El reciente desastre en Beirut como disparador para reflexionar sobre arte, trabajo, destrucción y la necesidad de volver a empezar desde cero. La impermanencia de cosas y situaciones como constante.
Maya Husseini y su obra destruida por la explosión en Beirut. |
Por Claudio Pairoba*
Maya Husseini es una artista del vidrio. Restauró durante dos décadas los vitrales destruidos en la guerra civil libanesa de 1975-1990. Un día, el esfuerzo que demandó tanto tiempo se volvió polvo y destrucción en segundos. Como dice la artista “es un tipo de trabajo muy difícil. Pongo mi alma en ello. Ahora, más de 20 de mis proyectos han sido destruidos”. La razón: la explosión de casi 3000 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut que mató a más de 200 personas y afectó los edificios de media ciudad.
Caminando en destrucción
Mientras recorre los edificios que había restaurado Maya cuenta: “El Museo Sursock llevó un año de trabajo. Quiero reír y llorar. Recuerdo lo felices que fuimos mientras instalamos estas ventanas. Ahora mirá lo que queda: nada” reflexiona mientas ve los restos de su trabajo.
El panorama no es muy distinto entrando a la catedral San Luis de los Padres Capuchinos. “Es tan penoso. Esta catedral llevó dos años” dice con tristeza. Pero su actitud cambia cuando piensa en volver a empezar. “Lo haremos todo otra vez. Haré los mismos dibujos, todo. Será como si nada le hubiera sucedido. Llevará tiempo pero reconstruiremos Beirut. Tengo esperanza, fuerza y voluntad”, concluye. No es poco en los tiempos que corren.
El futuro
Maya pensaba retirarse en un par de años. Ahora, ese tiempo está más cerca de la década. Vivir en un país con corrupción e incertidumbre social y económica no ayuda a su estado de ánimo. Declara que la juventud no tiene futuro y su hija se irá, sumando otra pérdida.
¿Cómo volver a empezar? ¿Cuáles son los mecanismos que pueden ayudarnos a sobreponernos a la pérdida? ¿Qué herramientas tenemos a nuestra disposición para pasar de la desolación a la acción?
Gerardo Salemi es psicólogo, abogado y especialista en mediación. Ante la situación de Maya nos ayuda a pensar en el tema.
¿Cómo se vuelve a empezar?
Hay muchos temas en juego en esto y no hay una receta única. Tenemos sensibilidades e historias diferentes pero puede haber ideas guía que nos ayuden. Una de ellas la encontramos en los mandalas que hacen los monjes budistas. Los usan para la meditación y los realizan con materiales como arena de distintos colores. Lo interesante es que después de terminar el mandala uno pensaría que dedicarían mucho tiempo a meditar con él, a ponerlo de adorno o a exhibirlo. No. Lo hacen desaparecer de alguna manera. A veces van en grupo y lo arrojan al mar o a las arenas del desierto en que se encuentren. Quienes los acompañan se ven sorprendidos si no conocían la ceremonia.
El cine nos ha permitido ver estos rituales.
En la película “Siete años en el Tibet” se ve como el Dalai Lama le muestra a un general chino invasor, un mandala que los monjes hicieron en su honor. El general pisotea y desfigura el mandala tomándolo como una gran afrenta pero un budista lo vería muy diferente porque no hace sino mostrar lo que ocurre en lo que es la impermanencia. El hecho de que las cosas se rigen por ese principio que tenía el famoso anillo de Grondona: “todo pasa”.
¿Qué es la impermanencia?
Hay un tema interesante que plantea Lacan en su seminario “Detrás de la psicosis”. Había una persona que tenía trastornos mentales y todos los días hacía pilas de ladrillos sobre una tarima de madera hasta que la pila se desmoronaba. Al otro día volvía a empezar. Lacan decía que al final es lo que hacemos todos en la vida cotidiana. Decimos que está loco pero ¿acaso no es esa la tarea de la vida? Volver a empezar, volver a comenzar.
Me recuerda a “Belleza oculta”. La película en la que un exitoso ejecutivo devastado por la muerte de su hija arma diseños con fichas de dominó que luego destruye cada día para volver a armarlas al día siguiente. ¿El cambio genera temor porque siempre existe la posibilidad de la pérdida y el dolor?
A veces tenemos imaginarios, como que hay posibilidades de estar permanentemente en un estado alto y así se favorece también la cultura de la droga. Y no aprendemos a fluir con las cosas, incluso con los mismos estados de ánimo.
Hablanos del cambio asociado a la impermanencia.
La cuestión de la impermanencia nos interroga porque tiene dos caras: una es muy suave, leve y es esa que ocurre cotidianamente hasta que un día nos vemos en el espejo muy diferente a como éramos cuando jóvenes. Una impermanencia que hace que después de estar 50 años en un mismo barrio nos levantamos y lo vemos razonablemente igual. Solo si vemos una foto de hace 50 años veremos que la cuestión del cambio ha sido drástica. Eso es una impermanencia suave, leve.
Después hay otra brusca, estilo tsunami. Un cambio muy fuerte. Generalmente estamos entre esas impermanencias. La brusca tiene una problemática, la otra también pero es más fuerte en la primera. Freud dice que con los objetos que contactamos obramos como una ameba. Con nuestra energía vital, con nuestra libido, nuestra energía amorosa, nos adherimos a los objetos a través de las extremidades afectivas. Y cuando este objeto desaparece retiramos esos seudópodos y nos quedamos sin objeto. Entonces corremos el riesgo de que la sombra del objeto caiga sobre el Yo y venga una especie de melancolía. Ante la impermanencia suave, ocurre la cuestión de que en un momento decimos “que bello era aquel tiempo pasado en que fue todo mejor”. Es decir, no hemos dejado de investir ese tiempo. Ante la impermanencia fuerte, es importante poder hacernos cargo de esa desaparición del objeto, lo cual es normal. Hasta que después de a poco vamos haciendo de nuevo esos nuevos contactos sobre los diferentes objetos de la vida.
¿Hablamos de un equilibrio constante?
Ese es el juego de la vida. Poder investir con nuestra energía amorosa proyectos, ideas, realizaciones, afectos, personas, animales. En este aspecto todo depende mucho del sentido. El sentido en cuanto a qué dirección y qué significado encontramos en las cosas de la vida. Esto necesitamos construirlo. Entonces, un poco estas son las perspectivas.
La artista de Beirut parece estar en el camino que la saque de una melancolía inútil.
Esta mujer que se ha volcado al arte, a la reconstrucción, evidentemente tiene muy en mente lo que es la impermanencia, porque la ha visto. Ha visto como grandes obras del pasado han sido borradas por el tiempo y ha tenido que reconstruirlas. Y ahora el tiempo volvió a agredir esas obras y lo volverá a hacer.
Tendemos a dar por sentado que todo va a estar siempre igual.
Somos muy ingenuos si pensamos que la capilla Sixtina, la Gioconda, el monumento a la Bandera o lo que sea, van a estar siempre iguales o que van a estar siempre. Entonces el arte de la vida es el trabajo constante, lo que en la física se llama la ley de entropía. La entropía es la degradación, pérdida de energía en las cosas y su ley es buscar una nueva organización en el sentido de que las cosas tienden de nuevo a autoorganizarse pero eso requiere de una fuerza exterior que lo haga y de la cual somos parte. Aún en las ruinas mayas y aztecas los turistas no advierten que hay un trabajo constante para evitar que la selva o los lugares en los entornos vuelvan a degradar esas riquezas históricas que nos han legado estas culturas. Hay un esfuerzo constante en ese sentido. Hasta el pastito más pequeño que comienza a crecer sobre una escalinata con el tiempo puede ser todo un problema.
Nada es para siempre, como decía la canción. Ser conscientes de ello nos ayuda a desarrollar fortaleza para transitar el constante juego entre destrucción y construcción. Al fin y al cabo, somos destruídos y construídos todos los días.
*Bioquímico, farmacéutico y doctor
por la Universidad Nacional de Rosario. Master en Análisis de Medios de
Comunicación y Especialista en Comunicación Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
Fuente
https://twitter.com/i/status/1297562149447925760
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https://www.nytimes.com/es/2020/08/10/espanol/mundo/explosion-libano-barco.html
Vivir en un país con corrupción e incertidumbre social y económica no ayuda a su estado de ánimo. Declara que la juventud no tiene futuro y su hija se irá, sumando otra pérdida.
ResponderEliminarEsto que dice Maya Husseini podría ser dicho por cualquiera en Argentina (y por supuesto en otros lugares del mundo). Lo que cuenta e sla actitut de cada ser humano frente a la destrucción o pérdida, de la fuerza de levantarse de las cenizas ....
Excelente trabajo para reflexionar Claudio. Gracias!