La mayoría de las culturas cuentan en base 10: tienen 10 dígitos diferentes y los combinan para describir cualquier cantidad. ¿Por qué? Para conocer la causa solo hay que mirarse las manos.
Las matemáticas que aprendemos en el parvulario tienen una base 10.
Eso quiere decir que tenemos 10 dígitos diferentes y con combinaciones
de ellos describimos cualquier cantidad, agrupada siempre en decenas o
en potencias de 10. Contar en base 10 no es algo nuevo ni propio de
nuestra cultura.
En este caso la filología nos da una idea. Cuando
estamos en el parvulario y aprendemos a sumar, el gesto instintivo es
ayudarnos con los dedos. Puesto que tenemos 10 dedos, parece lógico
pensar que la mayoría de culturas utilizaron 10 dígitos por tener 10
dedos, y esto se refuerza por el hecho de que etimológicamente dígito y
dedo comparten origen en la mayoría de lenguas que cuentan en base 10.
Sin embargo, no siempre se elegía contar de esta forma. En algunas
lenguas de Centroamérica, el Cáucaso y África Central y Occidental los
números se definen en base 20.
De hecho, en algunas lenguas europeas
quedan rastros de una convivencia entre la base 10 y la base 20, por eso
en francés la palabra para “ochenta” es quatre-vingt, es
decir, cuatro veces 20, y en inglés antiguo la palabra score define una
veintena. Una base 5 es infrecuente en idiomas antiguos; sin embargo, en
España no nos es ajena, solo hay que pensar en la palabra lustro para
definir periodos de cinco años y en el uso de los duros para definir
cinco pesetas. Y de la base 15 solo nos queda una referencia: el conteo
del tenis, que parece motivado por un antiguo sistema de apuestas
francés, aunque hay teorías alternativas que lo relacionan con la forma
en la que medimos un círculo. El origen de la base 10, 5 y 15 se
relaciona también con los dedos de la mano, y hace referencia a utilizar
también los dedos de los pies, una sola mano, o las dos manos y un pie
(por eso la base 15 es tan rara).
El sistema sumerio de base 60 es la razón por la que dividimos las horas en 60 minutos y los minutos en 60 segundos
Hay otras culturas que también han contado con los dedos,
pero de forma diferente a como lo hacía la mayoría. Por ejemplo, el
sistema de base 60 fue utilizado originalmente por los sumerios y más
tarde por los babilonios, y es el origen por el que dividimos las horas
en 60 minutos y los minutos en 60 segundos y por el que una
circunferencia tiene 360 grados. Ese sistema deriva de otro de base 12:
solo hay que ver que los babilonios dividieron el año en 12 signos
zodiacales. Y aquí volvemos a tener los dedos, aunque los sumerios los
utilizaban de forma diferente a los protoindoeuropeos. Si miramos la
palma de la mano y utilizamos el dedo pulgar como puntero para contar,
veremos que el resto de dedos están divididos en tres falanges cada uno.
Si contamos las falanges, ya tenemos la base 12, y este parece ser el
origen más probable de esta numeración. Aunque hay explicaciones
alternativas, puesto que 60 se puede dividir de forma exacta entre 2, 3,
4, 5, 6, 10 y 20, lo que permite hacer diferentes agrupaciones que hoy
día seguimos utilizando (las medias horas, los cuartos de hora o los 5 o
10 minutos).
Y todavía existe una tercera forma de utilizar las manos para contar.
Hay unos cuantos idiomas antiguos que contaban los números de forma
octonaria, en base 8. Y también contaban con la mano, con la diferencia
de que, en vez de asignar cada cantidad a un dedo (base 10) o a una
falange (base 12), utilizaban los huecos entre los dedos, y así salen
los cuatro huecos en cada mano. Queda claro que, independientemente de
nuestra cultura, todos hemos contado con los dedos.
La base está en el cuerpo
De los miles de idiomas que han existido, no todos se ajustan al
patrón general de contar con los dedos. Por ejemplo, hay lenguas con
sistemas en base 2: en este caso, las palabras para los números
recuerdan a las palabras para ojos u orejas, indicando que esa parte del
cuerpo fue la que más llamó la atención a sus hablantes. Pero hay más
casos: la lengua salinera de los nativos de California tiene base 4, y
la que se habla al sur de Nueva Guinea, base 6, aunque parece que
utilizaban como patrón la forma de agrupar alimentos más que el cuerpo. Y
la lengua oksapmin, de la provincia de Sandaun, en Nueva Guinea, tiene
base 27 debido a que utiliza todas las partes del cuerpo contables,
incluyendo dedos, ojos, brazos y hombros.
J. M. Mulet es bioquímico y divulgador.
Fuente
elpais.com
J. M. Mulet es bioquímico y divulgador.
Fuente
elpais.com
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