En su libro “El fin de la escritura”, Fernando Peirone explora el impacto de una nueva forma de comunicación presente en redes y mensajes. Lo tradicional y lo nuevo conviviendo en una etapa de transición con posibilidades aún desconocidas. El autor también reflexiona sobre historia y presente de la Facultad Libre de Rosario, de la cual es fundador.
Por Claudio Pairoba
Hace
miles de años la humanidad comenzó a interactuar de otra manera pasando de una
comunicación gestual e imprecisa a un lenguaje articulado. Nacía la palabra,
primero hablada y luego escrita. Esta revolución ha posibilitado el desarrollo
de la cultura y el mundo tal como lo conocemos. Nadie está ajeno a que, desde
la explosión de las redes sociales, los teléfonos inteligentes y aplicaciones
como whatsapp, la transferencia de información involucra nuevos elementos como
emoticones, imágenes y reels, por solo mencionar algunos. Esta nueva
comunicación que trasciende la palabra es, hasta el momento, más difusa que su
predecesora y en ella cada uno coincide en un mensaje general que puede diferir
en cuanto a sus matices.
En “El fin de la escritura” (Fondo de Cultura Económica), el sociólogo Fernando Peirone hace una recopilación de los distintos momentos que la humanidad ha atravesado hasta llegar a este presente de comunicación permanente e instantánea el cual analiza. El docente-investigador viene realizando trabajos sobre el tema y propone que estamos ante una nueva revolución comunicacional. En este presente, se plantea la convivencia del sistema tradicional donde la palabra ha reinado como soberana y otro, aún en gestación y por lo tanto con posibilidades abiertas. El escritor realiza mucho más que una tarea descriptiva, proponiendo la necesidad de que ambas plataformas comunicacionales se interrelacionen de manera más activa y analizando los impactos que ya estamos percibiendo. Como dice el autor, este cambio de paradigma comunicacional no implica que hablemos distinto, sino que habitemos el mundo de otra manera.
A continuación reproducimos parte de la entrevista la cual puede verse completa en youtu.be/tFNSBGVP3II
¿Cómo nace la inquietud de escribir este libro?
Esto es parte de un largo proceso que se inicia a partir de los efectos culturales, sobre todo de las prácticas de consumos culturales, que se generan con la masificación de internet primero y luego con ciertas lógicas operativas que tiene, y que se incorporan socialmente, a partir de internet pasando después a los celulares, redes sociales, etcétera. A lo largo de ese proceso, lo que empecé a ver es la discontinuidad de una visión del mundo sobre la cual me gustaría detenerme un momento porque es una discontinuidad que se vive como una pérdida impidiendo pensar a raíz de qué se produce y cuáles son los efectos que tiene en lo social. Por lo cual, me parece que también habría que hacer un esfuerzo por sacarle los aspectos morales, nostálgicos, los reproches. Todo lo que ocurre en torno a una visión del mundo que empieza a tener defecciones para dar cuenta de lo que está pasando y anticiparse un poco a lo que va a suceder. Yo mismo tuve que hacer un enorme esfuerzo para empezar a imaginar modos de vincularme con lo real que no estén mediados por la cultura letrada y eso se me da a partir de dos o tres cuestiones que son importantes mencionar.
¿Cuáles serían?
Uno es que empecé a estudiar cuál era el impacto social que tenía la masificación de Internet y todo lo que vino con la Web 2.0. Ahí empecé a ver, junto con un equipo con el que venimos trabajando sobre todo en la Universidad Nacional de San Martín desde el año 2010, que había una cultura moderna que se mantenía vigente producto de lo inercial que había sido y de su potencia, permitiéndonos una interacción. Al mismo tiempo, había una especie de desdoblamiento de ese conjunto o grupo etario que tenía interlocución respecto de otro que aparecía en la vida pública sin los mismos códigos comunicacionales. Entonces, en esa especie de desdoblamiento de la esfera pública es que empecé a trabajar y advertir que, por ejemplo, empezaban a desarrollarse, al margen de toda la institucionalidad y de un modo completamente informal, una serie de saberes que tenían aplicabilidad en el mundo de los jóvenes.
¿Cuáles son esos saberes?
Me refiero a saberes que se fueron desarrollando en un vínculo casi lúdico con la tecnología, sin las tensiones que nosotros tuvimos frente a ella. Para nosotros, la tecnología tiene una entidad y un abordaje completamente diferente al de estos jóvenes que empezaron a verla como parte del ambiente cotidiano en el que fueron creciendo. A esos saberes los llamamos tecnosociales porque se inician en el vínculo con la tecnología pero después la desbordan y empiezan a gravitar en el modo en que estos jóvenes organizan y piensan la vida.
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Los jóvenes incorporan la tecnología como parte de su ambiente y desarrollan un nuevo lenguaje |
¿Qué más descubrieron a partir de este hallazgo?
Cuando advertimos eso, empezamos a ver que no solamente tenían esa dificultad sino que empezaban a desarrollar una gramática propia que ya no tenía que ver estrictamente con la cultura letrada sino con la adquisición o el desarrollo de narrativas transescriturales como después fuimos viendo. Me refiero a la masificación a través de los reels, las historias de Instagram, los memes, los stickers, los gifs. Entonces, esta escritura pasaba a tener un papel subsidiario. Eso por un lado como primer elemento.
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La brecha comunicacional entre adultos y jóvenes se ha ampliado con las nuevas tecnologías |
¿Cuál es el segundo elemento que detectaron?
El segundo elemento que vimos es que existe como un decir endogámico de las ciencias sociales y humanas que tienden a una explicación o fundamentación basadas en un modelo discursivo que no dialogaba para nada con esta otra emergencia. Empezábamos a ver un hiato entre estas dos narrativas sociales. Cuando yo lo empiezo a ver, año 2014 aproximadamente, era muy prematuro llamarlo una nueva narrativa social a eso que aparecía con los saberes tecnosociales. De todas formas, eran indicios de una narrativa que se diversificaba y desarrollaba cada vez más empezando a plantear como una especie de estado babélico donde ya no había entendimiento social sobre muchas cosas en común. En ese proceso los jóvenes empezaron a resignificar palabras clásicas como amor, pareja, trabajo, amistad, las cuales pasaron a tener como un nuevo significado. Eso sería lo que ocurrió con los primeros que atravesaron ese proceso, que fue la generación de los milenials.
Cuando ocurre el advenimiento de la generación Z, los llamados centenials, fue diferente porque ellos no usaron las mismas palabras sino que empezaron a inventar otras a un nivel de producción de sentido muy superior al esperado y a lo que históricamente había ocurrido De hecho, para darte una idea, que utilizo bastante frecuentemente porque me parece que tiene mucho de esto, cuando aparece la enciclopedia Diderot, que fue la primera del mundo, tenía unos 78.000 vocablos que alcanzaban para describir y comprender el mundo de ese momento. Ese era un mundo centralizado en Europa, en una racialidad blanca, digamos centroeuropea, que de algún modo legitimaba a un tipo de humano, casi te diría despreciando o dejando de lado a los demás. Después vinieron la antropología y las expediciones que pudieron empezar a hacer un trabajo más etnográfico relevando todas las demás culturas. Pero, en ese momento, con 78000 vocablos alcanzaba para describir el mundo.
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La creación de nuevas palabras ha adquirido un ritmo acelerado |
En la actualidad, se agregan 78.000 vocablos al año a Wikipedia, que ya no se llaman vocablos sino artículos. Con una impronta más curiosa, y es que ya no está basado en el conocimiento académico de expertos sino que autoriza a cualquier persona a poder incorporar conocimiento, Entonces, si uno está agregando 78.000 vocablos al año está, de algún modo reconfigurando, el mundo anualmente. Es una simplificación, pero es como para darle cierto volumen simbólico a lo que estamos hablando.
Responsabilidad y moda
Creo que además, los que somos mayores tenemos cierta responsabilidad para poder establecer los puentes necesarios de diálogo con esta generación que, de algún modo, se vio compelida a incorporarse a un mundo y entenderlo sin elementos de referencia sustantivos para habitarlo.
Esto no es algo que va a pasar. Para que se agregara un tomo a la enciclopedia británica con 5.000 vocablos nuevos pasaban 10 años. No es que se agregaba un tomo nuevo a la enciclopedia británica cada mes. Entonces, lo que estamos viendo es un salto no solamente cuantitativo sino cualitativo muy importante porque esta emergencia está dando cuenta de ese estado babélico del que hablábamos antes.
Este estado donde ya es muy difícil generar interlocución entre dos realidades que son tan diferentes. Lo que nosotros veíamos, cuando empezábamos a hacer este seguimiento, es que la cultura letrada, que ha sido dominante desde la Revolución Francesa para acá, estaba frente a un dilema. Un dilema que, creo, todavía está un poco sin resolverse pero que es muy potente. Ya no se trata de restaurar un orden simbólico que, evidentemente, está agotado para dar cuenta del mundo actual sino de entender el orden simbólico emergente. Para eso hace falta, y esa es la dificultad que yo creo más notoria, romper esa especie de matriz que genera como un reflejo condicionado para decir, explicar, entender, o referenciarnos. Romper con esa inercia es clave.
Rompiendo la inercia
Por ejemplo, ya no sería importante preguntarnos como se preguntaron Kant primero y Foucault después, “qué es la Ilustración” sino que nos haría falta preguntarnos qué hacemos con la Ilustración. Posiblemente la Ilustración sea el proyecto más logrado de la cultura logocéntrica y, por lo tanto, el portador de sus dos aspectos más notorios que son, por un lado, la organización y clasificación, y por otro una cultura cada vez más refinada en términos estéticos, artísticos e intelectuales. No podemos dejar de considerar que en ese proceso, como decía Walter Benjamin, la cultura tiene documentos de barbarie y documentos de cultura. Nunca deja de producir barbarie, de achicar el mundo, de volverlo cada vez más individual. Y, por el otro lado, generar acontecimientos científicos, culturales, estéticos, artísticos, de enorme valor. Incluso podríamos decir urbanos, arquitectónicos. Ahí podríamos poner muchas cosas que son de enorme valor pero al mismo tiempo no deja de ser una cosmovisión que no deja de producir horror, marginación, indignidad y deterioro atmosférico. Al mismo tiempo cierta insensibilidad y falta de empatía respecto de la otredad. Eso está en un punto de tensión, creo, que no lo podemos desvincular de todo esto que estamos hablando.
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La cultura letrada muestra fallas para explicar los desafíos planteados por los nuevos lenguajes |
Las advertencias de las ciencias sociales
Desde las ciencias sociales se fueron haciendo advertencias de esto y desde la filosofía también. Nietzsche habló sobre los aspectos simbólicos que pone en juego el lenguaje y la construcción de sentido que se produce sesgada a partir de una gramática particular que es la que usamos, especialmente todos los lenguajes e idiomas que sobrevienen después del lenguaje indoeuropeo. No nos olvidemos que Nietzsche era un filólogo y había hecho como un rastreo genealógico de toda esta esta impronta de sentido que fue construyéndose desde el nacimiento del logos para acá.
Eso que advierte y, de algún modo anuncia Nietzsche, en la segunda mitad del siglo XIX también lo retoma y lo explica a su modo Habermas en 1968 cuando dice que no debemos olvidar que la razón es una creencia más. No es algo que nos permite identificar qué es el pensamiento mágico, qué es el pensamiento religioso. Como si la razón no fuera una instancia imaginaria o un recurso interpretativo más. La razón tiene un esquema interpretativo y explicativo que es el que adoptamos a partir del momento en que el lenguaje mítico empezó a tener dificultades para comunicar frente a las potencialidades que tenía el logos, la palabra. La posibilidad de medir, de jerarquizar, de organizar que tiene la razón.
La razón como árbitro absoluto y sus dificultades
Desde el siglo VIII para acá, hemos incorporado y naturalizado la razón como el único mecanismo que define qué es un pensamiento mágico, qué es un pensamiento religioso, qué es un pensamiento racional o qué es la demencia. Sin embargo, hoy tenemos que caer en la cuenta que lo que dijeron Nietzsche y Habermas es así. Ya no porque lo anuncia un filósofo, sino porque en la realidad están manifestándose muy claramente las dificultades que tiene la razón para dar cuenta del mundo actual. Me refiero a la sociedad informacional, a todo lo que sobrevino con Internet, las redes sociales, las narrativas aumentadas, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, la algoritmización, el metaverso. La razón empieza a tener el mismo tipo de dificultades que tuvo el pensamiento mítico frente a las posibilidades de la razón. Ahora, frente a qué tiene esas dificultades la razón todavía es un conjunto de cosas, como te las enumeré recién, que no está unificado en algo. Ni en un lenguaje que permita interlocución general, ni en un proyecto porque tiene, por el momento, más potencia destructiva que constructiva. De algún modo, está más dando cuenta de las dificultades que de las oportunidades.
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Nietzsche y Habermas, dos filósofos imprescindibles para abordar el nuevo lenguaje |
Transición entre plataformas de sentido
Cuando pasamos a un lenguaje articulado, la oralidad fue la plataforma en donde se construyó esa cosmovisión plagada de efectos emocionales que pudieran permitir generar información útil para los sujetos y los miembros de una comunidad. Dónde había peligro, sobre qué había que cuidarse, los rituales que permitían darle cierta asimilación a la desaparición física de alguien. Todo eso ocurría hasta el momento en que aparece la escritura, la que pasa a ser la plataforma donde se construye el sentido de la cosmovisión y que surge posteriormente a la etapa mítica.
Ahora tenemos una dificultad muy importante, porque estamos frente a una plataforma que todavía no desarrolló completamente su lenguaje. Por eso, insisto siempre en decir que es una situación babélica y que, al mismo tiempo, produce cierta anomia epistemológica porque no sabemos bien cómo estructurar ese orden en la nueva plataforma la cual es esto que estábamos hablando recién. Un lenguaje que todavía no es estrictamente de palabras sino de una narrativa relacional, como yo digo en el libro, que se va modificando permanentemente y de acuerdo a las necesidades que aparezcan. Eso no sería nuevo porque uno siempre intercambia con la idea de generar una mayor explicabilidad pero acá lo que estamos tratando de poner en evidencia es que ha aparecido una plataforma comunicacional que ya no tiene solo actores humanos sino que tiene actores no humanos que tienen una gravitación cada vez mayor.
La inteligencia artificial está funcionando casi a la par de nuestro razonamiento no porque razone pero sí porque va generando elementos que participan de la construcción de sentido y que no son estrictamente palabras. Cuando Milei pone una imagen hecha con inteligencia artificial donde hay un león tomando un té de lágrimas de progre lo único que dice en el texto es “Lágrimas de progre”. Todo lo demás es una imagen. Ahí hay sentido que no se acaba en el texto “Lágrimas de progre” sino que está complementado con una imagen que conecta con otras cosas y que adquiere sentido en esa especie de situación que después cambia y pierde sentido, y aparece otro.
El poder de la imagen
La imagen está pesando muchísimo y te diría que también tiene su historia porque desde el renacimiento para acá todo lo que tiene que ver con la imagen ha sido cada vez más fuerte. También tiene su historia religiosa, porque la iconografía religiosa ha sido muy potente también. Hoy estamos frente a un nuevo tipo de imágenes que ya no es la imagen de la religiosidad, de la fotografía, del cine, de la televisión sino que tiene otro carácter que en general es relacional y que aparece y desaparece. Con lo cual, la linealidad, que antes nos permitía incorporarnos a un texto o a un relato de lo que sea, ha desaparecido o por lo menos no tiene el mismo peso que antes. Entonces, esa linealidad propia del logocentrismo, y de la racionalidad de establecer relaciones y continuidades entre algo que comienza se desarrolla y termina, hoy tiene una característica más de tipo rizomática. Por lo tanto, es mucho más imprevisible y mucho más difícil de captar con el esquema interpretativo de la racionalidad.
Proceso en desarrollo
Estoy trabajando en otro libro que es un poco la continuidad de este. Me hacía falta este libro para poder escribir el que estoy escribiendo ahora porque era importante hacer esta especie de reconstrucción y esta periodización de la historia, que no es la clásica, contada como un proceso. Eso me parece que forma parte de la lectura que nos propone o nos posibilita la razón. Es una reconstrucción histórica donde, de algún modo, se van eslabonando causas y consecuencias dentro de un proceso. A mí me parece que eso es un modo que estuvo muy bien, que tuvo vigencia, que sirvió y que nos permitió superar cierto estado de inermidad en el que nos sentimos como seres humanos cuando nos desprendimos de la naturaleza y pensamos que éramos diferentes a ella. En esa situación, la razón fue un elemento clave porque nos permitió construir sentido y sobrellevar 3.000 años de historia. Pero hemos llegado a un momento donde esa capacidad de cohesión y de otorgar sentido está empezando a tener dificultades que no sirven ni tranquilizan y que, justamente por eso, están generando un caos. A mí me parece que el error que solemos tener es ese clivaje razón-caos y creo que forman parte de la misma cosmovisión.
Antes hablamos de lo que dice Walter Benjamin sobre la historia, que es un documento de cultura y uno de barbarie conviviendo. Hoy creo que estamos en ese momento donde ya se agotan determinadas situaciones que ya no pueden sobrellevarse, y que hay una acumulación completamente irracional dentro de esa misma cosmovisión. Ahora hay que empezar a abordarlas desde otro lugar, desde otra epistemología y otros elementos interpretativos que por el momento son muy desordenados. Lo que sí tenemos que empezar a procesar es que estamos nuevamente frente a una inermidad.
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La inteligencia artificial, un actor clave en las nuevas formas de ver y entender el mundo |
Utilizando palabras de Flusser, referencia señera de todo esto que estamos hablando porque lo vio en el proceso inicial de una manera magnífica, somos testigos, víctimas y protagonistas de este cambio cultural. Con lo cual, casi en términos de Eric Fromm podríamos decir que somos la piedra y el cincel de una escultura que somos nosotros mismos. Ahora, las narrativas sociales no cambian todo el tiempo. La narrativa cambió cuando se produjo esta especie de revolución del lenguaje articulado 70.000 años atrás con el pasaje del periodo mítico al periodo racional y se está produciendo ahora. Eso es bastante difícil de asimilar también porque cambiar una narrativa no significa cambiar cómo hablo, significa habitar el mundo de otra manera. La estructura de la primera revolución la otorgó la oralidad, la segunda la aportó la escritura y la tercera la está aportando un conjunto de instrumentos y de recursos tecnológicos muy complejos que todavía nos cuesta entender pero que ya están incorporados y asimilados socialmente. De hecho, como bien decías vos, cuando mandás o respondés un mensaje de texto es muy probable que utilices un emoticón o como me pasó a mí cuando mi hija quedó embarazada y se fue a hacer su primera ecografía. Desde distintos lugares de la Argentina, diferentes miembros de la familia estábamos esperando el resultado. Ella nos manda un whatsapp donde no había ninguna palabra. Solamente había un bebé, una bailarina, fuegos artificiales, champagne y un biberón. Todos entendimos que había alegría, celebración y una buena noticia, una gestación en curso. Pero al mismo tiempo, no había ninguna palabra que nos pudiera unificar en lo que queríamos decir.
Socialización y educación
Además, esto está gravitando en los procesos de socialización y de subjetivación de las personas. Cuando hablo de procesos de socialización me refiero a la esfera familiar primero, después la escuela y los coetáneos, y después el trabajo o la universidad como parte ya de una esfera pública mayor. En esos procesos o fuentes de socialización que teníamos en un momento asimilados, y al mismo tiempo intelectualizados y pensados, se ha incorporado una nueva fuente de socialización que es muy difusa, muy difícil de aprehender y de dominar.
Por ejemplo, un chico a los 3 o 4 años empieza a tener relación con pantallas. Cuando hablamos de pantallas no hablamos de planos inocuos (eso también lo dijo Flusser) sino de una semiótica que está en juego. Cuando a un chico a los 4 o 5 años, se le empieza a incorporar, a través de aplicaciones de juegos, que haga el mismo switch que después va a hacer para machear con alguien en Tinder o monetizar simbólicamente cosas que después va a utilizar en las aplicaciones de apuestas o modos de jerarquizar, entonces ahí hay un actor que está generando una educación en paralelo a la de su familia y a la de la escuela. Una de las dificultades que tiene el sistema de la cultura letrada todavía es que no logra entenderlo o ponerlo en evidencia.
El aporte de las ciencias sociales
Históricamente, las ciencias sociales tuvieron una escucha abierta para entender cuáles son las necesidades, los reclamos, las voces generalizables, aún de aquellas que el poder hegemónico reprime y darles posibilidad de expresarse. Hoy, ¿dónde está puesta esa escucha? Por ejemplo, ahora estoy haciendo una investigación muy transversal sobre imaginarios tecnológicos y fuentes de socialización. Notamos un enorme desconcierto de parte de los adultos y de los docentes que están a cargo de estos chicos. Padres que no saben cómo lidiar con esto. Ahí hay una atención que no está puesta en escena. También me parece importante que empecemos a prestarle atención a eso porque va debilitando las instituciones ya que ese actor difuso gravita de una manera muy importante en el modo en que, por ejemplo, construimos los valores sociales. Ya no somos la familia estrictamente la que está ahí, ya que está compitiendo con otra versión de las cosas.
La Facultad Libre de Rosario
La Facultad Libre de Rosario tiene un antecedente que fue la Facultad Libre de Venado Tuerto, la cual surge a partir de la carencia de oportunidades para aquellos que no podían viajar a estudiar otras ciudades. La biblioteca popular Florentino Ameghino tuvo así como la impertinencia de abrir el concepto de la cultura al deporte y, de algún modo, generar tensiones entre dos aspectos de la vida que no deberían estar disociados. Como tampoco lo estaban en los fundadores de las bibliotecas populares, que son los mismos que fundaron los clubes de fútbol en la Argentina a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. A partir de eso incorporamos el fútbol y un montón de cosas.
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La Facultad Libre nació de combinar enfoques tradicionales e innovadores |
Nos parecía que también necesitábamos incorporar una formación más sistemática que la que podíamos lograr leyendo con fruición pero de manera desordenada. Por esa razón, convocamos a los mejores docentes de la Argentina de posdictadura entre el 85 y el 90 para ver si podíamos lograr algo más de capacitación y demás. Les dijimos que piensen la universidad que siempre imaginaron y nunca pudieron llevar a la práctica. Entonces, surge una facultad, porque no podíamos ni queríamos llamarla universidad que se ocupa, no solo de repetir aspectos de la cultura letrada clásica sino de experimentarla. No se trata de estudiar filosofía sino también de hacer filosofía o de estudiar política o teoría política sino entender qué gravitación tiene esa teoría política para la vida cotidiana. Esa facultad funcionó desde el año 90 hasta el año 95 y después se discontinuó. Desde 1995-96 hasta el 2004 estuve a cargo de la revista cultural Lote y volvió a aparecer la oportunidad de hacer algo así en Rosario cuando estábamos haciendo una actividad con la revista en esta ciudad. En ese momento, el intendente Lifschitz, me dijo que le gustaría reproducir la idea de la Facultad Libre y realmente generó las condiciones para que eso ocurriera.
Convoqué a un equipo de gente maravillosa que me acompañó y fui trabajando en ese proyecto que, por primera vez, incorporaba materias de software libre y responsabilidad social empresaria. Curricularmente hablando, fue una apuesta desafiante, provocadora pero al mismo tiempo muy atractiva. Funcionó hasta que en un momento me convocan para trabajar en la Universidad de San Martín y en distintos lugares de Buenos Aires por lo que se me hacía insostenible. En una asamblea se hizo cambio de autoridades y quedó en manos de un grupo de pibes, todos de 18-19 años, que le dieron otra impronta completamente diferente, mucho mejor diría yo. Es la universidad que llegó hasta nuestros días con una editorial propia y colecciones de libros buenísimos. Se han hecho muchísimas cosas muy importantes.
Me da la sensación de que estos chicos también pasan por una etapa donde empiezan a necesitar como un recambio y que están, en este momento, repensando el carácter que va a tener la Facultad Libre de acá en más.
Reflexión final
Me gustan estos intercambios relajados donde podemos hablar sin la pretensión de verdad. De hecho, muchas de las cosas que estamos conversando a lo largo de este encuentro son cosas que están en proceso. Se están evaluando y todavía nos queda un largo trecho por delante. Así que, en la medida en que vayamos generando estas instancias de conversación, también estamos generando instancias de aproximación a un tema. No solamente describiéndolo sino tratando de darle un abordaje y una aproximación mayor.
Video de la entrevista completa
Recorrido de Fernando Peirone
- Doctor en Estudios Sociales de América Latina, Centro de Estudios Avanzados (CEA) - Universidad Nacional de Córdoba.
- Director del Observatorio Interuniversitario de Sociedad, Tecnología y Educación (UNSAM – UNPAZ – UNIPE).
- Director del Programa de Saber Juvenil Aplicado (UNSAM).
- Docente concursado de Tecnología y Sociedad (UNPAZ).
- Director junto a Marcelo Urresti del Núcleo sobre Tecnologías digitales, Cultura y Sociedad.
- Docente e Investigador del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES – UNSAM).
- Fundador de la Facultad Libre de Rosario.
- Director del proyecto “Profesiones invisibles. Proyecto académico 2016-2020” (UNSAM – UNPAZ – UNVM).
- Cofundador del Foro para el Debate Social de las Nuevas Tecnologías (2009).
- Director de la Serie “Pensamiento y Educación” de la Editorial de la Universidad Nacional de Villa María.
- Autor, entre otros libros, de "Mundo extenso. Ensayo sobre la mutación política global" (FCE, 2012), "Historia de la Biblio" (Milán, 2009).
- Autor junto a otros autores de "La educación alterada. Aproximaciones a la escuela del Siglo XXI" (Salida al mar, 2010), "Platón en el callejón" (Eudeba, 2012), "Los griegos en disputa" (Sudamericana, 2014), "El futuro ya no es lo que era" (UBA, 2019).
*Bioquímico, farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de
Rosario. Máster en Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en
Comunicación Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
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