Por Ezequiel del Bianco
De sabor algo extraño y consistencia perfecta, aunque no tan jugosa, la
primera hamburguesa hecha con carne cultivada generaría un 96 por ciento
menos de gases invernadero y gastaría 95 por ciento menos de agua.
Icono de la comida chatarra, la hamburguesa trascendió las barreras de
lo culinario y hoy representa a los instintos humanos de hacer las cosas
cada vez más rápido sin preocuparse tanto por la calidad y la salud. Un
grupo de científicos liderado por el fisiólogo Mark Post, de la
Universidad de Maastricht (Países Bajos), decidió darle una vuelta de
tuerca al asunto y fabricó la primera hamburguesa cultivada con células
madre en laboratorio.
“Es una carne segura, no muy diferente de la tradicional. No la
modificamos genéticamente. Reproducimos en el laboratorio el proceso que
tiene lugar de forma natural”, explicó el científico a cargo del
proyecto. La carne que comemos está formada básicamente por músculo y
grasa animal, y para reproducirla en el laboratorio, el grupo coordinado
por Post realizó el siguiente procedimiento: extrajo células madre de
una vaca viva y las colocó en unas placas de vidrio. A estas se les
suministró nutrientes y condiciones similares a las que habría en el
animal, y las células comenzaron a reproducirse, creando pequeñas tiras
de carne.
No obstante, para que un músculo se desarrolle de forma óptima se tiene
que ejercitar, y ello es una cuestión que está en desarrollo. Las ideas
que surgen al respecto son las de colocar los cultivos sobre elásticos
que cambien de forma, o estimularlos con electricidad. Hasta ahora, solo
han logrado desarrollar tiras de dos o tres centímetros –unas 20.000–,
las cuales se apelmazaron para formar la hamburguesa tan preciada,
adjetivo nunca mejor usado, porque fabricar una sola porción costó
alrededor de 400.000 dólares.
A las fibras musculares obtenidas, que eran de color blanco, se les
agregó jugo de remolacha para que adquirieran un color rojizo más
natural. También, pan rallado, azúcar caramelizada y azafrán. “Si no
pareparece carne normal, si no sabe a carne normal, no será un
reemplazante viable”, afirmó Helen Breedwood, una investigadora que
trabaja en el proyecto y es vegetariana. La hamburguesa fue cocida por
el reconocido chef Richard McGeown en Londres el pasado 5 de agosto,
rodeado de más de doscientos periodistas, y posteriormente degustada por
la investigadora en alimentos Hanni Rützler, el periodista
especializado en comida, Josh Schonwald, y, por supuesto, Mark Post. ¿El
resultado? “Tiene un sabor extraño, parecido a la carne, pero distinto.
La consistencia es perfecta, aunque no es tan jugosa”, opinó Rützler.
Para Schonwald, la textura y la sensación al paladar resultaron ser
iguales a las de la carne normal, pero “estaba esperando que tuviera más
gusto, quizás sea así por la ausencia de grasa”, dijo. El proyecto fue
financiado casi en su totalidad por Sergey Brin, cofundador de Google.
Entre la ecología, la economía y la ética
¿Por qué fabricar carne en laboratorio si se pueden criar animales? El
proceso de digestión en el que las vacas transforman vegetales en
músculo es altamente ineficiente. Se estima que por cada kilo de
proteína vegetal que el animal consume, produce menos de 150 gramos de
músculo. En el proceso emite una enorme cantidad de gas metano,
responsable del 18 por ciento del total de emisiones mundiales de gases
de efecto invernadero. Sin contar los gases emitidos para transportar el
ganado y su respectivo alimento, que serían difíciles de calcular con
precisión. Los gases emitidos por todos los vehículos del mundo apenas
superan el 15 por ciento.
Fabricar una hamburguesa convencional hoy en día resulta barato porque
el sistema está estandarizado y los animales están al alcance de la
mano; aun así se necesitan varios años desde el nacimiento del animal
hasta que se lo destina al matadero. En el camino, la cantidad de
recursos consumidos es enorme: se estima que son necesarios 20.000
litros de agua por kilo de carne, y unos 5 Kwh de energía, además de
muchos metros cuadrados decampo, alimento y medicamentos.
Desde la NASA
La primera hamburguesa fabricada en
laboratorio se produjo en apenas tres meses y empleó un 90 por ciento
menos de metros cuadrados, y un 70 por ciento menos de energía. El
proceso fue extremadamente caro por toda la investigación y desarrollo
que conlleva, pero los científicos estiman que, en un par de décadas, la
carne sintética va a estar en el mercado a menor precio que la natural.
Según un informe
publicado por el Departamento de Investigación de la Conservación de la
Vida Silvestre de la Universidad de Oxford, liderado por la
investigadora Hanna Tuomisto, la carne cultivada generaría también un 96
por ciento menos de gases invernadero y gastaría 95 por ciento menos de
agua. Y en este análisis estamos considerando al ganado como una simple
variable económica, concepto que cada vez más se está cuestionando
desde diversos sectores por motivos éticos. De hecho, la organización de
Personas por el Trato Ético de Animales (PETA, por sus siglas en
inglés), se manifestó a favor del proyecto. Su presidente cofundadora,
Ingrid Newkirk, plantea: “Siempre que haya gente que quiera matar una
gallina, un cerdo o una vaca para hacer su almuerzo, vamos a estar en
contra. En vez de sacrificar millones de animales cada día, es
preferible que se clonen células en laboratorio y se hagan hamburguesas
con eso”.
Algo similar refiere Helen Breedwood: “A mucha gente la idea de carne
artificial le parece repulsiva al principio. Pero si tomaran en cuenta
lo que conlleva la producción normal de carne en un matadero, creo que
también lo encontrarían repulsivo”.
El científico estadounidense Jason Matheny, a cargo del programa New
Harvest que también investiga el tema, considera que la aceptación de
estos nuevos productos es cuestión de educar los gustos del consumidor.
“El yogur es un alimento cultivado en laboratorio con organismos vivos
adentro y, sin embargo, lo comemos todos los días”, puntualiza, poniendo
las cosas en perspectiva, y continúa: “tampoco hay nada de natural en
comer gallinas que crecieron en un recinto aplastadas unas sobre otras y
alimentadas con químicos especiales a través de un tubo”.
Carne artificial, comida de astronautas
La idea de fabricar carne por métodos artificiales no es nueva, sino que
se remonta, por lo menos, a 1936, cuando Winston Churchill, conocido
por ser un aficionado a comer animales de todo tipo, en una de sus
cartas escribió: “En cincuenta años vamos a poder escapar al absurdo de
hacer crecer una gallina entera solo para comer una pechuga o un ala,
deberíamos ser capaces de crear un medio adecuado para cultivar solo las
partes que deseamos”. El entonces futuro Primer Ministro del Reino
Unido no tenía idea de cómo hacer eso, ya que las células madre
empezaron a investigarse a principios de los 60, y en los 90 se
cultivaron los primeros tejidos en laboratorio.
El hecho de que la NASA haya sido pionera en la investigación de
cultivos de células musculares para fabricar carne en laboratorio no es
casual; de hecho, cuando en el futuro se realicen largos viajes, la cría
de animales de granja en una nave espacial sería complicado. La primera
muestra lograda fue una muy pequeña
porción de carne creada a partir de la reproducción de células de pavo y
carpín, y si bien esta se cocinó, nadie pudo probarla porque en Estados
Unidos está prohibida la ingesta de experimentos científicos. Por otro
lado, la agencia espacial estadounidense se dio cuenta de que existían
formas más simples, baratas y eficientes de alimentar astronautas, como
vegetales, semillas, o esencialmente cualquier cosa que no fuera carne,
por lo que dejó de financiar el proyecto.
Ese mismo año, los científicos Wiete Westerhof y Willem van Eelen, de la
Universidad de Amsterdam, junto con el empresario Willem van Kooten
patentaron un procedimiento en el que se usa una matriz de colágeno que
se sumerge en nutrientes especiales y que inducen la reproducción de
células musculares.
Para llevar a cabo el proceso se necesita un biorreactor, que en
términos generales es solo un recipiente artificial que mantiene
procesos biológicos activos. Los principales retos son desarrollar un
método eficiente para que las células se reproduzcan a un ritmo
constante, un medio rico en nutrientes específicos, y el método de
aplicación de los mismos a cada célula en particular. Además, los
diversos proyectos activos apenas han logrado crear tejido muscular,
pero no un conjunto de músculos específicos que puedan parecerse a algún
corte de carne. Por esta razón, el equipo de Mark Post decidió fabricar
una hamburguesa, y no un bife de chorizo.
Al respecto de las características nutricionales de la carne cultivada
en laboratorio,la doctora Susana Fuxman, especialista en Nutrición
Clínica del Hospital Italiano de Buenos Aires, afirma que esta
hamburguesa en particular tiene menos nutrientes que una convencional.
“Sin embargo –señala–, esto sería una ventaja, ya que el principal
nutriente faltante es la grasa animal, tan perjudicial para las
arterias, mientras que conserva las proteínas de alto valor biológico y
el hierro”.
Si se sigue desarrollando, es probable que incluso se puedan crear
diferentes tipos de carnes con vitaminas o minerales para cuestiones
específicas. Fuxman concluye: “A pesar de todo, hay que tener en cuenta
que no solo comemos para nutrirnos o por hambre, también lo hacemos por
placer y por el hecho social que conlleva, por eso veo difícil que la
carne sintética sea un reemplazo total de la carne”.
Los responsables
Las células madre permiten regenerar tejidos y eso está abriendo nuevas puertas en muchos ámbitos de la ciencia.
Claudio Pairoba, bioquímico y comunicador científico de la Universidad
Nacional de Rosario, sostiene que nos encontramos ante algo nuevo que
posee infinitas posibilidades. “Los descubrimientos están avanzando
rapidísimo y no sabemos qué implicancias pueden tener en el futuro
–comenta–, porque la tecnología en alimentos no es la única ni la
principal razón para investigar células madre”. Este tipo de células
cobró mucha relevancia en las últimas décadas, debido a que tienen tres
características fundamentales: pueden dividirse y renovarse por largos
períodos de tiempo; son no-especializadas, lo que significa que no
tienen las cualidades propias de las que se encuentran en los diferentes
tejidos y órganos del cuerpo; y, además, bajo las condiciones
necesarias pueden dar lugar a células especializadas. Las células madre
más poderosas se encuentran en un embrión en desarrollo. Se denominan
totipotenciales porque pueden transformarse en cualquier otra y crear un
cuerpo completo, mientras que en un organismo desarrollado hay
distintos tipos de células madre adultas que pueden transformarse en
variedades de células más limitadas.
La importancia de esto radica en
que podrían ser la base de tratamientos de diversos tipos de patologías;
de hecho, ya hay numerosas líneas de investigación abiertas en todo el
mundo para tratar enfermedades, como el mal de Parkinson, la diabetes y
la insuficiencia cardíaca. Pairoba aclara que es un tema muy
controversial, porque muchas de las investigaciones están en progreso y
muy pocas han salido de las placas de laboratorio para probarse en
personas. “Hoy en día, es muy común escuchar de ciertos tratamientos con
células madre en China u otros países, pero lamentablemente muchos de
esos tratamientos no son más que cuentos chinos”, afirma, ya que no hay
regulaciones internacionales sobre cómo proceder y los tratamientos
testeados clínicamente son muy específicos y se cuentan con los dedos de
una mano. “Otro problema es la cuestión ética, ya que para usar las
totipotenciales había que destruir un embrión en las primeras etapas de
desarrollo, y algunas personas se oponían a eso”, comenta y recuerda:
“el doctor Shinya Yamanaka demostró en 2006 que es posible revertir el
proceso de diferenciación, y transformar una célula adulta de la piel en
una célula madre embrionaria. Concepto que borra del mapa cualquier
conflicto ético. Esto le valió el Nobel de Fisiología y Medicina de
2012. ” Para la hamburguesa, el equipo de Maastricht no usó células
madre embrionarias porque las de vacas y cerdos todavía no se pueden
controlar bien.
Se
utilizaron células satelitales musculares, que son células madre
adultas que existen en el cuerpo del animal para regenerar músculo, y
que se pueden extraer sin dañarlo.
Fuente:
www.proyectosandia.com
Esta nota fue publicada en Muy Interesante Argentina de Diciembre 2013 (Nº 338)