Cada vez más profesionales consideran que un empleo no solo debe proveer
un salario digno sino crear las condiciones para el desarrollo de las aspiraciones
personales. Cómo evoluciona en el tiempo este nuevo “mindset” que sigue ganando
adeptos. La situación de la mujer en el mercado laboral.
Por Claudio Pairoba*
La pandemia lo cambió todo. El impacto se evidenció rápidamente con la irreparable pérdida de vidas humanas. Pero hay otras consecuencias que se irán manifestando a lo largo del tiempo. Una de ellas tiene que ver con un reseteo de nuestras prioridades a nivel laboral, toda vez que la pandemia nos obligó a replantearlas de manera irrevocable.
Así aparecen historias diversas. Veamos un par de la Argentina. Una empleada que se va vivir a México, donde recorrerá distintos lugares y planea trabajar de manera remota en hostels frente al mar. Tómalo o déjalo era la propuesta para su empleador, donde la alternativa incluía una renuncia. El empleador aceptó. Otro empleado se va a vivir al sur y plantea una propuesta similar. Luego de un tiempo termina renunciando y creando un emprendimiento propio. Solo dos ejemplos de historias que, con variaciones, todos hemos escuchado.
Cuando hoy grandes espacios destinados a oficinas se debaten entre el reciclado o quedar vacíos por tiempo indefinido, no son solo los espacios físicos los que se han alterado. Los espacios mentales también han mostrado una renovación, un replanteo derivado de la pregunta “¿disfruto de mi trabajo?”, “¿qué pasaría si mañana todo cambiara de manera abrupta?”. Algo que parecía impensado años atrás (si bien ya sabíamos que la cultura de jubilarse en la misma empresa era algo que desaparecía a pasos agigantados), este nuevo “mindset” (nuestros pensamientos y creencias) comenzó a esparcirse ante la realidad concreta de una existencia que se altera de manera total e inesperada de un momento para otro.