Myers falleció el lunes 24 en Los Angeles, donde vivía, dijo el miércoles el vocero de Devo Michael Pilmer. |
Alan Myers, quien por años fue baterista del grupo Devo,
más conocido por su éxito "Whip It", murió a causa de un cáncer
cerebral. Tenía 58 años.
Myers falleció el lunes 24 de junio en Los Angeles, donde vivía, dijo el miércoles
el vocero de Devo, Michael Pilmer. Myers fue baterista de la banda en su mejor época, de 1976 a 1985. El grupo fue formado en Akron, Ohio, a principios de los 70 por Mark Mothersbaugh y Gerald Casale, y se presentó al mundo en 1977 con una versión espástica de "Satisfaction" de los Rolling Stones. Casale dijo a The Associated Press el miércoles que sin Myers Devo nunca hubiera alcanzado el éxito que alcanzó, y lo llamó el mejor baterista con quien ha tocado en su vida. "Estábamos mayormente en sótanos y garajes escribiendo canciones. Fue Alan quien trajo todo a la vida", dijo Casale. "Fue el catalizador con el que todo hizo clic". Llamó a Myers "el metrónomo humano", en referencia al dispositivo para marcar el ritmo. "La gente que lo veía pensaba que usábamos una máquina de batería", dijo Casale. "Nadie había tocado así". Recordó el momento en que conoció a Myers y tocó con él por primera vez en 1976. Al terminar la primera sesión, Casale, quien había estado de espaldas de Myers, se volteó a verlo y lo encontró parado en un pie con los ojos cerrados, practicando Tai Chi, una forma de artes marciales chinas meditativas. "Pensé, ’Hombre, este tipo de verdad es Devo. Encaja perfectamente’’’, dijo Casale, y agregó que el Tai Chi era una de las grandes pasiones del baterista. "Algunas bandas consumían drogas y bebían. Alan buscaba lugares tranquilos entre bambalinas para hacer una sesión completa de Tai Chi". Fuente: www.razon.com.mx |
sábado, 29 de junio de 2013
Baterista de Devo muere de cáncer cerebral.
miércoles, 26 de junio de 2013
José Antonio López Cerezo: ‘La cultura científica tiene un extraordinario valor práctico para mejorar la vida de las personas’
Recuperamos esta entrevista realizada por el Proyecto Iberoamericano de Divulgación y Cultura Científica por su importancia en el contexto de la cultura científica. Actualmente López Cerezo trabaja en el desarrollo de un nuevo Máster Universitario totalmente on line titulado "Cultura de la Ciencia y de la Innovación" que será impartido junto a la Universidad Politécnica de Valencia. En ese contexto se ha lanzado el primero de los postgrados que estarán en ese marco institucional sobre Divulgación de la Ciencia.
Georgina de Diego (OEI-AECID) José Antonio
López Cerezo es catedrático en Lógica y Filosofía de la Ciencia en la
Universidad de Oviedo. Entre otras actividades profesionales
dedicadas a la ciencia, la cultura, sociedad y la educación, coordina
el Máster Oficial de Estudios Sociales de la Ciencia en el que
imparte un seminario sobre Cultura Científica. Se trata de uno de
los investigadores más destacados del ámbito iberoamericano con un
amplio reconocimiento en la vanguardia de la investigación mundial en
temas de Ciencia, Tecnología y Sociedad que ha tenido una influencia
decisiva en el impacto que el enfoque CTS ha tenido en Iberoamérica.
Pregunta: ¿Cuál es la necesidad de desarrollo de la cultura científica en Iberoamérica hoy en día?
Un lugar común de nuestros días es la importancia del recurso
del conocimiento para el desarrollo económico y social. De ese
recurso dependen no solamente el crecimiento económico y la
competitividad, sino también otros elementos que son fundamentales
para el bienestar de las sociedades y no se expresan en el mercado,
como la conservación del entorno, un buen sistema público de salud o la
educación de calidad. En ese sentido, creo que una de las
principales prioridades de la región es fortalecer los sistemas de
ciencia y tecnología de los países, no solamente mediante un mayor
esfuerzo nacional sino también mediante la cooperación. Dicho esto,
quiero también añadir que la ciencia y la tecnología no acaban en el
laboratorio. Tienen continuidad en la empresa, en la escuela y en la
sociedad. Sin interés por la ciencia en la población, sin
oportunidades de aprendizaje en los medios, sin una presencia
importante de las ciencias en la educación reglada, sin aprecio por
la profesión científica, sin consumo de información científica, sin un
nivel adecuado de alfabetización en ciencia entre los ciudadanos,
etc., sin estas cosas un sistema de ciencia y tecnología se convierte
en una isla que languidece y no tiene otra opción más que
debilitarse continuamente. La buena salud de un sistema de ciencia y
tecnología depende crucialmente de las vocaciones científicas que
seamos capaces de generar en los jóvenes, del aprecio y respaldo de
la población, que haga más improbables los recortes políticos en
tiempos de dificultad, de la sensibilización de gestores y
empresarios y la creación de una cultura de la innovación. Pero
además, la cultura científica tiene un extraordinario valor práctico
para mejorar la vida de las personas, en tanto que consumidores o
usuarios de productos y artefactos técnicos, en el supermercado o en
el hospital, o en tanto que profesionales que pueden hacer uso de la
información especializada para obtener mejoras laborales. Tiene
también la cultura científica un gran valor para la maduración
democrática de los ciudadanos, dada la presencia ubicua de la ciencia
en todos los ámbitos de la vida, pues sus oportunidades de formarse
una opinión e implicarse en asuntos de interés general dependen cada
vez en mayor medida de su familiaridad con la ciencia. Y, por último,
no podemos olvidar el valor intrínseco de la cultura científica para
las personas. Nos hace mejores personas. La experiencia de un joven
que descubre asombrado la belleza de una demostración matemática, la
sobria elegancia de una ley física o la exquisita armonía del
funcionamiento del cuerpo humano, es una experiencia que nos
enriquece enormemente y potencia lo mejor de cada uno.
P: ¿Qué experiencias conoce que destaquen en el buen desarrollo de la cultura científica?
La cultura científica no es el simple resultado de la
divulgación de la ciencia. Es un fenómeno multidimensional complejo,
que, en ese mismo sentido, puede expresarse en una diversidad de
planos y generar diversos tipos de experiencias. En primer lugar
podemos mencionar la cultura científica “escolar”, saber por ejemplo
que el centro de la Tierra está muy caliente o que los antibióticos no
son efectivos con los virus. Este tipo de cultura se expresa como
alfabetización científico-técnica y un indicador es la capacidad de
comprensión de suplementos científicos de diarios. También cabe destacar
una cultura científica crítica que es la base de la reflexión y hace
posible entender el alcance político, económico o las implicaciones
éticas de las noticias en la vanguardia del desarrollo
científico-tecnológico. Por ejemplo, saber qué está en cuestión en el
tema del calentamiento global o los alimentos transgénicos. A
continuación puede destacarse una cultura científica práctica, que se
expresa en la utilización del conocimiento científico en la vida diaria
de las personas como consumidores de artículos, como usuarios de
sistemas de transporte o de salud, etc. Debemos ser conscientes de que
vivimos completamente rodeados de productos y sistemas
científico-técnicos, y de que una buena parte de la información que
manejamos ordinariamente para tomar cualquier clase de decisión es
información científica o técnica (sobre proteínas, calorías, watios,
riesgos de sustancias diversas, programas de ordenador, interferencias
electromagnéticas, etc.). Y, por último, puede también mencionarse
una cultura científica cívica, en la que la apropiación individual
del conocimiento científico genera una implicación en la vida social
de la comunidad a través de experiencias de participación. Por
ejemplo, cuando enviamos una carta al director de un diario,
convocamos una reunión de vecinos, vamos a un juzgado a poner una
denuncia, o convencemos a los amigos respecto a evitar el consumo de
cierto tipo de productos, en respuesta a un riesgo potencial derivado
de un producto tecnológico, una instalación industrial o una obra
pública. A esto último me refería cuando hablaba de la cultura
científica como instrumento de maduración democrática para las
personas.
P: ¿Por qué genera conflictos sociales en determinados contextos?
No creo que la cultura científica genere conflictos por sí
misma. La cultura científica es más bien un recurso, un instrumento
que hace posible que ciertos conflictos sociales aparezcan o se
manifiesten de ciertas formas. Pero el origen de esos conflictos es
en mi opinión de naturaleza política. Una población ignorante se
inhibirá ante un proyecto tecnológico que pueda generar un riesgo, o
bien, debido a su posicionamiento político, se dejará llevar
ciegamente por el grupo de interés que critique y presente batalla a
ese proyecto. Ser científicamente cultos nos hace más capaces y menos
manipulables. Es esa capacidad, ese “empoderamiento” que induce la
cultura científica en las personas, el que utilizamos para reconocer y
valorar un riesgo que ha generado otro actor social por acción o por
omisión -la administración pública o una empresa, por ejemplo-, y de
este modo tomar una decisión bien fundamentada acerca de cómo
proceder. De otro modo nos quedamos al margen de la participación o,
si finalmente nos involucramos, nos convertimos en rehenes de un
grupo de presión en lo que suele convertirse en una dinámica ciega de
enfrentamiento político. La cultura científica nos permite ser
protagonistas en conflictos sociales relacionados con aplicaciones del
conocimiento científico o desarrollos tecnológicos, y una proporción
de asuntos generales cada vez mayor está relacionada con la ciencia y
la tecnología. Quiero además añadir que los conflictos sociales no
son negativos; son la pauta natural de una sociedad democrática
saludable. La acción de los agentes sociales, en la búsqueda legítima
del beneficio propio, genera con frecuencia riesgos potenciales o
efectos negativos para la salud, economía o bienestar de otros
agentes sociales. De ahí el conflicto. Pero no es ni inusual ni
disfuncional. Para encauzar adecuadamente esos conflictos están los
poderes del Estado en una sociedad democrática, mediante las leyes y
la aplicación de las leyes. Una sociedad sin conflictos es una
sociedad que reprime o esconde el disenso, es un tipo de sociedad que
muchos recordamos y creo que ninguno queremos volver a vivir.
P: ¿Qué importancia real le da la población a la cultura científica? ¿Cuál es su nivel de conciencia?
La importancia que le concede la población a la cultura
científica depende de lo que entendamos por cultura científica, y
también de la población a la que hagamos referencia. Una encuesta
reciente, de otoño de 2007, ofrece datos interesantes sobre los
ciudadanos iberoamericanos. Se trata de una macroencuesta sobre
percepción social de la ciencia y cultura científica promovida por la
Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Fundación Española
para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y la Red Iberoamericanos de
Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), y pasada en las ciudades de
Buenos Aires, Bogotá, Caracas, Madrid, Panamá, Santiago de Chile y
Sao Paulo. De acuerdo con esta encuesta, que ofrece datos análogos a
los de las correspondientes encuestas nacionales, los habitantes de
las grandes urbes de Iberoamérica no tienen un gran interés por los
temas de ciencia y tecnología. A este desinterés acompaña lógicamente
un consumo muy bajo de este tipo de temas, en una población que se
informa mayoritariamente a través de la televisión. Sin embargo, si
entendemos la cultura científica de un modo un poco más amplio, no
como cultura escolar sino como cultura crítica y práctica, e incluimos
en los temas de ciencia no solamente descubrimientos científicos e
inventos, sino también los temas de alimentación, salud, medio
ambiente y medicina, entonces el interés como el consumo es mucho
mayor y se acerca más a los temas estrella habituales (deportes,
economía, espectáculos, etc.). Es también destacable, siguiendo esa
encuesta, la alta valoración que dan los ciudadanos del potencial de
la ciencia y la tecnología para transformar nuestras condiciones de
vida, para bien o para mal. Al respecto, la percepción mayoritaria es
claramente positiva, aunque hay una proporción importante de la
población, superior al 40%, que considera que el desarrollo
científico y tecnológico no sólo es fuente de muchos o bastantes
beneficios sino también de muchos o bastantes riesgos. Sobre esta
base, es lógico que esas mismas personas se hayan expresado
mayoritariamente en esa misma encuesta a favor de la participación
ciudadana en asuntos públicos relacionados con la ciencia o la
tecnología. Cabe destacar que esa encuesta incluyó dos bloques de
preguntas específicas sobre participación ciudadana en materia de
ciencia y tecnología, como personas afectadas o simplemente interesadas
en aplicaciones de la ciencia o instalaciones tecnológicas que
puedan suponer un cierto impacto económico, para la salud o el medio
ambiente. Aunque hubo diferencias significativas entre ciudades, con
una mayor inclinación general a la participación en Buenos Aires y
Panamá, en general la mayoría de los entrevistados se expresó con
claridad a favor de tener cierta capacidad de influencia y
oportunidades de participación en esta clase de temas. Creo que son
resultados muy interesantes, pues no sólo contribuyen a perfilar una
cierta dimensión política de la cultura científica, sino también
muestran vías de acción para las políticas públicas en la materia.
P: ¿Hay algún dato sorprendente en el estudio de
percepción de la ciencia y la tecnología? ¿Algún dato alarmante que
cree justifique más aún la necesidad de desarrollo de la cultura
científica?
Tomando como fuente documental esa misma encuesta, sí creo que
hay algunos datos inquietantes que justifican una atención especial.
En la posterior explotación de resultados, y utilizando programas
estadísticos de análisis multivariante, se detectó un grupo
poblacional con un muy fuerte distanciamiento respecto de la ciencia.
Este grupo, que reúne a casi un cuarto de la población encuestada, no
se interesa por la información científica ni la consume, tiene una
marcada visión negativa de la ciencia y la tecnología, no atribuyen
utilidad al conocimiento científico y es indiferente respecto a
cuestiones de participación. Es un grupo que está muy distribuido por
las diferentes ciudades, aunque en él tiene un peso especial la
población con una escolaridad baja. Es un trabajo estadístico que
coordinó Montaña Cámara, de la Facultad de Farmacia en la Universidad
Complutense de Madrid. La mera existencia de este grupo poblacional
señala un desafío político, pero también muestra la estrecha
dependencia de la cultura científica de una población respecto a la
calidad y fortaleza de su sistema educativo. Mejorar la cultura
científica de una sociedad no requiere únicamente multiplicar la oferta
de información científica en los medios y espacios de comunicación
social (como periódicos, televisión o museos de ciencia), requiere
asimismo dar una mayor presencia a las ciencias en la educación reglada,
mejorar las estrategias de enseñaza-aprendizaje y, en general,
centrar los esfuerzos en la mejora de la educación de los jóvenes. En
todas las encuestas aparece una estrecha asociación positiva entre
nivel de escolaridad alcanzado y nivel de interés y consumo de
información científica.
P: ¿Cuáles cree que son los límites de la ciencia en su divulgación?
Más que de límites me gustaría hablar de oportunidades.
Señalar oportunidades es también indicar límites y carencias, pero
centrando el discurso en el lado positivo. De un modo habitual,
podemos entender la divulgación científica como un proceso de
transferencia de conocimiento, desde un polo productor de conocimiento
(los científicos), pasando por un medio que traslada un mensaje (los
medios de comunicación con sus profesionales), hasta un polo receptor
de conocimiento (los ciudadanos). Tomando en consideración estas
dimensiones, hay oportunidades de mejora en cada eslabón del proceso e
incluso en la modificación de la estructura del propio proceso. Por
señalar solamente algunos de esos retos, con respecto a los
científicos que trabajan y producen resultados que pueden alimentar
una mejor y más intensa divulgación, hay deficiencias muy claras.
Hay, por ejemplo, una falta de incentivos curriculares a la
divulgación, y esta llega incluso a ser un demérito en muchas áreas de
conocimiento. No es infrecuente el profesor universitario que tiene
que eliminar las entradas de divulgación en su currículum cuando
prepara este para un concurso o una oposición, anticipando un
tribunal poco receptivo a esa clase de actividades. Otra deficiencia
tiene que ver con la rendición de cuentas de los resultados de la
investigación. Con mucha frecuencia, las convocatorias de
financiación de proyectos de investigación con fondos públicos no
demandan más que la rendición final de cuentas ante los pares
científicos, no ante los “impares”, es decir, los ciudadanos que no
llegan a saber qué se está haciendo con el dinero de sus impuestos.
Si nos centramos ahora en la dimensión de la mediación, que es
responsabilidad de los periodistas y profesionales de la comunicación
de la ciencia, creo que hay un cierto déficit de profesionales
preparados para realizar esa tarea satisfactoriamente. La ciencia que
encontramos habitualmente en los medios es una ciencia ahistórica,
triunfalista y descontextualizada; es una ciencia donde el lado
humano, los aspectos políticos o los dilemas éticos suelen estar
ausentes. Es una divulgación que se preocupa por la actualización
científica, procedente por ejemplo de revistas como Science o Nature,
pero no de la actualización metacientífica de una imagen académica
de la ciencia ya caduca y poco ajustada a la realidad. En este
sentido, creo muy positiva una mayor presencia de la filosofía, la
historia y la sociología de la ciencia en los programas formativos de
periodistas científicos y profesionales de la divulgación. En
relación a lo anterior, pero también debido a motivos estructurales
propios del mundo de la comunicación, hay una cierta falta de
espíritu crítico y una tendencia al sobredimensionamiento en la
comunicación de noticias científicas. Un ejemplo, entre muchos, son
los proyectos hoteleros en la luna (Hilton), recogidos en los medios
tras el anuncio del descubrimiento de barro congelado en los
casquetes polares lunares, o las espectaculares promesas de cura de
enfermedades que se asocian cada poco tiempo con pequeños avances en
genética o bioquímica, y que pronto pasan al olvido y van alimentado
la incredulidad pública. En los casos donde se recoge críticamente
una noticia es cuando existe un mercado específico asociado a la
crítica, como en la utilización comercial de los organismos
genéticamente modificados o la investigación con células madre
embrionarias, consiguiendo en estos casos más bien amplificar
públicamente la cuestión e incluso tematizarla políticamente por el
efecto “bola de nieve”. Por último, con respecto al polo de la
apropiación social, hay una falta de estímulos y motivación ciudadana
respecto a la apropiación de conocimiento científico y tecnológico,
debido en parte al menos, a los factores anteriores. Este creo que es
el caso particular de los países iberoamericanos, unos países donde
además existe una estrecha asociación de la cultura -y las personas
cultivadas- con la cultura artística y literaria, contribuyendo así al
desinterés por la ciencia. Creo también que hay vías de mejora si
repensamos mejor el propio proceso de comunicación social de la
ciencia. Los ciudadanos, en este proceso, no pueden ser vistos como
meros receptores pasivos de contenidos científico-técnicos. Tienen
intereses y actitudes, y también son portadores de otros tipos de
saber; tienen unas especificidades que con frecuencia no son tenidas
en cuenta por aquellos que producen ciencia y por aquellos que la
trasmiten. Más producción de conocimiento científico, mayor oferta en
los medios, no significa inexorablemente más apropiación de la
ciencia. El desinterés y la desconfianza pueden conducir al fracaso.
No hay que olvidar que los dos motivos más frecuentemente aducidos
por los ciudadanos en las encuestas, en respuesta a la pregunta por
su falta de inclinación por la ciencia, son que no la entienden y que
no les interesa. Sin duda, algo estamos haciendo mal. Y la reacción,
desde luego, no puede limitarse a mejorar la presencia de la ciencia
en medios y museos, por importante que sea, hay también que actuar
en las escuelas, en los sistemas de ciencia y tecnología, y
reorientar las actuaciones de forma que los ciudadanos dejen de ser
concebidos como científicos o ingenieros subdesarrollados, como meros
sujetos pasivos con un déficit de información y actitudes.
Fuente:
http://cooperacionib.org
domingo, 23 de junio de 2013
Imágenes de la XIX Reunión de Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2013.
Video con imágenes tomadas durante mi estadía en Resistencia y Corrientes con motivo de la reunión científica a la cual asistí en calidad de panelista.
viernes, 21 de junio de 2013
Pensar desde la transdisciplinariedad.
Eliseo Verón reivindicó esta perspectiva en su conferencia "Territorios, disciplinas, nudos, redes: metáforas sobre las fronteras”.
En el marco del Programa de Posdoctoración, Verón exhibió su pensamiento.
"Ya está, terminé", los aplausos aparecen y Eliseo Verón rie,
brevemente, para inmediatamente enfocarse en las personas que lo estaban
escuchando. Segundos atrás culminaba su conferencia citando un ejemplo
que está llevando a cabo en la Universidad Nacional de Noroeste de
Buenos Aires (UNNOBA). Allí, lidera una "cátedra transversal"
(como le gusta llamar al semiólogo) sobre comunicación y antropología
que se dicta obligatoriamente en todas las carreras de la institución.
"A partir de esta experiencia, única en el país, hay una posibilidad
para que poco a poco se ponga en marcha este pensamiento
transdisciplinar donde ante una problemática específica se plantea un
abordaje desde distintas miradas articuladas".
A su vez, Veron planteó: "Hacer esto en un ámbito donde históricamente no se relacionaron las diferentes áreas, en donde ésto y lo otro nunca estuvieron articulados, es una posibilidad de hacer algo no tradicional. Al principio todos nos miraban con cara de pocos amigos, pero cuando se desarrolla y está en marcha, todos se dan cuenta que va bien y que es relevante y necesario tener esta mirada y que funciona. Intentamos pasar por al lado de los obstáculos tradicionales y a los recortes fragmentados tradicionales sobre la realidad".
Cuando el Dr. Eliseo Verón (sociólogo, semiólogo, antropólogo) habla, todos escuchan y esperan sus conclusiones, aunque puede culminar sus argumentos abruptamente citando un ejemplo práctico y aclarando que se llegó al final. Asi, lo realizó en “Territorios, disciplinas, nudos, redes: metáforas sobre las fronteras”, tras ser invitado por nuestra casa de estudios, en el marco del Programa de Posdoctoración.
El público integrado en el Salón de los Espejos en Sede de Gobierno de nuestra institución quedó cautivado con sus análisis y pudo contemplar un recorrido cronológico acerca de "¿Como nacieron las disciplinas científicas?". "La clasificación por contenidos y la noción de disciplina tiene un tono de orden. Yo me pregunto si en las bibliotecas en los diferentes hogares están dividas con ese mismo orden y nombramiento que tuvimos históricamente y tradicionalmente en el mundo científico", expresó.
Fuente:
www.unr.edu.ar
A su vez, Veron planteó: "Hacer esto en un ámbito donde históricamente no se relacionaron las diferentes áreas, en donde ésto y lo otro nunca estuvieron articulados, es una posibilidad de hacer algo no tradicional. Al principio todos nos miraban con cara de pocos amigos, pero cuando se desarrolla y está en marcha, todos se dan cuenta que va bien y que es relevante y necesario tener esta mirada y que funciona. Intentamos pasar por al lado de los obstáculos tradicionales y a los recortes fragmentados tradicionales sobre la realidad".
Cuando el Dr. Eliseo Verón (sociólogo, semiólogo, antropólogo) habla, todos escuchan y esperan sus conclusiones, aunque puede culminar sus argumentos abruptamente citando un ejemplo práctico y aclarando que se llegó al final. Asi, lo realizó en “Territorios, disciplinas, nudos, redes: metáforas sobre las fronteras”, tras ser invitado por nuestra casa de estudios, en el marco del Programa de Posdoctoración.
El público integrado en el Salón de los Espejos en Sede de Gobierno de nuestra institución quedó cautivado con sus análisis y pudo contemplar un recorrido cronológico acerca de "¿Como nacieron las disciplinas científicas?". "La clasificación por contenidos y la noción de disciplina tiene un tono de orden. Yo me pregunto si en las bibliotecas en los diferentes hogares están dividas con ese mismo orden y nombramiento que tuvimos históricamente y tradicionalmente en el mundo científico", expresó.
Fuente:
www.unr.edu.ar
miércoles, 19 de junio de 2013
Kenneth Gergen : Construccionismo Social.
Kenneth J. Gergen (nacido en 1935) es un psicólogo norteamericano y profesor en el Swarthmore College. Gergen está casado con Mary M. Gergen, Profesora Emérita en la Penn State University, y una importante contribuyente a la psicología feminista y la indagación del desempeno. Ella es autora de más de 50 artículos y es la co-autoria (con Ken Gergen) de "Construcción Social". A menuda colabora con su esposo y juntos publican la Positive Aging Newsletter con una audiencia de por lo menos 12.000 personas.
Por Carmen Viejo Díaz
En su libro "Realidades y Relaciones: Aproximaciones a la construcción social", comenta:
"Tradicionalmente, la cultura occidental ha ensalzado la mente y el espíritu individual como lugares de la razón y, por consiguiente, del conocimiento ".
Si debemos hacer caso a este libro, sin embargo, el célebre adagio de Descartes "Pienso, luego existo" tendría que expresarse de un modo más apropiado como "Comunico, luego existo" , pues, en él, el método de la duda se equipara no a la razón sino al lenguaje, siempre producto de relaciones interdependientes. Centrándose, de este modo, en los procesos del discurso, así como en sus explicaciones sociales y literarias.
Gergen examina los desafíos que se lanzan contra el empirismo bajo el estandarte de la construcción social y subraya los principales elementos de una perspectiva de este tipo, ilustrando su potencial y abriendo -en fin- lo que puede ser un fructífero debate sobre el futuro de las actividades construccionistas, tanto en las ciencias humanas como en la psicología.
Existe la posibilidad que estas ciencias se guíen también por otras perspectivas:
"Cuando la relación -y no el individuo- es el lugar del conocimiento, las formas de teoría, de investigación y de práctica resultantes retornan a los ámbitos habituales de la investigación especializada en psicología -el yo, las emociones, el entendimiento humano, la patología y la psicoterapia- y abren un refrescante estudio sobre la narración, el fraude y la moralidad."
Pues bien, eso es lo que sucede en este libro revolucionario: una obra maestra que no sólo integra la multiplicidad de voces de la crítica antiempirista, sino que nos muestra abiertamente los más nuevos panoramas de las ciencias humanas y de la práctica cultural.
http://creciendoenlaentrega.blogspot.com.ar
domingo, 16 de junio de 2013
Corrientes: Ciencia, Investigación, y Pasión por la Comunicación (segunda parte).
Invitado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología
de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) a cargo de la Dra. Silvia Mazza,
tuve oportunidad de asistir a la XIX Reunión de Comunicaciones Científicas y Tecnológicas como
miembro del panel “Acerca de los
productos de la actividad científico-tecnológica”.
La charla
La audiencia estuvo integrada en su mayoría por
becarios que desarrollan sus actividades en la UNNE. Por eso me pareció
apropiado enfatizar que ellos son los protagonistas del cambio cultural que
estamos transitando: la comunicación de la ciencia como actividad inherente a
la actividad científica. Es un tiempo interesante (como dirían los chinos)
donde las funciones, responsabilidades e incumbencias de todos los que estamos
relacionados con la ciencia están siendo replanteados. Con las herramientas
adecuadas, todos podemos hacer comunicación científica. Cada uno con su estilo,
su mirada y su aporte. Los periodistas preparándose con mayores conocimientos
sobre ciencia, (sobre todo de las llamadas ciencias duras) y los científicos
con herramientas comunicacionales.
Si bien todavía se puede lograr una mayor
presencia de la ciencia en los medios de comunicación, creo que no es sabio ni
justo esperar que ellos se ocupen de todas las necesidades comunicacionales de
los científicos. Los científicos pueden generar sus propios contenidos, más en
los tiempos que corren, donde los avances tecnológicos nos muestran variedad de
formas de comunicar. Es solo cuestión de interesarse y aprender o bien
acercarnos a aquellos que pueden ayudarnos en la tarea.
A través de blogs, de las páginas de las
universidades nacionales, de los laboratorios de investigación, se pueden
generar textos de divulgación. Algunos lo harán como una obligación ante un
requerimiento administrativo, otros como un camino para mejorar su actividad.
Otros, directamente no lo harán. Como dice el dicho “cuando uno no quiere, dos
no pueden”. No se puede obligar a hacer comunicación científica a un científico
que no quiere hacerlo. Es más productivo concentrarnos en aquellos que sí están
interesados en avanzar en esta actividad que forma parte, queramos o no, de la
actividad científica.
Hasta ahora se lo pudo evitar. Hoy, con el
desarrollo tecnológico existente y con un ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva que pide a los investigadores que cuenten lo que hacen y busquen
aplicaciones potenciales para sus trabajos, y universidades con un firme
compromiso de acercarse a la sociedad para resolver los problemas regionales
más acuciantes, ya no podemos seguir evitando comunicar la ciencia. No sin que
haya consecuencias. Que las mismas tarden en aparecer, no quiere decir que no
vayan a hacerlo. Sería positivo anticiparse.
La pasión como base de la comunicación
Los años pasan y las relaciones se desgastan. No
es distinto en el caso de los científicos y su relación con la ciencia. Esa
atracción inicial por la ciencia, el conocimiento y las ganas de construirlo
puede transformarse por la inevitable rutina asociada con gestiones administrativas
para conseguir fondos, tratar con colaboradores en todos los niveles y manejar cuestiones
alejadas del trabajo experimental. La presión y responsabilidad se incrementan
a medida que se avanza en la carrera de investigación. No es raro entonces, que
muchas veces se olvide la razón por la cual se comenzó en esa actividad. La
tarea de investigación se elige por vocación y no debería ser un trabajo al que
uno se sienta obligado a concurrir. A pesar de esto, y en medio de ese torbellino
de actividades extra investigación, la pasión inicial va menguando.
Planteo que la comunicación científica puede ser
un camino para reavivar esa pasión y amor por la profesión. Mostrarles a los
demás la pasión puesta en el trabajo de investigación diario, contarles el día
a día de nuestra actividad científica, ayuda a que la sociedad comprenda mejor
que es esto de hacer ciencia e investigar, al mismo tiempo que puede estimular
la misma pasión en los nuevos recursos humanos que la ciencia necesita atraer
continuamente. También ayuda al científico a replantear su trabajo, a reconocer
sus logros, enfrentar sus miedos y fracasos y asumirse como un ser humano que
hace ciencia.
La experiencia correntina
Un párrafo aparte merece la calidez con que me
recibieron en la UNNE. Va mi especial agradecimiento para la Dra. Silvia Mazza,
la Lic. Francisca Milano y para Damian Gonzalez, todos de la Secretaría de
Ciencia y Técnica de la universidad con sede en Corrientes, y campus en esa
provincia y en la vecina Resistencia, Chaco. El puente que hace poco cumplió 40
años une a estas dos provincias que comparten el ancho y torrentoso Paraná. También
agradezco a Laura Ramírez y Gloria Gimenez, las docentes-investigadoras que me
acercaron a Corrientes luego de terminar con las actividades del día. Volví con
una sensación de enriquecimiento tanto en lo personal como en lo académico.
Monumento al Sgto. Cabral e iglesia Nstra. Sra. del Rosario (Fotos: C. Pairoba) |
A pesar de la breve visita pude recorrer la famosa costanera correntina y disfrutar de su serenidad, además de las calles de Corrientes: la plaza seca con la estatua del Sgto. Cabral (¿sabían que era correntino?), la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, el Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Juan Ramón Vidal (que funciona en la que fuera la casa del gobernador, caudillo y líder del Partido Autonomista de Corrientes, posteriormente donada por su esposa). Allí Elisa Ramírez (hermana de Gloria) me guió por las salas restauradas y me contó sobre la historia de la casona, sus propietarios y la pinacoteca del museo. En la sala azul se exhibe, entre otras obras, un Quinquela Martin, lo que motivó que Elisa me contara sobre su experiencia como restauradora de varias obras de este ilustre pintor argentino, nacido en Rosario y luego adoptado por una familia del barrio de La Boca en Buenos Aires.
En síntesis, una experiencia provechosa en todos
los aspectos y que espero se repita.
Audios de las charlas:
1. Dra. Nélida Peruchena (publicación de trabajos en ciencias duras)
2.Dra. María Silvia Leoni (publicación de trabajos en Cs. Sociales)
3. Charla Dra. Liliana Ramirez (Innovación y Transferencia)
4. Charla Dr. Pedro Sansberro (Innovación y Transfererencia: clonación de yerba mate)
5. Charla Dr. Claudio Pairoba (Ciencia en medios de comunicación masivos)
6. Palabras de cierre de la Dra. Silvia Mazza (Sec.C y T - UNNE)
sábado, 15 de junio de 2013
Corrientes: Ciencia, Investigación, y Pasión por la Comunicación (Primera parte).
Por Claudio Pairoba
Invitado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) a cargo de la Dra. Silvia Mazza, tuve oportunidad de asistir al XIX Reunión de Comunicaciones Científicas y Tecnológicas como miembro del panel “Acerca de los productos de la actividad científico-tecnológica”. Los disertantes (cinco en total) expusimos sobre las formas en que estos productos son dados a conocer, ya sea a través de transferencia tecnológica o producción de papers científicos provenientes tanto de las ciencias duras como de las ciencias sociales. El tema de mi charla se centró en la presencia de estos productos bajo la forma de notas científicas en los medios de comunicación masivos.
Los restantes expositores fueron los doctores Nélida Peruchena (investigadora de la Facultad deCiencias Exactas de la UNNE), María Silvia Leoni (directora
del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (UNNE-CONCET), Liliana Ramirez (investigadora del Departamento de Geografía de la Facultad de Humanidades de la UNNE) y Pedro Sansberro (investigador del Instituto de Botánica del Nordeste (UNNE-CONICET)).
El ámbito del XIX Encuentro de Ciencia y Tecnología
El encuentro se desarrolló durante tres días (12 al 14 de junio) en el aula magna del Campus Universitario Resistencia. La sensación de familiaridad que me invadió al ingresar a dicho salón tenía su justificativo: la construcción es una copia, casi exacta diría yo, del Hogar Escuela Eva Perón de la vecina localidad de Gdro. Baigorria. Preguntando, me comentaron que el predio había albergado al Hogar Escuela de Corrientes, el cual luego se trasladó, siendo sus instalaciones ocupadas por la universidad. La mañana del primer día estuvo dedicada al panel mencionado y durante la tarde se premiaron los trabajos presentados por becarios. Durante los dos días siguientes se dieron a conocer trabajos distribuidos en cinco áreas: Cs. Agropecuarias, Cs. Exactas y Naturales, Sociales/Humanísticas/Artísticas, Tecnologías y Cs. Médicas
Ciencia, medios y razones para comunicar
La presencia de noticias científicas en los diarios argentinos (el medio que fija la agenda para los restantes) en los últimos años viene en franco aumento. Eso es positivo. Lo que no es tan positivo, según un interesante trabajo de Hector Palma es la calidad de los artículos que se escriben. Sumado a esto, una encuesta llevada a cabo por el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva indica que el formato predominante en los textos científicos es el de noticia. Poco hay de periodismo científico crítico, ahondando en las implicancias sociales, consecuencias, conflictos de intereses, etc., relacionados con el tema descripto. Palma plantea un replanteo de las razones para comunicar ciencia, porque las razones esgrimidas hasta el momento no se verifican en los artículos que aparecen en los diarios.
jueves, 13 de junio de 2013
La idea de crear biolíderes.
El proyecto que lanzó Alejandro Vila del Instituto
de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), creó estos talleres de
dos días con no-científicos, no sólo para que vean para qué sirve la
ciencia básica, sino además para que participen en la idea de la no
neutralidad en la aplicación de la ciencia.
Por Pablo Feldman
¿Qué se hizo durante esos dos días en el IBR, qué hicimos? -permítaseme utilizar la primera persona-. Aunque parezca mentira, ataviado cada uno con su guardapolvos y guantes de latex, pudimos purificar ADN, aislar, manipular y caracterizar un gen. Ese mismo gen, en la segunda jornada, fue insertado en una bacteria de tal modo que se creó un organismo transgénico. Naturalmente, los grupos fueron integrados por dos "alumnos", en mi caso compartiendo la mesa de trabajo -aunque cada uno con sus pipetas, tubos, maquinas centrífugas y demás elementos- con Oscar De Fante y guiados por la doctora Susana Checa.
En otros grupos se vio trabajar alejados del armado de listas a Omar Perotti y Roberto Sukerman, al colega David Narciso con Miguel Lifschitz, a Monica Fein -que llevaba una evidente ventaja por su formación bioquimica- con Carlos Kretz -titular de la fábrica de balanzas- y severo impulsor del "control de calidad" de los experimentos, también al secretario de Ciencia y Técnología David Asteggiano. Además, al gobernador Antonio Bonfatti -que aprovechó los breaks para "atender" a sus ministros- junto al reconcentrado vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario, Eduardo Seminara.
Cuatro horas la mañana del viernes, un intermedio para almorzar, otras cuatro horas, y la mañana del sábado hasta desembocar en un almuerzo de colación de grados. Durante esas jornadas, no sólo se trabajó en el laboratorio, manipulando elementos y genes; sino también compartiendo historias, anécdotas y relatos de un grupo de científicos que en nada se parecen al estereotipo del atormentado con los pelos volados, o el que no combina sus ropas, o que desprecian el maquillaje en el caso de la mujeres. Gente como todos, pero distinta, con un sentido de la vida profundo como que trabaja con los orígenes, con la génesis. Distintas edades, especialidades, logros y trayectorias, todos saben allí quién es quién, pero se trasunta un espíritu de cuerpo pocas veces visto en ámbitos donde la competencia también está presente.
Los mayores, como Néstor Carrillo o Diego de Mendoza son reconocidos tácitamente por sus pares, que son pares, pero que saben quiénes son los maestros. Una generación intermedia, que tomó la posta y que encarnan "Tato" Vila, Fernando Soncini, Elelonora García Vescovi, Nora Calcaterra -por citar sólo algunos-. También los que tomarán la posta en el futuro, todos doctorados de entre 30 y 40 y pico, con muchas horas de laboratorio y sentido común, como Javier Palatnik, Claudia Banchio, Jorgelina Ottado -una agrónoma "infiltrada" entre tanto bioquímico y biólogo- Pablo Armas, Gabriela Gago, Susana Checa (nuestra lazarillo) Leticia Llarrull, Juan Manuel Debernardi, Gisella Di Venanzio, y además Marta Vijande que seguramente se ha ocupado de que todo funcionara también fuera del laboratorio.
¿Para que sirve esto?
La misma pregunta para dos respuestas diferentes. La primera, y más importante, hace alusión a la "ciencia básica" que es lo que se desarrolla a gran nivel en 25 programas diferentes en el IBR. Es el conocimiento en estado puro, el punto de partida de todo lo demás, el origen de la vida. Carlos Finlay, "el cientifico de los mosquitos" como se lo conoce vulgarmente, fue un incansable batallador de la lucha contra la fiebre amarilla, al punto que el día del médico se celebra el 3 de diciembre porque ese fue el día que nació. Un día estaba estudiando y revisando sus notas y lo distrajo el zumbido de un mosquito y fue en ese instante que cambió la historia y dedicó el resto de su larga vida a establecer que el vector era el agente transmisor.
En el IBR, a Diego de Mendoza -primer director y durante más de una década al frente de la institución- se le ocurrió un día preguntarse: "Si hay bacterias flacas y gordas y si son todas iguales, y si son todas iguales por qué razón". Así lo contó él mismo en una de las clases magistrales, que fueron varias y que fueron tales no sólo por el nivel de los expositores sino porque hasta quien esto escribe logró entenderlas.
Fue así que descubrió -con su grupo- que después de producirse biodiesel, la glicerina (que es en principio el material desechable) puede manipularse genéticamente, con la incorporación de una bacteria y crear más biodiesel. Esto tiene, además del hallazgo, una clara aplicación y un evidente impacto en la industria y por tanto en el desarrollo económico de un país.
Entonces el primer "¿para qué?" estaría sobradamente explicado. Sin embargo los que hacen ciencia básica, en el ámbito del Estado no tienen ese imperativo (categórico) de hacer algo que sea rentable, o no en términos económicos. Pero sí en términos sociales, y es así que bajo la misma lupa o microscopio, las bacterias que sobreviven a altas temperaturas mientras haya liquido, y posibilitan esos avances en la industria, permiten también, mediante su manipulación establecer la identidad de un centenar de niños nacidos en cautiverio o secuestrados de sus hogares, como sucedió con los nietos recuperados por la Abuelas de Plaza de Mayo, cuyo afiche fue lo último que se vio en la ponencia de Vila, al cerrar las jornadas. "La ciencia debe ser neutral" dijo el director del IBR -parafraseando a Joan Manuel Serrat en "Sería fantastic"- pero no su uso".
Y eso explica el segundo "¿para que?". ¿Para qué convocar a una docena de "líderes"?. Precisamente para que no sean neutrales. Para que se tome contacto directo con lo que se está haciendo, para que transmitan la importancia de invertir en recursos no sólo tecnológicos sino también humanos.
En California, contó Vila, se invirtieron 40 mil millones de dólares en diez años en ciencia básica en tres universidades. No sólo obtuvieron treinta premios Nobel, sino que se desarrollaron 600 empresas de biotecnología. Algo parecido ocurrió en Boston, allí están el célebre MIT (Massachusetts Institute of Technologu) y Harvard, se inviertieron 26 mil millones de dólares en ciencia básica: 25 premio Nobel y 500 empresas de biotecnología.
Pero más allá de la contundencia de los datos, tal vez la "explicación" más convincente la aportó el físico Michael Faraday, cuando presentó hace casi 200 años la "inducción electromagnética", algo que hoy permite que haya electricidad.
Alguna vez, un periodista (como dijo Bernard Shaw, una profesión que refleja "un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad") le preguntó al científico británico "¿para qué sirve la ciencia básica?". Faraday hizo una pausa, levantó la vista y le respondió: "Dígame usted para qué sirve un recién nacido y yo le digo después para que sirve la ciencia básica".
Fuente:
www.pagina12.com.ar
Todo el grupo que participó del taller. Incluidos el gobernador Bonfatti y la intendenta Fein. |
Por Pablo Feldman
El
viernes y sábado pasados, el Instituto de Biología Molecular y Celular
de Rosario (IBR) organizó el primer taller de Biotecnología para
Líderes. La generosidad de los convocantes hizo que este cronista
formara parte de la primera camada de lo que se llama -con el mismo
derroche de amabilidad- Biolíderes.
La historia comenzó hace un par de
semanas, cuando Alejandro Vila cursó la invitación a una docena de
personas y pidió reserva para evitar -según dijo en su conferencia de
cierre- que le birlaran la idea y se hiciera algo de características
similares en la Ciudad de Buenos Aires, por citar un ejemplo. Vila junto
a una veintena de investigadores del CONICET se trasformaron en los
anfitriones de un grupo heterogéneo en su edad, profesión, formación y
seguramente expectativas.
¿Qué se hizo durante esos dos días en el IBR, qué hicimos? -permítaseme utilizar la primera persona-. Aunque parezca mentira, ataviado cada uno con su guardapolvos y guantes de latex, pudimos purificar ADN, aislar, manipular y caracterizar un gen. Ese mismo gen, en la segunda jornada, fue insertado en una bacteria de tal modo que se creó un organismo transgénico. Naturalmente, los grupos fueron integrados por dos "alumnos", en mi caso compartiendo la mesa de trabajo -aunque cada uno con sus pipetas, tubos, maquinas centrífugas y demás elementos- con Oscar De Fante y guiados por la doctora Susana Checa.
En otros grupos se vio trabajar alejados del armado de listas a Omar Perotti y Roberto Sukerman, al colega David Narciso con Miguel Lifschitz, a Monica Fein -que llevaba una evidente ventaja por su formación bioquimica- con Carlos Kretz -titular de la fábrica de balanzas- y severo impulsor del "control de calidad" de los experimentos, también al secretario de Ciencia y Técnología David Asteggiano. Además, al gobernador Antonio Bonfatti -que aprovechó los breaks para "atender" a sus ministros- junto al reconcentrado vicerrector de la Universidad Nacional de Rosario, Eduardo Seminara.
Cuatro horas la mañana del viernes, un intermedio para almorzar, otras cuatro horas, y la mañana del sábado hasta desembocar en un almuerzo de colación de grados. Durante esas jornadas, no sólo se trabajó en el laboratorio, manipulando elementos y genes; sino también compartiendo historias, anécdotas y relatos de un grupo de científicos que en nada se parecen al estereotipo del atormentado con los pelos volados, o el que no combina sus ropas, o que desprecian el maquillaje en el caso de la mujeres. Gente como todos, pero distinta, con un sentido de la vida profundo como que trabaja con los orígenes, con la génesis. Distintas edades, especialidades, logros y trayectorias, todos saben allí quién es quién, pero se trasunta un espíritu de cuerpo pocas veces visto en ámbitos donde la competencia también está presente.
Los mayores, como Néstor Carrillo o Diego de Mendoza son reconocidos tácitamente por sus pares, que son pares, pero que saben quiénes son los maestros. Una generación intermedia, que tomó la posta y que encarnan "Tato" Vila, Fernando Soncini, Elelonora García Vescovi, Nora Calcaterra -por citar sólo algunos-. También los que tomarán la posta en el futuro, todos doctorados de entre 30 y 40 y pico, con muchas horas de laboratorio y sentido común, como Javier Palatnik, Claudia Banchio, Jorgelina Ottado -una agrónoma "infiltrada" entre tanto bioquímico y biólogo- Pablo Armas, Gabriela Gago, Susana Checa (nuestra lazarillo) Leticia Llarrull, Juan Manuel Debernardi, Gisella Di Venanzio, y además Marta Vijande que seguramente se ha ocupado de que todo funcionara también fuera del laboratorio.
¿Para que sirve esto?
La misma pregunta para dos respuestas diferentes. La primera, y más importante, hace alusión a la "ciencia básica" que es lo que se desarrolla a gran nivel en 25 programas diferentes en el IBR. Es el conocimiento en estado puro, el punto de partida de todo lo demás, el origen de la vida. Carlos Finlay, "el cientifico de los mosquitos" como se lo conoce vulgarmente, fue un incansable batallador de la lucha contra la fiebre amarilla, al punto que el día del médico se celebra el 3 de diciembre porque ese fue el día que nació. Un día estaba estudiando y revisando sus notas y lo distrajo el zumbido de un mosquito y fue en ese instante que cambió la historia y dedicó el resto de su larga vida a establecer que el vector era el agente transmisor.
En el IBR, a Diego de Mendoza -primer director y durante más de una década al frente de la institución- se le ocurrió un día preguntarse: "Si hay bacterias flacas y gordas y si son todas iguales, y si son todas iguales por qué razón". Así lo contó él mismo en una de las clases magistrales, que fueron varias y que fueron tales no sólo por el nivel de los expositores sino porque hasta quien esto escribe logró entenderlas.
Fue así que descubrió -con su grupo- que después de producirse biodiesel, la glicerina (que es en principio el material desechable) puede manipularse genéticamente, con la incorporación de una bacteria y crear más biodiesel. Esto tiene, además del hallazgo, una clara aplicación y un evidente impacto en la industria y por tanto en el desarrollo económico de un país.
Entonces el primer "¿para qué?" estaría sobradamente explicado. Sin embargo los que hacen ciencia básica, en el ámbito del Estado no tienen ese imperativo (categórico) de hacer algo que sea rentable, o no en términos económicos. Pero sí en términos sociales, y es así que bajo la misma lupa o microscopio, las bacterias que sobreviven a altas temperaturas mientras haya liquido, y posibilitan esos avances en la industria, permiten también, mediante su manipulación establecer la identidad de un centenar de niños nacidos en cautiverio o secuestrados de sus hogares, como sucedió con los nietos recuperados por la Abuelas de Plaza de Mayo, cuyo afiche fue lo último que se vio en la ponencia de Vila, al cerrar las jornadas. "La ciencia debe ser neutral" dijo el director del IBR -parafraseando a Joan Manuel Serrat en "Sería fantastic"- pero no su uso".
Y eso explica el segundo "¿para que?". ¿Para qué convocar a una docena de "líderes"?. Precisamente para que no sean neutrales. Para que se tome contacto directo con lo que se está haciendo, para que transmitan la importancia de invertir en recursos no sólo tecnológicos sino también humanos.
En California, contó Vila, se invirtieron 40 mil millones de dólares en diez años en ciencia básica en tres universidades. No sólo obtuvieron treinta premios Nobel, sino que se desarrollaron 600 empresas de biotecnología. Algo parecido ocurrió en Boston, allí están el célebre MIT (Massachusetts Institute of Technologu) y Harvard, se inviertieron 26 mil millones de dólares en ciencia básica: 25 premio Nobel y 500 empresas de biotecnología.
Pero más allá de la contundencia de los datos, tal vez la "explicación" más convincente la aportó el físico Michael Faraday, cuando presentó hace casi 200 años la "inducción electromagnética", algo que hoy permite que haya electricidad.
Alguna vez, un periodista (como dijo Bernard Shaw, una profesión que refleja "un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad") le preguntó al científico británico "¿para qué sirve la ciencia básica?". Faraday hizo una pausa, levantó la vista y le respondió: "Dígame usted para qué sirve un recién nacido y yo le digo después para que sirve la ciencia básica".
Fuente:
www.pagina12.com.ar
domingo, 9 de junio de 2013
Falta de sueño: la pesadilla de los estudiantes.
Estados Unidos está a la cabeza de la lista de jóvenes estudiantes con problemas de sueño.La falta de sueño es un significativo factor oculto en el descenso del desempeño en jóvenes en edad escolar, de acuerdo a una investigación llevada a cabo a nivel internacional. El problema es particularmente importante en países ricos. Los expertos en el tema vinculan la falta de sueño al incremento en el uso de teléfonos celulares y computadoras en los dormitorios a altas horas de la noche.
La falta de sueño es un problema tan serio que la enseñanza escolar ha tenido que disminuir su dificultad para acomodarse a los estudiantes con problemas de sueño, indica el estudio.
La comparación de los datos a nivel internacional llevada a cabo por el Boston College encontró que Estados Unidos tiene el número más alto de estudiantes con falta de sueño. El 73% de los estudiantes de 9 y 10 años de edad y el 80% de estudiantes de 13 y 14 años fueron identificados por sus maestros como muy afectados.
En pruebas de lectura el 76% de los estudiantes de 9 y 10 años tenían el mismo problema de privación del sueño.
Los datos fueron mucho más altos que el promedio internacional de 47% en estudiantes de primaria y 57% en el grupo de secundaria.
Análisis robusto
Otros países con altos índices son Nueva Zelanda, Arabia Saudita, Australia, Inglaterra, Irlanda y Francia. Finlandia, con muy buena fama debido a su excelente sistema educativo, también está entre las naciones que encabezan las cifras de estudiantes que sufren falta de sueño.
Entre los países con datos donde los jóvenes sí gozan de buen descanso están Azerbaiyán, Kazajistán, Portugal, República Checa, Japón y Malta.El análisis fue parte de un enorme proceso de recabación de datos para establecer un ránking sobre educación global denominado: Tendencias en Matemáticas y Ciencia y el Progreso en el Estudio Internacional de la Lectura (TIMSS y PIRLS por sus siglas en inglés).
Los resultados del ránking para matemáticas, ciencia y lectura fueron publicados a finales del año pasado y los sistemas educativos de países asiáticos fueron los que destacaron en todas las tablas.
Sin embargo, los investigadores también querían saber más sobre la influencia que ejercen los hogares en los jóvenes estudiantes. Se ha escrito mucho sobre el impacto de la riqueza y la pobreza, pero los investigadores del Boston College también querían medir datos como el sueño y la nutrición.
Por ello las pruebas fueron acompañadas de cuestionarios para maestros, estudiantes y padres sobre patrones de sueño. Esta información fue comparada con los resultados de las pruebas académicas, por lo que los resultados de los exámenes en matemáticas, ciencia y lectura fueron cotejados con los niveles de sueño.
"Creo que subestimamos el impacto del sueño. Nuestros datos muestran que a nivel internacional, en promedio, los niños que duermen más tienen mejor desempeño en matemáticas, ciencia y lectura. Eso es exactamente lo que muestran nuestros datos", afirma Chad Minnich, del Centro de Estudio Internacional TIMSS y PIRLS.
"Es el mismo vínculo para niños que no tienen buena nutrición", asegura Minnich, quien trabaja en la Escuela de Educación Lynch del Boston College.
"Si no puedes concentrarte, prestar atención, no puedes alcanzar tu nivel óptimo porque tu mente y tu cuerpo necesitan algo más básico".
"El sueño es una necesidad fundamental para todos los niños. Si los maestros reportan un importante número de niños sufriendo falta de sueño, esto tiene un impacto significativo".
"Pero peor que eso es el hecho de que los maestros están teniendo que modificar sus instrucciones dependiendo de los estudiantes que están sufriendo falta de sueño".
"Los niños con falta de sueño tienen instrucciones menos complicadas".
Incluso los niños que duermen bien sufren de estas modificaciones.
Por qué no duermen
Lo que el estudio no muestra muy claramente es por qué los jóvenes no están durmiendo bien o por qué países con importantes avances tecnológicos lucen tener los mayores problemas.
Sin embargo, expertos en el sueño señalan como una de las razones la tecnología en los dormitorios de los niños, especialmente el uso de teléfonos inteligentes o laptops muy tarde en la noche.
No solo los jóvenes se mantienen despiertos mandando mensajes a sus amigos usando internet. La luz de las pantallas muy cerca del rostro físicamente interrumpe el escenario natural para el sueño.
"Al tener una pantalla de computadora que está a apenas ocho pulgadas del rostro te expone a mucha más luz que ver un televisor que está al otro lado de la habitación", asevera Karrie Fitzpatrick, investigadora del sueño de la Northwestern University en Illinois.
"Eso le va a decir a tu cerebro que te mantengas despierto", afirma Fitzpatrick.
"Esa luz puede reprogramar todo el sistema del ritmo circadiano y decir 'espera un minuto, no es el momento de ir a la cama'".
La falta de sueño también es una seria barrera física para aprender.
"La falta de sueño es un problema a todos los niveles que es relevante en el aprendizaje, la memoria y el desempeño académico", dice Derk-Jan Dijk, director del Centro de Estudio del Sueño de la Universidad de Surrey, en Reino Unido.
Las investigaciones en los desórdenes en el sueño y las funciones del cerebro han mostrado la importancia que tiene el sueño en la memoria y la consolidación de la información.
Sin sueño, el cerebro tiene problemas para absorber y retener ideas.
Sueño y desempeño académico
"Hay un creciente interés en la asociación que hay entre un sueño adecuado y el desempeño académico", indica Dijk.
Por su parte Fitzpatrick señala que la falta de sueño va a dejar a jóvenes estudiantes más emocionalmente volátiles, con menos capacidad de concentración y físicamente problemáticos a la hora de aprender.
Agrega que la pérdida de sueño y los esfuerzos por recuperarlo a corto plazo puede causar interrupciones más complejas en la manera en cómo el cerebro almacena información.
Pero hay buenas noticias. Si comienzas a dormir bien de manera cotidiana, la falta de aprendizaje se revierte.
"Mientras no llegues a un extremo de privación del sueño y regreses a un sueño de siete a nueve horas en la noche y mientras no haya un daño permanente probablemente puedes restaurar la funcionalidad de acumular, procesar y recolectar memoria", indica Fitzpatrick.
"Las bases del aprendizaje seguramente volverán a los niveles normales".
De otra forma, tratar de estudiar sin dormir va a ser bien difícil. "Tu cerebro funciona vacío".
Fuente:
www.bbc.co.uk/mundo
jueves, 6 de junio de 2013
Buscando soluciones sustentables: el desafío de los biocombustibles y el papel de las algas.
Julieta Barchiesi nos cuenta sobre las algas como nueva opción para la obtención de biocombustibles.
Las algas se posicionan como una fuente alternativa para la obtención de biocombustibles.
Julieta Barchiesi*
En las próximas décadas el mundo necesitará enormes cantidades de
energía para respaldar el crecimiento económico y poblacional, y para
mejorar los estándares de vida. Los suministros de energía
convencionales lucharán para seguir el ritmo de la demanda, y la energía
se deberá producir de forma ecológica y socialmente responsable.
Simultáneamente, será necesario alimentar la población mundial
creciente. Esto incrementará la presión en el medioambiente, la tierra
cultivable, las reservas de peces y el suministro de agua pura. Las
algas son la gran promesa debido a que son una fuente de energía para
biocombustibles con baja emisión de dióxido de carbono (CO2), y como
suplementos dietario animal.
Los biocombustibles son alcoholes, ésteres y otros compuestos químicos producidos a partir de la biomasa, residuos de la agricultura y de la actividad forestal, y desechos industriales. Entre otros podemos incluir al bioetanol, biodiésel, biohidrógeno, biometanol; siendo los dos primeros los más desarrollados y empleados. La biomasa hace referencia a toda materia que puede obtenerse a través de la fotosíntesis, proceso mediante el cual la mayoría de las especies vegetales generan azúcares utilizando energía solar. A partir de sustancias simples como el agua y el dióxido de carbono, esta energía se almacena en forma de moléculas de glucosa, almidón, celulosa y aceites.
UNA SOLUCIÓN A BASE DE ALGAS
Las algas son la fuente de materia prima menos publicitadas para biocombustibles, a pesar de que muchas de ellas tienen un alto potencial para solucionar la dependencia mundial de los combustibles fósiles y limitar las emisiones de CO2 asociadas al cambio climático global. Las microalgas son organismos fotosintéticos que se encuentran tanto en el mar como en agua dulce y poseen un mecanismo de fotosíntesis muy similar al de las plantas terrestres. Están a la vanguardia de la investigación en los esfuerzos destinados a desarrollar tecnologías y sistemas modelos para la producción renovable de hidrógeno y otros biocombustibles como biodiesel y bioetanol. Su procesamiento es simple, debido a su pequeño tamaño y a que carecen de lignocelulosa, un polisacárido presente en todas las fuentes de biomasa terrestres que complica el proceso de conversión de la biomasa en biocombustible. En relación con las plantas terrestres, las microalgas son más eficaces en la conversión de la luz del sol a energía química. Pueden producir una cantidad de aceite por metro cuadrado substancialmente mayor que los aceites de semillas tradicionales y además, disminuir los niveles de CO2, ya que las algas consumen este gas mientras emiten oxígeno puro. Las algas no compiten por terrenos cultivables con las plantas terrestres, muchas cepas de algas pueden crecer en agua de mar o aguas residuales, preservando las valiosas fuentes de agua dulce. Su ventaja a nivel económico se basa en la alta eficiencia de las algas unicelulares para la conversión de energía solar respecto de los cultivos. Por esta y otras razones, las microalgas tienen muchas ventajas sobre las plantas terrestres en lograr uno de los desafíos más grandes a nivel mundial: obtener una forma de energía segura y sostenible, y reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Además, y respecto a la remediación ambiental, las microalgas secuestran naturalmente CO2 de la atmósfera. Sin embargo, para cubrir las necesidades del rápido crecimiento de una granja de algas, se necesitan cantidades de CO2 adicionales. La solución es capturar CO2 emitido por plantas industriales, tales como usinas, fábricas de cemento y fábricas de etanol, que de lo contrario serían una fuente de contaminación ambiental. Así, una fuente potencial de calentamiento global es convertida en una fuente de materia prima de combustión limpia para biocombustibles. Además, todos los otros métodos usados para mitigar el CO2 solo lo secuestran; no lo convierten en productos útiles o energía; por lo tanto el uso de microalgas es el mejor método para combatir el cambio climático.
EL ALMIDON
El almidón ha adquirido un inmenso valor en la vida humana, siendo la fuente de calorías más importante en nuestra alimentación, y como un recurso renovable y precursor de nuevos materiales biodegradables en el medio ambiente. En los últimos años, se ha incrementado la utilización de almidón y sus derivados en la industria, a partir de su uso como materia prima, compitiendo con aquellas derivadas de productos a base de petróleo. La modificación de la vía de síntesis de almidón, permite generar nuevos almidones con propiedades mejoradas y nuevas aplicaciones industriales. Sin embargo, uno de los problemas de su uso para biocombustibles es que compite con la alimentación de la población.
Ante esta problemática, la comunidad científica se interesó en profundizar el conocimiento en los mecanismos de producción de almidón en plantas y microalgas con el objetivo de desarrollar herramientas para obtener almidones modificados para distintos fines industriales, alimenticios y bioenergéticos.
Hace siete años, un equipo de investigadores pertenecientes al Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI) dependiente del CONICET (www.conicet.gov.ar) comenzó a investigar las propiedades de las proteínas de síntesis y degradación de almidón de una planta modelo, Arabidopsis thaliana, con fines biotecnológicos. En el último año, el estudio se expandió a otro organismo fotosintético, cuyo uso no compite con la alimentación humana, el microalga Ostreococcus tauri. Esta alga es el organismo eucariota más pequeño que se conoce hasta la actualidad, y es una de las microalgas más abundantes de los sistemas oceánicos y costeros. Además es un importante modelo biológico utilizado en estudios genómicos y de fisiología vegetal en todo el mundo.
O. tauri presenta ciertas características particulares respecto a la producción de almidón. Este pequeño microalga, de genoma compacto y fácil de cultivar en laboratorios, acumula almidón en un único gránulo y presenta una ruta metabólica de almidón incluso más compleja que la de algunas plantas terrestres, con múltiples formas de cada enzima (http://learn.genetics.utah.edu/es/units/activities/extraction/enzyme.html). El estudio de este organismo nos permitirá generar herramientas moleculares de gran utilidad para diseñar la ingeniería de proteínas que eventualmente permita obtener almidones con cualidades mejoradas para diversos usos.
Los biocombustibles son alcoholes, ésteres y otros compuestos químicos producidos a partir de la biomasa, residuos de la agricultura y de la actividad forestal, y desechos industriales. Entre otros podemos incluir al bioetanol, biodiésel, biohidrógeno, biometanol; siendo los dos primeros los más desarrollados y empleados. La biomasa hace referencia a toda materia que puede obtenerse a través de la fotosíntesis, proceso mediante el cual la mayoría de las especies vegetales generan azúcares utilizando energía solar. A partir de sustancias simples como el agua y el dióxido de carbono, esta energía se almacena en forma de moléculas de glucosa, almidón, celulosa y aceites.
UNA SOLUCIÓN A BASE DE ALGAS
Las algas son la fuente de materia prima menos publicitadas para biocombustibles, a pesar de que muchas de ellas tienen un alto potencial para solucionar la dependencia mundial de los combustibles fósiles y limitar las emisiones de CO2 asociadas al cambio climático global. Las microalgas son organismos fotosintéticos que se encuentran tanto en el mar como en agua dulce y poseen un mecanismo de fotosíntesis muy similar al de las plantas terrestres. Están a la vanguardia de la investigación en los esfuerzos destinados a desarrollar tecnologías y sistemas modelos para la producción renovable de hidrógeno y otros biocombustibles como biodiesel y bioetanol. Su procesamiento es simple, debido a su pequeño tamaño y a que carecen de lignocelulosa, un polisacárido presente en todas las fuentes de biomasa terrestres que complica el proceso de conversión de la biomasa en biocombustible. En relación con las plantas terrestres, las microalgas son más eficaces en la conversión de la luz del sol a energía química. Pueden producir una cantidad de aceite por metro cuadrado substancialmente mayor que los aceites de semillas tradicionales y además, disminuir los niveles de CO2, ya que las algas consumen este gas mientras emiten oxígeno puro. Las algas no compiten por terrenos cultivables con las plantas terrestres, muchas cepas de algas pueden crecer en agua de mar o aguas residuales, preservando las valiosas fuentes de agua dulce. Su ventaja a nivel económico se basa en la alta eficiencia de las algas unicelulares para la conversión de energía solar respecto de los cultivos. Por esta y otras razones, las microalgas tienen muchas ventajas sobre las plantas terrestres en lograr uno de los desafíos más grandes a nivel mundial: obtener una forma de energía segura y sostenible, y reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Además, y respecto a la remediación ambiental, las microalgas secuestran naturalmente CO2 de la atmósfera. Sin embargo, para cubrir las necesidades del rápido crecimiento de una granja de algas, se necesitan cantidades de CO2 adicionales. La solución es capturar CO2 emitido por plantas industriales, tales como usinas, fábricas de cemento y fábricas de etanol, que de lo contrario serían una fuente de contaminación ambiental. Así, una fuente potencial de calentamiento global es convertida en una fuente de materia prima de combustión limpia para biocombustibles. Además, todos los otros métodos usados para mitigar el CO2 solo lo secuestran; no lo convierten en productos útiles o energía; por lo tanto el uso de microalgas es el mejor método para combatir el cambio climático.
EL ALMIDON
El almidón ha adquirido un inmenso valor en la vida humana, siendo la fuente de calorías más importante en nuestra alimentación, y como un recurso renovable y precursor de nuevos materiales biodegradables en el medio ambiente. En los últimos años, se ha incrementado la utilización de almidón y sus derivados en la industria, a partir de su uso como materia prima, compitiendo con aquellas derivadas de productos a base de petróleo. La modificación de la vía de síntesis de almidón, permite generar nuevos almidones con propiedades mejoradas y nuevas aplicaciones industriales. Sin embargo, uno de los problemas de su uso para biocombustibles es que compite con la alimentación de la población.
Ante esta problemática, la comunidad científica se interesó en profundizar el conocimiento en los mecanismos de producción de almidón en plantas y microalgas con el objetivo de desarrollar herramientas para obtener almidones modificados para distintos fines industriales, alimenticios y bioenergéticos.
Hace siete años, un equipo de investigadores pertenecientes al Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI) dependiente del CONICET (www.conicet.gov.ar) comenzó a investigar las propiedades de las proteínas de síntesis y degradación de almidón de una planta modelo, Arabidopsis thaliana, con fines biotecnológicos. En el último año, el estudio se expandió a otro organismo fotosintético, cuyo uso no compite con la alimentación humana, el microalga Ostreococcus tauri. Esta alga es el organismo eucariota más pequeño que se conoce hasta la actualidad, y es una de las microalgas más abundantes de los sistemas oceánicos y costeros. Además es un importante modelo biológico utilizado en estudios genómicos y de fisiología vegetal en todo el mundo.
O. tauri presenta ciertas características particulares respecto a la producción de almidón. Este pequeño microalga, de genoma compacto y fácil de cultivar en laboratorios, acumula almidón en un único gránulo y presenta una ruta metabólica de almidón incluso más compleja que la de algunas plantas terrestres, con múltiples formas de cada enzima (http://learn.genetics.utah.edu/es/units/activities/extraction/enzyme.html). El estudio de este organismo nos permitirá generar herramientas moleculares de gran utilidad para diseñar la ingeniería de proteínas que eventualmente permita obtener almidones con cualidades mejoradas para diversos usos.
* La Dra. Barchiesi es investigadora del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Desempeña sus tareas
en el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI),
instituto de doble dependencia Universidad Nacional de Rosario -
CONICET.
Fuente
secyt.unr.edu.ar
lunes, 3 de junio de 2013
La libertad es un espejismo cerebral.
Como va unida al yo consciente, cuya existencia no está probada, es muy probable que el libre albedrío sea también una ilusión
Por Francisco J. Rubia.
La cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos es de 11 millones de bits por segundo, pero la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo. Esto significa que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Sin embargo, el llamado yo consciente piensa que todo lo que sucede está bajo la iluminación de la consciencia. De la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.
El movimiento de las fichas del dominó está dominado por las leyes físicas. ¿También la libertad? Foto: Enoch Lai.
La mayoría de nosotros cree que, a no ser que estemos bajo
coacción o sufriendo por una enfermedad mental, todos tenemos la
capacidad de tomar decisiones y hacer elecciones libremente. Con otras
palabras: que estamos en posesión de lo que llamamos “libre albedrío” o
voluntad libre. Que no dependemos de fuerzas físicas, ni del destino, ni
de Dios. Que nuestro yo es el que decide y elige.
No obstante, parece que la neurociencia moderna piensa, al menos una parte de los neurocientíficos entre los que me encuentro, que esa creencia no es más que una ilusión, de manera que el fantasma de la falta de libertad nos acecha.
Parece evidente que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente.
En realidad, seguimos asumiendo la existencia de un homúnculo dentro del cerebro que sería el que toma las decisiones y realiza las elecciones, aunque la existencia de ese homúnculo ha sido ya rechazada desde el punto de vista neurocientífico, no sólo por la ausencia de un centro cerebral que lo albergue, sino porque exigiría la presencia de otro homúnculo dentro del primero y así sucesivamente.
En la literatura filosófica encontramos tres posturas diferentes ante el tema de la libertad: el determinismo, el libertarianismo y el compatibilismo. Determinismo y libertarianismo sostienen que si nuestra conducta está determinada, la libertad es una ilusión.
Los libertarios invocan una entidad metafísica, como el alma, como la causa de nuestros actos voluntarios y libres. Los compatibilistas afirman que tanto los deterministas como los libertarios están equivocados y que la libertad es compatible con el determinismo. Los compatibilistas admiten, pues, algo evidente: que sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que ellos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.
Desazón por la falta de libertad
La posible falta de libertad nos provoca una desazón importante. Como dicen los anglosajones, es algo “contraintuitivo”. De ahí que muchos hayan recurrido a la física cuántica para evitar el determinismo, aludiendo que a nivel cuántico ese determinismo es inexistente y que la probabilidad y el azar son los que dominan ese ámbito.
Pero se ha argumentado que sustituir el determinismo por el indeterminismo o por el azar o la probabilidad no soluciona el problema, antes bien lo empeora.
La física cuántica nos dice que a nivel de las partículas elementales subatómicas no existe el determinismo, que éstas no se rigen por las leyes de Newton de la macrofísica. Las leyes de causa y efecto no rigen a ese nivel.
El problema es que el funcionamiento de las neuronas de nuestro cerebro se realiza a un macronivel regido por las leyes de Newton. Imaginémonos lo que ocurriría si, por ejemplo, trasladásemos el indeterminismo cuántico al macronivel de las sociedades.
Con otras palabras: si las decisiones o elecciones son el resultado de sucesos aleatorios, el libre albedrío tampoco existiría.
Como ya dijo Spinoza hace unos 350 años, nuestra creencia en el libre albedrío no sólo refleja nuestra impresión subjetiva y personal de control consciente sobre nuestras acciones, sino que es el resultado de nuestra ignorancia de las verdaderas causas que determinan esas acciones.
Algunos neurocientíficos, entre los que me encuentro, y también filósofos, no se asombran de la posibilidad de la falta de libertad, ya que muchas cosas en las que firmemente creemos no son lo que parecen.
No obstante, parece que la neurociencia moderna piensa, al menos una parte de los neurocientíficos entre los que me encuentro, que esa creencia no es más que una ilusión, de manera que el fantasma de la falta de libertad nos acecha.
Parece evidente que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente.
En realidad, seguimos asumiendo la existencia de un homúnculo dentro del cerebro que sería el que toma las decisiones y realiza las elecciones, aunque la existencia de ese homúnculo ha sido ya rechazada desde el punto de vista neurocientífico, no sólo por la ausencia de un centro cerebral que lo albergue, sino porque exigiría la presencia de otro homúnculo dentro del primero y así sucesivamente.
En la literatura filosófica encontramos tres posturas diferentes ante el tema de la libertad: el determinismo, el libertarianismo y el compatibilismo. Determinismo y libertarianismo sostienen que si nuestra conducta está determinada, la libertad es una ilusión.
Los libertarios invocan una entidad metafísica, como el alma, como la causa de nuestros actos voluntarios y libres. Los compatibilistas afirman que tanto los deterministas como los libertarios están equivocados y que la libertad es compatible con el determinismo. Los compatibilistas admiten, pues, algo evidente: que sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que ellos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.
Desazón por la falta de libertad
La posible falta de libertad nos provoca una desazón importante. Como dicen los anglosajones, es algo “contraintuitivo”. De ahí que muchos hayan recurrido a la física cuántica para evitar el determinismo, aludiendo que a nivel cuántico ese determinismo es inexistente y que la probabilidad y el azar son los que dominan ese ámbito.
Pero se ha argumentado que sustituir el determinismo por el indeterminismo o por el azar o la probabilidad no soluciona el problema, antes bien lo empeora.
La física cuántica nos dice que a nivel de las partículas elementales subatómicas no existe el determinismo, que éstas no se rigen por las leyes de Newton de la macrofísica. Las leyes de causa y efecto no rigen a ese nivel.
El problema es que el funcionamiento de las neuronas de nuestro cerebro se realiza a un macronivel regido por las leyes de Newton. Imaginémonos lo que ocurriría si, por ejemplo, trasladásemos el indeterminismo cuántico al macronivel de las sociedades.
Con otras palabras: si las decisiones o elecciones son el resultado de sucesos aleatorios, el libre albedrío tampoco existiría.
Como ya dijo Spinoza hace unos 350 años, nuestra creencia en el libre albedrío no sólo refleja nuestra impresión subjetiva y personal de control consciente sobre nuestras acciones, sino que es el resultado de nuestra ignorancia de las verdaderas causas que determinan esas acciones.
Algunos neurocientíficos, entre los que me encuentro, y también filósofos, no se asombran de la posibilidad de la falta de libertad, ya que muchas cosas en las que firmemente creemos no son lo que parecen.
Algunas de las zonas cerebrales significativas en los desórdenes de la personalidad. Imagen: Brews ohare
La percepción, una ilusión
Todas nuestras percepciones son en realidad ilusiones, ya que no tenemos acceso ninguno a la realidad, como ya expresó hace siglos Immanuel Kant. Nuestra mente simula la realidad y prefiere, porque no tiene más remedio, ese símil de la realidad a la realidad misma.
El planteamiento de la falta de libertad en neurociencia parte de los conocidos experimentos de Benjamin Libet en los años 80 del siglo pasado. No voy a repetirlos ya que son harto conocidos, sino a hacer un breve resumen.
Cuando requerimos a un sujeto sano y normal que realice un movimiento simple podemos detectar una onda negativa en el registro de la actividad eléctrica de la corteza cerebral, onda llamada de disposición o de preparación motora, que comienza varios cientos de milisegundos antes de que se produzca el movimiento. La impresión subjetiva de querer realizar el movimiento es posterior y está más cerca del movimiento que del comienzo del potencial preparatorio. Esta impresión subjetiva es, por tanto, así como el movimiento, el resultado de una actividad cerebral inconsciente.
Ante estos resultados, que han sido corroborados y ampliados posteriormente en otros laboratorios, Benjamin Libet planteó que en los 200 milisegundos que hay entre la impresión subjetiva y el movimiento el cerebro tenía la posibilidad de vetar ese movimiento, argumentando que un veto no es un acto voluntario y no produciría un potencial de disposición, porque si lo hacía no habría tiempo suficiente en los 200 ms entre la impresión subjetiva y el movimiento. A esto Libet lo llamó “free won’t” en vez de “free will”.
Resulta difícil aceptar que acciones negativas tengan que ser diferentes a las acciones positivas. Y, efectivamente, sujetos entrenados para dejar de hacer una determinada acción mostraron también un potencial de disposición previo al movimiento. De esta manera, la objeción de Libet quedó descartada.
Experimentos realizados en Berlín por el Profesor John-Dylan Haynes y colaboradores utilizando resonancia magnética funcional mostraron que los investigadores eran capaces de predecir 6 segundos antes de tomar una decisión cuál sería el resultado. Por supuesto que la impresión subjetiva de libertad de acción tenía lugar pocos milisegundos antes de la decisión, como en el experimento de Benjamin Libet.
Predomina el cerebro inconsciente
Estos resultados son difíciles de compaginar con el sentido que tenemos que somos los autores conscientes de nuestras acciones. Antes de ser conscientes de nuestros actos el cerebro ya ha determinado lo que vamos a hacer, pero creemos que esa toma de consciencia es la causa de nuestra acción.
Para la mayoría de las personas, estos resultados son sorprendentes. Sobre todo porque la falta de voluntad resulta no sólo algo molesto, sino como dije antes contraintuitivo para la mayoría de las personas. En neurociencia ya no lo son tanto, ya que sabemos que tanto el movimiento como la impresión subjetiva de la voluntad son resultado de la actividad cerebral, y la inmensa mayoría de esa actividad cerebral discurre de manera inconsciente.
Aparte de ello, los términos que son corrientes en filosofía no tienen un correlato exacto en neurociencia. Por ejemplo, “propósito” o “intencionalidad” son términos cercanos a “libertad”, pero en neurociencia no decimos, para poner sólo un ejemplo, que tenemos el reflejo corneal, que hace que parpadeemos cuando tocamos la córnea, para proteger el ojo. Eso es una forma de pensamiento teleológico que no constituye ninguna explicación del mecanismo del reflejo.
Tampoco podemos decir que las raíces de una planta absorben el agua con el propósito de llevar agua a sus hojas. O que el corazón tiene el propósito de llevar la sangre a los tejidos del organismo.
Se ha calculado la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos. Es de poco más de 11 millones de bits por segundo. Sin embargo, la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo; cuando calculamos disminuye incluso a 12 bits por segundo.
Esto significa que Sigmund Freud se quedó corto y que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Nuestros pensamientos e intenciones emergen de causas profundas de las que no somos conscientes y sobre las que no tenemos el mínimo control. Además, el llamado yo consciente se atribuye funciones que no le corresponden, ya que pensamos que todo lo que sucede está bajo la iluminación de ese foco de la consciencia. Este tema de la consciencia es importante como veremos luego para rebatir los argumentos de los compatibilistas.
Aunque de manera continua notamos cambios en nuestras experiencias, pensamientos, estados de ánimo, percepciones, conductas, etc., no somos conscientes de los estados neurofisiológicos que los producen.
¿Es posible entonces que nuestra impresión subjetiva de libertad no sea correcta? Claro que es posible. Otras impresiones subjetivas han resultado ser falsas, y no sólo me refiero a las ilusiones ópticas, sino, por ejemplo, a que el sol girase alrededor de la tierra, creencia mantenida desde Aristóteles en el siglo IV a.C. hasta Copérnico en el siglo XVI. Veinte siglos nada menos con una impresión subjetiva falsa. Y todavía hoy decimos que el sol sale por Oriente y se pone por Occidente.
Todas nuestras percepciones son en realidad ilusiones, ya que no tenemos acceso ninguno a la realidad, como ya expresó hace siglos Immanuel Kant. Nuestra mente simula la realidad y prefiere, porque no tiene más remedio, ese símil de la realidad a la realidad misma.
El planteamiento de la falta de libertad en neurociencia parte de los conocidos experimentos de Benjamin Libet en los años 80 del siglo pasado. No voy a repetirlos ya que son harto conocidos, sino a hacer un breve resumen.
Cuando requerimos a un sujeto sano y normal que realice un movimiento simple podemos detectar una onda negativa en el registro de la actividad eléctrica de la corteza cerebral, onda llamada de disposición o de preparación motora, que comienza varios cientos de milisegundos antes de que se produzca el movimiento. La impresión subjetiva de querer realizar el movimiento es posterior y está más cerca del movimiento que del comienzo del potencial preparatorio. Esta impresión subjetiva es, por tanto, así como el movimiento, el resultado de una actividad cerebral inconsciente.
Ante estos resultados, que han sido corroborados y ampliados posteriormente en otros laboratorios, Benjamin Libet planteó que en los 200 milisegundos que hay entre la impresión subjetiva y el movimiento el cerebro tenía la posibilidad de vetar ese movimiento, argumentando que un veto no es un acto voluntario y no produciría un potencial de disposición, porque si lo hacía no habría tiempo suficiente en los 200 ms entre la impresión subjetiva y el movimiento. A esto Libet lo llamó “free won’t” en vez de “free will”.
Resulta difícil aceptar que acciones negativas tengan que ser diferentes a las acciones positivas. Y, efectivamente, sujetos entrenados para dejar de hacer una determinada acción mostraron también un potencial de disposición previo al movimiento. De esta manera, la objeción de Libet quedó descartada.
Experimentos realizados en Berlín por el Profesor John-Dylan Haynes y colaboradores utilizando resonancia magnética funcional mostraron que los investigadores eran capaces de predecir 6 segundos antes de tomar una decisión cuál sería el resultado. Por supuesto que la impresión subjetiva de libertad de acción tenía lugar pocos milisegundos antes de la decisión, como en el experimento de Benjamin Libet.
Predomina el cerebro inconsciente
Estos resultados son difíciles de compaginar con el sentido que tenemos que somos los autores conscientes de nuestras acciones. Antes de ser conscientes de nuestros actos el cerebro ya ha determinado lo que vamos a hacer, pero creemos que esa toma de consciencia es la causa de nuestra acción.
Para la mayoría de las personas, estos resultados son sorprendentes. Sobre todo porque la falta de voluntad resulta no sólo algo molesto, sino como dije antes contraintuitivo para la mayoría de las personas. En neurociencia ya no lo son tanto, ya que sabemos que tanto el movimiento como la impresión subjetiva de la voluntad son resultado de la actividad cerebral, y la inmensa mayoría de esa actividad cerebral discurre de manera inconsciente.
Aparte de ello, los términos que son corrientes en filosofía no tienen un correlato exacto en neurociencia. Por ejemplo, “propósito” o “intencionalidad” son términos cercanos a “libertad”, pero en neurociencia no decimos, para poner sólo un ejemplo, que tenemos el reflejo corneal, que hace que parpadeemos cuando tocamos la córnea, para proteger el ojo. Eso es una forma de pensamiento teleológico que no constituye ninguna explicación del mecanismo del reflejo.
Tampoco podemos decir que las raíces de una planta absorben el agua con el propósito de llevar agua a sus hojas. O que el corazón tiene el propósito de llevar la sangre a los tejidos del organismo.
Se ha calculado la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos. Es de poco más de 11 millones de bits por segundo. Sin embargo, la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo; cuando calculamos disminuye incluso a 12 bits por segundo.
Esto significa que Sigmund Freud se quedó corto y que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Nuestros pensamientos e intenciones emergen de causas profundas de las que no somos conscientes y sobre las que no tenemos el mínimo control. Además, el llamado yo consciente se atribuye funciones que no le corresponden, ya que pensamos que todo lo que sucede está bajo la iluminación de ese foco de la consciencia. Este tema de la consciencia es importante como veremos luego para rebatir los argumentos de los compatibilistas.
Aunque de manera continua notamos cambios en nuestras experiencias, pensamientos, estados de ánimo, percepciones, conductas, etc., no somos conscientes de los estados neurofisiológicos que los producen.
¿Es posible entonces que nuestra impresión subjetiva de libertad no sea correcta? Claro que es posible. Otras impresiones subjetivas han resultado ser falsas, y no sólo me refiero a las ilusiones ópticas, sino, por ejemplo, a que el sol girase alrededor de la tierra, creencia mantenida desde Aristóteles en el siglo IV a.C. hasta Copérnico en el siglo XVI. Veinte siglos nada menos con una impresión subjetiva falsa. Y todavía hoy decimos que el sol sale por Oriente y se pone por Occidente.
Gráfico sobre las posiciones filosóficas sobre el determinismo y el libre albedrío. Autor: Tesseract2.
La libertad, parte de la ilusión del yo
La libertad es una parte de la ilusión del “yo”, es decir, de la existencia de una persona u homúnculo que controla todo lo que sentimos y obramos. Y de la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.
Uno de los mejores ejemplos de pérdida del sentido de libertad es el hipnotismo. Aquí, se producen movimientos inducidos por el hipnotizador sin que el sujeto tenga la impresión de voluntad. Es algo parecido a lo que ocurre en el síndrome de la mano ajena, en el que el paciente, debido a una lesión cerebral, tiene la convicción que su mano es movida por otra persona o controlada desde fuera de él.
En el caso del hipnotismo es muy curioso lo que ocurre cuando el experimentador hipnotiza a una persona y le ordena que camine a gatas por el suelo. Si lo despierta en ese momento y le pregunta al sujeto que qué hace en el suelo a gatas, el sujeto dice que estaba buscando una moneda que se le había caído. Es un ejemplo del yo consciente, que es un intérprete, como dice Michael Gazzaniga, o habría que decir incluso un mistificador. Es intérprete porque se inventa una historia plausible ya que desconoce las causas de esa conducta. Y es mistificador porque está engañando al afirmar algo que no es cierto.
Cuando estimulamos ciertas regiones del cerebro y hacemos que se muevan las extremidades, el sujeto tiene la impresión de que es él el que voluntariamente provoca los movimientos, aunque sea falso. Sin embargo, en otros casos, como cuando se estimula directamente la corteza motora del cerebro, se producen movimientos que el sujeto sabe que no son inducidos por él.
En todos estos casos la conclusión es que la impresión subjetiva de voluntad y el propio movimiento no son simultáneos en el tiempo, como vimos en los experimentos de Libet, pero tampoco en el espacio, es decir, no tienen su origen en las mismas regiones cerebrales. Pueden ir juntos en algunos casos, pero en otros no, lo que indica que su localización es distinta.
Las posturas ante el tema de la libertad son muy diferentes, pero las principales se resumen en el determinismo, que afirma que estamos determinados, como el resto del universo por las leyes físicas, lo que incluye el cerebro, lo que llevó a Einstein a preguntarse que por qué el cerebro iba a ser una excepción.
El determinismo cree que todos los sucesos, incluidas las acciones humanas, están predeterminadas, una noción que es incompatible con la libertad. Hay que diferenciarlo del fatalismo que es la creencia de que todo suceso, pasado, presente y futuro, ya está predeterminado por Dios o por otra fuerza omnipotente; es lo que en religión se denomina predestinación. El fatalismo lleva a la inacción total, ya que todo esfuerzo por nuestra parte sería inútil. Y quedarse sentado observando los acontecimientos es ya una elección que tendrá sus consecuencias.
Que nuestras elecciones dependan de causas previas no significa que no importen.
Cuento árabe sobre el fatalismo
Un ejemplo de fatalismo lo tenemos en el antiguo cuento árabe que refiere el escritor Somerset Maugham en su obra de teatro Sheppey:
“Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al cabo de poco tiempo el criado volvió con la cara blanca y temblando y dijo: Maestro, justo ahora cuando estaba en la plaza del mercado fui empujado por una mujer que estaba entre el gentío, y cuando me volvía vi que era la Muerte la que me había empujado. Me miró e hizo un gesto amenazante; ahora, préstame por favor tu caballo que me voy de la ciudad para evitar mi destino. Voy a ir a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le dejó el caballo y el criado se montó en él, clavó las espuelas en sus costados y se marchó tan veloz como podía galopar el caballo. Entonces el mercader se fue al mercado y vio a la Muerte entre la multitud, se acercó y le dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado al que viste esta mañana? Eso no fue un gesto amenazador, respondió la Muerte, sólo fue una expresión de sorpresa. Estaba asombrado de verlo en Bagdad, porque yo tenía una cita con él esta noche en Samarra.
Otro grupo de filósofos, los llamados libertarios, afirman que somos completamente libres, algo que hoy mantienen pocos.
Y, finalmente los compatibilistas, que sostienen que aunque estamos sometidos a las leyes físicas que rigen el universo, somos libres. Como este grupo es el que más se oye últimamente, me voy a detener en sus argumentos.
Los compatibilistas insisten en que la libertad, la responsabilidad moral y nociones semejantes son compatibles con el determinismo. Por ejemplo, afirman que la mayoría de las personas en Occidente que eligen estudiar una carrera lo hacen libremente y son responsables moralmente de esa elección, aunque sea el producto de deseos y creencias.
Desde luego no creo que sea mi caso. Yo iba decidido a estudiar ingeniería industrial y estuve todo el verano tomando clases particulares de dibujo y matemáticas para decidir poco antes de la matriculación en septiembre que iba a estudiar medicina. Todavía hoy no sé por qué tomé esa decisión.
Estamos, por tanto, ante uno de los problemas que plantea el compatibilismo. El tema de la consciencia en la toma de decisiones y la libertad y la responsabilidad moral.
El filósofo estadounidense Sam Harris dice que el concepto popular de libertad se basa en dos supuestos: 1) que cada uno de nosotros puede actuar de manera diferente a como lo hace, y 2) que nosotros somos la fuente consciente de la mayoría de nuestros pensamientos y acciones. Ambos supuestos, dice, son falsos.
O nuestras voluntades están determinadas por causas previas y no somos responsables de ellas, o son el producto del azar y tampoco somos responsables de ello.
Aun suponiendo que la mente fuera un alma inmaterial, las operaciones inconscientes de ese alma no garantizarían más libertad que las que nos proporciona la fisiología inconsciente de nuestro cerebro. Si no sabemos lo que ese alma va a hacer en el momento siguiente tampoco tenemos control sobre nuestras acciones.
La libertad es una parte de la ilusión del “yo”, es decir, de la existencia de una persona u homúnculo que controla todo lo que sentimos y obramos. Y de la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.
Uno de los mejores ejemplos de pérdida del sentido de libertad es el hipnotismo. Aquí, se producen movimientos inducidos por el hipnotizador sin que el sujeto tenga la impresión de voluntad. Es algo parecido a lo que ocurre en el síndrome de la mano ajena, en el que el paciente, debido a una lesión cerebral, tiene la convicción que su mano es movida por otra persona o controlada desde fuera de él.
En el caso del hipnotismo es muy curioso lo que ocurre cuando el experimentador hipnotiza a una persona y le ordena que camine a gatas por el suelo. Si lo despierta en ese momento y le pregunta al sujeto que qué hace en el suelo a gatas, el sujeto dice que estaba buscando una moneda que se le había caído. Es un ejemplo del yo consciente, que es un intérprete, como dice Michael Gazzaniga, o habría que decir incluso un mistificador. Es intérprete porque se inventa una historia plausible ya que desconoce las causas de esa conducta. Y es mistificador porque está engañando al afirmar algo que no es cierto.
Cuando estimulamos ciertas regiones del cerebro y hacemos que se muevan las extremidades, el sujeto tiene la impresión de que es él el que voluntariamente provoca los movimientos, aunque sea falso. Sin embargo, en otros casos, como cuando se estimula directamente la corteza motora del cerebro, se producen movimientos que el sujeto sabe que no son inducidos por él.
En todos estos casos la conclusión es que la impresión subjetiva de voluntad y el propio movimiento no son simultáneos en el tiempo, como vimos en los experimentos de Libet, pero tampoco en el espacio, es decir, no tienen su origen en las mismas regiones cerebrales. Pueden ir juntos en algunos casos, pero en otros no, lo que indica que su localización es distinta.
Las posturas ante el tema de la libertad son muy diferentes, pero las principales se resumen en el determinismo, que afirma que estamos determinados, como el resto del universo por las leyes físicas, lo que incluye el cerebro, lo que llevó a Einstein a preguntarse que por qué el cerebro iba a ser una excepción.
El determinismo cree que todos los sucesos, incluidas las acciones humanas, están predeterminadas, una noción que es incompatible con la libertad. Hay que diferenciarlo del fatalismo que es la creencia de que todo suceso, pasado, presente y futuro, ya está predeterminado por Dios o por otra fuerza omnipotente; es lo que en religión se denomina predestinación. El fatalismo lleva a la inacción total, ya que todo esfuerzo por nuestra parte sería inútil. Y quedarse sentado observando los acontecimientos es ya una elección que tendrá sus consecuencias.
Que nuestras elecciones dependan de causas previas no significa que no importen.
Cuento árabe sobre el fatalismo
Un ejemplo de fatalismo lo tenemos en el antiguo cuento árabe que refiere el escritor Somerset Maugham en su obra de teatro Sheppey:
“Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al cabo de poco tiempo el criado volvió con la cara blanca y temblando y dijo: Maestro, justo ahora cuando estaba en la plaza del mercado fui empujado por una mujer que estaba entre el gentío, y cuando me volvía vi que era la Muerte la que me había empujado. Me miró e hizo un gesto amenazante; ahora, préstame por favor tu caballo que me voy de la ciudad para evitar mi destino. Voy a ir a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le dejó el caballo y el criado se montó en él, clavó las espuelas en sus costados y se marchó tan veloz como podía galopar el caballo. Entonces el mercader se fue al mercado y vio a la Muerte entre la multitud, se acercó y le dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado al que viste esta mañana? Eso no fue un gesto amenazador, respondió la Muerte, sólo fue una expresión de sorpresa. Estaba asombrado de verlo en Bagdad, porque yo tenía una cita con él esta noche en Samarra.
Otro grupo de filósofos, los llamados libertarios, afirman que somos completamente libres, algo que hoy mantienen pocos.
Y, finalmente los compatibilistas, que sostienen que aunque estamos sometidos a las leyes físicas que rigen el universo, somos libres. Como este grupo es el que más se oye últimamente, me voy a detener en sus argumentos.
Los compatibilistas insisten en que la libertad, la responsabilidad moral y nociones semejantes son compatibles con el determinismo. Por ejemplo, afirman que la mayoría de las personas en Occidente que eligen estudiar una carrera lo hacen libremente y son responsables moralmente de esa elección, aunque sea el producto de deseos y creencias.
Desde luego no creo que sea mi caso. Yo iba decidido a estudiar ingeniería industrial y estuve todo el verano tomando clases particulares de dibujo y matemáticas para decidir poco antes de la matriculación en septiembre que iba a estudiar medicina. Todavía hoy no sé por qué tomé esa decisión.
Estamos, por tanto, ante uno de los problemas que plantea el compatibilismo. El tema de la consciencia en la toma de decisiones y la libertad y la responsabilidad moral.
El filósofo estadounidense Sam Harris dice que el concepto popular de libertad se basa en dos supuestos: 1) que cada uno de nosotros puede actuar de manera diferente a como lo hace, y 2) que nosotros somos la fuente consciente de la mayoría de nuestros pensamientos y acciones. Ambos supuestos, dice, son falsos.
O nuestras voluntades están determinadas por causas previas y no somos responsables de ellas, o son el producto del azar y tampoco somos responsables de ello.
Aun suponiendo que la mente fuera un alma inmaterial, las operaciones inconscientes de ese alma no garantizarían más libertad que las que nos proporciona la fisiología inconsciente de nuestro cerebro. Si no sabemos lo que ese alma va a hacer en el momento siguiente tampoco tenemos control sobre nuestras acciones.
El significado de tener libertad
Pensemos lo que significaría tener libertad. Necesitaríamos ser conscientes de todos los factores que determinan nuestros pensamientos y acciones y tener un control absoluto sobre ellos.
Sam Harris dice que podemos decidir lo que hacemos, pero no podemos decidir lo que queremos decidir hacer. Con otras palabras: no controlamos nuestra mente porque como agentes conscientes somos sólo una parte de esa mente. Somos libres de hacer lo que queremos hacer, pero ¿de dónde vienen los deseos de hacer algo? Cuando ahondamos en las causas psicológicas de nuestras decisiones nos enfrentamos siempre al misterio. El filósofo alemán Schopenhauer decía que el hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.
Pasemos ahora a ocuparnos de los argumentos de los compatibilistas. Según éstos, para que una persona sea libre tienen que cumplirse tres condiciones.
La primera es que la persona tiene que tener varias alternativas a elegir y que puede elegir algo diferente a lo que elige. Es la condición de poder actuar de otra manera.
En este argumento, a mi entender, se confunde la libertad con los grados de libertad. Todos los animales tienen la capacidad de elección, pero no todos tienen los mismos grados de libertad. A medida que el sistema nervioso central se desarrolla a lo largo de la evolución, se hace más complejo, aumentan los grados de libertad, de manera que los humanos tenemos más grados de libertad que otros mamíferos, y éstos que los anfibios, etcétera.
Pero el hecho de disponer de varias opciones no significa que se tenga libertad para escogerlas. Ciertamente, podemos elegir entre varias opciones, pero el problema no es la oferta de opciones sino por qué elegimos una opción y no otra; en otras palabras: si la elección ha estado determinada por la llamada libertad o por condicionamientos que no son conscientes para el individuo. Si identificamos los grados de libertad con lo que llamamos libertad, entonces todos los animales son libres.
En relación con esta condición que sostiene que la persona es libre si pudiera haber querido hacer otra cosa, el filósofo estadounidense, Sam Harris, dice que eso es como decir que una marioneta es libre mientras esta quiera las cuerdas que la manejan.
La segunda condición de los compatibilistas para que exista libertad es que la decisión debe depender de la propia persona, llamada también la condición de autoría.
Aquí no se hacen distinciones entre funciones conscientes e inconscientes. Ahora bien, si la conducta de una persona está controlada por impulsos inconscientes no decimos que la persona es libre, al menos así lo entiende la psicología. Ante dijimos que los compatibilistas aceptaban lo evidente, a saber que los sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que éstos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.
Pues, a pesar de ello, el filósofo estadounidense, Daniel Dennett, sostiene que todos somos responsables no sólo de los actos conscientes, sino también de los sucesos inconscientes de nuestro cerebro que son tan nuestros como los primeros. El que no seamos conscientes de las causas de nuestras acciones no niega la libertad. Esto es el argumento de la autoría llevado al extremo.
Ante este argumento podría decirse que no nos consideramos responsables de lo que hace el riñón o el hígado, que funcionan de manera inconsciente, pero que también son nuestros. En realidad, en el sentir popular de lo que hacen nuestros órganos internos nos sentimos más bien las víctimas que las causas. Algún filósofo preguntó: ¿Somos también responsables de lo que hacen nuestras bacterias intestinales porque son nuestras?
La tercera condición de los compatibilistas es obvia: que lo que decida la persona tiene que estar sometido a su control y ese control debe estar libre de cualquier tipo de coacción. Es lo que se ha llamado también la condición de control. Esta condición contradice en parte a la condición de autoría. Y la condición es total si en vez de control se dijese “control consciente”.
Siempre me ha llamado la atención lo contraintuitivo que resulta decir que es posible que no tengamos libertad, desde luego en el sentido en el que solemos usar esa palabra. Sin embargo, a nadie le llama la atención que no tengamos control alguno consciente sobre lo que almacenamos en la memoria, cuando esos contenidos van a ser claves para el futuro del organismo.
Cualquier vivencia es comparada automáticamente con esos contenidos para poder decir, desde luego inconscientemente, si suponen un peligro para la supervivencia del organismo o no. Esta comparación también es completamente inconsciente. Hay que decir que la memoria es mucho más importante que la libertad desde el punto de vista biológico.
La impresión de la libertad, una ilusión
En resumen, que los experimentos realizados hasta ahora, primero con la electroencefalografía, luego con técnicas modernas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones o PET, han arrojado resultados que indican que la impresión subjetiva de libertad es una ilusión.
Si experimentos futuros apuntasen a la existencia de la libertad, tendríamos que cambiar de opinión, pero hoy por hoy no veo ningún argumento satisfactorio, y tampoco ningún experimento, que eso indique.
Las consecuencias de esta afirmación son múltiples y en muchas disciplinas: en religión, en el derecho penal, en bioética y en muchas otras.
Ya en Estados Unidos ha habido casos en los que sujetos que habían delinquido afirmaron que no habían sido ellos, sino su cerebro. Por eso algún neurocientífico ha dicho que tendríamos que hacer “como si” la libertad realmente existiese.
El filósofo Saul Smilansky dice que para mantener nuestros mundos moral y personal intactos necesitamos la ilusión de la libertad. La ilusión nos ayuda a mantener, y en parte incluso a crear, aspectos cruciales de nuestra realidad moral y personal. Entendiendo por ilusión una definición de diccionario que reza: una idea o concepción falsa; una creencia u opinión que no está de acuerdo con los hechos.
El concepto que Smilansky tiene de ilusión es parecido al que expresó Sigmund Freud en su obra El porvenir de una ilusión, o sea ilusión en la que el cumplimiento de un deseo es el factor prominente de su motivación ignorando, de esta manera, sus relaciones con la realidad.
En el libro del filósofo alemán Hans Vaihinger Die Philosophie des Als Ob (La filosofía del como si), el autor habla de “praktische Fiktionen” (ficciones prácticas). Ya al comienzo de este capítulo Vaihinger nos dice: “en el umbral de estas ficciones nos encontramos enseguida uno de los conceptos más importante que la humanidad ha formado: el concepto de libertad; las acciones humanas se consideran libres y por ello responsables y enfrentadas al curso necesario de la naturaleza… El concepto contradice no sólo la realidad observada, en la que todo sigue leyes inmutables, sino a sí mismo: pues una acción absolutamente libre, fortuita, que surge de la nada, es moralmente tan sin valor como una acción absolutamente necesaria…La humanidad ha desarrollado estos importantes conceptos a lo largo de su desarrollo por necesidad psíquica inmanente, porque sólo sobre su base es posible la cultura y la moralidad”.
Vaihinger, que publicó su libro en 1911, cita a varios autores que son de la misma opinión y menciona que durante siglos ha estado vigente la libertad no sólo como hipótesis, sino incluso como dogma irrefutable. Critica también que se niegue teóricamente la libertad, pero que se la coloque en la práctica como fundamento del derecho penal.
En su opinión si tiene que haber castigo tiene que tener lugar también la culpa, pero ésta no existe si se niega la imputabilidad y la libertad.
En realidad, la filosofía del “como si” se practica en España hace tiempo. Hacemos como si fuésemos demócratas, como si fuésemos europeos, como si nos preocupase el interés general, como si los cuatro poderes fuesen independientes, como si nos interesase la investigación y el desarrollo, etcétera, etcétera.
Resumiendo mi opinión sobre el tema de la libertad yo diría: una cosa es hacer como si fuésemos libres para mantener el orden y la cohesión en la sociedad, y otra muy distinta es creernos nuestros propios engaños. Algunos autores han comparado la mente con un avión que vuela con un piloto automático. Todas las difíciles operaciones y cálculos necesarios se realizan fuera de nuestro control. A muchas personas este hecho les infunde un terrible miedo a volar. Preferirían un piloto consciente que controlase todas las operaciones. Es un deseo pío, pero que no coincide con la realidad.
En Alemania aprendí el siguiente dicho: “El que en la oscuridad del bosque silba puede que auyente su miedo, pero no por eso va a ver más claro”.
Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el Congreso Internacional de Bioética, celebrado en Valencia, 14 de noviembre de 2012. La conferencia se publicó originalmente en el Blog Neurociencias que el autor edita en Tendencias21.
Pensemos lo que significaría tener libertad. Necesitaríamos ser conscientes de todos los factores que determinan nuestros pensamientos y acciones y tener un control absoluto sobre ellos.
Sam Harris dice que podemos decidir lo que hacemos, pero no podemos decidir lo que queremos decidir hacer. Con otras palabras: no controlamos nuestra mente porque como agentes conscientes somos sólo una parte de esa mente. Somos libres de hacer lo que queremos hacer, pero ¿de dónde vienen los deseos de hacer algo? Cuando ahondamos en las causas psicológicas de nuestras decisiones nos enfrentamos siempre al misterio. El filósofo alemán Schopenhauer decía que el hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.
Pasemos ahora a ocuparnos de los argumentos de los compatibilistas. Según éstos, para que una persona sea libre tienen que cumplirse tres condiciones.
La primera es que la persona tiene que tener varias alternativas a elegir y que puede elegir algo diferente a lo que elige. Es la condición de poder actuar de otra manera.
En este argumento, a mi entender, se confunde la libertad con los grados de libertad. Todos los animales tienen la capacidad de elección, pero no todos tienen los mismos grados de libertad. A medida que el sistema nervioso central se desarrolla a lo largo de la evolución, se hace más complejo, aumentan los grados de libertad, de manera que los humanos tenemos más grados de libertad que otros mamíferos, y éstos que los anfibios, etcétera.
Pero el hecho de disponer de varias opciones no significa que se tenga libertad para escogerlas. Ciertamente, podemos elegir entre varias opciones, pero el problema no es la oferta de opciones sino por qué elegimos una opción y no otra; en otras palabras: si la elección ha estado determinada por la llamada libertad o por condicionamientos que no son conscientes para el individuo. Si identificamos los grados de libertad con lo que llamamos libertad, entonces todos los animales son libres.
En relación con esta condición que sostiene que la persona es libre si pudiera haber querido hacer otra cosa, el filósofo estadounidense, Sam Harris, dice que eso es como decir que una marioneta es libre mientras esta quiera las cuerdas que la manejan.
La segunda condición de los compatibilistas para que exista libertad es que la decisión debe depender de la propia persona, llamada también la condición de autoría.
Aquí no se hacen distinciones entre funciones conscientes e inconscientes. Ahora bien, si la conducta de una persona está controlada por impulsos inconscientes no decimos que la persona es libre, al menos así lo entiende la psicología. Ante dijimos que los compatibilistas aceptaban lo evidente, a saber que los sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que éstos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.
Pues, a pesar de ello, el filósofo estadounidense, Daniel Dennett, sostiene que todos somos responsables no sólo de los actos conscientes, sino también de los sucesos inconscientes de nuestro cerebro que son tan nuestros como los primeros. El que no seamos conscientes de las causas de nuestras acciones no niega la libertad. Esto es el argumento de la autoría llevado al extremo.
Ante este argumento podría decirse que no nos consideramos responsables de lo que hace el riñón o el hígado, que funcionan de manera inconsciente, pero que también son nuestros. En realidad, en el sentir popular de lo que hacen nuestros órganos internos nos sentimos más bien las víctimas que las causas. Algún filósofo preguntó: ¿Somos también responsables de lo que hacen nuestras bacterias intestinales porque son nuestras?
La tercera condición de los compatibilistas es obvia: que lo que decida la persona tiene que estar sometido a su control y ese control debe estar libre de cualquier tipo de coacción. Es lo que se ha llamado también la condición de control. Esta condición contradice en parte a la condición de autoría. Y la condición es total si en vez de control se dijese “control consciente”.
Siempre me ha llamado la atención lo contraintuitivo que resulta decir que es posible que no tengamos libertad, desde luego en el sentido en el que solemos usar esa palabra. Sin embargo, a nadie le llama la atención que no tengamos control alguno consciente sobre lo que almacenamos en la memoria, cuando esos contenidos van a ser claves para el futuro del organismo.
Cualquier vivencia es comparada automáticamente con esos contenidos para poder decir, desde luego inconscientemente, si suponen un peligro para la supervivencia del organismo o no. Esta comparación también es completamente inconsciente. Hay que decir que la memoria es mucho más importante que la libertad desde el punto de vista biológico.
La impresión de la libertad, una ilusión
En resumen, que los experimentos realizados hasta ahora, primero con la electroencefalografía, luego con técnicas modernas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones o PET, han arrojado resultados que indican que la impresión subjetiva de libertad es una ilusión.
Si experimentos futuros apuntasen a la existencia de la libertad, tendríamos que cambiar de opinión, pero hoy por hoy no veo ningún argumento satisfactorio, y tampoco ningún experimento, que eso indique.
Las consecuencias de esta afirmación son múltiples y en muchas disciplinas: en religión, en el derecho penal, en bioética y en muchas otras.
Ya en Estados Unidos ha habido casos en los que sujetos que habían delinquido afirmaron que no habían sido ellos, sino su cerebro. Por eso algún neurocientífico ha dicho que tendríamos que hacer “como si” la libertad realmente existiese.
El filósofo Saul Smilansky dice que para mantener nuestros mundos moral y personal intactos necesitamos la ilusión de la libertad. La ilusión nos ayuda a mantener, y en parte incluso a crear, aspectos cruciales de nuestra realidad moral y personal. Entendiendo por ilusión una definición de diccionario que reza: una idea o concepción falsa; una creencia u opinión que no está de acuerdo con los hechos.
El concepto que Smilansky tiene de ilusión es parecido al que expresó Sigmund Freud en su obra El porvenir de una ilusión, o sea ilusión en la que el cumplimiento de un deseo es el factor prominente de su motivación ignorando, de esta manera, sus relaciones con la realidad.
En el libro del filósofo alemán Hans Vaihinger Die Philosophie des Als Ob (La filosofía del como si), el autor habla de “praktische Fiktionen” (ficciones prácticas). Ya al comienzo de este capítulo Vaihinger nos dice: “en el umbral de estas ficciones nos encontramos enseguida uno de los conceptos más importante que la humanidad ha formado: el concepto de libertad; las acciones humanas se consideran libres y por ello responsables y enfrentadas al curso necesario de la naturaleza… El concepto contradice no sólo la realidad observada, en la que todo sigue leyes inmutables, sino a sí mismo: pues una acción absolutamente libre, fortuita, que surge de la nada, es moralmente tan sin valor como una acción absolutamente necesaria…La humanidad ha desarrollado estos importantes conceptos a lo largo de su desarrollo por necesidad psíquica inmanente, porque sólo sobre su base es posible la cultura y la moralidad”.
Vaihinger, que publicó su libro en 1911, cita a varios autores que son de la misma opinión y menciona que durante siglos ha estado vigente la libertad no sólo como hipótesis, sino incluso como dogma irrefutable. Critica también que se niegue teóricamente la libertad, pero que se la coloque en la práctica como fundamento del derecho penal.
En su opinión si tiene que haber castigo tiene que tener lugar también la culpa, pero ésta no existe si se niega la imputabilidad y la libertad.
En realidad, la filosofía del “como si” se practica en España hace tiempo. Hacemos como si fuésemos demócratas, como si fuésemos europeos, como si nos preocupase el interés general, como si los cuatro poderes fuesen independientes, como si nos interesase la investigación y el desarrollo, etcétera, etcétera.
Resumiendo mi opinión sobre el tema de la libertad yo diría: una cosa es hacer como si fuésemos libres para mantener el orden y la cohesión en la sociedad, y otra muy distinta es creernos nuestros propios engaños. Algunos autores han comparado la mente con un avión que vuela con un piloto automático. Todas las difíciles operaciones y cálculos necesarios se realizan fuera de nuestro control. A muchas personas este hecho les infunde un terrible miedo a volar. Preferirían un piloto consciente que controlase todas las operaciones. Es un deseo pío, pero que no coincide con la realidad.
En Alemania aprendí el siguiente dicho: “El que en la oscuridad del bosque silba puede que auyente su miedo, pero no por eso va a ver más claro”.
Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el Congreso Internacional de Bioética, celebrado en Valencia, 14 de noviembre de 2012. La conferencia se publicó originalmente en el Blog Neurociencias que el autor edita en Tendencias21.
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