lunes, 30 de enero de 2012

La petición Monsanto le dice a Obama: “Termine los lazos de la FDA con Monsanto”

Por Elizabeth Flock

Traducción de Claudio Pairoba

Una designación de hace dos años en la FDA (Administración de Drogas y Medicamentos de los EE.UU.) está desatando protestas online una vez más.



En los últimos días, una petición solicitando la expulsión de un ex Vicepresidente de Monsanto, está cobrando fuerza.

“Presidente Obama, me opongo a su designación de Michael Taylor,” dice la petición en Signon.org. “Taylor es la misma persona que era Zar de la Seguridad Alimentaria en la FDA cuando los organismos modificados genéticamente fueron permitidos en la cadena alimenticia de los EE.UU. sin sufrir una sola prueba para determinar su seguridad o riesgos. Esto es una vergüenza.”

Durante el fin de semana, la petición fue firmada por miles de personar. Al escribir esto, tiene cerca de 60.000 firmas con un objetivo en 75.000.

Las solicitudes de declaraciones por parte de Monsanto y la FDA no fueron devueltas de inmediato.
Los firmantes de la petición argumentan que Monsanto no debería tener influencia en la FDA dado que eso dañaría a los granjeros y constituye una amenaza para plantas y animales. Citan investigación científica que ha encontrado que los alimentos genéticamente modificados podrían ser una causa para enfermedades crónicas o cáncer en los EE.UU.

La petición fue lanzada por Frederick Ravid, un analista financiero en Atlanta quien también tiene un blog dedicado a espiritualidad.

La petición se refiere a la designación de Taylor como un ejemplo del “lobo cuidando el gallinero”.
El puesto de Taylor, quien es actualmente Comisionado Asistente para alimentos en la FDA, incluye asegurarse de que las etiquetas de los alimentos contienen información clara y precisa, supervisión de estrategias para seguridad alimentaria y planeamiento de nueva legislación para seguridad alimentaria. Es el primer individuo en tener este puesto.

Antes de unirse a la FDA, Taylor era el Vicepresidente para Políticas Públicas de Monsanto entre 1998 y 2001. Desde entonces ha trabajado para la FDA en varios puestos, y recientemente ha regresado a la administración como consejero senior para el comisionado en Julio de 2009.

Taylor es citado en el sitio web de la FDA diciendo que estaba ansioso por “trabajar de nuevas maneras...para vencer los desafíos importantes – y las oportunidades sin precedentes – que enfrentamos en la actualidad.”

Cuando la designación de Taylor fue anunciada, la misma fue criticada por los consumidores y sus defensores en todos los EE.UU. Un defensor de los consumidores, Jeffrey Smith, quien hace campañas en contra de los alimentos genéticamente modificados, escribió en su blog en ese momento: “La persona que puede ser responsable por más enfermedades y muertes relacionadas con los alimentos que ninguna otra en la historia acaba de ser designada como zar de seguridad alimentaria en los EE.UU. Esto no es ninguna broma.”

Smith indicó que era problemática la participación anterior de Taylor como supervisor de la política para la hormona de crecimiento bovino (rbGH/rbST ) desarrollada genéticamente y perteneciente a Monsanto. La leche proveniente de vacas inyectadas con esta hormona ha sido un tema controvertido, señala Smith, con muchas organizaciones médicas y hospitales hablando en contra de la misma.

Monsanto ha sido el centro de docenas de protestas por varias de sus políticas a lo largo de los años, incluyendo esta conferencia TED por parte de un niño de 11 años:



El Lunes, Monsanto anunció que abandonaba sus planes para vender maíz resistente a insectos en Francia, según informa Farmers Weekly. La movida fue considerada como otro golpe importante para los alimentos genéticamente modificados en Europa, donde la oposición ha sido virulenta, con seis países de la Unión Europea prohibiendo el cultivo de maíz genéticamente modificado.

Fuente:
http://www.washingtonpost.com

El lado oscuro de la ciencia.

Un interesante post de Miguel Jara: "Mercaderes de la duda" 

Cayetano Gutiérrez Pérez, Catedrático de Física y Química y divulgador científico, me escribió hace tiempo. Estaba terminando de leer el libro La salud que viene y como él me contó coincidía en que “no todo vale como avance, como progreso social o tecnológico. Es fundamental aplicar el principio de precaución cuando se tenga la más mínima duda de que algo puede perjudicar la salud de los seres vivos del planeta”, una de las ideas centrales del libro. Poco después me mandó esta colaboración que trata sobre cómo existen científicos al servicio de la generación de dudas en materia de salud y medioambiente para beneficiar a ciertos sectores industriales.

Aunque Pasteur decía que “la ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso”, por desgracia, en la comunidad científica, al igual que en otros colectivos, también existe un pequeño grupo de científicos corruptos. A mediados del s. XX surgieron los “mercaderes de la duda”, término acuñado por los historiadores de la ciencia estadounidenses Oreskes y Conway, autores del libro Mercaderes de la duda (Merchants of doubt), publicado en 2010, en EE.UU.
Los “mercaderes de la duda” son científicos de renombre, especialistas en generar polémicas, dedicados a negar evidencias que perjudican al sector empresarial, con argumentos poco rigurosos, cobrando por ello auténticas fortunas. Estos “mercaderes de la duda” fueron los que mantuvieron durante décadas que el tabaco no producía cáncer, que la industria del amianto no era la responsable de la asbestosis, que los clorofluorocarbonos no destruían el ozono… Desde hace un par de décadas niegan que el cambio climático esté relacionado con las actividades industriales, sembrando dudas sobre su origen, con masivas campañas de publicidad y artículos pseudo científicos.
Afortunadamente, en la actualidad comienzan a ser desenmascarados estos “mercaderes de la duda”. En el citado libro Merchants of doubt, se describe por primera vez cómo funcionan los negacionistas del cambio climático y quiénes son, y demuestra que algunos de los científicos que hoy niegan el calentamiento global participaron antes en polémicas referidas a los efectos del tabaco, la lluvia ácida y el agujero de ozono.



Como indico en mi libro La actuación frente al cambio climático, la táctica de sembrar dudas sobre la validez de la ciencia establecida ha sido usada en el pasado, por el sector industrial causante de un determinado daño, para dividir la opinión pública, retrasar la toma de medidas por parte de las administraciones y las denuncias por parte de las víctimas.

En el caso del cambio climático, la defensa de los intereses económicos de las grandes multinacionales del petróleo nos ha conducido a situaciones peligrosamente preocupantes, ya que las grandes industrias del carbón y el petróleo, americanas, han invertido millones de dólares para mantener al público con dudas sobre el cambio climático. Así, en 1995, la industria del carbón había pagado más de 800 millones de euros a cuatro científicos que mostraban su disconformidad con el calentamiento global. Y Exxon Mobil ha gastado millones de euros en una campaña de relaciones públicas contra el calentamiento global. En 2000, los magnates del petróleo y el carbón se apuntaron su mayor victoria electoral hasta la fecha cuando el Presidente George W. Bush salió elegido, aceptando las insinuaciones del sector respecto a su política climática y energética.

La última cacicada tuvo lugar en la reunión de París (2007), donde un grupo ligado a Bush, subvencionado por la petrolera Exxon Mobil, quiso sobornar a los científicos para desacreditar su informe, ofreciéndoles 7.000 €, según informó el diario británico The Guardian. Como dato valga que el presupuesto asignado para publicidad de las grandes petroleras duplica el Producto Interior Bruto de muchos países en vías de desarrollo.

Greenpeace reveló, en marzo de 2010, que el segundo grupo industrial más poderoso de los Estados Unidos (las “Industrias Koch”) entregó, entre 2005 y 2008, casi 25 millones de dólares a 40 fundaciones conservadoras negadoras del cambio climático, que organizan seminarios para periodistas y funcionarios, artículos en los medios de comunicación, etc.

Conviene matizar que sobre el cambio climático no se puede ni se debe frivolizar, ya que la inmensa mayoría de la comunidad científica acepta su existencia, en mayor o menor grado, porque así lo indican los datos de más de 2.500 científicos, correspondientes a 130 países, reunidos por la ONU, que llevan más de 20 años investigándolo.

Las evidencias del calentamiento global se ven reforzadas por los artículos publicados en las diferentes revistas científicas de prestigio. Así, en la revista Science (Dic.-2004), podemos encontrar los artículos publicados por revistas científicas a favor y en contra del cambio climático, entre 1993 y 2003, en el artículo titulado Beyond the Ivory Tower: The Scientific Consensus on Climate Change (Oreskes. Science 3 December 2004: Vol. 306. Nº. 5702, p. 1686). Dicho informe concluye que se publicaron 928 artículos que van a favor de la conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y ni un sólo artículo que vaya en contra de las mismas y que reforzara las tesis de los negacionistas del cambio climático. Es decir, no hay un sólo artículo científico publicado, entre 1993 y 2003, que vaya en contra de las tesis básicas del IPCC sobre la realidad del cambio climático.

Este artículo y otros evidencian que el consenso sobre el cambio climático es bastante generalizado y que la polémica sobre el cambio climático no se da en las revistas científicas, sino en los editoriales de algunos medios de comunicación, que responden a presiones de los lobbys de distintas multinacionales, cuyos intereses económicos se verían afectados negativamente por las medidas que se pudiesen tomar para frenar el cambio climático.


Las campañas para generar incertidumbre sobre el cambio climático parecen estar dando resultados. Así, una encuesta de la BBC (feb.-2010) mostraba que sólo el 26% de los británicos cree hoy que el cambio climático está generado principalmente por el ser humano, lo que representa una disminución respecto del 41% en noviembre de 2009. Algo similar ocurre en los EE.UU., donde otra encuesta (mar.-2010) reveló que el 48% de los norteamericanos piensa que “la gravedad del cambio climático ha sido exagerada”.

Vivimos en la era de la globalización y ante las multinacionales el ser humano es manipulado de manera reiterada y ostensible como un auténtico títere, reduciéndole su capacidad de maniobra, de decisión, y anulando su voluntad. El grado de manipulación es siempre directamente proporcional a la información que posee una persona.

Muchas multinacionales presionan y compran la voluntad de los científicos independientes para que determinados aspectos que les pueden perjudicar no sean investigados, o simplemente que no divulguen los resultados de sus investigaciones. Para ello, desinforman en los medios de comunicación social e intoxican a la opinión pública para dividirla, manipulan a los políticos, crean asociaciones o fundaciones aparentemente independientes que promocionan tecnologías contaminantes y peligrosas.

Finalmente, recordemos que el cinismo de algunos políticos, multinacionales y grupos de presión (lobbys), y su doble moral no dejan lugar a dudas y el ciudadano frecuentemente es manipulado, por lo que debe filtrar adecuadamente la información que le llega, porque una sociedad más informada en lo científico es más libre. Por tanto, promovamos la cultura científica porque beneficia a toda la sociedad.

Más info: En el libro La salud que viene pueden encontrar un capítulo dedicado a la geoingeniería que documenta estas prácticas.

Fuente:
http://www.migueljara.com/2010/10/23/mercaderes-de-la-duda/

lunes, 23 de enero de 2012

El virus tan temido.

Por Claudio Pairoba

Miles de aves de corral han sido sacrificadas para evitar la propagación del virus (Foto: Operamundi).
A mediados de Diciembre de 2011 una noticia impactó los medios internacionales: un grupo de investigadores de la Universidad Erasmus en Rotterdam había logrado desarrollar una nueva cepa del virus de la gripe aviar. La buena noticia: los investigadores conocían un poco más del virus. La mala: esta variante del virus H5N1 tiene como característica principal que es más contagiosa y letal que su predecesora.

El virus H5N1 es una de las muchas cepas que los virus de la gripe aviar pueden adoptar, dependiendo en la estructura de las proteínas presentes en la superficie viral (de allí las letras H y N). Estos virus se mantienen, en general, circunscriptos a las poblaciones de distintos tipos de aves. Pero en 1997 ocurrió algo sorprendente.

H5N1 aparece en escena
Ese año H5N1 comenzó a hacerse conocido cuando 18 personas se contagiaron con el mismo.

Si bien estos virus están circulando dentro de la comunidad de aves, son potencialmente peligrosos. Su alta tasa de mutación les permite ir “probando” hasta lograr la combinación en su estructura que les posibilite, primero saltar desde un ave a un ser humano. Y segundo, y más temible, saltar de un ser humano a otro.

Otros virus similares pero no idénticos han sido responsables de epidemias en el pasado. La famosa pandemia de gripe española ocurrida en 1918 se cobró 40 millones de muertes a nivel mundial. La gripe asiática en 1957 mató entre 2 y 5 millones de personas.

La historia de H5N1 es más reciente. Después de su aparición inicial en 1997, el virus reaparece en Asia en 2004 (http://www.fao.org/avianflu/es/newsarchive_es_04.html), donde la matanza generalizada de aves de corral impidió que el mismo se convirtiera en un problema más serio. En el 2006, H5N1 ya había sido detectado en África y Europa.

Peligro potencial
El estudio que fue llevado a cabo por el laboratorio universitario en los Países Bajos y por el laboratorio de la Universidad de Wisconsin, en Madison, EE.UU. llamó la atención de la Junta Nacional de Asesoría para la Bioseguridad de la Ciencia. Este organismo fue creado en los EE.UU. en 2001, luego del ataque a las torres gemelas y los envíos con ántrax utilizando el servicio postal. Estos últimos costaron la vida a numerosas personas que recibieron y tocaron los sobres con el polvillo blanco letal.

En aras de conocer más sobre el virus para lograr una vacuna efectiva, los investigadores desarrollaron una cepa más peligrosa que la original, si bien los estudios fueron llevados a cabo bajos las condiciones más estrictas de seguridad. Como explica Peter Palese, un investigador que pasó por una situación similar en 2005, en una carta publicada en la revista Nature, “(los experimentos)...nos dieron la oportunidad de hacer del mundo un lugar más seguro, permitiéndonos aprender qué hace que el virus sea peligroso y como se lo puede desactivar.”

Al enterarse de que los trabajos que iban a ser publicados en las prestigiosas revistas Science y Nature, las autoridades norteamericanas se preocuparon y pidieron que se publicaran solo versiones resumidas de los trabajos, evitando detalles específicos. Justamente, es en los detalles específicos donde aparece el segundo nivel de peligrosidad de la nueva cepa. En manos malintencionadas, esta nueva versión del H5N1 puede convertirse en un arma biológica.

Al mismo tiempo, la situación planteada vuelve a poner en el tapete el tema de la censura a la información científica. Y siempre que la palabra censura aparece, las luces rojas se encienden.

EE.UU. posee legislación al respecto. Con fecha 1985, la National Policy onthe Transfer of Scientific, Technical and Engineering Information cobró mayor fuerza a partir de 2001, cuando el país del norte se convirtió en blanco de ataques que se cobraron miles de vidas. La National Policy establece el control de flujo de información científica hecha con fondos federales en universidades y laboratorios.
Debo aclarar que las voces que se oponen a la publicación de los artículos en su totalidad también vienen desde la propia comunidad de científicos

Salida consensuada
En Enero de 2012, los investigadores involucrados decidieron suspender las investigaciones por las cuestiones de seguridad invocadas.
Al mismo tiempo, las revistas Science y Nature accedieron a publicar versiones acortadas de los trabajos, siempre y cuando toda la información estuviera disponible para aquellos científicos que trabajen en el tema. Los autores publicaron su punto de vista acerca de por qué es importante que los trabajos sean publicados en su totalidad.

Más allá de la solución encontrada en este caso, la pregunta sigue existiendo y seguramente será repetida en tiempos cercanos: ¿quién decide cuál es la información que puede publicarse en revistas científicas? En definitiva, quién puede posicionarse como árbitro para decidir sobre lo que la comunidad científica y la sociedad tienen derecho a saber.

viernes, 20 de enero de 2012

Mio, tuyo, de todos: la propiedad de las ideas.

Encontre este post el cual me parecio muy interesante y decidi compartirlo.

“Propiedad” intelectual: por qué no soy dueño de mis ideas I

 

Por Aparicio Caicedo, editor de Tartufocracia.com

La “propiedad intelectual” está dando de qué hablar últimamente. El controvertidísimo proyecto de ley pendiente de aprobación por el parlamento estadounidense, SOPA, ha elevado el debate. En España, por ejemplo, aprobaron hace meses la polémica “Ley Sinde”, la cual le da el poder al Ministerio de Cultura para censurar aquellas páginas que permitan descargar películas o canciones “piratas”. Los lobbies de la música y el cine se han mostrado poderosos, e incluso Wikileaks alertó de las presiones diplomáticas que Washington ejerce en Madrid. En el resto del mundo, la cosa pinta más o menos igual.

Hace pocos días, precisamente, escuchaba a un director de cine español decir que el apoyaba la Ley Sinde por la misma razón que respetaba cualquier ley orientada a defender la propiedad privada de unos y otros. Y apuntaba además que, obviamente, la libertad nunca incluye el poder de vulnerar los derechos de otras personas, porque no se nos ocurre hablar de libertad de movilización para invadir las casas de los demás.

Creo que el término “propiedad” no es más que un membrete usado por analogía en el mundo de las ideas, las cuales no son objetos “apropiables”. Nos apoyamos fundamentalmente en las aportaciones teóricas de Stephan Kinsella, autor de Contra la Propiedad Intelectual. Las ramificaciones de este debate son cruciales, porque es una cuestión que afecta no sólo a los derechos económicos de artistas y disqueras, sino también a farmacéuticas, empresas de tecnología, fabricantes de software, etc.

Entonces, ¿existe propiedad sobre las ideas?
Me he encontrado con este vídeo, en el que  Tom W. Bell explone de forma muy didáctica el origen y fin de la “propiedad” como institución jurídica básica. Explica que se trata de un conjunto de normas éticas necesarias para la distribución pacífica de bienes relativamente escasos entre varias personas con fines ilimitados. Me parece sumamente ilustrativo el ejemplo que utiliza en el mundo del surf.




Las ideas no son apropiables, por la misma razón que no lo es el fuego. ¿Para qué vamos a querer apropiarnos del fuego, si su uso es compatible con el uso simultáneo que otros hacen de él? Mi fogata no se apaga cuando se prende la de los demás. Sucede algo distinto con la leña que aviva esa fogata. Si yo uso mi leña, con ello excluyo que otros usen ese recurso simultáneamente, por lo cual necesitamos reglas del juego para repartirnos una pila de leña manteniendo estándares de civilidad (normas éticas). Las reglas básicas de civilidad nos dicen que si yo corté la leña del árbol (es decir, trasformé un recurso natural previamente sin dueño), o la compré en la tienda (es decir, adquirí de forma contractual la propiedad de su anterior dueño), yo seré quien decide cómo, cuándo y dónde usar esa leña; es decir, soy su propietario. Y los demás tendrán que abstenerse de utilizarla. Esa es una regla tan básica que no nos damos cuenta que la empleamos todos los día, a cada instante. Esa es la razón por la que no nos llevamos el Ipad de nuestro amigo a la casa, por la que no entramos en el departamento de otras personas y tampoco les quitamos las hamburguesas de la mano en el Mc Donalds, por más que queramos satisfacer nuestros fines (comer), y por urgente que sea la necesidad de realizarlos (mucha hambre).  Son reglas éticas básicas, fundamentales para vivir pacíficamente y llevar a cabo nuestros fines, desde los más primarios a los más sofisticados, y por eso nos escandalizamos tanto cuando alguien las quiebra, sin importar nuestro trasfondo ideológico. Si vemos que alguien roba un auto—trasgrede las reglas que dan derecho al control exclusivo de un bien—nos escandalizamos siempre, y lo sentimos como una agresión.

El derecho de propiedad, por tanto, no surgió como una recompensa por el esfuerzo hecho por una persona determinada. Es una institución que surge para resolver el dilema entre escasez de recursos y la infinidad de fines humanos que satisfacer con ellos.

Seguimos aquí a Stephen Kinsella y Jeffrey Tucker, académicos del Mises Institute, quienes señalan que la propiedad existe porque:
“La posibilidad de conflicto en torno a un recurso se da cuando este se hace escaso, dando lugar a la necesidad de normas éticas que rijan su uso. Así, la función social y ética fundamental de los derechos de propiedad es la de prevenir los conflictos interpersonales por la utilización de recursos escasos”.
Kinsella y Tucker, apoyados en la Theory of Socialism and Capitalism,  de Hoppe, apuntan: “sólo cuando la escasez existe es torna necesaria la formulación de leyes morales; porque cuando los bienes son superabundantes (bienes “libres”) no existe conflicto posible sobre su uso y ningún esquema de coordinación es necesario”.
Hoppe por su parte apunta que:
“Para desarrollar el concepto de propiedad es necesario que los bienes sean escasos, por lo que los potenciales conflictos sobre el uso de estos bienes pueden surgir. La función de los derechos de propiedad es evitar tales enfrentamientos posibles sobre el uso de los escasos recursos mediante la asignación de derechos de propiedad exclusiva. La propiedad es, pues, un concepto normativo: Un concepto diseñado para hacer una interacción libre de conflictos posible al establecer mutuamente las reglas de conducta vinculante (normas) en relación con la escasez de recursos”.
Y es que, precisamente, nuestros fines son ilimitados. Pueden deberse a auténticas necesidades biológicas, como comer y dormir. O pueden darse por simples inclinaciones sicológicas, como la vocación por el arte, el deporte, la ciencia. Unos quieren comer lo que sea, mientras otros quieren comer sólo carne de venado asada. Existen muchas personas, con múltiples fines, que necesitan recursos escasos; es decir, recursos que no se pueden utilizar simultáneamente. No podemos sentarnos tres personas en la misma silla al mismo tiempo. Si lo hacemos, terminaremos en un conflicto seguro. Por tanto, a lo largo de siglos, hemos desarrollado reglas que se catalogan de éticas, porque sirven para hacer posible el trato civilizado entre seres humanos que quieren usar las mismas cosas.

De hecho, como bien se apunta en el vídeo, el surf nos trae el ejemplo perfecto de desarrollo de normas éticas de propiedad para resolver el dilema de escasez de recursos. La finalidad de un surfista es deslizarse por una ola. Podríamos decir que la utilización de ese recurso—la ola—es incompatible con su utilización simultánea por parte de un tercero. De hecho, dentro del agua, es muy común que haya enfrentamientos entre un surfista y otro que le “robó” su ola. Para prevenir el conflicto, los surfistas de forma espontánea han desarrollado reglas éticas que ayudan a dirimir el dilema de asignación de un recurso escaso.

Existe, en el mundo del surf, una regla suprema: el que tiene el inside tiene derecho a llevarse la ola. Esto quiere decir que si una ola rompe hacia la derecha, quien se encuentre más cerca de donde empieza a romper, es decir, a la izquierda, tiene preferencia, y una vez que se para y empieza a deslizarse nadie más puede meterse, a menos que se caiga. Se trata de reglas de derecho de propiedad sobre olas, con sus matices específicos, que se desarrollaron de forma espontánea por un proceso de ensayo e imitación, sin necesidad de que una autoridad centralizada lo planifique.

Ahora, analicemos la diferencia que existe cuando hablamos de ideas, con el mismo ejemplo. Imaginemos qué pasaría si un surfista decide que es dueño también de las maniobras que “inventa”. Supongamos que Kelly Slater inventa una maniobra que no se ha hecho nunca antes, y la llama “radical-aereo-360-sumergido”. Slater ha sido 10 veces campeón del mundo, y ha dedicado toda su vida a ello. Esa maniobra es el fruto de 30 años de sudor y esfuerzo. Pero, lógicamente, lo primero que pasa es que una legión de surfistas jóvenes empiezan a imitarlo, y en tres meses tienes a toda la costa de California haciendo lo mismo, y ganando campeonatos gracias a ello. Esto no supone ningún posible conflicto sobre el uso de esa idea, porque cien mil surfistas pueden ejecutar la maniobra sin que exista interferencia mutua. Por tanto, no existe dilema ético y no se necesitan de normas que solucionen un potencial conflicto. Lo mismo pasa en todos los demás ámbitos.

Podemos llevar el ejemplo del surf más allá, para tratar de ilustrar nuestra tesis. Puede ser que a Kelly Slater se le ocurra que eso es injusto, y que gaste su dinero en crear una asociación de la propiedad intelectual del surf, para que presionen a un legislador que sepa contentarlos introduciendo un proyecto de ley que prohíba a terceros emplear esa idea, porque se trata de su supuesta “propiedad”. Lógicamente, los miembros de la organización se beneficiarán ampliamente, y harán un gran negocio cobrando por los permisos de reproducción de sus maniobras. Y tratarán de “ladrones” y “piratas” a todo aquel que incumpla la ley. Con el tiempo, todos se acostumbrarán a ello y pensarán que efectivamente ese es el orden natural de las cosas, porque ese es el efecto del uso impreciso del lenguaje. Pocos se darán cuenta de que están frente a un privilegio monopólico otorgado por el Estado, desnaturalizando el uso de una institución normativa tan consolidada como el derecho de propiedad.
Y es muy importante el efecto manipulativo de trasfigurar los términos. Porque el derecho de propiedad—insisto, sin importar nuestra filiación ideológica—es una institución muy arraigada en nuestra mente. El que viola ese derecho es asociado al ladrón, al deshonesto, al pillo que hay que repeler.

Nadie quiere que le roben, y por empatía no nos gusta ver que roban a los demás, menos aún a artistas y escritores a los que admiramos y con los que incluso nos sentimos identificados. Y precisamente porque se trata de una regla que aceptamos de forma intuitiva no tendemos a pensar mucho sobre su origen, y podemos estar sujetos a la manipulación semántica de un grupo de legisladores que llamen propiedad a algo que se parece mucho pero no lo es.

Fuente:
http://tartufocracia.com/2011/03/16/la-propiedad-intelectual-no-existe-i/

viernes, 9 de diciembre de 2011

Alineamiento universal.


¿Universo uniforme en todas direcciones? Los científicos esperan respuestas que podrían cambiar nuestra concepción del infinito que nos rodea.
Las galaxias podrían estarse moviendo más rápido en ciertas direcciones.

Por Michael Moyer

El Universo no tiene centro ni bordes, ninguna región especial metida entre las galaxias y la luz. No importa adonde uno mire, es lo mismo – o así pensaban los Físicos. Este principio cosmológico – uno de los pilares de la comprensión moderna del Universo – esta ahora en duda a medida que los astrónomos encuentran evidencia, sutil pero creciente, de una dirección especial en el espacio.

La primera información y la mejor establecida viene de las microondas cósmicas de fondo (MCF), el así llamado período posterior al Big Bang. Como se esperaba, este período no es perfectamente uniforme – puntos fríos y calientes aparecen desperdigados en el cielo. En años recientes, sin embargo, los científicos han descubierto que estos puntos no están tan distribuidos al azar como parecía ser en un principio – sino que se alinean en un patrón que apunta en una dirección espacial en el espacio. Los cosmólogos de manear teatral lo han bautizado como el “eje del mal”.

Hay más pistas de una flecha cósmica las cuales provienen de estudios de las supernovas, cataclismos estelares que brevemente opacan galaxias enteras. Los cosmólogos han estado usando las supernovas para mapear la expansión acelerada del universo (una tarea que se ganó el Premio Nobel en Física de este año). Los estudios estadísticos detallados revelan que las supernovas se están moviendo incluso más rápido en una línea que se aleja ligeramente del eje del mal. De manera similar, los astrónomos han medido grupos de galaxias desperdigándose por el espacio a millones de millas por hora hacia un área en el cielo austral.

Qué podría significar todo esto? Tal vez nada. “Podría ser una casualidad,”dice Dragan Huterer, un cosmólogo de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, o podría ser un sutil error que se ha metido en los datos (a pesar de cuidadosos esfuerzos). O, dice Huterer, tal vez estamos viendo las primeras señales de “algo sorprendente”. La primera explosión expansiva del universo pudo haber durado un poco más de lo que pensamos, introduciendo una inclinación que persiste hasta hoy. Otra posibilidad es que en escalas mayores, el universo podría estar enrollado como un tubo, curvado en una dirección y plano en las otras, de acuerdo a Glenn D. Starkman, un cosmólogo de la Universidad Case Western Reserve. De manera alternativa, la así llamada energía oscura – la desconcertante materia que acelera la expansión del universo – podría actuar de manera diferente en diferentes lugares.

Por ahora, los datos son preliminares – señales sutiles de que algo puede estar equivocado en la forma en que entendemos el universo. Los científicos aguardan impacientes la información del satélite Planck, el cual se encuentra midiendo las MCF en un punto tranquilo a 930.000 millas. Esto confirmará anteriores mediciones del eje del mal o mostrará que las mismas son efímeras. Hasta entonces, el universo podría estar apuntando a cualquier parte.

Fuente:
www.scientificamerican.com

domingo, 4 de diciembre de 2011

Se va el 2011: veinte años no es nada.




Y hace 20 años la vida en el mundo se desayuna con el inicio de la Guerra del Golfo en Enero de 1991.

El Partido Comunista Italiano deja de existir oficialmente luego de 70 años y en España, “¡Ay Carmela!” se alza con 13 Premios Goya (divertida, excepto por el final).

Tim Berners Lee, para mucho el padre de Internet, presenta su navegador y algunos documentos con sus ideas para una red mundial (red mundial?, pero por favor!).

Tres de los principales diarios norteamericanos (NYTimes, Washington Post y Los Angeles Times) informan la supuesta violación de una actriz por Ronald Reagan (ya con signos de Alzheimer en 1991) en 1952.

Carola (una Ma. de los Ángeles Medrano cantando en sueco) gana el XXXVI Festival Eurovisión en Roma con su burbujeante tema "Fångad av en Stormvind". Diecisiete años antes otros suecos archifamosos lo habían ganado con el superéxito Waterloo.

La Unión Soviética comienza a desmembrarse: Moldavia, Kirguistán, Georgia, Estonia, Letonia, Armenia, Lituania, Turkmenistán y Kazajistán declaran su independencia. Leningrado vuelve a ser San Petersburgo (capital del Imperio Ruso por doscientos años, hasta la Revolución Rusa).

Un estudiante finlandés postea en un sitio con noticias informáticas que estuvo desarrollando un programita. El estudiante: Linus Torvalds. El programita: Linux.

Magic Johnson, basquetbolista estrella de la NBA anuncia que es VIH positivo y se retira profesionalmente.

Muere Freddie Mercury al día siguiente de declarar que sufría de SIDA. El mismo día, 24 de Noviembre muere de cáncer el baterista de Kiss, Eric Carr.

En los EE.UU. PanAm deja de volar acuciada por problemas financieros. El atentado de Lockerbie en 1988 fue el golpe de gracia que marcó el fin de la aerolínea. El mítico edificio de la empresa en Nueva York todavía puede verse en las numerosas tomas áereas de la Gran Manzana. Ahora el cartel en lo alto pertenece a una empresa de seguros de vida.

El 25 de Diciembre Mijaíl Gorbachov renuncia a la Presidencia de la Unión Soviética y declara la disolución formal de la misma.

En la Argentina es expulsado en diputado nacional Angel Luque y el gobierno nacional interviene la provincia de Catamarca por el sonado caso del asesinato de María Soledad Morales (ocurrido el año anterior).

Explota el Swiftgate como consecuencia de una nota del diario Página 12. Un asesor presidencial y el Ministro de Economía Erman Gonzalez dejan sus cargos.

Estalla el Yomagate: valijas con dinero del narcotráfico que involucran a la familia política del entonces presidente Carlos Menem.

Los Nobel eran para:

Fisiología o Medicina: Erwin Neher y Bert Sakmann por sus descubrimientos respecto de la función de los canales iónicos.

Química: Richard R. Ernst  por sus aportes al desarrollo de la Resonancia Magnética Nuclear.

Física: Pierre-Gilles de Gennes por descubrir que los métodos usados para describir sistemas simples pueden aplicarse a sistemas más complejos tales como cristales líquidos y polímeros.

Fuentes:
www.wikipedia.com
www.nobelprize.org

sábado, 26 de noviembre de 2011

Comunicación Científica: mucho más que datos.

Por www.sinpermiso.info

En este artículo publicado recientemente en la prestigiosa revista científica británica Nature, Dan Kahan aborda el problema de las dificultades a que se enfrenta la comunicación a la opinión pública del conocimiento científico logrado por los especialistas en un mundo políticamente polarizado y con unos medios de comunicación conservadoramente sesgados y banderizos.


Arreglando las fallas de las comunicaciones

Traducción: Jordi Mundó
 
Un famoso experimento realizado por psicólogos en la década de 1950 consistió en pasar una grabación de un partido de fútbol americano a estudiantes de dos universidades que disputaban la Ivy League; en el transcurso del mismo quedaba patente que los árbitros tomaban decisiones harto controvertidas contra uno de los dos equipos. Cuando los estudiantes del equipo que resultó favorecido fueron entrevistados para recabar su opinión sobre el desempeño arbitral, resultó que detectaron menos de la mitad de infracciones cometidas por su equipo de las que aseguraban haber visto los estudiantes de la universidad rival. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los vínculos grupales habían motivado que los estudiantes de ambas universidades inconscientemente hubieran mirado la cinta con un sesgo favorable a su institución.[1]

Las investigaciones realizadas desde entonces nos permiten inferir que los ciudadanos corrientes reaccionan de un modo muy parecido cuando deben enfrentarse a evidencias científicas sobre riesgos sociales. La gente tiene una fuerte predisposición a inclinarse por la opción que refuerza su conexión con aquellos con los que ha contraído compromisos que considera que son importantes. La consecuencia de esto es que el debate científico público tiende a polarizarse. Los grupos que tienen posiciones antagónicas acerca de "asuntos culturales" como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la oración en la escuela resultan ser también los que tienen las discrepancias más enconadas sobre la certeza del cambio climático o sobre la seguridad de los cementerios nucleares subterráneos.

La capacidad de las sociedades democráticas para proteger el bienestar de sus ciudadanos dependerá en gran medida de que hallemos un modo de neutralizar esta guerra cultural sobre los datos empíricos. Desafortunadamente, las teorías dominantes en el ámbito de la comunicación científica no ayudan a revertir esta situación. Muchos expertos atribuyen la controversia política sobre todo lo relacionado con el riesgo a la complejidad del conocimiento científico subyacente o a la insuficiente difusión de la información disponible. Pero si el problema fuera éste, lo normal sería encontrarnos con que las creencias que la gente tiene sobre el riesgo medioambiental, la salud pública o el control del crimen estuvieran distribuidas de forma aleatoria, o de acuerdo con los distintos niveles de educación, pero en modo alguno vinculadas a una determinada perspectiva moral. Existe una gran variedad de sesgos cognitivos que distorsionan la percepción del riesgo que pueda tener una persona –por ejemplo, el fijar la atención en peligros muy llamativos o el refuerzo de los patrones de interacción social–, pero éstos no bastan para explicar por qué las personas con posiciones moralmente opuestas reaccionan de un modo distinto ante los mismos datos científicos.

Un proceso que explicaría esta forma distintiva de polarización es la "cognición cultural". La cognición cultural hace referencia a la influencia que tienen los valores grupales –relacionados con la igualdad y la autoridad, el individualismo y el sentido de comunidad– sobre las percepciones de los distintos riesgos y las creencias que se derivan de esas percepciones.[2,3] Actualmente, a través de un proyecto de investigación en el que participo junto con Donald Braman de la George Washington Law School de Washington DC, Geoffrey Cohen de la Stanford University en Palo Alto, California, John Gastil de la University of Washington, Seattle, y Paul Slovic de la University of Oregon, en Eugene, estamos estudiando los procesos mentales que andan por detrás de la cognición cultural.

Los ciudadanos ven los debates científicos como contiendas entre facciones culturales enfrentadas en una guerra. Por ejemplo, en general a las personas les desconcierta que un comportamiento que consideran noble y apropiado en realidad pueda resultar perjudicial para el conjunto de la sociedad, del mismo modo que les turba que un comportamiento que a ellas les parezca abyecto pueda contribuir al bien común. Puesto que aceptar algo así abriría una brecha entre ellas y los suyos, tienen una fuerte predisposición emocional a rechazar tales argumentos.

Tomar partido
Nuestra investigación apunta a que esta forma de "cognición protectora" es una de las causas más importantes del conflicto político existente sobre la aceptación de la bondad de los datos científicos acerca del cambio climático y de otros riesgos ambientales. Las personas con valores individualistas, que aprecian la iniciativa personal, y que también tienen fuertes valores jerárquicos, que respetan la autoridad, tienden a desestimar las evidencias de los riesgos ambientales, puesto que una aceptación generalizada de estas evidencias conllevaría ulteriores restricciones sobre el comercio y la industria, actividades que valoran sobremanera. En cambio, las personas que tienen valores más igualitarios y procomunitarios desconfían del comercio y de la industria, puesto que los conciben como fuentes de desigualdades injustas. Por eso son más propensas a creer que este tipo de actividades conllevan riesgos inaceptables y que es preceptivo restringirlas. Hemos hallado que estas diferencias explican de una forma más completa las divergencias en las percepciones de los riesgos medioambientales de lo que consiguen hacerlo los factores de género, raza, ingreso, nivel educativo, ideología política, personalidad o cualquier otra característica individual.[4]

La cognición cultural también causa que la gente interprete las nuevas evidencias de un modo sesgado que refuerza sus predisposiciones. Como resultado, los grupos que albergan valores opuestos a menudo acaban más polarizados –no menos– cuando reciben información de carácter científico.

En un estudio examinamos cómo este proceso puede tener alguna influencia sobre las percepciones de la gente sobre los riesgos de la nanotecnología. Descubrimos que, en relación a un grupo equivalente de personas utilizado como grupo de control, el grupo de gente a la que se le proporcionó información neutral y equilibrada inmediatamente se escindió en facciones muy polarizadas que eran consistentes con sus predisposiciones culturales hacia riesgos ambientales que les resultaban más familiares, como la energía nuclear y los alimentos genéticamente modificados.[5]

Otro caso de estudio importante es el relacionado con la pugna política que paralizó un plan para vacunar a las chicas jóvenes de Estados Unidos para prevenirlas del virus que causa el cáncer de cuello de útero.

Naturalmente, puesto que la mayor parte de la gente no está en condiciones de evaluar técnicamente los datos por sí misma, hay una cierta propensión a creerse lo que digan expertos que se consideran fiables. Pero la cognición cultural también interviene aquí. Hemos descubierto que los legos consideran dignos de crédito a los científicos que en apariencia comparten sus mismos valores. Ésta fue la conclusión a la que llegamos en un estudio que realizamos acerca de las actitudes de los estadounidenses en relación a la vacunación de las jóvenes escolares para la prevención del virus del papiloma humano. Este virus de transmisión sexual constituye la primera causa de cáncer de cuello de útero. Los Centros públicos para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, en inglés) recomendaron en 2006 que la vacuna se administrara de forma rutinaria a chicas de entre 11 y 12 años, edades anteriores a la posible exposición al virus. Esta propuesta ha acabado languideciendo en medio de una intensa disputa política, en la que los críticos han sostenido que la vacuna tiene graves efectos secundarios y que hará aumentar la práctica no segura del sexo entre los adolescentes.

Para contrastar cómo la opinión de los expertos influye en este debate, nuestro equipo elaboró argumentos a favor y en contra de la vacunación obligatoria. Se trataba de que estos argumentos se los aprendieran unos expertos masculinos ficticios, cuya apariencia (en un caso bien trajeados y luciendo canas; en otro con vaqueros y corbata) y supuesta titulación pretendían hacerles aparentar perspectivas culturales distintas. Cuando el experto percibido con valores jerárquicos e individualistas criticó la recomendación de los CDC, las personas que compartían esos mismos valores y que tenían predisposición a pensar que las vacunas entrañan serios riesgos acentuaron aún más su opinión contraria a la vacunación. Asimismo, cuando el experto percibido como igualitarista y procomunitario argumentó a favor de la seguridad de la vacuna, las personas que compartían esos valores se reafirmaron en su postura favorable a la vacunación. Pero cuando se modificaron los parámetros, haciendo que el experto con aparentes valores jerárquicos defendiera las bondades de la vacunación obligatoria y que el igualitarista se opusiera a la misma, entonces las personas cambiaban de opinión y desaparecía la polarización.[6]

Animar al mismo equipo
Si se toman estos resultados de forma conjunta, vemos que la constatación de esta dinámica ayuda a explicar la peculiar polarización cultural sobre temas científicos que hoy existe en Estados Unidos y en otros lugares. A semejanza de cómo actúan los aficionados en un enfrentamiento deportivo, parece claro que las personas tratan las evidencias de forma selectiva, generalmente de un modo que favorece una mayor implicación emocional con el grupo al que pertenecen. En asuntos que van desde el cambio climático al control de armas, pasando por la biotecnología y la política antiterrorista, las personas se dejan guiar por lo que deberían sentir, y luego creer, teniendo muy en cuenta los aplausos y abucheos del público del equipo de casa.

Pero, a diferencia de los aficionados deportivos que asisten a un partido, los ciudadanos que sostienen perspectivas culturales opuestas en realidad están pegando gritos de ánimo a favor de lo mismo: la salud, la seguridad y el bienestar económico de su sociedad. ¿Hay algún modo de corregir la tendencia de la cognición cultural a interferir en la capacidad de los ciudadanos para ponerse de acuerdo sobre qué les está diciendo la ciencia en cada momento sobre cómo alcanzar este objetivo común?

Hoy sabemos explicar muchas cosas relacionadas con los mecanismos que andan por detrás de la cognición cultural, pero vamos con retraso en la investigación sobre cómo controlarla o encauzarla. Sin embargo, existen dos técnicas de comunicación del conocimiento científico que pueden ser de gran ayuda.

Un método, que se ha encargado de examinar en profundidad Geoffrey Cohen, consiste en presentar la información con un enfoque que no sea visto como una amenaza a los valores que la gente tiene, sino que esté en consonancia con los mismos.[7] Como mis colegas y yo creemos haber demostrado, las personas tienden a oponer resistencia cuando se hallan ante evidencias científicas que pueden conllevar restricciones sobre actividades que su grupo tiene en gran estima. Sabiendo esto, si las mismas evidencias científicas se presentan de un modo que no choque frontalmente con sus compromisos, inmediatamente se muestran mucho más receptivas.[8]

Por ejemplo, las personas con valores individualistas se resisten a aceptar la evidencia científica de que el cambio climático supone una seria amenaza puesto que asumir tal supuesto implicaría aceptar también que la principal solución pasa por limitar las emisiones de carbono por parte de la industria. Sin embargo, es probable que estuvieran más dispuestas a examinar las evidencias si se les hiciera patente que entre las posibles soluciones al cambio climático también se podrían tener en cuenta la energía nuclear y la geoingeniería, sectores económicos que para ellas significan aumento de empleo de recursos humanos. De un modo parecido, en el caso de las personas que tienen una perspectiva más igualitarista se podría disminuir su propensión a rechazar las evidencias sobre la seguridad de la nanotecnología si en vez de insistir en la utilidad que ésta tendría para la fabricación de bienes de consumo se lograra que llegasen a tomar conciencia del papel positivo que la nanotecnología podría jugar en la protección ambiental.

La segunda técnica a utilizar en punto a mitigar el conflicto público sobre las evidencias científicas tiene que ver con asegurarse de que la información relevante es evaluada críticamente por un grupo heterogéneo de expertos. En nuestro experimento con la vacuna para la prevención del virus del papiloma humano se consiguió reducir substancialmente la polarización cuando las personas de ambos bandos veían que había expertos supuestamente afines moralmente cuyas opiniones científicas eran diversas. La gente siente que vale la pena tomar en consideración otras opciones cuando detecta que un miembro reconocible de su comunidad cultural las acepta. Así, por ejemplo, si a un portavoz al que todos reconocen la condición de padre tradicional que tiene una concepción jerárquica del mundo se le brindara la oportunidad de defender posiciones distintas de la típicas de su grupo, resultaría mucho más fácil disipar cualquier duda sobre la existencia de cualquier posible asociación entre la vacunación obligatoria contra el virus del papiloma humano y el consentimiento de prácticas sexuales permisivas.

No creo que sea una simplificación exagerada decir que la ciencia necesita venderse mejor. Sin embargo, a diferencia de la publicidad comercial, la finalidad de estas técnicas no es la de inducir al público a aceptar una conclusión predeterminada, sino crear un contexto favorable para que la gente pueda permitirse tener la mente abierta y realizar una evaluación lo menos sesgada posible de la mejor información científica disponible.

Aunque estas recomendaciones son bastante simples, lo que vemos habitualmente es que los comunicadores científicos no las tienen en absoluto en cuenta. El enfoque preponderante se basa en inundar a la opinión pública con la mayor cantidad de datos posible bajo el supuesto de que la verdad se abrirá paso por sí misma y al final ahogará a sus enemigos. Sin embargo, cuando la verdad conlleva una seria amenaza para los valores culturales de la gente, pretender que ésta siga con la cabeza bajo el agua no hace más que reforzar su hostilidad y aumentar su deseo de dar todo su apoyo a argumentos alternativos, independientemente de si estos son un desvarío carente de toda evidencia. Este tipo de reacción se ve substancialmente reforzada cuando, como ocurre a menudo, el mensaje lo transmiten comunicadores públicos que están indudablemente vinculados a perspectivas o estilos culturales concretos; y se alcanza el colmo de la polarización cuando esta clase de publicistas se enredan en una retórica partidista con la que ridiculizan a sus oponentes calificándolos de corruptos o imbéciles. Esta forma de abordar la comunicación del conocimiento científico hace que los ciudadanos vean los debates científicos como contiendas entre facciones culturales enfrentadas en una guerra, y que tomen partido según esta lógica.

Tenemos que aprender a presentar mejor la información en formatos que conecten bien con grupos culturales diversos, y debemos aprender a estructurar mejor el debate con el fin de evitar la polarización política. Si queremos que la elaboración de políticas públicas se haga a partir de la mejor información científica disponible, entonces necesitamos disponer de una teoría del riesgo comunicativo que explique cumplidamente todos los efectos que tiene la cultura en nuestros procesos de toma de decisiones. 

Referencias bibliográficas 
  1. Hastorf, A. H. & Cantril, H. J. Abnorm. Soc. Psychol. 49, 129–134 (1954).
  2. Douglas, M. & Wildavsky, A. B. Risk and Culture: An Essay on the Selection of Technical and Environmental Dangers. (Univ. California Press, 1982).
  3. DiMaggio, P. Annu. Rev. Sociol. 23, 263–287 (1997).
  4. Kahan, D. M., Braman, D., Gastil, J., Slovic, P. & Mertz, C. K. J. Empir. Legal Stud. 4, 465–505 (2007).
  5. Kahan, D. M., Braman, D., Slovic, P., Gastil, J. & Cohen, G. Nature Nanotechnol. 4, 87–91 (2009).
  6. Kahan, D. M., Braman, D., Cohen, G. L., Slovic, P. & Gastil, J. Law Human Behav, (en prensa).
  7. Cohen, G. L., Aronson, J. & Steele, C. M. Pers. Soc. Psychol. Bull. 26, 1151–1164 (2000).
  8. Cohen, G. L. et al. J. Pers. Soc. Psychol. B. 93, 415–430 (2007).
Dan Kahan es un reputado jurista de la Yale Law School, New Haven, Connecticut. Antiguo asistente del fallecido juez Thurgood Marshall (primer juez afroamericano del Tribunal Supremo de Estados Unidos), actualmente desarrolla un ambicioso programa de investigación sobre cognición cultural y percepción social del riesgo.

Fuente:
www.sinpermiso.info 

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