Por Erasmo Lopez García.
Te voy a contar una historia, la de Luís; a quien conocí un día de vacaciones, paseando por la playa de Punta del Diablo, en Uruguay.
De pronto en plena quietud de la mañana me topo con un hombrecito
fibroso y delgado que parecía hecho de alambre oxidado. Él me cuenta que
vive de la pesca; que se inició en ella con su padre a una edad muy
temprana.
Me llama la atención la claridad de sus palabras, así como la forma
en que cada una de ellas se abre paso ágilmente, para acomodarse luego
en mi cabeza. Luís tiene una educación precaria, aunque la magia de su discurso es genuina. Es que en realidad no importa tanto lo que digas, sino cómo lo digas.
Luís habla de sus experiencias, intercala episodios de su vida junto a
su padre. Los recuerdos fluyen fértiles desde todos los reductos de su
mente. Sus relatos son puntuales cual el disparo de una flecha. Su
rostro curtido y oscurecido por el sol se pone serio a veces, otras le
despunta una sonrisa entre los dientes derruidos. No hay un ripio
gratuito en sus historias. Su lenguaje es tan simple que hasta un niño
puede comprenderlo.
Un dato no menor: me mira a los ojos. A veces Luís se queda callado.
Da la sensación de que una leve ola que se ha llevado sus palabras y que
luego llegan a la playa de su boca con mucha más intensidad. Este
hombre revive cada historia: se pone nervioso, se calma, ríe, gesticula,
sus brazos se mueven hacia todas direcciones.
¿Cómo este hombre tan simple puede amañar un discurso tan perfecto? Hay una clave: Luís habla de su vida, de lo que a él le interesa.
Si no tienes interés en tu discurso, no habrá ni un solo pliegue de
atracción en él. Haz como hace Luís; mira, no es casual que te lo esté
contando como si fuese presente.
Revive cada historia que cuentes, así se trate del diálogo más simple.
1- Cita nombres. No es lo mismo decir un hombre, que decir Juan, Luís o Julio.
2- Sé breve.
3- Manéjate con concisión. Dale Carnegie decía que un discurso
general es más fácil pero nos conduce infaliblemente al aburrimiento del
público.
4-Procura que lo que digas se adecue a las preguntas ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué?
5- Luego cíñete al tiempo del que dispones.
6- Jorge Fernandez aclara que prestamos 25 veces más atención a lo visual que a lo auditivo.
7-Sé específico en detalles a fin de que la gente imagine lo que
digas. Una tarde es muy distinta de una tarde plomiza, o una tarde
ventosa u otra a la sombra de los árboles.
8-Procura que quien te escuche interiorice tus palabras. Dale un
palenque para que pueda sujetarlas, de lo contrario el viento de la
impaciencia y la abulia barrerá con ellas.
9- Al igual que Luís haz pausas, mira a los ojos. Háblales a ellos
con todo tu cuerpo. No implica un bailoteo continuo, pero tampoco seas
un maniquí.
10- Ten claro tu objetivo y transmítelo de la manera más clara y
solidaria. Siempre será bien recibido. Siempre será interesante
escucharte.
Fuente:
emagister.com
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