Por Lucía Atehortúa
Ante la amenaza climática a la producción tradicional de alimentos, hay que pasar de la agricultura al cultivo celular, dice Lucía Atehortúa.  
          
 Si el cambio climático comienza a limitar la producción mundial de  cultivos alimenticios y energéticos, será necesario desarrollar un nuevo  sistema de producción de alimentos.
Imagine la agricultura en pequeños espacios, usando herramientas de alta  tecnología, como foto-biorreactores que generen energía limpia las 24  horas del día, independiente de factores climáticos externos.
Imagine que ésta estuviera libre de patógenos y agroquímicos, que no  dependiera de las estaciones, y que existiera la posibilidad de producir  cultivos genéticamente modificados que no interactuaran con el  medioambiente ni afectaran la biodiversidad existente.
Esto es la ‘bioagricultura urbana’, un tipo de agricultura de alta  tecnología desarrollada principalmente para grandes ciudades.
La producción y la seguridad alimentaria han estado bajo amenaza por la  urbanización y el crecimiento de la población incluso antes de que  existiera la perspectiva de una catástrofe climática. Con esto en mente,  nosotros en la Universidad de Antioquia en Medellín, Colombia, hemos  estado desarrollado una serie de investigaciones en cultivos de células  diferenciadas y tejidos para cultivar futuros productos alimenticios y  energéticos.
Hasta ahora, nuestro trabajo se ha enfocado en el uso de cultivos celulares para producir cacao, aceite de nuez de Barbados (
Jatropha curcas)  y jugo de naranja. Otras especies de plantas en proyecto incluyen la  caña de azúcar, el maíz, el trigo y la cebada. Estos esfuerzos podrían  ser un hito para demostrar la viabilidad de la bioagricultura urbana.
Límites a la modificación genética
Una solución para el potencial fracaso de la agricultura  tradicional es la modificación genética, la que puede hacer cultivos  resistentes a eventos ambientales extremos, como sequías o  inundaciones.
Sin embargo, no es realista esperar que ésta se desarrolle para cada  tipo de alimento. Esto requeriría enormes recursos financieros, mucha  investigación científica y largos períodos para que el cultivo pase  todos los protocolos de bioseguridad necesarios antes de que puedan ser  plantados en el campo en contacto directo con el ambiente natural. Los  cultivos también necesitarían adaptarse bien y tener rendimientos  suficientemente altos como para alimentar al mundo.
Los organismos transgénicos enfrentan otro obstáculo: son el foco de una  preocupación social considerable. Realmente deberíamos mirar hacia otro  lado para hallar la respuesta.
La alternativa podría ser la biotecnología de plantas, específicamente, el cultivo celular y de tejidos 
in vitro de  las partes comestibles de ciertos cultivos o frutos. Hasta ahora, no  obstante, hay poca literatura sobre ese tipo de investigaciones.
El cultivo celular también permite la síntesis de nuevos productos  naturales, hace posible crear ‘biofábricas’ para convertir cultivos de  escaso valor en productos altamente valorados y genera nuevos compuestos  que normalmente no son se producen bajo condiciones naturales. Se  pueden generar nuevos productos que no existen hoy en el mercado, por  ejemplo, se pueden mezclar células de cacao con células de almendra para  generar un producto que tenga sabor a cacao con almendra. También se  puede inducir las células usando compuestos llamados precursores para  producir otras nuevas sustancias por la vía de la biotransformación. 
Producción comercial
 El uso de cultivos celulares ya ha tenido un impacto en la investigación  en fisiología y bioquímica, especialmente en estudios de metabolismo  celular y trabajos para determinar el efecto de sustancias como hormonas  vegetales en respuestas celulares.
En genética, la clonación ha permitido el mejoramiento de cultivos  celulares a través de la fusión de protoplastos —células vegetales en  las cuales la pared celular ha sido removida— y de la transformación  genética. Los progresos han sido tan buenos que con técnicas modernas  ahora no sólo es posible cultivar células libres, sino también permitir  la división celular en un cultivo aislado y luego usarlo para generar  plantas enteras.
Además, el cultivo 
in vitro de células suspendidas en líquido  brinda un sistema para la producción comercial de una gran cantidad de  productos vegetales conocidos como metabolitos primarios y secundarios. 
Si esos sistemas de producción son estables y competitivos en cuanto al  precio, podrían hacerse a una escala adecuada para el uso comercial e  industrial.
La producción de cultivos de este tipo podría ayudar a preservar la  biodiversidad, pues no sería necesaria más tierra o la destrucción de  bosques para la agricultura, se usaría menos agua y se evitaría abusar  de la tierra primaria. Podría ser implementado en cualquier lugar del  planeta, e incluso en el espacio.
El cultivo de células y tejidos tiene el potencial —tanto para la  investigación básica como para la aplicada— de desarrollar productos  industriales como fragancias, tinturas, gomas y resinas, especialmente  en países como Colombia, que tienen una biodiversidad vegetal  considerable. Pero éstos rara vez son implementados en esos países: la  mayor parte de la investigación se realiza en países desarrollados que  tienen relativamente escasa biodiversidad.
La biodiversidad es importante aquí porque el cultivo celular busca  reproducir el material parental original, el que por lo tanto necesita  tener una calidad suficientemente alta. Cualquier parte de la planta  usada para el cultivo de tejido también debe tener una alta calidad  similar. 
Preocupación por los costos
La mayor parte de la investigación existente en este campo se  enfoca en la producción de metabolitos secundarios, en parte porque los  sistemas agrícolas tradicionales son ampliamente vistos como  económicamente más viables y seguros para la producción de alimentos.  Pero el cambio climáticos podría inclinar la balanza hacia el cultivo  celular.
El alto costo de los cultivos celulares se debe en gran parte a las  herramientas tecnológicas que requiere, por eso hasta el momento no es  realmente viable para los países en desarrollo producir sus alimentos de  este modo. Pero tal como suele suceder con la tecnología, una vez que  alcanza popularidad y se usa ampliamente, la competencia pronto hace  bajar los precios.
Pareciera, sin embargo, que nunca ha habido un profundo análisis de  costos de todo el proceso, desde la producción básica a través de  cultivos celulares hasta la producción piloto a escala industrial, con  una evaluación de costos en cada etapa.
Cuando las técnicas de cultivo celular hayan sido adecuadamente  presupuestadas de este modo, éstas se podrán comparar con la producción  agrícola convencional del mismo cultivo bajo condiciones naturales, y  también será posible comparar los beneficios ambientales.
Dentro de 20 o 30 años este nuevo sistema de producción podría ayudar a  alimentar al mundo y darnos oportunidades para sobrevivir en el caso de  una catástrofe ambiental.
Pero para que eso ocurra, debe implementarse a nivel mundial tan pronto como sea posible, de modo que podamos estar preparados para lo que depare el futuro.
Lucía Atehortúa es profesora de biotecnología del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia. 
Fuente:
www.scidev.org