La controvertida tecnología parece haber dado, finalmente, sus frutos para el tratamiento de un trastorno genético en el metabolismo del colesterol.
La FDA aprueba droga genética para tratar enfermedad poco común
Por Andrew Pollack
Traducción por Claudio Pairoba
Por Andrew Pollack
Traducción por Claudio Pairoba
La Administración de Drogas y Alimentos de los EE.UU. (FDA por sus
siglas en inglés) aprobó el martes una nueva droga que no solo trata un
raro desorden heredable que causa niveles de colesterol extremadamente
elevados y ataques cardíacos a los 30 años, sino que lo hace usando una
tecnología largamente buscada la cual puede desactivar genes específicos
que producen enfermedades.
La droga, Kynamro, inventada por Isis Pharmaceuticals
y que será comercializada por la división Genzyme de Sanofi, no apunta a
ser un éxito de taquilla. Tiene algunos efectos secundarios que son
preocupantes y los pacientes con la enfermedad (conocida como hipercolesterolemia familiar homocigota HFH) podrían no ser más de unos pocos cientos en los EE.UU.
Pero de todas formas, Kynamro podría convertirse en el primer éxito comercial para la técnica del silenciamiento genético, conocida como antisense (antisentido),
la cual según los expertos finalmente cumplirá sus promesas luego de
más de dos décadas de investigación y numerosas decepciones.
“Lo que la gente ha estado esperando es la validación donde alguien
consigue una ganancia y los pacientes se benefician,” manifestó Artur M.
Krieg, director ejecutivo de RaNA Therapeutics, un desarrollador de
drogas antisentido en Cambridge, Massachussets.
Isis, con oficinas en Carlsbad, California, ha estado trabajando en la
tecnología antisentido desde su fundación en 1989, gastando cerca de U$S
2.000 millones. Una de sus drogas contra una infección asociada con VIH
se aprobó en 1998, pero sus ventas no fueron buenas y algunos expertos
consideran que no usaba realmente el mecanismo de silenciamiento
genético.
La experiencia de Isis contrasta con la de Gilead Sciences, la cual
también fue fundada a fines de los 80 para desarrollar la tecnología
antisentido. Se dio por vencida después de varios años – vendiendo las
patentes que ya no necesitaba a Isis – y se abocó a desarrollar drogas
antivirales usando otras técnicas. Ahora es una superestrella entre las
compañías de biotecnología con un valor de mercado de U$S 59.800
millones, comparados con los U$S1.400 millones de Isis.
Stanley T. Crooke, fundador y director ejecutivo de Isis desde sus
comienzos, expresó que el largo período de desarrollo no fue algo
extraño para una nueva tecnología.
“Le dije a la gente que llevaría 20 años y U$S2.000 millones antes de que supiéramos si la tecnología funcionaba”, dijo en una entrevista el martes. “Creemos que es una día clave para la tecnología y la compañía.”
“Le dije a la gente que llevaría 20 años y U$S2.000 millones antes de que supiéramos si la tecnología funcionaba”, dijo en una entrevista el martes. “Creemos que es una día clave para la tecnología y la compañía.”
Isis o sus socios están desarrollando drogas para bajar los
triglicéridos, tratar la atrofia muscular espinal y reducir cicatrices
postoperatorias entre otras cosas. Los socios incluyen a Biogen Idec,
Pfizer y AstraZeneca.
Dos compañías rivales en el campo de las drogas antisentido Sarepta
Therapeutics y Prosensa están desarrollando drogas para la distrofia
muscular las cuales se han mostrado prometedoras en los ensayos clínicos
iniciales.
A pesar de todo esto, el Dr. Cy Stein, un investigador de largos años
en el tema, dijo que es demasiado temprano para decir que el antisentido
ya está entre nosotros. Este tema ha visto falsos amaneceres en el
pasado.
Las drogas antisentido funcionan básicamente matando al mensajero. La
receta para fabricar una proteína es llevada desde un gen en el núcleo
hacia el cuerpo de una célula a través de una sola hebra de ARN, llamada
ARN mensajero.
Las drogas antisentido son pequeños fragmentos de ADN o ARN sintético
que se unen a ese mensajero de manera de inactivarlo o destruirlo.
En teoría una droga antisense puede construirse con el fin de apagar
cualquier gen, generando un mecanismo para desarrollar un número
virtualmente ilimitado de drogas.
Pero en la práctica ha sido difícil lograr que las drogas entren en las
células con suficiente potencia y sin efectos tóxicos. La industria ha
desarrollado maneras para modificar las drogas químicamente y ayudar con
el tema mencionado.
Kynamro, conocida genéricamente como mipomersen, inhibe la acción del
gen de la apolipoproteína B, el cual participa en la formación de las
partículas que transportan el colesterol en la sangre.
Si no son tratados, la gente que tiene HFH pueden tener niveles de colesterol LDL – el llamado colesterol malo – tan altos como 1000 mg/dl. Los niveles deseables están alrededor de 130 o menos.
Las estatinas
funcionan para estos pacientes y han ayudado a incrementar el típico
promedio de vida de 18 a 33 años, pero aún se necesita una mayor
reducción del colesterol. Los pacientes también pueden conectarse a una
máquina una vez a la semana para limpiar su sangre de colesterol.
Los pacientes del ensayo clínico principal para Kynamro comenzaron con
niveles de LDL cercanos a 400. Después de 26 semanas de tratamiento, los
que tomaban Kynamro tuvieron una disminución promedio de colesterol LDL
de 24,7% comparado con una disminución del 3,3% para aquellos que
tomaron un placebo.
La etiqueta para Kynamro incluirá una advertencia resaltada sobre daño
hepático potencial. Otros efectos secundarios incluyen reacciones en el
sitio de inyección y síntomas similares a la gripe.
Kynamro compartirá el mercado con Juxtapid, una droga desarrollada por Aegerion Pharmaceuticals que fue aprobada el mes pasado.
En octubre, un comité asesor de la FDA votó 13 a 2 a favor de la
aprobación de Juxtapid pero solo 9 a 6 a favor de Kynamro,
principalmente debido a la preocupación por los efectos secundarios.
Juxtapid es una píldora diaria, mientras que Kynamro se inyecta una vez a
la semana.
Genzyme no anunció el precio de Kynamro pero podría ser similar al de
Juxtapid, el cual cuesta entre U$S235.000 y 295.000 al año, similar a lo
que sucede con otras drogas para enfermedades extremadamente raras.
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