Dos estilos decorativos que pese a presentar 
características muy diferenciadas se confunden con cierta frecuencia. 
Esta es una breve guía para diferenciarlos como un experto.
| Interior de la Sagrada Familia. © Getty Images | 
Por Ianko López
¿Gaudí? Art Nouveau. ¿El Empire State? Art Déco. ¿Y entonces qué es el modernismo? ¿Y qué pasa con los hoteles Déco de Miami Beach? La exposición “Universo Lis” en la Fundación Villalar Castilla y León trae a la actualidad dos de los universos plásticos más característicos del siglo XX, el Art Nouveau y el Art Déco,
 que pese a presentar características muy diferenciadas se confunden con
 cierta frecuencia. Aprovechamos la ocasión para tratar de poner un poco
 de orden de todo esto, y de paso recrearnos la vista con algunos de los
 ejemplos más espectaculares de ambos estilos.
El Art Nouveau (literalmente, “arte nuevo” en francés) 
surgió en la última década del siglo XIX, y su influencia se extendió 
hasta finalizada la primera del XX. Sus raíces pueden encontrarse en el 
Reino Unido, en el movimiento Arts & Crafts
 liderado por el artista y diseñador William Morris. Los primeros 
ejemplos arquitectónicos aparecen en Bélgica, aunque París fue el gran 
foco de un movimiento que se extendió con cierta rapidez, básicamente 
por Europa. Ha recibido distintos nombres según los países que lo 
adoptaron: así, en Italia se lo conoce como stile Liberty o stile floreale, en Alemania y Escandinavia Jugendstil, en Austria Sezessionstil
 y en España “modernismo”, lo que crea cierta confusión con el 
movimiento moderno de arquitectura y, en general con el arte y el 
pensamiento de la sociedad moderna, conocido en inglés como modernism. 
El Art déco o Art deco (abreviatura de “Arts Décoratifs”, “artes decorativas” de nuevo en francés) surgió justamente cuando moría el Art Nouveau,
 hacia 1910, aunque fue evolucionando para alcanzar su cumbre en los 
años 20 del pasado siglo. Pronto irradió hacia el mundo entero, con 
ejemplos de su arquitectura y diseño en los cinco continentes. Ha 
pervivido a lo largo del tiempo con periodos de decadencia, cruce con 
otros estilos e interesantes revivals.
¿Por qué aparecieron?   
El Art Nouveau surgió como reacción tanto frente al agotamiento de los modelos clasicistas y la pompa Beaux-Arts
 como a la sociedad industrializada. Se ha dicho que de alguna manera se
 enfrentaba tanto al pasado como al futuro, en un momento de inquietud 
frente a un porvenir incierto que desembocó en la I Guerra Mundial. 
Escapista y hedonista, fue rápidamente adoptado por la burguesía más 
pudiente que deseaba diferenciarse del resto y también refugiarse en un 
mundo a su medida. La idea era que quien accediera a una mansión de este
 tipo se adentrara en un nuevo mundo, inédito y aislado del exterior. 
El Art déco en cambio no teme volver a modelos del pasado, y
 también abraza el futuro y se fascina por la tecnología, la maquinaria y
 la velocidad. Fue también impulsado por las clases más pudientes, pero 
después lo adoptó sin problemas el gusto más popular, en una sociedad 
ávida de lujo llamativo.
El Art Nouveau se inspiraba en la obra de los artistas 
prerrafaelistas como Morris o Edward Burne-Jones, en el atrayente 
misterio de los simbolistas, en la fluidez de Toulouse-Lautrec o Klimt, 
en las teorías arquitectónicas de Viollet-le-Duc, y antes de todos ellos
 en el arte medieval. También en repertorios estéticos más exóticos, 
sobre todo los llegados a través de las estampas japonesas. La 
naturaleza, las formas vegetales y los animales eran otras de sus 
fuentes de inspiración
El Art déco miraba a modelos artísticos de la vanguardia 
para desactivarlos de su carga revolucionaria, “domesticándolos” de 
alguna forma. Bebía del colorido de los fauves, de la simplificación de 
la forma del cubismo, de la abstracción geométrica, el futurismo o el 
constructivismo. También se dejaba seducir por el antiguo Egipto, el 
arte mesopotámico, el primitivismo africano, el extremo oriente y, en 
general, todo lo que resultara diferente y exótico. Y a menudo volvía 
también a los modelos de la antigua Roma y la Grecia clásica, con sus 
imponentes columnas y ricos materiales.
¿Curvas o rectas? 
El Art Nouveau se basa en lo ágil, lo fluido, en el movimiento que aportan las curvas y la asimetría
El Art déco parece obsesionado con las formas geométricas, con las rectas y ángulos, con la masa y la simetría como valores constantes.
El Art Nouveau experimentó un fuerte impulso con la Exposición Universal de París de 1900, que atrajo unos 50 millones de visitantes de todo el mundo y supuso una apoteosis de la Belle époque. No fue el estilo predominante en aquella muestra (aún más cercana al pomposo eclecticismo Beaux-Arts), pero sí el que llamó la atención de los ojos más avezados. De hecho, otro de los nombres que ha recibido el Art Nouveau
 es “Estilo 1900”. La exposición coincidió con la apertura de la primera
 línea del metro de París, cuyas emblemáticas estaciones fueron 
diseñadas por Héctor Guimard, ya en un nouveau pleno
El Art déco debe en gran medida su popularización (y su nombre) a la Exposición de Artes Decorativas de París en 1925,
 que esta vez sí ofrecía un amplísimo catálogo de lo que este estilo –ya
 más que maduro- daba de sí. Entre los grandes hitos destacaban las 
puertas monumentales de acceso al recinto, la espectacular sala de 
fiestas diseñada por Süe, Mare y Jaulmes, el Pabellón del Perfume con una enorme fuente de cristal de Lalique o el Hôtel du Collectionneur realizado por Patout como una lujosa villa entre clásica y futurista. Tras esta exposición, el Art déco se convirtió en un fenómeno de masas.
¿Cómo es su arquitectura?
El Art Nouveau suele integrarse en ámbitos urbanos, pero 
partía en cierta medida de modelos campestres y artesanales. El belga 
Victor Horta fue uno de los pioneros, con emblemas como la Maison Tassel (1892), el Hôtel Solvay (1895) o la desaparecida Maison du Peuple
 en Bruselas. El también belga Henry Van de Velde desarrolló una 
vertiente algo más contenida. En Francia destaca Guimard con sus 
entradas para el metro parisino. En Austria, la Sezession vienesa, con el decorativismo monumental de Joseph Olbrich, Otto Wagner o Joseph Hoffmann (autor del Palais Stoclet
 en Bruselas) que hizo reaccionar a Adolf Loos en su artículo “Ornamento
 y delito”. En Glasgow se desarrolla el elegante diseño de Charles 
Rennie Mackintosh, más sobrio y refinado. Peter Berhrens en Alemania 
sirvió de transición hacia el movimiento moderno. Y en España destaca el
 foco catalán, con el consabido Gaudí –escultórico y muy original en sus
 casas burguesas, su Parc Güell o su Sagrada Familia-, Domènech
 i Montaner o Josep Maria Jujol. El valenciano Rafael Guastavino también
 comenzó en Barcelona antes de emigrar a los Estados Unidos y cobrar 
fama con sus bóvedas revestidas de cerámica
En el Art déco, el Théâthre des Champs-Elysées 
(1910-1913) del pionero del hormigón Auguste Perret fue uno de los 
ejemplos más tempranos, con su fachada geométrica y depuradamente 
clasicista. En el Salón de Otoño de 1912 se presentó una instalación arquitectónica llamada la Maison Cubiste,
 obra de Raymond Duchamp-Villon, Louis Süe y André Mare con pinturas de 
los artistas cubistas en su interior, que resultó muy influyente. El 
pretendido lujo de los grandes cines y teatros se adaptaban bien a las 
premisas de este estilo. Los rascacielos neoyorquinos desde luego 
también, con ejemplos como el Chrysler Building o el Empire State.
 La arquitectura hitleriana de Albert Speer o la del fascismo italiano 
mostraron el lado más monumental (y oscuro) del déco. Y ejemplos tardíos
 como los de Miami Beach, ya después de la II Guerra Mundial, un reverso
 más luminoso.
¿Y el arte, la moda y el diseño? 
Las ilustraciones Art Nouveau de Audrey Beardsley o Mucha, 
las lámparas Tiffany en los Estados Unidos, los jarrones de cristal de 
Emile Gallé o Daum o las joyas de Lalique se llenaron de hojas, ramas, 
flores, libélulas y ninfas. El modisto Paul Poiret fue cercano a esta 
misma sensibilidad antes de aproximarse al Déco.
Podría considerarse a Tamara de Lempicka como una pintora Art déco.
 El diseño editorial fue un terreno muy propicio para este estilo, que 
también adoptaron para su diseño gráfico grandes publicaciones como Vogue o Vanity Fair.
 La moda de Jean Patou y el mobiliario diseñado por Louis Süe, 
Émile-Jacques Ruhlmann o Jacques Leleu, con su opulento lujo rectilíneo,
 son otros casos característicos. También las joyas de Cartier o Van 
Cleef & Arpels, con gemas de tallas geométricas en un estilo que hoy
 nos parece muy viejo Hollywood.
¿Cómo reconocer su decoración de interiores? 
Las casas y palacios Art Nouveau buscaban ante todo una unidad de estilo.
 Cada pieza de mobiliario estaba diseñada para adaptarse de manera 
perfecta al conjunto, y cualquier sustitución haría peligrar este 
equilibrio. Vidrieras de colores, columnas con formas 
excéntricas, volutas, flores, cerámicas, rejas curvas y en general todo 
tipo de ondulaciones y asimetrías formaban parte de este 
repertorio, que además huía de la obviedad de las referencias 
historicistas para acercarse a lo mágico y lo misterioso.
El Art déco acude a la historia sin complejos, y en él abundan los pastiches de distintas épocas y estilos.
 El antiguo Egipto es muy apreciado, pero también lo griego o lo 
napoleónico. Pero siempre llevando estas referencias hacia el lado del 
orden y la geometría. Es frecuente el blanco y negro estricto, pero 
también la explosión colorista. El rango abarca desde la lluvia de 
referencias de Albert Rateau (autor de un célebre cuarto de baño para la
 duquesa de Alba subastado hace cinco años a precio astronómico) hasta 
la elegancia monacal en tonos beige de Jean-Michel Frank.
¿Cómo terminaron? 
El Art Nouveau fue sobre todo un asunto de gran burguesía 
ilustrada, de industriales patronos de las artes y la cultura con 
aspiraciones de elitismo estético. Con algunas excepciones, se diluyó rápidamente una vez finalizada la primera década del siglo XX, por lo que resultó bastante efímero.
El Art déco influyó en el cine de Fritz Lang, y 
luego fue rápidamente adoptado por el Hollywood de los años 20, 30 y 40 
como estilo característico que evocaba lujo y esplendor. Esa 
fue posiblemente otra de las claves de su éxito, y de su capacidad para 
perdurar. Por eso, pese a languidecer un poco con el crack 
bursátil del 29 tardó mucho tiempo en desaparecer del todo, subsistiendo
 incluso después de la II Guerra Mundial. El posmodernismo le sentó 
especialmente bien, y propició su regreso al primer plano en distintos 
momentos desde finales de los años 60, con un repunte especialmente 
notorio en el neo-déco ochentero.
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| Entradas para el metro parisina de Guimard. | 
Fuente
revistaad.es
 
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