Cuando
Elisabeth Kübler-Ross visitó el campo de concentración nazi de
Majdanek, la muerte había quedado grabada en las paredes de los
barracones. Los niños habían representado a su manera aquel mundo
mediante mariposas, un símbolo de la vida después de la muerte.
Elisabeth, que siempre supo que quería ser médico, tuvo muy presente
aquella imagen a lo largo de su existencia, la cual estuvo dedicada en
cuerpo y alma a acompañar a las personas en los últimos momentos de
vida. Elisabeth Kübler-Ross se convirtió en un referente en el mundo de
la psiquiatría, en los cuidados paliativos y en conseguir una muerte
digna.
Por Sandra Ferrer Valero
Elisabeth Kübler-Ross nació el 8 de julio de 1926 en la ciudad suiza
de Zúrich. Elisabeth fue la segunda de las tres niñas que nacieron aquel
mismo día. Erika nació un poco antes y Eva unos minutos después. Las
trillizas eran hijas de una familia acomodada de Zúrich perteneciente al
círculo de protestantes de la ciudad.
Elisabeth siempre supo que quería dedicar su vida a la medicina a lo
que su padre se opuso desde el principio. Es probable que esa fuera la
razón por la que con tan sólo dieciséis años se marchara de casa.
Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como voluntaria en distintos
centros hospitalarios y ayudando a los refugiados y heridos en el
conflicto.
En
1951 su sueño de convertirse en médico empezó a fraguarse en la
Universidad de Zúrich donde inició sus estudios de medicina. Durante su
estancia en la universidad conoció al que sería su marido, Emanuel
Robert Ross. En 1957 Elisabeth se graduaba y al año siguiente se casaba
con Emanuel. Después de varios abortos, la pareja tendría dos hijos,
Kenneth y Barbara.
Emanuel y Elisabeth se trasladaron a vivir a los Estados Unidos poco
después de contraer matrimonio. En Nueva York, inició su residencia de
psiquiatría a la vez que empezó a entrar en contacto con enfermos
terminales. Pronto tomaría conciencia de la importancia de preparar a
esos enfermos y a sus familiares para el doloroso trance de la muerte.
Elisabeth se dio cuenta que era básico acompañarlos en el proceso,
escucharlos y consolarlos en un ambiente propicio, alejado del anonimato
de los hospitales donde eran poco más que un historial y un cuerpo a
punto de dejar de funcionar.
En 1962 aceptó un puesto en la universidad de Colorado y tres años
después en Chicago. Elisabeth daba sus clases invitando a pacientes
terminales que explicaban su propia experiencia y a los que los alumnos
les podían plantear cuestiones relacionadas con la muerte. Un
procedimiento totalmente nuevo que no gustó a todo el mundo.
En 1969 publicaba su famosa obra On death and dying, un
libro que se convertiría en texto imprescindible para las generaciones
futuras. Elisabeth definió las que ella consideraba como las cinco fases
en el proceso de la muerte: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación.
Años
después, en 1977, dos años antes de que su marido le pidiera el
divorcio, la pareja y sus hijos se trasladaron a California donde
Elisabeth quiso crear un espacio idóneo para que sus pacientes esperaran
la muerte con dignidad. En una amplia extensión en Escondido, cerca de
San Diego, fundó Shanti Nilaya, algo así como el Hogar de la Paz.
La labor de Elisabeth Kübler-Ross empezó a tornarse controvertida
cuando intentó organizar un centro de enfermos terminales de SIDA en una
zona de Virginia y sus habitantes se negaron en redondo por miedo a la
enfermedad. También cuando empezó a acercarse a movimientos relacionados
con las experiencias extracorporales después de la muerte, la comunidad
científica quiso descalificar su labor.
En 1995 sufrió una serie de ataques que la dejaron parcialmente inmovilizada. Poco tiempo después, cerraba sus puertas Shanti Nilaya
y esperó la muerte en Scottsdale, Arizona, donde falleció el 24 de
agosto de 2004. Tres años después de su muerte era incluida en la
American National Women’s Hall of Fame. Su mejor reconocimiento fue sin
embargo, la utilización de sus más de veinte obras sobre la muerte por
parte de los estudiantes y profesionales de la psiquiatría de todo el
mundo.
Fuente