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viernes, 2 de agosto de 2013

Impresionante video de Varsovia detenida por un minuto.



Varsovia detenida en el tiempo 
Todos los 1 de agosto, la sirenas inmovilizan por completo a la ciudad y a sus habitantes en conmemoración del Levantamiento contra los nazis. Video.

Es una calurosa tarde de verano en Varsovia, capital de Polonia. Los estudiantes se movilizan hacia las distintas casas de estudios. Los oficinistas van cerrando la jornada laboral. Las últimas compras del día son realizadas. El tránsito corre con fluidez. Pero al cumplirse las 17 horas, como todos los 1 de agosto de cada año, una fuerte sirena se escucha en el cielo de la ciudad y todo se paraliza como en una película de ciencia ficción.

Es el aniversario de la masacre conocida como el “Levantamiento de Varsovia“, ocurrida a partir del 1 de agosto de 1944. La “Powstanie Warszawskie” tuvo lugar durante la ocupación nazi de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Fue planificado como parte de la llamada Operación Tempestad, cuyo objetivo era liberar Polonia antes de que lo hiciera la Unión Soviética.

Las tropas polacas resistieron 63 días la presión germana pero fueron superadas y la contienda concluyó con más de 250 mil civiles muertos y con la capital casi destruida en su totalidad.

Desde entonces, cada año, los habitantes de Varsovia rinden homenaje a las víctimas de la insurrección manteniendo un minuto de silencio e inactividad absoluta cada 1 de agosto. El video denominado “Hay una ciudad” fue registrado por el Museo de la Insurrección de Varsovia, para enseñar al mundo el recuerdo de esta dramática fecha.



Fuente:
http://blogs.perfil.com/altergeo

jueves, 25 de julio de 2013

Rosalind Franklin recrea el ADN en el doodle de Google.

La investigadora que logró la importantísima Fotografía 51 es homenajeada por Google en su 93 aniversario.

Rosalind Franklin está a la cabeza de la Ciencia, por eso no extraña que Google haya recuperado sus investigaciones este jueves con un Doodle espectacular en el que se recuerda el mayor de sus descubrimientos. La biológa es la autora de la Fotografía 51, una exposición en imágenes del ADN que sirvió de guía a otros científicos para certificar la teoría helicoidal del código genético humano. Este doodle de homenaje a Rosalind Franklin, que aparece en el 93 aniversario de su nacimiento, sigue a otros tantos que se han ido publicando a lo largo del mes de julio, en la que la figura de la Ciencia ha sido varias veces recordada.
 
La londinense homenajeada por Google en el Doodle nació en Kensington hace 93 años. Desde muy joven mostró una gran inteligencia, lo que la hizo completar sus estudios en un tiempo record. Su figura atrajo la atención de sus maestros, con una gran disciplina a la hora de completar los trabajos y con una intuición apasionante a la hora de la investigación. Muy pronto Rosalind Franklin entró a formar parte de la Universidad de Cambridge, donde se graduó en 1941, ya comenzada la Segunda Guerra Mundial. En aquellos tiempos, sus estudios se centraron en el Grafito y el Carbono, dos elementos a los que dedicó los mejores años Rosalind Franklin.
 
El doctorado lo completó con brevedad gracias al trabajo previo y salvando la oposición paterna, una figura que marcó a la investigadora por sus creencias victorianas sobre el papel de la mujer. No en vano, Rosalind Franklin logró erigirse como una de las voces más importantes de la Ciencia europea. Durante varios años trabajó en Francia, donde se centró en los objetos amorfos, con los que perfeccionó sus conocimientos gracias a la técnica de la difracción de rayos X. Rosalind Franklin, homenajeada por Google, basaría sus trabajos posteriores en esta técnica.
 
Rosalind Franklin avanzó en el estudio del código genético humano en su retorno a Inglaterra en 1951. No en vano fue la persona que tomó la famosísima Fotografía 51 en la que se representaba la cadena de genes del ser humano. En ella, el ADN toma una forma helicoidal, con dos largas cadenas que se rodean mutuamente. Esta imagen, usada sin su permiso y mostrada a dos jóvenes investigadores, acabó por desembocar en el descubrimiento más importante del siglo XX. James Watson y Francis Crick, descubridores de los entresijos del ADN, admitieron como influencia más importante el trabajo de Rosalind Franklin, base de su logro en 1953.
 
Sin embargo, el esfuerzo incansable de la investigadora la llevó a un desgraciado problema de salud. Las repetidas exposiciones a los rayos X de Rosalind Franklin provocó un cáncer de ovario en la científica. La hoy homenajeada por el doodle de Google falleció finalmente en 1958, a la temprana edad de 38 años, con toda una carrera que prometía por delante. La Ciencia europea sufrió el tremendo varapalo de Rosalind Franklin y se volcó con las medidas de seguridad en las investigaciones. A pesar de todo, Rosalind Franklin unía su nombra así a otras grandes científicas fallecidas también por el efecto de su trabajo, como Marie Curie.
 
Fuente:
www.ideal.es

miércoles, 19 de junio de 2013

Kenneth Gergen : Construccionismo Social.

Kenneth J. Gergen (nacido en 1935) es un psicólogo norteamericano y profesor en el Swarthmore College. Gergen está casado con Mary M. Gergen, Profesora Emérita en la Penn State University, y una importante contribuyente a la psicología feminista y la indagación del desempeno. Ella es autora de más de 50 artículos y es la co-autoria (con Ken Gergen) de "Construcción Social". A menuda colabora con su esposo y juntos publican la Positive Aging Newsletter con una audiencia de por lo menos 12.000 personas.

Por Carmen Viejo Díaz





En su libro "Realidades y Relaciones: Aproximaciones a la  construcción social", comenta: 


"Tradicionalmente, la cultura occidental ha ensalzado la mente y el espíritu individual como lugares de la razón y, por consiguiente, del conocimiento ". 

Si debemos hacer caso a este libro, sin embargo, el célebre adagio de Descartes "Pienso, luego existo" tendría que expresarse de un modo más apropiado como "Comunico, luego existo" , pues, en él, el método de la duda se equipara no a la razón sino al lenguaje, siempre producto de relaciones interdependientes. Centrándose, de este modo, en los procesos del discurso, así como en sus explicaciones sociales y literarias.

Gergen examina los desafíos que se lanzan contra el empirismo bajo el estandarte de la construcción social y subraya los principales elementos de una perspectiva de este tipo, ilustrando su potencial y abriendo -en fin- lo que puede ser un fructífero debate sobre el futuro de las actividades construccionistas, tanto en las ciencias humanas como en la psicología.

Existe la posibilidad que  estas ciencias  se guíen  también por otras perspectivas:

"Cuando la relación -y no el individuo- es el lugar del conocimiento, las formas de teoría, de investigación y de práctica resultantes retornan a los ámbitos habituales de la investigación especializada en psicología -el yo, las emociones, el entendimiento humano, la patología y la psicoterapia- y abren un refrescante estudio sobre la narración, el fraude y la moralidad." 

Pues bien, eso es lo que sucede en este libro revolucionario: una obra maestra que no sólo integra la multiplicidad de voces de la crítica antiempirista, sino que nos muestra abiertamente los más nuevos panoramas de las ciencias humanas y de la práctica cultural.

Fuente:
http://creciendoenlaentrega.blogspot.com.ar

sábado, 15 de junio de 2013

Corrientes: Ciencia, Investigación, y Pasión por la Comunicación (Primera parte).

Por Claudio Pairoba




Invitado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) a cargo de la Dra. Silvia Mazza, tuve oportunidad de asistir al XIX Reunión de Comunicaciones Científicas y Tecnológicas como miembro del panel “Acerca de los productos de la actividad científico-tecnológica”. Los disertantes (cinco en total) expusimos sobre las formas en que estos productos son dados a conocer, ya sea a través de transferencia tecnológica o producción de papers científicos provenientes tanto de las ciencias duras como de las ciencias sociales. El tema de mi charla se centró en la presencia de estos productos bajo la forma de notas científicas en los medios de comunicación masivos.

Los restantes expositores fueron los doctores Nélida Peruchena (investigadora de la Facultad deCiencias Exactas de la UNNE), María Silvia Leoni (directora del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (UNNE-CONCET), Liliana Ramirez (investigadora del Departamento de Geografía de la Facultad de Humanidades de la UNNE) y Pedro Sansberro (investigador del Instituto de Botánica del Nordeste (UNNE-CONICET)).  


El ámbito del XIX Encuentro de Ciencia y Tecnología
El encuentro se desarrolló durante tres días (12 al 14 de junio) en el aula magna del Campus Universitario Resistencia. La sensación de familiaridad que me invadió al ingresar a dicho salón tenía su justificativo: la construcción es una copia, casi exacta diría yo, del Hogar Escuela Eva Perón de la vecina localidad de Gdro. Baigorria. Preguntando, me comentaron que el predio había albergado al Hogar Escuela de Corrientes, el cual luego se trasladó, siendo sus instalaciones ocupadas por la universidad. La mañana del primer día estuvo dedicada al panel mencionado y durante la tarde se premiaron los trabajos presentados por becarios. Durante los dos días siguientes se dieron a conocer trabajos distribuidos en cinco áreas: Cs. Agropecuarias, Cs. Exactas y Naturales, Sociales/Humanísticas/Artísticas, Tecnologías y Cs. Médicas

Ciencia, medios y razones para comunicar
La presencia de noticias científicas en los diarios argentinos (el medio que fija la agenda para los restantes) en los últimos años viene en franco aumento. Eso es positivo. Lo que no es tan positivo, según un interesante trabajo de Hector Palma es la calidad de los artículos que se escriben. Sumado a esto, una encuesta llevada a cabo por el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva indica que el formato predominante en los textos científicos es el de noticia. Poco hay de periodismo científico crítico, ahondando en las implicancias sociales, consecuencias, conflictos de intereses, etc., relacionados con el tema descripto. Palma plantea un replanteo de las razones para comunicar ciencia, porque las razones esgrimidas hasta el momento no se verifican en los artículos que aparecen en los diarios.

(Continúa en la próxima entrega). 

Nota relacionada aquí

lunes, 3 de junio de 2013

La libertad es un espejismo cerebral.

Como va unida al yo consciente, cuya existencia no está probada, es muy probable que el libre albedrío sea también una ilusión

Por Francisco J. Rubia.  

La cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos es de 11 millones de bits por segundo, pero la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo. Esto significa que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Sin embargo, el llamado yo consciente piensa que todo lo que sucede está bajo la iluminación de la consciencia. De la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.


El movimiento de las fichas del dominó está dominado por las leyes físicas. ¿También la libertad? Foto: Enoch Lai.
El movimiento de las fichas del dominó está dominado por las leyes físicas. ¿También la libertad? Foto: Enoch Lai.
La mayoría de nosotros cree que, a no ser que estemos bajo coacción o sufriendo por una enfermedad mental, todos tenemos la capacidad de tomar decisiones y hacer elecciones libremente. Con otras palabras: que estamos en posesión de lo que llamamos “libre albedrío” o voluntad libre. Que no dependemos de fuerzas físicas, ni del destino, ni de Dios. Que nuestro yo es el que decide y elige.

No obstante, parece que la neurociencia moderna piensa, al menos una parte de los neurocientíficos entre los que me encuentro, que esa creencia no es más que una ilusión, de manera que el fantasma de la falta de libertad nos acecha.

Parece evidente que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente.

En realidad, seguimos asumiendo la existencia de un homúnculo dentro del cerebro que sería el que toma las decisiones y realiza las elecciones, aunque la existencia de ese homúnculo ha sido ya rechazada desde el punto de vista neurocientífico, no sólo por la ausencia de un centro cerebral que lo albergue, sino porque exigiría la presencia de otro homúnculo dentro del primero y así sucesivamente.

En la literatura filosófica encontramos tres posturas diferentes ante el tema de la libertad: el determinismo, el libertarianismo y el compatibilismo. Determinismo y libertarianismo sostienen que si nuestra conducta está determinada, la libertad es una ilusión.

Los libertarios invocan una entidad metafísica, como el alma, como la causa de nuestros actos voluntarios y libres. Los compatibilistas afirman que tanto los deterministas como los libertarios están equivocados y que la libertad es compatible con el determinismo. Los compatibilistas admiten, pues, algo evidente: que sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que ellos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.

Desazón por la falta de libertad
La posible falta de libertad nos provoca una desazón importante. Como dicen los anglosajones, es algo “contraintuitivo”.  De ahí que muchos hayan  recurrido a la física cuántica para evitar el determinismo, aludiendo que a nivel cuántico ese determinismo es inexistente y que la probabilidad y el azar son los que dominan ese ámbito.

Pero se ha argumentado que sustituir el determinismo por el indeterminismo o por el azar o la probabilidad no soluciona el problema, antes bien lo empeora.

La física cuántica nos dice que a nivel de las partículas elementales subatómicas no existe el determinismo, que éstas no se rigen por las leyes de Newton de la macrofísica. Las leyes de causa y efecto no rigen a ese nivel.

El problema es que el funcionamiento de las neuronas de nuestro cerebro se realiza a un macronivel regido por las leyes de Newton. Imaginémonos lo que ocurriría si, por ejemplo, trasladásemos el indeterminismo cuántico al macronivel de las sociedades.

Con otras palabras: si las decisiones o elecciones son el resultado de sucesos aleatorios, el libre albedrío tampoco existiría.

Como ya dijo Spinoza hace unos 350 años, nuestra creencia en el libre albedrío no sólo refleja nuestra impresión subjetiva y personal de control consciente sobre nuestras acciones, sino que es el resultado de nuestra ignorancia de las verdaderas causas que determinan esas acciones.

Algunos neurocientíficos, entre los que me encuentro, y también filósofos, no se asombran de la posibilidad de la falta de libertad, ya que muchas cosas en las que firmemente creemos no son lo que parecen.

Algunas de las zonas cerebrales significativas en los desórdenes de la personalidad. Imagen: Brews ohare
Algunas de las zonas cerebrales significativas en los desórdenes de la personalidad. Imagen: Brews ohare
La percepción, una ilusión
Todas nuestras percepciones son en realidad ilusiones, ya que no tenemos acceso ninguno a la realidad, como ya expresó hace siglos Immanuel Kant. Nuestra mente simula la realidad y prefiere, porque no tiene más remedio, ese símil de la realidad a la realidad misma.

El planteamiento de la falta de libertad en neurociencia parte de los conocidos experimentos de Benjamin Libet en los años 80 del siglo pasado. No voy a repetirlos ya que son harto conocidos, sino a hacer un breve resumen.

Cuando requerimos a un sujeto sano y normal que realice un movimiento simple podemos detectar una onda negativa en el registro de la actividad eléctrica de la corteza cerebral, onda llamada de disposición o de preparación motora, que comienza varios cientos de milisegundos antes de que se produzca el movimiento. La impresión subjetiva de querer realizar el movimiento es posterior y está más cerca del movimiento que del comienzo del potencial preparatorio. Esta impresión subjetiva es, por tanto, así como el movimiento, el resultado de una actividad cerebral inconsciente.

Ante estos resultados, que han sido corroborados y ampliados posteriormente en otros laboratorios, Benjamin Libet planteó que en los 200 milisegundos que hay entre la impresión subjetiva y el movimiento el cerebro tenía la posibilidad de vetar ese movimiento, argumentando que un veto no es un acto voluntario y no produciría un potencial de disposición, porque si lo hacía no habría tiempo suficiente en los 200 ms entre la impresión subjetiva y el movimiento. A esto Libet lo llamó “free won’t” en vez de “free will”.

Resulta difícil aceptar que acciones negativas tengan que ser diferentes a las acciones positivas. Y, efectivamente, sujetos entrenados para dejar de hacer una determinada acción mostraron también un potencial de disposición previo al movimiento. De esta manera, la objeción de Libet quedó descartada.

Experimentos realizados en Berlín por el Profesor John-Dylan Haynes y colaboradores utilizando resonancia magnética funcional mostraron que los investigadores eran capaces de predecir 6 segundos antes de tomar una decisión cuál sería el resultado. Por supuesto que la impresión subjetiva de libertad de acción tenía lugar pocos milisegundos antes de la decisión, como en el experimento de Benjamin Libet.

Predomina el cerebro inconsciente
Estos resultados son difíciles de compaginar con el sentido que tenemos que somos los autores conscientes de nuestras acciones. Antes de ser conscientes de nuestros actos el cerebro ya ha determinado lo que vamos a hacer, pero creemos que esa toma de consciencia es la causa de nuestra acción.

Para la mayoría de las personas, estos resultados son sorprendentes. Sobre todo porque la falta de voluntad resulta no sólo algo molesto, sino como dije antes contraintuitivo para la mayoría de las personas. En neurociencia ya no lo son tanto, ya que sabemos que tanto el movimiento como la impresión subjetiva de la voluntad son resultado de la actividad cerebral, y la inmensa mayoría de esa actividad cerebral discurre de manera inconsciente.

Aparte de ello, los términos que son corrientes en filosofía no tienen un correlato exacto en neurociencia. Por ejemplo, “propósito” o “intencionalidad” son términos cercanos a “libertad”, pero en neurociencia no decimos, para poner sólo un ejemplo, que tenemos el reflejo corneal, que hace que parpadeemos cuando tocamos la córnea, para proteger el ojo. Eso es una forma de pensamiento teleológico que no constituye ninguna explicación del mecanismo del reflejo.

Tampoco podemos decir que las raíces de una planta absorben el agua con el propósito de llevar agua a sus hojas. O que el corazón tiene el propósito de llevar la sangre a los tejidos del organismo.

Se ha calculado la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos. Es de poco más de 11 millones de bits por segundo. Sin embargo, la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo; cuando calculamos disminuye incluso a 12 bits por segundo.

Esto significa que Sigmund Freud se quedó corto y que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Nuestros pensamientos e intenciones emergen de causas profundas de las que no somos conscientes y sobre las que no tenemos el mínimo control. Además, el llamado yo consciente se atribuye funciones que no le corresponden, ya que pensamos que todo lo que sucede está bajo la iluminación de ese foco de la consciencia. Este tema de la consciencia es importante como veremos luego para rebatir los argumentos de los compatibilistas.

Aunque de manera continua notamos cambios en nuestras experiencias, pensamientos, estados de ánimo, percepciones, conductas, etc., no somos conscientes de los estados neurofisiológicos que los producen.

¿Es posible entonces que nuestra impresión subjetiva de libertad no sea correcta? Claro que es posible. Otras impresiones subjetivas han resultado ser falsas, y no sólo me refiero a las ilusiones ópticas, sino, por ejemplo, a que el sol girase alrededor de la tierra, creencia mantenida desde Aristóteles en el siglo IV a.C. hasta Copérnico en el siglo XVI. Veinte siglos nada menos con una impresión subjetiva falsa. Y todavía hoy decimos que el sol sale por Oriente y se pone por Occidente.

Gráfico sobre las posiciones filosóficas sobre el determinismo y el libre albedrío. Autor: Tesseract2.
Gráfico sobre las posiciones filosóficas sobre el determinismo y el libre albedrío. Autor: Tesseract2.
La libertad, parte de la ilusión del yo
La libertad es una parte de la ilusión del “yo”, es decir, de la existencia de una persona u homúnculo que controla todo lo que sentimos y obramos. Y de la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.

Uno de los mejores ejemplos de pérdida del sentido de libertad es el hipnotismo. Aquí, se producen movimientos inducidos por el hipnotizador sin que el sujeto tenga la impresión de voluntad. Es algo parecido a lo que ocurre en el síndrome de la mano ajena, en el que el paciente, debido a una lesión cerebral, tiene la convicción que su mano es movida por otra persona o controlada desde fuera de él.

En el caso del hipnotismo es muy curioso lo que ocurre cuando el experimentador hipnotiza a una persona y le ordena que camine a gatas por el suelo. Si lo despierta en ese momento y le pregunta al sujeto que qué hace en el suelo a gatas, el sujeto dice que estaba buscando una moneda que se le había caído. Es un ejemplo del yo consciente, que es un intérprete, como dice Michael Gazzaniga, o habría que decir incluso un mistificador. Es intérprete porque se inventa una historia plausible ya que desconoce las causas de esa conducta. Y es mistificador porque está engañando al afirmar algo que no es cierto.

Cuando estimulamos ciertas regiones del cerebro y hacemos que se muevan las extremidades, el sujeto tiene la impresión de que es él el que voluntariamente provoca los movimientos, aunque sea falso. Sin embargo, en otros casos, como cuando se estimula directamente la corteza motora del cerebro,  se producen movimientos que el sujeto sabe que no son inducidos por él.

En todos estos casos la conclusión es que la impresión subjetiva de voluntad y el propio movimiento no son simultáneos en el tiempo, como vimos en los experimentos de Libet, pero tampoco en el espacio, es decir, no tienen su origen en las mismas regiones cerebrales. Pueden ir juntos en algunos casos, pero en otros no, lo que indica que su localización es distinta.

Las posturas ante el tema de la libertad son muy diferentes, pero las principales se resumen en el determinismo, que afirma que estamos determinados, como el resto del universo por las leyes físicas, lo que incluye el cerebro, lo que llevó a Einstein a preguntarse que por qué el cerebro iba a ser una excepción.

El determinismo cree que todos los sucesos, incluidas las acciones humanas, están predeterminadas, una noción que es incompatible con la libertad. Hay que diferenciarlo del fatalismo que es la creencia de que todo suceso, pasado, presente y futuro, ya está predeterminado por Dios o por otra fuerza omnipotente; es lo que en religión se denomina predestinación. El fatalismo lleva a la inacción total, ya que todo esfuerzo por nuestra parte sería inútil. Y quedarse sentado observando los acontecimientos es ya una elección que tendrá sus consecuencias.

Que nuestras elecciones dependan de causas previas no significa que no importen.

Cuento árabe sobre el fatalismo
Un ejemplo de fatalismo lo tenemos en el antiguo cuento árabe que refiere el escritor Somerset Maugham en su obra de teatro Sheppey:

“Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al cabo de poco tiempo el criado volvió con la cara blanca y temblando y dijo: Maestro, justo ahora cuando estaba en la plaza del mercado fui empujado por una mujer que estaba entre el gentío, y cuando me volvía vi que era la Muerte la que me había empujado. Me miró e hizo un gesto amenazante; ahora, préstame por favor tu caballo que me voy de la ciudad para evitar mi destino. Voy a ir a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le dejó el caballo y el criado se montó en él, clavó las espuelas en sus costados y se marchó tan veloz como podía galopar el caballo. Entonces el mercader se fue al mercado y vio a la Muerte entre la multitud, se acercó y le dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado al que viste esta mañana? Eso no fue un gesto amenazador, respondió la Muerte, sólo fue una expresión de sorpresa. Estaba asombrado de verlo en Bagdad, porque yo tenía una cita con él esta noche en Samarra.

Otro grupo de filósofos, los llamados libertarios, afirman que somos completamente libres, algo que hoy mantienen pocos.

Y, finalmente los compatibilistas, que sostienen que aunque estamos sometidos a las leyes físicas que rigen el universo, somos libres. Como este grupo es el que más se oye últimamente, me voy a detener en sus argumentos.

Los compatibilistas insisten en que la libertad, la responsabilidad moral y nociones semejantes son compatibles con el determinismo. Por ejemplo, afirman que la mayoría de las personas en Occidente que eligen estudiar una carrera lo hacen libremente y son responsables moralmente de esa elección, aunque sea el producto de deseos y creencias.

Desde luego no creo que sea mi caso. Yo iba decidido a estudiar ingeniería industrial y estuve todo el verano tomando clases particulares de dibujo y matemáticas para decidir poco antes de la matriculación en septiembre que iba a estudiar medicina. Todavía hoy no sé por qué tomé esa decisión.

Estamos, por tanto, ante uno de los problemas que plantea el compatibilismo. El tema de la consciencia en la toma de decisiones y la libertad y la responsabilidad moral.

El filósofo estadounidense Sam Harris dice que el concepto popular de libertad se basa en dos supuestos: 1) que cada uno de nosotros puede actuar de manera diferente a como lo hace, y 2) que nosotros somos la fuente consciente de la mayoría de nuestros pensamientos y acciones. Ambos supuestos, dice, son falsos.

O nuestras voluntades están determinadas por causas previas y no somos responsables de ellas, o son el producto del azar y tampoco somos responsables de ello.

Aun suponiendo que la mente fuera un alma inmaterial, las operaciones inconscientes de ese alma no garantizarían más libertad que las que nos proporciona la fisiología inconsciente de nuestro cerebro. Si no sabemos lo que ese alma va a hacer en el momento siguiente tampoco tenemos control sobre nuestras acciones.

El significado de tener libertad
Pensemos lo que significaría tener libertad. Necesitaríamos ser conscientes de todos los factores que determinan nuestros pensamientos y acciones y tener un control absoluto sobre ellos.

Sam Harris dice que podemos decidir lo que hacemos, pero no podemos decidir lo que queremos decidir hacer. Con otras palabras: no controlamos nuestra mente porque como agentes conscientes somos sólo una parte de esa mente. Somos libres de hacer lo que queremos hacer, pero ¿de dónde vienen los deseos de hacer algo? Cuando ahondamos en las causas psicológicas de nuestras decisiones nos enfrentamos siempre al misterio. El filósofo alemán Schopenhauer decía que el hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.

Pasemos ahora a ocuparnos de los argumentos de los compatibilistas. Según éstos, para que una persona sea libre tienen que cumplirse tres condiciones.

La primera es que la persona tiene que tener varias alternativas a elegir y que puede elegir algo diferente a lo que elige. Es la condición de poder actuar de otra manera.

En este argumento, a mi entender, se confunde la libertad con los grados de libertad. Todos los animales tienen la capacidad de elección, pero no todos tienen los mismos grados de libertad. A medida que el sistema nervioso central se desarrolla a lo largo de la evolución, se hace más complejo, aumentan los grados de libertad, de manera que los humanos tenemos más grados de libertad que otros mamíferos, y éstos que los anfibios, etcétera.

Pero el hecho de disponer de varias opciones no significa que se tenga libertad para escogerlas. Ciertamente, podemos elegir entre varias opciones, pero el problema no es la oferta de opciones sino por qué elegimos una opción y no otra; en otras palabras: si la elección ha estado determinada por la llamada libertad o por condicionamientos que no son conscientes para el individuo. Si identificamos los grados de libertad con lo que llamamos libertad, entonces todos los animales son libres.

En relación con esta condición que sostiene que la persona es libre si pudiera haber querido hacer otra cosa, el filósofo estadounidense, Sam Harris, dice que eso es como decir que una marioneta es libre mientras esta quiera las cuerdas que la manejan.

La segunda condición de los compatibilistas para que exista libertad es que la decisión debe depender de la propia persona, llamada también la condición de autoría.

Aquí no se hacen distinciones entre funciones conscientes e inconscientes. Ahora bien, si la conducta de una persona está controlada por impulsos inconscientes no decimos que la persona es libre, al menos así lo entiende la psicología. Ante dijimos que los compatibilistas aceptaban lo evidente, a saber que los sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que éstos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.

Pues, a pesar de ello, el filósofo estadounidense, Daniel Dennett, sostiene que todos somos responsables no sólo de los actos conscientes, sino también de los sucesos inconscientes de nuestro cerebro que son tan nuestros como los primeros. El que no seamos conscientes de las causas de nuestras acciones no niega la libertad. Esto es el argumento de la autoría llevado al extremo.

Ante este argumento podría decirse que no nos consideramos responsables de lo que hace el riñón o el hígado, que funcionan de manera inconsciente, pero que también son nuestros. En realidad, en el sentir popular de lo que hacen nuestros órganos internos nos sentimos más bien las víctimas que las causas. Algún filósofo preguntó: ¿Somos también responsables de lo que hacen nuestras bacterias intestinales porque son nuestras?

La tercera condición de los compatibilistas es obvia: que lo que decida la persona tiene que estar sometido a su control y ese control debe estar libre de cualquier tipo de coacción. Es lo que se ha llamado también la condición de control. Esta condición contradice en parte a la condición de autoría. Y la condición es total si en vez de control se dijese “control consciente”.

Siempre me ha llamado la atención lo contraintuitivo que resulta decir que es posible que no tengamos libertad, desde luego en el sentido en el que solemos usar esa palabra. Sin embargo, a nadie le llama la atención que no tengamos control alguno consciente sobre lo que almacenamos en la memoria, cuando esos contenidos van a ser claves para el futuro del organismo.

Cualquier vivencia es comparada automáticamente con esos contenidos para poder decir, desde luego inconscientemente, si suponen un peligro para la supervivencia del organismo o no. Esta comparación también es completamente inconsciente. Hay que decir que la memoria es mucho más importante que la libertad desde el punto de vista biológico.

La impresión de la libertad, una ilusión
En resumen, que los experimentos realizados hasta ahora, primero con la electroencefalografía, luego con técnicas modernas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones o PET, han arrojado resultados que indican que la impresión subjetiva de libertad es una ilusión.

Si experimentos futuros apuntasen a la existencia de la libertad, tendríamos que cambiar de opinión, pero hoy por hoy no veo ningún argumento satisfactorio, y tampoco ningún experimento, que eso indique.

Las consecuencias de esta afirmación son múltiples y en muchas disciplinas: en religión, en el derecho penal, en bioética y en muchas otras.

Ya en Estados Unidos ha habido casos en los que sujetos que habían delinquido afirmaron que no habían sido ellos, sino su cerebro. Por eso algún neurocientífico ha dicho que tendríamos que hacer “como si” la libertad realmente existiese.

El filósofo Saul Smilansky dice que para mantener nuestros mundos moral y personal intactos necesitamos la ilusión de la libertad. La ilusión nos ayuda a mantener, y en parte incluso a crear, aspectos cruciales de nuestra realidad moral y personal. Entendiendo por ilusión una definición de diccionario que reza: una idea o concepción falsa; una creencia u opinión que no está de acuerdo con los hechos.

El concepto que Smilansky tiene de ilusión es parecido al que expresó Sigmund Freud en su obra El porvenir de una ilusión, o sea ilusión en la que el cumplimiento de un deseo es el factor prominente de su motivación ignorando, de esta manera, sus relaciones con la realidad.

En el libro del filósofo alemán Hans Vaihinger Die Philosophie des Als Ob  (La filosofía del como si), el autor habla de “praktische Fiktionen” (ficciones prácticas). Ya al comienzo de este capítulo Vaihinger nos dice: “en el umbral de estas ficciones nos encontramos enseguida uno de los conceptos más importante que la humanidad ha formado: el concepto de libertad; las acciones humanas se consideran libres y por ello responsables y enfrentadas al curso necesario de la naturaleza… El concepto contradice no sólo la realidad observada, en la que todo sigue leyes inmutables, sino a sí mismo: pues una acción absolutamente libre, fortuita, que surge de la nada, es moralmente tan sin valor como una acción absolutamente necesaria…La humanidad ha desarrollado estos importantes conceptos a lo largo de su desarrollo por necesidad psíquica inmanente, porque sólo sobre su base es posible la cultura y la moralidad”.

Vaihinger, que publicó su libro en 1911, cita a varios autores que son de la misma opinión y menciona que durante siglos ha estado vigente la libertad no sólo como hipótesis, sino incluso como dogma irrefutable. Critica también que se niegue teóricamente la libertad, pero que se la coloque en la práctica como fundamento del derecho penal.

En su opinión si tiene que haber castigo tiene que tener lugar también la culpa, pero ésta no existe si se niega la imputabilidad y la libertad.

En realidad, la filosofía del “como si” se practica en España hace tiempo. Hacemos como si fuésemos demócratas, como si fuésemos europeos, como si nos preocupase el interés general, como si los cuatro poderes fuesen independientes, como si nos interesase la investigación y el desarrollo, etcétera, etcétera.

Resumiendo mi opinión sobre el tema de la libertad yo diría: una cosa es hacer como si fuésemos libres para mantener el orden y la cohesión en la sociedad, y otra muy distinta es creernos nuestros propios engaños. Algunos autores han comparado la mente con un avión que vuela con un piloto automático. Todas las difíciles operaciones y cálculos necesarios se realizan fuera de nuestro control. A muchas personas este hecho les infunde un terrible miedo a volar. Preferirían un piloto consciente que controlase todas las operaciones. Es un deseo pío, pero que no coincide con la realidad.

En Alemania aprendí el siguiente dicho: “El que en la oscuridad del bosque silba puede que auyente su miedo, pero no por eso va a ver más claro”.
 
 
Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el Congreso Internacional de Bioética, celebrado en Valencia, 14 de noviembre de 2012.  La conferencia se publicó originalmente en el Blog Neurociencias   que el autor edita en Tendencias21.
Fuente:
www.tendencias21.net

jueves, 30 de mayo de 2013

Escenas de la vida lacaniana.

El cine ha sido más que un placer para Lacan. También fue una fuente para nutrir su método terapéutico. Un libro retoma sus filmes preferidos, notas, e interpreta por qué la ficción cumple un papel clave en el diván.

Por Martina Menzio


Escenas de la vida lacaniana

Un hombre intenta salir de una habitación con demasiado peso en sus espaldas: arrastra dos pianos de cola, dos burros moribundos y a una dupla de eclesiásticos, sujetos a una cuerda. Esta escena surrealista que pertenece a la película del español Luis Buñuel Un perro andaluz , es una de las tantas referencias cinematográficas a las que alude Jacques Lacan (en este caso para hablar de identificación) y que pueden rastrearse a lo largo de los seminarios, clases y conferencias que abonaron el campo del psicoanálisis, y que el psicoanalista y realizador cinematográfico Carlos Gustavo Motta acaba de condensar en el libro Las películas que Lacan vio y aplicó al psicoanálisis (Editado por Paidos). Motta, que además es doctor en Psicología (Universidad del Salvador) y miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, se detiene en cada comentario cinematográfico significativo de Lacan, en la búsqueda por señalar los aportes que el cine ha dado al campo de la psicología y viceversa.

Se trata de una relación intrínseca entre dos lenguajes que Motta investiga y estudia desde hace años, a sabiendas que “se debe leer y escribir en la imagen” y que plasma en el seminario sobre cine y psicoanálisis que dicta desde 2004, y en los dos cortometrajes que lo tienen como realizador. El primero Iconos, de qué estará hecho el mañana (finalista de Telefé Cortos en 2004), y el segundo, cuyo título es homónimo a este libro se convirtió en la antesala de esta investigación. Su ensayo –asegura Motta–, es “una de las investigaciones posibles a las múltiples alusiones que tanto Lacan como Freud aventuraron a distintas ideas que circularon en otras dimensiones médicas, políticas, teológicas, filosóficas y científicas, desde los antiguos hasta sus contemporáneos”. Apenas una posibilidad. Porque si algo entiende el psicoanálisis es que no hay verdades absolutas, ni lecturas ubicuas. Como los testigos alrededor de un crimen que se muestra en Rashômon (1950) la película del japonés Akira Kurosawa, a cuya lógica alude Lacan en una clase dictada en 1962: “cada uno dará su palabra de lo que dice asegurando que es la verdad y sólo la verdad. Su verdad, claro”.

Así, ahora Motta se niega a “interpretar” o “psicoanalizar” las películas que convoca en su libro, y esquiva las posibles discusiones inertes. “Para un realizador cinematográfico, su obra de arte se encuentra en el propio lenguaje. Un filme implica comprenderlo, independientemente de su grado de narratividad. Una película comunica un sentido posible y justamente por eso es un medio de comunicación, un lenguaje. Queda claro que en la enseñanza de Freud y de Lacan ambos se servían de otras disciplinas para ampliar sus conceptos. Y entiendo que así como el psicoanálisis ha influido en el cine, es el cine que debe reflexionar y desarrollar su inscripción en la historia del pensamiento. Pero los guiones de las películas que buscan explicar lo psíquico se construyen con un método seudocientífico que trasladado a secuencias fílmicas, sólo provocan en el espectador un sentimiento de ridículo o bien una sensibilidad garantizada”, reflexiona Motta y trae un ejemplo que cita en su libro sobre una experiencia del realizador argentino Jorge Prelorán, en la que en pleno fervor del ‘cine debate’ alguien comenta acerca de la “toma de peso de la sombra sobre el alma en conflicto” y él responde que “esa es la única luz que tenía para dirigir en ese lado, y por eso la secuencia había salido así”.

Por el contrario, el trabajo de Motta, también presidente del Capítulo de Psicoanálisis y Cine de la Asociación Argentina de Salud Mental, intenta trasladar las imágenes a los conceptos psicoanalíticos para alimentar la teoría y la práctica del campo. “Retransformar diversas problemáticas de nuestro tiempo para convertirlos en interrogantes válidos acerca de lo que puede ser un sujeto, es decir alguien con otro. De captar una realidad posible, tal como Freud puede hacerlo además a lo largo de sus historiales clínicos, imposible de fijar en un patrón estándar”, comparte. Así, el lector que se aventure en su investigación no se topará con explicaciones sobre el qué y el porqué de cada escena que forman parte de las más de veinte películas que llaman la atención del autor y que desglosa al final de su ensayo, a modo de fichas técnicas ordenadas cronológicamente por año en el que se vieron en la pantalla. Un perro andaluz , la primera en la que colaboró Salvador Dalí (1929); Monsieur Verdoux , del británico Charles Chaplin (1947); La ventana indiscreta , de Alfred Hitchcock (1954); Psicosis , del mismo director (1960); Háblame de amor , de Giorgio Simonelli (1961); Satyricón , de Federico Fellini (1969) o El imperio de los sentidos , de Nagisa Oshima (1976), sólo por nombrar algunas de las que componen el conjunto de filmes elegidos por Lacan para abordar.

Imágenes resignificadas
Filmada con colaboración indirecta de su amigo Salvador Dalí en 1952, El , otra de las películas de Buñuel citadas por Lacan en sus clases (además de Viridiana ) constituye un completo retrato sobre la paranoia. Lacan la proyectó entre sus alumnos y la recomendó a sus colegas, y solía decir que si uno quería saber todo acerca de la neurosis obsesiva debía leer el caso de “El hombre de las ratas” de Freud, pero si se pretendía entender la paranoia y los celos no tenía que perderse esta película. Por otro lado, Nunca es domingo , de Jules Dassin es citada en una clase que Lacan impartió el 6 de julio de 1960 para explicar la articulación tirante que existe entre la ética y el propio deseo. “En la película, el personaje (…) toma una copa para marcar el exceso de su entusiasmo y de su satisfacción y la estrella contra el suelo. Cada vez que se produce uno de estos estrépitos, vemos que la caja registradora se agita frenéticamente. Esta caja fuerte define muy bien la estructura con la que nos vemos. Lo que hace que pueda haber deseo humano, que ese campo exista, es la suposición de que todo lo que sucede de real es contabilizado en algún lado”.

De otras películas se sirvió Lacan para hablar del rol del psicoanalista y sumergirse en dos conceptos fundamentales de esta disciplina, “la transferencia” y la “contratransferencia” (aunque no era una palabra que usara Lacan, que prefería hablar de “mala palabra”, para referirse a los efectos que puede provocar el paciente en el analista). Lacan comprende que al “encanto” que debe producir el profesional puede convertirse en un “inconveniente de la praxis”. Y para ello alude al modo en el que se presenta el Dr. Fred Richdmond en Psicosis , de Alfred Hitchcock o el médico psiquiatra, especialista en realizar lobotomías, John Cukrowicz (interpretado por Montgomery Clift) en De repente, el último verano , el drama dirigido por Joseph Mankiewicz y guionada por Tennessee Williams. “Ser un esclarecedeor de enigmas no es resolverlos de manera directa, de un solo golpe, sino de un modo donde se establece la relación entre la apariencia engañosa (o el contenido manifiesto, en términos de Freud) y la verdad acerca de lo que puede ocurrir. Ser un esclarecedor señala el proceso del desciframiento, no sólo su resultado”, comparte Motta, llevando claridad a los malentendidos que pueden aparecer al inicio de un tratamiento psicoanalítico.

La presencia del otro
“El encanto –analiza Motta– no está mal. Incluso es lo esperado por una persona o por una obra. Ese encanto provoca y debe hacerlo. En cada disciplina también tiene sus riesgos. El cine puede caer en la vulgaridad o en la obscenidad y deja de ser un encanto. Es cuando el psicoanálisis puede transformar ese vínculo ‘encantador’ llamado transferencia en otro: la contratransferencia. Pero no se trata de no aplicarla sino que se trata de que ese vínculo no se transforme en un abuso de poder como muchas veces el cine quiere mostrar, una imagen perturbadora de algún tratamiento o la ineficacia del psicoanálisis o de la figura del analista”. En otras palabras, el analista en su primera impresión con el analizante no sólo debe detentar un saber acerca del motivo de consulta sino que eso debe acompañarse en todo momento con su posición amable. Pero la misma connotación de “encantador” encierra el concepto de sugestión del cual debe apartarse y del cual el cine siempre ha cuestionado. ¿O no es un encanto el personaje que Barbra Streisand compone como psicoanalista en El príncipe de las mareas y es de la más absoluta aberración en cuanto a su aplicación en el dispositivo psicoanalítico?, interpela el psicoanalista argentino. Por su parte la ópera prima de Alain Resnais Hiroshima mon amour , (de 1959) ayuda a Lacan a graficar la posibilidad de elaboración de los duelos y sobre ella dirá que “es una historia muy adecuada para mostrarnos que cualquier alemán irreemplazable puede encontrar inmediatamente un sustituto perfectamente válido en el primer japonés que aparezca a la vuelta de la esquina”.

El cine es imagen a imagen en movimiento, y desde ese lugar es una cárcel del goce, como un cuadro, que remarca lo inaprensible de la mirada, y también su límite. ¿Pero da lo mismo cualquier construcción de la ficción? Probablemente no: estará atravesada por nuestros fantasmas y de la constitución particularísima de nuestro Yo. Además dependerá de la verosimilitud lograda con aquello inefable: la verdad, tal como la entiende Lacan. En el escrito, que forma parte del último capítulo del ensayo de Motta, el célebre psicoanalista no se priva de elogiar al director francés Benoît Jacquot, creador prolífico de películas como El asesino musical (de 1975, que vio la luz un año antes del documental que realizó con el propio Lacan y que se emitió dos veces en televisión con el nombre Jacques Lacan: la psychanalyse , –1974–). “Benoît Jacquot, relata Lacan, al tener talento, hace del fantasma la verdad. Porque el talento consiste en eso: dar en el blanco (…) Se dice que un arte está concebido para gustar: es su definición pero no es suficiente en el cine: hay que ser convincente”.

Como explica Motta si pensamos que el concepto de fantasma remite a “algo más íntimo y más comprometido con nuestras propias ficciones que nos hacen ver por momentos que son verdades únicas e irrebatibles. La necedad de una frase fantasmática puede convertirse en otra que nos permita saber que hacer en un momento cuando ya no teníamos esperanza alguna de continuar. Desalentados por nuestras propias miserias neuróticas. El cine no es quien pueda ayudar a entender nuestra constitución subjetiva, en cambio sí un filme en particular, aquel que la persona pueda encontrar la ‘punta del ovillo’ para desanudar su propia historia y embrollarse con ella cada vez menos. En el cine, en la literatura, visitando un museo, y hasta yendo de compras, es decir, en cada acto cotidiano, podemos entender nuestras repeticiones que se elaboran en presencia de otro. En este caso es lo que el psicoanálisis nos viene ofrecer: romper con el discurso autista de la época que nos toca vivir”.

Fuente:
www.revistaenie.clarin.com

miércoles, 29 de mayo de 2013

Quimiofobia: lo contrario de químico no es ecológico.



 La única razón que encuentro para que, de un tiempo a esta parte, se le haya encontrado un antónimo a “química” como “natural”, que poco o nada tiene que ver con la lengua y mucho con la ideología, es la quimiofobia. La circunstancia está siendo muy explotada por los departamentos de marketing de empresas de todo tipo y es algo que ya está tan aceptado que oponerse es inútil y solo se arregla con formación. Entonces, ¿por qué escribo sobre esto?  Porque el otro día vi una vuelta de tuerca en un conocido blog ambiental que rebasó mi raya roja: contraponer ecológico a químico

En el artículo se diferencia entre productos de limpieza ecológicos y productos de limpieza químicos. Cada vez que veo algo que se define, aunque sea indirectamente, como “no químico” me pregunto si estará compuesto de sangre o cuerno de unicornio, de polvo de hadas o será, tal vez, “El halcón maltés”.  En la página de la empresa ni por asomo se les ocurre decir tamaña tontería. ¿Cómo podrían decir que algo no es químico cuando tiene una ficha de seguridad tal que así

Composicon friegasuelos Natursafe

El artículo hace gala de un nivel de ignorancia científica básico al afirma indirectamente que esos productos de limpieza no son una mezcla de compuestos químicos pero no todo es desinformación en el mundo de los productos de limpieza eco: tienen unos niveles de compuestos tales que los hacen merecedores de diversos sellos de sostenibilidad (espero) y el sistema de gestión de de residuos de envase usando un concentrado para mezclar con agua es algo que debería ser obligatorio en la UE desde hace tiempo para aquellos productos que lo permitan. 
Por lo que no paso es por asociar “químico” a “no ecológico”. Lo más aproximado al antónimo de “natural”, en este contexto, sería “sintético” y no, no todo lo “sintético” es malo. 

PD: los trucos caseros para limpiar también usan químicos sintéticos como el vinagre, ojocuida.

Fuente:
http://uncuartodeambiente.es 

domingo, 24 de febrero de 2013

Co-innovación: El rol de las alianzas en la innovación

Por Maria Prandi y Juan Cano, Colaboradores e investigadores del Instituto de Innovación Social de ESADE
El País 20 febrero 2013. 




Hablar de innovación social es cada vez más común. Se realizan seminarios, se crean espacios de coworking, se construyen organizaciones de respaldo y comprensión de la innovación social, e incluso contamos con entidades dedicadas a apoyar a emprendedores que han conseguido innovar en materia social. La innovación social se basa en una idea novedosa que consigue implementarse, responde a una necesidad social, es más eficiente que las soluciones existentes y aumenta la capacidad individual y colectiva para actuar. También debe ser replicable.

La innovación social requiere de la participación de organizaciones de sectores diversos para poder recorrer el camino entre una idea y la introducción de un nuevo producto o servicio en el mercado o la transformación de algún componente de la vida social. En otras palabras: el proceso innovador es también el resultado de un proceso de diálogo, de interacción, de escucha y de alianza entre diferentes actores, en el cual las ideas surgen como resultado de colaborar. Plantear de manera explícita la importancia y el valor de la CO-INNOVACIÓN abre posibilidades de comprender mejor el rol que tienen las alianzas en la innovación y, a la vez, orienta la mirada hacia la búsqueda de oportunidades de innovación en la manera como las organizaciones interactúan, conversan, se alían y cooperan.

Se han definido tres tipos distintos de innovación: incremental, semirradical y radical, que responden a los procesos y modos de implementación de la innovación. Estos están relacionados con el proceso de crecimiento, madurez y evolución de las organizaciones. La innovación incremental tiene una relación directa con el proceso de crecimiento de una organización. En este caso, el proceso de implementación de las ideas es considerada parte del crecimiento de la organización. La innovación semiradicial, implica una ruptura del modelo de crecimiento de la organización, de la que modifica, en parte, las capacidades. Finalmente, la innovación radical modifica estructuralmente la capacidad de actuar e impactar el mercado y la sociedad y por lo tanto genera una transformación que es radical frente al crecimiento y evolución natural de la organización.

Estos tres conceptos, sin embargo, tienen más fuerza cuando forman parte de un proceso de colaboración, que va más allá del crecimiento natural de la organización y se nutre de las diferencias y capacidades de sectores diversos. El cambio en las necesidades sociales es una constante y la colaboración, en la innovación social, es indispensable para desarrollar un proceso transformador. Esta colaboración da más amplitud a las respuestas a las necesidades sociales y permite elaborar soluciones más eficientes, rápidas, reales y ágiles. La colaboración es el camino más eficaz para gestionar actividades intensivas en conocimiento como la innovación social y una buena forma de canalizar valor hacia todas las organizaciones implicadas.

Precisamente, la investigación que aquí se presenta pretende mostrar que la innovación social no sólo está generando nuevos tipos de alianzas y colaboraciones sino que éstas a su vez, generan más innovación social. En este sentido, analiza qué nuevas maneras de relacionarnos están surgiendo que permiten tener más y mayores oportunidades de innovar socialmente.

Partimos de la idea de que en la innovación social es tan relevante el proceso creativo como la interacción con actores diversos. Esta colaboración ofrece mayores oportunidades de generación de ideas y amplía exponencialmente las variables de la matriz clásica de innovación. Una de las conclusiones a las que hemos llegado es que la innovación social tiene lugar en la superposición de sectores. No sólo está generando modelos híbridos (ya que los límites, las funciones y las responsabilidades de los diferentes sectores cada vez son más difusos) sino que abre la puerta a explorar nuevas maneras de relacionarnos.

La innovación social se puede aprender y, lo que es más importante, se puede compartir. Es importante sumar los aprendizajes adquiridos por cada uno de los actores a través de ecosistemas de colaboración que permitan desarrollar capacidades y compartir experiencias y motivaciones. Por ejemplo, impactos moderados que una innovación tiene en un sector determinado puede tener impactos radicales en otro, tal es el caso de las redes sociales abiertas, como Facebook o Twitter, que implicaron un avance moderado en el modelo de internet, pero que han implicado profundas transformaciones en los movimientos sociales locales y globales.
 
Fuente:
www.clubdeinnovacion.es

sábado, 16 de febrero de 2013

El científico maldito.

Por Aaron James
Traducción por Claudio Pairoba

Medgley ideólogo del plomo en combustibles, Teller quien respaldó el desarrollo de la bomba atómica y Edison, protagonista junto con Tesla de la guerra de las corrientes.


El ingeniero mecánico Thomas Midgley (1889-1944) hizo algunas cosas bastante despreciables con la ayuda de su reputación científica. Si su campaña acerca del efecto sobre el cambio climático de los clorofuocarbonados fue un error involuntario, no se puede decir lo mismo de su desvergonzado fomento de los aditivos de plomo anti explosión. Se podría decir que Midgley sabía que existía evidencia concluyente de que los obreros de la industria automotriz estaban sufriendo muchísimo de su exposición a las neurotoxinas. A pesar de esto, ofreció engañosas demostraciones públicas de su supuesta inocuidad, explotando a sabiendas la confianza pública en la ciencia para ganancia personal. En mi último libro “Malditos. Una teoría”, desarrollo esta definición junto con los pros y contras de este vicio distintivo.

Midgley puede entrar a la categoría de “maldito” de acuerdo a una definición del término. Un maldito es un tipo (o chica) que se atribuye ventajas especiales en relaciones sociales a partir de un arraigado (y equivocado) sentido de derecho que lo inmuniza de las quejas de otras personas
Mientras que Midgley falló en sus obligaciones como científico ante gran parte de la sociedad, los científicos a menudo se comportan como malditos entre ellos. Entre los ejemplos más conocidos tenemos las famosas maquinaciones de Edward Teller en contra de J. Robert Oppenheimer o las manipulaciones propietarias de

Thomas Edison en contra de Nikola Tesla. Hay también una amplia gama de movimientos malditos cotidianos tales como negarle fondos a un competidor, menospreciarlos a él o a sus resultados, hacerlos despedir, demorar la publicación de sus trabajos – todo simplemente por vanidad, supuesta superioridad o envidia disfrazada de corrección.

Si bien Midgley, Teller y Edison fueron malditos, no fueron necesariamente malos científicos. Cuando los científicos famosos parlotean en público como filósofos amateurs, no son necesariamente peores biólogos o físicos. Y cuando el Panel Internacional sobre Cambio Climático suprimió evidencia y festejó la muerte de sus críticos, obstaculizando su propia causa loable, sus errores fueron más que nada políticos antes que científicos en naturaleza.

Todo esto lleva a una pregunta más difícil: ¿puede uno ser un maldito en la propia práctica científica, incluso en sus búsquedas más privadas, tales como llevar a cabo un experimento o analizar los datos?
Podría parecer que no. El método científico tiene estándares estrictos para evaluar una hipótesis, pero los estándares no son solo obligaciones morales o interpersonales. Y además, actuar como un maldito puede ser una bendición para la ciencia. Cuando Robert Millikan determinó la carga del electrón a principios del siglo XX, negó datos indebidamente (en un error que llevó 30 años corregir) o confió apropiadamente en sus instintos, incluso a partir de un puro exceso de confianza? Un científico empujado por el ego y un sentido de derecho podría trabajar más horas, analizar datos de manera más rigurosa y buscar explicaciones más grandiosas y complicadas – todo con la firme convicción de que él es el Isaac Newton del tiempo presente.

Y si consigue grandes resultados que funcionan, ¿a quién le importa? Le estaremos en deuda de todas formas.

Aún así, propongo que hay una línea delgada entre coraje científico útil y terreno maldito. Supongamos que alguien descarta la teoría de su rival fundamentalmente debido a que es la teoría de su rival, o ignora datos que apuntan a socavar su hipótesis favorita, porque él se considera un “revolucionario”. Eso iría mucho más allá de lo que uno está autorizado a pensar o hacer dentro de las buenas prácticas científicas, y por razones malditas.

Y, sí, tales movimientos malditos todavía pueden ser una fuerza para el bien, al conducir a grandes descubrimientos. Pero esto será así solo en los márgenes de la práctica científica.


Esto es así porque hay poco tiempo durante el día para tratar de entender lo que pasa, mucho menos para trabajar en la búsqueda de nuevos resultados. De esta manera, los científicos tienen que verse a sí mismos como parte de una tarea común y apoyarse en el juicio mutuo. En ese caso, importa sobremanera si son confiables y cuan fielmente se someten a la autoridad de los mejores métodos de la ciencia, incluso en sus investigaciones “privadas”. Puede haber unos pocos malditos con suerte. Pero la ciencia no será la increíble fuerza para el bien que es a menos que los miles de científicos trabajen mancomunadamente en humildad ante las demandas de la razón.

Aaron James es Profesor Asociado de Filosofía de la Universidad de California, Irvine. Ganó la Beca del Consejo Norteamericano de Sociedades Ilustradas. Pasó el año académico 2009-2010 en el Centro para Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento, Universidad de Stanford. Es un ávido surfista (experiencia que inspiró directamente su libro). Lea un extracto de su libro.




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jueves, 14 de febrero de 2013

Comunicación y sociocultura.

A partir de una conversación veraniega, Sandra Massoni invita a una exploración de aquello que el lenguaje hace en otro lado para explicar el paradigma de la comunicación estratégica.

 Por Sandra Massoni *


De vacaciones y en la playa me encuentro con un amigo que hacía tiempo no veía. Tomamos unos mates a la orilla del mar y en medio de recuerdos, comentarios e intercambio de noticias sobre los conocidos, salta la pregunta: ¿Me podés decir qué es eso del nuevo paradigma de la comunicación? Vi que hace poco diste un curso en no sé dónde bajo ese título...

Probamos. Nos salió una disquisición/explicación breve y veraniega que conformó a mi amigo. Comenzamos por repensar la idea de comunicación social tradicional, aquella que se corresponde con alguna de las dimensiones del fenómeno que refieren sólo a lo comunicativo y que típicamente abordan las teorías de la comunicación desarrolladas en el siglo XX.

¿No será otra moda, che? Esto de lo viejo y lo nuevo no me va. Porque queda bien decir “el nuevo paradigma comunicacional”. Muchos lo dicen y sanseacabó: discusión cerrada. Comentario finiquitado. Nada más que agregar.

Los enfoques que se incluyen en los nuevos paradigmas, en contraposición, buscan desplegar una mirada sobre lo comunicacional en reemplazo de lo comunicativo. Reconocen que, ante todo, cualquier comunicación es una relación. Ese es su foco. Allí ubicados, lo que toca luego es explorar ese fenómeno como una conversación multidimensional, compleja, fluida, en la que interesa analizar cómo opera el encuentro entre quienes hablan. No se trata de cualquier conversación: no una charla entre vos y un Fulano, sino un vínculo intersubjetivo que configura el mundo deseable y posible tanto para vos como para el Fulano pero cuyos ejes y tonos se resuelven siempre a medio camino entre lo individual y lo colectivo. Ese es el recorte de lo comunicacional. Al examinar lo que ocurre en esa situación, los autores de los nuevos paradigmas hablamos del sentido enactuado. Claro, ese registro antes no se consideraba... ¿por eso también desde los nuevos paradigmas se plantea una especificidad para la comunicación social y antes se la ubicaba sólo como un tema de investigación que abordaban a veces otros científicos sociales?

Entre mate y mate, pasamos a revisar la cuestión de qué hacemos hoy los comunicadores ubicados en los nuevos paradigmas. El asunto del recorte específicamente comunicacional requirió situar esta nueva comunicación que plantean numerosos teóricos e investigadores en el campo de estudios comunicacionales actuales. Tomamos como referencia al mexicano Jesús Galindo Cáceres, quien habla de la tercera fundación de la comunicación que hoy se registra en Latinoamérica. Repasamos congresos y jornadas internacionales en los que se debatió el tema en el último año en diferentes países y ubicamos a algunos coterráneos de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario. Ocurre que los comunicadores estratégicos no nos ocupamos de las subjetividades (esto lo hacen, entre otros, los psicólogos y los educadores), tampoco de las sociedades (esto lo hacen, entre otros, los sociólogos y los antropólogos); los comunicadores estratégicos nos ocupamos de la comunicación como espacio que emerge a medio camino entre ambos. 

De allí que definimos la comunicación como encuentro sociocultural. Una tensión que brota, a veces más cerca de un polo... a veces más cerca del otro... siempre en situación. La interlocución hace al tono y por consiguiente la comunicación, lejos de reducirse a la dimensión informativa, se despliega en dimensiones múltiples. Nos detuvimos a comentar casos cercanos en los que es evidente que lo comunicacional genera ciertas reverberancias colectivas que a veces nos resuenan en el cuerpo –individualmente, claro–, pero que también compone silencios como espacios socialmente cooperados. En esa dirección pensamos que nuestro trabajo de comunicadores implica también una exploración de aquello que el lenguaje hace en otro lado –como dice Noé Jitrik–, y –agrego yo– de aquello que se hace más acá y más allá de las metáforas o aun de otros diversos dispositivos de la dominación.

Nos gustó comprobar que los nuevos paradigmas de la comunicación nos ayudan a visualizar cierta ampliación de nuestras competencias como productores y consumidores de medios masivos. La comunicación desde los nuevos paradigmas es un eco, una sinergia individual/colectiva, una sintonía que incluye y a la vez excede lo simbólico, porque lo rebasa. Nuestra tarea actual desde estos registros de la cuestión comunicacional es más diversa, en tanto se interesa por las relaciones de afectación mutua de los actores sin concentrarse exclusivamente en códigos y mensajes.
Se nos acabó el agua del termo y, como hacía calor, nos fuimos a nadar.

* Doctora en Ciencias Sociales. Maestría en Comunicación Estratégica Univ. Nacional de Rosario.

Fuente:
www.pagina12.com.ar

sábado, 5 de enero de 2013

Contra la politización de todas las cosas.

Por Enrique Krauze



CIUDAD DE MÉXICO.- Politizar" es una palabra relativamente nueva en castellano. No aparecía en el Diccionario de la Real Academia Española (edición de 1970). Significa al menos tres cosas: una concentración excesiva en la política a expensas de las diversas zonas de la realidad, una concentración excesiva en los aspectos más superficiales de la propia política, y la primera acepción que consigna el mismo diccionario, en su edición vigente: "Dar orientación y contenido político a acciones, pensamientos o personas que, corrientemente, no lo tienen".

El uso primero es evidente en la prensa, los medios y las redes. Frente a la política, se desvanecen las otras esferas de la vida: los problemas sociales, los temas de la salud y la enfermedad, la ecología y la naturaleza, las cuestiones de religión y fe, las manifestaciones del arte, las letras y el pensamiento, las finanzas y los negocios, las iniciativas ciudadanas, la ciencia y la tecnología, el mundo exterior... casi todo salvo el deporte y la "cultura del espectáculo". El fenómeno empobrece a quienes lo ejercen y lo consumen: día con día hay hechos ajenos a la política, más importantes, influyentes o trascendentes que los hechos políticos.

Una derivada de esta politización puede hallarse en las columnas y comentarios menudos que siguen los gestos, los rumores, los chismes y -sobre todo- las declaraciones de los políticos. Es casi un deporte en el que se pierde el contexto social, la perspectiva histórica, la discusión de ideas, la valoración ética, el análisis lógico. En una palabra, el estudio de fondo -estructurado, fundamentado, estadístico, comparativo- de la política. En esa variante de la politización, la opinión desplaza al hecho, la ocurrencia al análisis, la política permanece en la espuma de los días.

El tercer significado es más interesante y complejo. El propio diccionario lo recoge en una segunda acepción: "Inculcar a alguien una formación o conciencia política". Se trata de un uso positivo, por ejemplo en el caso de una sociedad apática o inconsciente de sus derechos. Politizarla es contribuir a su autonomía y madurez. Pero el uso puede tener también una cara negativa. Ocurre cuando se da una "orientación y contenido político a acciones, pensamientos o personas" cuya naturaleza es, o debería ser, esencialmente ajena a la política.

En la esfera de la cultura, la politización puede desembocar en lo que Jean Paul Sartre llamó "la militarización de la cultura". A un libro, una obra de arte, un descubrimiento científico o un producto cultural de cualquier índole, no se le juzga -si se le juzga- por su calidad o su valor intrínseco, sino por la real o supuesta filiación política de sus creadores. Si es "amigo", la obra es "buena"; si es "enemigo", la obra es "mala" o, finalmente, no existe. Con la "politización de todas las cosas" se pierde el sentido mismo de la creación y el saber. Por eso preocupa tanto que cunda en medios universitarios.

Una forma particularmente insidiosa y obsesiva de esta politización es la teoría conspiratoria. Quienes incurren en ella no preguntan sobre la verdad objetiva de los hechos sino por el "poder" que adivinan o imaginan -sin probarlo nunca- "detrás" de ellos. El poder elevado a categoría explicativa absoluta. No abundaré sobre esta patología intelectual y moral, tan presente en la retórica populista latinoamericana de estos años.

La politización de todas las cosas ha tenido efectos devastadores sobre las relaciones personales. En su tratado de la amistad, Cicerón apunta que la política es causa fundamental de la discordia entre amigos. En Venezuela y en varios otros países (incluido México) la politización extrema (esa forma intolerante de acercarse a la política o de practicarla) no sólo ha sembrado división entre amigos sino también entre hermanos. Familias enteras comienzan a considerar, apenas ahora, los costos del encono ideológico.

Criticar la politización de todas las cosas no significa llamar a la despolitización. No se trata de dejar la política sólo en manos de los políticos. Se trata de alentar la buena politización ciudadana (participativa, matizada, informada, inteligente, alerta) y desalentar la mala politización (ideologizada, fanática, trivial). Se trata de enriquecer la vida política elevando la calidad del análisis político, del debate político y la crítica política. La "politización de todas las cosas" no contribuye a ese enriquecimiento. Paradójicamente, por la confusión intelectual que implica, contribuye a la despolitización.

Por lo demás, la democracia no requiere que empeñemos todo el tiempo -desayuno, comida y cena- en la política. Un buen propósito para 2013 sería devolver su riqueza y diversidad a la vida de cada nación. Cuando no todas las primeras planas sean políticas, cuando las distintas esferas de la vida alcancen las primeras planas, tendremos la certeza de vivir en una sociedad mejor.

Fuente 
www.lanacion.com.ar

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Pueblos en riesgo de desaparecer.

Un estudiante de Ciencia Política estudió las causas de los procesos de despoblamiento en las localidades del sur de la provincia de Santa Fe.


"Cuando uno se acerca al territorio e indaga, se encuentra con indicadores muy preocupantes", sostuvo E. Violante.

 Por Victoria Schmuk

Edgardo Violante, graduado de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, decidió investigar para su tesina final las realidades demográficas, sociales y políticas de las pequeñas localidades en el área sur de la provincia de Santa Fe, desde una amplia perspectiva asociada al enfoque del desarrollo local.

La inquietud de Edgardo por investigar este tema se inicia luego del cursado de la materia "Espacio y Sociedad" de la carrera de Ciencia Política, a cargo del Dr. Oscar Madoery, donde se abordan temáticas relacionadas al desarrollo local en el ámbito urbano y al desarrollo rural, territorial.

La investigación da cuenta de una situación que en los últimos 10 años se ha tornado paradójica, pues en un marco de crecimiento sostenido de la producción agraria argentina - vinculado tanto a volúmenes como a precios - se está registrando un notable deterioro en las condiciones sociales y económicas de cientos de pequeñas localidades ubicadas precisamente en el territorio rural pampeano. Dentro de este panorama, las localidades analizadas que se encuentran afectadas por el fenómeno del despoblamiento, muestran una situación desfavorable tanto en materia de infraestructura y servicios públicos, como en cuestiones laborales y asistenciales.

"En las últimas dos décadas la región de la pampa húmeda ha experimentado una verdadera revolución productiva de la mano de la incorporación de nuevas
tecnologías aplicadas a la producción agropecuaria, acentuado aún más su perfil agro-productivo. Dentro de este contexto socio-económico, cabe resaltar como proceso contradictorio la significativa reducción demográfica de los núcleos poblacionales de menor tamaño en la región", dijo el politólogo.

Las localidades que abordó se encuentran alrededor de 60 km. de la ciudad de Rosario; La Vanguardia, población que en la actualidad cuenta con 455
habitantes (censo 2001), habiendo registrado una retracción del 18% o de su población en relación con la medición anterior (censo 1991). Por otro lado,
trabajó con la localidad de Cepeda, población habitada por 434 habitantes (censo 2001) y que ha tenido una disminución del 16% de sus habitantes de acuerdo a la variación intercensal (1991-2001).

Edgardo contó que estas localidades son catalogadas como poblaciones rurales no sólo por poseer menos de 2000 habitantes, sino también por estar inmersas “simbólicamente” en el medio rural. A las localidades que sufren este fenómeno se las vienen denominando, de acuerdo a varias investigaciones y publicaciones, como pueblos en proceso de despoblamiento o como pueblos en riesgo de desaparecer.

El sector sur de la provincia de Santa Fe, inmerso completamente en la región de la pampa húmeda (la más dinámica en que lo hace a la producción agraria), presenta una cantidad considerable de localidades afectadas por el fenómeno del despoblamiento. "Para dimensionar globalmente la cuestión es necesario atender a otras facetas del asunto que están más allá de lo meramente cuantitativo-demográfico. Vinculadas tanto a elementos de tipo cultural subjetivo que hacen a la socialización de los habitantes de dichas localidades, como a la estructura económica productiva y a las condiciones laborales a nivel local", sostuvo Violante.

Además, el investigador señaló que la situación de los pueblos en proceso de despoblamiento está también atravesada por relaciones político-administrativas de distinta índole y de varios niveles gubernamentales. También, las jurisdicciones políticas provinciales y el Estado Nacional tienen responsabilidad y competencias sobre el asunto, más allá de que la cuestión en concreto se presenta en la jurisdicción local-comunal. "Esto se debe a que se trata de una cuestión compleja de desarrollo local que involucra a diversos actores y organismos públicos.

La idea de Edgardo fue hacer un trabajo explorativo inicial, ya que existen pocas investigaciones realizadas en el sector sur de la provincia de Santa Fe, para que luego otros continuen investigando y "sobre todo problematizar esta cuestión para que se haga visible y pública".

"La ausencia de políticas públicas territoriales a nivel provincial es muy notable y posiblemente están focalizadas en otras areas de la provincia y a nivel nacional después del conflicto del campo en el 2008, aparecen nuevas políticas, algunos Programas a traves del Ministerio del Interior que tratan de articular acciones integrales en pequeñas comunidades rurales", sostuvo Violante.

Por otra parte, Edgardo comentó que cuando uno se acerca al territorio e indaga se encuentra con indicadores muy preocupantes. "No hay una relación directa entre crecimiento y desarrollo, todavía las comunidades no se han desarrollado y el crecimiento tiene que ver con la desigualdad social de diferentes grupos económicos y la falta de políticas públicas en lo que tiene que ver con infraestructura y servicios. Me he topado con cosas que un relevamiento censal no puede dar cuenta, como la cantidad real de desocupados".

Fuente:
www.unr.edu.ar

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