Los arquitectos Adagio y Müller, del Laboratorio de Historia Urbana de nuestra Universidad, nos cuentan sobre la impronta que dejó en la arquitectura santafesina este profesional nacido en Rusia que llegó a la Argentina en 1928.
Una casa en La Falda (Cba.) diseñada por Acosta plasma su concepción de la arquitectura ligada al clima (Foto: nuestras-ciudades.blogspot.com).
Esta investigacion fue presentada durante la III Jornada de Ciencia y Tecnología de la UNR (2009). El trabajo completo puede consultarse al pie de página.
LOS EDIFICIOS DE WLADIMIRO ACOSTA PARA LA SALUD EN LA PROVINCIA DE SANTA FE (1938-1942)
Adagio, N; Müller, L.
Laboratorio de Historia Urbana/CURDIUR. FAPYD. UNR.
E-mail: nadagio@farq.unr.edu.ar
La obra proyectada por Wladimiro Acosta entre 1938 y 1939 para el Estado provincial santafesino incluyó un hospital psiquiátrico urbano; un leprosario suburbano; una colonia de alienados en plena zona rural y un prototipo de hospital rural que se distribuyeron a lo largo y lo ancho del territorio provincial en 62 localidades de pequeña población.
Fueron cuatro proyectos de relevancia incuestionable inscriptos en un plan pionero de reforma sanitaria, que anticipó prácticas y políticas implementadas sólo años más tarde a escala nacional. Las cuatro obras continuaron una búsqueda que había iniciado antes, procurando respuestas particulares a las condiciones climáticas y a los requerimientos funcionales. Para resolver estos edificios de destino público, recurrió al lenguaje de la “arquitectura de la vivienda” porque no concebía a esta última como “mera habitación” sino como el espacio donde el hombre, continuada o transitoriamente, vive, trabaja o descansa.
Dejó de lado las convenciones de la tradición disciplinar, las jerarquías monumentales vinculadas a la construcción del carácter, las simetrías compositivas, para trabajar “sin prejuicios” ni soluciones preconcebidas, a partir de esquemas novedosos de implantación sobre el terreno y de relación entre los cuerpos edificados, con resultados impensables bajo las viejas fórmulas académicas, como puede observarse en el Hospital Psiquiátrico de la ciudad de Santa Fe –el caso más paradigmático.
Del mismo modo en que había estudiado pacientemente las tipologías para la vivienda urbana, ésta fue la oportunidad para ocuparse de la especificidad del programa de la salud, tan afín a sus obsesiones. Exploró los estándares funcionales y técnicos del pabellón con un planteo higienista para asegurar la cuota de aire, luz y sol, tratando de “humanizar” el espacio de confinamiento y encierro de los pacientes que debían permanecer allí, en ocasiones, por períodos muy extensos.
El pabellón, sus unidades celulares, sus servicios mínimos y su organización fueron los temas reiterados. La solución para un caso determinado admitía la posibilidad de ser repetida, de modo que el “concepto de estándar” estuvo presente aunque se trató de situaciones siempre originales.
Acosta trabajó con unos límites prefijados al interior de la poética definida sin extravagancias en el juego plástico de la forma y con valores de economía que trascendían las circunstancias del programa de gestión pública. Nos interesa presentar esta experiencia destacable de confluencia fructífera entre la política de salud pública (de una lógica organizativa y distributiva hasta ese entonces no ensayada), la representación del Estado a través de la arquitectura como instrumento de modernización, las expectativas de los médicos sobre la renovación del tratamiento de la locura, las enfermedades contagiosas y la salud preventiva, y la capacidad técnica articulada a un anhelo de proyección social, una conjunción que Acosta defendía con convicción.
LOS EDIFICIOS DE WLADIMIRO ACOSTA PARA LA SALUD EN LA PROVINCIA DE SANTA FE (1938-1942)
Adagio, N; Müller, L.
Laboratorio de Historia Urbana/CURDIUR. FAPYD. UNR.
E-mail: nadagio@farq.unr.edu.ar
La obra proyectada por Wladimiro Acosta entre 1938 y 1939 para el Estado provincial santafesino incluyó un hospital psiquiátrico urbano; un leprosario suburbano; una colonia de alienados en plena zona rural y un prototipo de hospital rural que se distribuyeron a lo largo y lo ancho del territorio provincial en 62 localidades de pequeña población.
Fueron cuatro proyectos de relevancia incuestionable inscriptos en un plan pionero de reforma sanitaria, que anticipó prácticas y políticas implementadas sólo años más tarde a escala nacional. Las cuatro obras continuaron una búsqueda que había iniciado antes, procurando respuestas particulares a las condiciones climáticas y a los requerimientos funcionales. Para resolver estos edificios de destino público, recurrió al lenguaje de la “arquitectura de la vivienda” porque no concebía a esta última como “mera habitación” sino como el espacio donde el hombre, continuada o transitoriamente, vive, trabaja o descansa.
Dejó de lado las convenciones de la tradición disciplinar, las jerarquías monumentales vinculadas a la construcción del carácter, las simetrías compositivas, para trabajar “sin prejuicios” ni soluciones preconcebidas, a partir de esquemas novedosos de implantación sobre el terreno y de relación entre los cuerpos edificados, con resultados impensables bajo las viejas fórmulas académicas, como puede observarse en el Hospital Psiquiátrico de la ciudad de Santa Fe –el caso más paradigmático.
Del mismo modo en que había estudiado pacientemente las tipologías para la vivienda urbana, ésta fue la oportunidad para ocuparse de la especificidad del programa de la salud, tan afín a sus obsesiones. Exploró los estándares funcionales y técnicos del pabellón con un planteo higienista para asegurar la cuota de aire, luz y sol, tratando de “humanizar” el espacio de confinamiento y encierro de los pacientes que debían permanecer allí, en ocasiones, por períodos muy extensos.
El pabellón, sus unidades celulares, sus servicios mínimos y su organización fueron los temas reiterados. La solución para un caso determinado admitía la posibilidad de ser repetida, de modo que el “concepto de estándar” estuvo presente aunque se trató de situaciones siempre originales.
Acosta trabajó con unos límites prefijados al interior de la poética definida sin extravagancias en el juego plástico de la forma y con valores de economía que trascendían las circunstancias del programa de gestión pública. Nos interesa presentar esta experiencia destacable de confluencia fructífera entre la política de salud pública (de una lógica organizativa y distributiva hasta ese entonces no ensayada), la representación del Estado a través de la arquitectura como instrumento de modernización, las expectativas de los médicos sobre la renovación del tratamiento de la locura, las enfermedades contagiosas y la salud preventiva, y la capacidad técnica articulada a un anhelo de proyección social, una conjunción que Acosta defendía con convicción.
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