Otros caminos: la experiencia Perotti. Arte y salud en constante comunión
La fonoaudióloga nos cuenta su trayectoria que le
ha permitido aunar sus dos grandes pasiones: el estudio/tratamiento de la voz cantada y la
música. La técnica incorporada al cuerpo como enfoque de trabajo.
Luján Perotti es egresada de la Universidad
Nacional de Rosario. Hoy en día desarrolla sus dos pasiones: voz cantada y
música, con un constante aprendizaje para mejorar sus técnicas enfocadas en el bienestar de pacientes, alumnos y coreutas.
¿Cuál es tu formación? Soy licenciada en fonoaudiología egresada de la Universidad Nacional de Rosario. A la par hice la carrera de dirección coral de la cual me quedan algunas materias para obtener el título. Soy directora de coros y Agrupación Coral Ad-Libitum es mi proyecto principal en ese ámbito. De manera no formal estudio canto desde hace más de diez años, con profesores particulares.
¿Por qué
estudiaste fonoaudiología y música?
Siempre tuve en claro que me gustaba la música, el
arte. No me imaginaba la vida sin hacer alguna actividad artística. También me
gustaba mucho la rama más científica. Siempre digo en chiste que soy muy
“ñoña”, todo lo que sea estudiar y expandir un poco el conocimiento me
apasiona. Tampoco me imaginaba sin esa parte.
Así fue que empecé a buscar carreras cuando estaba
en la secundaria. Fonoaudiología me llamó la atención por varias razones. Primero
porque era la oportunidad de estudiar el fenómeno de la voz desde un lugar más
científico. Cuando vi el plan de estudios noté que había mucho de humanístico,
lo cual también me gustó mucho. Es una carrera bastante amplia que te permite
adentrarte en psicoanálisis así como cuestiones de educación y biológicas entre otras.
Después tenía una inquietud más individual y es que
yo tenía muchos problemas con la voz. Es como esas personas que estudian
psicología porque quieren autoayudarse, yo estudiaba fonoaudiología para
autoayudarme. Pero en los primeros años de cursado recuerdo que tenía mucho
miedo. Para mí, y por lo que estaba haciendo, era como que tenía una pata en
cada lado y todavía no había logrado tomar la decisión de en qué lado me iba a
quedar.
¿Cómo se
resolvió esa dicotomía?
Me llevó varios años entender que no me quería
quedar de un solo lado y que era justamente el espacio de unión entre el arte y
la ciencia lo que a mí más me apasionaba. Y hoy me siento mucho más cómoda
porque creo que ya encontré ese equilibrio en donde para mí el arte es una herramienta
esencial para la salud. A la vez, todo lo que yo sé del lado de la salud me
ayuda a poder generar espacios artísticos que, me parece, aportan, sirven y
transforman al otro y a mí. El arte en función de la salud y viceversa.
¿Por qué
estudiaste dirección coral dentro de las carreras musicales?
Porque canté toda mi vida en coros y en ese
momento, 18 años, no me veía en otro rol que no sea el de dirigir o el de
cantar. Todo el resto del mundo musical me parecía muy ajeno porque nunca había
estudiado ningún instrumento ni dedicado a la composición ni nada por el
estilo.
En ese sentido, la carrera de dirección coral fue
la continuación de una carrera de coreuta que había empezado cuando tenía nueve
años. Parecía que el paso siguiente era adentrarme en el rol del otro lado, en
entender qué pasaba en la cabeza del director.
Voz y cuidado
vocal en coros: antes y ahora. ¿Hay cambios?
Creo que sí. Me animo a decir que hay mucho cambio
y mucha más conciencia de la importancia del cuidado del cuerpo. Creo que
igual, a veces nos resistimos a incorporar nuevas visiones o un paradigma un
poco más amplio. Pero si lo tengo que comparar con cuando yo era chica, creo
que el cambio es notorio.
La pedagogía vocal también cambió mucho porque hoy
tenemos la ciencia al servicio, por lo que sabemos y entendemos mucho más sobre
cómo funciona el mecanismo vocal, cosa que hace 30-40 años atrás era diferente.
Eso creo que nos ha ayudado a avanzar mucho.
Después, por lo menos en los ambientes donde me
muevo veo mucho cambio. También es una realidad que en el lugar donde no se
cuida la salud vocal no duro mucho tiempo. Entonces no sabría decirte por esos
lugares porque para mí no es negociable el cuidado del cuerpo y ojalá que la
gente que esté dentro del otro lado lo comparta.
Luján también explora el repertorio operístico.
¿Se canta
con las cuerdas vocales o con el cuerpo?
Uno canta con el cuerpo. Las cuerdas vocales
generan esa vibración, esa frecuencia fundamental que luego se amplifica en los
resonadores, pero uno canta con todo el cuerpo. Ya de por sí la respiración es
esencial para cantar y la respiración involucra mucho más que una cuerda vocal.
De hecho el proceso respiratorio involucra varios sistemas: muscular, postural,
respiratorio. A mí me gusta ir un poquito más lejos y creo que cantamos con
todo el cuerpo porque cantamos con todo lo que somos.
¿Cómo es
eso?
Nuestras emociones, nuestra historia, nuestra
identidad vocal que también está atravesada por nuestra identidad familiar y
social. Cantamos con todo ese bagaje, no considero la voz solo como la laringe.
Creo que eso es un error. Sería pensar que la guitarra es solo la cuerda. Y hay
clavijas, un cuerpo, un instrumento. Son muchas las partes.
¿Es común
que una fonoaudióloga se dedique a trabajar con la voz cantada?
No es tan común, pero algunas hay. Tampoco soy la
única. El tema es que para dedicarte a la voz cantada hay que complementar el
estudio con un estudio del lenguaje musical, de técnica vocal de voz cantada
propiamente dicha. Para mí lo más importante es que hay que pasar la técnica
por el cuerpo. Yo podría leer un libro sobre cómo se juega al tenis, pero si no
juego al tenis lo más probable es que muchas cosas se me escapen. Esto es un
poco así. Para poder ayudar a otros cantantes uno en mayor o menor medida tiene
que haber experimentado el canto y pasado por el cuerpo esa técnica. Somos
menos las que hacemos eso.
¿Cantar bien
significa que podés enseñar a cantar?
Me parece que cantar bien no es sinónimo de saber
enseñar a cantar. Como en cualquier disciplina, creo que todos hemos conocido
en cualquier rubro alguien que es excelente en lo que hace y sin embargo no
puede enseñar de una manera muy adecuada. Creo que se confunde. Muchas veces la
gente se pone en un lugar de profesor porque tiene una trayectoria pero para
poder enseñarle al otro hay que tener una idea de cómo es la voz de ese otro y cómo
puedo ayudarlo lo cual no quiere decir que las herramientas a usar
sean las mismas que aplico sobre mí.
Las presentaciones de Ad Libitum innovan además desde lo visual.
Podríamos ir a ejemplos muy sencillos como decirte
que la voz de una persona de sexo femenino y otra de sexo masculino funcionan
de manera distinta o una voz más aguda con respecto a una voz más grave. Pero
después están todos los matices más chicos. No todos tienen el mismo tipo de
voz y las mismas tendencias. Para enseñar tengo que poder estudiar todo eso y
adaptar mis herramientas a lo que yo tengo adelante. Si quiero que la persona
que tengo adelante solo trabaje con las herramientas que yo uso me van a faltar
un montón de recursos y corro el riesgo de hacerle mal. Esto desde el punto de
vista músical.
Hay una gran
responsabilidad en enseñar.
Como fonoaudióloga me
tomo muy en serio el rol docente, ya que ejerzo la docencia de técnica
vocal. Si entendemos que la voz del otro es el cuerpo del otro, también hay una
responsabilidad ética muy grande, porque lo que hago sobre ese cuerpo esa
persona se lo lleva consigo al resto de sus actividades. No es poca cosa
empezar a generar malestar o síntoma vocal porque eso puede desencadenar en
otras situaciones.
Cuanto uno más estudia también es más cauteloso
porque sabe todo lo que puede hacer, para bien y para mal. Como fonoaudióloga
creo que la responsabilidad del que se pone en rol del docente muchas veces
está subestimada. Deberíamos darle un poquito más de valor, porque la salud es
esencial. Sin salud no cantamos ni tampoco vivimos o vivimos mal.
¿Cuáles son
los campos más frecuentes a los cuales se dedica una fonoaudióloga?
Los más habituales tienen que ver por un lado con
el lenguaje, problemas en su aparición (afasias), gente que lo pierde. Todo lo
que está en la esfera del habla (el famoso chiste de vos enseñás a pronunciar
la erre), lo que tenga que ver con la articulación. Por otro lado está la parte
de audiología que es el estudio de la audición, hacer las audiometrías y
después está el área de la voz y dentro de este área estaría el área de la voz
cantada que es como un subgrupo minúsculo de fonoaudiólogas que además de hacer
voz nos dedicamos a la voz cantada.
Son áreas
variadas.
La fonoaudiología es muy amplia porque también se
está expandiendo todo lo que es la rama del trabajo que tiene que ver más con
la neurología, con pacientes con algún problema neurológico y que tienen que
trabajar la deglución o el lenguaje pero en función de una patología
neurológica.
Podríamos englobar todo eso en la comunicación
humana. El objeto de estudio es la comunicación humana y todo lo que hace la
comunicación. Dentro de eso tenemos el lenguaje, la voz como materia prima, la
audición, etc.
Canto y
experiencia coral en Europa
¿Cómo fue tu
experiencia en Europa?
Surgió por un deseo personal de irme a estudiar un
poco al exterior y ver. Tengo una amiga que está estudiando con Bénédicte
Tauran, la profesora con quien actualmente estudio, y cuando mi amiga vino de
visita a la Argentina, la escuché cantar y me dio algunas clases. Dije “tengo
que conocer a esta profesora y tener esta experiencia”. Así que me envalentoné
y fui tres meses quedándome un poco en Francia. La profesora está en Suiza pero
yo iba y volvía. Estuvimos estudiando de manera particular y tuve el regalo, ya
que el objetivo era ir a estudiar canto, de poder ir a Birmingham, Inglaterra,
y formar parte de la masa coral que participó en la Octava Sinfonía de Mahler
que se presentó en esa ciudad con su sinfónica. Este plus me permitió además ver
a directores increíbles y apreciar cómo trabajaban. Inglaterra es como una
capital del canto coral, no sé si oficialmente, pero es uno de los países donde
esta actividad está más arraigada y desarrollada.
La pandemia por un lado fue algo negativo porque
acortó mi viaje ya que tenía programados dos conciertos en la última quincena
de marzo que se cancelaron y tuve que regresar antes. Pero también fue una
bendición porque nos permitió seguir estudiando online, así que yo sigo tomando
clases con ella en modalidad virtual. Esto de alguna manera acercó las distancias.
Sigo profundizando el conocimiento de la técnica, lo que te decía antes de
pasar la técnica por el cuerpo. Tengo muchísimos libros pero la vivencia es
algo invaluable.
Trabajo
coral en época de pandemia
¿Cómo ha
sido el trabajo con el coro en estas circunstancias?
La pregunta es bastante compleja ya que es uno de
los sectores que más castigado se vio por la pandemia. La esencia del canto
coral es cantar todos juntos, con la sincronicidad y la conexión que se genera
en ese momento. Lo virtual no ha podido reemplazar ese trabajo. Tenemos una
dificultad técnica que es la cuestión de la latencia que hace que no podamos
estar todos desmuteados y cantando lo mismo al mismo tiempo. Entonces,
personalmente mi objetivo fue más el de mantener al grupo conectado haciendo
ensayos online para no perder el espacio que hemos construido en estos últimos
diez años. Seguir trabajando la técnica vocal porque eso sí creo que se puede
hacer. La voz es el cuerpo, por eso tratamos de que el coro ofrezca ese espacio
donde tomo contacto con el cuerpo aunque sea a través de la pantalla, donde
pueda de nuevo volver a poner el ojo y el sentir adentro de mi cuerpo y no en
la pantalla y en lo que estoy haciendo afuera.
A los fines de la música coral ha sido muy difícil
porque nos falta la parte del ensamble, cantar todos juntos. Es una crisis a
nivel mundial, se dio en todos los coros del mundo, nunca antes vista,
inimaginada. Confío en que nos va a hacer volver con más fuerza porque todos
los que hemos participado de la experiencia grupal estamos ansiosos por volver
y por volver a compartir eso y apreciarlo desde un nuevo lugar. Frente a la
ausencia uno reconoce la importancia del otro y del compartir con el otro en la
vivencia y no en la virtualidad.
En mi
experiencia cantar al lado de otro genera cosas. Se me ocurre que hay una
sincronicidad vocal-cerebral. Se forma un organismo nuevo, integrado por gente
que canta. De ahí la importancia de la presencialidad.
Lo más lindo que tiene el canto coral,
independientemente del repertorio y la música, es esta cuestión del colectivo y
de cómo somos todos integrantes diferentes con muchas variables y con, incluso,
roles distintos en el grupo. Pero en conjunto y en comunión trabajamos para un
fin que es un bien común, ya que esa música que se genera nos enriquece a
todos.
Es una experiencia que yo no la he vivido en otros
espacios. No quiero decir con esto que no exista, sino que yo solo la he
sentido con el canto coral donde todos somos un organismo y no hay
individualidades. Se genera una cosa de trabajo en equipo y de, como bien
decís, lo que mencionás está estudiado. Al estar cantando todos juntos estamos
respirando en los mismos lugares, tendemos a tener una frecuencia respiratoria
y cardíaca similar. También nos están atravesando las mismas emociones y a
nivel del sistema límbico, cada uno con su individualidad, estamos generando lo
mismo. Nos ponemos en sincronía. Incluso está el concepto de resonancia límbica
que es un poco el concepto de la empatía creo yo, visto desde un lugar más
biológico.
Ad Libitum celebrando su disfrute por el canto coral.
Lo que a mí me pasa, el sistema límbico regula las
emociones, resuena en el otro así como resuena el sonido y hace vibrar otro
objeto. Este concepto es maravilloso, porque es tomar la palabra empatía y
darle una vuelta de rosca. Es una palabra que me encanta pero está un poco
trillada o mal usada a veces pero genera eso. El cantar en coro genera una
empatía, una resonancia con el otro que surge desde un lugar no mental, cerebral del lenguaje y el neocortex, sino más desde la emoción, desde lo vivencial
con el cuerpo puesto en función del arte. Para mí es lo más maravilloso del
mundo.
Hay un antes
y un después de la pandemia en todo.
Pienso que la música es un espacio de
transformación, individual y grupal. Nosotros cantábamos una obra antes de la
pandemia y ahora cuando la volvamos a cantar nos van a resonar otras cosas.
Estoy estudiando un rol de ópera en el que el personaje usa mucho la palabra “aislada”
y para mí hoy en día esa palabra no tiene el mismo significado que tenía antes
de la pandemia. La palabra aislamiento tomó otra dimensión, entonces cada vez
que canto la palabra aislada me doy cuenta de que se ponen en juego un montón
de cosas que nos están pasando a todos con la pandemia y este evento sorpresivo
que nos sacudió.
Hay algo que uno vuelca en la música de lo que
tiene adentro. A la vez el arte te va transformando porque te va permitiendo
sublimar (no sé si es la palabra correcta), tomar todo eso y transformarlo,
apropiándotelo desde otro lugar.
Por eso vuelvo al principio: el arte es una
herramienta para la salud, pensándola como un concepto integral. No estoy
hablando de la salud de un órgano específico, sino de la salud de lo que somos
como sujetos. No lo puedo concebir de otra manera.
Por eso cuando hablás de recorridos profesionales
no tan transitados, como será que para mí yo no podría concebirlo de otra
manera. No sabría cómo insertarme desde otro lugar, porque para mí este lugar
es maravilloso. No es el único, pero es maravilloso.
¿Sugerencias
para cuidar la voz (y el cuerpo)?
Como cuestiones generales: 1. Lo que todos pensamos
automáticamente es la hidratación. Tenemos que tener en cuenta que como
cualquier parte del cuerpo, las cuerdas vocales necesitan una hidratación,
entonces tenemos que proveérsela. No solo con tomar la cantidad de agua necesaria
sino hacerlo a lo largo del día. 2. Evitar todo tipo de abuso vocal, exceso de
gritos, ambiente ruidoso. 3. Horas de sueño apropiadas. Además de esto
tradicional, también me interesa lo no tradicional. Creo que una de las mejores
formas de cuidar la voz es cuidando el cuerpo, moviéndose. Moverse no quiere
decir que tengo que ir a anotarme al gimnasio ya, sino que tengo que ser consciente
de cómo estoy y poder mover mi cuerpo aunque el movimiento sea pequeño, para
que se hidraten los tejidos del cuerpo. Todo lo que no se mueve se empieza a
poner más rígido y pierde hidratación. Hidratar con el movimiento es esencial.
También empezar a poner el ojo y el sentir cada vez
más adentro del cuerpo, de despertar más propiocepción. ¿Cómo lo hago?
Preguntándome cómo estoy, qué siento, no subestimando lo que siento sino
tratando de entenderlo y decodificarlo. Estos son consejos no tan
tradicionales.
Volviendo a lo tradicional: si hay disfonía que
persiste más de dos semanas, el consejo siempre es hacer una consulta, preparar
la voz para la actividad que voy a hacer, evitar toda sustancia tóxica (tabaco,
alcohol), comidas picantes. Cuidar lo que tiene que ver con el reflujo, ya que
el ácido al subir puede afectar tejido laríngeo.
Para mí lo más importante es poner el ojo adentro
del cuerpo para evitar no solo problemas vocales sino posturales, de
respiración, etc. Esta pandemia también vino a señalar que tenemos que cuidar
nuestro aire y nuestra respiración. En este momento de la evolución sin el
oxígeno no podemos vivir. Tenemos que cuidarnos y cuidar el cuerpo para poder
seguir respirando y sentirnos bien.
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