miércoles, 11 de diciembre de 2013

Repositorios institucionales: nuevas maneras de manejar la información científica

Estos espacios permiten mostrar con mayor impacto los resultados de trabajos científicos y tener una idea más clara de las actividades de investigación de las universidades. Se abren nuevas posibilidades para su desarrollo a consecuencia de la ley de libre acceso a la información científica. 

 
 

 
El pasado 4 de noviembre, la Prof. Ing. Marisa De Giusti brindó una interesante charla en el ámbito del Consejo Interuniversitario Nacional sobre el tema de los repositorios institucionales. La misma siguió a la exposición del Dr. Alejandro Ceccato, Secretario de Articulación Científico Tecnológica (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación), quien habló sobre la recientemente sancionada ley de libre acceso a la información científica (http://www.unr.edu.ar/noticia/7394/es-ley-el-acceso-libre-a-la-informacion-cientifica).
 
De Giusti es directora del Proyecto de Enlace de Bibliotecas (PrEBI)  y del SeDiCI (Servicio de Difusión de la Creación Intelectual), los cuales funcionan dentro del ámbito de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Dado que el SeDiCI es el repositorio institucional de esta universidad, el cual se ocupa de mostrar la producción científica de sus investigadores, no es casualidad que esta segunda charla se diera a continuación de lo expuesto por el Dr. Ceccatto. La ley recientemente sancionada especifica que todos los trabajos de investigación realizados con financiamiento del Estado, deben ser accesibles para todos los interesados en consultarlos.
 
El tema no es menor, ya que ha planteado un enfrentamiento, con distintos matices, entre grupos de científicos y editoriales en los últimos años. En el sistema tradicional de publicación de artículos científicos los autores envían un trabajo a una revista científica, la cual, luego de una revisión por pares, decide si lo publica o no. En caso de publicarlo, los autores deben pagar (gastos, administrativos, de procesamiento, etc.) al mismo tiempo que ceden todos los derechos del trabajo a la editorial que publica la revista. Para entenderlo mejor, esto implica que los autores no pueden hacer nada con el trabajo que lograron publicar, ya sea distribuirlo por su cuenta o, en el caso de desearlo, subir el artículo en un blog o página de Internet de su propiedad.
 
¿Por qué un repositorio?
Durante su animada charla, la ingeniera expuso las bondades del sistema de repositorios, entre las cuales deben destacarse la mayor exposición que reciben los trabajos de investigación así como una mayor visibilidad de las actividades que se llevan a cabo dentro del ámbito académico específico (en este caso, la UNLP). Esto se logra a través del manejo de una serie de herramientas las cuales, aplicadas de manera estratégica, permiten encontrar la información a través de un mayor número de caminos así como tener acceso a una variedad de estadísticas, entre otras opciones de gran utilidad. Los repositorios muestran tanto los trabajos de investigación como las tesis doctorales y de maestría producidas en el ámbito de las universidades que los alojan.
 
El SeDiCI se posiciona cuarto entre los repositorios de América Latina y está entre los primeros 100 a nivel mundial, con un total de 30.000 recursos (entre trabajos originales y tesis doctorales y de maestría, entre otros).
 
La exposición de la Ing. De Giusti puede descargarse cliqueando aquí.
 
* Miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico (RADPC).
 
Notas relacionadas
 
 
 
 
5. Ciencia, comunicación, ayuda y diplomacia

sábado, 7 de diciembre de 2013

A 40 años de la autopoiesis de Maturana, el concepto más revolucionario de la ciencia chilena a nivel mundial

El alcance de éste se estudia en medicina, educación, filosofía y psicología cognitiva. Maturana partió con la biología molecular, pasó al sistema nervioso y luego siguió con la biología del conocimiento y el lenguaje. Hoy, afirma que los humanos somos seres donde la biología y la cultura son "autopoiéticas". Durante los últimos 50 años el biólogo sistémico ha dedicado su tiempo a comprender el conocimiento y el entendimiento humano.


Por Hector Cossio
Hace más de 50 años, Humberto Maturana era un joven biólogo que comenzaba a hacer clases en el ex Instituto de Ciencias, hoy Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Entonces tenía poco más de 30 años y ya lo obsesionaba intentar dar respuesta a preguntas imposibles, o imposibles para quienes no buscan afanosamente encontrar respuestas. En sus propias palabras recuerda: “Yo me creía capaz de responder todas las preguntas, pero hubo una que me hizo un alumno en 1960 que no supe responder”. En esa clase Maturana estaba hablando de los primeros seres vivos en el mundo y calculó que la vida había comenzado hacía 2.800 millones de años. Entonces el alumno preguntó: “¿Que comienza hace 2.800 millones de años, de modo que usted me dice ahora que los seres vivos comenzaron entonces?

Maturana se quedó en silencio, después de unos segundos respondió: “No lo sé, pero si usted vuelve a mi clase el próximo año le voy a proponer una respuesta”. Si el alumno volvió o no a la clase nadie lo recuerda, pero a partir de ese momento la búsqueda de la respuesta se convirtió en su tema. Se hizo biólogo sistémico, con su ex discípulo Francisco Varela formó una de las duplas científicas chilenas que más ha aportado al conocimiento mundial, escribió varios cientos de papers y ha dado miles de horas en charlas, clases y simposios. Los resultados de sus estudios se han aplicado a la biología, la medicina, la educación, la filosofía y la psicología cognitiva.

No obstante todo ello, hubo un solo concepto que dio el punto de partida. Un concepto que hoy cumple 40 años y por el cual este viernes el profesor Maturana será homenajeado en el marco de un seminario internacional organizado por el Instituto de Filosofía y Ciencias de la Complejidad (IFICC): la autopoiesis.


 Del Quijote a la autopoiesis 

Francisco Varela
Francisco Varela

Antes de intentar explicar la autopoiesis –que a modo de introducción sería necesario señalar que es un término que no ha conocido límites de aplicación–, habría que contar cómo fue que Maturana ya siendo un próspero científico progresista –a mediados de los 60– aceptó a un joven discípulo para crear junto a él el primer libro en que se habla de sistemas autopoiéticos, De máquinas y seres vivos.

“Francisco Varela fue alumno mío en el Instituto de Ciencias, enviado por un profesor de la Católica. Tenía 20 años y estaba estudiando medicina y yo lo entrevisté. Fue en el curso de una conversación larga. Yo no tenía preestablecido lo que iba a ser. La conversación fue sobre sus intereses. Tenía intereses filosóficos, pero estaba estudiando medicina, tenía intereses políticos. En algún momento, yo le pregunto: ‘¿Bueno, pero qué te interesa en la vida?’”

“Y él me dice: ´Quiero entender el psiquismo en el universo’”.

“‘Humm…, bien, bienvenido’ y lo acepté. ¿Y por qué lo hice? Yo creo porque me gustó la audacia de quien quiere estudiar el psiquismo en el universo”.

Con este estudiante, que rápidamente dejó la medicina, Maturana comenzó a madurar la respuesta sobre el origen de los seres vivos que casi 10 años antes le había hecho el otro estudiante. Sentía que ya tenía la respuesta, pero le faltaba el concepto. Como su especialidad es la biología sistémica, el biólogo aventuró su teoría en términos moleculares. “Los seres vivos son sistemas de dinámicas cíclicas, cerradas en sí mismas, como redes de autoproducción de los componentes moleculares que las constituyen”. En palabras simples, sería algo así como que los seres vivos se hacen a sí mismos, se autoproducen, que el resultado de estos sistemas cíclicos de producción molecular es el mismo ser vivo. Hoy, es probable que esto no constituya novedad, pero hace 40 años fue toda una revolución, porque se propuso dejar de pensar en la función de los órganos (la preocupación científica de esos días) para concentrarse en el resultado del proceso molecular. Esta aventura, originalmente biológica, alcanzó ribetes entonces insospechados, que llevó al biólogo a otro mundo, para nada menos complejo: el conocimiento, el entendimiento humano.

Mientras Varela pensaba que era necesario formalizar la teoría, es decir, darle validez mediante un razonamiento matemático, a Maturana se le cruza este conocimiento con lo que ya había empezado a ver en el sistema nervioso, que también eran procesos cerrados internos. Y se le viene una nueva gran pregunta. Y si el sistema nervioso es un sistema cíclico de producción molecular que se autoproduce, ¿qué pasa con la percepción?, ¿son los elementos externos los percibidos o es la experiencia, lo que le pasa a uno, lo que le da el sentido?

Mientras, el concepto que finalmente terminó por definir el proceso nació de una conversación anecdótica con un literato, Juan de Dios Bulnes. “Él me contó que su tesis había sido sobre el dilema del Quijote, que era si debía dedicarse a la producción (poiesis) de cuentos de caballería o a la praxis, la caballería misma. Ésa es la palabra que yo necesito, me dije,  ’poiesis’, porque lo seres vivos se producen a sí mismos. ¡Autopoiesis! Y así creé una palabra griega legítima”.

La biología del conocer
¿Si los seres vivos son sistemas cíclicos cerrados que se autoproducen y el sistema nervioso lo es asimismo también, qué es lo que nos hace entender las cosas, qué hace que la gente pueda convivir, si la percepción no depende tanto de lo que está afuera sino de lo que ocurre en nuestro interior? Para dar una respuesta a esta pregunta, que aún siendo lógica deja abierta muchas más interrogantes, Maturana recurre a un ejemplo sencillo para explicar la percepción, y cómo todo finalmente se arma en el lenguaje.  Nuestros ojos, explica, nuestra retina, no percibe la misma composición espectral de los colores. Está claro que frente a un color, que podría ser verde, no todos vemos la misma composición, pero todos lo llamamos igual. Entonces el color no se capta en la retina, se da en la experiencia, en la palabra.

“Todos ven verde, pero todos no ven el mismo verde. No sabemos lo que ven, eso es lo que no sabemos, pero todos le ponen el mismo nombre y si le ponen el mismo nombre quiere decir que ven lo mismo, porque resulta que el nombre no es lo que está allá, sino lo que le pasa a uno, entonces yo pude demostrar que la actividad en la retina se correlaciona con el nombre del color, no con la composición espectral del color”.

Esta función que se da en el lenguaje no responde a un conjunto de símbolos codificados mediante un consenso. Para Maturana lo fundamental es la acción del lenguaje y la interacción, es decir, la convivencia que se da en los seres humanos en el lenguaje. Y como se trata de una acción, no de un conjunto simbólico, el biólogo prefiere hablar de lenguajear.

ximena-humberto

La Matríztica y la biología cultural
De acuerdo a la lógica maturaniana, la convivencia que se da en el lenguaje entre los seres humanos es la clave para entender cómo la experiencia es la que nos va dirigiendo en la vida, según cada circunstancia. Para entender esta nueva conceptualización, el profesor acuñó el concepto de “deriva natural”, que se une a la evolución de la especies. Para el pensador, el vivir en convivencia y el conocer están siempre a la deriva, al igual que el navegante de un velero que ha perdido el motor de la nave, las velas y los remos y se encuentra a merced de las corrientes. “Los organismos realizan su vivir en la tangente que va apareciendo momento a momento en el deslizarse en un entorno sin que ellos sepan para dónde van”. La sobrevivencia en el ejemplo, entonces, tiene que ver con las decisiones que se toman sobre la base de las experiencias. De modo que si está a la deriva, pero conoce la dirección y velocidad que toman las corrientes, podría calcular la hora y el destino.

Esas experiencias, bajo la misma lógica, están determinadas por la emoción. En este punto el conocimiento se vuelve también autopoiético, y aunque si bien la autopoiesis define un concepto de producción molecular, también sirve para identificar que los seres humanos, en tanto personas, vale decir, individualidades que se relacionan a través del lenguaje y que conviven en la deriva natural, constituyen un todo compuesto de biología con cultura.

Hablar de que los seres humanos somos biológicos y culturales parece una obviedad tremenda, por eso es que Maturana elimina el “y”, y sostiene que las personas somos seres “biológicosculturales” indivisibles, así como la biología y la química es bioquímica.

Esta reflexión es el fundamento de la Matríztica, el instituto que el doctor Maturana ha levantado junto a Ximena Dávila, también discípula, para investigar la matriz biológico-cultural de la existencia humana. La propuesta del instituto es explicar las experiencias desde las experiencias, como un hacer propio del modo de vivir humano (cultura) en un fluir en el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar (conversar), que es donde sucede todo lo humano.

Fuente:
www.elmostrador.cl

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