En 1962 tres científicos –James Watson, Francis Crick y Maurice
Wilkins– obtuvieron el premio Nobel de Fisiología o Medicina por su
descubrimiento –una década atrás– de la estructura del ADN. Lo que
muchos no saben es que sin la 'colaboración' de la química Rosalind
Franklin (Londres, 1920-1958) aquel Nobel no hubiese recaído en esta
terna de hombres.
En 1953 Franklin tomó su famosa fotografía 51, en
la que utilizó la difracción de rayos X para capturar la estructura de
doble hélice del ADN. Se la enseñó a su compañero de trabajo, que no era
otro que el futuro Nobel Maurice Wilkins, que se la mostró sin su
permiso a Watson y Crick. El resto es el relato de una de las mayores
afrentas de la historia de la ciencia.