El docente-investigador de la Universidad Nacional de Rosario nos cuenta sobre su trabajo en esta 
especialidad, sus inicios y proyectos actuales. Los debates en torno a 
la docencia y la percepción de los científicos por la sociedad. 
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| Olivieri trabaja en Quimiometría, una especialidad con grandes oportunidades de inserción laboral (Foto: C. Pairoba). | 
Por Claudio Pairoba
Docente-investigador de la asignatura Química Analítica, Alejandro Olivieri tiene, además, la capacidad de escribir interesantes textos de divulgación sobre cuestiones relacionadas con el ámbito académico y científico. Una actitud digna de ser explorada por sus colegas de las ciencias experimentales.
En un reciente artículo Alejandro Olivieri escribió en tono de ciencia ficción una situación docente futura en la cual se redescubre las ventajas de la forma de enseñanza actual.
¿Cómo surgió la idea de escribir el artículo?
En reuniones que estamos teniendo por distinas cuestiones surgió el 
tema de que los estudiantes no participan y no van a las clases 
teóricas. Y la carga recae un poco sobre los docentes, quienes no 
sabemos bien que es lo que pretenden de nosotros para que los 
estudiantes vayan a clases.
Es como que esta generación de jóvenes necesita otra cosa. Nadie sabe bien qué es, pero parece que la clase tradicional no es lo que ellos precisamente necesitan. A raíz de eso escribí el artículo.
Un investigador de derecho me decía recientemente sobre la necesidad de que los estudiantes presencien las clases por los diálogos que pueden generarse.
Esto es especialmente importante en las carreras de ciencias 
experimentales, donde es prácticamente imposible hablar a distancia, 
manejarse por Internet o por teléfono. En el año 92 estuve en España 
haciendo una pasantía de 6 meses en la UNED (Universidad Nacional de 
Educación a Distancia, Madrid). La UNED tiene prácticamente todas las 
carreras, pero me sorprendió la carrera de Química ya que los alumnos no
 van a la facultad. Y una carrera de Química que no tiene 
laboratorios….Van una semana al año para cada materia, aproximadamente. 
Los profesores decían” hoy tenemos consulta”. Se sentaban al lado del 
teléfono, y durante esa hora el profesor contestaba y hablaba de 
mecanismos de reacciones orgánicas por teléfono, atendiendo a las 
consultas de los estudiantes. Y esos estudiantes se graduaban y tenían 
el título de Licenciado en Química tan válido como cualquier otro. Era 
una cosa muy extraña. Yo estuve ahí 6 meses y nunca ví un estudiante 
adentro de la facultad, porque no coincidía con la semana al año en que 
venían a hacer la práctica al laboratorio.
Contanos sobre tu formación.
Estudié en la Facultad Católica de Química (Rosario) porque en aquella 
época no existía una carrera de Licenciatura en Química en la ciudad. 
Tenía que elegir entre irme a Santa Fe (UNL) o a Buenos Aires o La 
Plata. Entre en el 76 y me recibí en el 81. La carrera de Licenciatura 
en Química empezó en la Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas 
(FBIOyF, Universidad Nacional de Rosario) en el 85.
Luego vine a la FBIOyF e hice el doctorado en Química Orgánica con el Prof Ruveda que ya está jubilado. Me doctoré, me fui a Buenos Aires a hacer un post-doc de un año y pico, después estuve en Illinois, EEUU, en la Universidad de Urbana, Champagne. Luego volví a fines del 88 y ahí concursé un cargo de profesor asociado que después se transformó en titular en Química Analítica, en donde trabajo desde entonces.
Hice el doctorado con beca de CONICET, siguiendo todas las etapas (doctoral, post-doctoral, externa) hasta llegar a la situación actual cuando soy investigador Superior del CONICET. He tenido y tengo la actividad clásica de un docente universitario que al mismo tiempo es investigador y que tiene que repartir su tiempo entre docencia de grado, de posgrado, extensión, servicio, investigación, etc.
Lo cual hace todavía más valorable que tengas ganas de escribir un artículo para un diario.
Me gusta escribir. He hecho talleres de literatura acá en Rosario con 
la poetisa Celia Fontán. Hasta el año pasado seguíamos yendo a talleres 
de manera informal dado que ella se jubiló pero quería seguir en 
actividad. Así que nos encontrábamos en un bar, donde leemos textos y 
leyendo lo que escribimos en nuestras casas. Siempre me gustó eso. Esto 
no es literatura científica pero siempre alguna cosita de ciencia 
aparece en lo que escribo porque es un defecto profesional. Tengo varios
 artículos de divulgación escritos para la revista Ciencia Hoy.
¿Es común que un investigador de tus características escriba?
No que yo sepa. En general la gente está bastante circunscripta a su 
trabajo específico. A veces pueden escribir a pedido. Por ejemplo, 
Ciencia Hoy hizo un número especial sobre la química, el año de esta 
especialidad. Pidió a una gran cantidad de químicos en el país que 
escribieran artículos sobre la situación actual y el futuro de la 
química. Gente que normalmente no escribe, acepta el desafío y lo hace. 
Pero de motu propio, creo que somos muy pocos.
¿Y a qué se debe esta falta de interés de los investigadores por divulgar?
Supongo que esto es porque la gente está muy enfocada en su trabajo, y 
no tiene tiempo o interés. No lo sé. En mi caso es un interés personal. 
También podría decir que es casi una obligación  para nosotros tratar de
 comunicarnos con el público. Tal vez sea por esto que la sociedad nos 
ve como un grupo de personas que estamos encerradas en lo nuestro y solo
 nos llama cuando tienen que enviar un hijo a la universidad para que se
 reciba y después se desentienden del problema.
Esto viene a cuento de todos estos problemas que hay ahora con los paros universitarios, la falta de presupuesto, los aumentos salariales que no llegan. Es un poco la imagen que tiene la gente de nosotros.
Hay una cuestión cultural, ya que ha habido históricamente una posición manifiesta de los investigadores de adoptar esta posición de lejanía.
Yo creo que es una visión equivocada. Después nos quejamos de que no 
hay presupuesto, de que los salarios son bajos, de que no hay apoyo 
estatal. Pero el apoyo estatal es un reflejo del apoyo que la sociedad 
tendría que darle a la universidad. No le podemos echar la culpa a la 
sociedad, porque ella reacciona como reacciona. Yo lo veo en mi familia 
yo soy el único docente profesional investigador de una familia de 
inmigrantes italianos y esa es la imagen que ellos tienen. ¿Qué están 
haciendo? ¿Para qué sirve?
Volviendo a que esto es una cuestión cultural, creo que tenemos que trabajar con las generaciones intermedias y jóvenes.
Creo que también nos faltan periodistas que sepan de ciencia. Los 
medios de comunicación tienen mucho que ver en cómo la sociedad nos ve. 
Muchas veces uno ve cosas zonzas como noticias en el diario, que están 
totalmente equivocadas y a veces son hasta risueñas. Y no pasa solo acá.
 En España había una propaganda que decía que un shampoo era tan bueno, 
que hasta tiene pH. Estas cosas que llegan deformadas o no llegan, 
también son un poco responsabilidad de los medios. ¿Cuántos periodistas 
que escriben o divulgan noticias científicas saben de ciencia?
Hay carrera de periodismo científico. En Buenos Aires está la universidad catalana Pompeu Fabra que tiene un posgrado de periodismo científico. Sería interesante que las universidades nacionales tuvieran carreras de grado y de posgrado de periodismo científico. Eso ayudaría, no sé si en lo inmediato, ya que es a mediano o largo plazo. Estamos hablando de la imagen que se debe transmitir de la universidad, la ciencia, la investigación, a la sociedad, para que sea una cosa natural que el Estado invierta en la universidad y que no se piense que es un gasto.
¿Cómo ves la situación del conflicto universitario?
Hay muchos actores en el conflicto universitario. Para mí hay un par de
 actores que son fundamentales y que no están actuando. Uno es la 
Universidad de Buenos Aires (UBA) y el otro es el Consejo de Rectores. 
Pero nos estamos metiendo en otro tema. La Fac de Cs Exactas y naturales
 de la UBA, es la facultad más importante de ciencias de la Argentina. 
Concentra el 60% de los subsidios de la Agencia Nacional para la Ciencia
 y la Tecnología para ciencia están en esa facultad. Y Exactas no hace 
paro. Los profesores dictan clases normalmente cuando hay huelga. Lo he 
hablado personalmente con ellos. Nunca me lo confesaron abiertamente 
pero mi impresión es que ellos se sienten como en una especie 
privilegiada de la Argentina, y el resto son las demás universidades del
 interior, lo cual es espantoso. Sin saber que probablemente por eso no 
recibamos el presupuesto y los salarios que merecemos, o en tiempo y 
forma. Porque lo que no pasa en Buenos Aires no pasa en la Argentina.
Hace dos o tres días que abro el diario y veo noticias de problemas en la universidad cuando el conflicto viene de hace meses. ¿Por que´? Porque la UBA no se plegaba al paro. Siguen dando actividades normales en clases y laboratorios, y hacen jornadas de concientización. Creo que si se hiciera un paro de todas las universidades y cerraran absolutamente todas, incluida Buenos Aires, sería de un impacto tremendo. Esto no está pasando en este momento. El paro no existe porque no está en los noticieros de Buenos Aires.
¿Cuál es tu tema de trabajo?
He ido variando. Mi tesis doctoral la hice con los profesores Rúveda y 
Gonzalez Sierra en síntesis de productos naturales, o sea que trabajé en
 Química Orgánica. Es una disciplina absolutamente tediosa y poco 
gratificante. Años de trabajo para conseguir muy poco. Las condiciones 
han mejorado un poco pero en aquellas épocas había que hacer muchas 
cosas a pulmón.
Después me fui a los EE.UU. y trabajé en algunos temas de Fisicoquímica de estado sólido y de Química Orgánica. Cuando volví lo hice a una cátedra de Química Analítica y tuve que dejar de lado todo lo que sabía y dedicarme a otra cosa totalmente distinta. Arranqué de cero y con una obligación de desarrollar mi trabajo en temas de investigación de Química Analítica, ya que era docente de esa área. Había una necesidad muy grande ya que era un área que tradicionalmente no tenía investigación en nuestra facultad y había estado dedicada a la docencia por mucho tiempo.
¿Cómo fueron esos inicios?
No teníamos equipamiento. Para poder hacer Química Analítica y poder 
competir a nivel internacional necesitás un instrumental que no está al 
alcance de cualquier subsidio. Después fuimos agregando equipamiento, 
pero inicialmente usamos herramientas matemáticas y de computación para 
procesar los pocos datos que podíamos conseguir. Con eso fuimos 
creciendo y yo personalmente me fui metiendo en una disciplina que se 
llama quimiometría.
 Esto es la aplicación de métodos estadísticos, matemáticos y de 
computación a la Química. No es química teórica, es procesamiento de 
datos experimentales. No existimos sin un laboratorio que mida cosas.
Nos ha ido bastante bien, tanto es así que ahora viajo a Barcelona, al Congreso Internacional de Quimiometría, donde voy a dar una conferencia plenaria. Si todo va bien, vamos a organizar el próximo congreso internacional de Quimiometría en Rosario en 2018. Hay otros competidores pero el hecho de que hayamos podido ofrecer la ciudad como sede de este acontecimiento, para nosotros es un reconocimiento muy importante. Incluyendo a colegas de Santa Fe y Buenos Aires, entre otros. La primera vez se hizo en Brasil en 2006. Esto da una idea de hasta dónde hemos logrado llegar. Además de otras cuestiones como becarios, compra de equipamiento, publicaciones internacionales. También hemos publicado un libro hace un par de años en Elsevier sobre el tema con Graciela Escandar, mi esposa y docente de la cátedra. Ella trabaja en la parte experimental y yo en la teórica.
¿Qué posibilidades de inserción laboral tiene alguien que se dedica a la Quimiometría?
Hay un aspecto muy práctico de la Quimiometría que tiene que ver con la
 Química Analítica no invasiva. Hay una técnica llamada espectroscopia 
de infrarrojo cercano (Near infrared). En el caso de alimentos, sin 
moler una semilla o extraer su aceite, se la puede irradiar sin tocarla y
 determinar aceite, humedad, proteína, almidón, ceniza, todo 
simultáneamente. Esto existe desde hace 30-40 años y ha venido 
evolucionando.
En la Argentina hay una empresa de origen dinamarqués llamada FOSS que tiene casi el 100% del mercado agroalimentario. Toda industria agroalimentaria argentina potente tiene equipos NIR. Cuestan alrededor de U$S100.000 cada uno pero ahorran una gran cantidad de tiempo. Una metodología similar se usa introduciendo una pistola en dulce de leche y obteniendo información valiosa. Esto no existe sin la quimiometría, que es la que se encarga de que esa señal múltiple indique lo que corresponde a proteína, humedad, grasa y almidón.
En Mendoza hay muchas bodegas que ya tienen NIR. Podés controlar el contenido de antocianinas en cada uva. Hay una pistola portátil de campo; un operario le apunta aun racimo, y uva por uva le mide el contenido de antocianina.
O sea que un graduado que se especializa en Quimiometría tiene muy buenas posibilidades de conseguir trabajo.
Los empresas que compran equipamiento necesitan profesionales 
especializados para hacer ese trabajo. Lamentablemente hay pocas 
personas formadas en el tema. Para que te des una idea: una tesinista de
 grado terminó la tesina con nosotros, trabajando también en la Bolsa de
 Comercio, quienes tienen un equipo NIR. Un día me llamaron de FOSS, y 
me piden un estudiante del último año de licenciatura que sepa NIR y 
Quimiometría. Les contesté “hay uno solo en toda la Argentina y se llama
 Antonela Bruno”. Ahora está trabajando para FOSS, desde su casa, le 
dieron un auto y una computadora. Se dedica a recorrer la zona y asesora
 a las aceiteras. Estuvo en Dinamarca capacitándose.
Aunque las empresas tengan su propio equipamiento necesitan gente especizalida.
Si, porque las empresas te venden un producto. Por ejemplo, si tenés 
que trabajar con semillas ellos te venden el equipo y una calibración 
universal que mide 4-5 parámetros en semilla. Pero a vos mañana te puede
 interesar ver si de ese contenido graso cuánto ácido oleico hay, por 
ejemplo. Entonces tenés que desarrollar un producto que no existe, que 
no compraste. Te quedan dos alternativas: comprárselo a FOSS y que lo 
desarrollen ellos lo cual es muy caro o contratar a alguien que lo haga.
 Ese alguien tiene que saber quimiometría.
Por ahora las empresas tienen personal no especializado dedicado a operar el equipo con los productos que le vende FOSS. Y son contados los que hacen sus propios desarrollos, pero esto recién empieza en la Argentina. En el mundo las empresas hacen sus propias cosas, sobre todo por cuestiones de confidencialidad. Hay todo un mundo para que los estudiantes vayan a trabajar a esas empresas o para que armen micro emprendimientos de asesoramiento a empresas que usan equipos de NIR. Por ahora hay poca gente formada.
¿Es fácil conseguir candidatos para formar?
No es fácil porque tienen que ser personas a las que les guste la 
química, que sepan de computación, matemática, estadística. Por eso 
somos pocos. Por suerte siempre hay alguien. Hay un chico que se doctoró
 el año pasado (Franco Allegrini) quien tiene experiencia y sabe 
matemática, computación, sabe programar y está muy bien preparado para 
todas estas cosas. Por ahora sigue la carrera científica, pero si mañana
 le interesa armar un emprendimiento propio, está en perfectas 
condiciones de hacerlo. Hay todo un mundo que está arrancando en la 
Argentina.
Para ver el video de la entrevista con más preguntas haga click aquí
A título personal
Licenciado en Química Industrial - Universidad Católica Argentina
Doctor en Química - Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas - Universidad Nacional de Rosario
Prof. Titular de Química Analítica - Facultad de Cs. Bioquímicas y Farmacéuticas - Universidad Nacional de Rosario
Investigador Superior - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

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