Las grandes tecnológicas definen el desarrollo de este campo científico decisivo al acaparar a los mejores expertos y elegir quién tiene acceso a sus recursos.
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| Procesadores de Google para inteligencia artificial. | 
Por Javier Salas
El futuro de la inteligencia artificial genera muchos debates porque 
será decisiva en campos tan serios como la medicina, las guerras, el 
trabajo o incluso las relaciones humanas. Sin embargo, esos debates a 
menudo ignoran un asunto que sobrevuela a todos los demás: el desarrollo
 de las máquinas pensantes ha sido conquistado por empresas tecnológicas
 que están definiendo cómo será ese futuro. Compañías como Google, 
Facebook, Amazon, Microsoft, Apple e IBM fichan a los mejores expertos 
en inteligencia artificial de todo el mundo, esquilman departamentos 
universitarios enteros para cubrir sus necesidades, compran las empresas
 incipientes del sector y marcan el rumbo de la investigación con becas y
 ayudas. Así, un campo científico tan determinante como la inteligencia 
artificial puede estar volcado excesivamente en los intereses 
comerciales de estos negocios. Como dijo
 un antiguo jefe de datos de Facebook: “Las mejores mentes de mi 
generación se dedican a pensar cómo hacer que la gente pinche en 
anuncios. Es un asco”.
"El dominio de las compañías con intereses comerciales es muy grande, el impacto de sus millones de dólares está definiendo este campo con una gran asimetría", critica Oliver
"Lo
 que ha sucedido en los últimos años es un éxodo de grupos enteros a 
laboratorios de empresas tecnológicas", afirma Nuria Oliver, que formó 
parte del primer grupo de sabios del gobierno español en inteligencia 
artificial. En enero de 2015, desaparecieron de golpe más de 50 
especialistas en robótica de la Universidad Carnegie Mellon, pionera en 
inteligencia artificial, incluidos directores de departamentos: habían 
fichado casi en bloque por Uber
 para desarrollar el cerebro de sus coches autónomos. "El dominio de las
 compañías con intereses comerciales es muy grande", critica Oliver, "y 
no es una situación positiva, el impacto de sus millones de dólares está
 definiendo este campo con una gran asimetría".
"El dinero manda", advierte Miguel Ángel Carreira-Perpiñán, especialista en machine learning
 (aprendizaje automático) de la Universidad de California en Merced. "La
 empresa se centra en proyectos a corto plazo relacionados con 
productos: Amazon lo mismo te mata un proyecto de investigación porque 
de un año para otro ya no le interesa, cuando en la universidad estamos 
centrados en problemas serios o profundos de machine learning 
que no se resuelven de un día para otro", resume. "Ahora mismo la mayor 
parte de los investigadores están en manos del sector privado. Está 
claro que eso va a marcar el paso", lamenta.
Los tres últimos ganadores del Nobel de Informática, el Premio Turing, trabajan al más alto nivel asesorando a las grandes tecnológicas. Su historia describe a la perfección la trayectoria de la inteligencia artificial. Cuando en 2004 se ponía en duda que las redes neuronales pudieran funcionar, incluidos los creadores de Google, estos tres científicos europeos se asociaron desde sus universidades para avanzar en esta investigación, trampolín esencial para tecnologías actuales como el reconocimiento facial, los coches automáticos o los asistentes virtuales. El británico Geoffrey Hinton (Universidad de Toronto) y los franceses Yoshua Bengio (Universidad de Montreal) y Yann LeCun (Universidad de Nueva York) desarrollaron este campo gracias a un trabajo puramente académico financiado con fondos canadienses. LeCun dirige desde 2013 la investigación en inteligencia artificial de Facebook. Hinton y Bengio crearon sendas empresas para desarrollar sus trabajos académicos y las dos fueron compradas por Google y Microsoft, respectivamente, consiguiendo así hacerse con sus servicios.
"La principal ventaja de trabajar en DeepMind es que la cantidad de 
expertos que tenemos es mayor que en cualquier universidad del mundo", 
asegura Vinyals
Es una estrategia habitual para fichar talento: comprar startups
 de inteligencia artificial para adquirir los cerebros humanos que 
trabajan allí. Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon han adquirido
 casi sesenta compañías especializadas y han invertido en más de ciento veinte en los últimos siete años (de 2015 a 2018 el ritmo de creación de estas startups
 ha crecido un 118%). Una de ellas es DeepMind, que nació de los 
laboratorios de la University College de Londres antes de ser adquirida 
por Google en 2014 por 500 millones de dólares. DeepMind es ahora la 
punta de lanza de la investigación en inteligencia artificial, con vistosos logros que saltan directamente a la portada de las principales revistas científicas.
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Allí investiga el catalán Oriol Vinyals,
 que fichó por Google nada más doctorarse: "La principal ventaja de 
trabajar en DeepMind es que tenemos muchísimos expertos en varios temas 
de la inteligencia artificial, todos en el mismo sitio", explica. "En 
líneas generales, la cantidad y concentración de expertos es mucho mayor
 en DeepMind que en cualquier departamento de universidad del mundo", 
asegura este investigador, especialista en procesamiento de lenguaje, 
cuyo trabajo además ha servido para mejorar funciones que hoy usan 
millones de personas en productos de Google como su traductor online o 
las respuestas automáticas del correo.
En los últimos años, Apple, Google, Facebook, 
Microsoft y Amazon han adquirido sesenta compañías de inteligencia 
artificial y han invertido en más de ciento veinte
No es solo compartir centro de trabajo con los mejores. Los sueldos 
superan con mucho los que se pagan incluso en las mejores universidades.
 En 2016, la jefa del departamento de IA de Stanford, Fei-Fei Li, se quejaba
 de que estas empresas tentaban a sus estudiantes de doctorado con 
sueldos de más un millón de dólares. Un año después, Li se unía a Google
 como vicepresidenta. Pero la remuneración es casi lo de menos: lo 
decisivo son los recursos con los que cuentan para investigar. "En el 
centro de este tipo de investigación están las bases de datos. Y los 
académicos dependen de las bases de datos", explica Lorena Jaume-Palasí, que formó parte del primer grupo de sabios de la Comisión Europea sobre inteligencia artificial.
Un informe reciente de la Asociación de Investigación Informática de 
EE UU sobre el futuro de la inteligencia artificial asegura que "aunque 
la mayoría de las tecnologías subyacentes a estas bases de conocimiento 
se desarrollaron originalmente en el mundo académico, las universidades 
tienen acceso limitado o nulo a estos recursos y no tienen medios para 
desarrollar otros equivalentes" (PDF).
 Además, critica que se desarrollan "para respaldar los intereses 
comerciales de las empresas que los crearon, como los resultados de 
búsquedas y la colocación de anuncios".
Control sobre la academia
"Dando acceso a estos recursos también deciden bajo qué perspectiva 
se investiga, qué impulsos se dan en este campo, quién desarrolla su 
carrera", critica Jaume-Palasí. Las grandes tecnológicas financian think-tanks y todo tipo de iniciativas para debatir sobre el futuro de las máquinas inteligentes, influyendo también en los marcos éticos y legales del futuro. Mientras se debate si puede haber soldados autónomos o a quién debe atropellar un coche sin conductor,
 se desarrollan las tecnologías más propicias para moderar publicaciones
 en redes o a sugerir el siguiente vídeo de YouTube. O el Pentágono y 
Facebook apuestan por una máquina que sabe tirarse faroles.
Estas empresas se justifican asegurando que invierten importantes 
sumas en investigación académica, por medio de becas y programas de 
ayudas. "Las ayudas son cuatro perras", asegura Carreira-Perpiñán, "a mí
 me han dado dos becas de la Fundación Nacional para la Ciencia de EE UU
 (NSF, por sus siglas en inglés), de medio millón de dólares, y la que 
recibí de Google eran 60.000". Y añade un problema mayor, el criterio de
 selección de estos programas: "Dan dinero a quien les interesa y da la 
impresión de que están pescando ideas. Al final hay mogollón de gente 
trabajando en predecir qué anuncios funcionan, un problema bastante 
especializado, porque es de lo que viven estas empresas". Este 
investigador prefiere que sea la NSF, una fundación gubernamental, la 
que apoye la investigación en temas que considere candentes.
"Dan dinero a quien les interesa y al final hay mogollón de gente trabajando en predecir qué anuncios funcionan", lamenta el investigador de la Universidad de California
Vinyals cree que el estilo de investigación de la academia y su 
diversidad son "muy buenas" para su campo: "No me gustaría ver que la 
investigación en la universidad y el mundo académico se hiciera 
demasiado pequeña". No obstante, el investigador de DeepMind se muestra 
confiado en que la demanda de expertos seguirá creciendo en los próximos
 años, por lo que crecerá la cantidad de recursos, personal y 
estudiantes con los que contarán las universidades.
Mucho más radical se muestra Jaume-Palasí: "En lugar de pagar becas o
 investigaciones, sería más interesante que pagasen impuestos y con eso 
se invertiría en investigación académica". "Además", insiste, "desde el 
punto de vista de la credibilidad ya es problemático hacer perder la 
neutralidad a la academia con su dinero: ellos deciden a quién financian
 y por qué". Hoy, la proporción de artículos científicos publicados por 
empresas privadas en EE UU cuadruplica a la de Europa.
Para remediar estos conflictos y retener talento, la Comisión Europea
 ha encargado un informe a un grupo de especialistas en el que está 
Nuria Oliver, quien desconfía del peso actual del dinero privado. "No 
sabemos qué hallazgos no están publicando las empresas, cuánta 
investigación están haciendo y que desconocemos", denuncia Oliver, que 
hasta hace unos meses era jefa de investigación en datos de Vodafone. "A
 lo mejor descubrimos que se pueden hacer las cosas de forma diferente, 
que hay otra manera de hacer un Facebook o un Amazon, pero si lo pagan 
Facebook y Amazon, se ponen barreras al cambio", apunta.
Fuente
elpais.com
 
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