Por Macarena Gallo
Espiritualmente, ¿cómo ha visto a Chile?
-Muy mal. No ocuparía la palabra espiritual, porque hay muy poco
espíritu en este país. Alguna vez hubo espíritu y eso se notaba en la
tradición oral popular. Si reúnes cuentos, refranes, adivinanzas, canto a
lo poeta, sientes que hubo una cultura espiritual muy profunda. Y se
dio mucho más en el pueblo, sobre todo en el campesino, que en la clase
alta. Como soy muy antiguo, tengo 87 años, tuve la suerte de conocer a
algunos cuando era adolescente. El sabio popular anónimo es un héroe
nacional que merece un gran monumento.
¿Cómo era ese sabio?
-Ese sabio estaba en todas partes. Normalmente era un pequeño
propietario, a veces inquilino, que había heredado de su bisabuelo
algunas tierrecitas, que era muy hábil en su actos, muy hombre, piadoso,
sabio, sereno, buen jinete, de pocas palabras, fuerte físicamente y
respetado por sus hijos y la comunidad. Siempre tuvo un hogar estable.
Tenía una memoria prodigiosa y le cantaba a lo divino y a lo humano.
Este hombre tenía una enorme intuición, una corazonada de lo que estaba
pasando y calaba en la gente. Era un gran refranero y llegado el momento
decía el refrán que correspondía y la gente lo entendía. A ese hombre
le debemos la conservación de la tradición oral. Todo esto se lo debo a
la influencia de Violeta Parra y también de Nicanor, que fue el primero
que me recitó poesía popular. Lamentablemente, ese sabio popular se
perdió.
¿Por qué se perdió?
-Comparémoslo
con la clase alta. Esta era, y sigue siendo, muy católica y prepotente.
No digo que todos eran malos. Entre ellos había gente muy piadosa, con
muchas actitudes espirituales reales. Por ejemplo, Teresa de los Andes,
de origen aristocrático, nadie sabe por qué nació con estas aptitudes
espirituales, de ver a distancia, de calar el pensamiento de los demás e
incluso de elevarse en suelo, de entrar en trance a través de la
oración. La madre de Gabriel Valdés era así, la señora Blanca
Subercaseaux, con su voto de pobreza, andaba vestida como una campesina
cualquiera, no quería siquiera tocar el dinero y tenía una capacidad de
oración y meditación tremenda. Pero, claro, ese no era el sello de la
clase alta, sino que el autoritarismo político y social. La cultura de
la clase alta chilena es cosmopolita, con una tremenda influencia de
Inglaterra, Francia y luego de Estados Unidos, lo cual es fatal.
Esa concepción del mundo es esencialmente utilitaria.
-Que no te invita para nada a la espiritualidad. Esa cultura se fue
adentrando cada vez más en el sector alto de este país hasta provocar la
dictadura. La dictadura le permitió a esa concepción utilitaria
adueñarse del país y crear una diferencia escandalosa de fortunas. Chile
está a la cola de la distribución del ingreso. Cómo puede haber
fortunas de 10 mil millones de dólares de los tres grandes grupos
económicos. No hay armonía en este país. Se ha creado una sociedad
descontenta, neurótica. De hecho, Santiago es la ciudad con más
depresión en el mundo. Esto ha llevado a una chatura, porque esa
concepción utilitaria de la vida lo banaliza todo, justamente para
favorecer la mecánica de los intereses.
¿En qué ve reflejada esa banalidad?
-En el discurso político, sin ideas, pura estrategia. La discusión
sobre la educación se ha centrado solo en procedimientos y no hay nada
sobre el contenido, sobre cómo educar y sobre qué concepción de hombre
se quiere formar.
Es una educación vacía.
-Es
una educación que se traduce en darle herramientas al tipo para que se
integre lo antes posible al sistema. Pero él no es nadie, no tiene
espiritualidad ni sabiduría. La sabiduría es un conocimiento sobre el
sentido de la vida y justamente lo que estamos viviendo es una crisis de
sentido. Se hacen cosas, pero no se sabe para qué.
Esta reforma educacional no está pensada para educar personas.
-Ahí está la banalidad: el hombre no es nada más que un consumidor. No
se están formando ciudadanos. Estas medidas son paliativas a las
consecuencias nefastas de este modelo, pero no cambian la base. Al poder
no le interesa culturizar al pueblo. Y es deliberado. Una muy buena
educación produciría personas con buen discernimiento y, por tanto, con
buen sentido crítico y verían en qué estamos metidos como sociedad.
Ahora la expresión “servir al país” suena bien, pero no tiene ni un
contenido, porque el país son las empresas y al final estás sirviendo a
los dueños, a los grupos económicos. Es parte de la pobreza del discurso
sobre la educación en Chile. Me acuerdo cuando asumió el poder don
Pedro Aguirre Cerda, quien acuñó una frase muy notable: “Gobernar es
educar”. Fue una época de oro de la educación superior y secundaria en
Chile. Hay que ver las figuras de ese tiempo y el concepto de la
educación que tenían, que se fue empobreciendo cada vez más por la
influencia de la sociedad tecnológica financiera norteamericana. Ahora
tenemos una atmósfera muy banal, muy baja, muy chata. No hay nada
espiritual y tampoco hay tiempo para preocuparse de eso, para formarte
como persona, porque llegas agotado a la casa. Trabajo de rutina
tremendo, mal pagado, con descontento, lo haces mal, a contrapelo porque
sabes que está beneficiando a un señor que está acumulando miles y
miles de millones de dólares.
Lo que genera una sociedad llena de odio y resentimiento.
-Pero creo que esto no puede durar mucho tiempo. Ha salido un libro muy
interesante “Cómo los ricos destruyen el planeta”, de Hervé Kempf. Él
piensa que al planeta no le queda mucho tiempo así, pero los ricos
siguen depredándolo y destruyéndolo. Me carga la palabra recurso, porque
significa que uno es dueño, pero la usaremos. Tres cuartas partes de
los recursos del mundo ya están agotados. O sea, queda sólo un cuarto de
pescados, ballenas, lobos marinos. Eso es todo. Y las empresas que
viajan en enormes barcos balleneros siguen acabando con eso. ¿Qué
pasaría si muriera toda la fauna marina? Moriría toda la flora del mar,
tendríamos un mar muerto y con eso se acaba el mundo. Pero nadie
dimensiona eso. No les importa. Creo que ellos tienen inconscientemente
una lógica de muerte. Este escenario se va a ver en un corto plazo, tal
vez en unos 150 años más. El planeta no fue hecho para morir de esta
manera indigna, pero a ellos no les importa, porque los maneja
inconscientemente un Tanatos, una tendencia a la muerte. Están
aprovechando lo más rápido que puedan lo poco que queda.
EL ALMA DE CHILE
Los
discursos políticos han estado centrados en lo material, en lo
económico, pero no hay una reflexión profunda sobre cómo queremos
repensar el país.
-De eso no hay idea. Siempre para el
chileno los problemas son económicos en el fondo, lo cual es muy chato.
Por eso este país está vacío espiritualmente. Escucha a los políticos
cuando los entrevistan, olvidándose de lo que están diciendo, ve su
gestualidad, la rapidez con la que hablan, la irresponsabilidad del uso
del lenguaje, da la impresión que están locos, con mucho caldo de
cabeza. Todo lo que dicen son puros lugares comunes y usan con una
tremenda irresponsabilidad palabras como libertad, unidad, progreso, y a
la larga no hay nada de eso. Yo veo que esto no tiene destino.
Pero usted nació en un país que ya no tenía destino, porque venían mal las cosas desde antes .
-Sí. Yo nací en un país que ya no tenía destino. Si hubiera nacido en
pleno siglo XIX, con esta gran cultura rural, llena de sabiduría, a lo
mejor habría sentido que vivía en un país que tiene sentido.
¿Vivir en el Chile actual no tiene sentido?
-Desde cabro chico que vengo escuchando que la vida es un problema, no
es un don. Eso le hace mal a una persona, porque si asumes que la vida
no es más que un problema y que básicamente es económico, te matan el
alma.
¿Chile no tiene alma?
-Chile tiene un alma profundamente enferma y neurotizada. El modelo de sociedad actual está en crisis terminal.
Tiempo atrás usted aseguraba que el mundo se había muerto hace rato.
-Sí, decían que el mundo se iba a acabar el 2012 y cuando me
entrevistaron dije que no había que recurrir al 2012 si el mundo ya se
había acabado hace mucho tiempo.
¿Cuándo se acabó?
-El mundo empezó a acabarse con las guerras napoleónicas y acabó con la
Segunda Guerra Mundial. Tú te preguntarás cómo es posible si estamos
todos vivos. Te explico. Vamos a la etimología de la palabra “mundo”,
que viene del griego “cosmos”, que significa el orden. ¿Cuál es el orden
que se acabó? El orden de la cultura occidental cristiana. Puede que
haya dejado de ser cristiana pero siempre había un orden, una cultura
grandiosa. Ese orden terminó. Lo que queda es un constructo financiero,
político y militar, y eso no es una cultura humana. Y la prueba es que
se mantiene con la apariencia de orden nada más que por la fuerza de la
ley. Ahora, si en algún momento le abres la compuerta al caos…
¿Qué pasa?
-En Nueva York se hizo un experimento hace 30 años en el que se apagó
la luz a propósito. Y dejaron libres a las turbas, que invadieron la
ciudad, rompieron las cortinas metálicas de todas las tiendas, saquearon
todo. Y los policías se retiraron para permitir a esta gente que
hiciera lo que estaba haciendo. Y se filmó todo y con ello se evidenció
el grado de caos en esta apariencia de orden. Hablé con una persona que
era un alto cargo de la ONU, que vio todo ese experimento, y me dijo que
era la apariencia del fin del mundo. El caos está en cualquier parte,
si apagas la luz en París va a pasar lo mismo. Cualquier cosa que haga
disminuir todos los mecanismos de seguridad hace estallar el caos
inmediatamente. Ves lo que ocurrió en el sur tras el último terremoto,
cómo la gente invadió y robó todo lo que pudo. Esa es la prueba de que
el orden no existe y esa es la explicación que yo daba para afirmar que
el mundo se acabó.
¿Por qué fracasamos como civilización?
-Debe ser por la baja espiritual, porque cada hombre interiormente ya
no tiene virtud. Se acabó la ética en el mundo. La virtud consiste en la
inclinación espontánea a actuar rectamente y amar a tu prójimo como a
ti mismo. Ahora lo que importa es sacarte a ti el mayor partido posible
con la remuneración más baja que puedas aguantar. En todo caso, estoy
bien esperanzado de lo que viene. Es decir, estoy también muy temeroso,
porque viene un cambio muy grande, pero a la vez viene una cierta
maduración de una cierta elite espiritual de la humanidad hacia un
sentido bien contrario a este modelo.
¿Cómo nota eso?
-Yo me he basado mucho en la filosofía oriental, en la que se enseña
que los despliegues demasiado intensos de energía son necesariamente muy
breves. Lo normal es el equilibrio y el orden pacífico de las cosas.
Por eso una granizada no puede durar un día ni un terremoto tres horas.
Por eso este dominio que los poderosos empresarios transnacionales
tienen sobre la humanidad no puede durar mucho. La última estadística de
la ONU, indica que somos más de 7 mil millones en el mundo y de esos 3
mil millones viven en la extrema pobreza. ¡Es casi la mitad! Eso es
feroz. Y de esos 3 mil millones, mil millones no tiene acceso al agua y
mueren como 30 mil niños diarios por inanición. Esto nos autoriza para
calificarlo como el fracaso de la civilización, la que nos prometía
justicia, fraternidad, igualdad, libertad.
LA SABIDURÍA
Los
intelectuales se han quedado al margen de las discusiones políticas
actuales. ¿Los intelectuales acaso están en extinción en Chile?
-Los intelectuales podrían hacerse respetar más, porque aquí no les dan
nada de pelota. Como aquí se impuso una visión puramente tecnológica y
financiera de la vida, los intelectuales no tienen que hacer nada allí.
¿Nunca lo han llamado para debatir?
-Últimamente me encontré con la ministra de Cultura y me dijo “don
Gastón, vamos a tener que conversar, así que deme todos sus teléfonos”.
Hasta ahora no me ha llamado y dudo que me llame.
¿Cuál es el rol que deben jugar los intelectuales?
-Hay algunos intelectuales, como este gran pensador que ha surgido en
Alemania, pero que es coreano, Byung Chul-Han, que escribe libros sobre
la sociedad actual con el mérito de la brevedad y de mucha contundencia.
Él ve con mucha lucidez al extremo al que hemos llegado. “La sociedad
del cansancio”, “La sociedad del consumo”, “La sociedad de la
transparencia”, “La sociedad de la aceleración”. Dice que vivimos en “el
infierno de la ecualización”, donde todo se considera según el precio.
Él mismo dice que en este mundo no cabe la fe, la espiritualidad ni la
trascendencia. Lo difícil es proponer algo. Este mismo coreano del que
te hablo, su visión crítica es certera, profundísima, pero aún no llega
al capítulo de las proposiciones.
¿Y usted propone algo?
-Yo propongo algo en el sentido de que esto no se puede planificar. Es
un fenómeno que ya está ocurriendo en la base. Cuando ya decae mucho la
cultura humana hasta no ser una cultura, la nueva luz se genera en la
base, no en la cúpula. La cúpula está demasiado comprometida con el
sistema, en cambio la base tiene más libertad y menos prejuicios para
pensar. Por otro lado, propongo lo siguiente: que la sabiduría que hubo
en el pueblo rural, la universidad recoja todo eso, lo incorpore a la
educación superior y es lo que nos propusimos con Fidel Sepúlveda en el
curso Sabiduría Chilena de Tradición Oral que ha sido un éxito.
¿Qué conocimientos han adquirido sus alumnos?
-Les enseñamos cuentos y refranes. Hay refranes tan profundos que tú
dices “aquí está Sócrates, Confucio, Karl Jung y su psicología
analítica” pero dicho de forma popular, sencilla, con ironía y mucho
sentido del humor. Te das cuenta que el sabio popular que dice esto,
tiene un conocimiento muy profundo de lo que es el hombre. Por ejemplo,
te diré este refrán: “El ojo verá bien siempre que la mente no mire por
él”. O sea, apela a no dejarse llevar por los prejuicios y ser capaz de
ver objetivamente la realidad. Es increíble. U otros más humorísticos:
“el que sube como palma cae como coco”, “mientras más te empinas más se
te ve el culo”. Es muy chileno y encierra una gran verdad. La persona
que accede a un lugar que no le corresponde por su capacidad. Entonces
los que lo observan se dan cuenta de sus falencias y carencias.
¿En todos los refranes distingue a filósofos?
-Los que he seleccionado, que son unos 400, tienen un contenido
filosófico sapiencial. “Quien escupe al cielo en la cara le cae”. Ahí
está el principio de acción y reacción. Siempre hay un fondo de
sabiduría. Detrás de ello hay una concepción del hombre, basado en la
estabilidad, en la serenidad, en la lucidez para ver, en la intuición.
Ya no se da este tipo de humano hoy. Ahora hay un humano neurotizado,
urgido, que no tiene tiempo de entrar en sí mismo.
Cuando usted entra en sí mismo, ¿con qué se ha encontrado?
-La meditación permite aumentar el radio de acción de la conciencia,
ves más cosas, se afina la sensibilidad, te da una sensación de
estabilidad y seguridad psíquica. Es un instrumento maravilloso de
autoeducación, que debiera enseñarse en todos los colegios, porque no
hay nada malo de ello. Si tú te dedicaras a hacer una meditación corta,
de 10 a 15 minutos, te va a hacer muy bien. Ahora, si tú te crees un
místico puede que te vuelvas loca. Es peligroso, porque incorporas un
elemento a una psiquis que no está acostumbrada. Si meditas media hora
puede que te hagas un daño en el sistema nervioso.
Algunos ven con malos ojos esto de descubrirse a sí mismo, que es casi como un acto individualista y egocéntrico.
-La Iglesia lo ve así, lo que es un gran error. Mejor habría que
decirlo así: antes de trabajar en el mundo, tú tienes la obligación de
trabajar sobre ti mismo, porque hay mucho que corregir en la persona.
Entonces, cuando estés en buenas condiciones, puedes hacer mucho mejor
tu trabajo y tu aporte a la sociedad.
¿Cuánto tiempo dedica a la meditación?
-Hago meditaciones cortas, de un cuarto de hora, cuatro veces al día. A
veces me encierro en mi oficina, en mi pieza o debajo de un árbol. Es
una gran terapia natural. Antes de descubrirla, estaba bastante
confundido, con conflictos matrimoniales. Haber descubierto la
meditación fue fundamental, si no estaría muerto.
Usted ha estado buscando por mucho tiempo el sentido trascendental a la vida. ¿La ha encontrado?
-Sí, me he ayudado mucho de la filosofía oriental, sobre todo la china.
¿Y qué pasa cuando se encuentra el sentido de la vida, qué se hace después?
-Cuando uno ya se siente asentado con el sentido de la vida hay que
serle fiel, no alejarse de ese camino. Por eso busco ser consecuente,
vivo en el campo y voy a la civilización para dar una cátedra en la que
se enseñen estas cosas. Bueno, pero dejé de hacer clases definitivamente
hace algunos días.
¿Por qué decidió dejar las clases?
-Porque estoy muy viejo, cansado. Como yo no manejo debo tomar un bus
desde Limache, a mi edad, llegar al terminal, el metro, subir escalas,
cargar maletas, es demasiado. Se acabó eso para mí.
¿Cómo fue su última clase?
-Nos fuimos al boliche de Las Lanzas, tomamos cerveza, y me despidieron mis alumnos con música.
Usted cuando se queda en Santiago lo hace cerca del Costanera Center y la Torre Titanium, ¿Qué le parecen ambos edificios?
-No los necesitamos para nada, son pura farsantería. El señor Paulmann
nos destruyó la vista de la cordillera con esa cuestión. He sabido que
nadie arrienda ni compra en la parte alta, porque después del terremoto
nadie quiere tener su oficina en un piso 40. No le está yendo bien. No
necesitamos estas torres.
¿Qué se debería hacer con ellas?
-Simplemente, demolerlas.
¿Usa tarjetas?
-¡Para nada! Tampoco tengo celular, no uso computador, escribo a mano o
a veces en máquina, no tengo e-mail. Tengo un teléfono fijo. Una vez me
regalaron celular pero no me sirvió de nada.
¿Sabe de las redes sociales como tuíter o Facebook?
-Nada, pero me cuentan que aparecí en alguna de ellas.
¿No le causa curiosidad?
-Me dicen que sería mejor que entrara en internet para ver qué se dice
de mí. Porque mando cartas a El Mercurio y me cuentan que tengo 20, 30
respuestas. Entonces, a mi hijo, que es ingeniero, le pedí que me
comprara estas computadoras de maleta. Quedó en hacerlo.
Puede que se envicie.
-Posiblemente.
Fuente