Curar contenidos consiste en seleccionar información, clasificarla y mostrarla. Es lo mismo que se ha hecho en el mundo del arte, en los museos específicamente, donde el término “curar” (curar arte) lleva décadas siendo diferente al de los médicos. Hoy la curación de contenidos es muy popular y está al alcance de cualquier usuario de internet.
El museo es la referencia más vieja y más cercana sobre la curación: una señora de pelo corto y lentes (curadora) selecciona entre una gran cantidad de cuadros aquellos que considera son los más representativas de alguna idea, de algún concepto o de algún autor, luego los organiza de cierto modo en el museo y hace un lanzamiento de la nueva exposición donde se lleva los aplausos por mostrar unas obras que no pintó. El mérito por supuesto, está en el criterio para seleccionar, más que en la obra misma.
¿Qué puede ser más valioso: la curación o la producción de contenidos? Hay que partir de la idea de que una cosa no puede vivir sin la otra y tal vez eso sea las pone al mismo nivel. Al menos así es como sucede en internet. Podemos ver en dónde pierde valor la creación y dónde gana la curaduría. El fenómeno tiene que ver con la característica fundamental de la web 2.0: el usuario deja de ser receptor frente a la plataforma o frente al medio, para actuar sobre él y modificarlo.
Entonces, por qué disminuye el valor del contenido original. Si habláramos de oferta y demanda, tenemos sobreoferta de información en internet lo que no afecta a los contenidos como tal, pero sí a la capacidad de leerlos o de visualizarlos. Y si no se ve es como si no existiera. Hemos cerrado una etapa en que internet nos hizo autores con los blogs, con la publicación de comentarios en las noticias, con la publicación de posts en Facebook. Es un ciclo que agotó su novedad y al que sólo le resta mejorar lentamente.
¿Y el valor de curar en qué radica? En que hace visible el contenido original y lo hace más valioso. Demuestra que para alguien esa información es importante. Y ahí comenzamos a aplaudirle a la gente por unos artículos que nunca escribió o por una música que nunca compuso o por un atuendo que no confeccionó. Por ejemplo, si a alguien le gusta el periodismo narrativo, ¿no le caería bien ver una colección de aquellas piezas que alguien como, digamos, García Márquez está leyendo? ¿Luego acceder desde internet y leerlo también? Por supuesto, la curaduría no se hace sola, depende del contenido original, de los autores, pero estamos en un punto en que el contenido de los autores depende del criterio de los editores para que sea visible, al menos en internet.
Posdata: tres ejemplos de plataformas que están en la curaduría de contenidos:
- Pinterest: es una plataforma enteramente de curaduría a través de las fotos. Es casi como el museo digital de la ropa de moda.
- Grooveshark: desde esta semana permite emitir (compartir con sus contactos) la música la música que el usuarios está escuchando como si tuviera su propia emisora.
- Flipboard: desde hace un mes permite a los usuarios seleccionar el contenido de diferentes publicaciones y mostrarlo en sus propias revistas. Para los que trabajamos en temas de periodismo y comunicación puede ser el más útil. Hice el experimento y funciona bastante bien, una muestra es que ya se han creado más de medio millón de revistas personalizadas. Lo malo, sólo es visible en dispositivos móviles.
cronicaz.com.ar
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