lunes, 23 de enero de 2012

El virus tan temido.

Por Claudio Pairoba

Miles de aves de corral han sido sacrificadas para evitar la propagación del virus (Foto: Operamundi).
A mediados de Diciembre de 2011 una noticia impactó los medios internacionales: un grupo de investigadores de la Universidad Erasmus en Rotterdam había logrado desarrollar una nueva cepa del virus de la gripe aviar. La buena noticia: los investigadores conocían un poco más del virus. La mala: esta variante del virus H5N1 tiene como característica principal que es más contagiosa y letal que su predecesora.

El virus H5N1 es una de las muchas cepas que los virus de la gripe aviar pueden adoptar, dependiendo en la estructura de las proteínas presentes en la superficie viral (de allí las letras H y N). Estos virus se mantienen, en general, circunscriptos a las poblaciones de distintos tipos de aves. Pero en 1997 ocurrió algo sorprendente.

H5N1 aparece en escena
Ese año H5N1 comenzó a hacerse conocido cuando 18 personas se contagiaron con el mismo.

Si bien estos virus están circulando dentro de la comunidad de aves, son potencialmente peligrosos. Su alta tasa de mutación les permite ir “probando” hasta lograr la combinación en su estructura que les posibilite, primero saltar desde un ave a un ser humano. Y segundo, y más temible, saltar de un ser humano a otro.

Otros virus similares pero no idénticos han sido responsables de epidemias en el pasado. La famosa pandemia de gripe española ocurrida en 1918 se cobró 40 millones de muertes a nivel mundial. La gripe asiática en 1957 mató entre 2 y 5 millones de personas.

La historia de H5N1 es más reciente. Después de su aparición inicial en 1997, el virus reaparece en Asia en 2004 (http://www.fao.org/avianflu/es/newsarchive_es_04.html), donde la matanza generalizada de aves de corral impidió que el mismo se convirtiera en un problema más serio. En el 2006, H5N1 ya había sido detectado en África y Europa.

Peligro potencial
El estudio que fue llevado a cabo por el laboratorio universitario en los Países Bajos y por el laboratorio de la Universidad de Wisconsin, en Madison, EE.UU. llamó la atención de la Junta Nacional de Asesoría para la Bioseguridad de la Ciencia. Este organismo fue creado en los EE.UU. en 2001, luego del ataque a las torres gemelas y los envíos con ántrax utilizando el servicio postal. Estos últimos costaron la vida a numerosas personas que recibieron y tocaron los sobres con el polvillo blanco letal.

En aras de conocer más sobre el virus para lograr una vacuna efectiva, los investigadores desarrollaron una cepa más peligrosa que la original, si bien los estudios fueron llevados a cabo bajos las condiciones más estrictas de seguridad. Como explica Peter Palese, un investigador que pasó por una situación similar en 2005, en una carta publicada en la revista Nature, “(los experimentos)...nos dieron la oportunidad de hacer del mundo un lugar más seguro, permitiéndonos aprender qué hace que el virus sea peligroso y como se lo puede desactivar.”

Al enterarse de que los trabajos que iban a ser publicados en las prestigiosas revistas Science y Nature, las autoridades norteamericanas se preocuparon y pidieron que se publicaran solo versiones resumidas de los trabajos, evitando detalles específicos. Justamente, es en los detalles específicos donde aparece el segundo nivel de peligrosidad de la nueva cepa. En manos malintencionadas, esta nueva versión del H5N1 puede convertirse en un arma biológica.

Al mismo tiempo, la situación planteada vuelve a poner en el tapete el tema de la censura a la información científica. Y siempre que la palabra censura aparece, las luces rojas se encienden.

EE.UU. posee legislación al respecto. Con fecha 1985, la National Policy onthe Transfer of Scientific, Technical and Engineering Information cobró mayor fuerza a partir de 2001, cuando el país del norte se convirtió en blanco de ataques que se cobraron miles de vidas. La National Policy establece el control de flujo de información científica hecha con fondos federales en universidades y laboratorios.
Debo aclarar que las voces que se oponen a la publicación de los artículos en su totalidad también vienen desde la propia comunidad de científicos

Salida consensuada
En Enero de 2012, los investigadores involucrados decidieron suspender las investigaciones por las cuestiones de seguridad invocadas.
Al mismo tiempo, las revistas Science y Nature accedieron a publicar versiones acortadas de los trabajos, siempre y cuando toda la información estuviera disponible para aquellos científicos que trabajen en el tema. Los autores publicaron su punto de vista acerca de por qué es importante que los trabajos sean publicados en su totalidad.

Más allá de la solución encontrada en este caso, la pregunta sigue existiendo y seguramente será repetida en tiempos cercanos: ¿quién decide cuál es la información que puede publicarse en revistas científicas? En definitiva, quién puede posicionarse como árbitro para decidir sobre lo que la comunidad científica y la sociedad tienen derecho a saber.

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