La tuna es un fruto rico en minerales benéficos para la salud como calcio, potasio y fósforo.
A fin de
aprovechar sus cualidades, estudiantes del Colegio de Estudios
Científicos y Tecnológicos del Estado de Hidalgo (Cecyteh) crearon
Candittun, azúcar natural ideal para personas con diabetes, es decir lo
metaboliza rápidamente.
Esto se logra gracias a que la tuna
contiene azucares separados a diferencia del azúcar de mesa que contiene
disacáridos unidos. Además, Candittun es un alimento funcional que
aporta vitaminas, aminoácidos libres y antioxidantes, detalló la bióloga
Blanca Esthela Olguín Gálvez, investigadora del CECyTE y asesora del
proyecto.
A partir la tuna, específicamente de la
especie Opuntia ficus, las alumnas Lorena Fuentes Díaz y Lorena Gómez
Vázquez extraen la pulpa y eliminan las fibras, después obtienen el jugo
de la fruta y por medio de un proceso de evaporación crean la sustancia
en polvo.
El resultado puede usarse en bebidas como
café o té, incluso para endulzar los alimentos sin alterar el sabor.
Además, no se le agregan conservadores; sin embargo, su vida útil es de
seis meses.
La investigadora Olguín Gálvez, mencionó
que el azúcar que se obtiene a partir del proceso tiene el mismo sabor
al tradicional y contiene 67 veces menos calorías, ideal para una dieta
balanceada.
Además, por cada kilogramo de tuna se
obtienen 140 gramos de azúcar, que a su vez contienen 12 gramos de
carbohidratos y 18.5 gramos de vitamina.
Las propiedades de la tuna permiten que el
cuerpo tenga mayor sensibilidad a la insulina, por lo tanto se reducen
los niveles de glucosa en la sangre.
Olguín Gálvez puntualizó que México es el
mayor productor en el mundo de tuna y que en estados como Hidalgo,
Puebla y el Estado de México el fruto es abundante, por ello el crear
Cadittun resulta económico.
El proyecto surgió en 2014 y las
estudiantes lo han presentado en diversos concursos como la Feria
Nacional de Ciencia e Ingenierías 2015, realizado en Guadalajara.
Actualmente se busca crear lazos con diversas instituciones para ampliar
el proyecto y en futuro comercializarlo.
En
Victoria hay dos bodegas y unos diez viñedos que buscan una producción
con una nueva identidad; hace más de cien años a esa región se la
llamaba la Champagne argentina.
Foto: LA NACION / Marcelo Manera
Por Germán de los Santos
"El
vino tiene que contar una historia", ensaya Rubén Tealdi, y agrega
enseguida a modo de advertencia que "por supuesto tiene que ser bueno".
Se mueve inquieto entre las parras de su viñedo de 1,5 hectáreas en las
afueras de Victoria, Entre Ríos, donde desde 2006 empezó a tejer el
proyecto de tener una viña y hacer vino en medio de ese paisaje cortado
por las cuchillas, esos campos ondulados, y una brisa suave del Paraná,
que ahora crecido se muestra como un mar.
Tealdi
se apoya en un cartel que indica que una hilera de parras que están más
cerca de la bodega Corrales Vier proviene del Palacio de San José,
donde vivía Justo José de Urquiza, quien hizo plantar en esa tierra, en
1860, vides que había traído de Francia. Tealdi logró que unos brotes
prendieran en su finca y allí están, al lado de las merlot, malbec,
tannat y cabernet en el campo de ocho hectáreas que está ubicado en el
kilómetro 6 de la ruta 21.
Este hombre de 61 años fue el Quijote
del vino en esas tierras, donde hasta la década del 30 existían más de
60 bodegas que desaparecieron de un plumazo, luego de que Agustín P.
Justo estableciera a través de la ley Nº12.137 la prohibición de
producir vino fuera de Cuyo. El espíritu de la norma, considera Tealdi,
era preservar la zona cuyana para la producción vitivinícola, ya que en
esas tierras no crecía trigo ni había pasturas para el ganado.
Según
el INTA, en 1890, en Entre Ríos se cultivaban más cepas que en Mendoza y
San Juan. Incluso, tres años antes se catalogó esta zona como "la
Champagne argentina". Se producía vino de mesa, y más allá de su calidad
tenía como ventaja un bajo flete por la cercanía con Buenos Aires.
Pero
después de la sanción de la ley impulsada por Justo todo se derrumbó y
esa historia quedó guardada en los anaqueles de algunos museos, ni
siquiera en la memoria de los entrerrianos. El Congreso de la Nación
derogó esa ley en 1993, por iniciativa del senador entrerriano Augusto
Alacino, aunque en Victoria no prendió muy rápido el interés por la
producción vitivinícola.
Bodegas, viñedos y productores
En
la zona de Victoria hay dos bodegas, Corrales Vier y Borderío, y diez
viñedos que en total producen una superficie de unas 22 hectáreas. Pero
en Entre Ríos ya existen 60 productores de los departamentos de Paraná,
Diamante, Nogoyá, Victoria, Gualeguaychú, Concepción del Uruguay, Colón,
Concordia, Federación y La Paz, nucleados en la Asociación de
Vitivinicultores de Entre Ríos. El desafío es llegar a 2020 con 500
hectáreas sembradas en la provincia y una producción de dos millones de
botellas.
Tealdi, nacido en Brinkmann, Córdoba, con un extenso
recorrido profesional en publicidad en Rosario, retomó esa historia y
empezó a contagiar a otros. Decidió instalarse en 2002 en Victoria y
comenzó a cultivar hace una década lo que define como una "pasión".
La bodegas y los viñedos Borderío, en Victoria, Entre Ríos. Foto: LA NACION / Marcelo Manera
El
interés por el vino germinó en la zona. Y Tealdi, quien produce un
trivarietal de Merlot, Malbec y Tannat, pretende junto con el apoyo del
INTA apuntalar otro anhelo: modelar un vino auténticamente local a
partir de la cepa Marselan, un cruce entre garnacha y cabernet
sauvignon, muy poco conocida en el país. Esta cepa posee una ventaja,
según el productor, madura en enero antes de las lluvias que complican
siempre la cosecha.
El gobierno entrerriano comenzó a ver con
interés el fenómeno y apuesta en un futuro cercano a demarcar un camino
del vino para aportar otro atractivo a su paleta turística. Además,
empezará a funcionar en Victoria una carrera de técnico en enología y
mantenimiento de frutales, con el objetivo de formar profesionales de la
zona.
Desarrollo turístico
Hacia el sur de Victoria,
sobre la ruta 11, Guillermo Tornatore y su esposa Verónica Irazoqui
construyen la bodega Borderío, con una superficie de 18 hectáreas de
viñedos. Es una escala mucho más grande que la finca de Tealdi.
Apuestan
a producir un vino de alta gama, y armonizar el emprendimiento con un
desarrollo turístico, con un hotel y un restaurante en un campo de 330
hectáreas que desde una colina tiene una imponente vista al río. Muchos
piensan que este emprendimiento será una especie de sonajero para tentar
a otros inversores a apostar a la producción vitivinícola en la zona,
ya no como un emprendimiento quijotesco sino como un negocio.
Tornatore
cuenta que "el sueño" de construir una bodega y un emprendimiento
turístico vinculado al vino surgió después de visitar la finca de Donald
Hess en los Valles Calchaquíes. "Esa maravilla la hizo un
estadounidense. Y yo me pregunté por qué un argentino no puede hacer una
cosa así. Y nos embarcamos en esta locura."
En uno de los
espacios de la bodega descansa la primera cosecha de vinos malbec,
merlot y cabernet franc, que modela el enólogo Oscar Laguna, quien
confiesa que cuando le contaron el proyecto tuvo que buscar en Internet
para saber dónde estaba Victoria. "Acá hay una oportunidad de marcar una
diferencia y de rehacer historia, con vinos de calidad y sobre todo
diferentes. Yo apuesto al cabernet franc", apunta.
Guillermo
Tornatore y Verónica Irazoqui provienen de la tecnología. Fueron los
creadores de Dattatec-Donweb, una empresa de hosting que gestaron a
partir de la crisis del 2001 en el living de la casa y hoy es una de las
más grandes del país. "Quisimos encarar un proyecto nuevo en este
campo, pero que tuviera valor agregado. Nosotros provenimos del
emprendedurismo pero aclaramos que esto no es un emprendimiento, sino un
proyecto donde hay una inversión muy grande", advierte Tornatore.
En
el predio que aún está en construcción edificaron una amplia bodega de
paredes que estarán recubiertas en piedra y tejas, donde se elabora y se
guarda el vino, con espacios para que los visitantes puedan degustar
los productos que tornea el enólogo mendocino.
La puerta de
ingreso de seis metros de alto, de madera con remaches de hierro, al
estilo medieval, es el portal de la bodega. Planean producir unas 70.000
botellas. En un subsuelo, con paredes anchas recubiertas de ladrillos
se destaca una mesa de granito de siete metros de largo y el piso
tapizado en parte con los adoquines ingleses de casi 200 años que se
sacaron de las calles de Rosario. Cada lugar tiene un sentido y una
pequeña historia, apuntan. También trajeron olivos de 15 años de San
Juan con el que van a producir aceite y aceitunas. Y en el casco de
estancia se está redefiniendo en alojamiento para los visitantes.
En
la zona más baja, cerca del río destinaron 50 hectáreas para una
reserva de fauna, donde se hace recría de carpinchos que después son
liberados en las islas. Verónica señala que la bodega está pensada como
un circuito completo, para que el turista ingrese al lugar se divierta,
vea el proceso productivo de vino y del aceite de oliva y pase un grato
día. "La idea es llegar a producir vinos de alto nivel, apuntando
permanentemente a la calidad, porque sabemos que la zona puede dar
excelente producción."
Mauricio Cervigni trabaja en la articulación entre las neurociencias y
estas dos poblaciones buscando aplicar los últimos avances. Mejorar las
capacidades que adquieren los alumnos en las escuelas y la calidad de
vida de los adultos mayores entre los objetivos principales.
Somos un grupo bastante pequeño de la facultad de Psicología
sobre todo, ya que a veces se incorporan estudiantes avanzados o de
otras disciplinas. Parte de lo que inicialmente fue la organización del Centro de Investigación en Neurociencias de Rosario en el 2012.
Este centro nucleó a un grupo de profesionales docentes así como a
muchos colaboradores que son estudiantes avanzados o en la mitad de la
carrera. Teníamos inicialmente algunas líneas de investigación, también
en colaboración con el IRICE. En ese caso estaba el Dr. Raúl Gagliardi
como director. Él priorizó una línea que nosotros también implementamos
por un proyecto que estábamos abordando llamado “Potenciación de funciones neurocognitivas en niños con necesidades básicas insatisfechas”.
El objetivo básicamente era abordar poblaciones consideradas bajo
riesgo por vulnerabilidad social sobre todo en un sentido amplio, no un
sentido de considerar la pobreza simplemente material sino simbólico y
de otra índole.
Por ende teníamos un proyecto para tener un buen diagnóstico sobre qué
sucede en los colegios con estos chicos, por qué rinden menos en algunas
funciones que nosotros consideramos vitales. En neurociencias hoy se
habla de funciones ejecutivas, para adaptarse a la vida que tenemos, con
gran incertidumbre y grandes cambios, de mucha flexibilidad y pocas
certezas. Para ello necesitamos un sistema que llamamos ejecutivo, que
pueda planificar bien y por el cual podamos pensar un futuro y podamos
tener flexibilidad ante las contingencias del ambiente. Tener una buena
memoria, de trabajo que nos permita operar en todo momento online para
cambiar el foco atencional.
¿Cómo se ven afectadas estas funciones ejecutivas por la pobreza?
Hay ciertas funciones que consideramos vitales para la
organización y adaptación a un medio tan hostil. Cuando uno evalúa
funciones ejecutivas en niños bajo riesgo por pobreza o por
vulnerabilidad social, vemos que hay un menor rendimiento de la
planificación, la flexibilidad, la memoria. Por ende nosotros pusimos en
marcha un pequeño proyecto con una muestra de 40 chicos en un barrio
que tenía estas condiciones socio-ambientales y también socio-sanitarias
porque no hay que dejar de entender que nuestro pensamiento de la
pobreza es que es un problema político, no es un problema natural, ni
biológico. Es político y por ende muchas veces las propias instituciones
educativas y sociales reproducen también los estereotipos de pobreza.
¿Cómo se da esta reproducción?
Cuando uno analiza la infraestructura de las escuelas que
nosotros trabajamos, te das cuenta que la infraestructura es pobre. El
mobiliario es pobre, los docentes a veces no están a la altura de las
circunstancias. En verdad el Estado debería tener los mejores docentes
para un contexto de vulnerabilidad social a través de un sistema, quizás
de premios económicos, para que se inserten los mejores directivos. La
importancia que tienen los directores en las escuelas con estas
condiciones es central. Vemos que hay mucha variabilidad, escuelas que
están con muy buena gestión y otras con gran nivel de rotación de los
directivos, están de paso y por ende tampoco hay compromiso. De esta
manera, lo que buscamos era un pequeño programa para mejorar esas
funciones cognitivas que considerábamos vitales.
¿Cuál fue el medio para hacerlo?
A través de juegos digitales. Otro problema que veíamos era la
brecha digital. En este tipo de colegios ubicados en la periferia, en
barrios considerados marginales, con baja infraestructura, los chicos no
tienen directamente acceso digital. Están muy poco en la computadora,
todo lo contrario al otro extremo de la clase media alta donde a veces
tienen una sobreestimulación por estos dispositivos. En este caso nos
encontramos con niños que no nacieron en una era digital (lo que hoy se
llama nativo digital), si no que están discontinuamente y por escaso
tiempo. Entonces queríamos ver a través de un programa de juegos
digitales, seleccionados para potenciar estas funciones, si podíamos
mejorarlas. Eso fue el punto de partida de este grupo, que terminó
plasmándose en un centro de investigación.
¿Siguen trabajando con niños?
Sí. Tratamos de ocuparnos de la infancia ya que la
consideramos prioritaria. El cerebro en etapas iniciales es más
vulnerable que en otros momentos críticos como también puede ser la
adolescencia. Pero el cuidado que debe tener el cerebro en estos
primeros años de vida es fundamental. Consideramos que los factores
mediadores son fundamentales para cuidar el cerebro del niño en ese
contexto. Estos factores son los cuidados de los padres, la escuela, los
directivos, o sea los factores que median entre el desarrollo cognitivo
y factores ambientales. La idea era estudiar cómo impacta en un sentido
amplio en este niño que tiene un bajo desempeño en funciones cognitivas
de alto nivel o superiores, las cuales tienen la particularidad de ser
muy desarrolladas en nuestra especie sobre otras especies. Justamente
porque estamos abordando lo que es el lóbulo frontal, que es una de las
últimas adquisiciones tanto onto como filogenéticas.
¿Trabajan con otras poblaciones?
En la actualidad nos extendimos un poco a otra población que
es la tercera edad, a la cual consideramos en riesgo y vulnerable, por
otras razones. No solo por condiciones materiales si no por estudiar qué
sucede en estos años. Y un poco cómo la sociedad le quita relevancia y
descuida a la población de la tercera edad. Con Pablo Martino, otro
docente que pertenece al grupo, estamos dictando un curso en adultos
mayores, que se llama “Introducción a las neurociencias cognitivas”.
Ahí tratamos de informar y poner en juego algunos de los conceptos
centrales de las neurociencias actuales y cómo eso puede llevar a
proteger el cerebro en una edad que necesitamos abordar y trabajar.
Recientemente participaste en el dictado de un curso.
El curso que dimos con Miguel Ángel Alvarez se encuadró en esa
dinámica. Ahí tratamos de abordar una problemática que tiene que ver
con la educación. Hoy es un tema de interés central. A veces tenemos en
la educación pedagogos o modelos educativos muy anacrónicos. En ningún
lugar se forma al docente, no digo que tiene que ser un neurólogo o un
psicólogo que entienda de neurociencias, pero al menos tener 4 o 5
conceptos centrales de cómo se da el neurodesarrollo, cuáles son las
variables que están en juego a la hora de proteger el cerebro en los
primeros años, cómo debemos trabajar en el grupo, en las relaciones para
potenciar funciones ejecutivas como una buena teoría de la mente. Es
decir, saber que el otro tiene intenciones y que a veces son distintas a
las mías y por ende no son malas, o que sean diferentes no implica
tener un temor y combatirlas. Con respecto a estas funciones que son
vitales para la buena vida social, sería muy positivo que algunos
pedagogos empezaran a generar manuales muy básicos con 4 o 5 conceptos y
ver cómo se desarrollan estas funciones. Cómo podemos potenciarlas para
una mejor vida social, para un desarrollo cognitivo apto.
O sea que hay que hacer un replanteo de lo que se sabe.
Uno de los objetivos del curso fue transmitir algunos
conceptos centrales para la vida del aula, para ver cómo algunas
publicaciones van modificando los neuromitos. Estas son informaciones
falsas o falsas creencias, con un lastre de modelos antiguos que hoy se
han comprobado como falsos. ¿Por qué? Por que la psicología cognitiva
parte de una metáfora que en algún momento fue útil, la del ordenador.
Pensar al hombre similar a como se comporta una computadora personal.
Hay un armazón y un espíritu, un alma. Las neurociencias actuales tienen
una visión materialista y monista. Tener una lesión en el cerebro
afecta nuestras facultades cognitivas y mentales. No hay un nivel de
disociación tal, sino que está directamente vinculado y correlacionado.
Esto ha dejado una tradición cognitivista que fue necesaria y útil en su
momento pero ha dejado lastres a nivel pedagógico, estimulando mucho
más las funciones cognitivas en el sentido intelectual.
La importancia
de que el niño se desarrolle intelectualmente, que sea apto para
resolver problemas y sobre todo matemáticos. Hoy en día hay una
revolución sobre eso, en pensar la importancia que tienen las emociones.
En ese modelo cognitivista y mecanicista, que en alguna forma parte del
cognitivismo, era difícil integrar las variables emocionales a la
conducta del niño. Hoy cuando hablamos de cognición las emociones ya
están integradas y la disociación ya no es tal.
Pero los viejos pedagogos siguen cargando con estos lastres. Por
ejemplo, ¿cómo funciona la memoria? Hoy en día la memoria está
completamente reformulada, no nos sirve solamente para evocar el pasado
si no para pensar el futuro. Está distorsionada por el sujeto, lo que
recordamos no es precisamente lo que pasó. En la actualidad sabemos que
hay una atribución de sentido, que la memoria autobiográfica parte de
una íntima vinculación entre lo emocional y el evento.
¿Hay que cuidar que no se desvirtúen los objetivos al buscar mejorar las capacidades cognitivas?
Hay una movida de entrenamiento para adaptación. Hay que tener
siempre la visión de un sujeto activo, crítico, que no se adapte
pasivamente a un contexto determinado para generar mentes aptas para un
contexto laboral como en algún momento podemos pensar políticamente
desde cierto concepto liberal. Potenciar en los chicos funciones que les
van a dar mayor nivel de criticidad y márgenes de acción. Si podemos
mejorar esto, potenciando funciones cognitivas de alto nivel,
lograríamos que el chico pueda elegir sobre diferentes cosas y no estar
atado a cuestiones que restringen su libertad. Esto implica tener
docentes capacitados para trabajar con esta criticidad por parte de los
alumnos.
¿Han podido hablar con funcionarios sobre este tema? A veces
pareciera que vamos entre extremos donde todo queda igual o pateamos el
tablero.
No hemos buscado un apoyo municipal porque las líneas son
jóvenes todavía. Necesitamos mayor tradición y resultados. Sí hemos
tenido apoyo de autoridades aisladas, en este caso te mencionaba a Raúl
Gagliardi. Ël es biólogo de base pero tiene su doctorado en educación,
por lo cual consideraba central que el IRICE, en ese momento cuando él
fue director, priorice los sectores de intervenciones en contextos de
vulnerabilidad social. Por ende, en ese tiempo tuvimos un gran apoyo
institucional del IRICE, visualizamos la temática haciendo jornadas,
exponiendo lo que hacíamos en diferentes eventos. También nos llevó a
institucionalizar la línea de investigación que teníamos en ese caso,
dando posteriormente el centro de investigación. En la actualidad
estamos elaborando un proyecto preliminar de un laboratorio de
neurociencias y psicología social en la facultad de Psicología, que
presentaremos a la brevedad. No buscamos un apoyo político, hasta ahora
no lo hemos hecho porque era todo muy a pulmón y todavía teníamos que
madurar algunas ideas. Pero seguramente en su momento lo vamos a hacer.
Sí tuvimos reuniones con el rector (actual y anterior), por algunas
cuestiones puntuales. Nos comprometimos a presentar un programa de
neurociencias y educación, el cual estamos elaborando. Creemos que es
una línea prioritaria y central que a la universidad le puede dar mucha
visibilidad y podemos trabajar con la población mucho más cercanamente.
¿Están profundizando la parte de extensión?
Hasta ahora nos habíamos abocado mucho más a la investigación
(básica o aplicada) pero con poco nivel de extensión y transferencia.
Por ende, si logramos que se apruebe este programa, estaría más
vinculado a apuntar a un mayor grado de extensión no tanto de
investigación, para abordar los grandes problemas sobre todo con
soluciones lo más sencillas posibles buscando apuntar a una población
mucho más amplia.
Lo primero que vemos transitando por Rosario es que los hospicios de
tercera edad, los geriátricos, están muy abandonados. Uno ve a los
abuelos viendo la nada, pensando casi nada y prácticamente esperando la
muerte. Esto es uno de los focos de interés que nos preocupa. Queremos
tratar de articularlo con la docencia y la extensión que hacemos en la
universidad de adultos de la Universidad Nacional de Rosario.
Uno a veces se pregunta qué hacer con todo el conocimiento de los adultos mayores.
Tenemos mucha información acumulada y poca implementación de
esa información. En estos últimos 20-30 años hemos aprendido mucho sobre
lo que sucede en el cerebro, cuáles son los mecanismos, cómo el
aislamiento deteriora el neurodesarrollo. Por ende, teniendo la
información solo hay que buscar programas o mecanismos para que podamos
poner en juego eso que sabemos, que nos ha dado el laboratorio o
investigación básica y aplicada y ponerlo en juego. Primero tratar de
apuntar desde lo más sencillo a lo más complejo, y tener una llegada
mucho más masiva. Creo que para la vida social en los geriátricos ya
sería un avance, tener un intercambio, que transite gente, que escuchen
música, pintar mejor los lugares.
Es similar a lo que mencionabas antes sobre la pobre infraestructura de algunas escuelas.
Sucede lo mismo, se repite con otras variables pero se repite
lo mismo. También estamos hablando de construir, porque a veces uno no
se da cuenta de las cosas porque no las atraviesa. Uno toma conciencia
de ciertas discapacidades motrices. Cuando va con el carrito de nuestro
niño por las veredas, ahí se da cuenta que difícil es moverse en Rosario
donde todas las baldosas están flojas, donde se rompen las veredas por
distintas razones. Ahí nos damos cuenta de las dificultades de la gente
mayor para movilizarse en esta o cualquier ciudad. La idea es generar
una encuesta para estudiar diferentes variables de los lugares para la
tercera edad. Partir de problemas que muchas veces son groseros y de
fácil solución, donde solo necesitamos la información requerida para
poder intervenir.
¿Cómo es la población de adultos mayores que asiste al curso que Uds. dictan?
Nosotros damos en Rosario y a veces vamos a algunas ciudades
de Santa Fe, a pocos kilómetros. La población de Rosario tiene personas
muy vitales, no son todas consideradas jubiladas o adultas mayores,
también tenemos gente más joven, pero que se ha retirado. Es gente que
busca información o tiene problemas particulares con familiares por lo
cual se interesan por las neurociencias para dar una respuesta a
problemas concretos que se les presentan. Tenemos una población muy
heterogénea: desde ingenieros, economistas, amas de casa, gente que
trabaja en barrios. Esto es muy interesante ya que no solo transmitimos
los pocos conocimientos que podemos tener, si no que es un diálogo
constante. Cada clase termina en discusiones que son muy interesantes y
ricas por el bagaje que tiene el público que asiste.
¿Hay otros grupos trabajando a nivel país?
En Buenos Aires hay un grupo fuerte. Sebastián Lipina en la
Unidad de Neurobiología Aplicada en el CEMIC. Mar del Plata tiene un
grupo fuerte donde vinculan neurociencias y educación. En Córdoba
también hay grupos importantes trabajando. Los objetivos son diversos,
no centrados en los mismos temas.
¿Cuál es el rol de las neurociencias en la educación?
Las neurociencias actuales tratan de revitalizar y
resignificar muchas de las categorías que tenían los pedagogos y que
tienen gran efecto a la hora de educar. Ese es el camino que creemos hay
que tomar cuando hablamos de esta articulación entre neurociencias y
educación. Tratando de modificar, enriquecer y cambiar estos viejos
paradigmas que siguen teniendo efectos porque también nuestra idea de
niño escolarizado es un niño racionalista. En cambio hoy se habla de
gestión de emociones, y la importancia de la gestión de las mismas. A la
par de ser un buen chico que tenga buenos resultados en matemáticas, no
vamos a quitar importancia a lo otro, pero exaltar el valor que tienen
otras funciones que son vitales para la vida social.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo lo que es teoría de la mente lo cual es importante
para una buena vida social. Cuando alguien me mira hago inferencias
sobre qué está pensando el otro de mí, y el otro hace inferencias sobre
lo que yo pienso en base al mapeo de gestos, miradas, semblantes,
fisiología. Por ende, son funciones muy complejas a las que tal vez no
se les daba la importancia debida y hoy las ponemos en agenda escolar
como fundamentales para el desarrollo del niño.
¿Cuáles son los aspectos negativos de las neurociencias?
Tienen un defecto para mi gusto, y es que hay un orden de
prioridad que hace que los neurobiólogos más duros terminen queriendo
bajarle información a los pedagogos. Tiene que haber un diálogo entre
ambas partes que hasta el momento no se da. Eso es peligroso, no estamos
atentos a escuchar lo que sabe el otro. Los que saben cuál es la
dinámica del curso, qué pasa con los niños, son los pedagogos. Cuando
tengamos un mejor diálogo en esa comunidad científico-pedagógica, ahí
vamos a poder enriquecer mucho más la práctica.
A título personal
Universidad Nacional de Rosario
Facultad de Psicología Docente de la Práctica Profesional Supervisada.
Coordinador Área Neurociencia Cognitiva
Docente de Psicología del Trabajo
Docente de la Universidad de Adultos Mayores
Instituto Universitario del Gran Rosario
Carrera Psicopedagogía
Docente titular de Neurociencias aplicadas al aprendizaje, Neuropsicología y Metodología de la Investigación
Instituto Rosario de Investigación en Ciencias de la Educación (IRICE, UNR-CONICET) Investigador Asistente CONICET
Doctor en Psicología
Maestrando de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad de Quilmes.
Los hermanos Wagner
propusieron su tesis sobre la correlación de la cultura chaco-santiagueña
con las del nuevo y viejo continente. La existencia de un Imperio de las
Llanuras con una cultura compleja.
Fue la
discípula de los hermanos Wagner. Realizó importantes descubrimientos sobre las
culturas que habitaron esta tierra. Dirigió los destinos del Museo
Arqueológico, dándole un lugar privilegiado entre las sociedades científicas de
América.
Olimpia
Righetti, quien naciera en Santiago del Estero en 1910. Su padre, Víctor
Righetti, fue un ciudadano suizo y su madre, Palmira Cari, una dama italiana.
Realizó sus estudios pedagógicos en la Escuela Normal del Centenario.
Desde sus
años de escuela se consagró al estudio de las cerámicas chaco-santiagueñas,
hasta que en el año 1936 llegó a trabajar en el Museo Arqueológico, junto a
Emilio y Duncan Wagner, desempeñándose como dibujante. Con el correr del tiempo
se fue formando en los estudios que los hermanos venían haciendo acerca de
aquella civilización.
Cuando
Emilio Wagner falleciera, en septiembre de 1949, quedó al frente del Museo,
prosiguiendo las investigaciones orientadas por el pensamiento y acción de
quien fuera su maestro.
Entre 1950 y 1960 dirigió una misión arqueológica por los departamentos Banda y
Robles (área del río Dulce), zona en la que exhumó bastante material como fruto
de las excavaciones realizadas. A esta actividad se le sumaron los viajes por
países vecinos, donde dictó conferencias, haciendo conocer sobre los
descubrimientos arqueológicos Chaco-Santiagueños y la obra de los Hnos. Wagner.
Entre
tantos destinos, recorrió el Rió Dulce hasta la localidad de Termas de Rio
Hondo, e ilustrando sus hallazgos. A continuación un documental del Canal
Encuentro.
Publicada originamente en diciembre de 2012, esta nota sobre la construcción de la pirámide de Keops no ha perdido vigencia.
Jean-Pierre Houdin le
dedicó ocho años de estudios al problema de cómo pudo construirse la
pirámide de Gizeh con la tecnología de la época. Esta convencido que la
obra, destinada a ser la tumba del faraón Keops, se construyó desde
dentro hacia afuera.
Su teoría, que expondrá mañana en una
conferencia en París, explica como los egipcios subieron los bloques que
sirvieron para su construcción por una rampa interna. Ésta formaba un
túnel en espiral en el interior de la estructura de su pared externa.
Houdin cree que ese túnel debe existir todavía.
El arquitecto,
con ayuda de software desarrollado por la compañía Dasault Systemes,
logró hacer una simulación 3D de cómo se fueron montando los grandes
bloques de piedra caliza y granito. La teoria Houdin incluso explica el
porqué de los cinco techos de granito de la cámara del rey y el modo en
que se levantaron los enormes bloques hasta esa altura. Algunos de los
bloques de granito de la cámara pesan sesenta toneladas.
Hasta
ahora se suponía que miles de esclavos llevaron hasta el lugar los
bloques de piedra, y luego los izaron de un escalón de la pirámide al
siguiente con ayuda de máquinas simples. Sin embargo, los ingenieros
consideran poco probable que se lograra de ese modo.
Otras
teorías implicaban rampas externas. Una rampa exterior serviría para
llevar las piedras hasta el punto más alto de la pirámide, pero como que
no debería tener una inclinación superior a un 8% por ciento, tendría
que haber tenido más de 1.6 kilómetros de longitud. También se pensó en
una rampa enroscada a la pirámide conforme ésta iba ganando altura, pero
esta rampa debería haber estado firmemente anclada a la pirámide y no
hay rastro alguno de puntos de amarre.
"Mi teoría”, declaró el
francés, “es que la construcción supuso dos desafíos: el primero
construir la propia pirámide y el segundo, construir la cámara del rey".
Según él hasta una altura de 43 metros se utilizó una rampa externa
tradicional, y luego se construyó la rampa interna en forma de espiral.
“Era un túnel abierto por las cuatro esquinas de la pirámide a distintas
alturas, de forma que pudieran entrar por ellos los bloques de piedra”
Según
sus cálculos los bloques de piedra eran subidos por la rampa por
equipos de ocho o diez hombres. Una vez terminada la mayor parte de la
pirámide, se taparon las esquinas, pero los túneles de la rampa
siguieron utilizándose. La prueba más importante a favor de la
existencia de túneles es un test de microgravedad llevado a cabo en
1986, que mostró una estructura menos densa en forma de espiral dentro
de la pirámide. En el siguiente enlace podemos ver más información al respecto.
Amables promotores entregan folletos que presentan
como material educativo sobre nutrición y diplomas con el logo de la
empresa para los niños que se portan bien en la consulta. ¿Cómo entró y
quién saca del hospital público a Coca Cola? Tal la pregunta que realiza
Soledad Barruti en una de las notas de la nueva Mu, edición 102, que ya
está en los kioscos, y que aquí reproducimos. Datos: en un país en el
que se consumen 80 litros de gaseosas per cápita, hay 620.000 niños de
colegios primarios que reciben en la escuela el marketing de Coca Cola,
que usa 6 hospitales públicos para promocionar sus productos.
Los visitadores de Coca Cola aparecieron en el Hospital Penna hace
unos tres años. Para el médico Fernando D’Ippolito el programa
empresario coincidió con un momento especial: recién recibido, estaba a
suerte y verdad con su vocación, con esa atención lúcida de los estrenos
que sirve para confrontar la teoría con lo que hay alrededor. Estaba
haciendo la residencia en medicina general porque quería dedicarse a lo
que se dedica ahora: la atención primaria de las familias que no tienen
acceso a la salud porque básicamente no tienen nada: ni gas, ni agua
segura, ni alimentos frescos, ni calles por las que transiten colectivos
o ambulancias. Enseguida se dio cuenta de que había llegado al lugar
perfecto.
A pocas cuadras del hospital está la villa 21-24, la más importante
de la Capital Federal: entre Barracas y Pompeya, ocho manzanas donde
viven 60 mil personas. Su trabajo se abrió como un caleidoscopio a las
necesidades: guardias, internaciones, consultorios externos y hasta la
supervisión de cursos y talleres de nutrición que estaba seguro podían
mejorarles la vida. “Está entre los problemas más urgentes que tienen:
el alimento y sus consecuencias. Estamos hablando de niños que almuerzan
chicitos con jugo, siguen con un pancho, galletas y gaseosas. Comida,
comida: con suerte a la noche”, dice D’Ippolito ahora en un tono que
seguro no tenía tres años atrás: exhausto. No resignado, más bien sin
fuerzas para activar las ganas; esa íntima tragedia que se detona cuando
uno se cruza cada vez con algo peor. “No sabría decir bien por qué pero
tengo los números que lo hacen evidente: desde que empecé las personas
pesan más, no menos, sufren porque no pueden atender adecuadamente su
diabetes o su hipertensión. Se esfuerzan, hacen lo que pueden, pero
enseguida se desmoralizan. Más si son chicos”.
El esfuerzo y la frustración: eso veía una y otra vez, sobre todo
cuando le tocaba una de las prácticas más simples y a la vez más
importantes de pediatría, el control de talla y peso de los niños.
Fue en alguna de esas prácticas, un día de semana cualquiera, cuando
se cruzó con la representante de la empresa por primera vez. Era una
chica joven, y traía regalos; y en un hospital público como ese, donde
siempre falta de todo, alguien que trae algo, lo que sea, es bien
recibido. “Si no entendí mal se trataba de una nutricionista, y como
suelen hacer los visitadores médicos, entregaba el material, pero antes
pedía firma y sello”.
Material que entregaba la empresa dos años atrás: recetarios
membretados con el logo de la marca. Coca Cola en rojo y abajo el blanco
clásico para que el médico indique, ¿qué? ¿Un antibiótico? ¿Un
calmante? ¿Una dieta?
“Pero peor es el otro: mirá”, dice D’Ippolito y muestra el diploma al
buen comportamiento. “Hoy a …. se le otorga este diploma porque el
Dr/Dra ….. le pidió que 1. Sacara la lengua, 2. Tosiera o 3. Respirara
hondo; Y LO HIZO SIN LLORAR NI PROTESTAR”, dice el cuadro. Así: con los
espacios a completar, las instrucciones, y las mayúsculas. Con un
corazón sonriente y con el logo en cursiva de la marca, enfrentado a la
firma del profesional que lo complete.
“Cuando lo recibí me alarmé”, dice. “Me alarmé porque es una marca
directamente vinculada a las enfermedades que los médicos intentamos
sanar, como la obesidad en los niños, y porque estaban entregando un
certificado que aplaude la obediencia a una orden de conducta. Es Coca
Cola diciéndole a un chico cómo se tiene que portar”.
En la guardia y en la escuela
Hoy el material que quedó de entonces no es el único que se puede
encontrar en el hospital. En la entrada de la guardia que recibe 120 mil
enfermos al año, Coca Cola dejó un almanaque 2016 que devela otras
formas de publicidad no convencional que inevitable o estratégicamente
llegan a ese target al que aseguran ellos ya no le hablan: los menores
de 12. Entre las típicas acciones –cuidar el agua, reciclar envases,
trabajar con las comunidades donde establecen sus plantas- el
cuadernillo da cuenta también del concurso intercolegial de baile, Baila Fanta y del torneo intercolegial de fútbol, Copa Coca Cola.
Dos acciones que se llevan adelante desde hace años, porque sirven a la
marca para subrayar el mensaje al que más fuerte se abrazan: hay que
moverse. No importa que una botellita de gaseosa tenga 66 gramos de
azúcar: si los chicos bailan, saltan, corren atrás de una pelota hay
quienes dicen que lo queman, le ganan a las calorías, no engordan, y
pueden, al otro día, seguir tomando.
Vida activa, vida saludable, vida feliz
Eso recalcan también en el programa de educación con el que
lograron desde 2008 ingresar a las escuelas públicas de 16 provincias
con un alcance estimado en 620 mil niños. Dale juguemos se
llama y fue desarrollado por la marca a través de la Fundación
Alimentaria y avalado por el Comité Olímpico y la Federación Argentina
de Cardiología. “Con el consentimiento de autoridades educativas
provinciales, se capacitan docentes y se entrega material áulico y
deportivo para los recreos. Son las autoridades escolares y sus docentes
quienes implementan el programa. De acuerdo a nuestros lineamientos
globales de marketing responsable, este programa se realiza sin
presencia de nuestras marcas frente a los alumnos”, asegura Francisco Do
Pico, que hace un año pasó de encargado de comunicación de Monsanto a
ocupar un sillón similar en Coca Cola, en donde parece que no creen que
algo que dice que fue hecho “para Coca Cola Argentina” tenga presencia
de marca.
Insólito
“Aunque no más que lo que me enteré después”, dice D’Ippolito
abriendo la puerta a un enigma que nadie parece dispuesto a resolver: “Las
visitadoras de Coca llegan al hospital casi todos los meses. No se sabe
quién las deja entrar ni cuál es el propósito: entregan folletos,
hablan con los médicos, recopilan firmas y sellos. Tal vez hacen
estudios de mercado. O estadísticas. O buscan hospitales aliados, ¿cómo
saberlo?”.
Les preguntamos
“Coca-Cola de Argentina brinda exclusivamente información sobre los
ingredientes de sus productos. El principal objetivo del relacionamiento
con los profesionales de la salud es escucharlos y responder a sus
inquietudes respecto a los productos e ingredientes del portafolio de la
compañía, siempre mediante información basada en la evidencia
científica disponible y explicada por profesionales de la salud”, dice
Do Pico, no sin antes aclarar que visitadores médicos no son porque para
Coca, “la función de un visitador médico es promover fármacos de venta
bajo receta, para así lograr la prescripción médica de los mismos. A tal
efecto son contratados por laboratorios farmacéuticos”.
En el consultorio
El Hospital Penna, el Fernández, el Gutiérrez, el Garrahan, el Güemes
y el Italiano: Coca Cola logra ingresar a todos, y en todos, los
médicos -principalmente los pediatras que suelen ser los más requeridos-
llaman a las nutricionistas de la empresa, las visitadoras. No hay
quien no las haya cruzado, no se haya sorprendido, y no haya terminado
aceptando que si bien al principio le resultó algo casi ofensivo –¡Coca
Cola ingresando a los hospitales!- al final como se trata de personas
amables pidiendo unos minutos nomás de los que depende su sueldo, les
abren la puerta de sus consultorios y les prestan un poco del tiempo que
casi ni tienen.
“Yo las recibo por educación, porque me da lástima dejarlas ahí
afuera. Pero nunca entendí el objetivo de la visita: que justo esa
empresa, Coca Cola, se interese por querer hablar con médicos cuando es
obvio que nosotros sus bebidas a los chicos no se las vamos a indicar”.
“A mí me hablaron de sodio en el agua”
“A mí de azúcar”
“A mí del jarabe de maíz”
“A mí del aspartamo”
“A mí de la alegría”.
“A mí de hidratación”
Y así.
Intentar entender la estrategia de marketing más polémica del momento no es fácil. Pero puede ser entretenido.
La ciencia del marketing
La primera vez que Vanesa Miquel se topó con el asunto fue a través
de una colega que había sido contratada por Coca Cola. Nutricionista
ella también lo entendió todo: la oportunidad laboral en un contexto que
siempre parece difícil y lo perfecto que sería para la marca si
resultaba bien. Entonces no lo dudó. Como era docente de la universidad
de la Universidad de Concepción del Uruguay, en Rosario, pensó que para
desarticular la trampa, que termina estallando nada menos que en cuerpos
que enferman año a año un poco antes, exponerlo frente a sus alumnos.
“Les di clases utilizando ese material que es espectacular para
desarrollar pensamiento crítico: tanto el contenido como el propósito de
la marca y la ética profesional están expuestos en esos folletos”.
Porque lo que entregan las nutricionistas a los médicos, lo que Do
Pico llama información basada en evidencia científica, son folletos y
cuadernillos que resumen el punto de vista de la empresa sobre distintas
temáticas, con referencias a documentos que los apoyan.
Ahí está en papel ilustración La Ciencia de los Azúcares: 24
páginas en las que se presentan temas conflictivos, como el azúcar y el
jarabe de maíz de alta fructosa, señalados cada vez con más elementos
como los responsables de las pandemias de obesidad y diabetes tipo 2,
que en algunos países alcanzan a la mitad de la población y en otros es
solo cuestión de tiempo, pero con una astucia dialéctica que podría
llevar a conclusiones increíbles. “Los carbohidratos –los azúcares,
almidones y fibras que se encuentran en las frutas, verduras, cereales y
productos lácteos- son una parte importante de una dieta saludable (…)
Las bebidas endulzadas con endulzantes calóricos suministran calorías
–energía- de los azúcares que son carbohidratos simples. Los
carbohidratos son nutrientes esenciales para la vida”.
Si A es parecido a B, y B es un poquito parecido a C, ¿A es igual a
C? Definitivamente, sostiene página a página este cuadernillo.
Mientras en distintas revistas científicas se publican estudios que
demuestran que los edulcorantes no calóricos no solo no disminuyen el
consumo de azúcar, sino que suman sustancias como aspartamo, ciclamato o
acezulfame K que probablemente gatillan problemas parecidos como el
aumento de peso, Coca acerca a los médicos un vistoso collage que niega
rotundamente nuevos paradigmas.
En otras entregas la apuesta está en la hidratación: la importancia
de atenderla antes de que sobrevenga la sed (que muchas veces, aseguran,
llega tarde) y de saciarla con bebidas que mejor si son saborizadas
porque así los chicos “toman entre un 45 y un 50 por ciento más de
líquido que si es solo agua”.
“Y lo hacen con referencias: eso me sorprendió”, dice Miquel, “es una
jugada astuta de la marca: hacen una lectura propia de distintas
publicaciones científicas para hacer publicidad”.
Sin dudas esa estrategia que Coca Cola ha sabido desplegar creando incluso institutos y sociedades, es lo más cuestionable.
Las visitadoras de Coca Cola a las que ellos prefieren no llamar así
tienen, como cualquier visitador médico, objetivos: una cantidad de
profesionales con los que hablar, relaciones que establecer y material
que a su vez les piden a ellos que repartan entre sus pacientes a fin de
ampliar la educación nutricional. Así, los consultorios pediátricos de
los hospitales públicos de nuestro país tienen pilones de hojas
infomerciales que por supuesto llevan a cuestionar, cómo es posible que
ingresen, que ocupen el tiempo de los médicos, que dejen cosas.
“Es una locura”, dice Sergio Auger, que también es médico hasta
diciembre era el director del hospital Santojanni y desde entonces es el
coordinador de Hospitales del Ministerio de Salud. “Para que ingrese
alguien a un hospital público tiene que haber un convenio escrito con la
dirección. No es que puede pasar quien se le ocurra con un carrito a
ofrecer sus productos”.
¿Conoce alguno?
“No. En mi gestión jamás se acercaron de esa empresa a proponerme
algo así. Tampoco estoy al tanto de que dentro del Ministerio exista
algún convenio marco que lo habilite. Y si me lo propusieran no lo
aceptaría”.
¿Tiene Coca Cola algún acuerdo con el sector público en Argentina?
No, dice Do Pico.
¿Entonces?
“Convenio no hay”.
“Si hay nadie lo quiere hacer público”.
“Yo creo que entran así nomás”.
“Libremente”.
“Ven luz y pasan”.
Lo que enferma
El último informe sobre enfermedades no transmisibles del Ministerio
de Salud (publicado en febrero de 2016), que ubica al sobrepeso como uno
de los problemas más graves por los que atraviesa el país, con el
récord regional de niños menores de 5 años obesos, sostiene que hay una
asociación comprobada entre el aumento de peso y la ingesta de alimentos
ultraprocesados y bebidas azucaradas. De estas en especial sostiene
que:
Se estima que en 2010 el consumo de bebidas azucaradas causó en el
mundo 184 mil muertes. 133 mil debido a diabetes, 45 mil debido a
enfermedades cardiovasculares y 6.450 debido a algunos tipos de cáncer.
La mayor cantidad de estas muertes ocurrieron en América Latina.
En Argentina, por cada millón de adultos, hay 74 que mueren por el
consumo de bebidas azucaradas: es de los países con mayor mortalidad
atribuida al consumo de bebidas azucaradas de la región.
En nuestro país el consumo per cápita de bebidas elaboradas por la
compañía más grande de gaseosas en 2011 fue de 80 litros: 2,5 veces más
que en 1991 y 1,5 veces más que en 2001.
La empresa más grande es por supuesto Coca Cola, que a plena luz del
día, anda suelta por los hospitales, se pasea por los consultorios e
intenta convencer a los médicos de que ellos no solo no son un problema,
son casi la solución.
¿Permitirá Jorge Lemus, el mismo ministro de Salud que autoriza la
publicación de un informe con esta contundencia, que este tipo de
promoción continúe?
En
sus primeros cien años, la Química había dado muchos tumbos. Algunos
químicos seguían con mentalidad de alquimista, como el que descubrió el
fósforo por casualidad buscando oro en la orina. Como en la Edad Media,
hablaban de aceite de vitriolo en lugar de ácido sulfúrico y recurrían a
una sustancia imaginaria, el flogisto, para tapar los agujeros de unas
teorías que no habían cambiado desde de la Grecia antigua. Antoine de Lavoisier logró sacar a la Química de aquel callejón sin salida pero,
pese a ser un revolucionario científico, murió guillotinado en 1794
porque en la Revolución Francesa cayó en el bando equivocado. Nacido en
un una rica familia parisina, heredó una fortuna a los 25 años, recién
admitido en la Academia de las Ciencias, y decidió invertir en una
compañía privada que recaudaba impuestos para el Estado y se ensañaba
con los pobres.
Grabado de Antoine-Laurent Lavoisier, en su laboratorio. Autor: Louis Jean Desire Delaistre
Ese mismo negocio que le llevó a la guillotina le permitió montar el
mejor laboratorio privado de la época sin reparar en gastos. Le
obsesionaba medir y pesar todo con exactitud y así derribó las creencias
en la vieja teoría de los cuatro elementos (aire, agua, tierra y
fuego), según la cual el agua podía transmutarse en tierra. Al hervir
agua durante mucho tiempo aparecía un residuo sólido en el fondo del
recipiente, así que ¿cómo atreverse a dudar de la evidencia? Lavoisier
lo hizo y, con sus precisos experimentos, demostró que el recipiente de
vidrio perdía un peso igual al del sedimento que aparecía.
Siguió prosperando al casarse con la hija de un directivo de su compañía. Hicieron muy buena pareja en el laboratorio: ella tomaba notas de sus experimentos, le dibujaba las ilustraciones y le traducía artículos científicos en inglés. Juntos abordaron el tema candente de la química del siglo XVIII: ¿por
qué unas cosas arden y pierden peso al calentarlas, mientras que otras,
los metales, se cubren de óxido y ganan peso? Lavoisier sospechó que lo
que ganaban los metales lo perdía el aire y siguió las pistas dejadas
por otros químicos.
Se perdió varias veces y se equivocó otras tantas, hasta que el inglés Priestley
le habló de una nueva clase de aire, que hacía que las cosas ardieran
mejor, o se oxidaran antes, y con la que los ratones sobrevivían el
doble de tiempo y muy activos en un recipiente sellado. Lavoisier
repitió los experimentos de Priestley y se apropió del descubrimiento de
ese nuevo elemento que formaba parte del aire y al que llamó oxígeno (“generador de ácido”, en griego), creyendo por error que estaba presente en todos los ácidos.
De error en error, llegó al acierto final: su Tratado elemental de química (1789),
publicado el año de la Revolución Francesa. En él explicó que la
combustión, la oxidación de los metales y la respiración de los animales
son en realidad un mismo tipo de procesos: reacciones en las que se
consume oxígeno. Al experimentar en recipientes cerrados, comprendió que
en las reacciones químicas no se perdía ni ganaba peso. Puedes quemar
esta hoja y convertirla en humo y cenizas, pero la cantidad total de
materia sigue siendo la misma: se puede transformar, pero no eliminar.
Es la ley de la conservación de la masa de Lavoisier, la primera teoría científica que tuvo la Química.
También les dio a las sustancias químicas sus nombres modernos y creó
la primera tabla de los elementos, en la que ya no estaban aire y agua,
pero todavía incluía la luz y el calor. A pesar de sus errores y de que
no descubrió ningún elemento, supo recopilar los descubrimientos de
otros y darles un sentido que no tenían por separado. Al día siguiente
de su ejecución, el matemático Lagrange lo recordó así: «Bastó un
instante para cortar esa cabeza, y cien años puede que no sean
suficientes para dar otra igual».