Explorando otras cuestiones relacionadas con la IA que quedan opacadas por los avances en su desarrollo tecnológico.
La inteligencia artificial (IA) sigue creando oportunidades y cerrando caminos tradicionales que parecen volverse innecesarios cada vez con mayor frecuencia. Los entendidos insisten en que ahora es el momento de subirse al tren, aprendiendo cómo funciona y adaptándola a nuestras necesidades. Similar a lo que sucedió con la aparición de la Internet. Solo que ahora los tiempos se están acelerando y perder el tren podría ser mucho más costoso.
Situaciones que parecían de ciencia ficción aparecen cada vez con mayor asiduidad. Algo así como el andar diferenciando entre clones por una marca en alguna parte del cuerpo. Aún no hemos llegado a la singularidad tecnológica, ese momento en que la IA se vuelve más inteligente que toda la humanidad combinada (si bien algunos opinan que se anticipa cada vez más). De todas maneras, aún seguimos siendo testigos de fallas en la IA, situaciones que alimentan los temores de sus detractores. Pero además de estos errores, alucinaciones o comportamientos anómalos, la IA plantea cuestiones que exceden lo meramente tecnológico. Su impacto en nuestra salud mental y los vaivenes bursátiles derivados de empresas que podrían estar sobrevaloradas por la ola de entusiasmo mundial, son otros temas que merecen ser atendidos.

