martes, 16 de febrero de 2010

Bebes bilingües: las raíces del bilingüismo en los recién nacidos.



Traducido por Claudio Pairoba

Tal vez no sea obvio, pero oír dos idiomas de forma regular durante el embarazo pone a los niños en camino a ser bilingües al nacer. De acuerdo a nuevos estudios en Ciencia Psicológica, una revista de la Asociación para la Ciencia Psicológica, los niños nacidos de madres bilingües (quienes hablaban ambos idiomas regularmente durante el embarazo) exhiben diferente preferencia de lenguaje que aquellos niños que nacen de madres que hablan un solo idioma.

Las científicas Krista Byers-Heinlein y Janet F. Werker de la Universidad de la Columbia Británica junto con Tracey Burns de la Organización para Cooperación Económica y Desarrollo en Francia quisieron investigar la preferencia y diferenciación de idioma en los recién nacidos. Dos grupos de recién nacidos fueron testeados para estos experimentos: bebés monolingües en inglés (cuyas madres hablaban sólo inglés durante el embarazo) y bebés bilingües inglés-tagalog (cuyas madres hablaban tagalog, un lenguaje que se habla en las Filipinas) e inglés regularmente durante el embarazo).

Los investigadores emplearon un método conocido como ”procedimiento de preferencia de succión de alta amplitud” para estudiar las preferencias de lenguaje de los bebés. Este método utiliza el reflejo de succión de los recién nacidos: un incremento de la succión indica interés en un estímulo. En el primero experimento, los bebés oyeron 10 minutos de un discurso, con alternancia entre inglés y tagalog después de cada minuto.

Los resultados mostraron que los infantes monolingües en inglés estuvieron más interesados en inglés que en tagalog, ya que incrementaron su comportamiento de succión cuando oyeron inglés que cuando oyeron tagalog. Sin embargo, los bebés bilingües mostraron la misma preferencia para ambos idiomas. Estos resultados sugieren que la exposición prenatal bilingüe puede afectar la preferencia idiomática de los recién nacidos, preparando a los infantes bilingües para escuchar y aprender acerca de sus dos idiomas nativos.

Para aprender dos idiomas, los recién nacidos bilingües también deben ser capaces de mantener separados sus idiomas. Para ver si los bebés bilingües son capaces de discriminar entre sus dos idiomas, los niños escucharon oraciones habladas en uno de sus dos idiomas hasta que perdieron interés. Después, oyeron oraciones en el otro idioma u oraciones en el mismo idioma pero habladas por una persona diferente. Los bebés mostraron succión incrementada cuando escucharon que se hablaba en el otro idioma. La succión no aumentó si escucharon más oraciones en el mismo lenguaje.

Estos resultados sugieren que los infantes bilingües, junto con los monolingües, son capaces de diferenciar entre dos idiomas, lo cual resulta en un mecanismo desde los primeros momentos de vida el cual asegura que los infantes bilingües no confundan sus dos idiomas.

Los investigadores observaron que la preferencia de los recién nacidos monolingües por su idioma natal dirige su atención a ese idioma, y que el interés de los recién nacidos bilingües por ambos idiomas ayuda a asegurar la atención en, y por lo tanto aprender más, ambos idiomas. La separación de los dos idiomas ayuda a prevenir la confusión. Los resultados de estos estudios demuestran que las raíces del bilingüismo se encuentran más profundas que lo que se pensaba hasta el momento, extendiéndose incluso a el período prenatal.

Fuente:
Fuente: http://www.psychologicalscience.org/media/releases/2010/werker.cfm

sábado, 13 de febrero de 2010

La obesidad se "programa" antes de los dos años

BBC Ciencia

El "punto de no retorno" que lleva a los niños a ser obesos durante toda su vida suele ocurrir antes de los dos años de edad, según investigadores estadounidenses.

Un estudio de más de 100 niños y adolescentes obesos concluyó en que más de la mitad tenían sobrepeso desde los dos años y que el 90% ya lo tenían a los cinco años.



La cuarta parte tenían sobrepeso antes de los cinco meses de edad, según la investigación, publicada en la revista Clinical Pediatrics.

Los niños del estudio tenían una edad promedio de doce años y todos ellos ya eran obesos o con sobrepeso a los 10 años.

Aunque aún no está claro por qué los niños aumentan de peso tan rápido durante sus primeros años, algunos factores que favorecen ese crecimiento desmedido son una mala alimentación, la introducción temprana de comida sólida y la falta de ejercicio.

Alimentación
Los investigadores agregaron que las preferencias alimentarias se establecen a los dos años de edad, por lo cual cambiar los hábitos alimentarios más tarde es difícil.

El doctor John Harrington, profesor de la Eastern Virginia Medical School, quien dirigió el estudio, dijo que los resultados deberían ser un "llamado de atención a los médicos".

"Con mucha frecuencia los médicos esperan a que haya complicaciones médicas para empezar un tratamiento.

"Conseguir que los padres y niños cambien de hábitos es un desafío monumental, lleno de obstáculos y decepciones".

Según Harrington, el estudio indica que hay que debatir sobre el aumento de peso excesivo durante la infancia para poder cambiar la tendencia actual en obesidad.

"Alarmante"
La obesidad infantil, como señala la Organización Mundial de la Salud, es uno de los mayores desafíos de salud ya que la prevalencia del trastorno ha aumentado a un nivel alarmante.

La OMS calcula que en hay más de 22 millones de niños menores de cinco años obesos o con sobrepeso en el mundo, y más de 75% de estos niños viven en países de bajos y medianos ingresos.

Según la organización hay muchas probabilidades de que un niño obeso o con sobrepeso permanezca siendo obeso hasta la adultez, con un alto riesgo de desarrollar enfermedades como diabetes o problemas cardiovasculares siendo joven.

Fuente:
http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2010/02/100213_obesidad_infantil_rg.shtml

Ser o no ser (un elemento químico)

Así como Plutón perdió su estatus de planeta recientemente, el didimio, un supuesto elemento químico, tuvo su propia epopeya (y sus cinco minutos de fama, ya que llegó incluso a figurar en la Tabla Periódica). Pero la fama es fugaz, y el didimio, como tantos otros se hundió, si no en el olvido en el mundo abigarrado, y acaso triste, de los elementos compuestos.

Por Jorge Forno



Quienes asistimos en la primera década del siglo XXI a la pérdida del estatus planetario de Plutón fuimos testigos de un hecho histórico para la ciencia en general y la astronomía en particular. Plutón, luego de ser descubierto por el científico estadounidense Clyde Tombaugh (1906-1997), conservó su condición de planeta durante 76 años. Condición que se fue haciendo más precaria a medida que, sobre todo por el surgimiento de nuevas tecnologías de observación y medición, crecían las controversias debido a su tamaño –su diámetro es más pequeño que el de la Luna terrestre, y su órbita tiene una forma e inclinación diferente al resto de los planetas del Sistema Solar–.

Finalmente, y luego de intensos debates, los astrónomos determinaron que Plutón no encajaba en la definición de planeta tradicionalmente aceptada. Las definiciones son tiranas, no sólo para los planetas.

Y así como Plutón integró el elenco planetario durante muchos años, en la historia de la química moderna hubo un compuesto, el didimio, que fue considerado un elemento hecho y derecho durante más de medio siglo.

Al didimio se le asignó un peso atómico y tuvo un lugar en la tabla periódica de Mendeleiev, hasta que surgieron técnicas de análisis más precisas, que permitieron desdoblarlo en otras sustancias y ubicarlo en la categoría de los minerales complejos. Y de las curiosidades científicas.

ESAS RARAS TIERRAS SUECAS

Desde principios del siglo XIX, cuando el británico John Dalton enunció su teoría atómica, se definía a un elemento químico como una sustancia que no podía ser descompuesta, reacción química mediante, en otras más sencillas.

Cada elemento, o “cuerpo simple”, estaba asociado a un tipo de átomo específico y, como mandaba la ciencia moderna, a un valor numérico fijo, medible y cuantificable: el peso atómico. Los átomos eran indivisibles, sólo podían combinarse en relación de números enteros, en lo que se conoció como la ley de proporciones múltiples.

Conociendo las afinidades relativas entre distintos elementos era posible predecir combinaciones, luego verificables experimentalmente.

Y no tardaron en surgir métodos analíticos que permitían diferenciar y separar unas sustancias de otras. Ensayos de solubilidad y precipitación con ácidos y bases lograban separar distintos componentes de una sustancia determinada. Y las pruebas espectroscópicas se valían de una característica particular de cada elemento: la de emitir en estado incandescente una luz con determinadas longitudes de onda propias y específicas que permiten su identificación.

Ninguna de estas cuestiones le resultó ajena a Jons Jakob Berzelius, químico y mineralista sueco nacido en 1779, quien se ocupó de perfeccionar los métodos de análisis químico, aisló algunas sustancias simples y reemplazó los símbolos de los elementos de Dalton, que tenían reminiscencias de la alquimia, por otros más acordes con la ciencia moderna.

Con este arsenal de herramientas analíticas y teóricas, fueron muchos los que se lanzaron a la aventura de buscar nuevos elementos, en especial metales, en minas de Escandinavia, los Urales y América del Norte. Las minas cercanas a la aldea de Ytterby, en Suecia, fueron las preferidas para los cazadores nórdicos de nuevos metales, entre ellos Berzelius. Allí, los químicos se toparon con óxidos muy estables, que eran fácilmente confundibles con un elemento puro por los métodos analíticos disponibles entonces y que fueron llamados tierras raras.

Sustancias que, salvo por su estabilidad, no son para nada raras: según se sabe en la actualidad, se hallan en más de 200 minerales.

En 1794 el físico, químico y mineralista finlandés Jhoan Gadolin había encontrado en un mineral negro de Ytterby, un óxido al que llamó ytria, en honor a la región de la mina. En los años siguientes Berzelius y otros químicos separaron otro óxido que llamaron ceria. La separación de los componentes del mineral negro de Ytterby, daría mucha tela para cortar a los químicos del siglo XIX.

ENCONTRAR UNO, DOS, TRES, MUCHOS ELEMENTOS

Es en este asunto en el que entra en escena otro sueco: Carl Gustaf Mosander. Nacido en 1797, vivió su adolescencia en Estocolmo, donde tomó el gustito por la química trabajando como aprendiz de farmacia. Esto lo llevó a estudiar en el Instituto Karolinska, donde Berzelius enseñaba química. Mosander estudió farmacia, medicina y se desempeñó algunos años como cirujano militar. Pero se ganó un lugar en la historia de la química a partir de su relación profesional y personal con Berzelius, que le dio un lugar como profesor de química y de mineralogía en el Instituto Karolinska y luego como asistente de la Academia de Ciencias de Estocolmo. Y también lo interesó en el estudio de las tierras raras.

De un óxido aislado en las minas de Ytterby por Berzelius y otros químicos, la ceria, se había separado un mineral, el cerio. Mosander, aplicando métodos químicos de acidificación y precipitación sobre el cerio, aisló en 1839 el lantano –su nombre viene del griego “escondido”– y en 1841 el didimio –del griego “gemelo” por ser considerado gemelo del lantano–.

Luego Mosander la emprendió con la tierra rara que había hallado Gadolin, la ytria, y obtuvo el erbio y el terbio.

La cuestión es que el didimio adquirió un estatus de elemento químico que mantuvo durante mucho tiempo. Su símbolo era Di y hasta se le asignó un peso atómico y un número de valencia, es decir, un valor que determina las combinaciones con otros elementos químicos.

Si bien el didimio perduró muchos años como cuerpo simple, otras sustancias de más breve paso por el universo de los elementos proliferaron en el siglo XIX.

Con ellas símbolos y nombres que homenajeaban a personas, lugares y astros aparecían y luego eran descartados. El problema estaba en las limitaciones que en la época imponían los métodos de aislamiento de la química analítica y los métodos espectroscópicos que no diferenciaban entre elementos de espectros muy cercanos. Al refinar los procedimientos de separación de sustancias, viejos cuerpos simples que parecían ser uno se descomponían en nuevas sustancias, cambiando así su condición y dejando olvidados, tras un breve período de gloria, epónimos de todo tipo.

El caso es que así como Tombaugh murió creyendo que Plutón era un planeta, Mosander murió en 1858 convencido que el didimio era tan elemento como los otros tres que había descubierto. Y no era el único que creía que el didimio era un cuerpo simple. Sin ir más lejos, cuando Mendeleiev ordenó los elementos lo ubicó al lado del Lantano y así el didimio se dio el lujo de figurar en la tabla periódica, durante al menos ocho años. Pero la química de entonces sufría constantes cambios y nuevos experimentos derribaban hallazgos recientes.

A mediados del siglo XIX, un naturalista francés que buscaba reunir en una obra todo el conocimiento de la época, se refirió al didimio en la página 180 del volumen 17 de sus Obras Completas. El artículo decía que se trataba de “un cuerpo simple recientemente descubierto que fue hallado por Mosander” y que “el descubridor añade que no le ha podido separar totalmente del lantano pero que es de esperar que nuevas observaciones disipen las dudas sobre su existencia.”

UN FINAL CRISTALIZADO
Y las nuevas observaciones, lejos de disipar dudas, sembraron nuevos interrogantes. La categorización del didimio como elemento comenzó a tambalear cuando los métodos de análisis disponibles ganaron precisión. En 1878 Marc Delafontaine, utilizando pruebas espectroscópicas le asestó el primer golpe a la existencia del didimio como sustancia única e indivisible.

Anunció que había hallado en el didimio un nuevo cuerpo simple al que bautizó decipio (del latín engañar).

El decipio hizo honor a su profético nombre y tampoco resultó ser un elemento. A partir de ese momento se sucedieron aislamientos de sustancias que a partir del didimio parecían ser elementos y luego terminaban siendo nuevamente desdobladas. Pero fue en 1885, cuando un químico austríaco, Carl Auer von Welsbach, terminó definitivamente con la idea de que el didimio era un elemento. Valiéndose de técnicas de cristalización fraccionada –una forma de separar sustancias con solubilidades muy cercanas– encontró en el didimio dos nuevos cuerpos simples: el neodimio (nuevo gemelo) y el praseodimio–.

La suerte del didimio estaba echada: si se desdoblaba en otras sustancias, no respondía a la definición de elemento que imponía la teoría atómica de Dalton. Sin embargo, aun habiendo perdido definitivamente su lugar en la Tabla Periódica, referencias al didimio como elemento químico se conservaron en la literatura hasta los primeros años del siglo XX.

Un siglo en que la física se metió de lleno con el átomo y la mina de Ytterby se convirtió en un hito histórico con placa conmemorativa incluida. Mientras tanto, Plutón y el didimio siguen existiendo sin importar los vaivenes clasificatorios a los que nosotros –simples humanos– los sometemos en nuestro obstinado afán de conocer.

Así como Plutón perdió su estatus de planeta recientemente, el didimio, un supuesto elemento químico, tuvo su propia epopeya (y sus cinco minutos de fama, ya que llegó incluso a figurar en la Tabla Periódica). Pero la fama es fugaz, y el didimio, como tantos otros se hundió, si no en el olvido en el mundo abigarrado, y acaso triste, de los elementos compuestos.

Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/futuro/13-2293-2010-02-13.html

miércoles, 10 de febrero de 2010

Yo no sabía esto. ¿Y vos?: MEMBRACEL

Un invento argentino que se usa cada vez más. Cura escaras, cicatriza y levanta senos caídos. Fue desarrollada por una bioquímica porteña especializada en colágeno.
Jueves 6 de julio de 2000.



El más interesante invento argentino de la década pasada en el campo de la salud (y el más premiado) ha sido sin muchas dudas la membracel, un material biomédico revolucionario pero poco conocido.

Los evaluadores de patentes tienen su opinión sobre este desarrollo de la doctora Celia Mohadeb, bioquímica argentina especializada en colágeno: en 1998, la membrana ganó el premio Ladislao Biro del Salón Nacional de Inventos organizado por el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial Argentina (INPI), dependiente del Ministerio de Economía, y en 1999 se alzó nuevamente con la medalla de oro, pero esta vez en la exposición de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, la más importante feria del mundo en el campo de la invención.

Bajo su aspecto poco espectacular, este apósito de colágeno tiene propiedades extraordinarias: permite emparchar quemaduras, escaras, várices ulceradas e incluso lesiones quirúrgicas, pero acortando a la mitad los tiempos de cicatrización.
¿Importa esto? Sí. Para un quemado grave, significa la mitad de riesgo de infección fatal, y para un diabético o un anciano con úlceras irreductibles, la diferencia entre la curación o una larga ruleta rusa con la gangrena.

Capaz de clausurar en días heridas que no cicatrizaron en años, la membracel ahora invade -silenciosamente- otras áreas médicas: en algunos hospitales públicos de la Argentina logra cosas tan disímiles como recubrir cavidades para implantes dentales, impedir complicaciones quirúrgicas o levantar senos caídos.

Cómo se usa y qué logra

La membrana se adhiere sola a la superficie de la herida. Es tan transparente que permite monitorear la evolución sin retirarla, y tan selectivamente permeable que le permite al lecho sangrante exudar líquidos -lo que acelera su secado y cicatrización-, pero dejando afuera bacterias y hongos.

La permeabilidad del apósito permite pincelar la herida con antisépticos y/o antibióticos a través de la lámina sin retirarla. En realidad, una vez puesta ya no se saca: se reabsorberá sola en el tejido cicatrizal, cuya cobertura de la herida se acelera porque la membrana les da un soporte natural a los granulocitos, las células regenerativas, que además crecen organizadamente sobre la matriz de colágeno, sin esas famosas cicatrices queloides. La piel regenerada con la membracel es casi naturalmente lisa.

Todo esto ha sido avalado por estudios clínicos realizados en el Hospital de Quemados de Buenos Aires, el Centro de Asistencia Médica Integral al Quemado, el Hospital Militar Central, el hospital Rivadavia y el Argerich, de Buenos Aires, entre muchos otros. El invento de la doctora Mohadeb superó técnicamente todas las opciones preexistentes de remplazo de piel, porque: A diferencia del habitual parche de piel cadavérica (humana o de cerdo), no se recambia en caso de infección, no causa rechazo inmune y está libre de virus.

# A diferencia de los cultivos artesanales autólogos (de piel propia), la membracel sella toda la herida simultáneamente, prende siempre, se fabrica industrialmente y es de bajo costo. En cambio, los parches cultivados con células de piel demoran de 18 a 40 días en formarse, prenden sólo en el 70 por ciento de los casos y son muy caros.

# A diferencia de las láminas sintéticas (de teflón, poliuretano, goretex, etcétera), esta membranita está hecha de una molécula biológica reabsorbible (colágeno) que acelera y ordena el crecimiento cicatrizal.

Solución en busca de problemas
En algunos quirófanos de los hospitales Rivadavia y Argerich, particularmente, la membrana de Mohadeb ya dejó atrás escaras y quemaduras y ahora se las entiende con heridas quirúrgicas, jugando un rol importante en operaciones tanto laparoscópicas como a cielo abierto.

Según un estudio del doctor Edgardo Altman Canestri y colaboradores, con la membracel cicatrizó bien el 85 por ciento de los pacientes de entre 40 y 60 años, y el 75 por ciento de los de mayor edad; todos ellos con várices irreductiblemente ulceradas. Entre las peores lesiones había también algunas escaras de decúbito, úlceras dolorosas producidas por compresión continuada de la piel que dejan en carne viva la zona lumbar de las personas inmovilizadas totalmente y son causa frecuente de mortalidad por infección.

Desde 1995, el cirujano plástico Jorge Güerrisi, jefe de su área en el Hospital Argerich, le inventó otros usos a la membracel, entre ellos, el de levantar senos caídos. Güerrisi lo explica así: "Se toma una tira larga de la membracel y se la pasa bajo el seno, levantándolo como una hamaca. Los extremos se suturan arriba, en los músculos pectorales. Al irse reabsorbiendo, la membrana crea una «cama» de tejido fibroso, flexible pero resistente, que levanta el seno en forma permanente, con naturalidad y sin necesidad de implantes".

Esto es apenas un ejemplo de las poco exploradas posibilidades de lo que es ni más ni menos que un nuevo material biomédico. Variándole el espesor, la textura, la resistencia, la estructura microscópica, Mohadeb está produciendo toda una familia de subproductos de membracel. Algunos de sus miembros son insólitos (como una membrana quirúrgica capaz de envolver huesos rotos, o un polvo capaz de rellenar agujeros de trauma en tejidos blandos). Otros podrían ser más de "calle": por ejemplo, un apósito de venta libre. En suma, la doctora Celia Mohadeb, investigadora del porteño barrio de Pompeya, persona modesta y poco amiga de la publicidad, inventó una solución en busca de problemas.

Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=221420

domingo, 7 de febrero de 2010

Chernóbil necesita otro sarcófago

Medio ambiente. Dos gigantes franceses de las obras públicas preparan el nuevo envoltorio de la nuclear accidentada.
ANDRÉS PÉREZ - CORRESPONSAL - 07/02/2010 08:00



En 2007, dos gigantes franceses del sector de las obras públicas ganaban por goleada el concurso para la construcción del segundo sarcófago de Chernóbil, una obra gigantesca inmediatamente apodada como la "octava maravilla del mundo". Una maravilla multimillonaria para cubrir esa pesadilla que es el reactor número 4 accidentado y su combustible, que siguen contaminando. Casi tres años después del concurso, las obras siguen sin comenzar, acumulan al menos 10 meses de retrasos y ya se prevén sobrecostes. Una radiación en los suelos en torno a la central, superior a la prevista, lo complica todo.

El segundo sarcófago de Chernóbil, a la vista de los planos presentados por las empresas Vinci y Bouygues, es una obra gigantesca, impecable, perfecta. Al precio presupuestado de 432 millones de euros, la inmensa bóveda metálica antirradiación de 257 metros de envergadura y 105 metros de alto debe envolver por completo el exterior del reactor número 4. Y envolver, sobre todo, el primer sarcófago de cemento, el construido con toda urgencia pocas semanas después de la hecatombe de abril de 1986 que, según el informe de 2005 de la Organización Mundial de la Salud, provocó 50 muertes directas y ha podido causar más de 4.000 a causa de la radiación. Ahora, esa primera cápsula amenaza repetidamente con derrumbarse y, de hecho, ya se han caído hasta 150 metros cuadrados de su techo metálico. Hay que cubrirla rápidamente.

El nuevo sarcófago, diseñado por los ingenieros de Vinci y de Bouygues, reunidos en el consorcio Novarka, pesará 18.000 toneladas de metal, esto es, el peso de tres torres Eiffel. Con ese acero, y con otro componente metálico cuya identidad es celosamente guardada, el objetivo declarado es confinar totalmente el primer sarcófago y sus fisuras, para poder comenzar a desmantelarlo sin riesgos.

El primer desmantelamiento del viejo cofre es la etapa obligatoria antes de poder acceder en algún momento, en un futuro muy lejano, al corazón del reactor, el combustible que, en fusión, atravesó el suelo de su cajón, fundió la totalidad del recinto del reactor número cuatro, y fue a colarse como lava en los subsuelos de la central, a 20 metros bajo tierra.

Acercarse al monstruo del reactor es imposible. Ni que decir tiene que más imposible aún es trabajar horas en él. Por eso, para edificar el segundo sacórfago de la central, Vinci y Bouygues han planificado construir primero la bóveda metálica por partes en un punto alejado, al oeste del reactor. Después, blindarán la totalidad de la estructura y la cubrirán de una piel metálica, que además de acero podría llevar un material de absorción de radiaciones, en función del precio de estos materiales en los mercados internacionales de metales en su momento.

Se trata de envolver el primer sarcófago de cemento, construido con toda urgencia

Una vez armada la estructura y completado ese escudo, los planes previstos por el consorcio francés consisten en deslizar las 18.000 toneladas de peso sobre unos raíles, llevarlas sobre la central accidentada y su primer sarcófago, y posarlas suavemente sobre unas pilonas, que apenas sobresaldrán del suelo y tendrán sus propios cimientos todopoderosos. Como una pluma que cae suavemente ante una ventana. El segundo sarcófago perfecto taparía así por completo el primero, chamuscado, viejo y lleno de boquetes.

De la maqueta a la realidad
Pero en la vida real, en la zona de exclusión de Chernóbil contaminada, todo es mucho más difícil. Y de la maqueta virtual de Vinci y de Bouygues hasta la realidad de las estructuras de 18.000 toneladas con cimientos capaces de sostenerlas hay un paso de gigante que lleva ya 10 meses de retraso respecto al inicio previsto. Y es que la tierra es testaruda. Y el subsuelo de Chernóbil está encerrando más sorpresas de lo previsto.

Ya se han derrumbado 150 metros cuadrados del techo metálico del anterior almacén

El aplazamiento del inicio de las obras "es un retraso que tiene que ver con el programa de estudios preliminares", señala tímidamente Vince Novak, administrador del Fondo del Sarcófago de Chernóbil y director del programa de seguridad nuclear del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD).

En una conversación con Público, el hombre que conoce todos los hilos de la bolsa que, con financiación pública, cubre los costes de todo lo relativo a Chernóbil, es taxativo. Sí, hay un retraso debido a lo que se ha encontrado en los estudios preliminares del subsuelo; no, el programa del segundo sarcófago no está en peligro. Y sí, reconoce, los 432 millones de euros presupuestados "posiblemente van a tener que ser revisados al alza", cosa que "ya está siendo discutida con los Gobiernos" integrados en el plan.

Según la idea inicial de las obras, los cimientos deberían estar ya construidos. El problema es que los estudios preliminares han demostrado la presencia de grandes equipamientos metálicos enterrados y altamente radiactivos, reconocen fuentes de Novarka y el propio administrador del Fondo del Sarcófago de Chernóbil. Por eso no se pueden excavar los cimientos. Los equipamientos de radioprotección inicialmente previstos para los obreros unos escudos de cemento y plomo que les precederían en la excavación para separarlos de las fuentes radiactivas no son suficientes.

Los 432 millones de euros presupuestados «van a tener que ser revisados al alza»

Por otra parte, según una presentación efectuada a principios de enero ante la Unión Geofísica de EEUU por científicos del programa de estudio en la zona de exclusión de Chernóbil, existe una segunda sorpresa bajo los pies del reactor. El cesio-137 presente en el suelo y el subsuelo de los alrededores a consecuencia de la explosión no está desapareciendo tan rápido como decían los modelos científicos sobre los que siempre se ha basado la industria.

La duración de la actividad media de este radionucleido debería estimarse en unos 180 años, en lugar de los 30,2 que decía la industria, según indicó Tim Jannick, un físico nuclear del Laboratorio Nacional Savannah River de EEUU, destacado en Chernóbil para las pruebas. La presencia en alta concentración del cesio-137 en el suelo de la zona de exclusión de Chernóbil va a seguir siendo letal, por lo tanto, mucho más allá de lo inicialmente previsto por los modelos científicos de hace medio siglo, y sobre los que se basaba la industria nuclear.

La compañía Vinci no quiso comunicar a este diario ninguna información adicional al dossier que elaboró 2007 para los medios de comunicación. El documento no ha sido actualizado y sigue anunciando el fin de los estudios preliminares para marzo de 2009 y el inicio de las obras para un mes después.

La ChNPP, empresa estatal ucraniana para la gestión de la central nuclear hoy totalmente fuera de servicio, tampoco quiso comentar el retraso en la construcción del segundo sarcófago.

Fuente:
http://www.publico.es/ciencias/292305/chernobil/necesita/sarcofago

Virus Sincicial Respiratorio: convocan a participar en estudio para vacuna infantil

Un equipo de científicos en Rosario participa de un estudio internacional para desarrollar una vacuna pediátrica intranasal. El objetivo es ...