jueves, 19 de marzo de 2015

How language can affect the way we think



Jessica Gross   

Keith Chen (TED Talk: Could your language affect your ability to save money?) might be an economist, but he wants to talk about language. For instance, he points out, in Chinese, saying “this is my uncle” is not as straightforward as you might think. In Chinese, you have no choice but to encode more information about said uncle. The language requires that you denote the side the uncle is on, whether he’s related by marriage or birth and, if it’s your father’s brother, whether he’s older or younger.

“All of this information is obligatory. Chinese doesn’t let me ignore it,” says Chen. “In fact, if I want to speak correctly, Chinese forces me to constantly think about it.”

This got Chen wondering: Is there a connection between language and how we think and behave? In particular, he wanted to know: does our language affect our economic decisions? So he designed a study to look at how language might affect individual’s ability to save for the future. According to his results, it does — big time.

While “futured languages,” like English, distinguish between the past, present and future, “futureless languages” like Chinese use the same phrasing to describe the events of yesterday, today and tomorrow. Using vast inventories of data and meticulous analysis, Chen found that huge economic differences accompany this linguistic discrepancy. Futureless language speakers are 30 percent more likely to report having saved in any given year than futured language speakers. (This amounts to 25 percent more savings by retirement, if income is held constant.) Chen’s explanation: When we speak about the future as more distinct from the present, it feels more distant — and we’re less motivated to save money now in favor of monetary comfort years down the line.

But that’s only the beginning. There’s a wide field of research on the link between language and both psychology and behavior. Here, a few fascinating examples:

    Navigation and Pormpuraawans
    In Pormpuraaw, an Australian Aboriginal community, you wouldn’t refer to an object as on your “left” or “right,” but rather as “northeast” or “southwest,” writes Stanford psychology professor Lera Boroditsky (an expert in linguistic-cultural connections) in the Wall Street Journal. About a third of the world’s languages discuss space in these kinds of absolute terms rather than the relative ones we use in English, according to Boroditsky. “As a result of this constant linguistic training,” she writes, “speakers of such languages are remarkably good at staying oriented and keeping track of where they are, even in unfamiliar landscapes.” On a research trip to Australia, Boroditsky and her colleague found that Pormpuraawans, who speak Kuuk Thaayorre, not only knew instinctively in which direction they were facing, but also always arranged pictures in a temporal progression from east to west.
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    Blame and English Speakers
    In the same article, Boroditsky notes that in English, we’ll often say that someone broke a vase even if it was an accident, but Spanish and Japanese speakers tend to say that the vase broke itself. Boroditsky describes a study by her student Caitlin Fausey in which English speakers were much more likely to remember who accidentally popped balloons, broke eggs, or spilled drinks in a video than Spanish or Japanese speakers. (Guilt alert!) Not only that, Boroditsky argues, but there’s a correlation between a focus on agents in English and our criminal-justice bent toward punishing transgressors rather than restituting victims.
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    Color among Zuñi and Russian Speakers
    Our ability to distinguish between colors follows the terms in which we describe them, as Chen notes in the academic paper in which he presents his research (PDF).  A 1954 study found that Zuñi speakers, who don’t differentiate between orange and yellow, have trouble telling them apart. Russian speakers, on the other hand, have separate words for light blue (goluboy) and dark blue (siniy). According to a 2007 study, they’re better than English speakers at picking out blues close to the goluboy/siniy threshold.
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    Gender in Finnish and Hebrew
    In Hebrew, gender markers are all over the place, whereas Finnish doesn’t mark gender at all, Boroditsky writes in Scientific American (PDF). A study done in the 1980s found that, yup, thought follows suit: kids who spoke Hebrew knew their own genders a year earlier than those who grew up speaking Finnish. (Speakers of English, in which gender referents fall in the middle, were in between on that timeline, too.)


Source
ideas.ted.com




jueves, 12 de marzo de 2015

Bruno Latour: Los modernos, según la antropología

El filósofo plantea en este diálogo las contradicciones entre las pretensiones de desarrollo económico y la posibilidad de cuidar el planeta.
Latour concedió esta entrevista durante su reciente visita a la Argentina, invitado por la Fundación Osde.


Por Agustin Scarpelli
 
Aunque su último libro, Sobre los modos de existencia (Paidós 2013), lleve por subtítulo Una antropología de los modernos , para el filósofo y antropólogo francés Bruno Latour, que se ha ocupado durante años de etnografiar la labor de los propios científicos, el término “modernidad” no posee valor descriptivo alguno. No dice nada porque, arguye: “la modernidad nunca existió”. Pero no sólo esa denominación debe ser puesta en cuestión: para el huidizo filósofo, también la sociología y sus métodos de investigación, así como su objeto –“lo social”–, ya no designan nada, tal como argumentó en Reensamblando lo social (Manantial, 2005).
 
En este trabajo, muy difundido en los ámbitos académicos argentinos, Latour desarrollaba una teoría sobre la manera en que se establecen las asociaciones en la sociedad. Allí decía: “Nacida en un momento poco auspicioso, la sociología trató de imitar las ciencias naturales en el momento más álgido del cientificismo, y encontrar un atajo al debido proceso político para responder los reclamos urgentes de una solución para la cuestión social. Pero al fusionar la ciencia y la política demasiado fácilmente, nunca llegó a explicar de qué tipo de materia no social estaba hecho lo social ni tuvo libertad para elaborar su propia concepción de la ciencia”.
 
Entre sus propuestas, Latour sugería otorgar otro estatuto a los actores: no alcanza con limitarlos al rol de informantes o “tipos sociológicos”: “hay que restituirles la capacidad de crear sus propias teorías de lo que compone lo social”.
 
Vale decir que, lo que hay que describir –y no dar por descontado– cuando se habla de la dimensión social, son las asociaciones que se producen ante cada situación de interacción. Asociaciones en las que también entran a jugar un rol como actores los elementos no humanos –desde microorganismos hasta instituciones y objetos tecnológicos–, que también tienen, para Latour, capacidad de agencia.
 
Esta última idea se desprende de su conocida Teoría del Actor-Red, aquella que le dio notoriedad mundial por plantear, con 30 años de antelación, algo que pasaría a ser parte del sentido común con Internet y las redes sociales: que los humanos actúan en redes de relación con otros humanos e incluso con objetos no humanos, en especial, los artefactos técnicos.
 
Quien esté familiarizado con la historia de la filosofía de la técnica, sospechará –con razón– detrás de estos postulados la presencia del pensador francés Gilbert Simondon, el autor que ha iluminado con su teoría de la individuación (donde las relaciones mismas poseen valor de ser) tanto a filósofos como Gilles Deleuze y Bernard Stiegler como al propio Latour.
 
Por su parte, Latour también se ha inscripto en la tradición crítica de la modernidad: hace tres décadas, en Nunca fuimos modernos (Siglo XXI, 2007), traducido a 30 idiomas, apuntó a refutar la idea de que la modernidad sea un parámetro para explicar el desarrollo. Operación que de alguna manera lo acerca a la teoría poscolonial. De hecho, dejar de ser eurocéntricos está también entre las declaraciones de principios del propio Latour.
 
Su proyecto actual, Investigación sobre los modos de existencia , se propone realizar una antropología de los modernos e incluye un libro homónimo a modo de guía (Paidós, 2013) y un sitio web interactivo –www.modesofexistence.com– que actúa como interfas-e para realizar una especie de investigación colaborativa donde los lectores/investigadores pueden hacer sus aportes.
 
El objetivo es describir un “frente de modernización irreversible”, bosquejar cuáles serían los nuevos modos de existencia, para desentrañar de qué son herederos los autodenominados “modernos”, qué les es propio después de atravesar esa fallida experiencia de la “modernidad”.
 
En esta entrevista habló del problema de la objetividad científica, la posibilidad de un mundo común y la incompatibilidad entre economía y ecología. Advierte que existe una guerra velada en la que lo que se juega es el futuro de la tierra.

–Su libro sobre la investigación de los modos de existencia se presenta como una guía para avanzar en un proyecto de investigación colaborativo sobre las experiencias múltiples en las que se ve inmerso el hombre moderno. ¿Cómo podría resumirnos este proyecto?
–Es una encuesta que empezó hace 25 años, mucho antes que el libro. Y el sitio digital tiene tres años. En este proyecto participan personas de ámbitos muy distintos, como puede ser la economía, la teología, el derecho, etc. Hoy se trata de un proyecto en curso al mismo tiempo experimental, experiencial y vivencial en el sentido de que es muy complicado compartir un pluralismo ontológico que está en el meollo mismo del proyecto. Porque esto va en contra del sentido que le dieran los modernos a su propio accionar. Esta puesta en común de la experiencia es lo que llamo filosofía empírica.
 
– En los últimos años hemos trabajado con la noción de dispositivo como conjunto de discursos, prácticas y conductas que guían una acción. Su teoría del Actor-Red ha sido leída en diálogo con esa noción, en el sentido de que otorga importancia no sólo al sujeto sino también a la red de objetos de la que forma parte. ¿Cuáles son los puntos de contacto de estas teorías?
–Creo que son lo mismo. “Dispositivo” fue la noción que utilizó Foucault como término técnico para ingresar en la cuestión médica, los hospitales, las cárceles, los psiquiátricos, la sexualidad, etc. El actor-red tiene la misma tradición de indagación, es decir, permite encontrar un dispositivo empírico que posibilita hacer un seguimiento de las asociaciones, que suelen ser muy heterogéneas, en ámbitos que Foucault ni siquiera había estudiado, aunque se inscribe en continuidad con el trabajo que él inició. Pero hay una diferencia que consiste más bien en la forma en que Foucault utilizó el resultado de sus estudios dentro de una perspectiva crítica, que es una perspectiva modernizadora. Es decir, trata de contrarrestar el poder en las cárceles de lo que él denominaba el peligro del poder totalitario. Lo cual no es nuestro objetivo.
 
–Usted plantea que la consideración social de la ciencia ha cambiado notablemente en los últimos años. ¿En qué sentido, y cuáles fueron las razones?
–La historia de la objetividad científica es algo que se hizo muy lentamente entre los historiadores. Hay una historia del siglo XVI, otra del XVII, y así hasta el siglo XX. Es decir, la historia de la objetividad cambió mucho. El libro Objectivity de Lorraine Daston y Peter Galison, describe ese proceso. Esa es una pregunta que más bien rige para los historiadores. Desde hace varios siglos se sumó a esta polémica la idea militante de la objetividad, que es un poco parasitaria con respecto a la investigación, porque se encargó a la actividad científica una serie de roles y funciones un tanto excesivas: mantener el estado de la ciencia, asegurar su futuro y tener una relación muy estrecha con respecto a las leyes de la naturaleza, entre otras demandas. Se llegó a una situación en la que hemos recargado tanto las tintas sobre la actividad científica con valores, que finalmente llegamos a esta crisis ecológica, y la confianza en la actividad científica reventó. Es paradójico porque es justamente el momento en que más se necesita la ciencia. Allí donde los resultados son más exactos –las ciencias del clima– es donde la versión militante de la epistemología se desmoronó.

–¿Por qué hace foco en la crisis ecológica para cuestionar las instituciones científicas y otras instituciones de la modernidad, y no en otros fenómenos que ya han entrado en crisis, como pueden haber sido en su momento el sida, el hambre o cualquier otro fenómeno que le plantea a la ciencia problemas que no puede resolver?
–Porque creo que muy recientemente, y sólo con la disputa por el tema del clima, se atacó el corazón de la actividad científica por parte de otros científicos e industriales. Me refiero a lo que en 2009 se denominó “ climagate ”, aquel escandaloso hackeo de documentos que reveló que había existido una manipulación de datos por parte de un grupo de científicos para apoyar la teoría del cambio climático antropocéntrico. Esto marcó una ruptura en la legitimidad de la ciencia porque son justamente los casos mejor presentados los que terminaron siendo más cuestionados. Y no por los científicos, sino por lo que llamo la epistemología militante, como el Wall Street Journal, o los que niegan la existencia del problema del clima de una manera que no valía para los demás temas. En el caso del sida nadie cuestionó la autoridad científica. Las controversias fueron mínimas en ese caso y no implicaron un ataque a la ciencia en su propio territorio. Hay algo en las ciencias de la climatología que hace muy difícil la distinción clásica entre el análisis de los hechos y el análisis de los valores.
 
–Desde una perspectiva latinoamericana, vemos también otros problemas respecto de la legitimación de la actividad científica que no tienen que ver sólo con las ciencias del clima. Este libro parece estar recorrido por una preocupación más bien europea respecto de un peligro que habría que repeler...
–No es así. Sucede que hay algo muy específico en las ciencias de la climatología por cuanto se hace más difícil la distinción clásica entre el análisis de los hechos y el análisis de los valores. Cuando hoy te dicen que hay más de 440 ppm de dióxido de carbono (co2) en la atmósfera, no se lo puede enunciar objetivamente como solía hacerse antes. Si sos climatólogo o bioquímico, la producción misma de los datos acarrea una suerte de híbrido entre posturas que solían ser tradicionalmente fácticas y posturas que son de alerta. Es como si alguien ahora se pusiera a gritar incendio: sería un enunciado que acarrearía inmediatamente una acción. Esto siempre fue así, pero la epistemología oficial quería separar entre hechos y valores. Esto terminó con la disputa ecológica y no tiene que ver sólo con Europa.
 
–Pareciera, sin embargo, que lo que usted llama disputa ecológica es sobre todo para los modernos (es decir, para Europa y los occidentales) un problema de escasez de tierras.
–La pregunta rige tanto para los argentinos que ocupan las tierras usurpadas a los indios como para los ingleses que desarrollaron su industria gracias a la colonización o los franceses que usurparon tierras en Africa. Eso es lo que define a los modernos, el hecho de que se desarrollaron gracias a haber usurpado tierras. Modernos son los que descubrieron una tierra, eliminaron a sus habitantes y construyeron su prosperidad a partir de esa usurpación. Eso rige tanto para los europeos como para los Estados Unidos y América Latina. Y eso también es interesante para aquellos cuyas tierras fueron usurpadas.
 
–Sí, claro, tanto el colonizador como el colonizado forman parte de la modernidad, pero cómo se experimenta esa modernidad es distinto. Los europeos llegan a un consenso sobre cuestiones como la ecología. Pero son consensos internos, no son valores universalizables. Por dar un ejemplo de lo que dice en su libro: La ley europea exige que el combustible contenga para 2020 un 20% de biocombustible, pero nunca se ocupó de establecer de qué plantaciones lo iba a obtener. ¿Quién debería pagar el costo ecológico de la conciencia ecológica europea?
–Lo que sucede es que cuando hablo de modernidad, no estoy hablando de algo que tenga valor descriptivo. La modernidad nunca existió. Es un término de guerra, bélico. Es una orden. El problema no es un consenso de valores. Los valores son el resultado de una encuesta antropológica sobre la cual, los que se consideran modernos, manifiestan cuáles son los valores que conservan. No se trata de juntarse alrededor de la mesa para decidir cuáles son los valores modernos.
 
–Eso quiere decir que no hay un mundo común.
–No hay un “mundo común”. La cuestión de los combustibles provenientes de fuentes vegetales es una guerra. Nadie está de acuerdo. Ni los agricultores, ni los gusanos, ni los brasileños están de acuerdo entre ellos. La idea modernista decía que bastaba con universalizar los valores, luego lo llamaron modernización y ahora neoliberalismo. Pero es el mismo fracaso. No hay algo que se considere “mundo común”. Alrededor de este tema se podría organizar un lenguaje.
 
–¿Vamos por tanto a una guerra?
–Ya empezó: ¿El juez Thomas Griesa no está en guerra con la Argentina?
 
–Le escuché decir que debíamos aprovechar esta época de paz para decidir qué es lo que queremos postular en la mesa de negociaciones...
–Bueno, lo que tal vez dije es que la guerra debe ser explícita, y no velada.

–¿En qué otros campos se daría esa guerra? Usted dice que se ha pasado de “economizar” a “ecologizar”, ¿la economía y la ecología son incompatibles, a pesar de términos como “desarrollo sustentable” y sus parientes?
–Tiene razón, la noción de desarrollo sustentable trata de “economizar la ecología”. Pero en este libro, que es filosófico, entendemos que lo que se llama economía está construido sobre la base de un dispositivo de cálculo donde economizar consiste en una forma de no poder resolver el problema ecológico. Y en esto hay que ser radicales: todo lo que es importante para la ecología, la economía lo toma como algo externo: daños colaterales.
 
Fuente
revistaenie.clarin.com

sábado, 7 de marzo de 2015

Entrevista con María Julia Boggione: obteniendo enzimas para aplicaciones industriales

María Julia Boggione y Beatría Farruggia trabajan en desarrollar metodologías más económicas y ecológicas con fines industriales.
María Julio Boggione es Lic. en Biotecnología y trabaja en su tesis doctoral (Foto: C. Pairoba).

María Julia Boggione
Licenciada en Biotecnología
Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Directora: Beatriz Farruggia.
Proyecto: “Producción, purificación y aislamiento de celulasa a partir de cultivos fúngicos. Enzimas de interés industrial”.
Auxiliar docente Cátedra de Fisicoquímica
Lugar de trabajo: Cátedra de Fisicoquímica – Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas – Universidad Nacional de Rosario (UNR) / Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos Rosario (IPROBYQ, UNR-CONICET)
 
 
¿Cuál es la enzima con la que trabajan y para qué sirve?
María Julia Boggione: Producimos celulasa de Aspergillus níger, un hongo muy utilizado para la producción de esta enzima. La celulasa se usa en la industria textil para el blanqueado de telas y en la industria alimenticia para la extracción y filtración de jugos. También se usa en la industria papelera. Se busca utilizar cultivos fúngicos para reducir los costos de producción y la posterior purificación. Este tipo de enzimas se importan y son muy caras.
 
¿Cuál es la metodología que emplean para obtener la celulasa?
MJB:
Nos interesa particularmente, la purificación usando matrices poliméricas (chitosan) o con algunas modificaciones químicas. De acuerdo al uso que se le dé a la enzima, se requieren distintos grados de purificación de la misma.
 
¿Hay otros países involucrados en este proyecto?
MJB:
Estamos en proyecto de cooperación con México (Universidad Autónoma de Coahuila), donde estuve durante el mes de mayo de 2014 realizando una estadía. El objetivo fue focalizarme en la parte de producción, ya que ellos están avanzados y conocen mucho del tema. En México trabajan con cultivos en medio sólido. La otra opción sería trabajar en medio líquido.
 
Beatriz Farruggia: Ellos nos asesoran en la producción y nosotros los asesoramos en la purificación.
 
MJB: Con Brasil tenemos otro proyecto, del cual la Dra. Farruggia es la directora. Yo realicé una estadía durante el mes de noviembre, en la Unicamp, la universidad de la ciudad de Campinas. Campinas es una ciudad universitaria y cuenta con mucho equipamiento. Ahí estuve produciendo matrices para aplicarlas posteriormente a la purificación luego de obtener el extracto fúngico.
 
La gente del laboratorio de Campinas hace matrices poliméricas pero modificadas químicamente con distintos compuestos. De esa forma podíamos hacer que la matríz sea más selectiva para la enzima y lograr mayores valores de purificación.
 
BF: Esa sería la parte más química del proyecto. Nosotros tratamos de usar los polímeros más naturales y menos perjudiciales, los tratamos de modificar químicamente para que luego la absorción de la enzima desde el caldo de cultivo produzca mejores valores de purificación. Los brasileños tienen mucha experiencia en la producción de las matrices, tienen formación de ingenieros químicos pero no tienen tanto la parte de bioquímica y macromoléculas que nosotros sí tenemos. Esos fueron los conocimientos que intercambiamos.
 
¿Cuáles son las ventajas de un medio sobre otro?
MJB:
La ventaja del medio sólido es que se utiliza un residuo agroindustrial. En el caso de México ellos usan mucho el marlo de maíz (producido en gran cantidad). Nosotros hicimos ensayos similares pero con soja, el cual es el residuo de la zona. Otra de las ventajas del medio sólido es que disminuye la cantidad de agua a utilizar. Esto es importante si uno piensa en un escalado, o sea una producción en mayor escala.
 
BF: El residuo sólido sirve como soporte y como sustrato (fuente de carbono). El cultivo se hace en bandejas y permite el escalado. Además, la actividad enzimática de un cultivo en medio sólido es más alta que la que se obtiene de un medio sumergido. Todo se hace tendiendo a tener cero contaminación. El hecho de usar residuos agroindustriales es justamente para disminuir los residuos del campo. Incluso que todo el proceso sea sustentable desde el punto de vista ecológico.
 
¿Cuánto han logrado purificar la enzima hasta el momento?
BF:
Con matrices comunes preparadas por nosotros sin ningún tipo de modificación química, simplemente poniendo en contacto el caldo de cultivo con la matríz, lavando y eluyendo, hemos tenido una purificación de 5 veces respecto del original en el caldo de cultivo. Estos resultados son preliminares.
 
Dependiendo del uso es el grado de pureza que se requiere de la enzima, estamos teniendo buenos valores. Esperamos que con estas otras matrices que tienen modificaciones químicas obtendremos mejores resultados.
 
¿Una reflexión final?
BF:
Las enzimas se importan. La celulasa con la que trabajamos sería de mucha utilidad para la industria del biodiésel, por ejemplo, además de las que ya mencionamos. Ciertas industrias utilizan métodos químicos (hidrólisis básica o ácida) que siempre contaminan. Habría que concientizar sobre el uso de este tipo de metodologías más amigables con el medio ambiente.
 
A TÍTULO PERSONAL
¿Por qué estudiaste Biotecnología?
En la secundaria me gustaba mucho Química. Cuando ví las carreras, me pareció que esa parte de Química que a mi me gustaba estaba en la carrera. Y era bastante amplio el campo de trabajo, por lo cual me pareció interesante.
 
¿A qué escuela secundaria asististe?
Fui al Complejo Educativo Gurruchaga, con doble turno. Tuve un ciclo básico de tres años y después hice la especialidad en agroalimentación, con varias materias de Química. Eso me sirvió como una formación básica para entrar en la facultad.

lunes, 2 de marzo de 2015

“La ciencia va a la escuela” estuvo con alumnos de escuelas secundarias



El programa de voluntariado de la Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas dio charlas en dos escuelas de Empalme Graneros. 
 
Voluntarios de "La ciencia va a la escuela" (LCVE) junto a la coordinadora del grupo, la Dra. Estela Alvarez (Foto: LCVE).



Los alumnos del programa de voluntariado de la Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas se acercaron recientemente a las escuelas de Enseñanza Técnica 660 Laureana Ferrari de Olazábal (EET 660) y de Enseñanza Media 251 “Víctor Cue” (EEM 251), las cuales funcionan en el mismo espacio físico, para contarles a los alumnos de los últimos años sobre las carreras que pueden estudiarse en esa facultad. También informaron sobre los distintos tipos de becas con que cuentan los alumnos universitarios en la actualidad y comentaron sus experiencias personales con los estudios elegidos.


“Es muy valorable que un estudiante universitario tenga la posibilidad de hacer una devolución en su formación que es no arancelada y que lo haga con una actividad social, resolviéndole problemáticas a su comunidad. Sobre todo teniendo en cuenta que los alumnos que toman esa tarea lo hacen simplemente por una sensibilidad social, ya que la actividad no es paga”, expresó la Dra. Estela Alvarez, coordinadora del voluntariado mencionado. “Esto habla de que son personas con una escala de valores que va más allá de su desarrollo individual y que han logrado esa amplitud de mirar un poco el conjunto”, agregó la responsable.


Estefanía Cordisco, una de las voluntarias y estudiante de la Licenciatura en Biotecnología, destacó la “excelente predisposición tanto de las autoridades como de los alumnos. Se mostraron atentos e interesados, hicieron preguntas y algunos manifestaron sus ganas de seguir estudiando. Escuchamos el caso de una chica que termino quinto año y siguió estudiando administración de empresas pero ante la inmensidad de la facultad y tener que afrontar un nuevo desafío, no pudo adaptarse y dejó. Ahora esta terminando sexto para recibirse de técnica y quería seguir haciendo algo más. Así que eso fue esperanzador porque por lo menos por mi parte sentí que influí positivamente en sus expectativas. Los voluntarios también estuvieron muy motivados y transmitieron de forma claro la esencia del voluntariado”.
 
Los alumnos durante las charlas de los voluntarios (Foto: LCVE).

Karina Velasco, estudiante del profesorado en Química, destacó que se interesó porque “es importante que los chicos sigan estudiando. En mi casa había un lema: la mejor herencia es el estudio. Nadie te puede quitar ni tu estudio ni tu experiencia”.


Natalia Montaiano, recientemente recibida de Licenciada en Biotecnología, se acercó al programa porque “la educación nos hace mejores personas, mejor sociedad y mejor país. Me gusta incentivar a la gente a que estudie, no solo la ciencia, si no que estudie en la universidad. Cuando me contaron el proyecto me encantó y decidí participar”.


Las autoridades de la escuela se mostraron muy interesadas y agradecidas por el acercamiento. Gabriela Casante, vicedirectora reemplazante de la Escuela 251 expresó que “los chicos están entusiasmados así que me alegro de que se hayan podido acercar. Cuando quieran volver, la Escuela 251 los va a recibir como corresponde” concluyó.


Las docentes de la escuela también mostraron su entusiasmo por la visita. “Me pareció muy buena la experiencia de que los chicos de “La ciencia va a la escuela” vengan a la institución para que puedan informar sobre las carreras que pueden seguir los chicos de cuarto y quinto año”, manifestó Pamela Brochero, profesora de Ciencias Naturales a cargo de los años primero, segundo y tercero.


Marcela Ortiz, profesora de Química de los dos cursos de cuarto año, comentó que “la experiencia me parece muy buena para acercar a los chicos a la facultad y a la universidad. Que ellos vayan viendo, además de qué carreras elegir, cuáles son las posibilidades de estudio que se abren gracias a las becas”.


Voluntarios, alumnos y autoridades de la escuela luego de las charlas (Foto: LCVE).


Cabe destacar el apoyo de Marisa Gentiletti (directora de la EET 660) y Marcela Altamirano (directora de la EEM 251) quienes respaldaron ampliamente la llegada de este proyecto a sus escuelas.


Posteriormente, los integrantes del voluntariado participaron con un stand en la Primera JornadaUniversidad y Desarrollo de los días 12 y 13 de noviembre, donde continuaron dando a conocer sus actividades y se contactaron con nuevos alumnos que deseaban conocer más sobre las posibilidades para cursar estudios universitarios.


Los voluntarios estuvieron con su stand en la "Primera Jornada Universidad y Desarrollo". También trabajaron junto a docentes de la Universidad Nacional de Rosario en un taller sobre astronomía (Foto: C. Pairoba)

 “La ciencia va a la escuela” forma parte de una amplia oferta de actividades y programas surgidos del trabajo conjunto de la Universidad Nacional de Rosario y dependencias nacionales para continuar estableciendo vínculos con la comunidad.


 Materiales adicionales

1. Presentación hecha en la escuela:
https://prezi.com/ac9dh92e7dei/quienes-somos/

2. Nota relacionada
Presentación del voluntariado "La ciencia va a la escuela"

3. En Facebook
https://www.facebook.com/lacienciavaalaescuela

viernes, 27 de febrero de 2015

Iván Petróvich Pávlov y sus perros

Ivan_Pavlov_nobel

El fisiólogo Iván Petróvich Pávlov (1849-1936) cumpliría hoy 165 años. (Nota de PC: la nota fue escrita en 2014).

Fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina 1904, por sus investigaciones sobre la función de las glándulas digestivas y su regulación a través del sistema nervioso.

Pávlov es conocido fundamentalmente  por formular la ley del reflejo condicional (1890-1900) tras realizar el famoso experimento consistente en hacer sonar un metrónomo –aunque popularmente se cree que utilizó una campana– justo antes de dar alimento a un perro, concluyendo que, cuando el perro tenía hambre, comenzaba a salivar nada más oír el sonido del aparato.

Un pequeño homenaje al científico y sus perros, en clave de humor:

Pavlovs Dog

Uno de los perros, un poco harto…
Fíjate bien en como controlo a Pavlov. En cuanto empiece a salivar, él sonreirá y empezará a escribir en su libreta.
Fíjate bien en como controlo a Pávlov. En cuanto empiece a salivar, él sonreirá y empezará a escribir en su libreta.
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Laboratorio de los perros de Pavlov. Por favor, no tocar.
Laboratorio de los perros de Pávlov. Por favor, no tocar.
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Doctor-Pavlov
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¿Por qué usaría Pávlov perros en vez de gatos? Quizás con un gato no sea tan sencillo…
pavlovcatbrown_fullpic
… y pueden incluso pasar cosas como esta:
pavlov cat
Es mucho mejor que cada animal se centre en su propio experimento:
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Estos son los auténticos perros de Pávlov:
Pavlovs-Dogs

Fuente:
ztfnews.wordpress.com

Conectando empresa e investigación: la tarea de una vinculadora

Graduada como bioquímica, Lelia Orsaria siguió un camino que la llevo a ser vinculadora tecnológica. El interés y la búsqueda de su vocación...