domingo, 27 de julio de 2014

El recuerdo vivo del maestro



Algunas reflexiones sobre la partida de una persona que dejó su huella en todos los que lo conocieron.


El 16 de junio nos dejó el ingeniero Hugo Oscar Purinan. Luego de una lucha de tres semanas en terapia intensiva por una neumonía, Huguito decidió que era mucho y necesitaba descansar.

Cuando los actores dejan este mundo, se dice que se fueron de gira. Si lo aplicamos a esta situación, Hugo se fue a dar un curso de capacitación, construir una planta de pan en Cuba o a dar una charla en Rusia. O tal vez a explicar ese ejercicio sobre el cálculo del número de cosechadoras necesarias para los próximos 10 años por el que tuvo que viajar sorpresivamente a una feria internacional en Italia.

Inteligente, ameno, trabajador, capaz, afable, emprendedor, son todos adjetivos que podrían usarse para describir al Ing. Purinan. Pero tal vez otro que sea aún más importante sea atento: atento a escuchar lo que tenían para decir aquellos que lo rodeaban. En su larga trayectoria como docente de la Facultad de Cs. Exactas, Ingeniería y Agrimensura (UNR), del Instituto Politécnico Superior, del Colegio San José o como catalizador de innumerables proyectos, Hugo tuvo la oportunidad de conocer a muchos colegas y a innumerables alumnos. Padres, hijos y nietos lo tuvieron como docente. A todos los escuchó, por todos se interesó. En épocas donde esta actitud es cada vez más difícil de encontrar, Huguito la cultivó por décadas. Seguramente esta fue una de las razones por la cual los alumnos de quinto año del Poli lo eligieron para que diera las palabras de despedida allá por el 2004.

Hugo no solo era atento en el ámbito académico. Su trabajo lo llevó a conocer gente con la cual desarrolló amistades duraderas justamente por su interés en escuchar al otro. Como esa vez que escuchó tarde en la noche a un empresario con problemas aparentemente irresolubles, quien había tomado una decisión sin retorno. Y sin saberlo, con sus palabras, Hugo lo ayudó a ver esa solución esquiva y a cambiar esa decisión apresurada y terrible.

Luego de retirarse del ámbito académico Hugo no se quedó quieto. Siguió indagando en temas religiosos y terminó exitosamente un bachillerato en Teología. Charlar sobre Dios y cuestiones espirituales era siempre un momento de luz y claridad para los que tuvieron la oportunidad de vivirlo con Huguito. Su rígida formación como ingeniero no le impidió explorar otras formas de pensar y puntos de vista. Pero el ingeniero no solo charlaba sobre espiritualidad, si no que ponía en práctica esta visión de la vida en el día a día. Siempre comprensivo y siempre interesado en dar una mano con acciones concretas.

Seguramente serían necesarios varios suplementos para incluir todas las historias de Hugo, todas sus intervenciones, todas sus experiencias profesionales y personales. Y a pesar del comprensible dolor que sentimos todos los que tuvimos la oportunidad de conocerlo, debemos ser agradecidos justamente por haber tenido esa posibilidad. Todos recibimos su consejo en algún momento de nuestras vidas, todos pudimos tener una visión distinta de la existencia luego de escucharlo. Yo sigo pasando por ese segundo de pensar “le voy a preguntar a Hugo” cuando veo algo de lo que estoy seguro el Ing. Purinan sabía. Y pasado ese segundo se vuelve a hacer dura la ausencia. Entonces recuerdo que tuve la oportunidad de tratarlo y que siempre hay, por lo menos, un instante del día en que puedo aplicar algo que aprendí de Hugo. Eso es lo que tenemos que valorar todos los que lo conocimos, extrañamos y recordamos.

Hugo fue de esos seres que hacen la vida más llevadera. Ojalá que los que lo conocimos podamos dejar al menos algo del enorme recuerdo y presencia con que Huguito nos sigue acompañando . Hasta el próximo proyecto, ingeniero.

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