A los 89 años, la última esposa del Mariscal Tito, líder de la vieja
Yugoslavia por 35 años, murió en un hospital de Belgrado, tras pasar
tres meses internada en cuidados intensivos por complicaciones
cardíacas.
Por Ursula Ures Poreda
21 de octubre, 2013
Nacida en 1924, el destino de Jovanka Budisavljevic no era muy diferente al de tantos partisanos que, como ella, se unieron al Ejército Popular Yugoslavo, en el que llegó a ser sargento coronel. Sin embargo, sólo ella se convirtió, en escasos años, en una testigo privilegiada de los años de crecimiento de un país que llegó a ser referente de una nueva forma de poder.
No hay dos versiones iguales que relaten cómo conoció a su esposo, Josip Broz (Tito). Lo cierto es que, después de ocho años de noviazgo, y a pesar de los 32 que se llevaban entre sí, se casaron en secreto. Recién un año más tarde, el pueblo supo del matrimonio del entonces primer ministro y flamante presidente.
Desde 1952, la vida de esa joven comunista parecía el final de una buena película romántica y cargada de color rosa. El matrimonio presidencial crecía en popularidad y se codeaba con los principales líderes mundiales y el jet set europeo, desde Ronald Reagan, la reina Isabel II, hasta Elizabeth Taylor y Richard Burton. Los Broz incluso vacacionaron alguna vez en la isla de Brioni junto a otra de las parejas de oro de esos años, el director de cine Carlo Ponti y la actriz italiana Sofía Loren.
Jovanka supo marcar estilo en un país que comenzaba a destacarse con fuerza en la geopolítica mundial y, con ello, ganarse la atención de las potencias de ese momento. Con una sonrisa avasallante, peinado en alto, atuendos de diseño y joyas por demás costosas. Así aparecía junto a su marido, hasta convertirse en una sombra literal de la presencia de aquel líder.
Recién hacia finales de los ’70, la imagen de la primera dama eterna comenzó a caer. Cada vez más alejada de su esposo -y ganadora del odio de buena parte de la dirigencia que veía en ella un obstáculo para llegar al viejo mandatario- Jovanka desapareció de la escena pública. La última vez que fue vista públicamente junto a Tito fue en una recepción en 1977. Sólo tres años después, reapareció oficialmente: siguiendo al protocolo, ocupó su lugar de viuda en los funerales del Mariscal.
Poco tiempo después, fue literalmente expulsada de la residencia oficial. Si durante los últimos años de vida de Tito, Jovanka podía ser un destello de lucidez para el longevo dirigente, los principales actores de la transición temían que la mujer tuviera una suerte de testamento político. Contra su voluntad, fue puesta en una casa cercana a la residencia oficial que compartiera con su marido, y con vigilancia policial constante. Lo que sería una “cuestión de tiempo” duró treinta años.
A la nada
No hay dos versiones iguales que relaten cómo conoció a su esposo, Josip Broz (Tito). Lo cierto es que, después de ocho años de noviazgo, y a pesar de los 32 que se llevaban entre sí, se casaron en secreto. Recién un año más tarde, el pueblo supo del matrimonio del entonces primer ministro y flamante presidente.
Desde 1952, la vida de esa joven comunista parecía el final de una buena película romántica y cargada de color rosa. El matrimonio presidencial crecía en popularidad y se codeaba con los principales líderes mundiales y el jet set europeo, desde Ronald Reagan, la reina Isabel II, hasta Elizabeth Taylor y Richard Burton. Los Broz incluso vacacionaron alguna vez en la isla de Brioni junto a otra de las parejas de oro de esos años, el director de cine Carlo Ponti y la actriz italiana Sofía Loren.
Jovanka supo marcar estilo en un país que comenzaba a destacarse con fuerza en la geopolítica mundial y, con ello, ganarse la atención de las potencias de ese momento. Con una sonrisa avasallante, peinado en alto, atuendos de diseño y joyas por demás costosas. Así aparecía junto a su marido, hasta convertirse en una sombra literal de la presencia de aquel líder.
Recién hacia finales de los ’70, la imagen de la primera dama eterna comenzó a caer. Cada vez más alejada de su esposo -y ganadora del odio de buena parte de la dirigencia que veía en ella un obstáculo para llegar al viejo mandatario- Jovanka desapareció de la escena pública. La última vez que fue vista públicamente junto a Tito fue en una recepción en 1977. Sólo tres años después, reapareció oficialmente: siguiendo al protocolo, ocupó su lugar de viuda en los funerales del Mariscal.
Poco tiempo después, fue literalmente expulsada de la residencia oficial. Si durante los últimos años de vida de Tito, Jovanka podía ser un destello de lucidez para el longevo dirigente, los principales actores de la transición temían que la mujer tuviera una suerte de testamento político. Contra su voluntad, fue puesta en una casa cercana a la residencia oficial que compartiera con su marido, y con vigilancia policial constante. Lo que sería una “cuestión de tiempo” duró treinta años.
A la nada
La propia Jovanka explicó en 2009 al diario serbio Politika que la “expulsaron como una maleta” de la residencia del líder comunista.
“En camisón de noche, sin nada, sin derecho a llevarme alguna foto nuestra, alguna carta, algún libro o algo de ropa, y contra mi voluntad me metieron en esa casa, según dijeron, de forma temporal, pero donde vivo desde hace casi tres décadas”, relató en ese momento.
A finales de los ’80, casi todo lo que poseía Tito fue nacionalizado. A la viuda se la despojó también de la mayoría de los presentes que recibió como primera dama, y que hoy se exhiben en el Museo de la Historia de Yugoslavia.
Resarcimiento
“En camisón de noche, sin nada, sin derecho a llevarme alguna foto nuestra, alguna carta, algún libro o algo de ropa, y contra mi voluntad me metieron en esa casa, según dijeron, de forma temporal, pero donde vivo desde hace casi tres décadas”, relató en ese momento.
A finales de los ’80, casi todo lo que poseía Tito fue nacionalizado. A la viuda se la despojó también de la mayoría de los presentes que recibió como primera dama, y que hoy se exhiben en el Museo de la Historia de Yugoslavia.
Resarcimiento
El primer ministro serbio Ivica Dacic recordó hoy ese episodio como “una injusticia histórica” y despidió a la viuda de Tito como “la última y más creíble testigo de la historia del anterior país”.
Tal como había pedido Broz, su cuerpo será enterrado en el mismo complejo que alberga la tumba de Tito, en Belgrado.
Tal como había pedido Broz, su cuerpo será enterrado en el mismo complejo que alberga la tumba de Tito, en Belgrado.
Fuente:
http://blogs.perfil.com/
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