Un día de 1924 un joven aristócrata francés le dio la vuelta
a la tortilla de la cuántica, cuando esta empezaba a cuajar. Hasta los
físicos más conservadores comenzaban a aceptar la revolución de la
dualidad: la luz no solo es una onda, sino que también se comporta como
un haz de partículas (fotones), como había establecido Einstein con su explicación del efecto fotoeléctrico, que le valió el premio Nobel en 1921.
Entonces Louis de Broglie (15 agosto 1892 – 19 marzo 1987) —un científico novato, licenciado antes en Historia— pensó lo contrario: ¿y si… las partículas también se comportasen como ondas? Hace un siglo había preguntas tan atractivas como esa, a las que dedicar una tesis doctoral. Y eso fue lo que hizo él. Tras estudiar a fondo durante varios años las bases de la física cuántica, establecidas por Max Planck y Albert Einstein, presentó su tesis en 1924 con un importante descubrimiento teórico: los electrones se comportan como ondas y, no solo eso, sino que todas las partículas y objetos llevan asociada una onda de materia.
Del apoyo de Einstein a la demostración experimental
Esa es la conocida como hipótesis de De Broglie. Juntando las
ecuaciones de Planck (cuantización de la energía: E= hν) y de Einstein
(relatividad especial: E=mc2), De Broglie calculó cuál sería
de la longitud de esas ondas de materia asociadas a cada partícula,
dependiendo de su velocidad y de su masa. Así que, según De Broglie,
todo nuestro mundo es cuántico, no solo la luz. Una conclusión tan
atrevida que fue rechazada de inmediato por muchos físicos, e ignorada
por otros.
Aunque su carrera científica todavía era corta, cuando presentó su
tesis doctoral el físico francés había realizado ya otras
investigaciones, que le habían enfrentado con algunos de los científicos
más influyentes del momento. No así con Einstein, que apoyó con
entusiasmo las conclusiones de De Broglie. Pero ni el apoyo de Einstein
valía para darle la razón: su hipótesis tenía que ser demostrada
experimentalmente.
Si el electrón era una partícula que se comportaba como una onda,
entonces tendría que mostrar propiedades típicas de las ondas, como son
la difracción y las interferencias. Y entonces sucederían cosas tan
extrañas como que un electrón sería capaz de atravesar a la vez dos
agujeros diferentes. Algo así fue lo que demostró el experimento de
difracción de electrones de Davisson y Germer (1927), confirmando por
tanto la hipótesis de De Broglie, quien recibió por ello el premio Nobel
de Física en 1929 —solo cinco años después de haber presentado aquella
atrevida tesis doctoral.
Primer paso hacia el microscopio electrónico
Pocas carreras tan fulgurantes ha habido en la historia de la
ciencia, y que hayan llegado al Nobel con el mismo trabajo que les dio
el título de doctor. Otro gran ejemplo es Marie Curie.
Y es que Louis de Broglie, con su primera gran investigación
científica, logró sentar uno de los pilares de la física cuántica: la
dualidad onda-partícula, que establece que las ondas pueden comportarse
como partículas y viceversa. De su idea de las ondas de materia nació la
mecánica ondulatoria, la nueva formulación de la cuántica que Schrödinger
desarrolló para aplicarla a átomos y moléculas. Y admitir las
propiedades ondulatorias de los electrones fue la base para inventar el
microscopio electrónico (estrenado en 1932), que permite ver cosas mucho
más pequeñas que los microscopios ópticos ‘de toda la vida’, porque la
longitud de onda del electrón es bastante menor que la de los fotones de
luz visible.
Por todo ello recordamos a Louis de Broglie como el ‘príncipe de la
cuántica’. Aunque en el mundo macroscópico este aristócrata solo llegó a
ser duque, al heredar de su hermano el ducado de De Broglie en 1960.
Por entonces ya había recibido multitud de reconocimientos por sus
méritos científicos, además del nobel: ocupó el sillón número 1 de la
Academia Francesa (1944), recibió las medallas Henri Poincaré (1929) y
Max Planck (1938) y además fue el primer galardonado con el premio
Kalinga (1942), otorgado por la Unesco para destacar contribuciones
excepcionales a la divulgación de la ciencia.
Además, fue el primer científico de renombre mundial que reclamó que los países unieran sus fuerzas para afrontar los grandes retos de la ciencia en laboratorios multinacionales. De esa petición suya nació el CERN (la Organización Europea para la Investigación Nuclear), y su larga vida (falleció a los 94 años) le permitió llegar a ver los excepcionales logros de este laboratorio de física de partículas inspirado en su visión científica.
Fuente
bbvaopenmind.com
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