miércoles, 12 de noviembre de 2014

La ensenanza de las ciencias duras y las ciencias blandas - El problema de las dos culturas

Por Marcelo J. Vernengo

Presentación en la Academia Nacional de Educación
 2 de junio de 2003


Posiblemente haya surgido de la exaltación por el positivismo comtiano de las ciencias experimentales sobre las teóricas y de las leyes físicas y biológicas sobre las construcciones filosóficas (1) atribuyendo a las ciencias naturales cualidades extremas de racionalidad y empirismo que no siempre alcanzan en la práctica (2). Puede, también, atribuirse esta partición de las ciencias al Círculo de Viena y el empirismo lógico que, en cierta manera, realizó una clasificación maniquea de las ciencias (3). Algo tuvo que ver también Popper con su criterio de falseabilidad como recurso de clasificación y legitimación de las ciencias.

Me atrevo a decir, sin embargo que esta connotación peyorativa de las ciencias sociales y humanas no es compartida por la mayoría de los científicos de las ciencias experimentales. En realidad, existe una sensación inversa en el mundo de las ciencias donde se percibe que las ciencias positivas no son consideradas parte de la cultura en el sentido con que se conoce generalmente. También podríamos pensar que esta sensación inversa es válida si consideramos los niveles diferenciados en que se colocan a la ciencia y a la cultura en la organización administrativa del Estado.

La ubicación en el aparato administrativo del Estado quizás no tenga mucha importancia porque, en realidad, lo que hay que medir es la influencia real en el área social y política. La valoración que las ciencias positivas o naturales tienen en el mundo social y, también en el económico y político no es el mismo que se da a las artes, a la literatura y a otras expresiones de las ciencias humanas a pesar de la amplia utilización de la tecnología en todos los ámbitos de la vida diaria.

La clasificación en ciencias duras y en ciencias blandas tiene que ver, ciertamente, con el grado de certidumbre de las metodologías empleadas. Así se podría hablar de metodologías duras y de metodologías blandas en relación al grado de certeza que otorgan las diversas ciencias.

En el ámbito de las ciencias naturales - física, química, biología y otras - se menciona frecuentemente al "método científico" como el bastión de su desarrollo. Como indica Klimovsky en su libro "Las desventuras del Conocimiento Científico" (4) es discutible hablar del método científico como algo definido. Los científicos usan, en realidad, numerosos métodos: definitorios, clasificatorios, estadísticos, observacionales, experimentales, etc., basados en procedimientos generalmente hipotético-deductivos. Se trata, en verdad, de un conjunto de tácticas que están constantemente modificándose por virtud de los continuos avances científicos y los progresos tecnológicos e instrumentales a la par que avanzan las concepciones teóricas que alimentan esos avances.

Si nos referimos exclusivamente a las ciencias naturales, agrega Klimovsky (4), que dejando de lado las ciencias formales como la matemática y a las ciencias sociales, resulta claro que el método hipotético-deductivo y los procedimientos estadísticos son esenciales para la investigación científica.

¿Qué ocurre en el caso de las ciencias sociales o ciencias humanas? ¿Se utiliza el método hipotético-deductivo? Recurriendo nuevamente a Klimovsky (4) se puede afirmar que no existe un "salto metodológico" entre las ciencias duras y las ciencias blandas. En sociología, por ejemplo, se puede aplicar con igual legitimidad que en la física, el método hipotético-deductivo pero posiblemente debe reconocerse que existen algunos problemas en su utilización. Algunos epistemólogos eliminarían del espectro científico a casi toda la psicología, la sociología, la antropología, la economía y a las ciencias políticas.

Los proponentes de una orientación interpretativa o hermenéutica de las ciencias sociales presentan objeciones contra la aplicabilidad del método hipotético deductivo en el ámbito de lo histórico, lo cultural o lo social dado que no podrían obtenerse leyes o regularidades como en física o en química y, en menor grado, en biología. El libre albedrío del hombre complica el valor predictivo de las conclusiones pero eso, también, ocurre en muchas áreas de las ciencias naturales. Se descalifica, de esta manera, el conocimiento que procura comprensión de un problema, aún cuando esta comprensión puede conseguirse utilizando una metodología transparente sin caer en la subjetividad afectiva y arbritraria. Por su parte, el mundo de las ciencias naturales no ha estado, libre de discusiones y controversias, resueltas generalmente positivamente como lo comprueba la historia científica.

"La propia dificultad de comprender muchos de los conocimientos generados por la ciencia, ha hecho que la opinión pública le haya atribuido cierta deshumanización, pareciendo que está más allá de las capacidades e intereses del ciudadano medio; idea que ha contribuido a aislar la ciencia de la cultura humanística, simplemente del mundo de las letras y las artes, a pesar que, en los últimos lustros, los estudios epistemológicos, históricos y de sociología de la ciencia han falseado esta visión positivista" (5).

Hace casi cincuenta años, C. P. Snow, escritor y ensayista británico, funcionario público durante la Segunda Guerra Mundial y físico por formación en una famosa conferencia en Cambridge en 1959 titulada "Las dos Culturas" (6) se refirió a la separación que, a su juicio, existía entre los ámbitos culturales de las ciencias naturales y de las letras, artes y humanidades; hiato o barrera con consecuencias sociales y políticas. Según Snow los políticos y los funcionarios públicos de su país tenían una mala formación técnica, un desconocimiento general sobre aspectos científicos y una actitud negativa frente a las disciplinas científicas separadas por una insuperable barrera construida por lenguajes herméticos. El caso Sokal de hace unos años fue una manifestación actualizada de este desconocimiento que conduce, muchas veces, al uso indebido de metáforas científicas en literatura y en las ciencias sociales (7).

Los continuos avances científicos y tecnológicos que ha experimentado la humanidad desde entonces, nos obliga a ponderar el problema más precisamente desde la ambivalencia de los avances tecnológicos que nos amenazan ética y físicamente frente al hecho que nuestros dirigentes y la población, en general, no están adecuadamente informados y apropiadamente educados. Cada día es más claro que el mundo no puede estar dirigido ni poblado por personas que no conozcan las implicancias de todo orden del desarrollo científico y tecnológico. Es pues un problema educativo y cultural que debemos enfrentar.

Se trata de exponer el tema científico no como una presentación de ciencia ficción sino como ha tratado de hacerlo en los últimos años, Carl Djerassi, científico y escritor de novelas y de teatro, como "ciencia en la ficción" (8), procurando una más adecuada descripción de problemas científicos en el marco de problemas personales y sociales, muchas veces de carácter ético, que se presentan en el ambiente científico, con el fin de estimular una mayor comprensión y escapar a los compartimentos estancos de ciencia y de cultura que subsisten en nuestra sociedad actual. Recientemente, la obra "Copenaghe" ha sido un buen ejemplo al describir los dilemas que enfrentan los científicos en el desarrollo de sus actividades aparentemente alejadas de la vida real.

Sin intentar hacer una extrapolación muy precisa al caso argentino vale la pena que conozcamos que esta separación ocurre en nuestro país. Una buena parte de los problemas del desarrollo nacional se debe al desconocimiento público y de nuestros dirigentes sociales, empresariales y políticos de las ventajas del desarrollo científico. Más aún existe un generalizado "analfabetismo científico" que ha llevado, pese al uso y aprovechamiento que hacemos de las tecnologías más actualizadas, al poco interés nacional en producir innovaciones recurriendo a la mera importación de novedades técnicas y relegándonos a ser un país de segundo orden. Salvo excepciones en el pasado en el orden político que se remontan a Rivadavia y a Sarmiento ha existido una ausencia casi total de estímulos de todo tipo y un real interés de nuestros dirigentes políticos y empresariales en promover, estimular y financiar el campo científico y tecnológico.

No augura bien para el país, este escaso espíritu innovador de nuestros empresarios y el nulo o casi nulo apoyo privado a la investigación científica y aplicada en las universidades y en los institutos de investigación del país así como su escasa contribución al desarrollo de nuestras universidades.

Pero esto no ocurre solamente en nuestro país. En una reciente editorial de la revista "Chemical and Engineering News" de la American Chemical Society se menciona "el creciente hiato entre ciencias y humanidades" como un problema de envergadura que debe resolverse (9).

En una Encuesta de realizada en 1999 por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación se encontró que "la ciencia y el científico representan entidades poco asequibles para la mayoría del público entrevistado" y "que existe una importante diferencia entre las opiniones de la población general y los estudiantes secundarios y universitarios" (10). Los datos obtenidos evidenciaron un bajo nivel de atracción a la actividad científica en los estudiantes encuestados pese a que en su imaginario esa actividad otorga prestigio y superioridad quizás por lo ignoto y porque implica estudios rigurosos, serios, complejos y prolongados. 

Recuerdo, a este respecto, el incidente de los alumnos dejados libres hace unos años en el Buenos Aires que postergaron sus exámenes de química porque se trataba, según manifestaron algunos padres, de algo difícil. 

En la misma Encuesta se encontró que la tecnología es muy estimada por su contribución al confort y por su asociación a lo que se considera la modernidad y al adelanto como ocurre en el caso de la informática. Sin embargo, los estudiantes no demostraron conocer con precisión quienes son los que generan las herramientas tecnológicas y si esto puede hacerse en el país. No creo que estas percepciones hayan cambiado desde 1999.

Un Estudio llevado a cabo unos años antes en España cuyas conclusiones fueron solamente publicadas hace poco pretendía obtener información sobre las percepciones de graduados y estudiantes secundarios y universitarios sobre la influencia de la ciencia en la cultura. Los encuestados no otorgaron a la ciencia y a la tecnología un papel demasiado influyente en la sociedad a pesar de que reconocieron una cierta incorporación de la ciencia y de la tecnología en la cultura social actual. Entre los encuestados que aceptaron la existencia de dos culturas separadas predominó la idea que el mayor conocimiento y estudio de las ciencias no mejoraría el escaso o nulo interés de muchas personas por las ciencias. La mayoría también manifestó no creer en la utilidad de la ciencia a nivel escolar para promover capacidad y destrezas necesarias en la vida cotidiana dado que las clases de ciencias no tenían nada que ver con el mundo real. Esta respuesta pone en clara evidencia la necesidad de examinar los objetivos y las formas de la enseñanza de las ciencias a nivel escolar. (2).

La Royal Society en el Reino Unido ha promovido (11) actividades tendientes a crear una mayor "comprensión pública de las ciencias" y acciones iguales realizan las Academias Nacionales de los Estados Unidos (12). Algo se hace en nuestro país en materia periodística escrita o visual. Hay datos que muestran cierta sensibilización con respecto a ciencia y tecnología. En la encuesta de 1999 (10) en nuestro país se evidenció una propensión a pensar que los estudios e investigaciones deberían ser, en el país, más coincidentes con las necesidades y preocupaciones de la sociedad en su conjunto volcándose hacia la utilización práctica de la ciencia como factor de desarrollo y hacia una consideración mercantilista de las actividades científicas lo que constituye otro tema de discusión en el ambiente científico y la necesidad de asumir posiciones filosóficas y políticas al respecto.

Estamos, en realidad, frente a un problema de Educación. Pese al buen desempeño de nuestros estudiantes en Olimpiadas Internacionales de matemáticas, física, química y biología, en realidad es alarmante el nivel de conocimientos que alcanzan los egresados de las escuelas secundarias, el bajo interés en proseguir estudios en ciencias naturales a juzgar por el bajo porcentaje de los que ingresan a esas áreas en nuestras universidades.

El sistema formal de enseñanza estimula el desconocimiento de lo científico y contribuye al hiato entre ciencias naturales y ciencias sociales y humanas. El estudiante no recibe en la escuela, información sobre que significa saber y dedicarse a las ciencias y la enseñanza no despierta interés en la búsqueda de esa información, de las novedades y en la realización de experiencias.

Por otra parte, la educación formal está diseñada para fomentar una selección demasiado temprana de estudios especializados con el fin de acercar y facilitar las salidas laborales. Por más que esto último sea algo muy laudable y que se está desarrollando en casi todo el mundo como una respuesta al espectro de la desocupación lo que se incrementa, de hecho, es un descenso en el papel de la escuela como catalizador de una formación cultural amplia que facilite posteriormente una mejor ubicación en el mundo. Se olvida, en definitiva, lo que debería ser el objetivo principal de la enseñanza que es la formación de una "persona culta" con un adecuado balance de los conocimientos que incluye a las ciencias naturales.

La UNESCO afirmó en 1999 en la Declaración de Bucarest sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico y posteriormente en el 2001 la necesidad de hacer "apreciar el papel humanístico de la Ciencia" (13) y se ha dicho que "nadie que hoy pretenda considerarse culto puede ignorar la ciencia, su historia, sus hechos y su sentido global como empresa humana, pero los científicos también deben abdicar de su aislamiento y de la pretensión del monopolio del conocimiento" (2).

Las dificultades en trascender lenguajes herméticos y modelos científicos bastante abstrusos y otras características sociales y psicológicas de los científicos dificultan que se superen estas barreras. En la Argentina, ya en la década de los 30, Bernardo Houssay y Eduardo Braun Menéndez, junto con otros científicos, crearon la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias y a partir de 1945 comenzaron a publicar la revista Ciencia e Investigación para divulgar avances científicos. En sus momentos alcanzó una circulación muy grande que se vendía en los quioscos pero actualmente languidece por falta de apoyo financiero aunque sigue procurando que los científicos escriban artículos que sean accesibles al público en general.

A nivel familiar e institucional cuando se piensa en ampliar la educación de los hijos se busca complementarla casi exclusivamente con cursos de idiomas, de música, artes visuales, literatura. El término educar no incluye a la ciencia y a la tecnologìa, al menos para orientar hacia su comprensión general y hacia un mayor entendimiento de sus métodos y de lo que aportan al desarrollo de la sociedad.

En el ámbito universitario ocurre algo semejante. Nuestras universidades forman profesionales en áreas específicas de las actividades sociales. Esto es un hecho inevitable y irreversible dada la historia del desarrollo universitario en la Argentina, dadas las aspiraciones de la sociedad y la conformación del aparato productivo y de servicios. Pero creo que deberíamos enfatizar el papel que las Universidades deberían cumplir como formadores de la clase dirigente y, en tal sentido, correspondería darle una mayor gravitación a la "formación integral de las personas" incorporando disciplinas y temas que no sean específicos de sus estudios especializados.

Agulla en La Educación Cuaternaria y la Dirigencia (14) propugnaba una mayor especialización en los estudios de posgrado. Como contrapartida debería buscarse una formación más general en los estudios de grado, hacia un desarrollo más integral de las personas que podría conducir a una mayor flexibilidad y adaptabilidad frente al mercado de trabajo.a la manera de los "liberal studies" de Estados Unidos (15). Se lo difícil que sería hacerlo frente a las demandas de cada sector profesional y del mercado de trabajo pero lo señaló, porque inadvertidamente, se está fomentado como una consecuencia de requisitos oficiales de calidad y de intereses en establecer áreas de reserva profesional, un creciente enciclopedismo técnico que va en contra de la formación integral de las personas.

Lo que es criticable no es la especialización sino la falta de una cosmovisión de la vida, una concepción integradora de la historia, de las posibilidades y de los valores que sustentan la existencia humana. La propia dinámica de los avances científicos y tecnológicos han causado la super-especialización y la sectorización en dominios científicos aislados, herméticamente cerrados por códigos y lenguajes muchas veces inexpugnables por extraños. Si bien, muchos han creído que este fenómeno es negativo para la cultura y el desarrollo humano, no se puede desconocer el hecho innegable de que al avanzar en los respectivos desarrollos es necesaria la concentración de esfuerzos en áreas específicas para evitar dispersiones ineficaces y lograr resultados ciertos y concretos. ¿Cómo resolver esta disyuntiva que plantea el progreso científico y tecnológico sin olvidar que la educación forma parte de un sistema dinámico sujeto a los cambios de todo tipo que permanentemente ocurren en la sociedad pero recordando que el interés de la gente en general y de los estudiantes en particular, en las ciencias está directamente relacionado con la visión que adquieren del trabajo científico y de los científicos?

Todavía predomina la idea positivista de la ciencia según la cual los científicos descubren inductivamente lo que ocurre en la naturaleza y, como consecuencia de ello, se presentan en clase teorías, hipótesis y leyes inmutables a veces muy difíciles de entender sino se forma parte de la casta científica, siempre cerrada en sus laboratorios y en sus experiencias en inexpugnables torres de marfil.

Este punto de vista lleva a considerar a la enseñanza de las ciencias como una mera descripción de hechos y teorías indiscutidas que sólo pueden memorizarse. No es esta la oportunidad de discutir las diferentes formas como puede considerarse el papel del científico o como se lo puede ver, pero lo cierto es que deben buscarse otras formas de enseñanza que estimulen la búsqueda del espíritu de observación y de averiguación y el uso más amplio y más correcto de la experimentación así como una más adecuada inserción del aspecto histórico del desarrollo de las ciencias para que los estudiantes sean capaces de vislumbrar algo de las formas como se producen los conocimientos científicos y los avances tecnológicos para no darlos como un hecho dado.

En cuanto a la educación científica en general del público y de los estudiantes que no tienen intención de seguir ciencias en lo que podríamos denominar "la enseñanza a no expertos o a no interesados", habría que tomar en cuenta que los diferentes dominios de la ciencia constituyen, en realidad y pese a su diversidad metodológica y de lenguajes especializados, construcciones históricamente desarrolladas que no tienen correlato en la realidad de la naturaleza que explora la ciencia.

La física, la química, la biología, la geología y otras ciencias naturales no abarcan, cada una de ellas, la totalidad del objeto de estudio de modo que sería conveniente combinar la enseñanza y su difusión. Esto no significa promover una indiscriminada interdisciplinaridad sino contribuir a vincular conocimientos en ciencias naturales con los de las ciencias sociales y las humanidades y alentar una intervención más amplia del público en la toma de decisiones sobre problemas que tienen implicancias sociales, económicas, éticas y políticas que deban basarse en conocimientos científicos y tecnológicos. Así se evitarían soluciones tecnocráticas o simplemente populistas y la ausencia de consideraciones integrales que hemos visto mucho en los últimos tiempos en la Argentina.

No existen o no deberían existir autonomías o sectores inconexos en el conocimiento y en la cultura ni interpretar el desarrollo humano en lo individual y social basado en la independencia de lo científico, de lo social o de lo cultural. No puede haber una "racionalidad científica" separada y aislada de una "racionalidad social" basada en valores éticos y morales.

Referencias
  1. Gaymonet, L. - "Historia de la Filosofía y de la Ciencia", Crítica, Barcelona, 1998.
  2. Manassero Mas M.A., Vázquez Alonso A. y Acevedo Díaz J.A. , Opiniones sobre la influencia de la ciencia en la Cultura, www.campñus-oei.org/salactsi/acevedo17.htm, 2003.
  3. Nuño, J. - El Eclipse del Marxismo, Venezuela, 2002.
  4. Klimovsky, G. - "Las desventuras del Conocimiento Científico", A.Z. Editora, Buenos Aires, 1995.
  5. Vázquez y otros, Cuatro paradigmas básicos sobre la naturaleza de la ciencia, Argumentos de Razón Técnica, 4, 135-176, 2001.
  6. Show, C.P. "The Two Cultures and the Scientific Revolution", The Rede Lecture, Cambridge University Press, Cambridge, UK, 1959.
  7. Sokal A. y Brikmont J. -"Imposturas Intelectuales", Editorial Paidos, España, 1999.
  8. C.Djerassi, www.djerassi.com - 2003.
  9. Jacob, M. - "In praise of Teachers", Chemical and Engineering News, page 5, Apriel 14, 2003.
  10. "Nos interesa saber que piensan los jóvenes. Un Recorrido Interesante", www.secyt.gov.ar, - 2003.
  11. Copus, The Royal Society, UK, London, 1987-2003.
  12. National Academies, www.nas.edu, USA.
  13. UNESCO - "Declaración sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico", Conferencia Mundial sobre la Ciencia para el Siglo XXI, Budapest, 1999.
  14. Agulla, J.C. - "La educación Argentina y la Dirigencia", Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 2000.
  15. Aronowitz, S. - "The Knowledge Factory", Beacon Press, Boston, 2000.
Fuente
www.ub.edu.ar

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