La mayoría de las culturas cuentan en base 10: tienen 10 dígitos diferentes y los combinan para describir cualquier cantidad. ¿Por qué? Para conocer la causa solo hay que mirarse las manos.
Por J. M. Mulet
Las matemáticas que aprendemos en el parvulario tienen una base 10.
Eso quiere decir que tenemos 10 dígitos diferentes y con combinaciones
de ellos describimos cualquier cantidad, agrupada siempre en decenas o
en potencias de 10. Contar en base 10 no es algo nuevo ni propio de
nuestra cultura.
Vuelve el crucero más famoso del mundo bajo el nombre de MV Titanic II.
Por Sarah Romero
Una réplica del Titanic podría hacer su viaje inaugural finalmente en 2022 yseguir la ruta original de su predecesor, el
RMS Titanic, que se hundió en la noche del 14 a la madrugada del 15 de
abril de 1912 durante su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York. La compañía detrás del proyecto "Titanic II" es Blue Star Line,
propiedad de Clive Palmer, quien anunció la reactivación del proyecto
tras años de demora debido a restricciones financieras.
Cuando
Elisabeth Kübler-Ross visitó el campo de concentración nazi de
Majdanek, la muerte había quedado grabada en las paredes de los
barracones. Los niños habían representado a su manera aquel mundo
mediante mariposas, un símbolo de la vida después de la muerte.
Elisabeth, que siempre supo que quería ser médico, tuvo muy presente
aquella imagen a lo largo de su existencia, la cual estuvo dedicada en
cuerpo y alma a acompañar a las personas en los últimos momentos de
vida. Elisabeth Kübler-Ross se convirtió en un referente en el mundo de
la psiquiatría, en los cuidados paliativos y en conseguir una muerte
digna.
Por Sandra Ferrer Valero
Elisabeth Kübler-Ross nació el 8 de julio de 1926 en la ciudad suiza
de Zúrich. Elisabeth fue la segunda de las tres niñas que nacieron aquel
mismo día. Erika nació un poco antes y Eva unos minutos después. Las
trillizas eran hijas de una familia acomodada de Zúrich perteneciente al
círculo de protestantes de la ciudad.
Elisabeth siempre supo que quería dedicar su vida a la medicina a lo
que su padre se opuso desde el principio. Es probable que esa fuera la
razón por la que con tan sólo dieciséis años se marchara de casa.
Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como voluntaria en distintos
centros hospitalarios y ayudando a los refugiados y heridos en el
conflicto.
En
1951 su sueño de convertirse en médico empezó a fraguarse en la
Universidad de Zúrich donde inició sus estudios de medicina. Durante su
estancia en la universidad conoció al que sería su marido, Emanuel
Robert Ross. En 1957 Elisabeth se graduaba y al año siguiente se casaba
con Emanuel. Después de varios abortos, la pareja tendría dos hijos,
Kenneth y Barbara.
Emanuel y Elisabeth se trasladaron a vivir a los Estados Unidos poco
después de contraer matrimonio. En Nueva York, inició su residencia de
psiquiatría a la vez que empezó a entrar en contacto con enfermos
terminales. Pronto tomaría conciencia de la importancia de preparar a
esos enfermos y a sus familiares para el doloroso trance de la muerte.
Elisabeth se dio cuenta que era básico acompañarlos en el proceso,
escucharlos y consolarlos en un ambiente propicio, alejado del anonimato
de los hospitales donde eran poco más que un historial y un cuerpo a
punto de dejar de funcionar.
En 1962 aceptó un puesto en la universidad de Colorado y tres años
después en Chicago. Elisabeth daba sus clases invitando a pacientes
terminales que explicaban su propia experiencia y a los que los alumnos
les podían plantear cuestiones relacionadas con la muerte. Un
procedimiento totalmente nuevo que no gustó a todo el mundo.
En 1969 publicaba su famosa obra On death and dying, un
libro que se convertiría en texto imprescindible para las generaciones
futuras. Elisabeth definió las que ella consideraba como las cinco fases
en el proceso de la muerte: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación.
Años
después, en 1977, dos años antes de que su marido le pidiera el
divorcio, la pareja y sus hijos se trasladaron a California donde
Elisabeth quiso crear un espacio idóneo para que sus pacientes esperaran
la muerte con dignidad. En una amplia extensión en Escondido, cerca de
San Diego, fundó Shanti Nilaya, algo así como el Hogar de la Paz.
La labor de Elisabeth Kübler-Ross empezó a tornarse controvertida
cuando intentó organizar un centro de enfermos terminales de SIDA en una
zona de Virginia y sus habitantes se negaron en redondo por miedo a la
enfermedad. También cuando empezó a acercarse a movimientos relacionados
con las experiencias extracorporales después de la muerte, la comunidad
científica quiso descalificar su labor.
En 1995 sufrió una serie de ataques que la dejaron parcialmente inmovilizada. Poco tiempo después, cerraba sus puertas Shanti Nilaya
y esperó la muerte en Scottsdale, Arizona, donde falleció el 24 de
agosto de 2004. Tres años después de su muerte era incluida en la
American National Women’s Hall of Fame. Su mejor reconocimiento fue sin
embargo, la utilización de sus más de veinte obras sobre la muerte por
parte de los estudiantes y profesionales de la psiquiatría de todo el
mundo.
La técnica que se
remonta a la necesidad de solucionar el problema de sabor de un yogur ha
abierto las puertas para modificar genes, especialmente en casos de
enfermedades. Pero sus posibilidades no terminan allí, lo que abre
cuestionamientos y habilita reflexiones en torno a lo que se puede
cambiar y cuándo hacerlo. Expertos disertarán en el marco de la Jornada de Ciencia y Tecnología.
El ácido desoxirribonucleico
(ADN) es la molécula que contiene toda la información para el
desarrollo y funcionamiento de un ser vivo. A veces, esa información
puede ser incorrecta, generando enfermedades o individuos con dificultad
para adaptarse a determinadas condiciones ambientales, entre otros
ejemplos. Imaginemos si se pudiera cortar, remover y reemplazar ese
fragmento de información errónea, colocando información “correcta”. Se
podrían curar enfermedades, mejorar cultivos; las posibilidades son
variadas y hasta inimaginables. Al mismo tiempo, esa manipulación de la
información abre la puerta a planteos éticos sobre los alcances y
límites que esta nueva tecnología debería tener. Es momento de conocer y
debatir.
La Real Academia de las Ciencias de Suecia concede su galardón a Arthur Ashkin, Gérard Mourou y Donna Strickland, tercera mujer reconocida con este premio desde 1901.
Por Manuel Ansede
La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha concedido este martes
el Premio Nobel de Física 2018 al estadounidense Arthur Ashkin, la
canadiense Donna Strickland
y el francés Gérard Mourou por sus "rompedoras invenciones en el campo
de la física del láser", en una ceremonia celebrada en Estocolmo.
El
premio de este año ha sido otorgado a James Allison y Tasuku Honjo por
su descubrimiento de terapias oncológicas basadas en la inhibición de
las barreras del sistema inmunitario.
Los galardonados con el Nobel de medicina de este año, James P. Allison y Tasuku Honjo. [Fundación Nobel]
El cáncer mata a millones de personas cada
año y es uno de los mayores problemas de salud de la humanidad. Al
estimular la capacidad inherente de nuestro sistema inmunitario para
atacar a las células tumorales, los galardonados de este año han
establecido una estrategia totalmente nueva para desactivar el cáncer. Esta consiste en eliminar las barreras que impiden que el sistema inmunitario reconozca las células cancerosas y las destruya.
Los avances en la ciencia y la tecnología están poniendo en duda cómo serán nuestras sociedades en un futuro muy próximo. La inteligencia artificial o la robótica plantean cuestiones que deben ser ampliamente consideradas si no queremos vernos sorprendidos por sus consecuencias. Hablamos con Julian Kinderlerer, que presidió el Grupo Europeo de Ética en Ciencia y Nuevas Tecnologías. Su visión es, cuando menos, poco complaciente.
Jesús
Méndez. Agencia SINC.
Gran parte de las decisiones éticas modernas
tienen un pie en la ciencia y la tecnología. Así lo entendieron los
organizadores del congreso ESOF (EuroScience Open Forum), celebrado el mes pasado en la ciudad francesa de Toulouse.