sábado, 26 de noviembre de 2011

La heredera rebelde de Darwin

A los 73 años falleció Lynn Margulis, una de las mentes más brillantes de la ciencia contemporánea.
Por: Elespectador.com
Lynn Margulis, quien falleció ayer a los 73 años, era una experta en provocar y sacar de quicio a sus colegas biólogos, genetistas, ecólogos, neodarwinistas, químicos y en fin, todos los que intentaban junto a ella buscar una respuesta sobre origen de la vida.
A los 16 años se matriculó en la Universidad de Chicago, donde se licenció cuatro años más tarde, adquiriendo según ella “un título, un marido (el astrofísico Carl Sagan) y un más duradero escepticismo crítico”.


Lo del escepticismo era una tarea que se tomaba realmente en serio. Desde que uno de sus profesores puso en sus manos un libro titulado The cell in development and heredity, escrito por Edmund B. Webs, una idea se incrustó en su cabeza: la evolución no fue un producto exclusivo de errores genéticos acumulados como lo creían sus contemporáneos. Quizás las bacterias, nuestras tataratatarabuelas en el camino de la evolución, encontraron formas para asociarse y dar origen a nuevas formas de vida. Para ella, la “simbiogénesis” era el motor de la evolución.


Toda una herejía en el íntimo circulo de los herederos de Darwin. Corría la década de los sesenta. Cuando intentó publicar en un artículo sus hipótesis, al menos quince veces se cerraron las puertas de las revistas científicas en sus narices. Lo mismo sucedió con un libro en el que explicaba el origen de las células eucariotas (aquellas que tienen membrana nuclear y son los ladrillos fundamentales de los seres vivos). Un editor tras otro lo rechazaron, hasta que la imprenta de la Universidad de Yale le dio su bendición.


No contenta con revelarse contra el evangelio reinante entre los evolucionistas, Margulis decidió abrazar la teoría de James Lovelock según la cual las fronteras entre los seres vivos son más difusas de lo que creemos, al punto que todo el planeta Tierra puede considerarse como una sola entidad.


Margulis no era ingenua y aunque muchas personas han adoptado la teoría de la Gaia Tierra como una creencia casi religiosa, ella veía en las palabras de Lovelock un intento por hacer que las personas respetaran la vida en todos los niveles, desde las bacterias hasta los organismos complejos.


En 1999 recibió, de la mano del presidente estadounidense Bill Clinton, la Medalla Nacional de Ciencia. En 2008 recibió la Medalla Darwin-Wallace. Su nombre siempre estaba en la baraja de los premios Nobel.

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