En una civilización donde –sostiene el autor de este
ensayo– “resulta inmoral no ser feliz” y donde predominan “la evasión,
la violencia mediática y la frivolidad”, sucede que “el hombre actual
sufre por no querer sufrir”. Y prospera el “infantilismo”, que declara:
“Sufro: alguien tiene que ser el causante”. Es el argumento que
Nietzsche llamó “de las ovejas enfermizas”.
Por Luis Hornstein
La moral y
la felicidad, antes enemigas irreductibles, se han fusionado;
actualmente resulta inmoral no ser feliz. Hemos pasado de una
civilización del deber a una del placer. Allí donde se sacralizaba la
abnegación y la privacidad tenemos ahora la evasión, la violencia
mediática y la frivolidad. La dictadura de la euforia sumerge en la
vergüenza a los que sufren. No sólo la felicidad constituye, junto con
el mercado de la espiritualidad, una de las mayores industrias de la
época, sino que es también el nuevo orden moral.