Son más de 2 mil navíos hundidos en las costas del país. A través de la firma de un convenio al que adhieren 35 países, ahora se puede combatir de manera más efectiva a los piratas que persiguen botines valiosos. Las piezas rescatadas no podrán venderse.
Un bol de porcelana china, un reloj de arena, una tela raída, un cofre de madera o vajilla inglesa podrían no significar nada fuera de contexto. Pero si estos objetos se rescatan de un galeón hundido hace cientos de años comienzan a tener sentido y a explicar muchas cosas. Ahora, un convenio internacional firmado con la UNESCO permite que la Argentina pueda preservar como patrimonio cultural a este tipo de “tesoros arqueológicos” que descansan bajo el agua.
La Convención Internacional para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático le reconoce, por primera vez, al Estado argentino la soberanía plena sobre todo el patrimonio cultural que hay debajo de sus aguas, sean mares, ríos, lagunas y lagos. Y el país se compromete a inventariarlo, rescatarlo, preservarlo y evitar la piratería de los “buscadores de tesoros”.
Con el voto de la Argentina, ya son 35 las naciones que lo ratificaron.
Desde que existen mejores métodos para ingresar en las profundidades del mar, la piratería y las exploraciones clandestinas no son simples amenazas: van en aumento. Por eso es importante la adhesión a este convenio. “Para un auténtico científico, una moneda de oro no es más valiosa que un humilde e improvisado silbato de hueso”, afirma Dolores Elkin investigadora del Conicet y directora del Programa de Arqueología subacuática (PROAS ) del Instituto nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Este tratado internacional establece que el patrimonio cultural subacuático no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna y ofrece herramientas para que los Estados mejoren la protección de los objetos arqueológicos.
¿Por qué se protege tanto a los objetos que viajaban en barcos antiguos? A través de ellos es posible reconstruir detalles sobre la vida cotidiana de distintas épocas , entre otros datos. “Los artefactos se estudian en asociación, es decir, en su contexto; y todos revisten la misma importancia, son piezas únicas del complejo rompecabezas de la historia”, explica la arqueóloga Elkin y marca claramente la diferencia entre piratería e investigación.
Se calcula que a lo largo del mar argentino existen alrededor de dos mil naves hundidas de todo tipo: barcos mercantes, de comunicaciones, militares y turísticos, de todas las nacionalidades y épocas.
Solo en el estuario del Río de la Plata hay documentados alrededor de 1.200 naufragios, siendo ésta y la zona austral las de mayor densidad de barcos hundidos o varados. En el Río de la Plata hay gran cantidad por la poca profundidad que tiene. Por eso, cuando nos metemos al mar, entre chapoteo y chapoteo “podríamos estar nadando sobre barcos hundidos de gran valor histórico”, explica Cristian Murray, investigador del Programa de Arqueología subacuática del INAPL, quien cuenta que en un balneario de Puerto Madryn muchos bañistas sufrieron accidentes a causa del vapor Madryn, barco hundido a principios del siglo XX. “Esto se debe a que durante el apogeo de los viajes de exploración, colonización y explotación comercial en los siglos XVI y XIX, nuestro sur fue escenario de numerosas travesías y porque hasta que se construyó el Canal de Panamá, los barcos provenientes de Europa que se dirigían hacia el Pacífico debían pasar por el Cabo de Hornos: no existía otra forma de ingreso”, explica Elkin. Muchos de estos naufragios yacen en las profundidades y otros a la vista, según los caprichos de la marea.
Pero si entre castillos de arena y pozos en la playa piensa salir a bucear con la ilusión de encontrar un barco repleto de oro, mejor no sueñe. Elkin, quien además de arqueóloga es buzo profesional, es contundente: “Nuestras aguas no fueron la ruta habital de galeones españoles con cofres de piedras y brillantes”.
En el Caribe y en México hay más posibilidades, pero aquí tenemos otro “tesoro”: miles de barcos con mucha historia.
Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la Argentina descubren un nuevo ejemplar de dinosaurio el cual representa un eslabón perdido.
Un reciente trabajo publicado en la revista científica PLOS One muestra el descubrimiento de los restos de un nuevo dinosaurio llamado Leonerasaurus taquetrensis, que completa uno de los huecos más importantes en la historia evolutiva de los Sauropodomorpha: la transición entre los primitivos prosaurópodos y los gigantes saurópodos.
Los saurópodos son uno de los grupos de dinosaurios más conocidos, especialmente para aquellos que hayan visto las películas de Spielberg: herbívoros gigantes de cuatro patas, de largo cuello y larga cola, que habitaron la Tierra durante el Jurásico y el Cretácico. Fueron los más grandes animales terrestres que hayan existido.
Pero no siempre fueron así. Los saurópodos evolucionaron a partir de especies mucho más pequeñas, gráciles y bípedas conocidas como "prosaurópodos". Sin embargo, para los científicos todavía no estaba clara la cadena de transformaciones evolutivas entre los primitivos prosaurópodos y los gigantes saurópodos, ya que no se habían encontrado formas intermedias en el registro fósil -los llamados "eslabones perdidos"-, lo que no les permitía comprender del todo los orígenes de los gigantes herbívoros.
Aunque muchas de sus características indicarían que el Leonerasaurus es un pequeño dinosaurio sauropodomorfo de aproximadamente tres metros de largo, "detalles de su dentadura y anatomía pélvica sugieren que se encuentra mucho más próximo al origen de los saurópodos que los prosaurópodos conocidos previamente", señala Diego Pol, uno de los científicos a cargo de la investigación.
Herencia de familia
El grupo Sauropodomorpha es uno de los tres principales grupos de dinosaurios. Dentro de él encontramos a los prosaurópodos y a los saurópodos.
Los prosaurópodos eran sauropodomorfos primitivos, bípedos, herbívoros, de cráneo bajo y alargado, con dientes de márgenes aserrados. Podían medir entre 2 y 9 metros y tenían el cuello largo pero no tanto como los saurópodos. Vivieron en todo el mundo, incluso en la Antártida, entre el Triásico superior (220 millones de años atrás) y el Jurásico inferior (180 millones de años).
Los saurópodos fueron los sauropodomorfos más evolucionados. Eran herbívoros como sus antecesores pero, a diferencia de ellos, eran cuadrúpedos, de cuello mucho más largo y cráneo corto y alto provisto de dientes en forma de cuchara y sin márgenes aserrados. En la pelvis tenían cuatro o más vértebras sacras, mientras que los prosaurópodos poseían dos o tres. Eran mucho más grandes, su tamaño oscilaba entre 15 y 35 metros de largo. También habitaron en todo el mundo. Comenzaron a diversificarse durante el Jurásico inferior y para el Jurásico medio (160 millones de años) ya habían reemplazado a sus primitivos parientes.
Dominaron los nichos ecológicos de los grandes herbívoros hasta el fin del mesozoico, cuando se extinguieron los dinosaurios.
Hasta hoy se han descrito cerca de cien especies de saurópodos. "Entre los más conocidos están, por ejemplo, el Argentinosaurus, el Patagosaurus y el Amargasaurus, todos de Argentina, o el Brachiosaurus, el Camarasaurus y el Diplodocus, éstos de Norteamérica. Todas estas especies son mucho más recientes y evolucionadas en comparación al Leonerasaurus y los saurópodos más primitivos", explica Pol.
El Leonerasaurus tiene una serie de características intermedias entre los saurópodos y los prosaurópodos. Según Pol, "era pequeño, de tres metros de largo, y poseía un cuello ligeramente alargado, como las formas primitivas. Pero encontramos que tenía cuatro vértebras sacras en la pelvis y que los dientes tienen características intermedias: los de adelante, como los de los saurópodos, en forma de cuchara y sin márgenes aserrados y los de atrás, parecidos a los de los prosaurópodos, aserrados y planos".
Descubrimiento en Las Leoneras
El Leonerasaurus fue descubierto en la Sierra de Taquetrén, en el centro norte de la Provincia de Chubut. "Lo descubrimos dentro del marco de un proyecto de exploración de rocas jurásicas de la Patagonia, llevado a cabo por investigadores del Conicet con el auspicio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica", comenta Pol. Y agrega: "durante los últimos cinco años hemos trabajado para conocer la flora y fauna del Jurásico de la Patagonia y encontramos un gran número de especies nuevas. Los restos del Leonerasaurus se excavaron entre 2005 y 2007, luego en 2008 se prepararon los fósiles en el laboratorio del Museo Paleontológico Egidio Feruglio y durante el 2009 y 2010 realizamos el estudio de los fósiles que publicamos ahora".
Las Leoneras es una formación geológica del Jurásico inferior que no había sido explorada en búsqueda de dinosaurios hasta el momento. Éste es el primer fósil encontrado en esta formación. Se ubica en el centro norte de Chubut, unos 40 kilómetros al norte de Cerro Condor y unos 30 al sur de Paso del Sapo.
La investigación estuvo a cargo de Diego Pol -investigador del Conicet en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio-, Alberto Garrido -geólogo de la Dirección de Minería de la Provincia de Neuquén- e Ignacio Cerda -becario del Conicet en la Universidad Nacional del Comahue-.
About 200,000 people in Haiti have been sickened by cholera since the outbreak began in October.S. PLATT/GETTY
PORT-AU-PRINCE
Rarely heard in Haiti before October, 'cholera' is now an insult that children fling at one another in the teeming camps that still house more than a million people displaced by last January's devastating earthquake. Graffiti blames the disease on either the current administration — now in a contested election crisis — or the United Nations. The disease is as much a fixture in people's lives as the endless piles of rubble that remain uncleared a year after the quake.
Last week, as the country remembered the 230,000 people killed in the disaster, officials of international health agencies fine-tuned their recommendations for moving forwards with a large-scale cholera-vaccination programme. It is a controversial idea that, just months ago, with little vaccine available and the epidemic spreading rapidly, was shunned as impractical and probably ineffectual (see Nature 468, 483–484; 2010).
Now, with emergency care centres in place, at least in the most heavily populated areas, health officials can finally look ahead and think about how a vaccination programme might combat a disease that has become entrenched in the country.
However, Nature 's interviews with key partners in the proposed vaccination effort reveal significant disputes on how to proceed. Most experts in the international community recommend a limited pilot project that would determine whether to scale up and how to use cholera vaccines in future outbreaks elsewhere. The Haitian government, caught in a febrile political environment and fearful that those denied vaccination might feel resentful, is demanding immediate, broad coverage.
With no recent exposure to cholera, Haiti's population lacks natural immunity and the disease has spread quickly. Roughly 3,800 have died, with another 189,000 falling ill, since 21 October, when cholera was first recognized as the culprit. At the end of October, a local medical aid agency, GHESKIO, supported by the UN Children's Fund (UNICEF), proposed vaccinating children under five living in two slums that have not yet reported large outbreaks. "There are 200,000 people without any toilets. They collect it and dump it in the sea," says Jean-Claude Mubalama, UNICEF's chief of health in Haiti for the past five years. "If cholera arrives there, it will be very bad."
The Haitian ministry of health (MSPP) and the World Health Organization (WHO) rejected the proposal, pointing out that not enough vaccine was available. They also feared that vaccination would foster a false sense of security, causing people to relax sanitary measures; and that it would take resources away from treating the sick, or from vaccine drives against measles and other diseases. "The voice of reason was to focus on saving lives," says Jon Andrus, deputy director of the Pan American Health Organization (PAHO), the WHO's regional office. "I had driven around Port-au-Prince and seen dead bodies in the street."
In December, however, an expert committee convened by the WHO decided that vaccination should be tried, partly because they had located extra sources of the only WHO-approved vaccine, Dukoral, an expensive two-dose vaccine made by Crucell, based in Leiden, the Netherlands. On 13 January, the expert committee, including representatives from the WHO, the US Centers for Disease Control and Prevention, the US National Institutes of Health (NIH), UNICEF, the US National Vaccine Program Office and others, held a teleconference to fine-tune a vaccination plan that could form the basis of a more detailed WHO-coordinated campaign strategy. The committee is recommending a pilot project using the currently available 250,000–300,000 doses of Dukoral, and the creation of a stockpile of the vaccine for the future.
The vaccination effort "can't be done nationwide and it won't have a major public-health impact", says Andrus, but it could reveal just how effective the vaccine would be in a mass immunization of a population already widely affected by cholera. Dukoral has not been used on such a scale before, although studies of thousands of people have shown it to be about 80% effective. The committee has not worked out where the campaign would be focused. "You can find areas where cholera is endemic, and that may give you a targeted population where it may have a larger impact," suggests Médecins Sans Frontières epidemiologist Kate Alberti.
The campaign could also help to reach the country's remote rural populations, which have a higher mortality rate. Although vaccine drives in Africa and elsewhere have faced resistance, Haitian people are eager to be vaccinated, says François Lacapère, a vaccine expert for PAHO/WHO in Haiti. Yet many Haitians are also sceptical of aid agencies' motives. Suggestions that foreigners accidentally introduced the disease (see 'How did the outbreak begin?') have given rise to unfounded rumours. Some people living in a camp that was once the Petionville golf course in Port-au-Prince, for example, make completely unsubstantiated claims that they have seen UN staff poisoning reservoirs in an attempt to further debilitate Haiti so that international powers can take over.
Even if the programme can win enough trust, using the world's entire stockpile of doses would still leave most Haitians without vaccine — a controversial prospect for the beleaguered government. Jean Ronald Cadet, the MSPP's vaccination programme manager, says the country is "90%" ready to go ahead with a campaign — but not on the small scale the WHO-convened expert group envisages.
“The bacterium won’t go away. It has established itself.”
Asked about the small pilot project proposed by the group, Cadet says "No way," shaking his head. He insists that Haiti would only consider starting to vaccinate with more than 1 million doses, with a goal of eventually reaching 6 million people. "It would depend on the pressure that the international community can put on manufacturers." Who would pay for the doses? "The international community," he says. "They brought us cholera, they have to take responsibility for taking care of it."
But mass vaccination of millions of people would necessitate much more vaccine production. About 1 million doses exist of another vaccine, Shanchol, which might be approved for use by the WHO by March (it is already approved for use in India). If production of both vaccines went into overdrive, Lacapère estimates that about 5 million doses could be prepared annually. This availability would be dependent on an advance-purchase decision, and with a six-month lag time to delivery.
Epidemiologist Renaud Piarroux of the University of the Mediterranean in Marseilles, France, says that if vaccination is going to be tried, it should be done on a large scale. "I think it can be helpful, but it should be given to millions of people in order to expect a notable effect," he says. But he doesn't see a large campaign as practical. "This will cost a lot and will require time to get a sufficient number of doses. I would prefer this money be used to improve water-supply networks and to reinforce sanitation activities," he adds. In an unpublished paper, Piarroux presents data on a large cholera outbreak in Darfur, Sudan, that happened just two years after a mass-vaccination programme, suggesting that any coverage might be of limited duration.
Others hope for a more aggressive approach. Matthew Waldor, an infectious-disease expert at Harvard Medical School in Boston, Massachusetts, says public-health officials should consider trying Peru-15, a live attenuated vaccine being developed by a consortium including Harvard Medical School and the NIH. Peru-15 is not yet in phase III trials, but has been proved safe and effective in thousands of patients, Waldor says.
Whatever approach is tried, one thing is certain: cholera is there to stay. It is likely that the bacteria now have a stronghold in Haiti's water, says Alberti. "Then you have a constant transmission between humans and the aquatic environment." With poor sanitation, little access to clean water and difficulties in reaching people to treat them — not least due to gang warfare in the slums — the country can expect repeated outbreaks, Alberti says.
Andrus agrees: "The bacterium won't go away. It has established itself."
“La fama es peligrosa, su peso es ligero al principio, pero se hace cada vez mas pesado el soportarlo y difícil de descargar” decía Hesíodo y Georg Christoph Lichtenberg agregaba que “A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores". Pero, ¿se puede medir la fama? Y si se puede, ¿cómo se hace? Según John Bohannon se puede y es más. Ya creó un Hall de la Fama para científicos.
La idea surgió a partir de la publicación, primero online (17/12/10) y luego impresa (14/01/11), del artículo “Quantitative Analysis of Culture Using Millions of Digitized Books” escrito por Jean-Baptiste Michel y un grupo de 13 colaboradores que incluye al equipo de Google Books. Los autores crearon una base de datos usando todos los libros publicados en Google Books (15 millones, un 12 % de todos los que se han publicado). Luego de un proceso de selección el porcentaje de libros usados para el trabajo se redujo a un 4 %. El grupo de datos finalmente creado fue puesto online para que cualquiera pueda buscar patrones de cambio cultural a través de la aparición y desaparición de frases y palabras a través del tiempo. El equipo acuñó la palabra “culturómica”, la cual hace referencia a la exploración cuantitativa de gran cantidad de datos de cultura digitalizada.
Esto dio pie para que John Bohannon se conectara con uno de los autores del trabajo cientifico antes mencionado, Adrian Veres de la Universidad de Harvard, para crear el Hall de la Fama para la Ciencia, basándose en los datos previamente acopiados por Michel y su equipo.
Lo nuevo
Hasta el momento la fama científica se basaba en la cantidad de artículos que un científico ha publicado en revistas con referato, el factor de impacto de las revistas en las cuales esos artículos fueron publicados y la cantidad de veces que otros científicos han citado esos artículos. Estos criterios miden la fama de un determinado investigador dentro de la comunidad científica. Pero Bohannon estaba interesado en encontrar un método que trascendiera esta comunidad y que permitiera medir la influencia cultural de un investigador a través de distintas sociedades y del tiempo.
Los autores aclaran que el listado elaborado es un borrador que tiene errores de clasificación y muchos científicos famosos han sido excluidos por cuestiones técnicas. De todas formas, es interesante darse una vuelta y ver como clasifican nuestros científicos favoritos. La tabla incluye enlaces para poder conocer más sobre los investigadores que forman el ranking.
En una sala de acceso prohibido al público del Museo de Arte Contemporáneo de Irán se guardan las pinturas (cerca de 2.500) que sobrevivieron a la revolución que derrocó al Sha de Persia en 1979. Picasso, Monet, Magritte, Pollock, Warhol y Lichtenstein son algunos de los autores de las obras que ya nadie puede ver. Todas se encuentran colgadas en grupos sobre mampáras desplazables horizontalmente, como las estanterías de las bibliotecas.
Irán alberga a la comunidad judía más grande de Medio Oriente después de Israel. Existen 25 sinagogas adonde concurren los cerca de 25000 judíos iraníes que viven en este país. Las minorías religiosas enfrentaron tiempos duros después de la revolución pero algunos consideran que la situación ha mejorado.
En el Mar Caspio, al norte de Irán, se libra la Guerra del Caviar persiguiendo a los contrabandistas de este artículo de lujo para este país.
Estos son algunos de los datos que se desprenden del programa "No le digan a mi madre", conducido por Diego Buñuel, quien visita distintos lugares del mundo para mostrar la vida en esos sitios.
El programa sobre Irán puede verse online cliqueando aquí.
Para quienes no están al corriente con las modas pseudocientíficas fuera del país, el nombre Power Balance quizás les resulte extraño. Se trata, ni más ni menos, que unas pulseras de elastómero con un holograma incrustado. Existen distintas marcas pero todas son básicamente el mismo producto con distinto diseño o logo. Estas pulseras tuvieron mucho éxito en EE.UU., Europa y Australia (más sobre eso, abajo) y ahora se está vendiendo en Mercado Libre a precios de entre $40 y $150 y en la página de Power Balance Argentina a $150 con una advertencia que urge evitar “comprar falsificaciones” y invita a “dudar de cualquier producto que tenga un precio menor al sugerido”. Nosotros invitamos a dudar de cualquier producto, especialmente cuando se trata de un fraude tan obvio.
Según la web del distribuidor, “Power Balance es tecnología para mejorar la performance que utiliza hologramas programados con frecuencias que reaccionan positivamente con los campos energéticos del cuerpo incrementando el balance, resistencia y flexibilidad”. Sostiene que “Lo (sic) hologramas son concebidos para funcionar indefinidamente” y que “ayuda” a lograr “mejor balance y flexibilidad” y que “necesita estar en contacto con los campos energéticos naturales del cuerpo” para funcionar. Al mismo tiempo tienen una advertencia: “Power Balance no es un medicamento y no está comprobado científicamente -pero sí lo avalan deportistas a nivel mundial- y puede causar efectos positivos como no, dependiendo de cada persona".
Cómo se “programa” un holograma, y “frecuencia” de qué (¿sonido? ¿electromagnetismo?) está programado no dicen. Omiten mencionar de qué tipo de energía están compuestos los “campos energéticos naturales” y también está ausente cualquier explicación real del mecanismo detrás de su supuesto funcionamiento y cómo un holograma podría mejorar el “balance y flexibilidad” de una persona. Proponen un test para demostrar su eficacia.
Ponte al lado de la persona del test, asegurándote que tiene los pies juntos y el cuerpo derecho. Debes poner tu puño dentro de la palma de su mano y aplicar una suave -y constante- presión hacia abajo, mientras el sujeto intenta resistir la fuerza manteniéndose erguido (con los pies juntos y el cuerpo derecho) hasta que pierda el equilibrio. Repite la prueba utilizando Power Balance.
Este procedimiento es un viejo truco usado en otra pseudociencia relacionada llamada “kinesiología aplicada”. Quien realiza el supuesto test primero empuja con ángulo apuntando ligeramente hacia afuera del centro de gravedad de la persona (A); cuando el sujeto se pone la pulsera, empuja ligeramente hacia el centro de gravedad (B). Es un truco extremadamente sencillo que cualquiera puede probar con su familia o amigos y tiene algunas variantes, todas basadas principalmente en el mismo principio. Skeptic Bros tiene explicaciones (en inglés) de muchas más y Richard Saunders de Australian Skeptics tiene un video que muestra cómo se hace.
Pero todo esto no significa, necesariamente, que no funcione o que sea un fraude. Pero en este caso, lo es.
El Independent Investigations Group realizó una investigación con doble ciego y control de placebo en el Center For Inquiry Los Ángeles en la que varios deportistas realizaban pruebas físicas usando la pulsera original o una a la que se le había quitado el holograma. Los resultados son claros y nada sorprendentes: “no hay un efecto estadísticamente significativo del brazalete Power Balance”.
El grupo australiano de defensa al consumidor Choice no sólo realizó un pequeño experimento similar con idénticos resultados (“No tiene un efecto discernible en balance o flexibilidad. Cualquier beneficio que uno siente al usarla es casi seguramente debido al efecto placebo”), sino que le otorgaron el premio Shonky Award con los que condecoran los productos o servicios más fraudulentos.
El Instituto Nacional del Consumo (parte del Ministerio de Sanidad) español advirtió que “Las pretendidas propiedades terapéuticas o potenciadoras que los fabricantes y comercializadores atribuyen a determinadas pulseras, incumplen lo establecido en la normativa que regula la publicidad y promoción comercial de los productos”
La Australian Competition & Consumer Commision (ACCC) emitió un comunicado en el que ordenaron a la compañía a devolverle su dinero a todo comprador que se haya sentido estafado por su publicidad engañosa.
Finalmente, la propia empresa admitió (luego de la intervención de la ACCC) que “no hay evidencia científica creíble que sostenga nuestras afirmaciones y, por lo tanto, utilizamos conductas engañosas”
Por todo esto, las pulseras holográficas, sean de la marca que sean, son un timo, un fraude y un malgaste de dinero.
La controversia originada en torno al hallazgo de una bacteria capaz de desarrollarse usando arsénico ha reavivado el debate de otros temas igualmente importantes: el papel de los blogs en la ciencia, el sistema de revisión por pares y, la ya clásica discusión acerca de el libre acceso a la información científica.
Por Claudio Pairoba
El 2 de Diciembre de 2010 la Administración Nacional del Espacio y la Aeronáutica de los EE.UU. (NASA) se vió obligada a dar una conferencia de prensa antes de lo previsto. Los rumores circulantes acerca del gran descubrimiento que la administración se disponía a anunciar habían tomado un giro particular. Todos esperaban que el gran descubrimiento se refiriera al hallazgo de vida extraterrestre.
Cuando el misterio finalmente se develó, la noticia no tenía nada que ver con lo imaginado. Por primera vez se encontraba que una bacteria del lago Mono en California, EE.UU., podía reemplazar fósforo por el tóxico arsénico, incorporándolo en sus moléculas más importantes. Si bien muchos se empeñaban en tratar de conectar el hallazgo con evidencias de vida alienígena (por razones no muy claras), dicho hallazgo no era menor aunque no hubiera hombrecitos verdes involucrados. La trascendencia del descubrimiento quedó reflejada en el hecho de ser publicada en una de las revistas científicas top: Science
La importancia de los involucrados (NASA, Science) hizo que muchos investigadores analizaran los datos publicados con gran entusiasmo. Y a algunos no les gustó mucho lo que encontraron. El lunes 6 de Diciembre la microbióloga Rosie Redfield de la Universidad de British Columbia en Vancouver, publicó en su blog un detallado análisis del trabajo en cuestión. Frases tales como “no presenta ninguna evidencia convincente de que el arsénico haya sido incorporado en el ADN (o en cualquier otra molécula biológica) o “No sé si los autores son malos científicos o si están respaldando de forma inescrupulosa la idea de la NASA de que “Hay vida en el espacio exterior!” eran indicativas de que los resultados no eran, al menos para algunos, tan claros como se esperaba.
El poder del blog
En otros tiempos, las críticas de esta naturaleza se manejaban a través de cartas a los editores de la revista científica donde se exponían las objeciones de los críticos de un determinado trabajo. La revista terminaba centralizando la discusión. Pero en los tiempos de la Internet, estas cuestiones han cambiado. Aunque muchos no quieran verlo todavía. Esto posibilitó que 4 días después del anuncio, ya hubiera una investigadora haciendo públicas sus objeciones. Los investigadores anunciaron que no iban a mezclarse en esta nueva forma de discutir resultados, o sea a través de blogs científicos. Instaban, por otra parte, a que sus colegas repitieran los experimentos en cuestión para que arribaran a sus propias conclusiones, las cuales deberían coincidir con las de los autores del trabajo. Dichas repeticiones pueden llevar varios meses. No queda clara en absoluto la razón por la cual se elige esperar ese tiempo para aclarar la situación en vez de utilizar la inmediata discusión a través de los canales que habilitan las nuevas tecnologías. Como alguien dijo, los autores han elegido hundir sus cabezas en las arenas digitales.
El sistema de revisión por pares
Lograr que un trabajo de investigación aparezca en una revista científica es un proceso arduo que puede durar varios meses. Luego de evaluar y recolectar los resultados experimentales obtenidos, hay que sentarse a escribir el paper o trabajo científico. El idioma en que esto se realiza, por lo general, es el inglés, ya que este es el lenguaje institucionalizado para el manejo de la información científica. Luego de varias revisiones de contenido e idiomáticas (es todo un tema la publicación en inglés cuando el mismo no es el idioma nativo de los investigadores), hay que elegir la revista a la cual se lo va a enviar. Esto dependerá del tema abordado y de lo novedoso de los hallazgos. Finalmente llega el gran día; el trabajo se envía al editor de la revista elegida quien designará a 2 o 3 revisores expertos en el tema a publicar los cuales tendrán a su cargo examinar el paper y decidir si el mismo es apto para aparecer en la revista seleccionada. Acto seguido el trabajo puede ser publicado directamente o luego de que los autores hagan algunos cambios o clarifiquen algunas cuestiones especificadas en el veredicto de los revisores (cuya identidad se mantiene en todo momento en el anonimato) o bien la contestación puede indicar que el trabajo no es apropiado para ser publicado en la revista elegida. Los autores deberán entonces decidir cual será la próxima revista a la cual enviarlo. La etapa de revisión descripta es lo que se conoce como “sistema de revisión por pares”, que es algo así como la democracia: no es perfecta pero es el mejor sistema disponible. Al no ser un sistema perfecto, su existencia ha sido cuestionada muchas veces y volvió a ser puesta en el tapete en el caso de la bacteria que se alimenta de arsénico. Si el trabajo publicado tiene tantos puntos oscuros, ¿cómo es posible que haya sido publicado y además en una de las revistas científicas más prestigiosas?
Tal vez la mejor forma de resumir la cuestión sea usando las palabras de un investigador de la Universidad Libre de Berlín, el Dr. Björn Brembs, quien escribió respecto a este episodio: “¿Cómo pueden pasar los revisión por pares los papers con fallas? Fácil: revisores extenuados, lo escuché en una conferencia y no lo leí de forma adecuada, las partes en su área de expertise estaban bien, etc., etc. La metodología con fallas que logra pasar la revisión por pares ocurre todo el tiempo, uno no puede prevenirlo. Pero se puede corregir, ese es el punto principal. La revisión por pares antes de publicar reduce las fallas, la revisión post-publicación las elimina. Ambas son requeridas y ayudan”.
Yo agregaría que el conocimiento científico siempre es pasible de ser revisado: nada está grabado en piedra. Ni siquiera lo que aparece en revistas científicas top.
El libre acceso a la información científica
Cuando un trabajo científico es aceptado para su publicación, los autores ceden a la editorial que publica la revista científica todos sus derechos. A cambio la revista les envía una cierta cantidad de copias impresas que los investigadores pueden entregar a aquellos que así lo pidan. En la actualidad y con las nuevas tecnologías de la información, cuando otro investigador o cualquier lector potencial desea leer el trabajo publicado puede enviarle un correo electrónico a uno de los autores pidiendo una copia electrónica del artículo que motiva su interés. La etiqueta científica impone que tales requerimientos siempre sean respondidos. Cuando he pedido copias electrónicas de trabajos científicos, los autores siempre, sin excepción, me las han enviado.
¿Pero que pasa cuando alguien quiere leer el artículo en cuestión sin pasar por el autor? El interesado va a tener que subscribirse a la publicación científica yendo a su sitio online. Si no le interesa pagar para poder acceder a la publicación durante uno o dos años, tiene la opción de bajar solo el artículo de su interés pagando una cierta cantidad de dinero, por ejemplo 30 dólares. El tema de tener que pagar a la editorial para acceder a un determinado artículo científico se ha vuelto objeto de grandes controversias durante la última década, en especial desde el advenimiento de la Internet que todo lo conecta y todo lo hace posible. Tal es así que un grupo de investigadores liderados por el ganador del premio Nobel Harold Varmus crearon la Biblioteca Pública de Ciencia (PLOS por sus siglas en inglés). ¿El objetivo? Publicar revistas científicas online cuyos artículos pasen el sistema de revisión por pares y que sean de libre acceso. En vista de esta nueva metodología, las editoriales tradicionales manifestaron que permitir el acceso automático y sin costo a sus publicaciones significaría una catástrofe económica. Se ha llegado, en algunos casos, a un arreglo intermedio donde muchas publicaciones permiten que sus artículos sean de libre acceso luego de 6 meses de publicados. Los gobiernos que subsidian la investigación han sido claves en lograr esta posición intermedia. El Welcome Trust de Inglaterra (organización que subsidia la investigación en ese país) requiere que los trabajos de investigación llevados a cabo con fondos del gobierno sean publicados en revistas que permitan el libre acceso a sus artículos luego de 6 meses de la fecha de publicación original.
ScienceLeaks
Mucha gente que leyó el blog de la Dra. Redfield comenzó a quejarse de que, por las razones arriba expuestas, no podían acceder al paper publicado en la revista Science para leerlo y sacar sus propias conclusiones. La revista decidió permitir el acceso al trabajo en cuestión a aquellas personas que se registraran en su sitio. A finales de Enero, de acuerdo a Redfield, la restricción de acceso volverá a regir. La combinación de paper bajo sospecha más acceso restringido a la información científica ha hecho que Redfield creara ScienceLeaks. Este es un blog del tipo “gente que busca artículos”, el cual permitirá conectar a aquel que busca un trabajo científico con aquel que sabe donde encontrarlo online. De todas formas, Redfield considera que la verdadera solución es lograr que los organismos que subsidian la investigación sean las que paguen por el libre acceso a los trabajos científicos en vez de los suscriptores.
Seguramente cuando se sentaron a escribir sobre la bacteria que se alimenta de arsénico los autores no imaginaron las consecuencias inesperadas que se estaban poniendo en movimiento. Y recordando las palabras de Carl Sagan “Hay muchas hipótesis en ciencia que son incorrectas. Eso está totalmente bien; ellas son la apertura para averiguar lo que es correcto. La ciencia es un proceso que se auto-corrige. Para ser aceptadas, las ideas nuevas deben sobrevivir a los estándares más rigurosos de evidencia y escrutinio.”