El escritor argentino se embarca en un singular y ambicioso viaje que abarca la pluralidad de sus intereses, sus vivencias personales y su vida dedicada a la lectura.
Por José Manuel Sánchez Ron
Podría sonar raro que un autor entre cuyas actividades
figura la de traductor, y que como tal ha vertido al español algunos
libros, sea en esta ocasión él mismo traducido al idioma del país que le
vio nacer. No lo es, sin embargo, para quien sepa algo de este nómada
escritor, que nació en Buenos Aires, creció en Tel-Aviv, donde su padre
era embajador de Argentina, y ha vivido en Francia, Inglaterra, Italia,
Tahití y Canadá, donde reside desde hace más de dos décadas y cuya
nacionalidad adoptó. De hecho, la obra de Alberto Manguel es tan variada
como la de su peripatética existencia: ficción y no ficción, teatro,
antologías y traducciones.
Una historia natural de la curiosidad, la obra que ahora publica Alianza Editorial, tiene un poco de todo esto, de sus plurales intereses, de sus vivencias personales, que afloran constantemente, y de una vida dedicada a la lectura, a la lectura con mayúsculas; esto es, a la de las grandes obras de la literatura y del pensamiento (también, claro, a otras no tan selectas).
Es difícil encasillar este libro —de lectura no
necesariamente fácil—, yo diría que precisamente por su grandeza, por la
ambición que anima todas y cada una de sus páginas. Pero hay dos ejes
que lo vertebran: la curiosidad —“tengo curiosidad por la curiosidad”
anuncia desde el principio— y la Divina Comedia de Dante, un
libro al que, confiesa Manguel, llegó tarde, “justo antes de cumplir los
sesenta” y que “desde la primera lectura, se convirtió en ese libro
absolutamente personal y, al mismo tiempo, carente de horizontes”.
“Una de las experiencias compartidas por la mayoría de los
lectores”, escribe, “es el descubrimiento, tarde o temprano, de permite
como ningún otro una exploración de uno mismo y del mundo, que parecer
ser inagotable y que, al mismo tiempo, enfoca la mente en los detalles
más minúsculos, de una manera íntima y singular. Para algunos lectores,
ese libro puede ser un clásico reconocido, como las obras de Shakespeare
o Proust, por ejemplo; para otros, es un texto menos conocido o que
concita un reconocimiento menos generalizado, pero que por razones
inexplicables o secretas, resuena en ese lector con un eco profundo. En
mi caso, a lo largo de mi vida, ese libro único ha ido cambiando;
durante muchos años fueron los Ensayos de Montaigne o Alicia en el País
de las Maravillas, las Ficciones de Borges o el Quijote, Las mil y una
noches o La montaña mágica. Ahora no lejos de la proverbial ‘edad
avanzada’, ese libro que para mí lo abarca todo es la Divina Comedia de Dante”.
Al final de la “entrada personal” al último capítulo (“¿Qué
es verdadero?”), Alberto Manguel escribe: “Todos sabemos que los
acontecimientos que experimentamos, en su sentido más pleno y profundo,
sobrepasan los límites del lenguaje. Que ningún relato de cualquier
suceso de nuestra vida, incluso el más pequeño, puede hacer verdadera
justicia a lo que ha tenido lugar y que ningún recuerdo, por intenso que
sea, puede ser idéntico a la cosa recordada. Tratamos de contarnos lo
que pasó pero nuestras palabras siempre se quedan cortas y aprendemos,
después de muchos fracasos, que la mayor aproximación a una versión
veraz de la realidad sólo puede encontrarse en los relatos que nos
inventamos. En nuestras ficciones más poderosas, bajo la telaraña de la
narración puede discernirse la complejidad de la realidad, como un
rostro que es una máscara. La mejor manera que tenemos de decir la
verdad es mentir”.
Sin mentir, pero sí llevándonos a través del inabarcable
universo de las obras de la realidad imaginada y de la realidad
reconstruida, Manguel nos ha dado una obra, personal, muy personal,
naturalmente, que constituye una inestimable guía en el siempre complejo
y duro oficio de orientarnos en la vida y en la historia, del pasado,
del presente y del futuro. Y es que, repito su frase, “los
acontecimientos que experimentamos sobrepasan los límites del lenguaje”.
Fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario