La actual pandemia
de COVID-19 ha desnudado situaciones que siempre se habían
manejado de manera informal. La comunicación apropiada de la ciencia no ha sido la
excepción.
La comunicación científica es clave para llevar tranquilidad y generar acciones útiles. (Foto: wjla.com) |
Por Claudio Pairoba*
(Se incluye audio radial al final)
La poca
presencia en medios de comunicación (sobre todo televisivos) de periodistas/comunicadores
científicos entrenados ha generado desconcierto entre algunos de estos
profesionales. El malestar aumenta cuando son reemplazados por panelistas
que opinan, muchas veces, desde el desconocimiento y falta de formación
adecuados.
Cuando se opina
de fútbol, cine, economía, policiales y agro con frecuencia se convoca a
comunicadores especializados. Lamentablemente, con la ciencia parecería no pasar
lo mismo.
Para entender la
situación actual es necesario hacer un
poco de historia y analizar el funcionamiento de la comunicación científica
en nuestro país. Veamos, entonces, qué es lo que ha pasado en el campo de la
comunicación científica en los últimos años, y especialmente su relación con
los medios de comunicación.
La
ciencia en los medios
En el año 2013
hice un relevamiento de medios online en todo el país que tenían suplemento de
ciencia. De 133 medios, el 70% no lo tenían. Y los que lo
tenían se orientaban básicamente al tema de la salud, que es algo que siempre
interesa porque nos involucra como seres humanos. La presencia de los suplementos
de ciencia en los diarios impresos siempre ha sido un tema controvertido. Con
los cambios producidos por la aparición de Internet, caída de ventas y
necesidad de reconversión consiguiendo lectores y auspiciantes, los suplementos
de ciencia van y vienen de acuerdo con el humor del editor y la visión de los
directivos del diario.
En tiempos de “fake news” y teorías conspiranoicas la ciencia, lamentablemente, sigue sin formar parte de la cultura de nuestro país. La falta de difusión de manera continua desde los medios masivos contribuye a esta situación.
Formación
en comunicación científica
A nivel
nacional, hay varias universidades y organizaciones que tienen programas de
posgrado dirigidos a la especialización en periodismo, comunicación o
divulgación científica. En la Red Argentina de Periodismo Científico se indican distintos ámbitos de formación los cuales incluyen universidades nacionales (Buenos Aires, Córdoba, Río Negro, Moreno) así como otras instituciones.
Una búsqueda en
Google arroja los siguientes resultados adicionales:
1. Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales – Universidad de Buenos Aires
2. Universidad
Nacional de La Pampa
3. Universidad
Nacional de Quilmes
4. Universidad
Católica Argentina
Viendo esta
amplia oferta de lugares donde estudiar comunicación científica así como el
número importante de profesionales de allí egresados, resulta todavía más
enigmática la escasa presencia de comunicadores científicos en los medios.
Las trayectorias
de aquellas personas que hacen estos posgrados son muy variadas. Eso nos lleva
a explicar con un poco más de detalle las diferencias entre tres denominaciones
que muchas veces se utilizan de manera equivalente.
Comunicólogos,
periodistas y comunicadores
Comunicólogo o comunicador social
Es el profesional que practica la
comunicología, la cual se
define como la disciplina que abarca a todas las ciencias de la
comunicación aplicadas a la investigación, docencia y gestión de la comunicación
en las múltiples dimensiones simbólicas, discursivas, retóricas,
antropológicas, psicológicas, sociológicas, políticas y culturales de todas las
organizaciones (públicas, privadas o comunitarias) desde un abordaje
interpersonal, institucional, comunitario o colectivo. El comunicólogo se
desempeña en el ámbito académico como docente e investigador donde analiza los
procesos y medios de comunicación masiva con el fin de simplificar conceptos
para aquellos que no están en el tema. También puede dedicarse
a la actividad privada.
Periodista
Involucra a un
universo de trabajadores mayores quienes se han formado en el oficio sin
estudiar ninguna carrera mientras que otros tienen formación terciaria o
universitaria.
El periodista toma
un trozo de la realidad y lo explica de manera sencilla. Es un investigador
social que produce material a través de los géneros periodísticos para cumplir
según sea su objetivo. Puede expresarse a través de una columna, crónica, nota
periodística o un reportaje.
Comunicador
Busca divulgar
públicamente contenidos. Sus objetivos son transmitir información por los
medios de comunicación masivos. Son comunicadores el periodista, escritor, analista
político, locutor de radio, etc. El comunicador
solo requiere difundir, comunicar sin
hacer un análisis teórico más profundo de la información ni de la
comunicación humana.
Como el
periodista, el comunicador no necesita de un grado universitario para poder
serlo, aunque muchos tienen formación en determinados campos. Una formación en manejo
de audiencias, lenguaje corporal y capacidades oratorias, entre otras
habilidades, contribuyen a su trabajo.
Habiendo hecho
esta aclaración, usaré de manera equivalente los términos periodista científico
y comunicador científico.
Cada
periodista tiene su estilo comunicacional
La audiencia de
un periodista está íntimamente relacionada con su
historia, formación y estilo comunicacional. Analizando las
historias variadas y los distintos caminos de los periodistas/comunicadores
hoy, es claro que las audiencias también serán variadas. Por lo tanto, es
importante definir para qué audiencia uno está comunicando. Entra aquí un
concepto clave: la simplificación de conceptos. Por mi historia y formación, sé
que puedo simplificar hasta un cierto punto. Proceder de otra manera sería ir
en contra de mi propia naturaleza. De todas formas,
no debemos dejar de considerar que comunicar para nuevas audiencias es un
desafío que puede ayudarnos a descubrir fortalezas y áreas para trabajar.
Tiempo
y contenido
Aquellos que
tenemos una formación avanzada en un tema como la salud siempre debemos estar
atentos a no atiborrar a nuestra audiencia con demasiada información. El tema
nos apasiona pero no necesariamente ocurra lo mismo con quienes nos leen o
escuchan. Por eso debemos estar atentos al tiempo/extensión
de nuestro producto comunicacional.
Por otra parte,
debemos ser cuidadosos al determinar el contenido
de nuestra comunicación, definiendo lo que podemos dejar de lado en aras de la simplificación y lo que no podemos
dejar de lado en aras de la exactitud.
Hay una frase
que siempre debemos tener en cuenta cuando uno se dirige a una audiencia: “No hay que sobreestimar sus conocimientos
ni subestimar su inteligencia”.
Entendiendo
el proceso científico
La ausencia de
una comunicación científica que forme parte de la cultura de nuestro país, hace
que, en que su mayor parte, la ciudadanía no entienda cómo funciona la ciencia.
Los medios
tienden a publicar los hallazgos científicos con términos altisonantes que
inducen a pensar que un investigador se levantó una mañana, tuvo una idea,
llegó al laboratorio e hizo un experimento de manera exitosa. Todos los que nos
movemos en el ámbito científico/académico sabemos que esto está lejos de la
realidad. Se relaciona con la idea de simplificación antes mencionada. En estos tiempos sin tiempo, si
no tenemos paciencia, tratar de entender a la ciencia se nos va a hacer
difícil.
Esta aparición ocasional de la ciencia en
los medios y presentando un hallazgo como algo totalmente fuera de lo común ha
contribuido a la idea de una “ciencia
mágica”. Un resultado que aparece de manera rápida para solucionar un
problema concreto. Esto está lejos de la realidad y es conveniente que
empecemos a trabajar para desarmar esa noción. A continuación van algunos puntos
que nos pueden ayudar en esta tarea.
Resultados negativos
Primero:
para llegar a un resultado positivo debemos pasar antes por muchos resultados
negativos (en el caso de que lleguemos a un resultado
positivo). Esta idea de que hay resultados
negativos se cristalizó en publicaciones científicas. Como ejemplos
nombraré al “Journal of Negative Results in Ecology and Evolutionary Biology”,
creado en 2004 y que se sigue publicando. También tenemos el “Journal of Negative Results in BioMedicine” el cual dejó de publicarse en 2017.
Los resultados
negativos sirven no solo para la comunidad científica, sino para la sociedad en
general. Mencionarlos ayudará a entender que el conocimiento aparece todo el
tiempo pero el conocimiento que estamos buscando aparece después de un cierto proceso. Independientemente de nuestra prisa.
Prisa
Eso
nos lleva al segundo punto: la prisa en ciencia no existe. Los
que estamos en el mundo científico lo sabemos. La presencia de comunicadores
científicos en los medios ayudaría a machacar este concepto una y otra vez. La
necesidad de una vacuna para la COVID-19 pone de manifiesto que la sociedad
quiere algo y lo quiere ya. Desde hace años sabemos que las vacunas no son instantáneas,
aunque ese sea nuestro deseo. Parafraseando a Blaise Pascal cuando dijo “El
corazón tiene razones que la razón no entiende” podríamos decir “La ciencia
tiene tiempos que la sociedad no entiende”.
Incertidumbre
Y finalmente
llegamos a esa emoción tan incómoda. Kant dijo “La inteligencia de un
hombre está proporcionalmente ligada al grado de incertidumbre que es capaz de
soportar”. Esta necesidad de obtener un resultado rápido y seguro
nos lleva a reflexionar acerca del tercer
punto sobre el cual periodistas y comunicadores pueden contribuir a culturizar
a la sociedad: la incertidumbre de la ciencia y cómo transitarla con comodidad.
Vivimos en tiempos inciertos, más que nunca. Entender que la ciencia debe
transitar por el camino de la duda para llegar a un conocimiento cierto (hasta
que se demuestre lo contrario) es una tarea que podríamos considerar incluso de
beneficio para nuestro crecimiento personal. Los investigadores conviven con la
incertidumbre. Una sociedad que no ha aprendido a transitarla tendrá problemas
para comprender el funcionamiento de la ciencia.
Los
roles del periodista/comunicador científico
Necesitamos
confiar en gente que sepa para que nos ayude a entender lo que, de otra forma, se
nos haría difícil o imposible. Confiar. Pero, ¿en quién? En un periodista/comunicador
científico. ¿Por qué un comunicador científico? Porque puede desempeñar los
siguientes roles:
Articulador
Por su trabajo
diario, a un comunicador científico le podemos pedir que nos recomiende sitios y
personas que considere confiables para saber más de un tema.
Comunicador y analista
También le
podemos pedir que nos explique de qué se trata el tema en términos
comprensibles (rol de comunicador). Y también podemos esperar que analice otros
aspectos relacionados con el tema en cuestión (analista). En los tiempos que
corren ya tenemos en claro que la ciencia no es un ente aislado que solo busca
conocimiento. El conocimiento forma parte de un contexto, de una realidad
social, de una época. Tener en claro por qué se estudia algo así como las
posibles consecuencias de nuevos descubrimientos es un análisis que el
periodista científico está en condiciones de hacer.
Investigador
Todo periodista
especializado en un tema conoce el medio en que se mueve. Sabe quién es quién.
El periodista científico no es la excepción. Un periodista/comunicador
científico tiene información sobre la cual escribe pero tiene mucha más
información sobre la cual no escribirá nunca. Todo eso que constituye el lado
oculto de la ciencia, los enojos, afectos y rivalidades que nunca salen a la luz,
ya que la noticia es otra, pero que el comunicador científico necesita conocer
para poder analizar con mayor rigurosidad la información que le llega. Este
conocimiento también permite una herramienta clave en la entrevista: la
repregunta.
Constructor
Con el tiempo,
el comunicador/periodista científico va cultivando relaciones con los distintos
actores del mundo científico local. Actores que confiarán en el comunicador y
facilitarán su trabajo. Pero como todo proceso de valor, el fortalecimiento de
esta confianza se basa en una ética de trabajo y en un respeto mutuo, muy
difíciles de desarrollar cuando se recurre a un periodista/comunicador que
aparece una vez para hacer una nota y a quien no se lo vuelve a ver.
Historiador
El seguimiento
de los hechos así como conocer el ambiente científico en el que se desarrollan,
a lo largo de los años le permite al comunicador científico tener presentes datos,
nombres y circunstancias que han antecedido a la situación presente de una dada
realidad. El dedicarse con exclusividad a este campo tiene esta ventaja
adicional.
Así
llegamos al COVID-19
Con todos estos
antecedentes, llegamos a la COVID-19. Gente con distintos grados de formación interpretando tablas, curvas, datos epidemiológicos. Para determinados
temas los medios convocaron a especialistas: economistas, psicólogos,
psiquiatras, médicos de distintas especialidades. Los periodistas científicos
estuvieron pero no en la frecuencia y número que hubieran sido deseables. La televisión ha sido el medio
donde esto ha quedado expuesto de manera más evidente. Así podemos destacar algunas
situaciones que hemos visto.
Entrenamiento para
comunicar
Si bien por
tratarse de un tema de salud es lógico que haya médicos hablando sobre COVID-19
también es cierto que no todos los especialistas pueden ser comunicadores. El
manejo de los tiempos y códigos televisivos no es algo que se aprenda de un día
para otro. Y la falta de flexibilidad ante una audiencia con pocos
conocimientos puede jugarles una mala pasada a los profesionales que están
acostumbrados a ser escuchados en un ámbito académico.
Es cierto que
los comunicadores están más atentos a cuestiones como los tiempos de los
medios, la capacidad de síntesis, el vocabulario a usar así como otros aspectos
comunicacionales. Por ello pueden sortear las aguas agitadas de un programa de
televisión con algunas herramientas para hacerlo con éxito. Otros comunicadores
tienen habilidades innatas mientras que hay quienes llegan sin tener en cuenta
los códigos del medio y no la pasan bien. Comunicar en televisión requiere de
herramientas, criterio y sentido común.
Todo “debe” ser noticia
Hay una tensión
siempre presente entre medios de comunicación y ciencia dado que manejan los
resultados de manera distinta. Pero en general, y como dueños de casa, son los
medios los que terminan imponiendo las condiciones. El medio siempre necesita
una noticia de impacto, una información que sea interesante. En busca de ese
impacto se empiezan a transgredir límites que para la ciencia son
infranqueables.
Allí es cuando se
empieza a perder de vista que hay una diferencia entre hechos y opinión. Y de
opinión hay mucho en los medios pero en la ciencia no. La opinión se debate, se experimenta y los resultados se vuelven a debatir para llegar a una
conclusión con un cierto nivel de confiabilidad. Pero no hay espacio para la
subjetividad, y las dos campanas. Para alguien que se mueve en el ámbito
científico, no hay dos campanas: hay una sola y es la que tañe con el badajo de
la evidencia. En el tema del manejo de la pandemia tener en cuenta este
concepto es de gran ayuda.
Haciendo tiempo
Ante la
imposibilidad de esperar un resultado concreto o con cierto grado de confiabilidad,
los medios tienen que rellenar ese tiempo de espera. Y si bien en otros temas
se puede rellenar hablando de cuestiones superficiales en ciencia no. Y menos
cuando se trata de salud. Los medios
exigen, piden que se les dé “algo”. Algo para entretenerse y entretener. Y es el
comunicador científico quien tiene las herramientas para poner límites.
Nutriendo
la mente
Tenemos problemas para adquirir nuevos hábitos alimentarios. Nutrir nuestra mente con información científica válida tampoco es cosa sencilla. Recurrir a información confiable, identificar sitios y personas que reproduzcan este tipo de información no es una tarea que se aprenda de la noche a la mañana. Al igual que para comer bien, se necesita interés y acción. Por eso, trabajar para que la ciudadanía adquiera hábitos saludables en cuanto a consumo de información es una tarea que llevará tiempo y una presencia constante en cuanto medio esté a nuestra disposición. Además de esta presencia, el enfoque estratégico de la comunicación científica (ver “Hacia una comunicación científica sustentable”), el cual implica iniciar una conversación con nuestros destinatarios, es un abordaje útil para contribuir al desarrollo de una cultura científica más sólida en la cual el ciudadano se sienta considerado y participe.
Algo
para llevarse
Tratar de incorporar hábitos de la
cultura científica en medio de una pandemia es algo prácticamente imposible. Es como correr una maratón sin haber entrenado. De todas maneras, las siguientes acciones pueden sernos de utilidad en nuestro rol
de comunicadores científicos:
- Lograr una presencia constante de la ciencia y sus comunicadores en los medios
- Usar redes sociales como canales de comunicación más allá de medios tradicionales
- Repetir siempre cómo funciona la ciencia:
o
Incertidumbre
o
Prueba y error (resultados negativos)
o
Tiempos de la ciencia
El manejo
comunicacional de la actual pandemia es un aprendizaje para todos los
involucrados. El comunicador científico tampoco está exento de este
aprendizaje.
*Bioquímico,
farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de Rosario. Master en
Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en Comunicación
Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
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Amplio y claro panorama sobre el rol del comunicador científico hoy. Agrego a los ejemplos expuestos, otra revista que abarca varias disciplinas: Journal of Negative and No Positive Results
ResponderEliminarhttps://revistas.proeditio.com/jonnpr/index
Felicitaciones, Claudio