Antes los jóvenes querían crecer para ser como sus padres, pero en la actualidad son los padres los que buscan imitar a sus hijos, interpelados por consumos culturales que los empujan a tener peinados a la moda, vestir el último jean, manejar redes sociales y mostrarse alegres, proactivos y flexibles. En paralelo, los jóvenes son etiquetados por el relato mediático y ubicados en un limbo que se balancea entre discursos glorificadores –porque “está bueno ser joven”– y estigmatizantes –porque, también, no hay que olvidar que “la juventud está perdida”–, apunta el investigador Pablo Vommaro. “Ser joven hoy no puede separarse de un proceso que comenzó en los setentas y fue denominado ‘juvenilización de la sociedad’”, afirma el doctor en Ciencias Sociales (UBA), coordinador del Programa Grupos de trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) e investigador adjunto del Conicet en el Instituto Gino Germani.