciencia propia se necesita que se divulgue.

La comunicación de la ciencia.

Ciencia y comunidad 

¿Qué queremos de nuestra ciencia? ¿Los logros científicos y los desarrollos técnicos son siempre benéficos? ¿En el marco general de sus intereses reales, qué prioridad tienen los diferentes proyectos de investigación para las distintas sociedades? ¿El costo de la ciencia es siempre y en todo lugar una buena inversión? ¿Es ético gastar en sofisticado equipo de laboratorio cuando los recursos económicos no alcanzan para las vacunas ni la comida? ¿En qué campos nos estamos distinguiendo y por qué? Y finalmente, ¿quién debe, y quién no, participar en las deliberaciones para contestar todo esto? 

Ninguna ciencia va a ser mejor que la comunidad más amplia en la que está inmersa. Sólo donde haya educación y culturas científicas habrá provecho y sentido para ésta. La educación científica es anterior, no posterior al éxito de la ciencia. Como ciudadanos nos tocará asumir con mayor seriedad el entender y juzgar a las ciencias y sus vínculos con nuestra calidad de vida. Eso no lo podremos hacer si no establecemos y reforzamos una verdadera cultura científica, es decir, un ambiente de comprensión y aceptación, de crítica informada y respeto bien fundamentado, en el que no resulte esotérico estudiar, leer, platicar e interesarse por la ciencia.  

 

Lo expuesto no es ninguna novedad, lo he señalado en diversas ocasiones y repetido en otras tantas conferencias. Tampoco es una producción original mía. Es un relato de algunos logros del esfuerzo que un grupo de divulgadores, especialmente del Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia, hicieron para encontrar el sentido de su labor. En sus primeras conclusiones el esfuerzo quedó plasmado en el documento titulado La comunicación de la ciencia como una labor académica, que fue presentado por el personal del Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia al Consejo Técnico de la Investigación Científica de nuestra universidad a principios de 1988. 

 

Los divulgadores de la ciencia

Quien se enfrente a la genuina divulgación de la ciencia no sólo debe estar enterado del avance de la investigación científica, sino también comprender el significado de lo que ocurre: de dónde viene, a dónde se quiere ir y qué consecuencias se podrían tener. Todo esto a fin de poder integrarlo a la cultura personal. La divulgación de la ciencia apunta a capacitarnos para descubrir nuevas facetas del mundo que habitamos y relacionar constructivamente las perspectivas de las distintas disciplinas científicas.

La divulgación de la ciencia apunta a capacitarnos para descubrir nuevas facetas del mundo que habitamos y relacionar constructivamente las perspectivas de las distintas disciplinas científicas.







En síntesis, esta divulgación debe insertarnos en el esfuerzo que la humanidad ha multiplicado durante el siglo pasado para buscar un conocimiento objetivo del Universo, y hacernos conscientes de que ese conocimiento no nos excluye.


Por otra parte, la divulgación de la ciencia, como otras disciplinas modernas, es una labor especializada que hay que llevar a cabo. Hay que fundar y solidificar tradiciones propias de producción y consumo en torno a ella. En los países más desarrollados esto se ha hecho desde el siglo XIX, y de un modo a veces espectacular en el XX. Una buena divulgación en cada lugar, pese a transmitir o cuestionar a menudo los mismos conocimientos, está impresa también de su carácter local. Cada público, cada tradición cultural y cada idioma tiene matices y formas idiosincrásicas de percibir e interactuar con el entorno, que pueden y deben considerarse a la hora de construir puentes de comunicación. Calcar e importar técnicas es estéril e ineficaz.


La divulgación de la ciencia resultará efectiva siempre y cuando no constituya un pasatiempo marginal para los divulgadores, ni un simple agregado curricular para los científicos. Hay que enfrentarse a la solución de cuestiones concretas en cada caso. Se requieren trabajos específicos para asesorar, por ejemplo, a los maestros de primaria, secundaria o preparatoria en alguno de los temas que enseñen; para editar publicaciones científicas; para escribir el guión de una exposición o diseñar sus imágenes; para escribir distintos tipos de textos; para diseñar talleres para niños, adolescentes o adultos; para hacer un programa de radio o de televisión sobre algún tema científico, o simplemente para dar una charla sobre algún tema. La divulgación del conocimiento es un trabajo que debe tomarse con la seriedad no carente de sentido del humor con la que trabajan los científicos.


Los divulgadores de la ciencia no necesariamente deben tener un perfil similar entre ellos. A menudo, la variedad de talentos y habilidades hace que los grupos sean mucho más prolíficos y eficaces. Pero sí tienen todos que ser personas dedicadas seriamente a alguno de los aspectos de esta demandante labor. Reitero, una manera eficaz de efectuar una buena labor de divulgación es en la integración de grupos creativos de divulgadores capaces de responder a problemas locales y concretos; grupos que trabajen en museos, casas de la ciencia, revistas, radio, televisión, internet, parques o plazas públicos; grupos dispersos por todo el país, eficazmente intercomunicados y aprendiendo unos de otros, afín de que la ciencia se discuta, se difunda y se viva en todos los ámbitos y espacios disponibles.

La divulgación de la ciencia en México
El número de divulgadores en México ha crecido mucho. Hay un buen número de lugares de nuestra república en los que se realiza esta actividad y en los que se han constituido grupos para apoyar, organizar y efectuar esta labor, siendo el mejor ejemplo la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDyCYT). En la UNAM hay varios institutos y dependencias que cuentan ya con personal dedicado a esta tarea. Otro logro relevante es la creación y realización de programas de formación de divulgadores, como los estudios de posgrado dedicados al aprendizaje de esa disciplina que ha iniciado la UNAM, así como los diplomados que ofrecen varias instituciones educativas. Todo esto es muy estimulante.


Sin embargo, hay que reconocer que en la mayoría de los productos de divulgación que llegan al público el conocimiento científico mostrado es superficial y a veces anacrónico. Algo similar puede detectarse en los programas de formación de divulgadores, por lo que muchos de ellos deberían anunciarse como cursos de aprendizaje de técnicas y métodos para la divulgación de la ciencia. Cabe señalar que un asunto en el que se hace mucho énfasis en tales programas es enseñar a escribir bien a los alumnos. Creo que lo que sucede es que dichas actividades de formación se diseñan tomando en cuenta sólo el sentido literal de divulgación que mencioné al principio, en vez de basarse en el profundo sentido de la comunicación.

Conclusiones y propuestas
Quizá lo más importante sea pensar en el futuro de la divulgación de la ciencia en nuestro país, aunque dicho futuro no parezca halagüeño. De esto, lo primero que hay que apuntar es que muchas personas, aun del medio científico, desdeñan tal actividad con lo que propician que su desarrollo se inhiba. Independiente de ello, algunos divulgadores proponen remedios para lograr un mayor crecimiento y una mejoría en la labor que nos ocupa, aunque casi todas esas propuestas están centradas en la consecución de un buen apoyo económico. Esos divulgadores piensan que eso se lograría emulando los caminos seguidos por los investigadores científicos, ya sea buscando la creación de un Sistema Nacional de Divulgadores, ingeniándose para allegar dinero proveniente de instituciones u otros simpatizantes de la ciencia, vendiendo proyectos relacionados con esa tarea y algunas cosas más. Yo difiero de esos caminos, pues, aunque me es claro que para realizar una buena labor de divulgación se necesita dinero, y mucho, estimo que el problema está en otro lado. Como he insistido, la ciencia, y por tanto su comunicación, es una parte de la cultura y ésta se produce y se desarrolla con la educación, educación entendida por supuesto en todos sus aspectos y niveles, principalmente en el superior. Es obvio que esto dificulta más el desarrollo deseado de nuestra actividad, ya que en México no parece haber solución cercana a los problemas educativos.

Quiero recordarles que hay muchos ejemplos en los que la renovación, la creación y la innovación de una obra humana han sido producto de un sueño.







No hay que olvidar que vivimos en un país en el que no se valora el trabajo, por lo que para disponer de un salario razonable hay que buscar propinas, bonos o estímulos de alguna clase. También hay que tener presente que, en nuestro país, la autoridad no necesariamente se logra por tener conocimientos del campo que cubre el cargo a ocupar ni por alguna aptitud relacionada con tal puesto. En fin, estamos en un país en el que conceptos como democracia, solidaridad y excelencia académica han sido tergiversados, por lo que resulta muy difícil que se aprovechen las enseñanzas obtenidas del quehacer científico. El fuerte y prolongado esfuerzo para realizar una investigación es incomprendido y la belleza de lo descubierto de la naturaleza se pierde, ya que tiende a mostrarse con imágenes visuales contendientes con las empleadas en la televisión comercial.



Por otra parte, en nuestro país es cada vez más difícil saber qué sucede; cada día aumenta la desconfianza en la información y casi no hay credibilidad en lo que se difunde. Cuando se habla de conocimientos derivados del quehacer científico se encuentra algo parecido, y para ilustrarlo haré dos preguntas: ¿de veras creen que el desarrollo de la vida en la Tierra no fue programado?, ¿creen realmente que el Universo se expande? Noten que formulo mis preguntas esperando conocer creencias, pues difícilmente lo haría pidiendo pruebas, aunque éstas fueran leves y provisionales. Parece claro que, aunque la ciencia no provee verdades pero sí evidencias confiables para afirmar o negar algo, es necio ignorar sus enseñanzas. Es innegable entonces que, en esas condiciones, divulgar la ciencia es pedir peras al olmo. Sin embargo, no debemos cruzarnos de brazos.

La comunicación de la ciencia.

Quiero presentar algunas propuestas para seguir adelante en nuestra labor. Para esto, lo primero que hay que hacer es reconocer que se han formado buenos divulgadores y que no hay por qué desperdiciar ese valioso capital humano que hemos ganado. Después debemos encontrar cómo seguir aprovechando la generosidad de los apasionados del conocimiento científico que están haciendo divulgación. Mucho ayudaría unir esfuerzos trabajando en equipo y así aprovechar mejor el “trabajar por amor al arte” que mueve a muchos de los divulgadores actuales. También convendría buscar tiempo para generar espacios de reflexión acerca de los temas de mayor interés y relevancia que contribuyan a mantener al día a los divulgadores.


Todo esto servirá más allá de preservar viva nuestra labor, aunque siga pareciendo que se trata de una actividad clandestina. El mismo esfuerzo funcionaría para formar nuevos y buenos divulgadores. Pienso que estas propuestas son viables ya que están basadas en la gran libertad que todavía tenemos para trabajar; libertad que nos invita a hacer todo lo que a nuestro juicio haya que hacer, aunque sólo sea el sustento de un grupo que busca la superación cultural. Proposiciones como estas, y otras similares que surjan de esos grupos de trabajo, serían una semilla que esperamos germine algún día y haga que nuestro país cuente con una genuina labor de divulgación de la ciencia. Pero, ¿hay posibilidad real de tal germinación o sólo se trata de un sueño? No niego que mis propuestas sean sólo un sueño; empero, en tiempos aciagos un sueño no es sólo un alivio sino también un estímulo. Quiero recordarles que hay muchos ejemplos en los que la renovación, la creación y la innovación de una obra humana han sido producto de un sueño. fin


Bibliografía

TONDA, J., Sánchez Mora, A.M. Chávez, N. (Coord.) Antología de la divulgación de la ciencia en México. México: DGDC. UNAM.


BURGOS, Estrella. “La importancia de contar historias”. C+TEC. 2011, octubre, México [En línea] <http://revistacoecyt.com/>


ESTRADA, Luis. “La divulgación de la ciencia”. La divulgación de la ciencia y la tecnología, de la Serie Comunicación: educación y tecnología. México: Consejo del Sistema Nacional de Educación Tecnológica, Secretaría de Educación Pública, 1985.


SÁNCHEZ MORA, Ana María. Introducción a la comunicación escrita de la ciencia. México: Universidad Veracruzana, 2011.


ZAMARRÓN GARZA, Guadalupe. La divulgación de la ciencia en México: una aproximación. México: Serie de Cuadernos de Divulgación 1, Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICYT), 1994.


ESTRADA, Luis "La comunicación de la ciencia" Revista Digital Universitaria [en línea]. 1 de marzo de 2014, Vol. 15, No.3 [Consultada:]. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.15/num3/art18/index.html> ISSN: 1607-6079.

Artículo original en www.oei.es




























































domingo, 24 de agosto de 2014

Sutz: “El sistema de evaluación se ha convertido en algo más importante que la propia investigación”

Sin la asfixiante carga de los actuales sistemas de evaluación, los científicos iberoamericanos podrían trabajar en condiciones más saludables, más proclives a la expansión de sus capacidades, y obtener así mejores y más creativos resultados. 


Al menos eso es lo que piensa Judith Stutz, coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República del Uruguay (UDELAR), quien considera que la actual estructura de valoración académica obliga a los científicos a lidiar con estándares opresivos que les quitan tiempo, recursos y energía para cumplir de forma cabal con su verdadera tarea -investigar, nada menos-, y que además han generado una serie de hábitos negativos, algunos incluso fraudulentos, que hoy se cuentan por decenas en la práctica de la investigación.


Éste y otros temas –la subutilización de las capacidades innovadoras en los países de América Latina, los caminos que debe abrirse la ciencia en contextos de escasez y las herramientas que esa precariedad puede traer al quehacer de nuestros investigadores- son algunos de los puntos que la prestigiosa investigadora uruguaya tratará en la siguiente entrevista.


PREGUNTA: Una de las principales deficiencias de la ciencia y la tecnología en América Latina es la relación entre la investigación y las empresas. ¿A qué se debe esto?
RESPUESTA: Yo creo que el problema no es, estrictamente hablando, la falta de demanda de conoci-miento. Si vas a cualquier empresa, te van a decir que lo que más necesitan es maquinaria moderna y de calidad. El problema es la subutilización sistemática de nuestras propias capacidades. Hay un concepto de Robert Merton que se llama el “efecto Mateo” en la ciencia, por el versículo 13 de su Evangelio, que dice: “Al que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará incluso lo poco que tiene”. Cada vez que surge un proyecto complejo que se podría realizar en cualquiera de nuestros países y que sin embargo se hace afuera, estamos regalando oportunidades de aprendizaje. Lo poco que tenemos lo vamos perdiendo por falta de oportunidades para ponerlo en práctica. ¿Por qué las gerencias de nuestras empresas públicas eligen comprar afuera? ¿Y por qué, en cambio, la empresa pública de telecomunicaciones sueca en su momento decidió comprarle a Ericsson en vez de a Siemens, cuando esta segunda opción parecía más lógica y Ericsson era todavía una empresa naciente? La respuesta es simple. Los suecos sabían lo que estaban haciendo: abrir posibilidades de aprendizaje para la ciencia, la tecnología y la innovación nacional. Se trataba de un país pequeño que estaba buscando generar sus propias capacidades, algo que nosotros no hemos llegado a concretar y que entraña un problema de política.

No se puede echar la culpa a la estructura productiva: es la que tenemos. Lo importante es abrirnos oportunidades para avanzar; para eso tenemos que correr el riesgo de equivocarnos. ¿Se pueden abrir esas oportunidades? Claro que se puede. ¿Tenés apuro? Bueno, entonces compralo afuera, pero al mismo tiempo permití que lentamente seamos capaces de dejar de acudir exclusivamente al exterior para resolver nuestros problemas, en particular los más complejos. Hay que ser funcionales, no estoy hablando de cerrar las fronteras. Una cosa es considerar la compra como algo terminal y otra tomarla como una razón de urgencia y al mismo tiempo trabajar para ya no tengamos que recurrir a opciones de urgencia. Yo sí veo esto último como posible, pero también creo que desde el punto de vista ideológico ha permeado entre nosotros un discurso de “zapatero a sus zapatos”. Los países del Norte invierten un 3.5 por ciento del PBI en I+D, nosotros un 0.4: eso es “zapatero a sus zapatos”. Ellos investigan y nosotros compramos sus resultados. Así seguimos en el subdesarrollo, y si no cambiamos, así vamos a seguir por los siglos de los siglos.

P: ¿Cómo se observa esta situación desde el lado de los investigadores?
R: En Uruguay estamos impulsando, en la Universidad, la siguiente política: hay que evaluar cada cinco años y en ese período hay que demostrar que se trabajó integralmente en las tareas universitarias. En ese tiempo el investigador tiene que contar con un producto de calidad publicado, pero no se pondrá el énfasis en el número de papers. Lo que vamos a proponer es que haya un mix: si un investigador tiene sólo un artículo publicado, pero además hizo una asignatura de grado nueva, fundó una maestría o inició una tesis doctoral, eso también será tenido en cuenta. Nuestra idea se basa en que hay que dejar a los investigadores tranquilos, para que puedan trabajar en las mejores condiciones. Si un científico estuvo cinco años investigando, en los próximos cinco años cosechará los resultados.

Tenemos que empezar a confiar en la libido académica, como diría Bourdieu, en el gusto por lo que se hace, pero para eso los investigadores necesitan espacio. En el espectro científico hay vagos y “chantas”, pero otros muchos, la mayoría, trabajan de verdad. La excelencia asociada a productividad medida por número de papers como manera de seleccionar y premiar a investigadores da lugar a prácticas indeseables. Una de ellas es el “salame paper”: tengo un paper razonablemente estructurado y lo parto en diez para que rinda más. Está también la técnica cooperativista: un científico no tuvo nada que ver en una investigación determinada, pero sin embargo está entre los firmantes del paper que da cuenta de los resultados obtenidos. Un favor que luego se paga con otro favor en el paper siguiente. Y así. Las prácticas fraudulentas a las cuales ha llevado este sistema son conocidas en todo el ámbito científico y, por cierto, no ayudan a tener una mejor ciencia.

Un científico importante me dijo hace poco: “No entiendo qué pasa. Tengo cada vez menos estudiantes doctorales porque me dicen que soy muy exigente”. Éste es el tipo de problemas que vienen con el actual sistema de evaluación. Hay una búsqueda constante de alternativas que no lleven mucho tiempo, que no obliguen a leer mucho, etcétera. Y es lógico que no haya tiempo, si se evalúan períodos relativamente cortos de actuación y si los criterios son fundamentalmente cuantitativos. El sistema de evaluación se ha convertido en algo más importante que la propia investigación. Eso es lo que debemos corregir y de ahí viene nuestra propuesta, que ya ha sido aprobada por el Consejo Directivo Central de la Universidad en Uruguay, pero que todavía tiene por delante el trabajo de reglamentación.

P: ¿Qué significa investigar en condiciones de precariedad?
R: Significa llevar adelante el trabajo de investigación a partir de un escenario de escasez, algo a lo que los latinoamericanos estamos acostumbrados. En la medida en que podamos complementar eso con mejoras en nuestro quehacer científico, contaremos con una palanca que no se da en otras partes del mundo. Cuidado: no estoy haciendo un elogio de la miseria. Estoy diciendo que, ya que somos precarios, ya que tenemos que sobrevivir en condiciones de pobreza y ya que eso nos ha dado una heurística intelectual muy especial, entonces aprovechémosla. Lo que somos hoy es algo que no se puede cambiar; lo que seremos mañana, sí. Complementemos y apuntalemos nuestra coexistencia con la precariedad para que el mismo contexto se nos convierta en una herramienta. Hay un concepto indio maravilloso que se conoce como frugal innovation: “innovación frugal”. Este concepto dice que, a partir de la utilización de muchísimos menos recursos de todo tipo (monetarios, de materiales, etcétera), se pueden lograr los mismos resultados que por la vía ortodoxa. Es un concepto muy nuevo, del que me enteré en 2012 y al que enseguida equiparé con el trabajo que realizamos en la región. Estamos haciendo innovación frugal, una práctica que a partir de determinados factores (el cambio climático, por ejemplo) va a empezar a hacerse cada vez más necesaria. Y que puede ser una buena respuesta desde la cual trabajar para traer mejoras al trabajo de nuestros científicos.


Fuente

viernes, 15 de agosto de 2014

Universidad pública, ciencia y tecnología en Argentina

¿Qué rol juegan las Universidades Nacionales para la investigación, el desarrollo y la innovación científico-tecnológica en el país? Una lectura desde los indicadores.


En 2003 Argentina destinaba 1.992 millones de pesos al financiamiento universitario, en 2012 esa cifra alcanzó los 21.491 millones.

Por Patricio Irisarri
Anahí Lovato
Andrés Aseguinolaza

La investigación científico-tecnológica en Argentina constituye un conjunto de políticas públicas implementadas principalmente a través de programas y planes que articulan y vinculan a Universidades Nacionales, Institutos y organismos del Estado, con un aporte del sector privado y agentes internacionales.

Las Universidades Nacionales representan el punto de partida para la formación de investigadores de distintos campos disciplinares, inmersos en un sistema público, abierto y no arancelado que sienta las bases para la investigación, el desarrollo y la innovación científico-tecnológica. Existen en el país 47 Universidad Nacionales distribuidas en todas las provincias que constituyen un ámbito distinguido para las actividades de investigación.

En los últimos veinte años las políticas universitarias junto a las estrategias diseñadas para fortalecer la investigación científico-tecnológica han ido evolucionando en nuestro país hasta alcanzar en la actualidad un escenario favorable, que encuentra, entre otros avances, la creación de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva (2007), una fuerte inversión en infraestructura e insumos, becas de investigación (CONICET) y programas de repatriación de científicos (RAICES).

El impacto de estas acciones puede dimensionarse en números e indicadores concretos que miden distintas variables que involucran el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la naciones. Este es el propósito de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT), de la que participan todos los países de América, junto con España y Portugal, que promueve "el desarrollo de instrumentos para la medición y el análisis de la ciencia y la tecnología en Iberoamérica, en un marco de cooperación internacional, con el fin de profundizar en su conocimiento y su utilización como instrumento político para la toma dedecisiones”.

Los resultados de esas mediciones son presentados en forma libre y abierta en la red. En esta publicación, son tomados algunos indicadores de Argentina en perspectiva comparada con otros países, que vinculan el rol de las Universidades Nacionales con la formación de recursos humanos en los últimos años en el campo de la investigación científico-tecnológica.

Evolución de títulos de grado
En 1990 el número de graduados en carreras de grado en Argentina alcanzaba los 33 mil títulos. Veinte años después, en 2010, esa cifra alcanzó los 99431 graduados. En parte, que se haya triplicado el número de títulos de grado responde a un fuerte incremento de la inversión pública educativa en las políticas universitarias en la última década. En 2003, Argentina destinaba 1992 millones de pesos al financiamiento de la educación universitaria, en 2012 esa inversión alcanzó los 21.491 millones, un incremento que supera el 1000 por ciento.

En nuestro país el mayor número de graduados corresponde a carreras de Ciencias Sociales, seguido por la formación en Ciencias Médicas.

Si se toman los indicadores de otras naciones iberoamericanas, se observa que hacia 2010, Brasil  contaba 865.161 títulos de grado, Chile 69.237, Colombia 117.746,  España 119.452 y, muy por arriba de los países de Latinoamérica, en Estados Unidos se graduaban en ese año 1.601.368 estudiantes de grado.

Graduados cada 100 mil habitantes
Tomando el número de títulos de grado por países en relación a la población, Argentina mostraba en 2010 la cifra de 242,5 graduados por cada 100 mil habitantes. A nivel iberoamericano, los números más altos los muestran Cuba (756,9) y Portugal (509,7). 
 
Títulos de Doctorado
Argentina es el tercer país de Latinoamérica con mayor cantidad de títulos de doctorado por año. El índice de nuestro país ha ido creciendo en los últimos años, principalmente por un marcado incremento de la inversión pública en  programas de becas de investigación. En efecto, de los 12,20 dólares por habitante que Argentina invertía en 2002 en ciencia y tecnología, en 2010 esa cifra alcanza los 81,4 dólares por habitante.  De los 6.211 becarios que investigaban en Argentina en 2001, en 2010 pasaron a ser 15.667. Y en ese mismo período, el número de invetigadores en Ciencia y Tecnología pasó de 33.738 a 58.353.
Investigadores por género
Argentina es uno de los pocos países de Iberoamérica donde el número de investigadoras mujeres supera al de hombres, una tendencia que se ha consolidando en los últimos 10 años, hasta alcanzar en 2010 un 51 por ciento de investigadoras mujeres y un 49 por ciento de varones.  
Desarrollo científico
En el siguiente informe audiovisual producido por el programa de TV Agenda Pública de la UNR, se analizan los escenarios actuales para la investigación y la producción científico-tecnológica en nuestro país y la ciudad de Rosario. El material deja ver que a lo largo de su historia, Argentina siempre mostró recursos humanos altamente calificados para el desarrollo de ciencia básica, pero con un bajo impulso a la investigación aplicada. El objetivo actual da cuenta de la necesidad de transferir ese conocimiento, vinculándolo con los sistemas productivos y aplicándolo a las demandas nacidas de la sociedad.



Nota original en www.unr.edu.ar

sábado, 9 de agosto de 2014

Alan Turing también descifró el código oculto de cómo se forma el cuerpo

Cuando se cumplen 50 años de la trágica muerte de Turing, un estudio demuestra que su propuesta matemática para explicar el desarrollo de los dedos de un embrión es correcta.

Un patrón de Turing controla el desarrollo de los dedos

Era agosto de 1952 y los aliados aún saboreaban su victoria en la II Guerra Mundial. Mientras, Alan Turing, el hombre que había salvado miles de vidas al descifrar el código secreto de comunicación de los nazis, el padre de la informática actual y el pionero de la inteligencia artificial, estaba viviendo un infierno. Un tribunal le había condenado a la castración química por ser homosexual, un delito en Reino Unido en aquella época. Su cuerpo de corredor de maratones se había hinchado hasta la deformidad con aquel tratamiento forzoso para aniquilar su deseo sexual. Su cerebro, en cambio, seguía bullendo con ideas excepcionales que marcarían la tecnología y la ciencia muchas décadas después.

En aquellos días Turing publicó un estudio en el que abordaba uno de los procesos más desconocidos y fundamentales de la vida: cómo un embrión forma las diferentes partes de un cuerpo nuevo. Ese proceso, llamado morfogénesis, también lo gobernaba un lenguaje oculto, una programación que indicaba a células idénticas cuándo y dónde hacer un brazo, un riñón, un cerebro y así hasta dar lugar a un nuevo ser vivo. Turing publicó un estudio asegurando que ese proceso está gobernado por un patrón, una red de interacciones que pasó a llamarse patrón de Turing o sistema de Turing.

Las rayas en la piel de una cebra, las manchas de un leopardo, los tentáculos de ciertos animales, la forma de algunas hojas podían deberse a este programa oculto auspiciado por unos pocos productos químicos. Turing lo describió con fórmulas matemáticas. Su propuesta fue muy bien recibida en los reducidos círculos matemáticos de la época, pero ignorada por el resto del público. Dos años después, desbordado por su desgracia, Turing se suicidó comiendo una manzana envenenada.

Este año, cuando se cumplen 60 años de su muerte, un estudio demuestra que Turing también tenía razón en lo referente al embrión. El trabajo, publicado en Science, señala que un patrón de Turing gobierna la formación de los dedos en los primeros días de desarrollo. Es algo que se venía proponiendo desde 1979 pero que nadie había logrado confirmar.
“Puede decirse que Turing descifró el código de cómo el cuerpo fabrica sus propias partes”
“Uno de los objetivos de Turing era encontrar la forma más simple de interacción entre dos moléculas que tuvieran una función determinada”, explica a Materia James Sharpe, investigador del Centro de Regulación Genómica de Barcelona y coautor del estudio. “Un embrión temprano, por ejemplo, está hecho de células idénticas, así que, ¿cómo aprenden a formar las diferentes partes del cuerpo, cómo rompen la homogeneidad para formar cosas diferentes?”, pregunta.

El dibujo de una mano
La clave está en el patrón descrito por Turing. Este hace que unos pocos productos bioquímicos se compenetren para formar patrones, dibujos, formas. En 2010 se demostró que patrones de Turing como estos determinan la pigmentación de la piel de ciertos peces y la distribución de los folículos del pelo  y las plumas en embriones de ratón y pollo. Pero, ¿hay más patrones ocultos? Una de las formas de abordar el problema era estudiar la formación de los dedos. Esta puede responder a un patrón que, en general, ejemplifica cómo una masa informe de células iguales se hacen diferentes para formar un órgano o una extremidad. La idea de que un patrón de Turing gobierna este proceso existe desde 1979, pero hasta ahora no se había confirmado por dos razones. Primero, nadie había construido un modelo informático que reprodujese al detalle la formación de los dedos siguiendo un patrón. Segundo, no se conocían las moléculas responsables de hacerlo.


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El patrón de los dedos en un embrión de ratón / Jelena Raspopovic
El trabajo publicado hoy desvela tres proteínas responsables del patrón de los dedos: Bmp, Sox9 y Wnt, producidas por tres genes. La terna produce un dibujo alterno: dedo, espacio, dedo, espacio… y así cinco veces hasta formar una manita en dos dimensiones. “Este proceso dura apenas unas seis horas y al finalizar puede observarse el patrón de cinco rayas que se convertirán en los dedos de una mano”, explica Sharpe.
El equipo admite que puede haber más moléculas involucradas pero estas tres son fundamentales. Cuando se las desactiva, los embriones desarrollan polidactilia, es decir, nacen con más dedos de lo normal. “Esto es un problema muy común que se da en uno de cada 500 nacimientos y la otra teoría vigente sobre cómo sucede este proceso, llamada información de posición, no puede explicar la causa de este problema”, resalta Sharpe. Su equipo cree que este mismo patrón de Turing gobierna la formación de dedos en todos los tetrápodos, el gran grupo de animales vertebrados con cuatro extremidades al que pertenecemos los humanos. “Puede decirse que Turing descifró el código de cómo el cuerpo fabrica sus propias partes”, resalta Sharpe.


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Alan Turing en 1946 / harveford
En otro artículo complementario en Science, Aimée Zuniga y Rolf Zeller, expertos en genética del desarrollo de la Universidad de Basilea, Suiza, aportan una opinión independiente sobre el estudio. “El próximo reto”, dicen, “será determinar si hay otros mecanismos de Turing que coordinen la formación de dedos con el de otros tejidos de las extremidades como tendones, ligamentos y la anatomía musculoesqueletal”.
La principal aplicación de este hallazgo será en el campo de la medicina regenerativa, concretamente, “en el reemplazo de tejidos dañados”, señala Sharpe. El debido reconocimiento al genio británico llegó demasiado tarde. Su sentencia por homosexual pesó sobre él durante décadas después de su muerte. La mismísima reina de Inglaterra tuvo que interceder con una orden real para retirarla, a finales del año pasado. Tal vez el mayor reconocimiento se lo esté haciendo ahora la ciencia, al apuntar que sus ideas pueden seguir impulsando el conocimiento dentro de años o incluso décadas.
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domingo, 3 de agosto de 2014

Los controles de bioseguridad bajo fuego

Los expertos piden una cultura más fuerte en los sitios seguros luego de los incidentes que involucraron ántrax y gripe en un laboratorio norteamericano.


Por Declan Butler
Traducción por Claudio Pairoba

Los recientes accidentes que involucraron patógenos mortales en un laboratorio de primer nivel de los EE.UU. ponen de relieve la necesidad de una revisión global de importancia con relación a los controles de bioseguridad, dicen los expertos.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Atlanta, Georgia, informaron de dos accidentes con ántrax y el mortal virus de la gripe H5N1. Los profesionales de la bioseguridad argumentan que tales incidentes muestran que sin una fuerte cultura en bioseguridad, incluso las dependencias de alta seguridad son susceptibles de errores que pueden poner en riesgo a los trabajadores y al público.

Hasta ahora, la bioseguridad ha sido mayormente sobre la biocontención física, cumpliendo las regulaciones de seguridad y siguiendo procedimientos operativos estándar y reconocidos, indica Tim Trevan, quien es el director ejecutivo para el Concejo Internacional para las Ciencias de la Vida, un cuerpo sin fines de lucro en McLean, Virginia, el cual asesora en políticas de bioseguridad. Pero las organizaciones también necesitan enfocarse en el desarrollo de comportamientos de seguridad más estrictos, indica el experto. “Espero que los accidentes sean disparadores de un profundo cambio cultural, no solo en los CDC sino en los laboratorios de alta contención de todas partes.”


Los incidentes en los CDC ocurrieron en marzo y junio. En el primero, una muestra de un virus de gripe de baja virulencia que fue transferido a otro laboratorio había sido contaminado accidentalmente con el letal cepa H5N1 de la gripe aviar. El segundo incidente involucró la transferencia de bacterias del ántrax las cuales habían sido inactivadas aparentemente de manera inadecuada desde un laboratorio de nivel 3 de bioseguridad hacia un laboratorio con un nivel de seguridad más bajo el cual no estaba equipado para manejar un patógeno tan peligroso.

Los hechos han desatado una tormenta política y en los medios, lo cual condujo a una presión considerable sobre los CDC y otros laboratorios norteamericanos para que mejoren sus prácticas. El 16 de julio, Thomas Frieden, el director de los CDCs, fue convocado para testificar en relación al incidente con ántrax ante un comité del congreso. “El hecho de que algo como esto pueda ocurrir en un super laboratorio es inquietante porque me indica que necesitamos examinar nuestra cultura de seguridad en todos nuestros laboratorios”, manifestó en anticipación de la audiencia. “Sin duda, estamos viendo las implicancias para los laboratorios de todo el país y de todo el mundo.”


La semana pasada, los CDC anunciaron la creación de un comité independiente para rever los dispositivos de seguridad. La cultura de la seguridad está entre los temas que el comité discutirá cuando se reúna por primera el mes que viene.

El término “cultura de seguridad” es más que palabrería – las estructuras gerenciales para asistir en la seguridad organizacional están bien establecidas en, por ejemplo, aerolíneas y energía nuclear, dice Trevan. La creación de tal cultura requiere de prácticas y entrenamiento que estén dirigidos a ocuparse de riesgos en una forma estructurada, así como al monitoreo constante y la mejora del rendimiento. A pesar de esto, los investigadores y cuerpos de supervisión con demasiada frecuencia tienen una cultura liviana, agrega.

Esto puede resultar en una mentalidad gerencial del tipo “no nos importa si el plan funciona siempre y cuando tengamos un plan”, dice Sean Kaufman, presidente de Behavioral-Based Improvement Solutions – una compañía en Woodstock, Georgia, que entrena personal para trabajar en laboratorios de biocontención. Kaufman agrega que las organizaciones a menudo son reticentes a destinar recursos para la mejora de las prácticas. “Generalmente, los responsables solo invertirán una cierta cantidad en bioseguridad, el mínimo requerido para evitarles problemas y cumplir con los reglamentos.”

Durante la década pasada, se le ha prestado más atención a la cultura de la bioseguridad a medida que el tema se vuelto cada vez más profesional. En el 2008, el Comité Europeo para Estandarización en Bruselas adoptó el primer marco de manejo internacionalmente reconocido para la seguridad en dependencias que manejan patógenos peligrosos. Este acuerdo voluntario está siendo adaptado de manera de convertirlo en un estándar de la Organización Internacional para Estandarización, lo cual le daría reconocimiento mundial.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó que las organizaciones adopten el acuerdo voluntario CWA 15793, dice Nicoletta Previsani, ex directora de bioseguridad y bioseguridad en el laboratorio de la OMS y ahora responsable por su programa de erradicación de la polio. “El acuerdo CWA 15793 es un cambio en la forma de pensar”, agrega, indicando que de todas maneras su implementación requiere de una inversión considerable.

La OMS ha adoptado este estándar para la supervisión de los dos laboratorios que tienen los últimos stocks para el virus de la viruela – uno en el CDC de Atlanta, y el otro cerca de Novosibirsk en Rusia. Recomendó específicamente que las dependencias que desarrollen investigación sobre la gripe y que potencie su transmisión, virulencia o rango de huéspedes, se rijan por el acuerdo CWA u otro equivalente.

Pero una aceptación más amplia hasta el momento ha sido limitada. Por ejemplo, el CDC no ha implementado el estándar de manera completa, En una encuesta llevada adelante con 118 miembros de la Organización de Bioseguridad Europea (tres cuartos de los cuales eran profesionales de bioseguridad), solamente 33% indicaron que estaban usando el acuerdo CWA 15793 en sus instituciones y 15% nunca habían tenido noticias del mismo. Entre las razones esgrimidas para no implementarlo incluyeron falta de recursos, su naturaleza “excesiva” y la disponibilidad de estándares nacionales similares.

De todas maneras, muchas organizaciones están usando el estándar CWA para mejorar el manejo de la bioseguridad sin entrar en demoras para buscar una certificación formal, según indica Gary Burns, un consultor de bioseguridad del Reino Unido quien fue vice-director del grupo que desarrolló el CWA 15793. Burns espera que, de ser adoptado como un estándar internacional, el acuerdo tendrá un mayor uso formal e informal.

Pero tales estándares del manejo de seguridad no son una “bala mágica”, advierte Maureen Ellis, directora ejecutiva de la Federación Internacional de Asociaciones de Bioseguridad (IFBA por sus siglas en inglés) en Ottawa, Canada, dado que para ser efectivas, todo el personal debe cumplirlas. Con demasiada frecuencia, los investigadores consideran a la bioseguridad como una carga extra, “algo que tienen que hacer porque así lo dicen las reglas”, explica Ellis.

La IFBA ha buscado fondos para llevar adelante una cultura mejorada de la bioseguridad en los laboratorios, pero los aportantes no están interesados, agrega Ellis, en parte porque los resultados tangibles son difíciles de medir. “Hay dinero para diagnóstico e investigación, pero pida dinero para bioseguridad y no hay nada, es una prioridad menor” enfatiza Ellis.

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