Por Elizabeth Flock
Traducción de Claudio Pairoba
Una designación de hace dos años en la FDA (Administración de Drogas y Medicamentos de los EE.UU.) está desatando protestas online una vez más.
En los últimos días, una petición solicitando la expulsión de un ex Vicepresidente de Monsanto, está cobrando fuerza.
“Presidente Obama, me opongo a su designación de Michael Taylor,” dice la petición en Signon.org. “Taylor es la misma persona que era Zar de la Seguridad Alimentaria en la FDA cuando los organismos modificados genéticamente fueron permitidos en la cadena alimenticia de los EE.UU. sin sufrir una sola prueba para determinar su seguridad o riesgos. Esto es una vergüenza.”
Durante el fin de semana, la petición fue firmada por miles de personar. Al escribir esto, tiene cerca de 60.000 firmas con un objetivo en 75.000.
Las solicitudes de declaraciones por parte de Monsanto y la FDA no fueron devueltas de inmediato.
Los firmantes de la petición argumentan que Monsanto no debería tener influencia en la FDA dado que eso dañaría a los granjeros y constituye una amenaza para plantas y animales. Citan investigación científica que ha encontrado que los alimentos genéticamente modificados podrían ser una causa para enfermedades crónicas o cáncer en los EE.UU.
La petición fue lanzada por Frederick Ravid, un analista financiero en Atlanta quien también tiene un blog dedicado a espiritualidad.
La petición se refiere a la designación de Taylor como un ejemplo del “lobo cuidando el gallinero”.
El puesto de Taylor, quien es actualmente Comisionado Asistente para alimentos en la FDA, incluye asegurarse de que las etiquetas de los alimentos contienen información clara y precisa, supervisión de estrategias para seguridad alimentaria y planeamiento de nueva legislación para seguridad alimentaria. Es el primer individuo en tener este puesto.
Antes de unirse a la FDA, Taylor era el Vicepresidente para Políticas Públicas de Monsanto entre 1998 y 2001. Desde entonces ha trabajado para la FDA en varios puestos, y recientemente ha regresado a la administración como consejero senior para el comisionado en Julio de 2009.
Taylor es citado en el sitio web de la FDA diciendo que estaba ansioso por “trabajar de nuevas maneras...para vencer los desafíos importantes – y las oportunidades sin precedentes – que enfrentamos en la actualidad.”
Cuando la designación de Taylor fue anunciada, la misma fue criticada por los consumidores y sus defensores en todos los EE.UU. Un defensor de los consumidores, Jeffrey Smith, quien hace campañas en contra de los alimentos genéticamente modificados, escribió en su blog en ese momento: “La persona que puede ser responsable por más enfermedades y muertes relacionadas con los alimentos que ninguna otra en la historia acaba de ser designada como zar de seguridad alimentaria en los EE.UU. Esto no es ninguna broma.”
Smith indicó que era problemática la participación anterior de Taylor como supervisor de la política para la hormona de crecimiento bovino (rbGH/rbST ) desarrollada genéticamente y perteneciente a Monsanto. La leche proveniente de vacas inyectadas con esta hormona ha sido un tema controvertido, señala Smith, con muchas organizaciones médicas y hospitales hablando en contra de la misma.
Monsanto ha sido el centro de docenas de protestas por varias de sus políticas a lo largo de los años, incluyendo esta conferencia TED por parte de un niño de 11 años:
El Lunes, Monsanto anunció que abandonaba sus planes para vender maíz resistente a insectos en Francia, según informa Farmers Weekly. La movida fue considerada como otro golpe importante para los alimentos genéticamente modificados en Europa, donde la oposición ha sido virulenta, con seis países de la Unión Europea prohibiendo el cultivo de maíz genéticamente modificado.
Fuente:
http://www.washingtonpost.com
lunes, 30 de enero de 2012
El lado oscuro de la ciencia.
Un interesante post de Miguel Jara: "Mercaderes de la duda"
Cayetano Gutiérrez Pérez, Catedrático de Física y Química y divulgador científico, me escribió hace tiempo. Estaba terminando de leer el libro La salud que viene y como él me contó coincidía en que “no todo vale como avance, como progreso social o tecnológico. Es fundamental aplicar el principio de precaución cuando se tenga la más mínima duda de que algo puede perjudicar la salud de los seres vivos del planeta”, una de las ideas centrales del libro. Poco después me mandó esta colaboración que trata sobre cómo existen científicos al servicio de la generación de dudas en materia de salud y medioambiente para beneficiar a ciertos sectores industriales.
Aunque Pasteur decía que “la ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso”, por desgracia, en la comunidad científica, al igual que en otros colectivos, también existe un pequeño grupo de científicos corruptos. A mediados del s. XX surgieron los “mercaderes de la duda”, término acuñado por los historiadores de la ciencia estadounidenses Oreskes y Conway, autores del libro Mercaderes de la duda (Merchants of doubt), publicado en 2010, en EE.UU.
Como indico en mi libro La actuación frente al cambio climático, la táctica de sembrar dudas sobre la validez de la ciencia establecida ha sido usada en el pasado, por el sector industrial causante de un determinado daño, para dividir la opinión pública, retrasar la toma de medidas por parte de las administraciones y las denuncias por parte de las víctimas.
En el caso del cambio climático, la defensa de los intereses económicos de las grandes multinacionales del petróleo nos ha conducido a situaciones peligrosamente preocupantes, ya que las grandes industrias del carbón y el petróleo, americanas, han invertido millones de dólares para mantener al público con dudas sobre el cambio climático. Así, en 1995, la industria del carbón había pagado más de 800 millones de euros a cuatro científicos que mostraban su disconformidad con el calentamiento global. Y Exxon Mobil ha gastado millones de euros en una campaña de relaciones públicas contra el calentamiento global. En 2000, los magnates del petróleo y el carbón se apuntaron su mayor victoria electoral hasta la fecha cuando el Presidente George W. Bush salió elegido, aceptando las insinuaciones del sector respecto a su política climática y energética.
La última cacicada tuvo lugar en la reunión de París (2007), donde un grupo ligado a Bush, subvencionado por la petrolera Exxon Mobil, quiso sobornar a los científicos para desacreditar su informe, ofreciéndoles 7.000 €, según informó el diario británico The Guardian. Como dato valga que el presupuesto asignado para publicidad de las grandes petroleras duplica el Producto Interior Bruto de muchos países en vías de desarrollo.
Greenpeace reveló, en marzo de 2010, que el segundo grupo industrial más poderoso de los Estados Unidos (las “Industrias Koch”) entregó, entre 2005 y 2008, casi 25 millones de dólares a 40 fundaciones conservadoras negadoras del cambio climático, que organizan seminarios para periodistas y funcionarios, artículos en los medios de comunicación, etc.
Conviene matizar que sobre el cambio climático no se puede ni se debe frivolizar, ya que la inmensa mayoría de la comunidad científica acepta su existencia, en mayor o menor grado, porque así lo indican los datos de más de 2.500 científicos, correspondientes a 130 países, reunidos por la ONU, que llevan más de 20 años investigándolo.
Las evidencias del calentamiento global se ven reforzadas por los artículos publicados en las diferentes revistas científicas de prestigio. Así, en la revista Science (Dic.-2004), podemos encontrar los artículos publicados por revistas científicas a favor y en contra del cambio climático, entre 1993 y 2003, en el artículo titulado Beyond the Ivory Tower: The Scientific Consensus on Climate Change (Oreskes. Science 3 December 2004: Vol. 306. Nº. 5702, p. 1686). Dicho informe concluye que se publicaron 928 artículos que van a favor de la conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y ni un sólo artículo que vaya en contra de las mismas y que reforzara las tesis de los negacionistas del cambio climático. Es decir, no hay un sólo artículo científico publicado, entre 1993 y 2003, que vaya en contra de las tesis básicas del IPCC sobre la realidad del cambio climático.
Este artículo y otros evidencian que el consenso sobre el cambio climático es bastante generalizado y que la polémica sobre el cambio climático no se da en las revistas científicas, sino en los editoriales de algunos medios de comunicación, que responden a presiones de los lobbys de distintas multinacionales, cuyos intereses económicos se verían afectados negativamente por las medidas que se pudiesen tomar para frenar el cambio climático.
Las campañas para generar incertidumbre sobre el cambio climático parecen estar dando resultados. Así, una encuesta de la BBC (feb.-2010) mostraba que sólo el 26% de los británicos cree hoy que el cambio climático está generado principalmente por el ser humano, lo que representa una disminución respecto del 41% en noviembre de 2009. Algo similar ocurre en los EE.UU., donde otra encuesta (mar.-2010) reveló que el 48% de los norteamericanos piensa que “la gravedad del cambio climático ha sido exagerada”.
Vivimos en la era de la globalización y ante las multinacionales el ser humano es manipulado de manera reiterada y ostensible como un auténtico títere, reduciéndole su capacidad de maniobra, de decisión, y anulando su voluntad. El grado de manipulación es siempre directamente proporcional a la información que posee una persona.
Muchas multinacionales presionan y compran la voluntad de los científicos independientes para que determinados aspectos que les pueden perjudicar no sean investigados, o simplemente que no divulguen los resultados de sus investigaciones. Para ello, desinforman en los medios de comunicación social e intoxican a la opinión pública para dividirla, manipulan a los políticos, crean asociaciones o fundaciones aparentemente independientes que promocionan tecnologías contaminantes y peligrosas.
Finalmente, recordemos que el cinismo de algunos políticos, multinacionales y grupos de presión (lobbys), y su doble moral no dejan lugar a dudas y el ciudadano frecuentemente es manipulado, por lo que debe filtrar adecuadamente la información que le llega, porque una sociedad más informada en lo científico es más libre. Por tanto, promovamos la cultura científica porque beneficia a toda la sociedad.
Más info: En el libro La salud que viene pueden encontrar un capítulo dedicado a la geoingeniería que documenta estas prácticas.
Fuente:
http://www.migueljara.com/2010/10/23/mercaderes-de-la-duda/
Cayetano Gutiérrez Pérez, Catedrático de Física y Química y divulgador científico, me escribió hace tiempo. Estaba terminando de leer el libro La salud que viene y como él me contó coincidía en que “no todo vale como avance, como progreso social o tecnológico. Es fundamental aplicar el principio de precaución cuando se tenga la más mínima duda de que algo puede perjudicar la salud de los seres vivos del planeta”, una de las ideas centrales del libro. Poco después me mandó esta colaboración que trata sobre cómo existen científicos al servicio de la generación de dudas en materia de salud y medioambiente para beneficiar a ciertos sectores industriales.
Aunque Pasteur decía que “la ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso”, por desgracia, en la comunidad científica, al igual que en otros colectivos, también existe un pequeño grupo de científicos corruptos. A mediados del s. XX surgieron los “mercaderes de la duda”, término acuñado por los historiadores de la ciencia estadounidenses Oreskes y Conway, autores del libro Mercaderes de la duda (Merchants of doubt), publicado en 2010, en EE.UU.
Los “mercaderes de la duda” son científicos de renombre, especialistas en generar polémicas, dedicados a negar evidencias que perjudican al sector empresarial, con argumentos poco rigurosos, cobrando por ello auténticas fortunas. Estos “mercaderes de la duda” fueron los que mantuvieron durante décadas que el tabaco no producía cáncer, que la industria del amianto no era la responsable de la asbestosis, que los clorofluorocarbonos no destruían el ozono… Desde hace un par de décadas niegan que el cambio climático esté relacionado con las actividades industriales, sembrando dudas sobre su origen, con masivas campañas de publicidad y artículos pseudo científicos.Afortunadamente, en la actualidad comienzan a ser desenmascarados estos “mercaderes de la duda”. En el citado libro Merchants of doubt, se describe por primera vez cómo funcionan los negacionistas del cambio climático y quiénes son, y demuestra que algunos de los científicos que hoy niegan el calentamiento global participaron antes en polémicas referidas a los efectos del tabaco, la lluvia ácida y el agujero de ozono.
Como indico en mi libro La actuación frente al cambio climático, la táctica de sembrar dudas sobre la validez de la ciencia establecida ha sido usada en el pasado, por el sector industrial causante de un determinado daño, para dividir la opinión pública, retrasar la toma de medidas por parte de las administraciones y las denuncias por parte de las víctimas.
En el caso del cambio climático, la defensa de los intereses económicos de las grandes multinacionales del petróleo nos ha conducido a situaciones peligrosamente preocupantes, ya que las grandes industrias del carbón y el petróleo, americanas, han invertido millones de dólares para mantener al público con dudas sobre el cambio climático. Así, en 1995, la industria del carbón había pagado más de 800 millones de euros a cuatro científicos que mostraban su disconformidad con el calentamiento global. Y Exxon Mobil ha gastado millones de euros en una campaña de relaciones públicas contra el calentamiento global. En 2000, los magnates del petróleo y el carbón se apuntaron su mayor victoria electoral hasta la fecha cuando el Presidente George W. Bush salió elegido, aceptando las insinuaciones del sector respecto a su política climática y energética.
La última cacicada tuvo lugar en la reunión de París (2007), donde un grupo ligado a Bush, subvencionado por la petrolera Exxon Mobil, quiso sobornar a los científicos para desacreditar su informe, ofreciéndoles 7.000 €, según informó el diario británico The Guardian. Como dato valga que el presupuesto asignado para publicidad de las grandes petroleras duplica el Producto Interior Bruto de muchos países en vías de desarrollo.
Greenpeace reveló, en marzo de 2010, que el segundo grupo industrial más poderoso de los Estados Unidos (las “Industrias Koch”) entregó, entre 2005 y 2008, casi 25 millones de dólares a 40 fundaciones conservadoras negadoras del cambio climático, que organizan seminarios para periodistas y funcionarios, artículos en los medios de comunicación, etc.
Conviene matizar que sobre el cambio climático no se puede ni se debe frivolizar, ya que la inmensa mayoría de la comunidad científica acepta su existencia, en mayor o menor grado, porque así lo indican los datos de más de 2.500 científicos, correspondientes a 130 países, reunidos por la ONU, que llevan más de 20 años investigándolo.
Las evidencias del calentamiento global se ven reforzadas por los artículos publicados en las diferentes revistas científicas de prestigio. Así, en la revista Science (Dic.-2004), podemos encontrar los artículos publicados por revistas científicas a favor y en contra del cambio climático, entre 1993 y 2003, en el artículo titulado Beyond the Ivory Tower: The Scientific Consensus on Climate Change (Oreskes. Science 3 December 2004: Vol. 306. Nº. 5702, p. 1686). Dicho informe concluye que se publicaron 928 artículos que van a favor de la conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y ni un sólo artículo que vaya en contra de las mismas y que reforzara las tesis de los negacionistas del cambio climático. Es decir, no hay un sólo artículo científico publicado, entre 1993 y 2003, que vaya en contra de las tesis básicas del IPCC sobre la realidad del cambio climático.
Este artículo y otros evidencian que el consenso sobre el cambio climático es bastante generalizado y que la polémica sobre el cambio climático no se da en las revistas científicas, sino en los editoriales de algunos medios de comunicación, que responden a presiones de los lobbys de distintas multinacionales, cuyos intereses económicos se verían afectados negativamente por las medidas que se pudiesen tomar para frenar el cambio climático.
Las campañas para generar incertidumbre sobre el cambio climático parecen estar dando resultados. Así, una encuesta de la BBC (feb.-2010) mostraba que sólo el 26% de los británicos cree hoy que el cambio climático está generado principalmente por el ser humano, lo que representa una disminución respecto del 41% en noviembre de 2009. Algo similar ocurre en los EE.UU., donde otra encuesta (mar.-2010) reveló que el 48% de los norteamericanos piensa que “la gravedad del cambio climático ha sido exagerada”.
Vivimos en la era de la globalización y ante las multinacionales el ser humano es manipulado de manera reiterada y ostensible como un auténtico títere, reduciéndole su capacidad de maniobra, de decisión, y anulando su voluntad. El grado de manipulación es siempre directamente proporcional a la información que posee una persona.
Muchas multinacionales presionan y compran la voluntad de los científicos independientes para que determinados aspectos que les pueden perjudicar no sean investigados, o simplemente que no divulguen los resultados de sus investigaciones. Para ello, desinforman en los medios de comunicación social e intoxican a la opinión pública para dividirla, manipulan a los políticos, crean asociaciones o fundaciones aparentemente independientes que promocionan tecnologías contaminantes y peligrosas.
Finalmente, recordemos que el cinismo de algunos políticos, multinacionales y grupos de presión (lobbys), y su doble moral no dejan lugar a dudas y el ciudadano frecuentemente es manipulado, por lo que debe filtrar adecuadamente la información que le llega, porque una sociedad más informada en lo científico es más libre. Por tanto, promovamos la cultura científica porque beneficia a toda la sociedad.
Más info: En el libro La salud que viene pueden encontrar un capítulo dedicado a la geoingeniería que documenta estas prácticas.
Fuente:
http://www.migueljara.com/2010/10/23/mercaderes-de-la-duda/
lunes, 23 de enero de 2012
El virus tan temido.
Por Claudio Pairoba
Miles de aves de corral han sido sacrificadas para evitar la propagación del virus (Foto: Operamundi). |
A mediados de Diciembre de 2011 una noticia impactó los medios internacionales: un grupo de investigadores de la Universidad Erasmus en Rotterdam había logrado desarrollar una nueva cepa del virus de la gripe aviar. La buena noticia: los investigadores conocían un poco más del virus. La mala: esta variante del virus H5N1 tiene como característica principal que es más contagiosa y letal que su predecesora.
El virus H5N1 es una de las muchas cepas que los virus de la gripe aviar pueden adoptar, dependiendo en la estructura de las proteínas presentes en la superficie viral (de allí las letras H y N). Estos virus se mantienen, en general, circunscriptos a las poblaciones de distintos tipos de aves. Pero en 1997 ocurrió algo sorprendente.
H5N1 aparece en escena
Ese año H5N1 comenzó a hacerse conocido cuando 18 personas se contagiaron con el mismo.
Si bien estos virus están circulando dentro de la comunidad de aves, son potencialmente peligrosos. Su alta tasa de mutación les permite ir “probando” hasta lograr la combinación en su estructura que les posibilite, primero saltar desde un ave a un ser humano. Y segundo, y más temible, saltar de un ser humano a otro.
Otros virus similares pero no idénticos han sido responsables de epidemias en el pasado. La famosa pandemia de gripe española ocurrida en 1918 se cobró 40 millones de muertes a nivel mundial. La gripe asiática en 1957 mató entre 2 y 5 millones de personas.
La historia de H5N1 es más reciente. Después de su aparición inicial en 1997, el virus reaparece en Asia en 2004 (http://www.fao.org/avianflu/es/newsarchive_es_04.html), donde la matanza generalizada de aves de corral impidió que el mismo se convirtiera en un problema más serio. En el 2006, H5N1 ya había sido detectado en África y Europa.
Peligro potencial
El estudio que fue llevado a cabo por el laboratorio universitario en los Países Bajos y por el laboratorio de la Universidad de Wisconsin, en Madison, EE.UU. llamó la atención de la Junta Nacional de Asesoría para la Bioseguridad de la Ciencia. Este organismo fue creado en los EE.UU. en 2001, luego del ataque a las torres gemelas y los envíos con ántrax utilizando el servicio postal. Estos últimos costaron la vida a numerosas personas que recibieron y tocaron los sobres con el polvillo blanco letal.
En aras de conocer más sobre el virus para lograr una vacuna efectiva, los investigadores desarrollaron una cepa más peligrosa que la original, si bien los estudios fueron llevados a cabo bajos las condiciones más estrictas de seguridad. Como explica Peter Palese, un investigador que pasó por una situación similar en 2005, en una carta publicada en la revista Nature, “(los experimentos)...nos dieron la oportunidad de hacer del mundo un lugar más seguro, permitiéndonos aprender qué hace que el virus sea peligroso y como se lo puede desactivar.”
Al enterarse de que los trabajos que iban a ser publicados en las prestigiosas revistas Science y Nature, las autoridades norteamericanas se preocuparon y pidieron que se publicaran solo versiones resumidas de los trabajos, evitando detalles específicos. Justamente, es en los detalles específicos donde aparece el segundo nivel de peligrosidad de la nueva cepa. En manos malintencionadas, esta nueva versión del H5N1 puede convertirse en un arma biológica.
Al mismo tiempo, la situación planteada vuelve a poner en el tapete el tema de la censura a la información científica. Y siempre que la palabra censura aparece, las luces rojas se encienden.
EE.UU. posee legislación al respecto. Con fecha 1985, la National Policy onthe Transfer of Scientific, Technical and Engineering Information cobró mayor fuerza a partir de 2001, cuando el país del norte se convirtió en blanco de ataques que se cobraron miles de vidas. La National Policy establece el control de flujo de información científica hecha con fondos federales en universidades y laboratorios.
Debo aclarar que las voces que se oponen a la publicación de los artículos en su totalidad también vienen desde la propia comunidad de científicos
Salida consensuada
En Enero de 2012, los investigadores involucrados decidieron suspender las investigaciones por las cuestiones de seguridad invocadas.
Al mismo tiempo, las revistas Science y Nature accedieron a publicar versiones acortadas de los trabajos, siempre y cuando toda la información estuviera disponible para aquellos científicos que trabajen en el tema. Los autores publicaron su punto de vista acerca de por qué es importante que los trabajos sean publicados en su totalidad.
Más allá de la solución encontrada en este caso, la pregunta sigue existiendo y seguramente será repetida en tiempos cercanos: ¿quién decide cuál es la información que puede publicarse en revistas científicas? En definitiva, quién puede posicionarse como árbitro para decidir sobre lo que la comunidad científica y la sociedad tienen derecho a saber.
viernes, 20 de enero de 2012
Mio, tuyo, de todos: la propiedad de las ideas.
Encontre este post el cual me parecio muy interesante y decidi compartirlo.
Por Aparicio Caicedo, editor de Tartufocracia.com
La “propiedad intelectual” está dando de qué hablar últimamente. El controvertidísimo proyecto de ley pendiente de aprobación por el parlamento estadounidense, SOPA, ha elevado el debate. En España, por ejemplo, aprobaron hace meses la polémica “Ley Sinde”, la cual le da el poder al Ministerio de Cultura para censurar aquellas páginas que permitan descargar películas o canciones “piratas”. Los lobbies de la música y el cine se han mostrado poderosos, e incluso Wikileaks alertó de las presiones diplomáticas que Washington ejerce en Madrid. En el resto del mundo, la cosa pinta más o menos igual.
Hace pocos días, precisamente, escuchaba a un director de cine español decir que el apoyaba la Ley Sinde por la misma razón que respetaba cualquier ley orientada a defender la propiedad privada de unos y otros. Y apuntaba además que, obviamente, la libertad nunca incluye el poder de vulnerar los derechos de otras personas, porque no se nos ocurre hablar de libertad de movilización para invadir las casas de los demás.
Creo que el término “propiedad” no es más que un membrete usado por analogía en el mundo de las ideas, las cuales no son objetos “apropiables”. Nos apoyamos fundamentalmente en las aportaciones teóricas de Stephan Kinsella, autor de Contra la Propiedad Intelectual. Las ramificaciones de este debate son cruciales, porque es una cuestión que afecta no sólo a los derechos económicos de artistas y disqueras, sino también a farmacéuticas, empresas de tecnología, fabricantes de software, etc.
Entonces, ¿existe propiedad sobre las ideas?
Me he encontrado con este vídeo, en el que Tom W. Bell explone de forma muy didáctica el origen y fin de la “propiedad” como institución jurídica básica. Explica que se trata de un conjunto de normas éticas necesarias para la distribución pacífica de bienes relativamente escasos entre varias personas con fines ilimitados. Me parece sumamente ilustrativo el ejemplo que utiliza en el mundo del surf.
Las ideas no son apropiables, por la misma razón que no lo es el fuego. ¿Para qué vamos a querer apropiarnos del fuego, si su uso es compatible con el uso simultáneo que otros hacen de él? Mi fogata no se apaga cuando se prende la de los demás. Sucede algo distinto con la leña que aviva esa fogata. Si yo uso mi leña, con ello excluyo que otros usen ese recurso simultáneamente, por lo cual necesitamos reglas del juego para repartirnos una pila de leña manteniendo estándares de civilidad (normas éticas). Las reglas básicas de civilidad nos dicen que si yo corté la leña del árbol (es decir, trasformé un recurso natural previamente sin dueño), o la compré en la tienda (es decir, adquirí de forma contractual la propiedad de su anterior dueño), yo seré quien decide cómo, cuándo y dónde usar esa leña; es decir, soy su propietario. Y los demás tendrán que abstenerse de utilizarla. Esa es una regla tan básica que no nos damos cuenta que la empleamos todos los día, a cada instante. Esa es la razón por la que no nos llevamos el Ipad de nuestro amigo a la casa, por la que no entramos en el departamento de otras personas y tampoco les quitamos las hamburguesas de la mano en el Mc Donalds, por más que queramos satisfacer nuestros fines (comer), y por urgente que sea la necesidad de realizarlos (mucha hambre). Son reglas éticas básicas, fundamentales para vivir pacíficamente y llevar a cabo nuestros fines, desde los más primarios a los más sofisticados, y por eso nos escandalizamos tanto cuando alguien las quiebra, sin importar nuestro trasfondo ideológico. Si vemos que alguien roba un auto—trasgrede las reglas que dan derecho al control exclusivo de un bien—nos escandalizamos siempre, y lo sentimos como una agresión.
El derecho de propiedad, por tanto, no surgió como una recompensa por el esfuerzo hecho por una persona determinada. Es una institución que surge para resolver el dilema entre escasez de recursos y la infinidad de fines humanos que satisfacer con ellos.
Seguimos aquí a Stephen Kinsella y Jeffrey Tucker, académicos del Mises Institute, quienes señalan que la propiedad existe porque:
Hoppe por su parte apunta que:
De hecho, como bien se apunta en el vídeo, el surf nos trae el ejemplo perfecto de desarrollo de normas éticas de propiedad para resolver el dilema de escasez de recursos. La finalidad de un surfista es deslizarse por una ola. Podríamos decir que la utilización de ese recurso—la ola—es incompatible con su utilización simultánea por parte de un tercero. De hecho, dentro del agua, es muy común que haya enfrentamientos entre un surfista y otro que le “robó” su ola. Para prevenir el conflicto, los surfistas de forma espontánea han desarrollado reglas éticas que ayudan a dirimir el dilema de asignación de un recurso escaso.
Existe, en el mundo del surf, una regla suprema: el que tiene el inside tiene derecho a llevarse la ola. Esto quiere decir que si una ola rompe hacia la derecha, quien se encuentre más cerca de donde empieza a romper, es decir, a la izquierda, tiene preferencia, y una vez que se para y empieza a deslizarse nadie más puede meterse, a menos que se caiga. Se trata de reglas de derecho de propiedad sobre olas, con sus matices específicos, que se desarrollaron de forma espontánea por un proceso de ensayo e imitación, sin necesidad de que una autoridad centralizada lo planifique.
Ahora, analicemos la diferencia que existe cuando hablamos de ideas, con el mismo ejemplo. Imaginemos qué pasaría si un surfista decide que es dueño también de las maniobras que “inventa”. Supongamos que Kelly Slater inventa una maniobra que no se ha hecho nunca antes, y la llama “radical-aereo-360-sumergido”. Slater ha sido 10 veces campeón del mundo, y ha dedicado toda su vida a ello. Esa maniobra es el fruto de 30 años de sudor y esfuerzo. Pero, lógicamente, lo primero que pasa es que una legión de surfistas jóvenes empiezan a imitarlo, y en tres meses tienes a toda la costa de California haciendo lo mismo, y ganando campeonatos gracias a ello. Esto no supone ningún posible conflicto sobre el uso de esa idea, porque cien mil surfistas pueden ejecutar la maniobra sin que exista interferencia mutua. Por tanto, no existe dilema ético y no se necesitan de normas que solucionen un potencial conflicto. Lo mismo pasa en todos los demás ámbitos.
Podemos llevar el ejemplo del surf más allá, para tratar de ilustrar nuestra tesis. Puede ser que a Kelly Slater se le ocurra que eso es injusto, y que gaste su dinero en crear una asociación de la propiedad intelectual del surf, para que presionen a un legislador que sepa contentarlos introduciendo un proyecto de ley que prohíba a terceros emplear esa idea, porque se trata de su supuesta “propiedad”. Lógicamente, los miembros de la organización se beneficiarán ampliamente, y harán un gran negocio cobrando por los permisos de reproducción de sus maniobras. Y tratarán de “ladrones” y “piratas” a todo aquel que incumpla la ley. Con el tiempo, todos se acostumbrarán a ello y pensarán que efectivamente ese es el orden natural de las cosas, porque ese es el efecto del uso impreciso del lenguaje. Pocos se darán cuenta de que están frente a un privilegio monopólico otorgado por el Estado, desnaturalizando el uso de una institución normativa tan consolidada como el derecho de propiedad.
Y es muy importante el efecto manipulativo de trasfigurar los términos. Porque el derecho de propiedad—insisto, sin importar nuestra filiación ideológica—es una institución muy arraigada en nuestra mente. El que viola ese derecho es asociado al ladrón, al deshonesto, al pillo que hay que repeler.
Nadie quiere que le roben, y por empatía no nos gusta ver que roban a los demás, menos aún a artistas y escritores a los que admiramos y con los que incluso nos sentimos identificados. Y precisamente porque se trata de una regla que aceptamos de forma intuitiva no tendemos a pensar mucho sobre su origen, y podemos estar sujetos a la manipulación semántica de un grupo de legisladores que llamen propiedad a algo que se parece mucho pero no lo es.
Fuente:
http://tartufocracia.com/2011/03/16/la-propiedad-intelectual-no-existe-i/
“Propiedad” intelectual: por qué no soy dueño de mis ideas I
Por Aparicio Caicedo, editor de Tartufocracia.com
La “propiedad intelectual” está dando de qué hablar últimamente. El controvertidísimo proyecto de ley pendiente de aprobación por el parlamento estadounidense, SOPA, ha elevado el debate. En España, por ejemplo, aprobaron hace meses la polémica “Ley Sinde”, la cual le da el poder al Ministerio de Cultura para censurar aquellas páginas que permitan descargar películas o canciones “piratas”. Los lobbies de la música y el cine se han mostrado poderosos, e incluso Wikileaks alertó de las presiones diplomáticas que Washington ejerce en Madrid. En el resto del mundo, la cosa pinta más o menos igual.
Hace pocos días, precisamente, escuchaba a un director de cine español decir que el apoyaba la Ley Sinde por la misma razón que respetaba cualquier ley orientada a defender la propiedad privada de unos y otros. Y apuntaba además que, obviamente, la libertad nunca incluye el poder de vulnerar los derechos de otras personas, porque no se nos ocurre hablar de libertad de movilización para invadir las casas de los demás.
Creo que el término “propiedad” no es más que un membrete usado por analogía en el mundo de las ideas, las cuales no son objetos “apropiables”. Nos apoyamos fundamentalmente en las aportaciones teóricas de Stephan Kinsella, autor de Contra la Propiedad Intelectual. Las ramificaciones de este debate son cruciales, porque es una cuestión que afecta no sólo a los derechos económicos de artistas y disqueras, sino también a farmacéuticas, empresas de tecnología, fabricantes de software, etc.
Entonces, ¿existe propiedad sobre las ideas?
Me he encontrado con este vídeo, en el que Tom W. Bell explone de forma muy didáctica el origen y fin de la “propiedad” como institución jurídica básica. Explica que se trata de un conjunto de normas éticas necesarias para la distribución pacífica de bienes relativamente escasos entre varias personas con fines ilimitados. Me parece sumamente ilustrativo el ejemplo que utiliza en el mundo del surf.
Las ideas no son apropiables, por la misma razón que no lo es el fuego. ¿Para qué vamos a querer apropiarnos del fuego, si su uso es compatible con el uso simultáneo que otros hacen de él? Mi fogata no se apaga cuando se prende la de los demás. Sucede algo distinto con la leña que aviva esa fogata. Si yo uso mi leña, con ello excluyo que otros usen ese recurso simultáneamente, por lo cual necesitamos reglas del juego para repartirnos una pila de leña manteniendo estándares de civilidad (normas éticas). Las reglas básicas de civilidad nos dicen que si yo corté la leña del árbol (es decir, trasformé un recurso natural previamente sin dueño), o la compré en la tienda (es decir, adquirí de forma contractual la propiedad de su anterior dueño), yo seré quien decide cómo, cuándo y dónde usar esa leña; es decir, soy su propietario. Y los demás tendrán que abstenerse de utilizarla. Esa es una regla tan básica que no nos damos cuenta que la empleamos todos los día, a cada instante. Esa es la razón por la que no nos llevamos el Ipad de nuestro amigo a la casa, por la que no entramos en el departamento de otras personas y tampoco les quitamos las hamburguesas de la mano en el Mc Donalds, por más que queramos satisfacer nuestros fines (comer), y por urgente que sea la necesidad de realizarlos (mucha hambre). Son reglas éticas básicas, fundamentales para vivir pacíficamente y llevar a cabo nuestros fines, desde los más primarios a los más sofisticados, y por eso nos escandalizamos tanto cuando alguien las quiebra, sin importar nuestro trasfondo ideológico. Si vemos que alguien roba un auto—trasgrede las reglas que dan derecho al control exclusivo de un bien—nos escandalizamos siempre, y lo sentimos como una agresión.
El derecho de propiedad, por tanto, no surgió como una recompensa por el esfuerzo hecho por una persona determinada. Es una institución que surge para resolver el dilema entre escasez de recursos y la infinidad de fines humanos que satisfacer con ellos.
Seguimos aquí a Stephen Kinsella y Jeffrey Tucker, académicos del Mises Institute, quienes señalan que la propiedad existe porque:
“La posibilidad de conflicto en torno a un recurso se da cuando este se hace escaso, dando lugar a la necesidad de normas éticas que rijan su uso. Así, la función social y ética fundamental de los derechos de propiedad es la de prevenir los conflictos interpersonales por la utilización de recursos escasos”.Kinsella y Tucker, apoyados en la Theory of Socialism and Capitalism, de Hoppe, apuntan: “sólo cuando la escasez existe es torna necesaria la formulación de leyes morales; porque cuando los bienes son superabundantes (bienes “libres”) no existe conflicto posible sobre su uso y ningún esquema de coordinación es necesario”.
Hoppe por su parte apunta que:
“Para desarrollar el concepto de propiedad es necesario que los bienes sean escasos, por lo que los potenciales conflictos sobre el uso de estos bienes pueden surgir. La función de los derechos de propiedad es evitar tales enfrentamientos posibles sobre el uso de los escasos recursos mediante la asignación de derechos de propiedad exclusiva. La propiedad es, pues, un concepto normativo: Un concepto diseñado para hacer una interacción libre de conflictos posible al establecer mutuamente las reglas de conducta vinculante (normas) en relación con la escasez de recursos”.Y es que, precisamente, nuestros fines son ilimitados. Pueden deberse a auténticas necesidades biológicas, como comer y dormir. O pueden darse por simples inclinaciones sicológicas, como la vocación por el arte, el deporte, la ciencia. Unos quieren comer lo que sea, mientras otros quieren comer sólo carne de venado asada. Existen muchas personas, con múltiples fines, que necesitan recursos escasos; es decir, recursos que no se pueden utilizar simultáneamente. No podemos sentarnos tres personas en la misma silla al mismo tiempo. Si lo hacemos, terminaremos en un conflicto seguro. Por tanto, a lo largo de siglos, hemos desarrollado reglas que se catalogan de éticas, porque sirven para hacer posible el trato civilizado entre seres humanos que quieren usar las mismas cosas.
De hecho, como bien se apunta en el vídeo, el surf nos trae el ejemplo perfecto de desarrollo de normas éticas de propiedad para resolver el dilema de escasez de recursos. La finalidad de un surfista es deslizarse por una ola. Podríamos decir que la utilización de ese recurso—la ola—es incompatible con su utilización simultánea por parte de un tercero. De hecho, dentro del agua, es muy común que haya enfrentamientos entre un surfista y otro que le “robó” su ola. Para prevenir el conflicto, los surfistas de forma espontánea han desarrollado reglas éticas que ayudan a dirimir el dilema de asignación de un recurso escaso.
Existe, en el mundo del surf, una regla suprema: el que tiene el inside tiene derecho a llevarse la ola. Esto quiere decir que si una ola rompe hacia la derecha, quien se encuentre más cerca de donde empieza a romper, es decir, a la izquierda, tiene preferencia, y una vez que se para y empieza a deslizarse nadie más puede meterse, a menos que se caiga. Se trata de reglas de derecho de propiedad sobre olas, con sus matices específicos, que se desarrollaron de forma espontánea por un proceso de ensayo e imitación, sin necesidad de que una autoridad centralizada lo planifique.
Ahora, analicemos la diferencia que existe cuando hablamos de ideas, con el mismo ejemplo. Imaginemos qué pasaría si un surfista decide que es dueño también de las maniobras que “inventa”. Supongamos que Kelly Slater inventa una maniobra que no se ha hecho nunca antes, y la llama “radical-aereo-360-sumergido”. Slater ha sido 10 veces campeón del mundo, y ha dedicado toda su vida a ello. Esa maniobra es el fruto de 30 años de sudor y esfuerzo. Pero, lógicamente, lo primero que pasa es que una legión de surfistas jóvenes empiezan a imitarlo, y en tres meses tienes a toda la costa de California haciendo lo mismo, y ganando campeonatos gracias a ello. Esto no supone ningún posible conflicto sobre el uso de esa idea, porque cien mil surfistas pueden ejecutar la maniobra sin que exista interferencia mutua. Por tanto, no existe dilema ético y no se necesitan de normas que solucionen un potencial conflicto. Lo mismo pasa en todos los demás ámbitos.
Podemos llevar el ejemplo del surf más allá, para tratar de ilustrar nuestra tesis. Puede ser que a Kelly Slater se le ocurra que eso es injusto, y que gaste su dinero en crear una asociación de la propiedad intelectual del surf, para que presionen a un legislador que sepa contentarlos introduciendo un proyecto de ley que prohíba a terceros emplear esa idea, porque se trata de su supuesta “propiedad”. Lógicamente, los miembros de la organización se beneficiarán ampliamente, y harán un gran negocio cobrando por los permisos de reproducción de sus maniobras. Y tratarán de “ladrones” y “piratas” a todo aquel que incumpla la ley. Con el tiempo, todos se acostumbrarán a ello y pensarán que efectivamente ese es el orden natural de las cosas, porque ese es el efecto del uso impreciso del lenguaje. Pocos se darán cuenta de que están frente a un privilegio monopólico otorgado por el Estado, desnaturalizando el uso de una institución normativa tan consolidada como el derecho de propiedad.
Y es muy importante el efecto manipulativo de trasfigurar los términos. Porque el derecho de propiedad—insisto, sin importar nuestra filiación ideológica—es una institución muy arraigada en nuestra mente. El que viola ese derecho es asociado al ladrón, al deshonesto, al pillo que hay que repeler.
Nadie quiere que le roben, y por empatía no nos gusta ver que roban a los demás, menos aún a artistas y escritores a los que admiramos y con los que incluso nos sentimos identificados. Y precisamente porque se trata de una regla que aceptamos de forma intuitiva no tendemos a pensar mucho sobre su origen, y podemos estar sujetos a la manipulación semántica de un grupo de legisladores que llamen propiedad a algo que se parece mucho pero no lo es.
Fuente:
http://tartufocracia.com/2011/03/16/la-propiedad-intelectual-no-existe-i/
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