miércoles, 1 de mayo de 2013

Consiguen asustar a "la mujer sin miedo".

Por Antonio Martínez Ron

  • La paciente SM posee una extraña afección de la amígdala que le impide sentir miedo.
  • Un grupo de investigadores ha conseguido asustarla después de años con un pequeño "truco".
Así funciona el circuito del miedo en nuestro cerebro  -Foto: Carlos Gámez

La paciente SM es una mujer de 44 años que sufre una rara afección genética conocida como enfermedad de Urbach-Wiethe. Este mal provoca un deterioro permanente en la amígdala, una región del cerebro conocida como el "centro del miedo" y sin la cual su vida se ha visto claramente alterada. Hasta tal punto que su caso se ha convertido en una referencia para los investigadores, que llevan una década realizando experimentos con ella. Entre otras experiencias que el resto de la humanidad considera horripilantes, le hacen ver películas de terror, le ponen delante de arañas y serpientes y hasta le han llevado a una casa "encantada". Pero ella ni siquiera parpadea.


Un grupo de investigadores de la Universidad de Iowa, encabezados por Justin Feinstein, ha decidido llevar más allá su estudio sobre la amígdala. Esta estructura cerebral en forma de nuez dispara la señal de alarma ante supuestas amenazas y ha tenido un papel evolutivo en nuestra supervivencia: ante la presencia de un peligro inminente, este núcleo activa la alarma y nos hace huir. Una de las señales que dispara esta señal es la presencia de concentraciones inusualmente altas de dióxido de carbono en sangre, un síntoma de posible asfixia, el mecanismo por el que nos despertamos sobresaltados, por ejemplo, si se nos queda un brazo dormido en pleno sueño.


Esta reacción se produce con cantidades de CO2 que no son letales, así que Feinstein y su equipo se preguntaron qué sucedería en estas circunstancias a los pacientes con la amígdala dañada. En el estudio, publicado en Nature NeuroScience, participaron la paciente SM y otros dos afectados por el mismo síndrome y doce controles sanos a los que se hizo inhalar un compuesto con un 25% de dióxido de carbono. Y el resultado fue el contrario del esperado: por primera vez, desde que era una niña, la paciente S.M. tuvo un ataque de pánico.

Los otros dos pacientes con daños en la amígdala también experimentaron un mayor nivel de miedo que los sujetos de control. En las entrevistas posteriores, tanto ellos como SM aseguraron haber sufrido un ataque de pánico al pensar que se iban a asfixiar con lo que inhalaban con la máscara. "Fue una completa sorpresa para nosotros", asegura Feinstein. "La hemos estudiado [a SM] durante mucho tiempo y nunca habíamos visto una reacción parecida".

El estudio demuestra, según Nature, que algunas de las respuestas más primarias de alerta se producen al margen de la amígdala y que no es, como se pensaba, esencial para todos estos procesos. La intención de Feinstein es documentar estas reacciones al margen de la amígdala con neuroimagen para comprenderlas mejor y saber qué regiones del cerebro participan.

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