Durante décadas, los metrólogos se han esforzado por jubilar a Le Grand K, el
cilindro de platino e iridio que durante 126 años ha definido al
kilogramo, que está colocado de una bóveda de alta seguridad las afueras
de París. Ahora, por fin tienen los datos necesarios para reemplazarlo
con una definición basada en constantes matemáticas.
El avance
llega a tiempo para que el kilogramo se incluya en una redefinición más
amplia de unidades –con el amperio, el mol y el kelvin– prevista para
2018. Esta semana, el Comité Internacional de Pesas y Medidas se reunirá
en París para discutir los pasos a seguir.
"Es un momento
emocionante", ha señalado David Newell, físico del Instituto Nacional de
Estándares y Tecnología (Gaithersburg, EE UU). "Es la culminación de
intensos esfuerzos realizados por investigadores de todo el mundo".
El
kilogramo es la única unidad del Sistema Internacional todavía basada
en un objeto físico. Los experimentos que lo definieron en términos de
constantes fundamentales se describieron en la década de 1970. Sin
embargo, hasta el pasado año no se logró un acuerdo sobre si los
resultados eran lo bastante precisos como para derrocar a la definición
física.
La redefinición no hará que el kilogramo sea más preciso,
pero sí más estable. Un objeto físico puede perder o ganar átomos con el
tiempo o ser destruido, pero las constantes no cambian.
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