Por Fabian Venencia
Era un día
nublado y Loor se había levantado de mal humor. Los días así la ponían
insoportable. En realidad su humor no variaba mucho los días soleados.
Miró por la
ventana. El rosal se estaba secando. ¿Serían las hormigas o esos caracoles que
se paseaban lenta pero inexorablemente, devorándose todo lo que ella plantaba? No
había nadie en la calle. La casita de Diadema tenía las persianas bajas. Otro
tanto pasaba con la de Recórcholis. No iba a poder visitarlas. Además de
nublado el día se había puesto aburrido.
Fue hasta la
cocina y puso la pava. ¿Mate, té o café? Las grandes decisiones que últimamente
tenía que tomar en su existencia. Lejos estaban las épocas de Tertulia y Chocolate.
El ruido de las puertas de un auto en la calle la sacó de sus elucubraciones.
Se quedó con el encendedor en la mano. Tocaron el timbre. ¿Quién sale en un día
como este?
Se dirigió a la
puerta, corriendo la cortina para ver. Dos hombres vestidos de saco y corbata
hablaban entre sí. Entreabrió lentamente la puerta, unas hojas de sicomoro se colaron
en un breve remolino. Los dos hombres le sonrieron amablemente.
- “¿Loor?”
preguntó el más alto.
-“Sí”, respondió
ella dubitativa.
- “Somos del
Ministerio de Habla, Usos y Costumbres”, dijo el más bajo a modo de presentación.
Tenía en su mano una carpeta marrón de la que asomaba una hoja celeste. La
temida hoja celeste.
Notaron su
mirada clavada en la hoja y con premura agregaron “¿Podemos pasar?”
Loor retrocedió
lentamente y los dejó entrar. Otro remolino agito brevemente la botamanga de su
pijama.
Los invitó a
sentarse en el sillón de dos cuerpos. Ella se sentó en el apoyabrazos de otro
sillón cercano.
- “Venimos para
iniciar el trámite de relocalización” dijo el más alto.
- “En realidad
para iniciarlo y concretarlo. Ha pasado tiempo suficiente”, dijo el más bajo.
Loor miró por la
ventana. La brisa agitaba la verbena que había plantado el año pasado.
- “¿Puedo
cambiarme?” preguntó Loor absorta, sin dejar de mirar el jardín.
- “No tenemos
mucho tiempo. Cuanto más rápido podamos concluir este trámite será mejor.
Necesitamos desocupar la casa hoy mismo. Hay una nueva inquilina”, dijo el más
alto.
- “¿Puedo saber
quien vendrá a vivir a mi casa?”, dijo clavándoles la mirada con tono
desafiante.
- “En realidad
la casa pertenece al ministerio” contestó bruscamente el más bajo.
Alto trató de
terciar para evitar que la situación se tensara más.
- “Hay varias
posibilidades” dijo mientras miraba una mancha de humedad en el techo.
“Cachivache, Diantres y Cáspita, están entre las más probables”
- “Pensé que
estarían en Ciudad Páramo hace tiempo” dijo Loor con tono irónico.
- “No estamos
autorizados a discutir este tipo de cuestiones” dijo el más bajo.
- “Por favor, ¿puede
preparar su equipaje? Necesitamos llevarla con nosotros ahora” agregó Alto con
tono amable.
Loor se levantó
lentamente, mientras pensaba en su casa y su nuevo destino. Ciudad Páramo, el
último reducto donde se amontonan las palabras que no se usan. Un escalofrío le
recorrió la espalda.
Alto y Bajo
comenzaron a recorrer las dependencias para ver los arreglos necesarios. Loor
había pintado ella misma una pared del living en color lavanda. La
tranquilizaba.
Volvió a los 10
minutos. Ya tenía todo preparado desde hacía tiempo. En realidad le sorprendía
que no hubieran venido antes.
- “Puedo
despedirme de mis vecinos” preguntó mientras miraba el rosal.
- “No queremos
alarmar a nadie” contestó el más bajo.
Alto la miró
comprensivamente pero no dijo nada.
Subío al auto
gris. Como el día. Diadema y Recórcholis seguían con las persianas bajas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario