Hoy murió Donna Summer. Summer y no “Summers” como puso en su cuenta de
Twitter un conocido diario porteño, cuenta seguramente manejada por algún
adolescente que no tiene idea de lo que el nombre representa para la historia
de la música contemporánea. Ni, por supuesto, lo que representa para el que
suscribe.
¿Qué decir de Donna Summer que uno no pueda encontrar en los incontables
links de Internet que aparecen con solo tipear el nombre? Incontables éxitos a
partir de aquel momento en que, como un juego, grabó en un estudio lo que sería
su primer hit y consiguiente salto repentino a la fama de la mano de otro
grande: Giorgio Moroder.
Summer contaba en una entrevista que le habían dicho que tenía que cantar
una letrita tratando de ser lo más sexy posible. Después, se escuchó en la
radio y su primer pensamiento fue lo que iba a decir su familia de fuerte
tradición religiosa al escuchar sus gemidos plasmados para siempre en estudio.
Pero ya era tarde y la leyenda de la “Diosa del Amor” (o era del sexo?) había
nacido.
Más allá de que su música marcó tendencia en cuanto a sonido junto con una voz inconfundible, y que Donna
fue bien llamada la “Reina de la música Disco” (pobre Gloria Gaynor), algunos consideran
que podría haber continuado siendo exitosa más allá de los “disco years” si
hubiera tenido productores que la encaminaran por la senda de música más
rockera. Independientemente de eso, ya está en el cielo de los grandes, más
allá del período en que estuvo y lo que hubiera podido seguir haciendo.
Siempre recordaré el tema de Donna que Mancinelli ponía en los bailes del
club de Parque Field, para ir pasando de los lentos a los movidos (cuando
todavía había lentos). Lo hacía con “Bajen las luces” de Miss Summer. Esos
recuerdos son imborrables.
Creo que nos vamos yendo de este mundo lentamente, a medida que la gente y
las cosas que nos gustan, que forman nuestra vida se van yendo. Hasta que al
final, y si hemos tenido la posibilidad de vivir una larga vida, es posible que
tengamos ganas de irnos porque ya no nos queda nada de aquellos años de
intensa actividad. Ni familia, ni amigos, ni la posibilidad de seguir manifestando
nuestro potencial. Ni cantantes, para aquellos que disfrutamos de la música.
Sin ánimo de ser tremendista, porque la muerte es algo inevitable y por lo que
todos tendremos que pasar, hoy siento algo así. Simplemente que uno se pone a reflexionar cuando las cosas que han formado una
parte importante de su vida se van yendo de a poco, pero inexorablemente.
De todas maneras, pongo “On the radio”, el maravilloso disco (que conocí a
través de mi amigo Jorge que se fue hace mucho) ahora inmortalizado en CD.
George: saludala a Donna de mi parte mientras de fondo se escucha “Heaven knows”. El cielo sabe que la extrañaremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario