miércoles, 26 de octubre de 2016

Sin palabras


Por Fabian Venencia

Era un día nublado y Loor se había levantado de mal humor. Los días así la ponían insoportable. En realidad su humor no variaba mucho los días soleados.



Miró por la ventana. El rosal se estaba secando. ¿Serían las hormigas o esos caracoles que se paseaban lenta pero inexorablemente, devorándose todo lo que ella plantaba? No había nadie en la calle. La casita de Diadema tenía las persianas bajas. Otro tanto pasaba con la de Recórcholis. No iba a poder visitarlas. Además de nublado el día se había puesto aburrido.

Fue hasta la cocina y puso la pava. ¿Mate, té o café? Las grandes decisiones que últimamente tenía que tomar en su existencia. Lejos estaban las épocas de Tertulia y Chocolate. El ruido de las puertas de un auto en la calle la sacó de sus elucubraciones. Se quedó con el encendedor en la mano. Tocaron el timbre. ¿Quién sale en un día como este?

Se dirigió a la puerta, corriendo la cortina para ver. Dos hombres vestidos de saco y corbata hablaban entre sí. Entreabrió lentamente la puerta, unas hojas de sicomoro se colaron en un breve remolino. Los dos hombres le sonrieron amablemente.
- “¿Loor?” preguntó el más alto.
-“Sí”, respondió ella dubitativa.
- “Somos del Ministerio de Habla, Usos y Costumbres”, dijo el más bajo a modo de presentación. Tenía en su mano una carpeta marrón de la que asomaba una hoja celeste. La temida hoja celeste.
Notaron su mirada clavada en la hoja y con premura agregaron “¿Podemos pasar?”
Loor retrocedió lentamente y los dejó entrar. Otro remolino agito brevemente la botamanga de su pijama.
Los invitó a sentarse en el sillón de dos cuerpos. Ella se sentó en el apoyabrazos de otro sillón cercano.
- “Venimos para iniciar el trámite de relocalización” dijo el más alto.
- “En realidad para iniciarlo y concretarlo. Ha pasado tiempo suficiente”, dijo el más bajo.
Loor miró por la ventana. La brisa agitaba la verbena que había plantado el año pasado.
- “¿Puedo cambiarme?” preguntó Loor absorta, sin dejar de mirar el jardín.
- “No tenemos mucho tiempo. Cuanto más rápido podamos concluir este trámite será mejor. Necesitamos desocupar la casa hoy mismo. Hay una nueva inquilina”, dijo el más alto.
- “¿Puedo saber quien vendrá a vivir a mi casa?”, dijo clavándoles la mirada con tono desafiante.
- “En realidad la casa pertenece al ministerio” contestó bruscamente el más bajo.
Alto trató de terciar para evitar que la situación se tensara más.
- “Hay varias posibilidades” dijo mientras miraba una mancha de humedad en el techo. “Cachivache, Diantres y Cáspita, están entre las más probables”
- “Pensé que estarían en Ciudad Páramo hace tiempo” dijo Loor con tono irónico.
- “No estamos autorizados a discutir este tipo de cuestiones” dijo el más bajo.
- “Por favor, ¿puede preparar su equipaje? Necesitamos llevarla con nosotros ahora” agregó Alto con tono amable.

Loor se levantó lentamente, mientras pensaba en su casa y su nuevo destino. Ciudad Páramo, el último reducto donde se amontonan las palabras que no se usan. Un escalofrío le recorrió la espalda.

Alto y Bajo comenzaron a recorrer las dependencias para ver los arreglos necesarios. Loor había pintado ella misma una pared del living en color lavanda. La tranquilizaba.

Volvió a los 10 minutos. Ya tenía todo preparado desde hacía tiempo. En realidad le sorprendía que no hubieran venido antes.
- “Puedo despedirme de mis vecinos” preguntó mientras miraba el rosal.
- “No queremos alarmar a nadie” contestó el más bajo.
Alto la miró comprensivamente pero no dijo nada.
Subío al auto gris. Como el día. Diadema y Recórcholis seguían con las persianas bajas.

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