Sin la asfixiante carga de los actuales sistemas de evaluación, los científicos iberoamericanos podrían trabajar en condiciones más saludables, más proclives a la expansión de sus capacidades, y obtener así mejores y más creativos resultados.
Al menos eso es lo que piensa Judith Stutz,
coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación
Científica de la Universidad de la República del Uruguay (UDELAR),
quien considera que la actual estructura de valoración académica
obliga a los científicos a lidiar con estándares opresivos que les
quitan tiempo, recursos y energía para cumplir de forma cabal con su
verdadera tarea -investigar, nada menos-, y que además han generado
una serie de hábitos negativos, algunos incluso fraudulentos, que hoy se
cuentan por decenas en la práctica de la investigación.
Éste y otros temas –la subutilización de las capacidades innovadoras
en los países de América Latina, los caminos que debe abrirse la
ciencia en contextos de escasez y las herramientas que esa precariedad
puede traer al quehacer de nuestros investigadores- son algunos de
los puntos que la prestigiosa investigadora uruguaya tratará en la
siguiente entrevista.
PREGUNTA: Una de las principales deficiencias de la ciencia y
la tecnología en América Latina es la relación entre la investigación
y las empresas. ¿A qué se debe esto?
RESPUESTA: Yo creo que el problema no es, estrictamente hablando, la
falta de demanda de conoci-miento. Si vas a cualquier empresa, te van a
decir que lo que más necesitan es maquinaria moderna y de calidad. El
problema es la subutilización sistemática de nuestras propias
capacidades. Hay un concepto de Robert Merton que se llama el “efecto
Mateo” en la ciencia, por el versículo 13 de su Evangelio, que dice: “Al
que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará
incluso lo poco que tiene”. Cada vez que surge un proyecto complejo que
se podría realizar en cualquiera de nuestros países y que sin embargo
se hace afuera, estamos regalando oportunidades de aprendizaje. Lo
poco que tenemos lo vamos perdiendo por falta de oportunidades para
ponerlo en práctica. ¿Por qué las gerencias de nuestras empresas
públicas eligen comprar afuera? ¿Y por qué, en cambio, la empresa
pública de telecomunicaciones sueca en su momento decidió comprarle a
Ericsson en vez de a Siemens, cuando esta segunda opción parecía más
lógica y Ericsson era todavía una empresa naciente? La respuesta es
simple. Los suecos sabían lo que estaban haciendo: abrir posibilidades
de aprendizaje para la ciencia, la tecnología y la innovación
nacional. Se trataba de un país pequeño que estaba buscando generar
sus propias capacidades, algo que nosotros no hemos llegado a
concretar y que entraña un problema de política.
No se puede echar la culpa a la estructura productiva: es la que tenemos. Lo importante es abrirnos oportunidades para avanzar; para eso tenemos que correr el riesgo de equivocarnos. ¿Se pueden abrir esas oportunidades? Claro que se puede. ¿Tenés apuro? Bueno, entonces compralo afuera, pero al mismo tiempo permití que lentamente seamos capaces de dejar de acudir exclusivamente al exterior para resolver nuestros problemas, en particular los más complejos. Hay que ser funcionales, no estoy hablando de cerrar las fronteras. Una cosa es considerar la compra como algo terminal y otra tomarla como una razón de urgencia y al mismo tiempo trabajar para ya no tengamos que recurrir a opciones de urgencia. Yo sí veo esto último como posible, pero también creo que desde el punto de vista ideológico ha permeado entre nosotros un discurso de “zapatero a sus zapatos”. Los países del Norte invierten un 3.5 por ciento del PBI en I+D, nosotros un 0.4: eso es “zapatero a sus zapatos”. Ellos investigan y nosotros compramos sus resultados. Así seguimos en el subdesarrollo, y si no cambiamos, así vamos a seguir por los siglos de los siglos.
No se puede echar la culpa a la estructura productiva: es la que tenemos. Lo importante es abrirnos oportunidades para avanzar; para eso tenemos que correr el riesgo de equivocarnos. ¿Se pueden abrir esas oportunidades? Claro que se puede. ¿Tenés apuro? Bueno, entonces compralo afuera, pero al mismo tiempo permití que lentamente seamos capaces de dejar de acudir exclusivamente al exterior para resolver nuestros problemas, en particular los más complejos. Hay que ser funcionales, no estoy hablando de cerrar las fronteras. Una cosa es considerar la compra como algo terminal y otra tomarla como una razón de urgencia y al mismo tiempo trabajar para ya no tengamos que recurrir a opciones de urgencia. Yo sí veo esto último como posible, pero también creo que desde el punto de vista ideológico ha permeado entre nosotros un discurso de “zapatero a sus zapatos”. Los países del Norte invierten un 3.5 por ciento del PBI en I+D, nosotros un 0.4: eso es “zapatero a sus zapatos”. Ellos investigan y nosotros compramos sus resultados. Así seguimos en el subdesarrollo, y si no cambiamos, así vamos a seguir por los siglos de los siglos.
P: ¿Cómo se observa esta situación desde el lado de los investigadores?
R: En Uruguay estamos impulsando, en la Universidad, la siguiente
política: hay que evaluar cada cinco años y en ese período hay que
demostrar que se trabajó integralmente en las tareas universitarias. En
ese tiempo el investigador tiene que contar con un producto de calidad
publicado, pero no se pondrá el énfasis en el número de papers. Lo que vamos a proponer es que haya un mix:
si un investigador tiene sólo un artículo publicado, pero además hizo
una asignatura de grado nueva, fundó una maestría o inició una tesis
doctoral, eso también será tenido en cuenta. Nuestra idea se basa en
que hay que dejar a los investigadores tranquilos, para que puedan
trabajar en las mejores condiciones. Si un científico estuvo cinco
años investigando, en los próximos cinco años cosechará los
resultados.
Tenemos que empezar a confiar en la libido académica, como
diría Bourdieu, en el gusto por lo que se hace, pero para eso los
investigadores necesitan espacio. En el espectro científico hay vagos y
“chantas”, pero otros muchos, la mayoría, trabajan de verdad. La
excelencia asociada a productividad medida por número de papers como manera de seleccionar y premiar a investigadores da lugar a prácticas indeseables. Una de ellas es el “salame paper”: tengo un paper
razonablemente estructurado y lo parto en diez para que rinda más. Está
también la técnica cooperativista: un científico no tuvo nada que ver
en una investigación determinada, pero sin embargo está entre los
firmantes del paper que da cuenta de los resultados obtenidos. Un favor que luego se paga con otro favor en el paper
siguiente. Y así. Las prácticas fraudulentas a las cuales ha llevado
este sistema son conocidas en todo el ámbito científico y, por cierto,
no ayudan a tener una mejor ciencia.
Un científico importante me dijo
hace poco: “No entiendo qué pasa. Tengo cada vez menos estudiantes
doctorales porque me dicen que soy muy exigente”. Éste es el tipo de
problemas que vienen con el actual sistema de evaluación. Hay una
búsqueda constante de alternativas que no lleven mucho tiempo, que no
obliguen a leer mucho, etcétera. Y es lógico que no haya tiempo, si se
evalúan períodos relativamente cortos de actuación y si los criterios
son fundamentalmente cuantitativos. El sistema de evaluación se ha
convertido en algo más importante que la propia investigación. Eso es lo
que debemos corregir y de ahí viene nuestra propuesta, que ya ha sido
aprobada por el Consejo Directivo Central de la Universidad en
Uruguay, pero que todavía tiene por delante el trabajo de
reglamentación.
P: ¿Qué significa investigar en condiciones de precariedad?
R: Significa llevar adelante el trabajo de investigación a partir de
un escenario de escasez, algo a lo que los latinoamericanos estamos
acostumbrados. En la medida en que podamos complementar eso con mejoras
en nuestro quehacer científico, contaremos con una palanca que no se
da en otras partes del mundo. Cuidado: no estoy haciendo un elogio de
la miseria. Estoy diciendo que, ya que somos precarios, ya que tenemos
que sobrevivir en condiciones de pobreza y ya que eso nos ha dado una
heurística intelectual muy especial, entonces aprovechémosla. Lo que
somos hoy es algo que no se puede cambiar; lo que seremos mañana, sí.
Complementemos y apuntalemos nuestra coexistencia con la precariedad
para que el mismo contexto se nos convierta en una herramienta. Hay un
concepto indio maravilloso que se conoce como frugal innovation:
“innovación frugal”. Este concepto dice que, a partir de la
utilización de muchísimos menos recursos de todo tipo (monetarios, de
materiales, etcétera), se pueden lograr los mismos resultados que por
la vía ortodoxa. Es un concepto muy nuevo, del que me enteré en 2012 y
al que enseguida equiparé con el trabajo que realizamos en la región.
Estamos haciendo innovación frugal, una práctica que a partir de
determinados factores (el cambio climático, por ejemplo) va a empezar a
hacerse cada vez más necesaria. Y que puede ser una buena respuesta
desde la cual trabajar para traer mejoras al trabajo de nuestros
científicos.
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