De acuerdo a este artículo, el gobierno japonés y las agencias encargadas se  basaron en antiguos informes desestimando investigaciones más recientes  al momento de crear las condiciones de seguridad para las plantas  nucleares.
 
                        Las consecuencias del tsunami en Japón se prolongarán por largo tiempo.          
                                               Por Norimitsu Onishi y James Glanz
Traducción de Claudio Pairoba
26/03/2011
TOKIO – En el país que le dio al mundo la palabra tsunami, el  establishment nuclear japonés en su mayoría no tuvo en cuenta la fuerza  destructiva potencial de las paredes de agua. La palabra ni siquiera  aparece en las pautas del gobierno hasta el 2006, décadas después de que  las plantas – incluyendo las instalaciones de Fukushima Daiichi con las  que los bomberos todavía están luchando para poder controlar –  comenzaran a poblar las costas japonesas.
La falta de atención puede explicar como, en un país que es una isla  rodeada por placas tectónicas en choque que generalmente producen  tsunamis, las protecciones fueron tan trágicamente minúsculas comparadas  con el tsunami de casi 14 metros que asoló la planta de Fukushima el 11  de Marzo. Los rompeolas mar adentro, diseñados para  proteger contra  tifones pero no contra tsunamis, sucumbieron rápidamente como primera  línea de defensa. La ola creció hasta llegar a ser casi 3 veces más alta  que el risco sobre el cual la planta había sido construída.
El gobierno japonés y los directivos de las empresas públicas han dicho  repetidas veces que los ingenieros nunca podrían haber anticipado un  terremoto de magnitud 9.0 – el más grande en la historia japonesa – que  hizo que el fondo del mar temblara originando el enorme tsunami. Pero  aún así, los sismólogos y los expertos en tsunamis expresan que de  acuerdo a información fácilmente accesible, un terremoto con una  magnitud tan baja como 7.5 – sumamente común en el anillo del Pacífico –  podría haber creado un tsunami lo suficientemente grande para  sobrepasar el risco de Fukushima.
Después de que un grupo asesor emitiera recomendaciones no vinculantes  en el 2002, la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio, la dueña de la  planta y la empresa más grande de Japón, elevó el máximo tsunami  esperable en Fukushima Daiichi a alrededor de 5 metros –  considerablemente superior que el risco de 3,90 metros. Sin embargo, la  compañía pareció responder solo elevando el nivel de una bomba eléctrica  cercana a la costa en 20 cm, presumiblemente para protegerla de los  altos niveles de agua, de acuerdo a los inspectores.
“Sólo podemos trabajar sobre precedentes, y no había precedentes”,  manifestó Tsuneo Futami, un ex Ingeniero Nuclear de Tokio quien fuera  director de Fukushima Daiichi a finales de los 90. “Cuando dirigí la  planta, la idea de un tsunami nunca se me cruzó por la cabeza.”
La intensidad con la cual el terremoto sacudió la tierra en Fukushima  también superó los criterios usados en el diseño de la planta, aunque  por un factor significativamente menor que el tsunami, de acuerdo a  información suministrada por Tokyo Electric al Foro Industrial de  Energía Atómica de Japón, un grupo profesional. Basado en lo que se sabe  ahora, el tsunami comenzó la crisis nuclear inundando los generadores  de refuerzo necesarios para hacer funcionar el sistema de enfriamiento  del reactor.
Japón es conocido por su gran experiencia técnica. A pesar de esto y  por décadas los altos estamentos japoneses e incluso partes de su  establishment de ingenieros se aferraron a antiguos preceptos  científicos para proteger plantas nucleares, apoyándose mayormente en  registros de terremotos y tsunamis, sin tener en cuenta los avances en  sismología y evaluación de riesgos existentes desde la década del 70.
Para algunos expertos, la subvaloración de la amenaza del tsunami en  Fukushima es frustrante y nos recuerda al terremoto – esta vez sin  tsunami – en Julio del 2007 que golpeó Kashiwazaki, una planta eléctrica  perteneciente a Tokyo Electric en la costa oeste de Japón. La tierra en  Kashiwazaki se sacudió dos veces y media más que la máxima intensidad  estimada cuando se diseño la planta, haciendo necesarias mejoras en la  misma.
“Tuvieron años para prepararse hasta ese momento, después de  Kashiwazaki, y estoy viendo la misma cosa en Fukushima,” dijo Peter  Yanev, un experto en evaluación de riesgo sísmico con sede en  California, quien ha estudiado a Fukushima para la Comisión Regulatoria  Nuclear de los EE.UU. y para el Departamento de Energía.
No hay dudas de que cuando se diseñó Fukushima la sismología y su  intersección con la Ingeniería Estructural de las plantas nucleares  estaba en sus comienzos, dijo Hiroyuki Aoyama de 78 años, un experto en  la resistencia de plantas nucleares a los terremotos quien ha servido en  grupos de asesoría para el gobierno japonés. Los ingenieros aplicaron  muchas conjeturas, adoptando como estándar que las estructuras dentro de  las plantas nucleares deberían tener 3 veces la resistencia a  terremotos que tienen los edificios comunes.
“No había sustento para elegir 3 veces”, expresó Aoyama, un profesor  emérito de Ingeniería Estructural de la Universidad de Tokio. “El  objetivo era vago”.
Evolución de los diseños
Cuando los Ingenieros japoneses comenzaron a diseñar su primera planta  nuclear más de 4 décadas atrás, buscaron indicios en el pasado sobre  cómo proteger su inversión en la energía del futuro. Los archivos  oficiales, algunos de ellos centenarios, contenían información sobre la  manera en que los tsunamis habían inundado pueblos costeros,  permitiéndoles a los ingenieros estimar su altura.
De manera que se construyeron las paredes más elevadas que los más  altos tsunamis registrados. En Fukushima Daiichi, la cuarta planta más  antigua del Japón, los directivos de la Tokyo Electric usaron un tsunami  contemporáneo – una ola de 3,15 metros de altura causada por un  terremoto de magnitud 9.5 ocurrido en Chile en 1960 – como punto de  referencia. El risco de 3,90 metros sobre el cual se construyó la  planta, iba a servir como una pared de contención natural, de acuerdo a  Masaru Kobayashi, un experto en resistencia a terremotos de la Agencia  de Seguridad Industrial y Nuclear, el ente regulador japonés.
Los rompeolas de 5,40 metros fueron construídos como parte de la  estrategia anti-tsunami de la compañía, dijo Jun Oshima, una vocera para  la Tokyo Electric. Pero los inspectores manifestaron que los rompeolas –  fundamentalmente destinada a proteger a los botes – ofrecían cierta  resistencia contra los tifones, pero no los tsunamis, expresó Kobayashi.
A través de las décadas, el estar preparado ante los tsunamis nunca fue  una prioridad para las compañías de energía japonesas o para los  reguladores nucleares. Tal vez se confiaron, según los expertos, en el  hecho de que ningún tsunami había golpeado a una planta nuclear hasta  hace dos semanas atrás. Aunque los simulacros de tsunami ofrecieron  nuevas formas de determinar los riesgos de los mismos, los operadores de  las plantas hicieron pocos cambios en sus vetustas construcciones, y  los reguladores nucleares no los presionaron.
Los ingenieros adoptaron un enfoque similar con el tema los terremotos.  Cuando llegó el momento de diseñar la planta de Fukushima, los informes  oficiales que datan del 1600 mostraron que los terremotos más fuertes  mar adentro de lo que hoy sería la Prefectura de Fukushima eran de  magnitud 7.0 a 8.0, manifestó Kobayashi.
“Se lo dejamos a los expertos,”dijo Masatoshi Toyoda, un vicepresidente  retirado de la Tokyo Electric quien supervisó la construcción de la  planta. Agregó que “buscaron información en viejos documentos acerca de  cuántas lápidas se habían caído y cuestiones similares.”
 Con el tiempo, los expertos de los comités gubernamentales comenzaron a  presionar para tener normas de construcción más estrictas, y para 1981,  las normas incluían referencias a los terremotos pero no a los  tsunamis, de acuerdo a la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear. Esa  presión creció de manera exponencial luego del devastado terremoto de  Kobe en 1995, expresó Kenji Sumita, quien ocupó un alto cargo en la  Comisión de Seguridad Nuclear del gobierno japonés a fines de los 90.
Sumita manifestó que las compañías de energía, las cuales estaban  enfocadas en completar la construcción de una docena de reactores, se  resistieron a adoptar estándares más estrictos, y no enviaron  representantes a las reuniones sobre ese tema en la Comisión de  Seguridad Nuclear.
“Otros enviaron gente de forma inmediata”, dijo Sumita, refiriéndose al  ámbito académico y a expertos de la industria de la construcción. “Pero  las compañías de energía se movieron con lentitud y no vinieron.”
Mientras tanto, las ciencias de la sismología y la evaluación de  riesgos avanzaron en todo el mundo. Aunque la Comisión Regulatoria  Nuclear de los EE.UU. ha sido víctima de severas críticas por no llevar  adelante la adopción de estas nuevas técnicas, la agencia usó muchas de  ellas en nuevas revisiones hechas planta por planta, dijo Greg S. Hardy,  un ingeniero estructural de Simpson Gumpertz y Heger quien se  especializa en el diseño de plantas nucleares y riesgo sísmico.
Cualquiera sean las razones – culturales, históricas o simplemente  financieras – los ingenieros japoneses que trabajaban en plantas  nucleares continuaron prediciendo lo que ellos creyeron eran terremotos  extremos basados en sus informes.
Aquellos métodos, sin embargo, no tuvieron en cuenta serias  incertidumbres como fallas que no habían sido descubiertas o terremotos  que eran gigantescos aunque raros, dijo Hardy, quien visitó Kashiwazaki  después del movimiento del 2007 como parte de un estudio patrocinado por  el Instituto de Investigación en Energía Eléctrica.
“Los japoneses se quedaron atrás,” dijo Hardy. “Una vez que ellos  proclamaron que este era el terremoto máximo, tuvieron dificultades  reevaluando eso a medida que ingresaban nuevos datos.”
Esta aproximación japonesa, a la cual se la conoce en el ambiente como  “determinista”- en oposición a “probabilística”, o que considera lo  desconocido – de alguna manera pegó, dijo Noboru Nakao, un consultor  quien se desempeño como ingeniero nuclear en Hitachi por 40 años y fue  presidente del centro de entrenamiento japonés para operadores de  reactores a vapor.
“Las reglas de seguridad japonesas son generalmente deterministas ya  que los métodos probabilísticos son muy difíciles,” expresó Nakaom  agregando que “los EE.UU. tienen mucho más métodos de evaluación de  riesgos.”
La ciencia de los tsunamis también avanzó, con métodos mucho mejores  para medir sus tamaños, estadísticas vastamente expandidas a medida que  hubo más ocurrencias y cálculos de computadoras que ayudan a predecir  qué clases de tsunamis son producidos por terremotos de distintos  tamaños. Dos borradores de trabajos de investigación independientes  desarrollados por expertos en tsunamis – Eric Geist de la Inspección  Geológica de los EE.UU. y Costas Synolakis, profesor de Ingeniería Civil  de la Universidad del Sur de California – indican que los terremotos de  magnitud 7.5 pueden crear tsunamis suficientemente grandes para pasar  por encima del risco de 3,90 metros que protege a la planta de  Fukushima.
Synolakis consideró a la subestimación del riesgo de tsunami por parte  de Japón “una cascada de errores estúpidos que condujeron al desastre” y  agregó que la información relevante era prácticamente imposible de  soslayar por cualquiera que trabaje en el tema.
Subestimando los riesgos
La primera referencia clara a los tsunamis apareció en los nuevos  estándares para las plantas nucleares de Japón emitidos en 2006.
“Las normas del 2006 se referían a los tsunamis como un fenómeno que  acompañaba a los terremotos, y urgía a las compañías de energía a que  pensaran en eso,” manifestó Aoyama, el ingeniero estructural experto.
El riesgo había recibido algo de atención en 2002, cuando un grupo  consejero del gobierno, la Sociedad Japonesa de Ingenieros Civiles,  publicó normas recomendadas para tsunamis en referencia a los operadores  nucleares.
Un grupo de estudio de la sociedad, incluyendo a profesores y  representantes de empresas como Tokyo Electric, evaluaron información de  tsunamis anteriores así como nuevas investigaciones acerca de líneas de  falla y geografía local con el objetivo de elaborar las normativas, de  acuerdo a un miembro del grupo de estudio quien habló bajo la condición  de anonimato, citando lo delicado de la situación.
El mismo grupo había estado discutiendo recientemente las revisiones a  esos estándares, de acuerdo a este miembro. Durante la última reunión  del grupo, llevada a cabo una semana antes del último tsunami, los  investigadores debatieron acerca de la utilidad de las simulaciones  tridimensionales para predecir el potencial daño que los tsunamis  podrían causar en plantas nucleares, de acuerdo a las minutas de esas  reuniones. “Tomamos en cuenta más que solo datos del pasado,” indicó el  miembro. “Tratamos de predecir. Nuestro objetivo fue reducir la  incertidumbre.”
Quizás la observación más triste proveniente de los científicos fuera  del Japón es que, incluso a través de la estrecha lente de los tsunamis  pasados, la posibilidad de que las medidas de seguridad anti tsunami  fueran superadas tendría que haber sido detectada. En 1993 un movimiento  de magnitud 7.8 produjo tsunamis con alturas superiores a los 9 metros  mar adentro de la costa occidental del Japón, con resultados ampliamente  devastadores, de acuerdo con estudios científicos e informes de ese  momento.
En la isla de Okushiri, una de las más afectadas, “la mayoría de las  áreas pobladas que fueron severamente golpeadas por el tsunami estaban  rodeadas por paredes contra los mismos” de hasta 4 metros y medio de  alto, de acuerdo a un informe escrito por Yanev. Estas paredes eran  entre 30 y 60 cm más altas que el risco de Fukushima.
Pero como en un presagio de lo que ocurriría 18 años más tarde, las  paredes de Okushiri, Yanev, el experto en evaluación de riesgo sísmico,  escribió, “pueden haber moderado los efectos generales del tsunami pero  fueron ineficientes para las olas más grandes.”
Incluso el pasado distante estaba dando nueva información que podría haber servido como advertencia renovada.
Dos décadas después de que Fukushima Daiichi comenzara a funcionar, los  investigadores que estudiaron minuciosamente antiguos reportes  estimaron que un terremoto conocido como Jogan había producido un  tsunami que penetró cerca de un kilómetro y medio en una isla de un área  al norte de la planta. Ese tsunami se produjo en el 869.
Norimitsu Onishi informó desde Tokio y James Glanz desde Nueva  York. Ken Belson e Hiroko Tabuchi contribuyeron informando desde Tokio.
Fuente:
www.nytimes.com