domingo, 10 de noviembre de 2019

Asbesto: el retorno tan temido

Reconocido como cancerígeno desde los ´70, el mineral reaparece en una vieja controversia. La conexión argentina.



El asbesto o amianto es un mineral fibroso, un tipo de silicato que por su bajo costo y propiedades fue muy utilizado en la construcción y la industria metalmecánica. En 1973 la Organización Mundial de la Salud lo declara como sustancia cancerígena, asociada al desarrollo de esta patología en pulmones, ovarios y otros tipos raros de cáncer.

Es muy común ver en programas de cable sobre compra y reciclado de casas en los EE.UU. que una de las primeras preocupaciones es si la propiedad tiene asbesto. Sus propiedades aislantes e ignífugas lo incluían entre los materiales de construcción usados de rutina. A partir del descubrimiento de los problemas de salud que ocasionaba, el amianto cayó en desgracia. Pero hay otras industrias donde su presencia no ha sido extirpada por completo.

Asbesto y talco: una dupla peligrosa
El talco también es un mineral formado por distintos tipos de silicato. Se obtiene de canteras y puede estar contaminado con asbesto. Es la base para preparar variados productos: polvo de talco y distintos maquillajes están entre los ejemplos más comunes.

La controversia sobre los efectos del talco contaminado con asbesto se reavivó recientemente con la publicación de un trabajo científico en el Journal of Occupational and Environmental Medicine. En el estudio, los autores presentan a un grupo de 33 personas, en su mayoría mujeres, quienes desarrollaron mesotelioma maligno, un raro tipo de cáncer que afecta a los tejidos que recubren órganos internos. La única exposición de estas personas al asbesto fue a través del talco eliminando cualquier otra causa para la enfermedad.

El estudio mostró que 6 de estos 33 pacientes tenían fibras de asbesto en sus tejidos. El tipo de asbesto que se encuentra en el talco contaminado pero no en otros materiales (como los de construcción o aislamiento). Algunas de estas personas usaron productos con talco por décadas. Todo apunta al talco cosmético, indica una de las autoras del estudio.
Steve Gold, profesor de la Facultad de Leyes de Rutgers, especialista en sustancias tóxicas, indicó que la evidencia derivada de investigadores creíbles acerca de que este tipo de cáncer es causado por el asbesto que contamina ciertos talcos es muy poderosa.

Debido a esto, el trabajo mencionado no es solo un descubrimiento científico sino que podría ser utilizado por los miles de demandantes que luchan en contra de marcas que fabrican productos en base a este tipo de polvo sospechado de producir cáncer.

Al mismo tiempo y de acuerdo a la Sociedad Norteamericana del Cáncer, los resultados de estudios entre los polvos de talco y el cáncer de ovario son mixtos.

Una empresa en el ojo de la tormenta
En 2018 un reporte de la agencia Reuters mostró que la empresa Johnson & Johnson había sabido por décadas que uno de sus productos contenía talco contaminado con asbesto y no lo informó a las autoridades o al público. En los últimos tiempos esta empresa ha tenido varios reveses en la Justicia.

En 2016 un juzgado de Saint Louis, Missouri, obligó a la empresa a pagar U$S 72 millones a la familia de una mujer que usó talco por 35 años por considerarla responsables de su cáncer de ovario. El mismo año y también en Missouri, se le ordenó a la misma compañía pagar U$S 55 a una mujer que debió someterse a una histerectomía para evitar un cáncer. También había usado talco por años.

El 2018 no fue mucho mejor. Un tribunal dictaminó que se le debían otorgar U$S 4.000 millones a un grupo de mujeres que dijeron que sus productos les causaron cáncer de ovarios. En marzo de 2019 un juzgado de California multó a J&J con U$S 29 millones que debían entregarse a una mujer que desarrolló mesotelioma supuestamente por uso de productos con talco.

La compañía dice que sus productos son seguros y niega los cargos por lo que estos fallos podrán ser apelados con lo cual la lucha legal podría continuar por un largo tiempo.

En la corte, de acuerdo a expertos, no siempre se acepta que lo que le pasa a una persona le pase a una población más grande. Aun así, el estudio puede considerarse como otro ladrillo en la pared.

Asbesto en los trenes
De acuerdo a una noticia reciente, 1 de cada 3 vagones del sistema de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires tiene piezas con asbesto. Ya sea en el aislamiento de los coches, en la cabina del maquinista o en distintas piezas mecánicas, el asbesto está presente en estas formaciones.

Si bien las autoridades indicaron que no hay peligro para los pasajeros, son 13 los trabajadores que hasta el momento presentan manchas en sus pulmones. El asbesto se inhala y es un muy probable que los operarios de subterráneos hayan estado expuestos a esta sustancia.

Los coches afectados son una mezcla de vagones comprados en la década del ´90 y luego del 2007. En el primer caso no se prestaba atención a este tema pero en las compras más recientes ya se sabía del peligro del amianto. El asbesto está prohibido en la Argentina desde 2001 al igual que en España. Por esa razón, en octubre pasado el gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha demandado a la empresa española que le vendió vagones con amianto en 2005.

Han pasado varias décadas desde que la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre la conexión entre asbesto y cáncer. A pesar de ello, solo a principios de 2019 se logró que el Canadá, uno de sus principales productores, prohibiera su uso, venta y exportación. En 2011, este país junto con Rusia y Zimbawe, también productores, se había negado a incluir al asbesto en el listado de la Convención de Rotterdam. El mismo incluye sustancias con potenciales efectos perjudiciales sobre la salud y obliga a los países exportadores a informar sobre estos peligros a los compradores.

Audio columna de cultura científica en "A través del espejo": Asbesto.

*Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.



Fuentes








 

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