sábado, 31 de octubre de 2020

Ciencia rosarina en primera persona

Entrevista a Florencio Podestá, director de la delegación del CONICET en Rosario. Conocimos aspectos institucionales y experiencias personales en el mundo de la ciencia y la tecnología.

Por Claudio Pairoba*

Florencio Podestá es director del Centro Científico Tecnológico (CCT) - Rosario y profundiza sobre el rol de este organismo, delegación del Consejo Nacional de InvestigacionesCientíficas y Técnicas en la ciudad. Charlamos además sobre ciencia, presupuestos, infraestructura, relación con el sector privado, becari@s, postdoctorados y ciencia básica y aplicada. La entrevista completa puede verse aquí.

A continuación compartimos algunas preguntas y reflexiones.

¿Que el CCT-Rosario?

Es una delegación local del CONICET que tiene distintas funciones. Algunas son meramente administrativas, como el manejo de subsidios y todos los dineros que son volcados por el CONICET para nuestra investigación acá pero también del manejo de los recursos humanos. Desde una licencia hasta otras cuestiones más cotidianas.

También tiene como misión fundamental asegurarse de que todos los institutos o unidades ejecutoras que están bajo su dependencia puedan desarrollar sus actividades científicas de la mejor manera posible. En esta gestión tenemos el objetivo de garantizar un crecimiento armónico de todos los institutos y que cada uno pueda trabajar aun cuando las condiciones no siempre sean las más adecuadas. Sabemos que hacer ciencia en este país jamás ha sido fácil. Han cambiado los signos monetarios pero en cualquier denominación la plata ha sido poca. Hemos tenido épocas mejores y otras que han sido bastante malas. Tenemos que funcionar entonces para que todos los institutos tengan igual acceso a los beneficios que da el CONICET.


¿Cuántos institutos hay?

Son 14 institutos, y todos tienen doble dependencia entre el CONICET y la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Cubren muy distintas áreas: biomedicina, ciencias agrarias, ciencias sociales, estudios históricos y de educación, bioquímica de plantas, microbiología, biología molecular, investigación farmacéutica, etc. La temática es muy variada.

A principios del presente siglo empezó desde CONICET central una política de crecimiento que permitió la creación de varias unidades ejecutoras, hasta llegar al número de 14 que tenemos hoy. Primero hubo un Centro Regional (CERIDER) que luego se transformó en el Centro Científico Tecnológico, de los cuales hay más de 20 en todo el país.

La pandemia y la ciencia

A pesar de estar en un estado bastante crítico para fines del 2019, esta pandemia encontró al sistema científico preparado para dar respuestas de todo tipo. Desde crear un kit para la detección del virus hasta el estudio de nuevos medicamentos o tratamientos, pasando por la identificación de las necesidades sociales que aparecen en un momento de pandemia. Esto es muy importante, ya que las ciencias sociales han sido bastante relegadas y se les da mucha menos prensa. Pero son de igual importancia para el desarrollo igualitario de una sociedad.

Aparición del CONICET en el ranking Scimago

No deja de ser una buena noticia que el CONICET tenga el primer lugar entre las instituciones científicas gubernamentales de Latinoamérica. Esto ya ha ocurrido antes y Argentina siempre ha ocupado posiciones relevantes en ese ranking, lo que demuestra la calidad de la ciencia que se hace en el país. Otro anuncio importante es que se va a producir vacuna en el país. No son muchos los países que pueden producir la cantidad de vacunas que hace falta. Esto no sería posible en un país que no hubiera desarrollado la ciencia. Se producen 200 millones de unidades contra la aftosa cada año, y mucho de eso se exporta. Esto lo hacen científicos y técnicos formados al más alto nivel. Por todo esto no es sorprendente la aparición en el ranking Scimago.

A título personal

¿Cuál es tu formación?

Soy Bioquímico egresado de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas (FBioyF) de la Universidad Nacional de Rosario. Cuando faltaban seis meses para recibirme me di cuenta de que la bioquímica clínica no era, tal vez, lo que más me interesaba hacer. Era una carrera larga, de seis años que me encantó cursar pero lo que verdaderamente me gustaba era la química. La bioquímica me pareció interesante y todavía sigo releyendo mis viejos libros pero me pareció que yo quería hacer otra cosa, más química.

Entonces un compañero me dice que estaban tomando becarios para becas del CONICET en el Centro deEstudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI). Así que lo primero que pregunté fue: qué era un becario, qué era CONICET y qué era el CEFOBI. Nunca me había enterado de que existían becas para hacer investigación, no tenía muy en claro qué era el CONICET (si bien sabía quién era Leloir) y no sabía que en nuestra facultad había un instituto de investigación.

Fui a hablar con personas que conocía y que trabajaban allí, y empecé como becario. Me gustó casi desde el primer momento.

¿Era difícil ser becario antes?

Sí, era difícil. Se cobraba muy poco dinero. No es que ahora las becas sean un lujo pero la situación era otra. Los estipendios eran bastante bajos y no había ninguna cobertura de obra social, por ejemplo. Pero tengo recuerdos muy gratos de esa época, porque me tocó un momento muy especial, estando en un laboratorio donde había otr@s becari@s de una calidad impresionante. Néstor Carrillo, Daniel González, Alberto Iglesias, Raquel Chan, Eduardo Ceccarelli. Todos ellos hoy investigador@s superiores del CONICET con carreras magníficas. Era imposible no aprender algo de toda esa gente, aunque sea por ósmosis a uno se le pegaba.

Además el nivel de discusiones que había, no solo en los seminarios, sino en el mismo laboratorio compartiendo un mate, era muy estimulante. Se hablaba de ciencia a niveles muy altos. Así que uno forzosamente tenía que aprender lo que era la ciencia. Soy una persona curiosa y me gusta el conocimiento. Así que esa experiencia fue uno de los mayores tesoros y representa los recuerdos más fuertes que tengo de aquella época, de la cual también me he llevado algunos buenos amigos.

Después vino la finalización del doctorado. ¿Cómo empezaste esa nueva etapa?

Con lo que yo creía que era un buen inglés a cuestas, me fui a hacer un posdoctorado al Canadá. Hablaba bastante bien el inglés técnico hasta que fui al supermercado y al banco. Y tuve que aprender a hablar de nuevo. Pero fue una experiencia maravillosa y estuve tres años allí. Lo más lindo de estar en una Universidad de ese tipo es la cantidad de gente que hay de distintos lugares, las distintas formas de pensar. Hoy en día tengo amigos desde Canadá hasta la India, pasando por Inglaterra y Francia. Con todos tengo contacto y sigo compartiendo cuestiones científicas y personales. Me traje un bagaje en conocimientos y a nivel de contactos personales que es muy valioso y hasta hoy lo sigo disfrutando. Creo que es uno de los mayores beneficios que tiene la carrera científica. Este trabajo permite conocer gente y viajar.

¿Se ha ido perdiendo con el tiempo esta cultura de hacer un postdoctorado en el exterior?

Sí. Digamos que por una parte el cambio trajo beneficios pero por otra hubo pérdidas. La situación comenzó a modificarse cuando empezaron las becas postdoctorales, que antes no había, para hacer postdoctorados en la Argentina. Hasta ese momento te daban becas externas para ir a hacer el postdoctorado en el exterior. Entonces la gente se empezó a quedar y, esto es una impresión completamente personal, creo que esto favoreció mucho la endogamia. En Universidades extranjeras es casi un requisito que uno no se quede a trabajar en el lugar donde se doctoró. Uno se va a otro lado y en lo posible a hacer otra cosa. Creo que eso es la riqueza que está en la génesis del nombre de las Universidades (comunidades de gente muy diferente) que es donde se hace todo esto. Esa universalidad de conocimiento y de la posibilidad de expandir los temas de investigación es la gran riqueza del sistema.

Lamento que eso se haya perdido porque habiéndolo vivido y luego de compartir impresiones personales con tanta gente cercana a mí, sobre haber estado en el exterior, me dicen que coinciden con esta visión. También estamos de acuerdo en que es preferible hacerlo a una edad en que uno puede trabajar siendo muy productivo. Esto es un rédito que se conserva para toda la vida.

¿Cuál es la visión en otros países sobre el postdoctorado en el exterior?

En una oportunidad estaba hablando de esto con un compañero de trabajo que era chino. Después de esa primera conversación lo hablé con otros compañeros de esa misma nacionalidad. Se daba la situación de que a ellos el gobierno les pagaba durante su estadía en el exterior pero no todos volvían al país. Y lo que me decían era que el gobierno consideraba el dinero que les pagaba como una inversión. Con que volviera el 10% de los que salían, era ganancia para el gobierno. Te hablo de los años ´90 cuando la ciencia de China no era la mejor. Hoy los chinos tienen ciencia de primera y cubren todas las áreas. De manera que esa inversión a ellos les redituó.

Evidentemente que no estoy tratando de hacer ningún parangón con la situación argentina porque no tenemos ni el volumen, ni la filosofía ni la plata que tenían los chinos para hacer todo eso.

Tenían una política a largo plazo.

Ellos querían que se formaran en el exterior, volvieran a China y desarrollaran ciencia de primer nivel. Y lo hicieron. Habrán sido el 10% pero fueron la semilla.

¿L@s becari@s están más protegidos hoy en el desarrollo de su trabajo de tesis?

Sí, hay mayor protección. A nivel salarial definitivamente ganan mejor de lo que ganábamos nosotros, tienen obra social y hay mayor protección de los derechos laborales. No está todo hecho todavía. Pero hasta no hace mucho tiempo no podían pedir licencia por maternidad y era muy probable que una mujer tuviera que pedirle permiso al jefe para quedar embarazada. Y te podían decir que no. O “no te tomás las vacaciones porque tenés experimentos en marcha”. Si bien pueden presentarse situaciones complicadas, hoy hay otra actitud y normativas que protegen los derechos de l@s becari@s como trabajador@s.

También hay comisiones que evalúan este tipo de problemáticas, como las comisiones de Tesis en la FBioyF, las cuales han sido de una enorme utilidad. Y esto se debe a que desde un lugar que no es el CONICET sino la Facultad, pueden identificarse tempranamente estos problemas. Entonces la comisión de tesis actúa como intermediaria para que ese problema no llegue a mayores de ser posible.

Es un gran logro ya que tener una comisión con cercanía física a su entorno científico facilita enormemente la detección de problemas y su resolución.

También hay un Observatorio de Violencia Laboral y de Género en CONICET, lo cual antes no existía. Esto es fruto de una paritaria del año 2007 que está en funcionamiento desde hace un par de años. De esta manera se identifican y sobre todo previenen este tipo de violencias.

Esta situación es de gran actualidad en estos momentos de pandemia porque algunas de las unidades ejecutoras están trabajando. Pero los que están trabajando son l@s becari@s que son quienes hacen el trabajo en la mesada. También hay algún@s investigador@s jóvenes que están haciendo este tipo de trabajo experimental. Justamente establecimos un protocolo cuya primera frase es “el regreso al trabajo es voluntario”. O sea que nadie puede obligar a nadie a volver, porque l@s becari@s también pueden ser madres o padres, o tener padres grandes con riesgo de contagiarse.

O sea que son cambios drásticos y positivos comparados con tu época de becario.

Cuando yo era becario no pensaba en estas cosas, son cuestiones resultantes de un cambio de mentalidad que nos involucró y al que nosotros también hemos ido propiciando. Otro ejemplo, cuando era Secretario de Posgrado de la FBioyF, participé de la modernización del Reglamento de Estudios de Posgrado ahora vigente en la UNR. Una de las grandes faltas del anterior era la ausencia de un artículo que dijera que en el caso de que las mujeres fueran madres había que extender el plazo para finalizar el doctorado, lo cual no estaba considerado en ninguna parte. Había que pensar en darles a las candidatas a un Doctorado el tiempo necesario para la crianza de su hijo en las instancias iniciales, cuando el trabajo suele ser muy duro.

Volviendo al punto inicial, estas eran cosas que antes no las pensábamos. Hoy están instaladas y me parece fantástico que sea así. Incluso la UNR tiene una Secretaría de Géneroy Sexualidades la cual también contribuye a la protección de l@s becari@s quienes aunque no tengan cargo docente, son estudiantes doctorales. Además, todos los institutos son de doble dependencia con la UNR.

En definitiva, hacer ciencia también involucra otras cuestiones, de índole práctica, administrativas, de planificación, políticas y de relaciones humanas que tienen que ser consideradas para lograr un desarrollo armónico entre todos los actores involucrados y la generación de nuevos conocimientos. En algún momento eso puede pasar a ser parte de la vida de un científico. Es bueno devolver con este trabajo lo que tanto se invirtió en formarnos, especialmente al final de la carrera.

 

Fuente

rosario-conicet.gov.ar

 



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