jueves, 27 de septiembre de 2012

Amarga dulzura.

Desde la jubilosa exclamación de Celia Cruz, pasando por el refranero popular y llegando hasta la mitológica ambrosía, lo dulce siempre ha estado presente en nuestra cultura y sobre todo en nuestra dieta. Una presencia que ahora se vuelve aún más controvertida.
Los aspectos negativos adicionales del azúcar, parte integral de nuestra dieta, están siendo estudiados .

Por Claudio Pairoba

¡Azúcar! decía la antológica cantante cubana Celia Cruz, “una gota de miel atrae más moscas que de vinagre un tonel” aseveraban las abuelas y los dioses ingerían la mitológica ambrosía, la miel sagrada que los alimentaba según innumerables escritos producidos a través de los tiempos.

Ahora, algunos médicos e investigadores comienzan a exclamar cuando hablan del azúcar. Pero las exclamaciones no son de alegría.

En un segmento del prestigioso programa norteamericano “60 minutos”, el Dr. Sanjay Gupta presentó una investigación sobre lo que amenaza, o ya lo es según algunos, convertirse en un problema de salud pública para los EE.UU.: la ingesta de azúcar. Los resultados obtenidos hasta el momento encienden una luz de alerta, extrapolable a cualquier país occidental con una dieta similar a la del país del norte.

La toxicidad del azúcar
Ante la pregunta “¿El azúcar es tóxica?”, el Dr. Robert Lustig (pediatra endocrinólogo de la Universidad de California, San Francisco) contesta “Yo creo que sí”. El profesional es uno de los que llevan adelante una guerra en contra del azúcar, a la que culpa de numerosas patologías: obesidad, diabetes tipo II, hipertensión y enfermedad cardíaca. El estilo de vida norteamericano ha llevado a la situación actual con un 75 % de casos previsibles. Su video en Youtube (“La verdad amarga”) ha convertido a su mensaje en algo masivo, más allá de los numerosos trabajos que ha publicado.

Lustig está en contra de los “alimentos malos” obvios: azúcar de mesa, miel, almíbar, bebidas dulces y postres. Pero también apunta a aquellos alimentos donde el azúcar está escondida: yogures, salsas y pan.

Uno de sus principales objetivos es el jarabe de maíz con alto contenido en fructosa. Si bien en los EE.UU. el consumo de azúcar ha disminuido más del 40%, el consumo del jarabe de maíz ha cubierto la diferencia. Ambos son igualmente peligrosos ya que contienen fructosa, la cual es la responsable de hacer que los dulces sean irresistibles.

La forma principal en que ingeríamos azúcar en el pasado era a través de las frutas, las cuales además contienen fibras las cuales lentifican la absorción y la ingesta. Por ejemplo, nadie puede comerse 10 naranjas en un corto período de tiempo. La producción de azúcar y jarabe de maíz se ha vuelto barata razón por la cual ingerirlos además de darnos placer es accesible. En los EE.UU. una persona ingiere por año a razón de 150 g de azúcar/jarabe por día. Lustig sabe que su opinión de que el consumo de azúcar es una de las causas principales de enfermedades cardíacas ha sido controvertida.

Pero la controversia sobre la opinión de Lustig y su “exagerada” visión del papel del azúcar en el desarrollo de enfermedades comienza a tener evidencia científica. Kimber Stanhope, una bióloga y nutricionista en la Universidad de California, Davis, está llevando a cabo un histórico estudio de 5 años que comienza a mostrar que existe relación entre el consumo elevado del jarabe de fructosa y los problemas cardíacos y accidentes cerebro vasculares. Según indica Stanhope, la idea de que todas las calorías son iguales comienza a ser puesta en el tapete.

Uno de los principales escollos que este tipo de estudios tiene son las dificultades económicas y logísticas. En este caso Stanhope les a ha pagado a grupos de voluntarios para que vivan en el laboratorio (a veces por semanas), encerrados y sometidos a una dieta donde se controla de manera exhaustiva el tipo de alimentos y las calorías que los individuos ingieren.

Los resultados que Stanhope ha obtenido hasta el momento son preocupantes: los individuos que consumen jarabe de fructosa muestran niveles más altos de colesterol LDL (el denominado colesterol “malo”) así como un aumento de los factores de riesgo para enfermedades cardíacas.

Recuerdos preocupantes
Los resultados obtenidos con una sustancia de consumo masivo como el azúcar traen recuerdos de los cambios en la dieta que los norteamericanos sufrieron en la década del 70. En ese entonces, una comisión del gobierno decidió disminuir el contenido en grasas de las comidas normalmente ingeridas por la población de los EE.UU. con el fin de disminuir las enfermedades cardíacas.

A pesar de esas medidas, las enfermedades cardíacas, la diabetes y el síndrome metabólico están por las nubes y el Dr. Lustig lo atribuye a “cambios compensatorios”. “Sacá la grasa de la comida y esta tiene gusto a cartón. Y la industria alimenticia sabía eso. Así que la reemplazaron con azúcar”, en opinión del médico.

Lustig también recalcó que la conexión por la cual el azúcar incrementa el colesterol malo es algo nuevo y que muchos médicos todavía no la conocen.

Azúcar y cáncer
Otra inquietante conexión es la que comienza a aparecer entre azúcar y cáncer. Lewis Cantley, un profesor de la Universidad de Harvard y director del Beth Israel Deaconess Cancer Center hace referencia al pico de liberación a sangre de la hormona insulina cuando uno come o bebe sustancias azucaradas. Esta hormona puede estimular el desarrollo de ciertos tipos de cáncer.

Según manifiesta Cantley “un tercio de los tipos de cáncer más comunes (incluyendo colon y mama) tienen en su superficie algo denominado receptores para insulina. La insulina se une a estos receptores y da la señal al tumor para que comience a consumir glucosa”. “Todas las células del cuerpo usan glucosa para sobrevivir, pero las células cancerosas también la usan para crecer”, agrega el investigador.

Cantley trabaja en el desarrollo de drogas que permitan cortar el suministro de glucosa a las células tumorales, pero su consejo es claro: no consumir azúcar. Y si no hay opción, hacerlo en cantidades mínimas. El médico vive de acuerdo a lo que predica: prefiere tomar un vaso de agua antes que una bebida azucarada.

Adictos al azúcar
Según Eric Stice, un neurocientífico del Oregon Research Institute, el azúcar es mucho más adictiva de lo que se pensaba. Stice usa resonancia magnética para estudiar como el cerebro responde al azúcar. El investigador indica que la forma en que esta sustancia activa al cerebro es muy similar a aquella en que lo hacen las drogas. Por ejemplo, la cocaína.

El mismo Sanjay Gupta se sometió a una prueba para ver qué pasaba al ingerir una bebida azucarada estando dentro del aparato de resonancia magnética: la respuesta fue instantánea. Incremento del flujo de sangre a ciertas partes del cerebro y liberación de dopamina, el neurotransmisor que controla el centro del placer, de manera similar a lo que ocurre con el alcohol o las drogas.

Según indica Stice, el azúcar es muy buena para activar las regiones de recompensa del cerebro. Al mismo tiempo, el investigador indica que luego de trabajar con centenares de voluntarios, descubrió que se puede desarrollar una tolerancia a este efecto placentero. O sea que para conseguir el mismo efecto, cada vez hay que ingerir mayores cantidades de azúcar.

El punto de vista industrial
El Dr. Gupta entrevistó también a un representante del sector azucarero: Jim Simon, miembro del directorio de la Asociación del Azúcar.

El productor enfatizó que antes que ensañarse con un único tipo de alimento, hay que trabajar para que la gente sea más cuidadosa con las calorías que ingiere y para que ejercite. De igual manera, considera que los estudios científicos no son concluyentes aún y que la gente debe trabajar para tener una dieta balanceada.

Lo que el Dr. Lustig entiende por dieta balanceada implica consumir menos de 150 calorías por día provenientes del azúcar, en el caso de los hombres. Esta cantidad baja a sólo 100 calorías por día en el caso de las mujeres. Menos de lo que contiene una lata de gaseosa.

El comentario final de Lustig es para pensar: “En último caso esto es una crisis de salud pública. Y cuando se trata de una crisis de salud pública, uno tiene que hacer grandes cosas y tiene que hacerlas en todos los niveles. El tabaco y el alcohol son ejemplos perfectos. Hemos hecho una elección meditada de que no vamos a liberarnos de ellos, pero vamos a limitar su consumo. Creo que el azúcar pertenece exactamente a este mismo tacho de basura”.

Fuente:
www.cbsnews.com

jueves, 20 de septiembre de 2012

El ocaso de los papers.

Para fomentar la aplicación del conocimiento en el sector productivo, las universidades, el Conicet y los demás organismos que integran el sistema científico definen junto al Ministerio de Ciencia criterios específicos para evaluar a los investigadores.
Las publicaciones son un punto clave en el sistema actual de evaluación de los investigadores.

Por Agustín Saavedra.

El Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Conicet, las universidades públicas y privadas, y los demás organismos del sistema científico nacional avanzan en un acuerdo para redefinir el régimen de evaluación de los investigadores. Se trata de un “acuerdo histórico” que podría “cambiar la forma de hacer ciencia en la Argentina”, según anuncian sus impulsores. Las instituciones que integran el sistema científico coincidieron una vez por mes durante un año de trabajo exhaustivo y llegaron a una definición: crear parámetros de evaluación propios para la ciencia aplicada, hasta ahora examinada bajo las reglas de juego de la ciencia básica. “No queremos que el conocimiento permanezca en el ámbito académico –le dijo a Página/12 el secretario de Articulación Científica y Tecnológica de la Nación, Alejandro Ceccatto–. Hay una voluntad política de poner el sistema científico y tecnológico al servicio del bienestar del país.”

El proyecto de evaluación del personal científico, que podría ser presentado formalmente el mes que viene, avanza en el seno del Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (Ciciyt), que preside Ceccatto y que reúne a todos los organismos del sector, el Conicet, el INTI, el INTA, la CNEA, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP), entre otras instituciones.

“Si ponemos el acento únicamente en las formas tradicionales de evaluación, basadas en indicadores bibliométricos, los famosos papers, estamos condicionando el trabajo de muchos investigadores. Porque se hace muy difícil desarrollar tecnología cuando las carreras científicas demandan la publicación de papers –explicó Ceccatto–. Esta problemática de alguna manera venía impidiendo concretar más fuertemente el objetivo global del ministerio, lograr que el conocimiento académico se inserte en el sector productivo y ayude a mejorar al conjunto de la sociedad.”

Organizados en dos subcomisiones, los representantes de las entidades científicas centraron el trabajo en dos temáticas consideradas “urgentes”. En primer lugar, la evaluación de la actividad tecnológica y de transferencia, esto es, cómo generar un mecanismo de evaluación alternativo, no excluyente, al tradicional, y en segundo término, cómo hacer para compatibilizar las evaluaciones del personal del Conicet que esté inserto en organismos de ciencia aplicada. Para Ceccatto, hoy “se genera una situación casi esquizofrénica en el investigador. Si trabajás en la Comisión Nacional de Energía Atómica, pero sos un investigador del Conicet, tenés dos patrones. Si respondés al empleador del Conicet tenés que publicar mucho; si querés responder a la CNEA no tenés que publicar nada. Entonces, ¿qué hacés?”. La respuesta es lo que se busca con un nuevo mecanismo de evaluación.

En los hechos, la cuestión va a pasar por la conformación de un banco nacional de “proyectos de desarrollo tecnológico y social” que estará en la órbita del Ministerio de Ciencia. Allí se ubicarán las propuestas de investigación aplicada que cada institución decida elevar. “Para la gente que trabaje en esos términos se va a implementar una filosofía de evaluación completamente distinta de la actual –explica Ceccatto–. No se los va a mirar en primera instancia por el número de publicaciones que tengan o por lo que estén haciendo como investigadores aislados. Se los va a evaluar en el contexto del proyecto que los ocupe, es decir, a qué apunta, qué quiere lograr el proyecto. Al individuo que hace tecnología hay que considerarlo dentro de un grupo de trabajo que tiene un objetivo trascendente más allá de la búsqueda personal de cada científico. Se trata de una evaluación global de la actividad, que reemplazaría al paper.”

Si bien el acuerdo está avanzado y los representantes de las instituciones dieron su visto bueno en el marco del debate, cada organismo deberá ahora analizar el proyecto puertas adentro para obtener una resolución final, que podría llegar el mes que viene. A nivel universitario, será analizado en un encuentro del CIN el 27 y 28 de este mes. “No es mi estilo la grandilocuencia –dijo Ceccatto–, pero creo que estamos a punto de arribar a acuerdos y consensos del conjunto del sistema que son históricos.”

Fuente:
www.pagina12.com.ar

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